martes, 29 de junio de 2021

Balneario de Boñar

Mensajero leonés. 17/7/1905, página 2.

Fiesta brillante 

Inauguración de un Balneario en Boñar 

Decididamente nos favorece el día. A las cinco de la mañana estamos ya muchos leoneses esperando el correo de Madrid, para marchar á Boñar, donde por atentas invitaciones sabíamos que se inauguraría el recientemente construido Balneario que aprovecha las aguas del abundante manantial conocido por La Calda. 

Impacientes ocupamos los asientos conquistados con algún trabajo en el atestado tren y pronto atravesamos las frondosidades que despiden al viajero de esta capital. Los sacerdotes que nos acompañan, rezan sus oraciones. Nosotros los confundimos con nuestra charla inquieta pensando en el día alegre que nos espera. 

El ferrocarril corre con vertiginosa rapidez y se ven prados multiformes y tierras cubiertas de míes retrasada. El sol ya se conoce que es de Julio. Contemplamos la naturaleza indiferentes; esperamos otros panoramas y otras impresiones; no nos admira. 

El interés de la conversación está agotado, se acerca La Robla, los curas han terminado de orar...,. Hemos llegado. Yo presumo que algún corazón está violento, le parece que vamos muy despacio, ansia verse pronto en el punto de destino; lleva algo de curiosidad pero absorbe sus sentimientos el deseo de saciar noblemente aunque sin límites la pasión dominante. Continúo reflexionando, nos acompaña gente de influencia, pienso, porque el correo que debía haber salido por la línea de Valmaseda, está esperándonos á pesar del retraso que traemos. 

Alguien ha debido telegrafiar desde León. Suena el pito y comienza la marcha; los curas que os decía ya no rezan, hablan; yo envidio á estos hombres que ni un momento dejan parar la lengua. No me interesa lo que dicen y distraigo mi atención contemplando el paisaje, esto si que es bonito; hemos pasado la primera estación y atravesamos por la parte baja de un monte; otra estación y á poco trecho algunos pueblecillos, luego la más brillante vista se ofrece ante nosotros, campo inmenso en una hondonada, árboles corpulentos á un lado, color verde ó pajizo á todos. 

Salimos de un túnel pequeño. A lo lejos veo ya una chimenea, después reparo que es un gran edificio, la Azucarera Vasco Leonesa, hoy abandonada. Media vuelta hábilmente tarazada y recorrida con mayor rapidez de la ordinaria por el coloso que nos conduce, le lleva á la estación de Boñar donde para pocos metros más adelante de haber visto debajo de nosotros las tranquilas aguas del Rio Porma. 

Nos reciben sonrientes los dueños del Balneario. Son dos amigos nuestros, amigos de verdad. Yo descubro en su rostro una alegría inefable por nuestra presencia. Les hemos saludado todos y para todos han tenido una frase de cariño. Un amigo me asedia tiene que hablarme de asuntos que le interesan. Yo le escucho displicente y sigo la conversación; no he visto por donde iba, solo observé casas á un lado; al otro una corriente muy abundante de agua. Seguimos andando, andando... Al mirar para atrás compadezco á los que embutidos en sus sotanas comienzan á sudar tan temprano. 

Son las diez menos cuarto de la mañana. Ha terminado de contarme sus cuitas el cariñoso amigo. Ya no hay más casas, la corriente de agua tampoco sigue el curso que nosotros llevamos. No se ve ya más que un edificio de planta baja, blanco casi todo, encarnado algo y muy nuevo que al lado de formidable peña parece desafiar las iras de aquella mole inmensa, infundiendo el miedo de que se caiga encima. El instinto de esa curiosidad nos lleva á esa casa. 

Penetramos y amplio pasillo se ofrece á nuestra vista. Dos habitaciones destinadas al parecer á despacho es lo que encontramos primeramente á derecha é izquierda. Yo sigo por la derecha; otra confortable con ducha y baño nos indica el modo de usar las aguas; por cinco reales se puede bañar allí cualquiera. Sigo y hay otras habitaciones, una con la caldera, otra con piscina en que se ven subir gruesas burbujas de gases, y otra para inhalaciones. 

A mi, lego en la materia, me huele esta última á edificio recién construido y está perfectamente seco; debe ser el calcio de las aguas allí desprendido. Por solo cincuenta céntimos puede respirar quien quiera aquella atmósfera. 

Al lado izquierdo completan la construcción otros tres cuartos con baño. Yo que soy curioso y debo ser molesto de visitante, he preguntado si no pueden beberse las aguas y me llevan á una gruta construida con rara habilidad y mucho gusto en un hueco de la imponente peña. Dos chorros uno más abundante que otro dan agua en gran cantidad y constantemente. Todos la probamos; una es más fría que la otra, las dos templadas. 

El paladar más obtuso las encuentra un sabor especial no desagradable. El calor es mayor y sentimos la nostalgia del fresco. Volvemos al Balneario y se está agradablemente. Comienzan á funcionar múltiples partidas de tresillo. Los dueños se deshacen en amabilidades. Yo no me resisto á escribir sus nombres; Son D. José Arroyo y D. Laureano Suárez. 

