Las bacterias que viven en el suelo pueden alzar el vuelo y desplazarse por encima de nuestras cabezas gracias a un medio de transporte acorde a su minúsculo tamaño: los aerosoles generados tras el impacto de las gotas de lluvia contra la tierra.
Subir a estos aviones en miniatura, en los cuales permanecen con vida más de una hora, puede permitirles viajar más lejos que a través del suelo y aterrizar en nuevas tierras para colonizarlas.
Son algunas de las conclusiones a las que han llegado los autores de un estudio que hoy publica la revista Nature Communications, y que descifra por primera vez de qué manera la lluvia puede dispersar en el aire las bacterias que están en el suelo.
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