El Adelanto, Año XXXI, Número 9505, 28 de mayo de 1915, Pág. 1
LA CUESTIÓN DEL PAN
Los trigueros, los harineros, los panaderos y el Ayuntamiento.
Las ofertas de los almacenistas de trigo. Las de los fabricantes de harinas. Las de los panaderos. Cuestión resuelta.
Anoche nos entrevistamos con el alcalde señor Díez Ambrosio. Le visitamos en su despacho de la Alcaldía.
Nuestra entrevista no tenía otro objeto que el de pedir datos al nuevo alcalde, relacionados con la interesante cuestión del trigo y sus harinas, y, por consiguiente, del pan, problema al que el señor Díez Ambrosio ha dedicado toda su actividad desde el momento en que tomó posesión de la Alcaldía, y que, al fin, ve resuelta de modo satisfactorio para los intereses de la ciudad y del Ayuntamiento.
Los mejores datos que puedo dar a EL ADELANTO—nos dijo el alcalde—son las mismas proposiciones presentadas al Ayuntamiento por los almacenistas de trigos, los fabricantes de harinas y los panaderos, proposiciones que he aceptado, excepto la última de los panaderos que, como verá, dejo al conocimiento y resolución de la Corporación municipal.
En esas proposiciones —terminó diciendo—queda la cuestión suficientemente explicada, y bueno es que ustedes las publiquen para que el vecindario se entere de ellas.
Y seguidamente, el señor Diez Ambrosio, con una amabilidad que le agradecemos en todo lo que vale, nos facilitó los siguientes documentos.
Dicen los trigueros.
— «Al excelentísimo Ayuntamiento de Salamanca:
Los que suscriben, pertenecientes a la asociación de Trigueros de la provincia de Salamanca y en representación de los compañeros que más abajo se dirá, en su deseo de cooperar, en unión de los fabricantes de harinas, a solucionar el problema de las subsistencias, aunque para ello tengamos que hacer concesiones que lesionan grandemente nuestros intereses, nos complacemos en ofrecer al Ayuntamiento la venta de diez y ocho mil cuatrocientas fanegas de trigo, equivalentes a ochenta vagones, al precio de quince pesetas la fanega de 43,240 kilogramos y cincuenta céntimos de peseta por cada una, en concepto de gastos de empaque, transportes hasta las estaciones respectivas y portes da ferrocarril hasta situarlos en la estación de Salamanca, obligándonos, los firmantes, a responder mancomunadamente.
Las condiciones a que nos obligamos a verificar el suministro son las siguientes:
Primera. El pago total de la mercancía será hecho al contado contra entrega de la mercancía sobre estación de Salamanca, por el Ayuntamiento o persona en quien delegue.
Segunda. La entrega se efectuará a voluntad del Ayuntamiento con arreglo a sus necesidades, pero sin que la recepción del total que ofrecemos exceda de dos meses, a contar de la aceptación de esta oferta.
Tercera. La clase que ofrecemos será corriente, buena, limpia y sin adulteraciones de ningún género.
Cuarta. Es requisito indispensable y sin el cual no tendrá efecto nuestra proposición, que por las autoridades correspondientes, se decrete la libre exportación de trigos y harinas para fuera de la provincia en el plazo de cinco días, a contar desde la techa del presente documento, puesto que, una vez asegurado con nuestro esfuerzo el abastecimiento de trigos para Salamanca, ningún objeto práctico tiene mantener una disposición a todas luces discutible y que, a nuestro juicio, fuera caso tomada con un criterio erróneo de las disposiciones vigentes.
Quinta. Que todas las incautaciones verificadas a los individuos pertenecientes a esta asociación y personas ajenas a ella, que con nosotros cooperan, sean consideradas nulas, concediéndole por esa Alcaldía autorización para disponer libremente de sus trigos.
(A continuación los almacenistas de trigo insertan las listas de los diferentes asociados que contribuyen con las cantidades que estiman necesarias hasta llegar a los 80 vagones).
El documento termina con la fecha y las siguientes firmas: Francisco M. Lombán, José García Martín, Félix Martín, Florencio Martín. José G. Arroyo, Baltasar Gaspar. Benito Peñalvo. Hijos de L. Marcos, Segundo Herrero. En Salamanca a veintidós de Mayo mil nuevecientos quince.»
