miércoles, 4 de diciembre de 2019

El Gipsy


Una de las embarcaciones de vela de Época más famosa de la flota española es el 'Gipsy' (RCM Santander) de Ricardo Rubio, un pequeño velero de 11,90 metros de eslora, competidor habitual en las regatas de su clase y que esta temporada cumple los noventa años de su botadura, en junio de 1927.


El 'Gipsy' fue el único barco de uso civil que se construyó en el astillero Echevarrieta y Larrinaga de Cádiz, que era de uso eminentemente militar. Diseñado por Colin Archer, desplaza 15 toneladas y su número de construcción en el 16, el siguiente al del buque escuela 'Juan Sebastián El Cano'.

El barco, que costó 80.000 pesetas de la época, fue construido para D. Horacio Echevarrieta, dueño del Astillero, para su uso personal pues tras la construcción de El Cano el Astillero tuvo una crisis de pedidos pendientes de formalización por parte del gobierno de la república.

Una vez terminado fue embarcado en un barco de la línea Ybarra y trasladado a Bilbao donde estuvo hasta el comienzo de la guerra civil española. La quiebra de Echevarrieta provoca que el 'Gipsy' sea vendido a la familia catalana Hortet para dedicarlo a navegar como barco espía a favor de la causa nacionalista entre el cabo de la Nao y el Cabo de Creus.

Disponía de motor y de radio, cosa muy rara para la época. Su patrón era Miguel Sans pro-hombre de la navegación deportiva española y dueño del 'Altair' en esa época. Todavía figuran en los palos marcas de metralla de las dos veces que fue tiroteado. También navegó en el barco en esa época el escritor Josep Pla, quien hacía de enlace entre el barco y sus apoyos en tierra.

Tras el fin de la Guerra Civil fue cambiando de titular y el barco está en la familia de su armador Ricardo Rubio desde que lo compraron su padre y su tío en 1951, siendo desde entonces el barco de recreo de la familia.

Ha ganado tres veces el Trofeo Almirante Conde de Barcelona, la primera edición de la regata Puig Vela Clásica Barcelona, entre otras victorias.

Horacio Echevarrieta Maruri, nace en Bilbao un 15 de septiembre de 1870 y fallece en Barakaldo, el 20 de mayo de 1963. Hijo del empresario minero Cosme Echevarrieta Lascurain, del que heredó la comunidad de bienes Echevarrieta y Larrinaga, creada con Bernabé Larrinaga en 1882, para explotar en régimen de arrendamiento la mina Inocencia.

Sin dejar de engrandecer las industrias extractiva y naviera familiar, emprende nuevos negocios de heterogénea naturaleza tales como: el hidroeléctrico, urbanístico, aéreo… que dieron origen a empresas tan emblemáticas como: Saltos del Duero, que con el paso de los años sería Iberdrola, Cementos Portland, Compañía Iberia, Ferrocarril Echevarrieta y Alfonso XIII Metropolitano de Barcelona, Tranvía aéreo sobre el Niágara, diario El Liberal…,acometiendo obras de la importancia del ensanche bilbaíno o de la urbanización de la Gran Vía madrileña.

Podríamos definir al empresario vasco, como un personaje poliédrico, con ciertas actitudes a todas luces contradictorias, que pueden atribuírsele a su particular ideario de poder cambiar con libertad el posicionamiento ante la vida, o tal vez, al mero oportunismo mercantil. Republicano y anticlerical, diputado a Cortes en tres legislaturas, (de 1910 a 1917) en la conjunción republicano–socialista, no ocultaba su amistad con Alfonso XIII con quien compartía jornadas de navegación y algún que otro negocio.

En mayo de 1917, compra los astilleros gaditanos que fundaran los hermanos Vea Murguía en 1892, renombrándolos como Astilleros de Echevarrieta y Larrinaga. Con esta adquisición, da actividad a una factoría que permaneció cerrada catorce años por falta de liquidez financiera y desata las ilusiones de unos ciudadanos huérfanos de industrias, ante las buenas expectativas económicas que se vislumbraban.

Más de tres décadas capitaneando la factoría gaditana, en tiempos tan convulsos en el terreno político y económico, que condicionan de manera abrupta la situación social, arrojan un balance de luces y sombras. Periodos de gran actividad constructiva, se alternan con otros de alarmante falta de pedidos, dando origen a fluctuaciones en la estabilidad de la mano de obra y en reiterados casos, retrasos en el pago de los salarios, que eran respondidos con el arma de la huelga.

El bilbaíno, desde el comienzo de su relación con Cádiz, se convierte en un personaje de gran estima e influencia entre sus fuerzas vivas, siendo además, siempre elogiado por la prensa local, a veces con excesos lisonjeros. Dado sus numerosas visitas a la ciudad, se construye el chalet Villa Rosa en terrenos cercanos a los astilleros, que ocuparía como vivienda habitual su hijo Rafael durante el tiempo que ejerció como jefe de compras de la empresa.

En 1932 comienza su declive económico. Ante tal situación y por la gran carga financiera que soportaban los astilleros, algunos de sus amigos le aconsejan su venta; la respuesta de Echevarrieta, en el afán por salvar la empresa gaditana, es acometer la venta de sus otras propiedades, comenzando por el periódico El Liberal, que fue adquirido por su amigo socialista Indalecio Prieto.

