jueves, 5 de diciembre de 2019

Humboldt


Friedrich Wilhelm Heinrich Alexander von Humboldt pertenecía a una aristocrática familia prusiana, y tras estudiar leyes en la Universidad de Gotinga y minería en la de Friburgo, emprendió un gran viaje de exploración por América junto al botánico francés Aimé Bonpland. Mientras, su hermano Friedrich Wilhelm Christian Carl Ferdinand von Humboldt se dedicó a la lingüística y a la filosofía y, como funcionario del rey prusiano Federico Guillermo III, ejerció de diplomático –fue embajador en Roma, Viena y Londres– y de ministro.


Los hermanos Humboldt tuvieron una visión global del conocimiento, pero es Alexander quien condensa la esencia del científico transversal, y es considerado el último de su especie, la especie genial de aquellos científicos que sabían de todo, antes de que la modernidad obligara a la especialización. Al tiempo, y sin que suponga una contradicción, la mirada interdisciplinar y la voluntad de interconexión que se potencian y valoran en las investigaciones en el siglo XXI habrían sido un marco óptimo para él, que fue en eso en cierto modo precursor de nuestro tiempo.

Esa mirada del naturalista global se aprecia en cómo abordó Alexander su peripecia americana. Tras recorrer a pie la costa mediterránea de Marsella hasta Barcelona, València y Alicante, y elaborar el primer esquema seccional preciso del relieve de la península Ibérica, él y su amigo Bonpland obtuvieron permiso del rey Carlos IV para explorar las provincias americanas bajo dominio español.

Entusiasmado, Alexander escribió una carta a un amigo en 1799, poco antes de emprender el viaje. “Voy a recolectar plantas y fósiles, podré hacer observaciones astronómicas con excelentes instrumentos, descompondré químicamente el aire (...). Pero todo eso no es el propósito principal de mi viaje. ¡Mis ojos siempre deberán estar en la cooperación de las fuerzas, la influencia de la creación inanimada en el mundo animal y vegetal vivo, en esa armonía!”, escribió.

El 5 de junio de 1799 Humboldt y Bonpland embarcaron en A Coruña en el navío Pizarro cargados de instrumentos científicos. El barco hizo escala en Tenerife, y aprovecharon para subir a la cima del Teide, donde midieron el azul del cielo y clasificaron plantas. El 16 de julio arribaron a Cumaná, en la actual Venezuela. La expedición duró cinco años y recorrieron más de 10.000 kilómetros por los actuales Venezuela, Colombia, Perú, Ecuador, Cuba, México y países de Centroamérica, documentando flora, fauna, geografía y etnografía.

Humboldt y Bonpland escalaron el volcán Pichincha y el Chimborazo –entonces considerado la montaña más alta del mundo, con sus 6.268 metros–, aunque en este último se quedaron a poca distancia de la cúspide. Cuando navegaron por el océano Pacífico, Humboldt hizo mediciones de temperatura y velocidad, e identificó la corriente de agua fría que viaja de sur a norte, desde el tercio superior de Chile hasta los límites entre Perú y Ecuador, y que lleva su nombre.

Los dos expedicionarios contactaron también con científicos que trabajaban ya sobre el terreno, como el botánico español José Celestino Mutis, a quien visitaron en Bogotá. Su periplo acabó en Washington, donde fueron invitados de honor en la Casa Blanca del presidente Thomas Jefferson, que era un gran aficionado a las ciencias naturales. A su regreso a Europa en 1804 se les dispensó en París un recibimiento entusiasta.

En la capital francesa se quedó hasta 1827 Alexander Humboldt, recopilando y organizando el material recogido en la expedición, que se publicó en 32 volúmenes en francés con el título Viaje a las regiones equinocciales del nuevo continente . Para entonces tenía ya 57 años y se había gastado casi toda su fortuna en sus viajes, así que optó por volver a Berlín para trabajar para el rey de Prusia.

En Berlín dictó conferencias bajo el epígrafe Cosmos , a las que cada vez acudía más gente, y que se hicieron muy populares. Aceptó poco después un encargo del zar ruso que le llevó a explorar zonas de Rusia y Asia central junto a Gustav Rose y Christian Gottfried Ehrenberg.

Pero su gran obra escrita estaba aún por fraguarse. En una carta de 1834, Humboldt escribió a su amigo, el cronista y diplomático Karl August Varnhagen von Ense: “Tengo la extravagante idea de describir en un solo trabajo todo el total del mundo material, desde las estrellas nebulosas hasta la distribución geográfica de los musgos en rocas de granito”. A esa tarea se aplicó hasta su muerte en 1859, a los 89 años: un compendio monumental de todas las ciencias naturales entonces conocidas, redactado en alemán, que dejó inconcluso, Cosmos. Ensayo de una descripción física del mundo . Le dio tiempo a publicar cuatro volúmenes, mientras que un quinto vio la luz póstumamente, compilado por su asistente.

De vuelta en el siglo XXI, pasear por este tramo de la avenida berlinesa Unter den Linden, en el que hace dos siglos se ubicaba físicamente el poder político de la dinastía prusiana reinante de los Hohenzollern, permite constatar el influjo presente de Alexander y de su hermano Wilhelm. Muy cerca de la Universidad, fundada por Wilhelm Humboldt en 1810 con el nombre de Universidad Federico Guillermo y rebautizada en 1949 como Universidad Humboldt, se ultiman las obras de un nuevo edificio, inspirado en el antiguo palacio real que se alzaba en el mismo lugar.

Ese edificio reunirá muestras y actividades en torno a la cultura, el arte, la investigación y la educación, según la visión de saberes interconectados que tenía Alexander y compartía su hermano Wilhelm. A ese edificio serán trasladadas también las colecciones etnológicas y de arte asiático de Berlín, que están ahora en barrios más apartados, para configurar así junto a la vecina Isla de los Museos el principal polo cultural de la capital alemana. Tras varios retrasos en las obras, el nuevo equipamiento abrirá parcialmente en septiembre del 2020. Su nombre es de pura lógica: Humboldt Forum.

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