Dicen los harineros.
— «Excelentísimo Ayuntamiento de la capital de Salamanca:
Los que suscriben, pertenecientes a la asociación de fabricantes de harinas de la provincia de Salamanca, conociendo el ofrecimiento hecho por la asociación de trigueros también de esta provincia, proposición que consideramos muy aceptable, y en nuestro deseo de seguir cooperando a la solución del problema de subsistencias, nos obligamos también a proporcionar por nuestra cuenta otros diez vagones de trigo, o sean dos mil trescientas fanegas de 43,240 kilogramos y con iguales condiciones, a la par que aceptamos la molturación del trigo que ofrece aquella asociación, verificándolo en las condiciones siguientes:
Primera. Nos haremos cargo abonando mencionado trigo al precio de quince pesetas los 43,240 kilogramos, mercancía puesta sobre estación de Salamanca, siendo su clase seca, limpia de cuerpos extraños y sin adulteraciones de ningún género.
Segunda. El recibo de la mercancía lo haremos según vaya precisándose para el abastecimiento de la capital, satisfaciendo su importe al recibir la misma en nuestras fábricas respectivas y un plazo máximum de dos meses a contar desde la fecha de este documento.
Tercera. Para los efectos de precios de las harinas de estos trigos, forma de cobrarlas y demás, nos atenemos a lo que guarda relación a la proposición entregada por nosotros al excelentísimo Ayuntamiento con fecha 17 del actual.
Cuarta. Si lo que no es de esperar, la cosecha próxima se retrasara más de lo calculado y se consumieran antes los noventa vagones reunidos entre trigueros y fabricantes, nos comprometemos a tener harinas a disposición del excelentísimo Ayuntamiento, suficientes para el abastecimiento de la capital hasta el día 20 de Agosto próximo venidero al precio de pesetas cuarenta y nueve los cien kilos con envase las clases corrientes.
Salamanca, 23 de Mayo de 1915. — Capdevila Hermanos, B. Olivera, por poder, Daniel Castro, Moneo, Allén y compañía, por poder de José García Martín, José García Romo. »
Dicen los panaderos.
He aquí el acta levantada de la entrevista que los panaderos celebraron con el señor Alcalde:
— «En la ciudad de Salamanca a veintiséis de Mayo de mil novecientos quince, ante el infrascrito secretario de Ayuntamiento comparecen; de una parte Don Antonio Díez Ambrosio en el concepto de alcalde presidente del excelentísimo Ayuntamiento constitucional de esta ciudad, y de la otra
La Asociación de fabricantes de pan, representada por los infrascritos que afirman tener la representación de todos los demás; y de común acuerdo, uno y otros comparecientes manifiestan.
Que con el fin de reducir en lo posible el precio del pan para les clases desacomodadas de la población, el excelentísimo Ayuntamiento tiene efectuado un contrato con los fabricantes de harinas de la capital, por cuya virtud aquellos suministrarán harina de la llamada «panadera» a los fabricantes de pan comparecientes, al precio de cuarenta y cinco pesetas cincuenta céntimos cada cien kilogramos.
Esto supuesto, los fabricantes de pan de la capital tendrían que suministrar el pan según sus cálculos, a cuarenta y cinco céntimos y medio el kilogramo, pero siendo los deseos del Ayuntamiento que el precio no exceda de cuarenta, han convenido con el señor alcalde en fabricar diariamente treinta sacos de la harina expresada, que darán un producto aproximado de tres mil seiscientos kilogramos de pan, que se comprometen a vender en piezas de dos kilogramos una y precio de cuarenta céntimos kilo, o sea a ochenta céntimos pieza, siempre que el Ayuntamiento les subvencione con la suma diaria de noventa pesetas que recibirán por quincenas vencidas.
Los comparecientes entienden que con la cantidad de pan antes referida, y la que fabrica la panadería municipal, queda asegurado el consumo para la clase desacomodada de la capital, formulando el ruego de que la referida panadería del Ayuntamiento limite la fabricación a piezas de dos kilogramos, pudiendo en casos especiales seccionar los panes por mitad o en cuartas partes, por si alguna persona desacomodada no pudiese adquirir una pieza entera.
