Diario de Madrid, 31 de octubre de 1934
RIAÑO, PUEBLO CIVICO EN PLENA ZONA REVOLUCIONARIA
Decidió defenderse si lo atacaban, y no lo atacaron
En los primeros días de los sucesos revolucionarios, los periódicos hablaron de la defensa del pueblo de Riaño por sus propios vecinos. Entre todas las noticias de las amplias zonas caídas en poder de los sediciosos en toda aquella región asturianoleonesapalentina, que llenaron entonces —y aun siguen llenando— las columnas de la prensa, esta de Riaño se ha ofrecido sola y como en contraste; ha sido el único caso de pueblo importante que sin auxilio de fuerza alguna, por la simple virtud de la decisión cívica y valerosa de sus moradores, pudo no sólo resistir a las avalanchas rebeldes, en condiciones verdaderamente excepcionales, sino aun auxiliar y sostener a algunos otros lugares vecinos.
Detalles que de aquella localidad recibimos subrayan de manera muy interesante aquella primera noticia periodística, demostrando cuánto puede, en casos como éste de que España acaba de ser lugar de ensayo, el civismo claro y enérgico de los ciudadanos dispuestos a mantener por sí mismos cuando es preciso, y sin confiarlo todo a la tutela del Estado y el amparo de la fuerza pública, sus propios derechos.
Creemos que en este sentido es muy conveniente señalar, destacándolo, este caso excepcional de Riaño—nombre expresivo, ya enérgico fonéticamente— a la consideración de la opinión española.
Riaño es una villa de 2.000 habitantes, situada a 30 kilómetros de Guardo, provincia de Palencia; a 18 del puerto de Tarna, que es donde termina el valle de Laviana y Sama de Langreo, y a 25 del puerto de San Isidro, fin del valle de Turón y Aller, todo esto de la provincia de Asturias, comunicándose con Riaño todos estos sitios por carreteras que convergen todas en esta villa, entrando en ella por altos desfiladeros y congostos, algunas por hoces pronunciadísimas. Riaño pertenece a la provincia de León. Esto quiere decir que está situado dentro de la provincia de León, en plena zona revolucionaria, entre Palencia y Asturias, zona donde la revolución ha tenido su mayor violencia.
El anuncio del peligro
El día 5 había feria en Guardo, y aunque se anunciaban posibles alteraciones del orden, muchos labradores de Riaño y sus contornos se trasladaron al pueblo vecino, llevando sus ganados.
Guardo fue uno de los lugares donde la rebelión estalló el mismo día 5 y con gran fuerza. Los rebeldes se hicieron rápidamente dueños de la situación, quemando el cuartelillo de la guardia civil; se apoderaron de los guardias, mataron a algunos de ellos y poniendo a los restantes, desarmados y como escudo, al frente, se dedicaron a recorrer los pueblos más próximos, ocupándolos todos con la misma facilidad. El Estado Soviético quedaba proclamado en las cimas castellanas como en las cuencas mineras de Asturias.
En el mismo partido judicial de Riaño hay también una zona minera importante: la de Sabero, preparada también para la rebelión y pronunciada igualmente desde el primer momento.
El día 6 regresaron a Riaño los vecinos que el anterior habían acudido, alegres, a la feria de Guardo; traían varios heridos y volvían aterrados del ímpetu con que la revolución se había producido y de los horrores que decían haber presenciado. Llegaron otros que trabajaban en las minas de Sabero, refiriendo por su parte que en aquella sección, por no haber encontrado resistencia, los Comités revolucionarios se habían constituido y asumido la autoridad sin violencias. Algún coche que salió este día para la capital (León) había regresado porque la comunicación estaba cortada. Lo estaban también el telégrafo y el teléfono. Riaño, pues, quedaba aislado por completo.
Pero por ser el cruce obligado para la comunicación de las tres provincias sublevadas, pronto se supo que fuertes núcleos de revoltosos asturianos de los puertos de Tarna y San Isidro, y también los de Sabero, marchaban sobre él, para establecer allí su centro de operaciones en aquella comarca, y que los primeros llevaban ametralladoras y un cañón. También se anunciaba el ataque de la gente de Guardo. Es decir, el ataqué por tres flancos a la vez. Los cuatro guardias civiles que constituían toda la guarnición local habían ido a reunirse con sus compañeros de Cistierna, de donde habían pedido auxilio. En Riaño no quedaba defensa oficial alguna.
Calcúlese el pánico, más que justificado, que con todo esto se había apoderado del vecindario.
La reacción ante la amenaza. Concejo
En la tarde de este día el joven juez de instrucción, D. Matías Gutiérrez Reda, cuya decisión, energía y serenidad puede decirse que salvó a aquella villa de la que en aquellos momentos se hubiera considerado como tragedia inevitable, citó a una reunión, en el mismo juzgado, al alcalde, a algunos concejales y al secretario del Ayuntamiento, al registrador de la Propiedad y a los dos abogados que en el pueblo ejercen la carrera, exponiéndoles lo que en su opinión era preciso hacer ante la gravedad de la situación en que se encontraban. Se acordó reunir inmediatamente a todos los vecinos, y para ello se ordenó que las campanas tocasen a rebato.
Todo el vecindario, asustado, acudió a la llamada, y el juez, Sr. Reda, en nombre de las autoridades, les expuso el peligro en que se hallaban y la necesidad de resolver en el acto, por ser Riaño el punto natural de enlace de las fuerzas revolucionarias e inminente el ataque triple de las mismas, si preferían entregarse o resistir. Sus palabras, recomendando el gesto viril de la defensa de sus derechos, decidieron a todos en este sentido. El pueblo, como en los viejos tiempos heroicos, decidió sobre sus propios destinos. El juez había advertido que no se trataba en manera alguna de tomar la ofensiva en ningún momento, sino de una acción puramente defensiva de su vida, de sus derechos, del Estado y de la Constitución contra la anarquía y el desorden; que no tendría esta defensa, como era natural, ningún carácter político, y que, desde luego, los que simpatizaran con los revolucionarios podrían ausentarse del local. La reunión se celebraba en el Ayuntamiento, Nadie salió.
Enseguida se acordó nombrar una Comisión o Junta, presidida por el juez y formada por el registrador, los abogados, el alcalde y el secretario del Ayuntamiento, dándole facultades todos los asistentes para que dictasen todas las órdenes que creyesen convenientes. La práctica del derecho y de la legalidad era observada rigurosamente.
Reunidas todas las armas de que se pudo disponer, se ordenó que se montasen guardias en cada carretera de entrada al pueblo, y en el momento en que en coches o a pie se viese venir a los revoltosos, se avisara para tocar nuevamente a rebato y acudir todo el pueblo, con las armas de que disponían, a cortarles el paso.
El día 7 se avistaron los primeros camiones cargados de sediciosos de Guardo. Llegaron hasta cinco kilómetros de la villa. Un vecino, destacado por la Junta, lo mismo que otros en las demás direcciones, con el pretexto de ir a buscar recetas médicas a las farmacias de los pueblos inmediatos, les salió al encuentro.
— Vamos a por Riaño —le dijeron los expedicionarios.
— Pues tener cuidado —les respondió el mensajero—, porque en Riaño hay concentrados cerca de mil escopeteros para recibiros. (La realidad era que había poco más de treinta.),
Ante esta noticia, aun cuando la considerasen exagerada, los revoltosos reflexionaron, calcularon que, si no eran mil, podían ser cien o doscientos, que les podían causar bastantes bajas y resolvieron continuar su camino hacia Sabero por otra carretera más fácil de dominar. Estos rebeldes, todos bien armados, eran ellos cerca de cien.
La Junta antirrevolucionaria
La Junta antirrevolucionaria se preocupó, no sólo de la defensa del pueblo, sino de establecer contacto con los otros pueblos limítrofes, especialmente con Crémenes, más próximo a Sabero, y con Cistierna, hacia León, donde los revolucionarios pasaron dos días discutiendo si atacaban o no a los veinte guardias civiles allí concentrados. Al saber esto, el juez de Riaño, jefe de la Junta, envió a decir al de la fuerza reunida, por conducto de un vecino de Crémenes, que pasó con su “receta” por entre los rebeldes, en Cistierna; que Riaño se encontraba organizado para resistir y en situación magnífica de defensa (no fuera a suceder, si llegaban refuerzos de León, que los considerasen como revoltosos), y que si podían disponer de más armas estaban dispuestos incluso a acudir en su auxilio. También pedía que se avisase a León, si era posible.
Al día siguiente se supo en Crémenes que los mineros de Sabero habían resuelto nuevamente atacar Crémenes, Cistierna y Riaño, para establecer el contacto que les era necesario —y no habían logrado, ni iban a lograr— con los de Guardo y los de Asturias. Alarmados, acordaron pedir refuerzos al juez de Riaño.
Reunido el vecindario por el juez en asamblea, todos deciden con entusiasmo salir a prestar el auxilio que se les pide del pueblo hermano, y así lo hacen él número que de entre ellos se selecciona, con el propio juez al frente, yendo a situarse en los puntos estratégicos, donde pueden impedir el paso a los atacantes, enviando por delante, en bicicleta, mensajeros a decirles que no era su deseo producirles numerosas bajas; pero que si insistían en el propósito de ir sobre Crémenes harían fuego sobre ellos sin compasión, como obligada defensa.
En Crémenes, con esto, se levantó también el espíritu ciudadano, y allí es el médico, D. Manuel Murillo, el que organiza a su vez la defensa vecinal y se hace el jefe de la misma.
Estrategia
No es posible abandonar a Riaño, el pueblo propio, el propio hogar, con todas las entradas, puntos de fácil ataque, que tiene; abandonar a las familias; pero aun dispone el juez que de entre sus heroicos vecinos se destaquen veinte y vayan en ayuda directa de Crémenes, para acabar de levantar allí también el ánimo del pueblo amenazado. En efecto: cuando en Crémenes vieron a los de Riaño tan animosos, todos los vecinos se armaron también como pudieron, reaccionando enérgicamente su moral, como se había pensado.
Entre todos los rebeldes, lo mismo los de Sabero, que los de Guardo, que los de Asturias, se corrió la noticia de que “cientos” de vecinos de Riaño, su lugar de cita, habían bajado a defender a Crémenes y Cistierna, aunándose todos estos pueblos y reaccionando fuertemente contra la revolución, por lo que no era prudente insistir en atacarlos.
Los guardas cívicos establecidos en Crémenes detuvieron un coche en que iban cinco individuos, que resultaron ser la Comisión de enlace entre los rebeldes de Sabero y Guardo. Entre ellos iba un gestor de la Diputación de León.
El juez volvió a Crémenes inmediatamente a tomarles declaración, y por los documentos que les ocupó pudo tomar las medidas necesarias para acabar de desarticular el movimiento que sobre Riaño y los otros pueblos cercanos se seguía combinando. Esta detención, además, acabó también de desmoralizar a los revolucionarios, cuyo ímpetu se había estrellado contra la decisión tranquila de unos cuantos hombres pacíficos de defender su vida y sus demás derechos fundamentales, negándose a sumarse o a someterse a la fuerza a un movimiento que ellos no habían acordado.
A los pocos días, en el trascurso de los cuales los rebeldes ya no volvieron a intentar sobre el triángulo Riaño-Crémenes-Cistiema ataque alguno, llegaron las tropas, que después de reducir a los sediciosos de Guardo pasaron por estos tres pueblos, tranquilizando a su población, especialmente a las mujeres, que mientras sus maridos habían resuelto defenderse valientemente, habían permanecido en sus casas, sufriendo la natural angustia. El paso de las fuerzas fue acompañado de una ráfaga de alegría casi loca por todos aquellos poblados y montes que en el corazón o foco del movimiento revolucionario habían sabido mantener, como en una isla, y resucitando viejas virtudes de la raza, la estabilidad del Estado y, sobre todo, el derecho a la propia decisión, sin someterse cobardemente a la coacción ajena, por grande que fuera la violencia con que los amenazara.
Descanso bien ganado
Estos vecinos heroicos, con el juez y las otras autoridades, pudieron al fin descansar, después de seis días de no acostarse, de vigilancia y esfuerzo heroico constantes.
Tanto en la provincia de León como en las de Asturias y Palencia se comenta con entusiasmo este caso verdaderamente ejemplar de los vecinos de Riaño, que han sabido tener este gesto y dar esta nota arrogante y española en medio de la turbulencia de los recientes sucesos, y se elogia sobre todo el proceder, lleno de mesura y de tacto, al mismo tiempo que de extraordinario valor personal, de que durante aquellos seis inolvidables días dio pruebas constantes, del joven juez D. Matías Gutiérrez Reda, así como del médico de Crémenes, D. Manuel Murillo, para los que se piensa hacer una recompensa.
Una de las imágenes icónicas de la Revolución de 1934, tomada en Brañosera (Palencia), el 8 de octubre, en la que se ve una columna de la Guardia Civil con mineros detenidos, encabezados por una mujer. La imagen es de Félix Ortiz Perelló, de la agencia Piortiz, y la publicó el 'Abc' el 26 de ese mes.
LA INSURRECCIÓN ARMADA DE OCTUBRE DE 1934:LA CUENCA MINERA DE BARRUELO
Jorge Ibáñez Díaz, Universidad de Cantabria, Facultad de Filosofía y Letras Grado HISTORIA, Septiembre 2015
4.4. La Agrupación Socialista de Barruelo de Santullán.
Se fundó el 9 de agosto de 1920, con un total de once asistentes fundadores, uno más de los imprescindibles a la hora de fundar una asociación. Seis eran socios del Sindicato Minero Castellano; siempre existirá un ensamblaje entre la AS y el SMC.