Ahogado por los acreedores y sin recurso para pagar a los trabajadores, el gobierno republicano, para evitar el estallido social, incauta los astilleros en mayo de 1935. La orden de incautación llevaba la paradójica coletilla de “temporal y provisionalmente”. Dos meses más tarde, se produce el golpe militar que desencadena la sangrienta Guerra Civil, periodo en que la factoría pasa a manos de las autoridades golpistas.

De forma sorprendente, dada su consabida ideología republicana, el gobierno franquista devuelve, en 1940 los astilleros a su legítimo dueño. De esta época cabe reseñar, la muy loable actitud de Echevarrieta, al dar trabajo a muchos vascos marcados como disidentes del régimen franquista, eximiéndoles de la obligatoriedad de presentar los informes y avales pertinentes.

El 18 de agosto de 1947, una tremenda explosión, causada en lo que fue la antigua Fábrica de Torpedos, donde se acumulaban minas y cargas de profundidad, asola a la ciudad de Cádiz causando 147 muertes, innumerables destrozos y la práctica destrucción de los astilleros.

A pesar de los intentos del vizcaíno por reconstruir y seguir pilotando su empresa, el empeño le resulta totalmente baldío. Agotados sus medios económicos, el Consejo de Ministros aprueba la incautación de la factoría, el 14 de enero de 1951.

El octogenario gaditano Rafael Fuertes, trabajador de los astilleros en los años cuarenta, entrevistado por Diario de Cádiz en 2011, aseveró, refiriéndose a los Astilleros de Echevarrieta y Larrinaga, lo que podría ser el sentir de la mayoría de los gaditanos que vivieron esos tiempos: «hay que reconocer que ha quitado mucha hambre”.

Por indicaciones de Primo de Rivera, Echevarrieta viaja a bordo de su yate Cosme y Jacinta a la bahía de Alhucema, para entablar negociaciones con el líder rifeño Abd-el-krim con el que mantenía relaciones de amistad gracias a sus negocios en el norte de África, tendentes a liberar a los casi quinientos prisioneros españoles en su poder desde el Desastre de Annual. La ardua y prolongada misión resulta exitosa, regresando a España los cautivos, el 27 de Enero de 1923. El magnate vasco corrió con los cuantiosos gastos de la misma. El acontecimiento le granjeó una enorme popularidad y el agradecimiento de Alfonso XIII, quien propone nombrarle Marqués del Rescate, con Grandeza de España, que él rechazó, por su condición de republicano.

En 1926 el capitán de navío Wilhelm Canaris (futuro almirante y jefe de la inteligencia militar alemana en la época nazi), entra en contacto con Horacio Echevarrieta por mandato de la marina germana para desarrollar proyectos navales de tecnología muy avanzada para la época, eludiendo la rígida prohibición de las naciones vencedoras contemplada en el Tratado de Versalles, tras la Primera Guerra Mundial.

Con materiales y maquinaria suministrados por la empresa holandesa Ingenieurskantoor voor Scheepsbouw, conocida como IvS, tapadera de la Blohm & Voss de Hamburgo, entre 1929 y 1931 se construye el submarino E-1. El dictador Primo de Rivera había adquirido con Echevarrieta el compromiso verbal de la adquisición del sumergible para la Armada Española, pero a la finalización de la obra, el dictador había muerto, España era republicana y la prometida compra no se materializa. Tras reiterados ofrecimientos a varias naciones europeas, en 1934 se logra vender a Turquía. El E-1, rebautizado Gür, sale del puerto de Valencia rumbo a Estambul con tripulación casi al completo alemana.

Horacio Echevarrieta, se ve envuelto junto a su amigo el socialista Indalecio Prieto, en otra rocambolesca historia. En la madrugada del 11de septiembre de 1934, la Guardia Civil incauta en el pueblo asturiano de San Esteban de Pravia, un alijo de armas mientras se desembarcaba del mercante Turquesa, destinado a los activistas que planificaban la llamada Revolución de Asturias. Siendo procesado por este delito, es encarcelado en la cárcel Modelo de Madrid. Como dato anecdótico  cabe reseñar que Santiago Carrillo compañero de prisión lo describe en sus Memorias como: “un hombre grandullón, muy simpático, que se relacionaba bien con la gente”.

En 1951, con la incautación de sus astilleros, finaliza la larga relación del bilbaíno con Cádiz. El ayuntamiento, como muestra de agradecimiento a los servicios prestados, le concede por segunda vez el protocolario título de hijo adoptivo de la ciudad.

Desde entonces, el apellido Echevarrieta vinculado a los astilleros ha formado parte de la memoria colectiva de los gaditanos. Se nos hace inconcebible que las sucesivas autoridades municipales, en tantos años, no hayan tenido a bien rotular una calle con su nombre o dedicar una placa con la que honrar a Horacio Echevarrieta Maruri, el vasco que mantuvo con los gaditanos una historia compartida de más de tres décadas.

El 20 de mayo de 1963 muere el oligarca vizcaíno a los 92 años en su Palacio de Munoa (Baracaldo), tras vivir una apasionante vida.

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