El señor Alcalde prometió a los panaderos trasmitir sus deseos en cuanto a este extremo al Ayuntamiento y en cuanto a lo demás aceptó la oferta y se obligó al cumplimiento de lo estipulado, haciendo otro tanto los industriales comparecientes y firmando todos ellos, conmigo el secretario, de que certifico».—(Siguen las firmas).
Reiteramos las gracias más expresivas al señor Díez Ambrosio por las facilidades que para nuestra información nos dio, a la vez que le felicitamos por el éxito de sus gestiones.
También merecen calurosos elogios y sinceros aplausos, que somos los primeros en tributar, los señores almacenistas de trigos y fabricantes de harinas y de pan, quienes con su actitud conciliadora merecen el reconocimiento unánime del pueblo de Salamanca.
El Adelanto, Año XXXII, Número 9955, 15 de noviembre de 1916, Pág 2
El problema. de las subsistencias
Solución dificilísima.
Sancionada y promulgada la ley de Subsistencias que el Parlamento aprobó en unas horas y cuya premura por parte del Gobierno para obtenerla hizo suponer que indefectiblemente sería la panacea que conjurase el difícil y grave problema del vivir de la inmensa mayoría de los españoles, hemos conceptuado de indiscutible actualidad recabar algunas manifestaciones del competente hombre de negocios, don César Santos Allén, gerente y socio de la poderosa entidad industrial Moneo, Allén y Compañía, acerca de la influencia bienhechora de dicha ley en la solución del arduo conflicto de la alimentación del país en la época en que el Poder público, acuciado por la agudización del malestar social, se ha apresurado a dictarla.
Las declaraciones que escuchamos del señor Santos Allén, abarcan el problema en conjunto y lo localizan también a nuestra capital.
Transcripción idónea de las manifestaciones que le oímos, es la información que sigue.
En los momentos actuales está muy justificada la ley de Subsistencias, pero hubiera sido más oportuna acreditando al Gobierno de previsor, pues a ello se hallaba obligado por la experiencia adquirida en anteriores años, que se hubiera promulgado cuando menos con dos meses de anticipación.
En esa fecha, los trigos no se cotizaban al precio de hoy, y por lo tanto, el del pan sería también inferior al que alcance con la ley recientemente sancionada.
De todos los modos, considero que en parte muy pequeña, por un espacio de tiempo limitadísimo, esta ley solucionará el pavoroso problema de la nutrición de las clases trabajadoras, volviendo a resurgir dentro de unos meses con síntomas y caracteres amenazadores y tremebundos.
Asevero esto porque habiendo sido la precedente cosecha de ese cereal, dígase lo que se quiera en el Parlamento y en las estadísticas oficiales, de calidad superior, pero en cantidad deficientísima para satisfacer las necesidades del consumo nacional, el conflicto tiene que renacer con las negras tintas que anteriormente lo predigo.
La razón es obvia: habiendo sido el resultado de la recolección última inferior a las necesidades del mercado nacional y siendo dificilísimo por no afirmar, imposible, la importación de trigo extranjero, toda vez que la producción en el Canadá y los Estados Unidos ha sido escasa, y la República Argentina la reserva por la mala perspectiva que presenta la próxima cosecha, ¿de qué mercado va el Gobierno a suministrar a España el trigo?
La contestación no se detiene en los labios de ninguno.
Pero aun concediendo que pudieran hacer adquisiciones suficientes para nuestro abastecimiento, ¿a qué precio resultará el trigo cuando llegue a España?
No puede calcularse; seguramente rebasará las más altas cotizaciones que alcance el nacional.
Por todo esto, me ratifico en el convencimiento expresado de que la ley vigente de Subsistencias no resolverá el problema más que unos meses y me asusta pensar lo que puede acontecer en Febrero o Marzo.
Además, no debe olvidarse una razón poderosísima que hace punto menos que imposible que aun cuando el Gobierno pudiera adquirir trigo exótico, le sería muy difícil transportarlo a España.
Me refiero al recrudecimiento de la campaña submarina, que casi en absoluto tiene suspendido el tráfico marítimo.