La paternidad del núcleo socialista le correspondió a Teófilo Rodríguez, quien fue el primer secretario del comité. El acta constitutiva revela el entusiasmo de los promotores:
"Reunidos bajo la presidencia del compañero Teófilo Rodríguez varios individuos que habían demostrado su conformidad con las doctrinas que defiende el Partido socialista obrero español, el compañero que presidía hizo presente que el objeto de la sesión era constituir la Agrupación Socialista en esta localidad, si para ello había el número suficiente de correligionarios.
A continuación, el que suscribe este Acta dio lectura del programa del Partido Socialista y de la organización porque el mismo se rige, y preguntada la reunión por el presidente, si aceptaba el programa y prometía cumplir la organización que acababan de ser leídas, dio ésta contestación afirmativa.
Invitados los concurrentes por la Presidencia para que inscribiesen sus nombres en la lista abierta al efecto, lo hicieron en el acto once compañeros, y resultando número suficiente para constituir organización, con arreglo al artículo 2º de la Organización general del Partido.
Acordaron:
1º.- Declarar constituida en esta localidad la Agrupación Socialista el Partido Obrero.
2º.- Ponerlo en conocimiento del Comité Nacional de dicho Partido, en cumplimiento de lo dispuesto en el artículo 2º de su Organización; para la cual deberá remitírsele copia del acta de constitución de esta reunión.
3º.- Elegir los compañeros que han de constituir el Comité local, y que este proceda, a la mayor brevedad, a redactar un proyecto de organización, del cual, una vez aprobado por la Agrupación y en cumplimiento de lo que dispone la General del Partido en su artículo 2º, y se remitirá copia al Comité Nacional.
Procediéndose después a elegir el Comité local, resultando nombrados los siguientes compañeros: Presidente, Jesús Serna. Secretario, Teófilo Rodríguez. Tesorero Contador, Fernando Barrio. Vocales, Segundo Alonso y Felipe Torices.
De todo lo cual se levantó la presente acta, que firmaron el Presidente de la reunión y yo como secretario interino certifico".
El primer presidente, Jesús Serna Pérez, aparece en 1911 inscrito en la sección de Barruelo como minero de interior (sin especificar la categoría), cuando contaba con 18 años; continuaba en ella en 1916, causando baja por falta de pago el 12 de julio de 1922, reingresando en 1934, con la categoría de picador. Fernando Barrio González, natural de Alar del Rey, cotizaba en el Sindicato Minero Palentino con la categoría de picador en 1918 y Felipe Torices Diez constaba como obrero de interior en 1912. También se encontraban entre los miembros fundadores Crescenciano Bilbao Castellanos, que figuraba en la sección de Barruelo como minero de interior en 1912, Julián Maza Román, que aparece en la sección de Barruelo en 1911 como obrero de exterior, Adrián Fernández Gutiérrez, picador de 20 años afiliado en 1918 al SMP, Mario de Nozal Gómez, Vicente Barrio y Ulpiano Alonso.
Los afiliados al partido debían observar una serie de compromisos: rechazar los candidatos burgueses en las elecciones, no participar en los juegos prohibidos o por dinero, asistir a las juntas generales y no intervenir en calidad de padrinos en los rituales celebrados en la iglesia. En 1934 se manifestará más la obligación de los socios de separarse de los asuntos eclesiásticos:
"El camarada Adrián Fernández pide la palabra y dice que en los momentos actuales es imprescindible el estrechar más la disciplina de todos los afiliados a la Agrupación en el asunto religioso pues hoy muchos compañeros que no tienen escrúpulos en mandar a los hijos a la Iglesia, hacer ciertas ceremonias que están reñidas con el sentido laico de todo buen socialista".
Cualquier falta a una de estas obligaciones era denunciada por los propios compañeros, siendo penalizada con la suspensión temporal de militancia o la expulsión definitiva. Además la sanción sería pública, y se publicaría en las páginas de El Socialista.
Desde febrero de 1930, debido al proceso de transición abierta, los socialistas barruelanos aprovecharon la oportunidad que se les brindaba para realizar propaganda. Esto queda avalado en una reunión de la AS celebrada el 2 de marzo:
"En vista del estado político actual y según nos lo ordena nuestro partido, ante la necesidad indispensable de hacer propaganda de nuestras ideas, en aquellos pueblos que nos sea posible, así como a constituir agrupaciones o afiliados directos y de toda clase de relaciones adictas a nuestros ideales, este comité acuerda que todo camarada que se crea con actitudes para llevar a cabo la labor indicada, deba hacerlo con el apremio que las circunstancias requieren".
Pronto se pudieron comprobar los resultados, creciendo las solicitudes de ingresos. Solo en 1931 ingresaron tantos socios como en el decenio anterior. En los años treinta, al amparo del régimen republicano, la agrupación acusará un mayor dinamismo que en los años precedentes, esto se acentuó con la designación de socialistas en los centros de decisión de la villa minera (ayuntamiento, juzgado municipal, junta de reformas sociales, comisión gestora de la diputación).
4.5. Los líderes socialistas
"El comité revolucionario le componían Adrián Fernández, Teodoro García Mora, Domingo Alonso, Federico Canduela, Lorenzo Bañuelos y un individuo de Guardo o San Cebrián". El propósito de este comité era extender la revolución a los pueblos inmediatos que comprendían la cuenca minera, a efectos revolucionarios la capital era Barruelo de Santullán por ser la localidad con mayor número de habitantes.
Además del comité revolucionario hemos de destacar a otros de los líderes que durante la revolución comandaron grupos de combate, Teodoro Alonso Gutiérrez, Francisco Arana González, Julián Luis Gutiérrez, Zótico Blanco Herrero, Agustín Abad López, Emilio SantaMaría García, Jesús Serna, Clemente Diez, Galo Mediavilla Hoyos, Nazario Canduela y Cesar Prieto Llaneza. La mayoría de ellos militaban en la Agrupación Socialista de Barruelo, el Sindicato Minero Castellano o en las Juventudes Socialistas.
Poco se ha investigado hasta la fecha sobre los hombres que componían el Comité Revolucionario y yo tan solo voy a dar unas someras pinceladas, por el tipo de trabajo ante el que me encuentro. La mayoría de los miembros del Comité Revolucionario eran mineros profesionales con una dilatada trayectoria laboral en la mayoría de los casos. Adrián Fernández Gutiérrez era un picador natural de La Lomba (Cantabria), fundador de la AS de Barruelo y que además ocupaba el cargo de gestor en la Diputación Provincial. Teodoro García Mora era un minero natural de Villaverde de la Peña y que tuvo el cargo de teniente de alcalde durante el mandato de Dapena, además fue elegido el 15/01/1934 como presidente del SMC (sección de Barruelo). Domingo Alonso Temprano, un zamorano, afiliado a la AS barruelana en 1933, a quien Pizarro acusó de ser "el alma de la revolución por lo que hace a la organización, propaganda y preparación". Tampoco conocemos casi nada de su biografía aparte de lo que nos informa de nuevo Emigdio Pizarro "había pasado algunos años en Asturias y Francia y no sintiendo afición por el trabajo aprendió a vivir dentro del marxismo (...) no se le vio dar el do de pecho en la revolución, pero si se le vio huir por los montes con la suerte que tienen todos los pícaros para no caer en manos de la justicia"; al no tener ataduras familiares en la localidad huyó sin ser apresado por la fuerzas gubernamentales. Federico Canduela Mediavilla, un picador natural de la localidad de Perapertú, afiliado al SMC en 1926 y que tan solo dos años después se convirtió en militante de la AS junto a algunos de sus hermanos. Lorenzo Bañuelos González, un picador natural de Cillamayor y que aparece como cotizante en el SMP por primera vez en 1918, además era el presidente de la Agrupación Socialista al producirse la insurrección armada de Octubre de 1934.
5. La Insurrección de Octubre de 1934 en Barruelo de Santullán.
5.1. Hacia la Revolución
Un pleno del comité regional de especial relevancia fue el celebrado el 4 de agosto de 1934:
"Este pleno ha de ser de importancia suma puesto que en el mismo se han de discutir no sólo los problemas habituales en todos los plenos, sino que también la orientación que nuestro sindicato ha de seguir de ahora en adelante visto el sesgo político y económico que toman las cosas en España".
Durante el desarrollo de este pleno se manifestarán los ardores revolucionarios:
"Que considerando cerrado el período de las posibles reformas o pequeñas conquistas en beneficio de la clase trabajadora en general, porque todos los países capitalistas han llegado al máximo en su desarrollo y han cumplido la misión histórica que les estaba consignada, las organizaciones obreras no podrían subsistir si no organizan la lucha definitiva por la conquista del Poder en unión del partido político más afín. Que en nuestro país- aunque no muy desarrollado económicamente- presenta características especiales que aconsejan con urgencia esa organización de la lucha por la conquista del poder..."
Todo esto concuerda con la radicalización del verano de 1934, calificada como completa e irreversible, según Shubert, al hablar del caso asturiano, que está íntimamente ligado a lo que se produce en la zona minera palentina. En Barruelo de Santullán desde el mes de mayo se asistió a la formación de las milicias socialistas, grupos compuestos por diez hombres y un jefe. Todos juntos se reunían para realizar instrucción militar los días no laborables fuera del pueblo bajo el mando de Teodoro Alonso.
De hecho, ligado con la radicalización de los mineros, el día 16 de julio de 1934, en el Teatro Olimpia de Barruelo de Santullán se produjo una concentración socialista a la que acudieron "representaciones de múltiples pueblos de la provincia de Santander, Palencia y Asturias (...) para proclamar con puño en alto su odio al fascismo". Destacó en ese encuentro la presencia de 32 miembros de las milicias socialistas de Sama de Langreo. A posteriori algunos falangistas tacharon este acto como una especie de "ensayo de marcha militar sobre Barruelo, con vistas a la próxima revolución que había que hacerse, quizás como prácticas militares para ponerse en contacto y unirse en días trágicos los ejércitos rojos de González Peña con los de Adrián Fenández".
Se producirá una reactivación de la campaña política en busca de nuevos afiliados muy relacionada con la radicalización a la que hemos hecho mención anteriormente; encontramos que el día 10 de septiembre en la cercana localidad de Vallejo de Orbó se constituye la Agrupación Socialista de Vallejo, presidida por Atilano Miguel, en la que ingresaron 22 personas de la localidad. La situación se irá enconando y a finales de septiembre el socialista de Perapertú afincado en Barruelo Federico Canduela, hace una llamada a los obreros, a la Organización:
"En estos tiempos del siglo XX, es cuando la organización debiera de ser cosa que no se discutiese entre los trabajadores (...) afiliándose a los sindicatos que admiten lucha de clases (...) No hay que dejar nuestro porvenir en manos del capitalismo, porque entonces el sufrimiento de la clase obrera no tendría limites. Es muy necesario en estos momentos que todos los explotados lleguéis a daros cuenta que existe una Unión General de Trabajadores que espera ingreséis en nuestras filas para defendernos de esta lepra que envenena al país, porque su egoísmo nunca se ve satisfecho en el acumulamiento de riquezas para hacer mayor nuestra esclavitud. (...) No olvidéis trabajadores, la severa amenaza que el capitalismo nos está lanzando para asegurar su predominio sobre nosotros.
Escuchad la voz del Socialismo, que os llama a ingresar en nuestras filas, porque desde ellas conquistaremos un porvenir de justicia para bien de todos los explotados".
El 27 de Septiembre, en la Casa del Pueblo de Barruelo se celebró una reunión, presidida por el líder socialista Adrián Fernández, a la que acudieron "representaciones de todas las entidades políticas y sindicales domiciliadas en las casas del pueblo de Brañosera, Barruelo y Vallejo". El motivo de la reunión, "crear con urgencia una Caja especial Pro Presos, centralizada en Barruelo para ayudar eficazmente a los compañeros que han caído y vayan cayendo en la lucha que el proletariado tiene entablada frente a la burguesía y a la reacción", parece evidenciar que la Insurrección Armada de Octubre estaba perfectamente gestada en el corazón de la Montaña Palentina.
5.2. Preparativos
Gracias a los escritos de Pizarro Rodríguez conocemos que desde el verano de 1934 los mineros barruelanos comenzaron a pertrecharse. Algunos de ellos, entre los que se encontraban Martín Calvo y Zótico Blanco, se dedicaban a la fabricación de bombas en los lavaderos y casas particulares, a la vez que elaboraban un líquido inflamable cuya receta al parecer les había sido confiada por Crescenciano Bilbao Castellanos, en una de las ocasiones que había acudido a la localidad para dar un mitin. Otros obreros, con moldes fabricados ex profeso, hacían postas para sus escopetas y para las de los camaradas de la localidad de Guardo, a cambio de un módico precio.
Días antes del estallido de la revolución un automóvil procedente de "alguna provincia norteña" realizó varios viajes hasta la Casa del Pueblo, dirigida por Julio Rodríguez Tapia, para descargar nueve cajas de armas cortas, ya que no les llegaron los tres mil fusiles que les habían sido prometidos del alijo del Turquesa.
