martes, 9 de septiembre de 2025

Eufemiano Díez González

Eufemiano Díez González, conocido popularmente como el "topo" de La Mata de Curueño, pasó diez años enterrado vivo en la casa familiar (de 1937 a 1947), debajo de la corte de las ovejas, en una fosa excavada en el suelo, de dos metros de largo, menos de un metro de profundidad y ochenta centímetros de ancho, cubierta por un tablero y los excrementos de las ovejas que esparcía su padre y de donde salía de noche, cuando no acechaba la guardia civil o algunos vecinos. Su peripecia le convirtió en uno de los topos que más tiempo pasó escondido y así es reconocido en diversos estudios sobre la guerra civil y en la novela "El río del olvido", del escritor leonés Julio Llamazares.

El escritor leonés, vinculado al Curueño, Julio Llamazares incluyó La Mata de Curueño en su libro El rio del olvido, publicado en 1.990 por la editorial Seix Barral.

El río del olvido relata el viaje a píe que realizó Julio Llamazares en el verano de 1.981 a lo largo del curso del río Curueño, "el solitario y verde río que atraviesa en vertical el corazón de la montaña leonesa", comenzando en Ambasaguas, donde el Curueño se une al Porma.

Cinco son las páginas dedicadas en el libro a La Mata, donde se narra el encuentro con un hijo del pueblo como fue Eufemiano Díez González "el topo de La Mata" y donde Julio Llamazares recuerda que el apellido de La Mata de Curueño es importante, pues en el mismo río, aguas arriba, hay otra Mata, La Mata de la Bérbula, cercana a La Vecilla, de donde desciende y donde pasó son veranos infantiles y aún sigue veraneando.

Narra que llegó al pueblo a las cuatro de la tarde y no encontró a nadie, aplastadas sus gentes por el peso de la siesta. Después de refrescarse en el chorro de la fuente de la plaza (por eso se dice "Si vas a La Mata lleva pan que agua te la darán") el viajero encuentra a un hombre sentado a la puerta de su casa. Es Eufemiano Díez, un fantasma que vigila las calles de La Mata desde que en 1.937, regresará al pueblo desde el frente del monte Naranco, en Asturias, donde había combatido con los rojos, huyendo de la guerra, para esconderse durante diez años en una fosa de unos dos metros de largo y ochenta centímetros de ancho, como una sepultura, excavada en la cuadra de su casa y que era tapada con unas tablas y con abono por su padre. Diez años enterrado, saliendo unicamente de noche para comer y estirar un poco las piernas, cuando los guardias no estaban al acecho.

- Hay que vivirlo, para saber lo que es estar diez años enterrado, sin poder ponerme de lado porque pegaba en el tablero, solo pudiendo estar boca arriba o boca abajo. Pero lo peor era el calor, pues aunque cuando entierran a alguien en el pueblo la gente dice que menudo frío que tiene que estar pasando, no se pasa frío, no; calor, calor es lo que se pasa bajo tierra, calor y humedad.

- Cuando me entregué a la guardia civil en 1.947, en el cuartel de Pardesivil, un cuartel que habían puesto para mí, yo que nunca hice daño a nadie y la prueba es que me juzgaron y me dejaron libre, la gente salía a ver a un rojo, un rojo que era blanco como un muerto, después de tanto tiempo enterrado.

Eufemiano prosiguió su vida como labrador en La Mata, casándose en 1956 con Alberta Getino, de Pardesivil y no tuvieron hijos. Había nacido el 24 de mayo de 1912 en La Mata y falleció en la madrugada del 4 de enero de 1984 en el Hospital de León. 

Topos

Asisto en La Mata de Curueño a un filandón de verano con un calor tórrido del que apenas nos libra la sombra de unos arbolillos junto a la Casa de Cultura. El motivo es un homenaje a Eufemiano Díez González, el topo de La Mata; un hombre que se volvió a su pueblo en 1937, cuando cayó Asturias para enterrarse bajo el suelo de una cuadra de ovejas por puro miedo a las consecuencias de una derrota. Allí estuvo escondido 10 años. Contaba el escritor Julio Llamazares, uno de los participantes en el filandón junto al periodista y contador de historias Fulgencio Fernández, que cuando le entrevistó hace mucho tiempo le preguntó que cómo pudo aguantar allí tantos años y Eufemiano le respondió que porque no sabía que iban a ser tantos; que de haberlo sabido se habría pegado un tiro nada más entrar por la puerta de la cuadra.

Al hilo de esta historia se han ido desgranando otras de emboscados y de huidos de la provincia de León, se han ido mencionando libros sobre estos temas, que en algún momento habrá que leer, y, casualidades de la vida, ha habido un enlace con la zona de mi pueblo en Cantabria: De cómo una mujer de Correcillas se trasladó durante 15 años a sobar anchoas a las fábricas de Santoña, siguiendo a su marido guerrillero, preso en el penal de El Dueso.

Y otras historias que se irán hilando, hila que te hila, pero que por hoy quedan en el magín del que suscribe. 


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