(
La Vanguardia, Martes 19 de agosto de 1930)
PROVINCIAS
Las izquierdas españolas
San Sebastián, 18
Todas las personalidades del republicanismo español citadas en la nota que más adelante reproducimos, celebraron el domingo
al mediodía, en el Hotel de Londres, una
reunión preliminar para cambiar impresiones brevemente y se convino en reunirse
a las tres de la tarde en el domicilio Social
de la Unión Republicana de San Sebastián.
El rey Alfonso XIII, en París dos días después de la proclamación de la II República.
La reunión de dichos elementos comenzó a
las tres y media y terminó algo después
de las seis. Al final se facilitó a los periodistas la siguiente nota oficiosa:
«En el domicilio social de la Unión Republicana, bajo la presidencia de don Fernando
Sasiain, se reunieron esta tarde don Alejandro Lerroux y don Manuel Azaña, por La
Alianza Republicana; don Marcelino Domingo, don Alvaro Albornoz y don Ángel Galarza, por el partido republicano radical socialista, y don Niceto Alcalá Zamora y don
Miguel Maura, por la derecha liberal republicana; don Manuel Carrasco Formiguera,
por «Acció Catalana»; don Matías Mallol Bosch, por «Acción Republicana de Catalunya»; don Jaime Aiguader, por «Estat
Cátala», y don Santiago Casares Quiroga,
por la Federación Republicana Gallega, entidades que, juntamente con el partido federal español, el cual, en espera de acuerdos de su próximo congreso, no puede enviar ninguna delegación, integran la totalidad de los elementos republicanos del país.
A esta reunión asistieron, invitados con
carácter personal, don Felipe Sánchez Román, don Eduardo Ortega Gasset y don
Indalecio Prieto, no habiendo podido concurrir don Gregorio Marañón por hallarse ausente en Francia, y de quien se leyó una
entusiasta carta de adhesión en respuesta
a la indicación que con el mismo carácter se
le hizo.
Examinada la actual situación política,
todos los representantes concurrentes a la
reunían llegaron en la exposición de sus
peculiares puntos de vista, a una perfecta
coincidencia, la cual quedó inequívocamente
confirmada en la unanimidad con que se tomaron las diversas resoluciones adoptadas.
La misma absoluta unanimidad hubo al
apreciarse la conveniencia de gestionar rápidamente y con ahínco la adhesión de las
demás organizaciones políticas y obreras,
que en el acto previo de hoy no estuvieron
representadas, para la finalidad concreta de
sumar su poderoso auxilio a la acción que
sin desmayos pretenden emprender conjuntamente las fuerzas adversas al actual régimen político.»
Ampliando la nota anterior, podemos decir
que la cuestión batallona de la reunión fué el criterio mantenido por la representación
catalana, expuesto claramente por el señor
Carrasco Formiguera en el sentido de que
para tomar parte en el hecho revolucionario necesitan ellos el reconocimiento de la
personalidad catalana, pues no pueden prescindir de ser catalanes, aunque sean republicanos.
Unánimemente se mantuvo entre los reunidos el criterio de que Cataluña redacte libremente el Estatuto Catalán, sometiéndolo
en su día al refrendo de las Cortes Constituyentes.
En este espíritu federalista de la asamblea
se dijo también que el mismo criterio habría
de seguirse por lo que respecta a otras regiones con personalidad definida, como son
las Vascongadas, Galicia, etc., dentro de la
unión perfecta de todas ellas.
Se convino ampliar las gestiones de todos
los elementos antidinásticos, como el partido
socialista, la Unión General de Trabajadores,
la Confederación General del Trabajo, etcétera.
Se examinó el actual momento político,
manifestándose también unánimes los criterios de los reunidos.
Se dio de lado a la cuestión de las elecciones y se convino en la necesidad de realizar un amplio movimiento para la consecución de la finalidad que se persigue.
Hoy lunes, por la noche, los prohombres
republicanos asisten a un banquete organizado por el Centro Republicano de Irún, en
homenaje al veterano republicano de la vecina ciudad don León Iruretagoyena.