5.3. El estallido de la Revolución
La revolución de Octubre de 1934 en Barruelo no será el modelo más acabado de los que encontremos en la provincia de Palencia, ya que aquí los mineros que se levantaron en armas no llegaron a controlar todos los ámbitos de poder. Los revolucionarios barruelanos se vieron en la necesidad de quemar el Ayuntamiento, eligiendo las escuelas nuevas como cuartel general, y no fueron capaces de tomar el cuartel de la Guardia Civil, no logrando por lo tanto hacerse con el control total de la localidad a pesar de que las fuerzas del Gobierno de Gil Robles eran escasas (aunque más numerosos y mejor pertrechadas que en cualquier otro pueblo de la provincia). Hemos de tener muy presente que el armamento con el que contaron los revolucionarios era más bien irrisorio si lo comparamos con los fusiles y ametralladoras con las que contaban las fuerzas gubernamentales.
El cuerpo principal de los sucesos de la Revolución de 1934 que a continuación narro ha sido compuesto a partir de la obra del cabo de la guardia civil, Emigdio Pizarro Rodríguez, que participó en los hechos y en los interrogatorios realizados posteriormente. Pizarro redactó su obra en 1935, cuando los acontecimientos todavía estaban frescos, aunque desde luego no desde un punto de vista imparcial.
El día 5
Existía en Barruelo por entonces un ambiente donde por todas partes se hablaba de revolución y se sentía y deseaba el día rojo, en él los mineros habían depositado muchas de sus esperanzas de felicidad, por ello no es de extrañar que prácticamente la totalidad del elemento obrero se lanzase a secundar el movimiento.
Barruelo de Santullán llegará tarde a la orden de Revolución ya que, si bien el viernes 5 de Octubre se recibió un telegrama cifrado, este no pudo ser descifrado por venir confuso.
Para conseguir información, Adrián Fernández y Juan Álvarez optaron por salir en un automóvil hacia Reinosa, donde visitaron, según parece, al exalcalde del bienio, Sr. Arrazamena, y estuvieron en la estación de ferrocarril para conversar con un empleado que venía de Santander, a donde había ido para recibir órdenes. Tras esto regresaron a Barruelo sin al parecer haber obtenido una respuesta satisfactoria. Sobre las 14:00 salió en coche desde la plaza pública con dirección León, Domingo Alonso. Una vez en la capital leonesa se entrevistó con algunas personalidades del partido que le informaron de qué debían hacer con relación a la Revolución. Rápidamente retornó a Barruelo, sin detenerse a cenar, pasando por Velilla del Río Carrión y Guardo donde dio la orden terminante de lanzarse a la revolución.
Pudo llegar a Barruelo de Santullán sin ningún contratiempo a pesar de que los guardias civiles hacían vigilancia en el paso a nivel; el teniente Sanz había ordenado salir una patrulla de cuatro guardias por el centro del pueblo y enviado otra a vigilar el paso a nivel, por una petición del jefe de la estación. Con esto y montada la vigilancia en el interior del cuartel, se cerraron sus puertas.
El cuartel de la Guardia Civil de Barruelo se encuentra situado en el centro de la población, en un plano más bajo que los edificios circundantes, por lo que puede ser fácilmente incendiado y batido por todos los flancos sin exposición para los atacantes. En el puesto se encontraba de plantilla el teniente Sanz, el cabo Miguel Calvo, un corneta y diecisiete guardias, diez de ellos se encontraban concentrados desde hacía tres meses. A estos se unió el capitán de la 1ª Compañía, don José Nanetti Chinchón, que llegó a Barruelo de Santullán a las diez de la noche en previsión de lo que pudiera suceder; a su llegada, el pueblo se encontraba en completo silencio.
Una vez en el centro de la localidad minera, Domingo Alonso dio la orden de lanzarse a la calle con las armas, atacando en primer lugar a una patrulla de la guardia civil que se encontraba junto al ayuntamiento. El primer ataque fue encabezado por Justi "el jabalí", un guardia municipal de ideología marxista; la patrulla de la plaza se vio sorprendida por centenares de disparos y los guardias civiles optaron por refugiarse en la Casa de Ayuntamiento en unión de Capillas, un guardia municipal no marxista. Desde el interior del edificio los guardias comenzaron a disparar sus fusiles y Francisco Arana, líder de las juventudes socialistas, les preguntó si se rendían; al no obtener respuesta se decidió por rociar el edificio con liquido inflamable y gasolina, prendiéndole fuego tras ello.
Los guardias civiles sitiados en el Ayuntamiento lograron llamar por teléfono al cuartel, como queda recogido en la obra de José Luis de Castro:
"la misma noche del 5 al 6 de octubre se presentaron en la Central Telefónica cuatro individuos, pistola en mano para hacerse cargo de la misma. La encargada Fe González Roldán, pudo convencer a los revolucionarios de que ellos eran inútiles en aquellos servicios, y la citada señorita con gran astucia, manejó dichas clavijas y puso en comunicación a los guardias del Ayuntamiento con el cuartel de la Guardia Civil, para que estos pudieran atenderse y auxiliarse, si bien es de hacer constar que las líneas con el resto de la provincia ya habían sido cortadas de antemano por los revolucionarios"
Sin embargo, no les pudieron enviar auxilio ya que el cuartel también se encontraba bajo sitio. La Central Telefónica fue empleada por el alcalde socialista, Francisco Dapena Gutiérrez, en varias ocasiones, para contactar con el cuartel y solicitar su rendición a los guardias.
Al llegar el fuego al piso superior del Ayuntamiento, los guardias, para no perecer entre las llamas, optaron por lanzarse a la calle por una ventana lateral, uniendo sus portafusiles, pero Capillas se negó a descender, quedando muerto en el interior del edificio; los guardias salieron a paso ligero por la plaza disparando sus fusiles y lograron llegar hasta el cuartel, pues al parecer sorprendieron a los obreros, aunque uno de los guardias fue herido de gravedad.
Los revolucionarios que siguieron a la patrulla llegaron a las inmediaciones del cuartel, arrojando sobre el edificio líquidos inflamables y bombas explosivas. Comenzado el sitio del cuartel, el mando dispuso que los guardias tomaran las posiciones anteriormente asignadas, quedando una pareja en el portal.
El día 6
Durante la madrugada, el cabo, en compañía del guardia Pablo Martín, intentó salir hasta la central para intentar comunicarse, ya que el teléfono había sido cortado, pero los obreros dispararon sobre ellos una descarga, hiriendo al guardia, que fue transportado en hombros de un guarda jurado de la compañía minera. Al poco tiempo llegó, sin sufrir ninguna pérdida, la patrulla del paso a nivel. Reunida toda la fuerza en el cuartel, se procedió a curar a los heridos, que sumaban un total de 5, en un pabellón habilitado como enfermería. Los guardias tomaron posiciones para la defensa del cuartel y sus familias, mujeres y niños, se refugiaron en las caballerizas. Además de los guardias se unirá a la defensa el hijo de uno de ellos:
"encerrando a las familias en el pajar, quedando a la defensa de ellas un hijo del guardia primero de este puesto Nemesio Gutiérrez Hijelmo, de quince años de edad, el cual, valientemente, y sin desfallecer un solo momento desde que empezaron los sucesos, empuñó una pistola, defendiendo uno de los flancos del cuartel"
A las dos de la madrugada un grupo de mineros del barrio Mercedes, tachados por Pizarro de "grupo salvaje", marchaban con dirección al centro de Barruelo cuando se detuvieron en la entrada del pueblo, en el colegio de los hermanos Maristas, al que asistían los hijos de los empleados de la Compañía Minera, es decir, los hijos de estos mismos revolucionarios. Una teoría, publicada en el Siglo Futuro y que se ha venido asentando con el tiempo, planteaba que los revolucionarios "atacaron el colegio de los Maristas por creer que existía allí un depósito de armas destinadas a las derechas. Confirma esta suposición el que, una vez que los revoltosos registraron los armarios y cajones del edificio, lo respetaron absolutamente todo".
Los hombres del barrio Mercedes rodearon el edifico y Julián Luis, un minero campurriano que debía actuar como líder, arrojó una bomba contra el edificio y realizó algunos disparos con su rifle. Los cinco religiosos que se encontraban en el edifico intentaron escapar u ocultarse. El Director del Colegio, Plácido Fábrega, más conocido como el hermano Bernardo, al salir, fue abatido por la escopeta de uno de los sitiadores.
No será el ataque a la escuela de los hermanos maristas el único acto anticlerical acaecido durante el amanecer del día 6, pues otro grupo, de entre el cual destacaba Zótico Blanco, incendió la iglesia de Santo Tomás, en Barruelo, mientras los insurrectos del cercano pueblo de Brañosera, donde los sucesos de Octubre tendrán una escala menor, se encargaron de incendiar los templos parroquiales de Salcedillo y Brañosera. Parece ser que en Brañosera el único altercado fue un pequeño rasguño sufrido por el cura párroco José de Cos a consecuencia de un disparo efectuado mientras se encontraba en el balcón de su casa; rápidamente, el sacerdote se refugió en el pajar de un familiar hasta que paso el peligro.
Durante esa misma noche, según el periodista Javier Sanchez-Ocaña enviado como corresponsal a Barruelo unos días después de que finalizara la insurrección:
"(Los revolucionarios) fueron al edificio de las escuelas laicas, donde tenían instalado su cuartel general, y proclamaron solemnemente, mientras se cantaba La Internacional, la República socialista española. Una bandera roja de seda fue izada en el balcón. Después se pronunciaron discursos por los cabecillas y se dio la noticia de que la revolución había triunfado en las principales ciudades de España".
Por la mañana fueron asesinados dos obreros, Manuel Sierra Alcalde e Hilario García Villegas, según parece, por no compartir las ideas revolucionarias o por ignorar la consigna.
Una de las víctimas fue asesinada por Alfredo García Menéndez desde la Cooperativa Obrera, donde existía un depósito de explosivos; el otro fue muerto a la salida de su trabajo, por un grupo que se apostaba tras una esquina.
Al amanecer los obreros recibieron la noticia de que se aproximaban a Barruelo autobuses con fuerzas de la guardia civil; en este momento se produjeron algunas deserciones entre los menos comprometidos con la causa revolucionaria, huyendo a los montes u ocultándose en sus domicilios. Hasta entonces apenas habían encontrado oposición, más allá de la resistencia ofrecida por el cuartel de la guardia civil, que continuaba bajo asedio.
Algunos pasaron por sus casas a visitar y tranquilizar a sus familias antes de dirigirse a la salida del pueblo para preparar la defensa, como confirma el testimonio de la hija de Jesús Serna Pérez:
"Él (Jesús Serna) nos dijo a mi madre que aquí en la ventana pusiéramos colchones, porque claro, había mucho tiroteo y entonces había otro Serna aquí, que había venido de un pueblo y a ese le pegaron un tiro (...) No sé quien vino a casa y la dijeron "A Serna, a Serna le han dado un tiro" y mi madre asustada. Entonces al poco tiempo (...) se presentó mi padre "Vengo para que estéis tranquilas que no ha sido a mí"
Pronto, Adrián Fernández dio la orden de que los obreros se concentrasen en el paso a nivel con el fin de cerrar la entrada al pueblo por la carretera de Aguilar de Campoo, paso obligado para los vehículos. Los revolucionarios tomaron medidas defensivas atravesando una locomotora en el paso a nivel cortando así la carretera a los vehículos; para hacer parapeto colocaron sacos terreros en los tejados y colchones en las ventanas. Además los hombres se apostarán en los barrios bajos del Perchel, en la escombrera y la Peña del Arco, flanqueando así la carretera. Los líderes revolucionarios ordenaron desalojar las casas de la entrada por temor a que fueran bombardeadas por las tropas de los cedistas. Entre la Peña del Arco y las escombreras, situadas a la derecha de la carretera, se situó el grupo de Federico Canduela, César Prieto y Lorenzo Bañuelos. En el flanco izquierdo se situaron los grupos de Nazario Canduela, Galo Mediavilla y Clemente Díez con algunos hombres sueltos de otros grupos.
Los revolucionarios idearon la colocación de explosivos en el paso a nivel que harían explotar por corrientes eléctricas pero Emilio Santamaría García, instructor de los grupos infantiles y electricista de profesión, no pudo realizar el proyecto, probablemente por falta de tiempo, y se contentaron con obstaculizar el paso con la locomotora.
Mientras en el centro del pueblo, entre la casa de Lucas Llorente y las nuevas escuelas, se apostó el grupo liderado por Teodoro Alonso, ya que allí existía un depósito de explosivos y de hombres para cubrir las bajas; allí se encontraban entre otros Zótico Blanco y Agustín Abad.
Sobre Barruelo marchaban las fuerzas de la guardia civil, lideradas por el teniente coronel de la Guardia Civil, Jefe de la Comandancia, Ángel Sainz Ezquerra. El contingente de fuerzas había sido concentrado en Aguilar de Campoo procedente de los puestos de Frómista, Amusco, Aguilar, Osorno, Herrera y Alar del Rey, más dos cabos y un guardia de Palencia que se encargarían de transportar y manejar una ametralladora, se reunían por lo tanto unos treinta y siete hombres. Este grupo partirá con dirección a Barruelo sin esperar a los refuerzos solicitados a Burgos. Antes de llegar al pueblo de Villavega tendrán las fuerzas cedistas un primer contacto con las guerrillas barruelanas, que dispararon sobre el coche que transportaba a Sáinz Ezquerra; al descender los guardias civiles de los dos autobuses que seguían al primer vehículo, el grupo minero se retiró dejando tras de sí cinco prisioneros, dos de ellos heridos.
