viernes, 16 de diciembre de 2016

ACCIÓN DEL BRUCH,


El Romanticismo fue un movimiento cultural originado en Alemania y el Reino Unido a finales del siglo XVIII, como una reacción contra el racionalismo de la Ilustración. En España produjo autores como Mariano José de Larra, José de Espronceda, José Zorrilla o el Duque de Rivas. Este romanticismo ayudó a la creación de mitos de interés político y social, retomando algunos pasados y otros pertenecientes al mismo siglo XIX, como Agustina de Aragón o el timbaler del Bruc.

En la revista "La Ilustración Española y Americana" del día 8 de junio de 1893 se da cuenta de la "acción del Bruch".

ACCIÓN DEL BRUCH,

(6 de Junio de 1808.)

Tócanos hoy recordar un suceso que, por lo extraordinario, rayano, cabe decir, con lo maravilloso, ocupa en la historia militar de España un lugar privilegiado, como el primero que fué y felícisimo de nuestra gloriosa guerra de la Independencia. Ni cedió á otro alguno en lo trascendental para el fomento y los éxitos que obtuvo inmediatamente y después cierta manera de pelear, antigua en el país y hasta característica de sus habitantes. pero tenida luego por ineficaz y aún por impracticable contra las hábiles organizaciones y los potentes recursos con que cuentan los ejercitos modernos.


Nos referimos al combate del Bruch, del que, con sobrada razón, se vanagloria el solar catalán, aun pudiendo igualmente jactarse de tantos y tantos como desde los tiempos más remotos le dieron la reputación de albergar un pueblo indómito, tan dispuesto a mantener los fueros de su independencia en las montañas patrias, como a imponerse a los demás fuera de ellas, sin reparar en género alguno de obstáculos ni temer al número o a la fuerza superiores  de sus enemigos. En aquella jornada puede también observarse una circunstancia que, además de interesante, la hace sumamente instructiva: la de cuanto influye en los sucesos militares la preocupación de un jefe respecto a la calidad y disciplina de sus adversarios. llevándole a, ofuscada su inteligencia, debilitar las energías de su corazón en el campo de batalla.

Y todo eso: los favores de la fortuna, atraídos por una resolución quizás desesperada: mejor aun, los del cielo en causa tan justa e inspirando los arranques más sublimes del valor en ánimos armados de la fe religiosa, que así arrostran el martirio como aspiran al triunfo, y los errores también a que inducen la preocupación o la flaqueza del espíritu en trances tales, se hicieron patentes en la acción primera del Bruch, de memoria perdurable.

A la triste pero gloriosa jornada del Dos de Mayo en Madrid, sucedió muy luego en todas las provincias de la Monarquía española el temerario arresto de declarar la guerra al emperador Napoleón. Y no bien lanzado ese reto, se apercibieron todas, también unánimes, a la lucha, si con la convicción de su inferioridad militar, con el presentimiento, en cambio, de que no serían estériles los sacrificios que se impusieran para mantenerla.

¡Optimismo genial de nuestra raza, nunca desmentido en su tan accidentada historia!







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