—Díaz.
(
EL SOCIALISTA, domingo 17 de agosto de 1930)
Comentarios
Las dictaduras y la burguesía
Cuando al finalizar la gran guerra se inició en el mundo el movimiento antidemocrático que ha florecido en el fascismo, todos los militantes socialistas anunciaron que era del frente de la burguesía del que surgían las flechas de combate contra los Parlamentos y contra la libertad.
Siendo los Parlamentos una creación burguesa, parecía existir en esta nueva postura del capitalismo una paradoja patente; pero el derrumbamiento de las dictaduras y los gritos de angustia de la burguesía, que pide auxilio para enderezar sus yerros, nos van poniendo clara la cuestión.
La burguesía, como todo el mundo sabe, nació a la historia en un movimiento de rebeldía contra la organización feudal. Su grito de combate, la bandera de lucha de sus militantes, se traducía en una palabra llena de luz: libertad. Mas la libertad burguesa se escindió pronto en dos variantes que parecían gemelas, pero que en el fondo, como han venido a demostrar los hechos, llevaban un fermento de odio mutuo y de rencor.
La libertad de poseer, la libertad de movilizar los medios materiales y las fuentes de producción fueron la esencia del movimiento revolucionario que derrumbó el sistema de ordenación feudal. Para envolver y para idealizar estas ansias, la burguesía extendió el ala de sus doctrinas al frente político y defendió la libertad de conciencia, la libertad de pensar, la libertad de palabra, toda la trama de libertades, en fin, que constituyen la esencia del liberalismo ideal.
Apoyándose en el primer tipo de libertad, la burguesía comenzó a actuar en la vida de la producción. Su potencia creadora fue maravillosa y fecunda. Al espoleo de la ganancia, pueblos enteros fueron movilizados y puestos en tensión. Tribus que vivían en la prehistoria despertaron a la civilización y tomaron el camino del progreso en una fase avanzada de la cultura occidental. El mundo se hizo un hervidero de egoísmos, y la libertad económica, que fue un fermento de movilización de los medios de producción, comenzó a crear las toxinas que en el proceso de la biología social habían de envenenar la
vida del capitalismo.
Pronto se dio cuenta la burguesía de que la libertad de apoderarse de los medios de producción iba
creando un estado de competencia que amenazaba sus intereses. Para cortar esa competencia hizo surgir un nacionalismo económico que contuviese en las fronteras, con una barrera de derechos aduaneros, a los productos competidores.
Así se delimitaban zonas de usufructo en las que podía tener satisfacción plena la voracidad insaciable de la clase capitalista. Mas esta determinación de la burguesía marcaba ya un principio de contracción de las primeras normas de su credo, en las que brillaba como norte la célebre libertad de movilizar y de poseer los productos materiales.
Contra la competencia exterior, esa posición del nacionalismo económico era una muralla defensiva; pero al mismo tiempo, creados los remansos nacionales, la burguesía tenía que sufrir en su avaricia un estado de asedio. De ahí surgió la necesidad de una distribución equitativa del botín interior. Los burgueses nacionalistas, como los célebres cangrejos de la cesta, se comenzaban a devorar unos a otros y, el instinto de conservación los lleva a la necesidad de ponerse de acuerdo, de crear una estructura nacional que les permitiera vivir en paz y repartirse el botín de sus países. De esa necesidad impuesta por la avaricia es de la que surgió más que de otra fuente, el régimen parlamentario y el régimen de democracia burguesa.
Dueña la burguesía de los medios materiales, era ella la que imponía a los Parlamentos su sello y su egoísmo. Podía hacerlo porque esos Parlamentos, sobre todo en la primera fase de su historia, estaban integrado casi exclusivamente por representantes de la clase capitalista. En esos Parlamentos se votaban las leyes de la estructuración económica del país, y allí se repartía el botín de la nación entre los distintos sectores del capitalismo. En este régimen ha vivido la burguesía largos años de su historia.