Continuaron su avance los guardias, teniendo que detenerse en varias ocasiones por estar interceptada la carretera: al llegar cerca de la localidad de Cillamayor un corpulento chopo cortaba el paso, por lo que varios guardias civiles fueron al pueblo en busca de herramientas que les permitieran eliminar el obstáculo, allí fueron informados de que siete personas (el Jefe de Estación de la línea de la Robla, el párroco, el maestro nacional, un guardia civil retirado y otros tres hombres) se encontraban encerradas en un local por los revolucionarios. La guardia civil se encargó de su liberación antes de proseguir su avance.
Al llegar a las inmediaciones de Porquera de Santullán se incorporó Francisco Martín Gallo con veinticinco hombres de la Comandancia de la Guardia civil de Burgos, que atacaron por el flanco izquierdo haciendo huir a los revolucionarios de un molino donde se habían hecho fuertes. Lograron las fuerzas del gobierno dominar rápidamente y sin ninguna baja la localidad de Porquera.
Durante la mañana cesaron los ataques al cuartel. Aún hoy ignoramos el motivo por el que los revolucionarios no incendiaron el cuartel, sobre él que tenían una posición muy ventajosa. Parece que sí llegaron a planteárselo, ya que hasta él habían acercado gasolina, y las casas inmediatas fueron desalojadas. Francisco Dapena, el alcalde socialista de Barruelo, pedirá en dos ocasiones la rendición del cuartel al capitán Nanetti; en el primer encuentro se hizo acompañar por algunos rehenes (los ingenieros de las minas), ya que fue la fórmula de que le escucharan. Tras el rechazo de la rendición por segunda vez, transcurriendo doce horas entre ambas peticiones, le entregó un papel donde decía que se le daría de plazo quince minutos para la rendición del cuartel pasados los cuales se incendiaría el edificio, no respondiendo de lo que sucediera a los guardias y a sus familias.
Ya se oía el tiroteo a la entrada del pueblo cuando Zótico Blanco, que había permanecido en las escuelas nuevas, se decidió a llegar a la puerta del cuartel aprovechando un ángulo muerto y colocó en la puerta una bomba explosiva; al poco tiempo la bomba hizo explosión e hirió de gravedad a los agentes Román Revilla y Anselmo Rodríguez, teniendo los revolucionarios entrada franca en el cuartel. No obstante tampoco aprovecharán esta nueva ventaja.
A la llegada de las fuerzas gubernamentales todo se hallaba en calma y en silencio, ya que los revolucionarios se hallaban emboscados y tenían intención de sorprender a los atacantes. La guardia civil se desplegará por ambos flancos, en el izquierdo sostendrán una dura lucha con los hombres de Federico Canduela y César Prieto, que herirán a dos guardias. Mientras, será tomado el Barrio Perché sin apenas oposición, ya que los revolucionarios situados en las alturas prefirieron huir. Otro grupo de guardias civiles liderados por el teniente coronel siguieron la vía férrea llevando consigo a los cinco prisioneros tomados cerca de Villavega.
Sin embargo algunos mineros se encontraban apostados en la taberna y en el establo de la viuda de Herrero, situados a tan solo doce metros del paso a nivel, y dispararon sobre Sanz Ezquerra que cayó mortalmente herido. Al parecer, aunque no está confirmado pues solo se documenta en dos fuentes, quedaron muertos junto a él dos de los prisioneros "al estallar una bomba".
Desde ese momento será el teniente Zurro quien tome el mando. Éste optó por concentrar todas sus fuerzas y enviarlas contra el flanco izquierdo, las escombreras y la Peña del Arco, para desde allí poder proteger la entrada de las fuerzas, que habían de entrar por la carretera escoltando los autobuses, donde iban las municiones y los heridos. Iniciada la marcha, la fuerza de protección hizo fuego sobre los edificios que circundaban la carretera para impedir posibles disparos de los obreros. Los guardias civiles contenían a un tiempo a los hombres situados en la Peña del Arco y protegían la entrada.
Al llegar al centro del pueblo, a la Fuente Moragas, los guardias civiles se vieron nuevamente atacados por dos fuegos cruzados que hacían los revolucionarios, uno desde lasnuevas escuelas, que servía como cuartel general, y otros desde la casa de Lucas Llorente, donde se hallaba el grupo de Teodoro Alonso. En ese momento se dio el aviso a los guardias civiles que permanecían en la escombrera y que cruzando la vía férrea y siguiendo los terrenos de la Compañía Minera se parapetaron en una valla, donde el teniente Gallo colocó la ametralladora, algunos guardias cayeron heridos en estos instantes pero continuaron su marcha llegando finalmente hasta el Cuartel de la Guardia Civil, sobre las cinco de la tarde.
Una hora más tarde hicieron su entrada en Barruelo los soldados del Batallón Ciclista, liderados por el capitán Asensi, emplazando varias ametralladoras en posiciones estratégicas para lograr el control de la situación.
El día 7
Durante la mañana la aviación voló sobre Barruelo y los montes cercanos arrojando bombas sobre los grupos de fugitivos. Más tarde llegó el coronel del 12º Tercio, con una columna procedente de Burgos, que al ver que su presencia no era necesaria retornó a Aguilar con la intención de continuar hasta Guardo, dejando al mando al comandante Fermín Ruíz Farrona
El día 8
Sobre las once y media de la mañana se dio una batida para encontrar a los refugiados en los montes de la Sierra de Brañosera. Para ello se empleó primero una escuadrilla de aviación de la base de Logroño, que fue la que informó a los encargados de la batida sobre la zona a registrar. La batida recayó en manos de una sección de ametralladoras del batallón ciclista deteniendo muchos revolucionarios e incautando armas y explosivos.
En el mismo día se practicaron detenciones de individuos que habían tomado parte en los sucesos y también se hicieron "registros domiciliarios de significados socialistas de la localidad". Las detenciones se prolongaron durante semanas.
No hemos de olvidar que los enfrentamientos se saldaron con la muerte de cinco revolucionarios y al menos veinte resultaron heridos, y entre la guardia civil hubo tres muertos y 10 heridos, a los que se sumarían los dos hombres asesinados por los mineros, el guarda municipal y el Hermano Bernardo.
Una vez terminado el conflicto en Barruelo se procedió a la recogida de armas, siendo puestos a disposición de la autoridad militar "unos 700 revolucionarios y se recuperaron 400 armas largas, unas 100 pistolas, 200 bombas, 170 botellas de líquido inflamable y varios millares de cartuchos y armas blancas".
5.4. La muerte del Hermano Bernardo
El suceso de la Revolución de 1934 en Barruelo que ha tenido una mayor repercusión es el caso de Placido Fábrega Juliá "El Hermano Bernardo", que forma parte ya de manera irreparable de la leyenda negra que se levantó sobre los mineros barruelanos. Aún hoy en la memoria colectiva, debido a la campaña para ensalzar a la figura del Hermano Bernado como mártir de la iglesia (existiendo numerosas publicaciones sobre su vida y muerte), se juzga a los seguidores de la Revolución de Octubre como criminales. Muchos son los que sancionaron y sancionan esta muerte. Aunque hoy desde la distancia debe hacerse un análisis cuidadoso de las fuentes y tratar de descubrir la realidad sobre esta muerte, la intencionalidad (si la hay) y la autoría, nunca desvelada con seguridad, pues nadie fue juzgado por el homicidio.
En 1931 el Hermano Bernardo fue destinado a la dirección de la escuela Marista de Barruelo de Santullán. El alumnado le componían hijos de obreros y de empleados de laindustria hullera.
Los mineros intentaron que las escuelas de Barruelo contaran con maestros laicos, pero la compañía minera que las sostenía no accedió a la proposición. No tenían al parecer tan buena fama entre los mineros de la época como se ha dicho con posterioridad. De hecho se acusaba a los maristas de malos tratos contra los hijos de los mineros, por ejemplo, en una reunión de la Agrupación Socialista barruelana celebrada el 26 de enero de 1934; "se recoge un ruego de la compañera Pacheco sobre malos tratos a ciertos niños en las escuelas de la Empresa, que se la transmitirá a la Sección de Mineros para que ésta a su vez así lo haga presente a la dirección de dicha empresa".
Finalmente, debido a una serie de leyes oficiales, se obligó a la retirada de los símbolos religiosos en las escuelas y a que los educadores vistieran de civil. Algunos maristas abandonaron el lugar.
En la madrugada del día 6 los mineros del Barrio Mercedes se dirigieron al convento ya que se creía que en él había depósitos de armas para los reaccionarios que quieren repeler el movimiento obrero98, lanzando líquido inflamable y disparando varios tiros a la escuela Marista.
Ante los disparos, el Hermano Bernardo, junto con sus compañeros, trató de abandonar la casa: lo hicieron por la huerta, saliendo por un boquete de la tapia que da al ribazo del río Rubagón. Su objetivo era huir corriendo hasta Aguilar de Campoo donde podrían ponerse a salvo. Sin embargo, la escuela estaba rodeada y un minero los sorprendió apenas habían atravesado el río, y gritó la consigna "Libertad" sin recibir contestación, por lo que hizo un disparo, cayendo el marista herido en el suelo. Al caer, el Hermano Bernardo, según el testimonio de otro fraile escondido entre la maleza, pronunció sus últimas palabras: "¡Perdón, Dios mío! Lo perdono, Señor. ¡Perdónalo, Virgen María! ¡Ay, Madre mía!". Según Pizarro, el fraile suplicaba piedad alegando 16 años dedicados a instruir a los hijos de los obreros, siendo la respuesta un nuevo disparo que ponía fin a su vida.
La única fuente de que dispongo que aporta alguna información, un tanto cuestionable pues es de imaginar que la mayor parte de los testimonios los obtuvo bajo tortura, sobre la autoría del asesinato se encuentra en la obra del guardia civil Emigdio Pizarro:
"Como si este crimen fuera un galardón, una heroicidad, Celestino Mediavilla se dirigió a sus camaradas, diciéndoles entre blasfemias y risas: "Venid, que aquí hay un fraile con la boca más fría que la madre que le parió". A continuación piso el cadáver y entre Celestino y Macario Prieto le despojaron de cuanto en sus bolsillos llevaba; le arrastraron y algunos otros le apuñalaron".
Otro marista se había refugiado debajo de una cama en una casa cercana, la de Felisa Castrillo, "la cual al principio se resistía a ocultarlo, ya que andaban por la calle provistos de escopetas, dos hijos suyos". Los tres hermanos más jóvenes ya habían iniciado la escapada hacia Aguilar. El cuerpo del fallecido quedaba en el lugar hasta las nueve de lamañana, cuando después de haber registrado la escuela en busca de las armas presuntamente allí escondidas, vuelven los revolucionarios y lo arrastran hasta la huerta de la escuela, donde permaneció abandonado 24 horas.
El día 7 de octubre, controlada de nuevo la situación de Barruelo por la Guardia Civil, el cuerpo del fraile es trasladado al cementerio de la villa y se procedió a practicarle la autopsia por el médico forense de Barruelo. El Hermano Bernardo fue la primera víctima religiosa de las 34 que se produjeron con motivo de la Revolución de Octubre de 1934 a nivel estatal.
Aunque todavía los motivos que subyacen tras la muerte del Hermano Bernardo son un misterio, podemos plantear dos posibles hipótesis; en una el asesinato sería un hecho accidental provocado por el intento de huida del clérigo durante la noche, cuando los mineros del barrio Mercedes se acercaron a la Escuela para comprobar si los frailes poseían armamento oculto, la segunda plantearía la intencionalidad de asesinar al Director de los Maristas, dirigente de la comunidad de frailes, y quedaría efectivamente demostrada si fue rematado cuando se encontraba herido en el suelo como describen Pizarro y la mayor parte de las fuentes con que contamos, este acto en tal caso se encontraría inserto en la oleada de anticlericalismo que se produjo durante el Octubre del 34.
5.5. La represión
Tanto la prensa diaria que se publicaba en Palencia como los distintos relatos que sepublicarán con posterioridad (la totalidad de los que he tenido acceso son redactados porguardias civiles y falangistas) silencian las torturas a las que fueron sometidos los vencidos y minimizan descaradamente el alcance de la represión.
Por suerte, para ver la dureza de los castigos a los que fueron sometidos los revolucionarios detenidos contamos con las descripciones escritas por ellos mismos desde la cárcel y que se conservaron en el Archivo General de la Guerra Civil Española de Salamanca. Un corresponsal dio también buena cuenta de cómo era la llegada de los detenidos a la localidad:
"A media tarde, las tropas que han ido a los montes cercanos a dar una batida, vuelven con treinta prisioneros. Vigilados por varias parejas de la Guardia Civil a cada flanco, silenciosos y altivos, los mineros desfilan por las calles de Barruelo, seguidos de un coro de llantos y lamentaciones. Son las mujeres... Las madres, las hijas, las esposas, las hermanas piden a gritos que no los encierren, que no se los lleven de su lado.Es una escena desgarradoramente dramática. El grupo de mujeres, apartadas de vez en cuando por los guardias, sigue a los prisioneros hasta que los encierran en el edificio del hospital.Luego quedan allí largo rato, hasta que una patrulla de soldados las obliga a abandonar el lugar".
Los guardias civiles dejaron a los periodistas presenciar los interrogatorios realizados dentro del hospital que poco o nada tendrán que ver con los que realizaban en el cuartel y que habrían mostrado un trato bien distinto hacia los presos.
"Dentro del edificio, un sargento de la Guardia Civil va tomando declaración, uno por uno, a todos los prisioneros. Saca poco en limpio. He aquí una de las declaraciones: ¿Cómo te llamas?, Tomás Rodríguez Sáez. ¿Profesión?, minero. ¿Casado?, sí. señor. ¿Qué hiciste en el día de los sucesos?, nada... En mi casa, con mi mujer. ¿Cómo ibas a estar en tu casa, si estuviste disparando contra la casa-cuartel de la Guardia Civil?, silencio. ¿Eres socialista?, silencio. El sargento grita. ¡A ver! Otro...
