viernes, 3 de junio de 2016

La Gran Muralla Verde del Sahara y el Sahel


En 2007 la Unión Africana lanzó oficialmente un programa bajo el nombre de la Gran Muralla Verde del Sáhara y el Sahel. El objetivo, más amplio, era revertir la degradación de la tierra y la desertificación para ayudar a las comunidades locales de 14 países a adaptarse al cambio climático y proteger su seguridad alimentaria. Y la visión de un muro de arbolado de 15 kilómetros de ancho también se ensancha poco a poco. Ya no es literal. Porque no se trata solo de plantar una monumental defensa forestal y recuperar árboles. Es todo un programa de desarrollo rural en las zonas fronterizas con el Sáhara cuyos métodos ya se exportan a lugares como Haití o Fiji.


Tampoco son solo árboles. En Burkina Faso, Malí o Níger, entre otros, se trabaja con plantas medicinales, comestibles o para tener forraje, o se pone énfasis en la conservación del agua. Proyectos como los de la FAO hacen un especial énfasis en utilizar y recuperar las variedades locales, adaptadas a las condiciones climáticas de la zona. Por ejemplo, la acacia triunfa en Senegal. Y lo mismo con las técnicas tradicionales de plantación, cultivo o gestión del agua.

Las principales críticas al plan apuntan a que es un diseño realizado en las altas esferas, sin tener en cuenta a las poblaciones locales. Una construcción desde arriba hacia abajo. Desde organismos participantes como el Observatorio del Sáhara y el Sahel replican que tiene el apoyo de los habitantes de la zona. "Hay voluntad y deseo por parte de las comunidades afectadas", ha defendido en Dakar el secretario ejecutivo de la OSS, Jatim Jerraz. Y la aproximación al asunto más allá de la franja de árboles va en ese sentido.


La visión del proyecto ha crecido de una franja de bosque a una cadena de proyectos para recuperar la tierra y fortalecer la resiliencia frente al cambio climático.

Porque al regenerar la tierra de cultivo, también se revive a las comunidades. "Ellos mismos eligen las variedades que van a plantar, y participan en todo el proceso", apunta Berrahmouni. En una zona de Senegal conocida como Koly Alpha, el consejo local ha ido más allá y ha movilizado a la gente para transformar 1.100 hectáreas en una reserva natural de bosque, según explica la experta. Pretenden recuperar la vida salvaje y explotar el ecoturismo que tan buenos resultados ha dado a países como Costa Rica. De esta manera el proyecto, aunque bajo el auspicio de Gobiernos e instituciones, adquiere cada vez un carácter más local y cercano a los habitantes de cada zona. Que van sumando sus logros en el enorme mosaico.


Esa es la paradoja de esta muralla: que no separa, sino que une a los países en un esfuerzo común nada corriente. En los límites entre Malí y Níger o entre este último y Burkina Faso ya hay incluso proyectos que se extienden a ambos lados de la frontera, superando las líneas divisorias. Y plantar de oportunidades toda esa tierra también será un dique contra los conflictos que pueden provocar las migraciones, según ha apuntado en la cumbre Camila Nordheim-Larsen, de la convención de la ONU contra la desertificación.


Los cálculos de Naciones Unidas estiman que 60 millones de africanos de toda la región podrían verse forzados a abandonar sus hogares en cinco años por esta causa, y que en 2025 podrían haberse perdido dos tercios de la tierra cultivable del continente. "Esto va de construir la resiliencia de las comunidades y dar a los jóvenes razones para quedarse, porque la falta de opciones les empuja a irse", ha agregado Nordheim-Larsen.


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