Con el nacimiento del Socialismo se produce en el mundo burgués un periodo de pánico y de angustia. Los millones de desposeídos se articulan en cuadros de defensa e inician un ataque a fondo contra la burguesía capitalista. Apoyados en el régimen de libertad y de democracia, creado por la burguesía, se lanzan a la lucha en el frente económico y en el frente político.
Invaden los Parlamentos y son en ellos un tope para la audacia capitalista. A partir de este momento la burguesía reniega de los principios que la dieron a luz en el terreno de la historia y revisa las directrices de su ideología. Puesto que el Parlamento ya no es su Parlamento ni la democracia es su democracia, la burguesía rompe las vestiduras con que se cubrió al nacer y lanza contra esas instituciones una nube de improperios.
Acosada en todos los frentes, pinchada por la espina de todos sus errores, la burguesía quiere una institución que acabe de una vez con todos los que la combaten. Quiere una arma de hierro que silencie las voces de sus enemigos y se lance a instaurar el régimen de dictadura. En esta fase, que es seguramente la fase final de su existencia como clase, se halla actualmente la burguesía.
Al principio del establecimiento de los regímenes de dictadura, el capitalismo vive encantado. Preocupadas las dictaduras exclusivamente de los problemas políticos, la burguesía podía—como lo ha hecho en España—tener una libertad de movimientos que satisfacía sus egoísmos. Mas cuando las dictaduras han ido penetrando en la entraña de los problemas, han tenido que generalizar sus procedimientos tácticos.
Acosadas, como lo fueron los Parlamentos, por las voces de avaricia de las clases capitalistas, las dictaduras han visto envenenarse las fuentes de sus propósitos. Para defenderse del peligro de una caída estrepitosa que pusiera a ellas y a sus hombres en la hoguera de una revolución social, no han tenido más remedio—como ocurre en Italia—que transformarse de dictaduras políticas en dictaduras económicas.
Ante este fenómeno lógico, las clases burguesas se llaman a engaño. Ya no quieren el cuervo que criaron en su seno. Ya no quieren el régimen nuevo y pretenden rectificar sus yerros. Pero es tarde. Allí donde las dictaduras se han hecho firmes, si la burguesía quiere derrumbarlas, ha de acudir, como en la hora de su nacimiento en la historia, al arma de la revolución. Pero la revolución no traería como consecuencia el triunfo de la burguesía, sino el triunfo luminoso de la clase proletaria.
La burguesía, pues, no tiene ya salida posible. Como la serpiente de la fábula, no ha encontrado otro medio de defensa que morderse la cola. Vieja ya, comida por los gusanos de todos sus errores, ha llegado a los fines de su vida con el rumbo perdido y sin esperanzas de salvación. Vislumbra una luz de hoguera en el horizonte y quiere defender sus ojos con las gafas de todos los oscurantismos. Pero ya es tarde. Rotas las alas de la libertad, la burguesía está acabando de trazar su parábola en la historia.
Marcelino MARTIN DEL ARCO
En las minas de León :
La campaña de propaganda de Redondo
“Nuestro camarada de Redacción Cayetano Redondo está realizando una interesante campaña de propaganda de los principios y táctica de la Unión General de Trabajadores y del Partido Socialista entre los obreros que se agrupan en el Sindicato Minero Castellano.
—. Además de las conferencias que dio en Barruelo de Santullán y en Vallejo de Orbó, de la provincia de Palencia, ha explicado otras, ante numerosísima concurrencia, en Cistierna, Sabero y Olleros, Secciones que radican en el valle de Sabero, y en Santa Lucía. A todas las conferencias asiste un delegado especial del Gobierno civil de León, con la orden terminante de que nuestro camarada no se refiera a la próxima lucha electoral ni critique la obra de la dictadura de Primo de Rivera ni la actual, presidida por el general Berenguer.
A pesar de estas dificultades, nuestro compañero continuará su campaña en días sucesivos y hablará en Toreno, Matarrosa, Fabero, Villaseca, Villager, Astorga y León.
Ha recibido invitaciones de otras localidades, entre ellas Reinosa, para actos públicos, en lo que probablemente no le será posible intervenir por falta de tiempo.
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