Las cartas se redactaron del puño y letra (en la mayoría de los casos) de los que sufrieron las torturas y vejaciones por parte de los números de la Guardia Civil para denunciar el trato al que fueron sometidos. Uno de los primeros detenidos fue el Alcalde de Barruelo de Santullán, Don Francisco Dapena Gutiérrez, quien perdió la vida como causa de las torturas a las que fue sometido por los guardias civiles. Del suceso nos da buena cuenta el testimonio de un minero que lo presenció todo debido a que se hallaba detenido el mismo día en que se entregó el alcalde socialista.
Tomás García Fernández, testigo de los hechos, fue detenido por una patrulla de la guardia civil la mañana del día 7 de octubre cuando se hallaba en su casa con intención de mudarse de ropa, le acompañaba Antonio Estébanez. Ambos fueron detenidos.
"Al poco tiempo de estar detenido se oyeron voces que salían de otro departamento, cuyas voces decían y clamaban que le dejarían ir a ver a su madre, esposa e hijos y otras voces decían que no había modo de convencerle, así transcurrieron breves minutos no oyendo nada más que las barbaridades que nos decían a nosotros (...) Así lo pasamos hasta la una y media aproximadamente(...), que se volvieron a oír las voces de dos horas antes, (...) pero nosotros no sabíamos la primera vez de que corazón partían, pero esta vez sí lo supimos que partían del Sr. Alcalde que era Don Francisco Dapena, y esta vez se oían partir de las bocas de los guardias, estas palabras, unos decían, pegarle un tiro, otros decían coger los cuchillos y dejarle paso libre y otros matarle y así transcurrieron breves minutos de momento, pasó por allí el teniente de la Guardia Civil, al que llame yo para preguntarle que porque me habían detenido y me dijo que iría con él yo y el otro compañero que estaba conmigo atado que era Antonio Estébanez, y al salir todavía seguía la tragedia aquella, pues nada más salir de aquel pasillo pude ver que había un grupo de guardias, de unos quince aproximadamente y todos armados y de pronto se oyó un disparo y después gritos y un guardia se volvió hacia nosotros y nos dijo estas palabras, ya nos mato otro compañero, veis por tener confianza en él, y eso que anoche le quitamos otra pistola, y después se oyó otro golpe de culatazo o así parecido y después muchos golpes al tiempo y aullidos que salían de un corazón en peligro, todo esto ocurrió en un momento, luego se deshizo el grupo de guardias todos murmurando, pero los aullidos seguían cada vez más ahogados, una vez de retirarse los guardias de aquel grupo, nos mando pasar el teniente para interrogarnos, lo que yo le pedí, que porque me habían detenido, y al pasar vimos el otro y yo, el cuerpo del infortunado Don Francisco Dapena, tendido en el suelo, todo lo que era de largo, lo cual la cara nos e le veía, porque toda la cabeza eran manantiales de sangre que salían de su cabeza, el cuerpo estaba inmóvil pues no se meneaba pero los labios si y no se le entendía nada, se le oía rechinar los dientes mucho y nosotros al pasar, pues le preguntamos al teniente que por donde pasábamos, porque no se podía pasar por otro sitio, no siendo por donde estaba el cuerpo, pues ocupaba todo el paso, al preguntar esto nos contestó una voz que dijo que por encima y otra pisarle y nosotros no tuvimos más remedio que pasar por encima sin tropezarle la ropa, y al nuestro regreso para el sitio que habíamos estado antes, también tuvimos que pasar por encima lo cual que le teniente no me dijo porque estaba detenido, pues el cuero del Sr. Alcalde permaneció en esa posición unos 20 minutos con vida, porque al llegar el médico Don Adolfo Leal León, se le oyó decir estas palabras ¡mi capitán, mándeme un número para poder curar a este hombre que está con vida! y saltaron voces de los guardias que decía que ninguno salía, por ver esas cosas el médico dijo que le mandarían uno de los detenidos pero no fuimos ninguno porque no nos abrieron".
Este testimonio también nos informa de que los prisioneros no tenían derecho a la visita de los médicos a pesar de que algunos contaban con heridas de cierta gravedad:
"Nos llevaron al cuartel donde fuimos recibidos con patadas, empujones, culatazos y palabras que nos ofendían (...) nos metieron debajo de una escalera donde se hallaban más compañeros llamados Juan Manuel Sierra, Anastasio Vegas, Aurelio Iglesias y Crescenciano Ruíz y otros cuatro o cinco compañeros cuyo nombre ignoro, pero que son de Cillamayor y Porquera, y de todos esos compañeros había tres heridos, el uno tenía un hombro atravesado de un balazo, el otro una pierna y el otro siete heridas de arma de fuego".
Las torturas a las que eran sometidos eran muy variadas, desde insultos y amenazas hasta castigos físicos. Todos los castigos tenían el propósito de obligarles a firmar una declaración en la que ratificaban su culpabilidad en ciertos hechos, reales o no, la intención era usarla contra ellos en los juicios a los que serían sometidos. Aunque leyendo los testimonios de los detenidos uno llega a pensar que los torturadores disfrutaban con el poder que poseían sobre los mineros, se puede percibir un cierto carácter revanchista.
"Nos hizon estar con las manos arriba cosa de una hora y media, a pie firme y igual a los heridos que a nosotros y pegándonos culatazos porque nos recostábamos contra la pared (...) a los heridos estuvon dándoles golpes en las heridas."
El Diario Palentino, 10 de octubre de 1934
IMPRESIONES
Decepción
Dominada la situación en Barruelo, un silencio letal se extiende por el pueblo. El ritmo del trabajo interrumpido en las minas, las calles todavía solitarias, con escasos transeúntes y en todos los rostros un rictus de pesadumbre y amargura, como si flotase en el ambiente la consciencia de la Horrible tragedia de que ha sido escenario esta importante localidad minera.
Soldados y Guardias en los puntos estratégicos. Todavía un olor a pólvora quemada y a muerte. Desolación y tristeza. Trascurrirá mucho tiempo aún hasta que en Barruelo vuelva a oírse música de risas y cantares. Han pasado en galopada vesánica los "cuatro jinetes” de Blasco Ibáñez, como en una pesadilla febril. Pero lo más desconsolador, es pensar en los secretos fulminantes que han hecho estallar toda esa pirotecnia trágica de odios y rencores, acumulados lentamente durante muchos años de propagandas suicidas.
Se dice que los obreros que todavía están en el campo, se han rebelado contra los cabecillas, y a ellos, naturalmente, culpan de todo lo ocurrido. Ha llegado la hora del arrepentimiento y de la lucidez. Pasada la borrachera trágica del crimen y de la violencia más atroz, los mismos actores del drama descubren los hilos groseros que les han movido como marionetas en esta farsa sangrienta y repugnante. Son los mismos de siempre: se representa el drama eterno que descubrió Jacinto Benavente. Intereses creados, sórdidas apetencias, egoísmos incalificables, ambiciones de poderío y de mando...
Y los que torpemente se han dejado engañar por los malvados traficantes de sus conciencias, al contemplar ahora sus hogares deshechos, sus vidas destrozadas, exigen venganza a los que les han lanzado a la horrenda aventura revolucionaria.
Contraste
Camino de Barruelo de Santullán el paisaje, siempre austero y calmoso de nuestros llanos, se desliza veloz ante nuestra mirada. Las barbecheras se abren largas, tendidas como retazos de parda estameña cara al cielo. Una yunta ara lentamente y van abriéndose simétricos los surcos... La figura del labrador sobre el campo, parece un complemento del paisaje. Este labriego tosco, que erguido tras del arado empuña la mancera, es un símbolo de paz que reza la más bella oración al trabajo. Sin convulsiones epilépticas, sin inquietudes venenosas... El labrador ara y a veces canta. Su voz sobre el campo se apaga a lo largo de la llanura y el silencio es como un homenaje a la paz infinitiva de estas tierras castellanas.
Nadie pensaría al deslizarse junto a este paisaje de hueca serenidad, que no a muchos kilómetros, —donde la tierra se encrespa en lomas ocres— a la canción de paz y ventura del labriego del llano, ha sustituido el clamor iracundo de los revoltosos, y al silencio calmoso de la estepa, el ruido bélico de las ametralladoras y los cañonazos.
Sólo unos kilómetros de separación y puede percibirse todo este tremendo contraste. Atravesamos un pueblecito del llano y un grupo de chiquillos alegres que juguetean en la carretera, nos dice adiós agitando las manos. Un cura pasea entre un hombre del campo que lleva a un niño de la mano. A lo lejos el pueblo se extiende en silencio, con la aguda torre de la Iglesia. Y piensa uno que no es posible esperar hallar el espectáculo trágico y desolador que nos espera en Barruelo, y que todo es una detestable mentira urdida por una fantasía dantesca.
¿Cómo es posible hallar éste contraste con sólo unas leguas de distancia? ¿Qué abismal diferencia puede haber entre las psicologías del campesino honrado y austero y la del obrero de las minas? ¿Diferencia de cultura? ¿Disparidad de caracteres? ¿Distintas normas morales o simplemente frutos antagónicos de una educación? Quizá todo ello puede influir de manera decisiva. Lo indudable es que el labrador en Castilla, come a la mesa junto al patrono y no conoce la llamada lucha de clases.
No sabemos si Marx, conoció la realidad social de estas nobles, de estas inmortales tierras llanas de Castilla, antes de lanzar su ''Manifiesto Comunista''...
DESPUES DE LOS SUCESOS DE BARRUELO
Cómo se efectuó la operación de la toma del pueblo, por la columna mandada por el Capitón Asensio, del Batallón Ciclista
Al entrar las tropas fueron aclamadas y vitoreadas por el vecindario. — La aviación se dispuso a bombardear el pueblo
Las informaciones recibidas de las operaciones efectuadas en Guardo, por las fuerzas enviadas por el Gobierno para sofocar el foco sedicioso de Barruelo de Santullán, han sido, naturalmente, incompletas. Debido a las dificultades de comunicación y por ser todos los informes recibidos de origen indirecto, se han sufrido algunas inexactitudes al dar cuenta de los indignantes sucesos registrados en aquella localidad minera, durante la intentona revolucionaria.
Hoy, restablecidas totalmente las comunicaciones y regularizada la circulación, hemos adquirido interesantes detalles de cómo se efectuó la arriesgada operación de la toma de Barruelo de Santullán que, como es sabido, permaneció bastante tiempo en poder de les revoltosos.
La marcha de la Sección del Batallón Ciclista
A las doce y media de la mañana del sábado, salió con dirección a Barruelo la sección del Batallón Ciclista, al mando del capitán Asensio.
En el camino sufrió una avería, siendo auxiliados en Alar del Rey, donde le facilitaron la pieza necesaria para reparar la avería y proseguir el viaje.
Antes de llegar a Aguilar de Campóo, las fuerzas se encontraron con el coche de la Guardia civil, en el que se trasladaba el cadáver del infortunado Teniente Coronel don Ángel Sáinz Ezquerra, muerto en los sucesos. El capitán Asensio aprovechó esta circunstancia para informarse por los motoristas que acompañaban el cadáver, de la situación de Barruelo y prosiguió su viaje.
La primera actuación
Dos kilómetros antes de llegar al pueblo, desde un molino situado en las inmediaciones, hostilizaron a las fuerzas expedicionarias, lo que obligó a romper el fuego.El capitán Asensio, desplegó las fuerzas por el monte y, con nutrido fuego de ametralladoras, batió las alturas de los montes cercanos, en los que se habían refugiado ya importantes núcleos dé insurrectos. El efecto fue inmediato, pues las fuerzas vieron huir en diversas direcciones a los revoltosos, desmoralizados ya por la presencia de los expedicionarios.
Para preparar la entrada en el pueblo el capitán Asensio, envió al Chófer que conducía el camión en que hicieren el viaje las fuerzas, —un valiente muchacho llamado Domingo Astizagain—, para que estableciera contacto con las fuerzas de la Guardia civil que al mando del Teniente Gallo, se encontraban en la otra parte del pueblo. La operación no fue fácil. El muchacho hubo de desproveerse de su uniforme militar, para no ser reconocido por los huelguistas y así pudo llegar hasta el pueblo, donde los sediciosos le ofrecieron vino, que el chófer rechazó.Estableciendo el contacto con el Teniente Gallo, que mandaba catorce números de la Guardia civil, Se organizó una columna de cuyo mando se encargó el Capitán Asensio. Unidos en las afueras del pueblo, se inició el plan de ataque. Desplegadas las fuerzas con dos camiones delante, dotados de sendas ametralladoras, se hizo un fuego nutridísimo, pues los rebeldes hostilizaban constantemente.De esta manera se consiguió entrar en el pueblo. Al llegar al Cuartel de la Guardia civil que había sido sitiado por los revoltosos, como es sabido, y comprobar las pésimas condiciones defensivas que reunía este edificio, el Capitán Asensio ordenó que se estableciera a manera de baluarte defensivo el núcleo principal de fuerzas en la Casa propiedad del señor Navamuel, que es una de las más elevadas del pueblo y está situada en la plaza del mismo.Tan pronto como el vecindario se apercibió de la entrada de las fuerzas adictas al Gobierno, se produjeron escenas de enorme entusiasmo y efusión. Las mujeres y los niños aglomerados ante los expedicionarios vitorearon al Ejército, a la Guardia civil y a la República, abrazando presas de una indescriptible emoción a los soldados y a sus jefes.Inmediatamente ocuparon los lugares estratégicos del pueblo, batiendo con nutrido fuego de ametralladoras las casas y adueñándose, en fin, de todos los servicios locales. Los sediciosos no opusieron ninguna resistencia. Desmoralizados con la sola presencia de los soldados —fieles cumplidores de su deber— huyeron despavoridos a los montes cercanos. con la esperanza de librarse de las justas sanciones que les esperan .por sus salvajes desmanes.
