jueves, 15 de diciembre de 2016

El puente Palacio


En la revista "La Ilustración Española y Americana" del día 15 de agosto de 1893 se da cuenta de la inauguración del puente colgante de Bilbao.

BILBAO.

El puente Palacio en la desembocadura del Nervión.

El rápido desarrollo industrial y mercantil de Bilbao resérvanos cada día agradables sorpresas. A una empresa grande y arrojada síguese otra que la aventaja, y a una obra gigantesca otra mayor. El puente Palacio, que cruza el Nervión en su desembocadura, poniendo en comunicación (quiza fuera más verdadero decir en contacto) las Arenas con Portugalete, y que acaba de inaugurarse, es buen testigo de lo que decimos.


El movimiento de viajeros entre Bilbao y los pueblos, que sin impropiedad podríamos llamar sus arrabales, es tal, que sólo algunas cifras permitirán al lector imaginarlo, y vaya como muestra una harta demostrativa: el ferrocarril de vía ancha de Bilbao a Portugalete transporta muchos más viajeros que los que salen y entran en todas las estaciones de Madrid reunidas. Tanto Portugalete como las Arenas son poblaciones de mucha importancia, donde vive gente rica, a pesar de lo cual no tenían hasta hace poco más medio de comunicación entre si que los botes que cruzan el río.

Hace años que el ingeniero Sr. Palacio venía estudiando el modo de resolver el problema de enlazar las dos márgenes del Nervión cerca de la desembocadura, sin perjuicio de la navegación del río. Propuso primero la construcción de un túnel, después la de un puente giratorio, más adelante la de un puente tipo superior, y, por último, la de una vía férrea apoyada, por la cual circularía un bastidor metálico. Reconocidos los inconvenientes de cada uno de estos proyectos, fijose al fin en el que acaba de realizarse.


Consiste en cuatro torres, dos a cada lado del río, de 45 metros de altura, la mayor conocida en las de este sistema, y un tablero horizontal de ocho metros de ancho que va de unas a otras, y en el que hay establecida una linea férrea de cuatro rails, sobre la cual circula un tren de rodillos acoplados que soportan la plataforma o carro transbordador. En este caben hasta 200 personas y un carruaje cualquiera que se transportan de uno a otro lado como por el aire, fuera del alcance de las olas, en un minuto de tiempo, sirviéndose de un ingenioso y fácil sistema de suspensión por medio de fuertes y resistentes cables cruzados, a fin de evitar los efectos de los vientos fuertes que pudieran producir oscilaciones peligrosas o molestas.

El movimiento es producido por una máquina de vapor de 25 caballos, situada en una de las torres, cuya maquina mueve un cable sin fin; y como los movimientos de la plataforma son independientes del agua, va y vuelve de uno a otro lado con gran suavidad.

El embarque y el pasaje se verifican sin molestia alguna, como en el más cómodo de los carruajes, y no existe el temor de que un desperfecto interrumpa los viajes, porque están tomadas todas las medidas y precauciones necesarias para sustituir en brevísimo tiempo cualquier pieza u organismo que se deteriore.

El carro transbordador puede soportar 30.000 kilogramos y transportar sin inconveniente alguno caballerías, carruajes, vagones con carga y hasta locomotoras.

El presupuesto total de la obra, concluida del todo, es de 670.900 pesetas, cantidad que excede algo de lo calculado, según ocurre en todas las grandes construcciones. El exceso se debió en esta a inconvenientes surgidos en la ejecución de las obras. El de los gastos anuales, entretenimiento y conservación será de 10.950 pesetas, habiéndose calculado el producto liquido en 96.000 pesetas.

En todo el tiempo de la construcción no ha ocurrido, a pesar de la magnitud de la empresa, accidente ni desgracia alguna entre los obreros.

Merece especialísima mención el ingeniero constructor, que con mucho acierto y sin emplear andamio de ninguna clase ha montado los elevadísimos pilares de hierro del puente y el tablero horizontal, todo al aire, por medio de cables ingeniosos y pies derechos de madera de 4 metros de longitud.

En una palabra, la obra es de una exactitud y una precisión admirables, un puente rígido y en completo equilibrio, cuyos pilares tienen 62 metros de altura y 45,10 desde el tablero del puente hasta las aguas de la ría en la sobrepleamar equinoccial, siendo la flecha del tablero 0m,20 en sentido no horizontal y 160 de luz de eje a eje de pilares.

Para dar una idea de la importancia que este hermoso puente ha de tener en el desarrollo del tráfico entre ambas márgenes del Nervión, bastará decir que pueden cruzarle hasta 10.000 viajeros diarios, sin contar las mercancías, ganados y vehículos de todo género.

El Sr. Palacio, autor de esta hermosa obra (que con tanta justicia lleva su nombre), ha tenido que luchar, hasta terminarla, con toda suerte de obstáculos, principalmente con la desconfianza y los desmayos de los interesados en ella: pero de todo ha triunfado, mostrando en la realización de su empresa energía y constancia extraordinarias.

De la gallardía y originalidad del puente Palacio juzgará el lector por nuestros grabados de la pag. 88.

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