Si en España, repito, la cosecha ha sido inferior al consumo y de fuera no puede llegar el cociente que falta, ¿qué sucederá?
Ya que hablo de este triste problema de la alimentación, prejuzgo muy lamentable que las autoridades no actúen en más horizontes que el que abarcan los trigos, las harinas y los carbones, etcétera.
Nadie desconoce que en mayor proporción se han encarecido otros artículos tan necesarios e imprescindibles para el consumo, como los que dejo prenotados.
La patata, el arroz, el bacalao, las lentejas, las alubias, los huevos, la leche, la carne y otras especies se cotizan hoy a un precio inasequible, no sólo a la clase obrera, sino a otras tan necesitadas como ella de la protección del Poder público.
Sin embargo, no veo en ningún acto o mitin de los infinitos que tienen lugar, ni tampoco se que en el Parlamento, con ocasión del debate del proyecto de ley de subsistencias, se haya solicitado la intervención del Gobierno para contener y remediar el encarecimiento de dichos artículos.
Esa conducta ni es justa ni honorable,
Es arbitrario que el sentido económico del Estado fije su atención exclusivamente en un aspecto de este problema y desatienda el conjunto.
Para limitar en lo posible la presente crisis, conviene que los Ayuntamientos procuren por cuantos medios estén a su alcance proveerse del trigo necesario hasta la inmediata cosecha si quieren anticiparse a posibles y lamentables contingencias.
En Salamanca, hoy por hoy, podía realizarse esto, en aceptables condiciones para atender a los necesitados que, repito, son sólo los que habitan en determinada zona social, y todos tienen perfecto derecho a recibir la tutela lo mismo del Municipio que del Estado.
Próximamente ha adquirido 15.000 fanegas de trigo, que hacen un total de 650 000 kilos. El consumo mensual de la ciudad es de 450.000 kilos, y por consiguiente con la cantidad adquirida, no hay existencias para dos meses. Se requieren para ocho, y el total de trigo que es necesario en ese tiempo es tres millones seiscientos mil kilos. El momento más adecuado para adquirir la diferencia que falta, es el presente, por la indecisión de los tenedores ante el silencio que guarda el Gobierno acerca de lo que ha de hacer. Ese mutismo es lesivo para el mercado, porque tiene paralizada la oferta y la demanda. Nadie se aventura a vender ni a comprar, a fin de no correr un albur que pudiera constituir su ruina industrial.
Debemos deplorar respecto a Salamanca y su provincia que en las declaraciones juradas que ha solicitado el gobierno para conocer las existencias de trigo existentes, no se haya reflejado la verdad. Se ha perpetrado una importante ocultación por los tenedores de ese cereal, y esto puede ser contraproducente para los ocultadores, porque el Poder Central, al apreciar la diferencia de las existencias declaradas, pudiera, de serle factible importar trigo, adquirir una cantidad equivalente al coeficiente de menos que aparecen en las declaraciones para abastecer las necesidades del consumo y, en esto caso, el tenedor de sórdida ambición, pudiera experimentar una importante depreciación en el trigo secuestrado.
En síntesis, yo entiendo que lo más favorable para conjurar este conflicto, que de día en día se agrava, es que inmediatamente se proceda a la apertura de obras públicas, pues ningún beneficio podrán obtener los trabajadores de que las subsistencias se abaraten si carecen de jornales para adquirirlas.
El problema tiene que resolverse paralelamente. Rebajando el precio de los artículos de primera necesidad, cosa muy difícil, y desarrollando un plan completo de obras públicas, al efecto de que el obrero no carezca de jornal.
Debe tenerse en cuenta, que serán muy contados los particulares que en los actuales instantes acometan la ejecución de obras, por la enorme carestía de materiales. En el presupuesto extraordinario que discuten ahora las Cortes, se consignan cientos de millones para obras, y Salamanca debe vivir alerta para evitar que dichas consignaciones se repartan entre regiones que siempre fueron privilegiadas. Nuestros representantes en Cortes deben estar avizorados para que la distribución se verifique de modo equitativo.
Aquí concluyó el señor Santos Allén sus declaraciones, y en el mismo momento nos despedimos del laborioso y competentísimo industrial.
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