Llega la aviación
Cuando el pueblo era ya dueño de la situación en Barruelo surgió un contratiempo que pudo haber tenido fatales consecuencias. La escuadrilla de aviación que había sido mandada para bombardear a los rebeldes, caso de que hubieran continuado ofreciendo resistencia a las fuerzas del Gobierno, evolucionó sobre el pueblo y envió un “lastrado”, —comunicación que arrojan los aeroplanos dentro de un tubo de hierro— en el que intimidaba a los rebeldes para que se rindiesen a la columna de fuerzas que llegaban procedentes de Burgos, pues en caso contrario bombardearían el pueblo.El capitán Asensio apercibido de la gravedad de la situación, y para evitar el bombardeo de los aviadores, avisó a la escuadrilla valiéndose de una sábana blanca para dar a entender que el pueblo estaba pacifico.Entonces los aeroplanos enviaron un nuevo “lastrado” en el que pedían a las fuerzas que se encontraban en Barruelo, indicasen a la columna de Burgos que avanzaba hacia el pueblo dónde estaban refugiados los rebeldes.
El capitán Asensio, valiéndose nuevamente del chofer Domingo Astizagain hizo contacto con esta columna, comunicándole que la situación estaba dominada en Barruelo y no eran necesarios sus auxilios, por lo que la columna continuó su marcha sin penetrar en este pueblo, con dirección a Orbó, donde los rebeldes se habían hecho fuertes y la situación era más apurada.
Valiente comportamiento de un cabo y cuatro números de la Guardia Civil
No fue la columna mandada por el capitán Asensio, la primera que entró en Barruelo. A las doce de la mañana consiguió llegar hasta la plaza del pueblo un cabo de la Guardia civil con cuatro números, que con arrojo rayano en la temeridad, no vaciló en penetrar en el pueblo y colocándose en el centro de la Plaza dio un “Viva a la República” que en aquellos instantes de incertidumbre no fue contestado por nadie.
Cómo murió el Alcalde socialista de Barruelo
Acerca de la muerte del alcalde socialista de Barruelo, Francisco Dapena Gutiérrez, han circulado distintas versiones, ninguna de las cuales se ajusta a la realidad.
Por los informes que nosotros hemos podido recoger, él alcalde fue detenido al entrar las fuerzas en el pueblo, y por su condición de primera autoridad municipal, se le concedió el privilegio de no mantenerle esposado. Era Dapena un hombre de complexión robusta y de carácter violento. Parece ser que encontrándose en el local donde se hallaba detenido tuvo un momento de exasperación, y en un rapto de cólera asestó un tremendo puñetazo al sargento primero que mandaba la Guardia derribándole al suelo con el rostro bañado en sangre.
Dapena intentó ganar la salida, y como se le interpusiera un guardia, sacando una pistola que había conseguido mantener oculta hábilmente en el pantalón, realizó sobre él un disparo, hiriéndole en el muslo. Seguidamente intentó ganar la salida para fugarse. Pero los Guardias que se encontraban en el local, se abalanzaron sobre el alcalde socialista, y como éste ofrecía resistencia y continuaba con la pistola en la mano, en actitud amenazadora, utilizando las culatas de los fusiles para evitar disparos, —con el fin de no causar alarma y posibles víctimas en el pueblo— le dieron varios golpes en la cabeza, a consecuencia de los cuales falleció.
Algunos de los desmanes que cometieron los revoltosos
Cuando las trepas entraron en Barruelo, se ofreció a sus ojos un espectáculo tristísimo. Las calles abandonadas, muchas casas semidestruidas, las puertas y ventanas herméticamente cerradas, el pueblo tenía el aspecto de una de esas estampas de la Gran Guerra, que reproducen fotografías de los poblados después de una batalla, más triste aún que el aspecto externo del pueblo, era el estado moral de sus habitantes. Las mujeres pálidas y llorosas, los niños temblando, presos de un pánico indescriptible, y en todas partes la desolación de un movimiento estéril que había pasado por el pueblo, como una oleada apocalíptica.Los revoltosos habían incendiado el edificio de la Casa Ayuntamiento, que aparecía completamente destruido por las llamas. También la Iglesia había sido incendiada, y presentaba un lamentable aspecto. La Casa Cuartel estaba materialmente acribillada a balazos y la puerta de entrada destruida por completo, al igual que los marcos de las ventanas.
Júbilo en el vecindario
Con la llegada de las fuerzas expedicionarias, renació el júbilo y la alegría en el vecindario. No eran sólo los vítores y las espontáneas manifestaciones de entusiasmo, sino los rostros en los que prendía una sonrisa de esperanza y de tranquilidad, después de muchas horas de indescriptible inquietud y angustia.
El domingo por la mañana abrió ya el comercio, y el vecindario acudió prestamente a proveerse de víveres, estando perfectamente atendidos todos los servicios de aprovisionamiento.
Así, el vecindario obedeció con admirable espíritu al llamamiento que el Capitán Asensio hizo a los hombres de orden.Es imposible dar idea de los desmanes y atropellos salvajes cometidos por los revolucionarios durante las horas en que fueron dueños del pueblo. Los más bajos instintos se desataron y el odio más inconcebible les llevó a cometer atentados repugnantes. Un detalle que puede revelar la tremenda realidad de la ola revolucionaria desencadenada por unas horas sobre Barruelo, es el hallazgo de una bala de las llamadas de “posta” —que utilizan para la caza de jabalíes— incrustada en la cuna de un niño, hijo del ingeniero de las minas, señor Rey. Parece ser que a este ingeniero los sediciosos le coaccionaron brutalmente y amenazándole de muerte, le obligaron a que les precediese para que intimidase a los Guardias que ocupaban el Cuartel, a que se rindieran.
Detenciones y recogida de armas
Como secuela del movimiento, viene el proceso de investigaciones para depurar las responsabilidades. Parece ser que hasta ahora se han practicado unas ciento treinta detenciones.
En los registros practicados, se han recogido doscientas armas largas.
Heroico comportamiento
Interesa destacar el heroico comportamiento del Teniente y los Guardias que ocupaban la Casa Cuartel en el momento de estallar la intentona. Cuando fueron intimidados para que se rindiesen, no sólo no accedieron, sino que con un valeroso espíritu de adhesión al Poder constituido y al cumplimiento del deber, contestaron que preferían morir en sus puestos, antes que entregarse a los revoltosos.
En esta hora de alabanzas hay que consignar el elevado espíritu de los soldados del Batallón Ciclista que mandaba el capitán Asensio. No sólo cumplieron su deber con fidelidad intachable, sino que, dando pruebas de un sentimiento patriótico admirable sobrepasaban a veces, con su entusiasmo el cumplimiento de las órdenes que recibían de su jefe.
En cuanto a los guardias civiles que intervinieron en ésta operación al mando del valiente teniente Gallo, sólo hay que decir que se comportaron añadiendo nueva gloria al benemérito Instituto a que pertenecen. Y con esto queda dicho que su intervención fue todo lo leal, todo lo abnegada y patriótica que pueda imaginarse.
Hay que dedicar un elogio entusiasta y sincero al pundonoroso capitán Asensio, del Batallón Ciclista, quien no sólo ha dado pruebas en esta brillante operación de un magnífico espíritu militar y patriótico, sino que además se ha acreditado como un estratega hábil y un técnico consciente de su oficio que sin vacilar ha sabido cumplir todos los objetivos.
Las víctimas
Los primeros datos oficiales arrojan las siguientes víctimas:
Muertos: don Plácido Fábrega, Director de los Hermanos Maristas; Manuel Sierra, obrero; Hilarino García Sierra, lampistero; José Irusta Casado, agente municipal; Francisco Dapena Gutiérrez, alcalde y cabecilla de la rebelión; y el teniente coronel de la Benemérita, don Ángel Sáinz Ezquerra, los guardias Felipe Aragón Aragón y otro fallecido ayer en Burgos.
Heridos: Juan Enríquez, que sufre una herida penetrante de bala en el brazo derecho; Domingo Sancho, herida en el .pecho, grave; Jesús Lerma, herida en el muslo, producida por disparo de escopeta; Pedro García, de pistola, leve; Teodoro García Mora, en el brazo y cadera, leve; Salvador Salcedo, de escopeta, en el tórax, pronóstico reservado; Vicente Gómez, en el cuello, pronóstico leve; Maximina Francisco, en el brazo izquierdo, grave, y Eusebio Martín, contusión en el costado, leve.
Además, entre los prisioneros hay seis heridos.
Los ferroviarios al lado del Gobierno
Como decimos al principio de esta información la primera referencia que EL DIARIO insertó de los sucesos de Barruelo contiene algunas inexactitudes por haber sido tomada de fuentes indirectas debido a la dificultad de comunicación. Según esta primera versión los ferroviarios se sumaron al movimiento y cortaron las comunicaciones. Pero no ha sido así. Los obreros de la estación de aquella localidad no se sumaron en ningún instante a la intentona y permanecieron en sus puestos fieles al cumplimiento de su deber habiendo manifestado su adhesión al Gobierno. Mucho nos complace poder hacer esta rectificación. Y vaya con ella un aplauso para estos honrados obreros, que no se han dejado seducir por las torpes instigaciones de los cabecillas del aplastado movimiento sedicioso.
Un crimen de los rebeldes
Al oír los primeros disparos de los revoltosos los Hermanos las Escuelas Cristianas que en Barruelo tienen establecido el Colegio donde se da enseñanza gratuita a los hijos de los obreros temerosos de ser atacados por los rebeldes intentaron huir. Los sediciosos efectivamente acudieron a la residencia de los beneméritos religiosos con ánimo de hacerles prisioneros e incendiar el Colegio. Al intentar saltar una de las tapias del edificio el hermano-director del Colegio, dispararon sobre él cayendo atravesado a balazos. Luego cometieron con su cadáver las más horribles profanaciones.
Gobierno civil
La tranquilidad es absoluta en toda la provincia de Palencia
Esta macana cuando acudimos al Gobierno civil para entrevistarnos con el señor Maesso se nos notificó que el gobernador había salido sobre las diez, en automóvil con dirección a Barruelo.
En ausencia del gobernador fuimos recibidos los periodistas por el secretario don Manuel de Castro, quien nos confirmó el viaje del señor Maesso, manifestándonos que las noticias recibidas de Barruelo y Guardo, acusaban completa tranquilidad en ambas villas.
En Guardo, durante la última noche, se fueron presentando los sediciosos en grupos de tres, rindiéndose a las autoridades y entregando las armas que poseían en abundancia.
El jefe de las fuerzas de la Guardia civil concentradas en Barruelo, ha dirigido un telegrama al gobernador civil de la provincia en el que le da cuenta de haberse restablecido por completo la normalidad en aquella población y en el que además en nombre propio y en el de sus subordinados le dice: “agradecemos su cariñoso saludo esperando su llegada a la hora que nos indica, para abrazar al gran Maesso, que es tanto como decir al gran gobernador”.
El jefe de la estación férrea de Barruelo, ha comunicado al gobernador civil que desde ayer la circulación de trenes por la línea del Norte, en aquél ramal es absolutamente normal y salieron sin novedad, todos los trenes ordinarios.
El comandante militar, jefe de las fuerzas destacadas a Barruelo, ha dirigido otro telegrama al señor Maesso, en el que al confirmar tan tranquilizadoras noticias, hace resaltar con entusiastas palabras de elogio, el leal y excelente comportamiento del personal ferroviario afecto a aquella plantilla, que durante los sucesos, trabajó denodadamente. permaneciendo en sus puestos con insuperable valor personal y cívico.
Nos dijo después el señor De Castro que de los pueblos de la provincia en que los obreros se habían declarado en huelga, se recibían noticias altamente satisfactorias, pues los huelguistas, estimándose defraudados y engañados por los dirigentes del movimiento, se reintegraban al trabajo.
EPISODIOS DRAMÁTICOS EN GUARDO
Los desmanes y crímenes cometidos por las hordas revolucionarias durante los días de la trágica intentona extremista en la zona minera de nuestra provincia
Fuerzas del Ejército y de la Guardia Civil al grito de "¡Viva España!" y "¡Viva la República!" imponen el imperio de la Ley y el respeto a la autoridad del Poder constituido
Asesinato del cura párroco de Muñeca. — El cuartel de Guardo destruido por los rebeldes. — Muerte de un Guardia civil. — Actuación del Comité revolucionario
Información recogida por nuestro Director
Las hordas modernas, nominadas con tres letras mayúsculas y tres puntos, que pregonan el odio, la ferocidad y el crimen —el jinete apocalíptico de estos tiempos— han exhibido su disco rojo en la región minera y norteña de Palencia.
Tras de si dejaron rabia y dolor, pues ya no levantan los obreros el brazo y aprietan el puño como les enseñaron los traidores de la revuelta, sino que lo hacen reclamando justicia contra los embaucadores que les arrastraron a la situación presente. En los hogares donde había pan y trabajo, hoy se guarda luto. Lágrimas de desengaño que servirán en la nueva siembra de ideas, a preparar otra cosecha de bienestar si es que al fin las doctrinas de odio desarraigan de los lugares donde prendieron inconscientemente.