Nos tratan muy bien y con gran discreción. Los que nos reunimos no somos todos amigos políticos, sí particulares; muchas veces han esgrimido sus armas electorales unos en contra de otros. El Sr. Arroyo hace con exquisita amabilidad los honores á sus huéspedes. Le ayuda el Sr. Suarez, pero éste atiende más á dar órdenes para que dispongan la comida á su tiempo, Ya estamos sentados á la mesa las viandas y las bebidas comienzan á correr en abundancia. Todo es su opulento. Como buenos españoles guardamos relativo silencio. Cada cosa á su tiempo... Se hace buen gasto de todo. 

Llega el champagne y se levanta á brindar D. Ildefonso Valcuende canónigo de la S. I. Catedral, unido á los que nos obsequian con vínculos estrechos de verdadera amistad, lo hace muy sentidamente. En tono natural y con su peculiarísimo gracejo habla D. Nemesio Sánchez, Lectoral de la S. I. C. Los dos desean interpretando los sentimientos de los allí presentes muchas prosperidades á la empresa que se inaugura. 

Brindan otros y dá las gracias el Sr. Suarez. D. Cesáreo Dueñas, diputado provincial con bibrante palabra felicita á los señores Arroyo y Suarez por el bien que prestan al país y á la patria y lee párrafos de un folleto de D. José Arroyo próximo á publicarse que será una verdadera guía del bañista; describe cuanto á las aguas se refiere desde la lápida romana que tiene el manantial hasta su virtud curativa; son aguas bicarbonatado-sódicas-cálcicas nitrogenadas y tienen eficacia reconocida para varias enfermedades según demuestra con muchos casos suficientemente justificados. 

Suenan aplausos. Vuelve á organizarse el tresillo y vuelve á hablarse. En algún corrillo tratan de política; dicen que el diputado á Cortes por el distrito Sr, Molleda tendrá oposición en las próximas elecciones, pero considerarán imposible la derrota de tan antiguo representante. Los cohetes anuncian á los forasteros que es hora de marchar para la estación. 

Comienzan á retirarse. Está animadísimo vemos además de los señores ya mencionados á Don Manuel Sanmartín, canónigo de León, D. Raimundo Martin Granizo, Administrador del Hospicio, D. Sabas Martín Granizo, exdiputado provincial; D. Pascual de Juan Flórez; Arrendatario de las contribuciones, D. Mariano Molleda, hijo del diputado á Cortes D. Antonio; D. Francisco Cañón, médico ex-diputado provincial; D. Basilio Diez Canseco, médico de Cármenes; D. Ildefonso Chacón, farmacéutico de la Pola de Cordón; Los párrocos siguientes: D. Luis de Barcena, de Saldaña; don Arsenio Fernández, de Bustillo de Cea; D. Félix de Vega, de La Mata de la Riva; D. Andrés González, de Cerecedo; D. Heriberto Cascón, de Barrillos de Curueño; D. Felipe López, de Vegaquemada; D. Jesús Flórez, de Villadangos; D. Constancio Fernández, de Oteruelo; D. Miguel Fernández, ds Oville; D. Emilio Robles, coadjutor de Boñar, don Rogelio Arias, ecónomo de San Francisco de la Vega; D. José Pérez Muñoz, catedrático del seminario. 

Los médicos D. Agustín de Célis de la Beneficencia de León; D. Jesús Fernández Ruiz, de Santa Lucía; D. Salustiano Fernández, de Vadepiélago; D. Andres Abad, de Lillo; D. Manuel Ribera de Riaño; D. Cesáreo Vena Ruiz, de Gordaliza. Conocemos también á D. Antonio Arroyo, D. Juan José Gobeaga, gerente de las minas de Oceja; D. Bernardino Bocines y D. Joaquín Alvarez. de Boñar, D. Alvaro Sainz, don Eugenio Cavia, farmacéutico; don Malaquias Revuelta; D. Sebastián López; D. Epaldino Fernández; don Carlos S. Márquez, capitán de la guardia civil; D. Antonio Gómez, jefe de la estación; D. Gordiano Gómez, D. Lino Martínez, D. Gregorio Valladares y muchos más que sería difícil enumerar y constituyen las extendidas relaciones de los señores Suarez y Arroyo. 

Somos más de ciento. Todos los sentimientos son unánimes; agradecimiento a éstos señores. Deben estar cansados de oír palabras de aplauso. Nos hemos despedido y volvemos á ser transportados por donde esta mañana. Al pensar en las emociones del día sentimos que una ráfaga de tristeza conturba nuestro espíritu; pocos pueden pasarse así. 

Nuestro director; sintió mucho no poder asistir á tan animada fiesta, en la que estuvo dignamente representado. Antes de llegar á la Robla anochece. Tenemos que esperar en ella bastante tiempo el tren que nos ha de llevar á León. Se hacen comentarios; no puede fracasar el pensamiento de los señores Arroyo y Suárez; las condiciones heroicas de las aguas, el confort del edificio, el clima del país, la economía de los servicios, todo en suma, harán que este Balneario aunque hecho sin pretensiones, llegue á ser uno de los que más clientela tengan en España. 

Los esfuerzas y anhelos de sus constructores no completos aun puesto que está sin hacer el hotel para alojamientos, tendrán en días no lejanos cumplida satisfacción. Entra furiosa la máquina con todo el convoy; para pocos minutos y transcurridos algunos más estamos en León. 

Al coordinar las ideas y evocar el recuerdo de las plácidas horas en Boñar transcurridas, enviamos á los Sres. Suárez y Arroyo, que nos han proporcionado tan grato descanso á nuestras tareas, los fieles acentos de viva simpatía, de sincero cariño.

M. M. 







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