Guardo... Barruelo... He aquí el escenario de las desgracias que Palencia entera deplora. El periodista ha acudido a aquellas localidades, tratando de reconstituir los hechos registrados en los días en que una rebelión insensata amenazaba con destruir el país.
La suerte ya está echada. Unos revoltosos serán sometidos al imperio de la Justicia y otros purgarán en el calvario de su huida todo el mal que hicieron, planteando una lucha fratricida.
Elevemos la mirada y pensemos en una nueva España única e indivisible, sin separatismos ni odios de clase. Que dentro de días, mejor de horas, podamos afirmar que la paz reina en todos los hombres de buena voluntad.
El pasado jueves hubo huelga en Guardo
El jueves último se declararon en huelga los mineros dé la Sociedad “Antracitas San Luis”.
Durante todo día reinó aparente tranquilidad, observándose que los grupos se reunían en sus respectivos Centros societarios.
La Guardia civil, concentrada en este puesto, efectuó los servicios de costumbre, sin que notase nada anormal. Al decaer la tarde del jueves, llegó en un taxis procedente de Barruelo, el secretario del “Sindicato Minero Castellano”, dando la orden de que el movimiento revolucionario fraguado por los socialistas daría comienzo a las dos de la madrugada en toda España.
Se inicia la rebelión
Los mineros de Guardo, afiliados a la U. G. T., G. N T. y Federación Anarquista Ibérica, se reunieron a la una de la mañana, destacándose dos grupos de más de doscientos hombres, todos armados y municionados, que se dirigieron a la Casa Cuartel del Ayuntamiento y al polvorín de “Valdecastro”, propiedad de la Sociedad “Antracitas de San Luis”.
En el polvorín redujeron al guarda, robando varias cajas de dinamita que transportaron a la Casa Ayuntamiento.
Cercan el Cuartel de la Guardia Civil
Mientras estos hechos ocurrían, el alcalde del pueblo José Rueda, de oficio carpintero y destacado cabecilla, capitaneando otro grupo de hombres armados, se trasladó al Cuartel de la Guardia civil, llamando a su presencia al comandante del puesto don Aureliano Martín Arroyo, a quien intimidó para que “se rindiese a la revolución triunfante”.
Los guardias cerraron la puerta del Cuartel estando dispuestos a mantenerse fieles al Poder legalmente constituido. No cesaron las voces durante algún tiempo, y a las seis y diez y media de la mañana, como los guardias siguiesen firmes en su actitud, los insurrectos hicieron una descarga cerrada contra el Cuartel.
No obstante la superioridad numérica de los rebeldes que disponían de bombas de mano, botellas de líquido inflamable y armas de todas las clases, los guardias se defendieron heroicamente, esperando que llegasen en su auxilio los compañeros que se encontraban concentrados en el pueblo desde hace algunas semanas.
Nuevamente el alcalde, pidió a la guarnición se rindiera a la autoridad del pueblo pues aseguraba que se había implantado el comunismo libertario en toda España.
Comienza el fuego
Entre los revolucionarios se destacaba por su actitud belicosa un individúo apodado “El Frailón” perteneciente a la F. A. I. que excitaba al grupo a que se decidiera a asaltar el cuartel. Siguieron las descargas y a las seis y media arrojaron sobre los guardias un calcetín impregnado en aceite que contenía un cartucho, que al explotar tomó contacto con el líquido, produciendo el incendio de una habitación.
El guardia Tomas Salvador arrojó un colchón sobre el fuego con ánimo de apagarle, pero como los revoltosos siguieron lanzando botellas de líquido inflamable, se propagó el incendio por otros departamentos del cuartel. Seguidamente sonó otra descarga cerrada y a las siete menos diez, arrojaron los revolucionarios tres bombas de mano, derribando parte de la galería.
Las mujeres e hijos de los Guardias
Los guardias intentaron entonces poner a salvo las vidas de sus mujeres e hijos, ocultos en la bodega de la casa-cuartel. Agotados todos los recursos, y como el incendio se extendía de forma rápida, decidieron rendirse a los rebeldes, que ascendían a unos cuatrocientos hombres.
Al grito de "viva el comunismo libertario” los hicieron presos, trasladando en calidad de prisioneros a la Casa-Ayuntamiento al comandante del puesto Aureliano Martín Arroyo y a sus compañeros Tomás Salvador Fernández y Victoriano Redondo. El fuego destruyó totalmente el cuartel, quedando en pie únicamente parte de las paredes de las fachadas del edificio. Los guardias perdieron su ajuar y algunos pequeños ahorros que guardaban.
Varias personas del pueblo albergaron en sus casas a las mujeres y niños de los guardias, proporcionándoles vestidos y alimentos.
Tiroteo intensísimo
Durante el asalto al cuartel de la Guardia civil, los individuos de la Benemérita concentrados en Guardo, en casas particulares, llamados Ildefonso de Prado, Valentín de Cea, Antimo Alonso y Alonso, Fortunato Villacorta, Teodoro Recio y Víctor Rodríguez trataron de acudir en auxilio de sus compañeros sitiados, pero otros grupos rebeldes les cortaron el paso haciéndoles varias descargas cerradas.
Ante la avalancha de los revolucionarios, los guardias se refugiaron en la Central Eléctrica, situada a la entrada del pueblo, donde permanecieron hasta las once y media de la mañana próximamente. A esa hora y aprovechando un momento en que los grupos rebeldes ocuparon otros lugares de Guardo, trataron de pasar el puente para dirigirse al Ayuntamiento y libertar a sus compañeros. Los revoltosos, rápidamente se rehicieron oponiéndose al avance de los guardias.
Matan a un Guardia
Se libró un tiroteo intensísimo entre los servidores del Gobierno y las fuerzas rebeldes, cayendo muerto en esta refriega el guardia Víctor Rodríguez, perteneciente al puesto de Castrillo de Villavega. Los rebeldes para lograr sus propósitos llevaron atados y a la cabeza del grupo a los tres guardias que habían hecho prisioneros, amenazando con matarles si no se rendían los individuos de la Benemérita replegados en la Central Eléctrica.
Próximamente a las doce de la mañana, cayeron los guardias en poder de los sediciosos quienes los desarmaron, trasladándoles detenidos al Ayuntamiento. El cadáver del guardia muerto, le recogieron varios mineros, conduciéndole al cementerio, donde le arrojaron a una fosa, sepultándole sin caja. El guardia muerto tenía cuarenta años de edad y llevaba en Guardo algunas semanas concentrado.
Los rebeldes encarcelan a significadas personas
El Comité revolucionario decretó se procediese a la detención de don Ricardo Vila Huarte, administrador de las minas de San Luis; don Rafael Rubio, de la Sociedad “Antracitas de Velilla”; don Gregorio Santos, abogado y farmacéutico; don Cayo de la Hoz, listero de la Compañía de San Luis; don Alejandro Novo, hijo de un empleado de la Compañía; don Félix Castrillo, don Marcos Bravo, don José Villarroel, don Diego Llorente y don Faustino Vigil, ingeniero de las minas “de San Luis”, todos personas relevantes de Guardo y de gran prestigio.
En una 'habitación del Ayuntamiento permanecieron incomunicados durante el tiempo que duraron los sucesos. Las familias de los detenidas estuvieron también vigiladas por los revolucionarios, teniendo que escuchar las señoras de los ingenieros frases groserísimas de los que se habían erigido en dueños de la situación. De los vecinos de orden se apoderó un gran pánico, en vista de la gravedad de los hechos, no saliendo de sus casas nada más que los revoltosos y sus mujeres.
Se destacaron principalmente en la revuelta, unos individuos apodados “El Padre José”, llamado así por haber estudiado un año la carrera de cura; “El Frailón”; el alcalde José Rueda y Dionisio Pérez Blanco (a) “Él Panadero”, que luchó por Palencia en las últimas elecciones a Diputados a Cortes como candidato del partido comunista.
Los bandos del comité revolucionario
Asaltaron los revolucionarios un establecimiento de bebidas, apoderándose de una caja de botellas de cognac, galletas y otros artículos que consumieron. Publicó el comité revolucionario un bando para que los “facciosos” entregasen sus armas en la Casa Ayuntamiento. Después que asaltaron las cantinas ordenó también el comité que quedasen cerradas.
Cómo fue asesinado el cura de Muñeca
Un grupo de revoltosos se dirigió al inmediato pueblo cíe Muñeca en la noche del sábado, llamando uno de los sediciosos, a la puerta del domicilio del cura de aquel lugar, con el pretexto de avisarle para que fuese a administrar los Sacramentos a una anciana de Guardo. El sacerdote don Constancio Villalba, abrió la puerta preguntando al individuo que llamaba el nombre de la persona a quien tenía que prestar los auxilios espirituales.
En este momento se acercaron otros individuos diciéndole al sacerdote que lo que pretendían era que les entregase las armas que guardaba. El señor Villalba temeroso de una agresión intentó cerrar la puerta, sonando en este momento un tiro que le produjo una herida gravísima, a consecuencia de la cual falleció. El padre del sacerdote que se encontraba en el lecho, gravemente enfermo, pidió auxilio, pero los revolucionarios lejos de huir, penetraron en la casa, y ataron a la sirviente del señor Villalba, dejándola abandonada en un desván.
Propósitos siniestros
Los detenidos hemos dicho, fueron encerrados en una habitación del Ayuntamiento, donde permanecieron incomunicados, aunque es de resaltar no se les hizo objeto de mal trato, incluso al cura de Mantinos a quien también detuvieron los sediciosos.
La dinamita robada del polvorín de “Valdecastro” así como otros explosivos preparados de antemano por los sediciosos, quedó depositada en una habitación de la planta baja de la Casa Consistorial, conectando una bomba con la luz eléctrica, para volar el edificio en el momento que lo decretara el comité revolucionario. Dueños del pueblo los revoltosos, después de haber consumido todos los licores sustraídos en una taberna del pueblo, los más exaltados pretendieron volar el Ayuntamiento con los prisioneros dentro. A este criminal intento se opuso el alcalde José Rueda cabecilla de la sedición.
Enterado de lo que tramaban los revolucionarios el ingeniero industrial de la Compañía de San Luis don Fidel Martínez que no fue hecho prisionero se dirigió al Municipio y burlando la vigilancia de los sublevados cortó los cables del fluido eléctrico, dejando aislado al Ayuntamiento, para que los revoltosos no llevasen a efecto sus siniestros propósitos.
Suenan unos disparos y cunde el miedo
En la tarde del domingo, alrededor de las siete, se oyó en el pueblo fuego de fusilería, corriendo la voz de que avanzaban hacia Guardo las tropas del Gobierno. Dionisio Pérez Blanco (a) El Panadero, a quien se acusa como cabecilla principal de la rebelión, entró entonces en un establecimiento de bebidas, diciendo temblorosamente a los revolucionarios: —Estamos copados. Sálvese él que pueda. Efectivamente, todos los grupos sediciosos arrojando algunos sus armas al suelo, emprendieron veloz carrera hacia los montes de Guardo.
Fue cuando el alguacil del Ayuntamiento dijo a los prisioneros: —Ya llegan las tropas. Y los detenidas rompiendo la puerta de su prisión, salieron de la Casa Consistorial refugiándose en sus domicilios.
Rumores absurdos
Hubo un silencio sepulcral, en el pueblo de Guardo, hasta tres horas después en que volvieron a bajar del monte los rebeldes, asegurando que el movimiento había triunfado en toda España, y que Azaña y Marcelino Domingo al frente de una columna imponente de hombres se dirigía a tomar Madrid. Los mineros insurrectos volvieron a concentrarse diciéndoles los cabecillas que “los tiros que escucharon a las siete de la tarde procedían de un grupo de fascistas, que mandados por Ricardo Cortes habían llegado a Villalba de Guardo sin haberse atrevido a entrar, porque les hubieran aplastado”.
Desde las diez de la noche del sábado a las nueve de la mañana del domingo, la angustia se apoderó de todas las personas honradas, ya que las hordas revolucionarias pudieron en ese tiempo llevar a efecto todos los proyectos siniestros que habían anunciado. Pero pudo observarse que el desaliento cundía entre los mismos rebeldes, ante la desaparición del alcalde del pueblo y algún otro significado cabecilla que no se dio a ver desde que en Guardo se escuchó fuego de fusilería.
Un aeroplano voló sobre Guardo a las nueve y cuarto de la mañana del domingo, comenzando a renacer la confianza. Los ingenieros de la Compañía de San Luis, con sábanas hicieron las letras S. O. S., demandando auxilio lo que debió ser observado por los ocupantes del avión.
Los rebeldes intentaron volar con dinamita la Casa Consistorial, donde estaban detenidas las personas más significadas del pueblo y el cura de Mantinos
Llegan los leales
Corno se temiese que Guardo fuera bombardeado por las tropas, el dignísimo juez municipal, señor Santos, en unión del ingeniero Director de las minas de San Luis, decidieron salir al encuentro dé las tropas, enarbolando una bandera blanca, para garantizar al jefe de la columna de vanguardia que podía entrar en el pueblo sin disparar un solo tiro.
Después de recorrer cerca de un kilometro, divisaron el avance de algunas fuerzas de artillería de Burgos, mandadas por el capitán don Alfonso Moya, con quien parlamentaron exponiéndole la verdadera situación del pueblo.
¡Viva España!
El capitán Moya al mando de una patrulla de soldados y al grito de ¡ Viva España ! entró en Guardo de una a dos de la tarde. Los revoltosos que aún quedaban en la localidad y que se encontraban reunidos en grupos frente al Ayuntamiento, pusieron las manos en alto y otros recibieron incluso de rodillas a las fuerzas del Ejército.
Efectuado un registro por el capitán Moya en el Ayuntamiento encontró dieciséis bombas, tres cajas de dinamita, veinte petardos y numerosas armas largas y cortas abandonadas por los sediciosos. Seguidamente el capitán Moya retiró del balcón de la Casa Consistorial la bandera roja que habían colocado los sediciosos, sustituyéndola por la de la República española.
En este momento solemne todas las personas de orden atemorizadas por los pasados sucesos, prorrumpieron en vivas a España y a sus libertadores y abrazaron al capitán Moya, y a los soldados del II ligero de Burgos. A continuación fueron llegando fuerzas de la Guardia civil procedentes de la columna de Saldaña, constituida por artilleros de Medina del Campo y una sección de ametralladoras del Batallón Ciclista de Palencia, al mando del teniente don Toribio Gutiérrez y alférez don Higinio Hernández. A partir de este momento renació la tranquilidad en Guardo.
Heroica actuación de los ciclistas palentinos
Es merecedora de todo elogio la afortunadísima intervención de la sección de ametralladoras del Batallón Ciclista de Palencia, mandada por el teniente señor Gutiérrez. En la tarde del domingo tuvo un encuentro con los rebeldes en el pueblo de Velilla de Guardo, cogiendo siete prisioneros y haciendo dos bajas.
No obstante haber tenido que recorrer los treinta y cuatro valientes soldados que componían la patrulla cerca de nueve kilómetros, dieron en el momento de la lucha pruebas de alto espíritu patriótico comportándose como verdaderos héroes. Se desplegaron en guerrilla, cayendo sobre los insurrectos, a quienes pusieron en fuga.
Por orden del capitán de la columna de Medina, de la que formaban parte nuestros ciclistas, no entraron en Guardo hasta las cuatro y media de la tarde del lunes. También es digna de resaltar la ejemplar conducta observada por los guardias civiles que integraban la columna operante de Saldaña mandados por el sargento del puesto.
Los insurrectos pretendieron apoderarse de 50.000 pesetas
Un episodio merece recogerse de lo ocurrido en los momentos en que el comité revolucionario funcionaba corno dueño de vidas y haciendas. Conocedores los cabecillas de que en el domicilio particular del ingeniero industrial de la Compañía de San Luis, don Fidel Martínez, se guardaban cincuenta mil pesetas para pago de los jornales a los mineros, se destacó un grupo de revoltosos, que pistola en mano, intimidaron a la sirviente de la casa para que les entregase aquella cantidad.
La criada de la familia Martínez, dando muestras de gran serenidad, comunicó a los revolucionarios que sus señores no estaban en casa, diciéndoles con naturalidad y entereza que allí no guardaban dinero. Entonces les rebeldes se retiraron, advirtiéndola que volverían de nuevo, lo cual no efectuaron.
Advirtió la sirviente que a alguno de los revoltosos le temblaba la mano que empuñaba el arma, de lo cual se deduce que perdieron la moral revolucionaria en el momento que escucharon a gran distancia unos tiros de fusil que se produjeron precisamente cuando la sección de ametralladoras del Batallón ciclista de Palencia, mantenía a raya a los revoltosos en las proximidades de Villalba.
Roban gasolina y asaltan un Comercio
Los revoltosos mientras fueron dueños de la situación, se apoderaron de toda la gasolina que contenía el surtidor de la Campsa. También asaltaron él comercio de nuestro querido amigo don Luis García Campollo, llevándose ropas y demás géneros de dicho establecimiento, en el que causaron importantes destrozos.
El asesino del cura de Muñeca detenido
Entre las detenciones que la fuerza pública practicó tan pronto corno llegó a Guardo, figuraba la de un individuo llamado Elpidio Liébana, albañil, que se dedicaba a la contrata de obras por administración de la Compañía de San Luis, y a quien se acusa como autor de la muerte del cura de Muñeca don Constancio Villalba.
Hemos oído en Guardo que este sacerdote vendía bicicletas a plazos a los mineros, y que recientemente hizo una operación con Elpidio Liébana. Ignorase si éste quiso librarse de la deuda que tenía contraída con el sacerdote, y que según rumores se negaba a satisfacer, y aprovechó estos momentos de revuelta para deshacerse del virtuoso párroco de Muñeca.
Estos extremos no están comprobados y les recogemos solamente, como decimos, a título de rumor, esperando que la acción de ha justicia aclare lo que haya de verdad en este bárbaro crimen.
El cabo del puesto de Camporredondo
En la noche de la revuelta, otro de los desmanes cometidos por los rebeldes, consistió en sacar de la casa donde se alojaba, al cabo-comandante del puesto de la Guardia civil de Camporredondo, concentrado en Guardo.
Otros detalles
Como detalle curioso, hemos podido recoger, que el número de revolucionarios ascendía a unos cuatrocientos, de los cuales se distinguieron por sus violencias unos ciento cincuenta. Los restantes, aunque acataron las órdenes del Comité revolucionario, lo hicieron arrastrados por las circunstancias.
En las minas de Velilla, trabajan unos trescientos mineros, y en las de San Luis, llegan a cuatrocientos los trabajadores que tienen ocupación. Existe en Guardo una masa importante de elementos de orden, en su mayoría labradores, como lo demuestra el hecho de que en las elecciones celebradas en noviembre último, la candidatura de derechas obtuvo 398 votos, en frente de la de izquierdas, que logró 438, reunidos socialistas, sindicalistas y comunistas libertarios.
Al huir los revoltosos de Guardo, destrozaron todo cuanto encontraron en la Casa Consistorial, de donde han desaparecido libramientos, cargaremes, libros de cuentas y actas y otros documentos de interés.
—Ayer, fue nombrado alcalde de Guardo don Ricardo Vila Huarte, administrador de las minas de San Luis, persona culta y de destacada significación en la localidad, por sus prestigios personales.
El mando de las columnas
Mandaba la columna de Cervera el coronel del 12 Tercio de la Guardia civil don Luis Villegas Ramos y estaba integrada por fuerzas de la Benemérita y Artillería del 11 ligero de Burgos. Como jefe de estas últimas figura el comandante don Enrique García Larroche, teniente ayudante don Federico Cuenca, capitanes don Aurelio Diez Conde y don Alfonso Moya Suárez, tenientes don Miguel Juliani, don Fernando García de la Cueva, don José Peral, don Juan Barinaga, don Lucio Pulgar y el capitán médico don Perfecto Peña. La columna de Saldaña era mandada por el capitán de Artillería de Medina del Campo, don José Urzaiz, y los tenientes Galán, Laserna y García Moreno. A esta columna estaba adscrita, como dejamos indicado, una sección de Ametralladoras del Batallón Ciclista al mando del teniente don Toribio Gutiérrez y alférez don Higinio Hernández.
Detención de rebeldes
Los cabecillas del movimiento revolucionario de Guardo huyeron al campo, ignorándose su paradero. Otros elementos que tomaron parte en la revuelta. pudieron ser detenidos y trasladados en camiones a las cárceles de Palencia y Burgos, donde han quedado a la disposición de la autoridad militar.
Visita del Gobernador civil
A las once y media de la mañana de ayer, llegó a Guardo el Gobernador civil de la provincia, don Victoriano Maesso, siendo recibido con muestras de entusiasmo. Recorrió los distintos lugares donde se desarrollaron los sucesos revolucionarios, y reunió a las fuerzas de la Guardia civil del puesto, felicitándolas por su lealtad al Poder constituido. Los ingenieros de las Compañías mineras cumplimentaron al señor Maesso, re1atando cuanto ocurrió en los días de revuelta. Por la tarde llegaron a Guardo procedentes de Barruelo, fuerzas de Ja Guardia civil, que se reintegraron a continuación a sus puestos.
Después de la huelga
TERRIBLES CONTRASTES
El lunes cumplimos con nuestro deber acompañando al Cementerio los restos del guardia civil, hijo de esta provincia, Felipe Aragón Aragón, inmolado también en aras del cumplimiento del deber y víctima del criminal intento de Barruelo de Santullán.
Al salir del Cementerio la tarde del día 7, cuando ya en la mansión eterna habían sido dejados los restos del que fue pundonoroso jefe de la Guardia civil y elevar las preces a la menoría de tan esclarecida víctima, se ofreció un contraste que someto a la consideración pública.
En aquel lugar de dolor y de la pena, las campanas doblaban a muerto, pero en la calle notamos enseguida la transición de que las campanas en España tocaban a gloria. Es que vibraba el alma nacional al misterioso conjuro de los actos realizados por el Gobierno y de nuestro valiente y esforzado Ejército en Cataluña, habiéndose restablecido la unidad de la Patria, rota por unos cuantos aventureras y traidores que en un momento de verdadera locura y maldad, pues de tal puede calificarse el acto realizado por la Generalidad al erigirse en Estado libre, desatando los vínculos que la unían a la madre Patria.
En aquella culta y laboriosa región, ya se respira el aire vivificante de españolismo en todas partes y se nota una verdadera exaltación de esas ideas. Deber nuestro es también asociarnos con todo entusiasmo a los transportes de alegría que se destacan en la ciudad de Barcelona y aplaudir la gestión brillante llevada a cabo por aquella guarnición que ha llenado una vez más una página de gloria en nuestra Historia.
Un pequeño incidente surgido al regresar el día 7 después de haber cumplido con los deberes piadosos, dio lugar a que este noble pueblo, se entregara a los transportes de indignación y entusiasmo con motivo de una imprudencia cometida por varios inconscientes a los gritos de viva España, viva el Ejército y viva la Guardia civil, eran contestados con un entusiasmo indescriptible. He de hacer notar entre aquellos, unos gritos significativos que se dieron de abajo los “castellanos separatistas” y desde luego estos respondían a un estado de opinión que importa mucho encauzar.
Ya conocemos a muchos que en los cafés, casas particulares, calles públicas y bares, hacen alarde de ese antiespañolismo; la opinión les tiene juzgados y sabrá imponer el correctivo que merece. Pero hay otros ocultos, en la sombra que es de necesidad salgan a la luz pública y para eso hace falta el concurso de todos los buenos castellanos amantes de la Patria. Hay que procurar estirpar esta mala semilla que no debe darse en esta tierra castellana, haciéndoles el vacío completamente, a fin de que se convenzan que en este solar castellano no deben vivir los malos hijos de la Patria y los sectarios de las causas funestas.
Palencia 9 de octubre de 1934. Evasio Rodríguez Blanco
La situación en León
En la capital se restablece la normalidad y en la provincia los revoltosos huyen a los montes perseguidos por las fuerzas del Gobierno
León. — En la capital se restablece la tranquilidad. El comercio abrió, teniendo muchos escaparates al descubierto. Los ferroviarios trabajan también.
Bembibre está ya en poder de las fuerzas que salieron de Astorga y Galicia, en colaboración, para someter a los revoltosos.
En Ponferrada, la población se vio seriamente comprometida ante la amenaza de la llegada de mineros armados. Estos se apoderaron de un tren y marcharon con él hacia Ponferrada. De dicha ciudad salió un oficial con veinte números de la Guardia civil con dirección a San Román de Bembibre.
En Boñar continúa la normalidad, sin que se registren nuevos ataques que habían sido anunciados.
En Cistierna, los revoltosos colocaron una bomba en la iglesia, y al explotar, causó algunos destrozos con la consiguiente rotura de cristales de las casas inmediatas. La Guardia civil se hizo dueña de la situación.
En Matallana, durante los sucesos ha habido un revoltoso muerto. Los fugitivos huyeron al monte bien armados.
Las líneas telefónicas han sido cortadas en muchos puntos de la provincia.
LOS REVOLTOSOS HUYEN A LOS MONTES
León. — En Santa Lucía la tranquilidad es absoluta. Los revolucionarios han huido al monte, llevándose numerosos heridos. Según Se cree, la Benemérita los persigue.
A las siete de la tarde continuaba aún en esta estación un tren que conducía tres baterías del regimiento 14 ligero de Artillería de Valladolid, no pudiendo continuar hacia Asturias por haber sido levantada la vía en San Andrés de Rabanedo, pueblo cercano a León.
Este tren tuvo que detenerse también poco antes de León, porque las mujeres y los niños se colocaban en la vía pidiendo protección. Hay varias mujeres y chiquillos detenidos por haber colocado botellas de líquido inflamable en las puertas de las iglesias. Estos intentos de incendio se registraron en tres templos, pero fueron frustrados.
Se sabe que en Sabero los revoltosos se han apoderado de las llaves del polvorín, por lo cual se teme algo. El gobernador ha dicho que, a pesar de tener las llaves no lograron apoderarse de la dinamita.
La ciudad estuvo tranquila durante todo el día.
LOS MINEROS DE SABERO Y SANTA LUCIA
León. — Se cree que en Sabero ha sido proclamado el comunísimo libertario. Un grupo enorme de revoltosos se apoderó del pueblo y del Ayuntamiento, cortando la línea férrea. E' pueblo está en poder de los mineros. Han quemado la iglesia. Entre Santa Lucía y Vega de Gordón, los revoltosos hicieron saltar un puente metálico. Además los revoltosos volaron con dinamita parte de de un túnel.
LOS REVOLTOSOS RETROCEDEN
León. — En el pueblo de Toreno del Cid, la Guardia civil sostuvo un fuerte tiroteo con los revoltosos. Estos últimos se vieron obligados a huir.




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