lunes, 9 de marzo de 2020

Crucero protegido Reina Regente


El Reina Regente fue un crucero protegido construido para la Armada Española en los astilleros James and George Thompson, de Clydebank (Escocia). Fue un barco pionero en muchos sentidos, pero en conjunto no funcionó bien y terminó naufragando durante un temporal.


Considerado el primer crucero español de moderna factura del que dispuso la España de la Restauración, tenía como armamento principal cuatro piezas individuales González Hontoria de 240 mm, lo que posiblemente provocó su hundimiento al comprometer el peso de estas piezas la estabilidad del buque.


El navío desplazaba unas 4.600 toneladas, estaba dotado con cubierta protectora y su aparato motor constaba de dos potentes máquinas alternativas de triple expansión Thompson, que accionaban dos hélices y con una potencia indicada de 11.000 caballos le permitían alcanzar los 20,7 nudos de velocidad con una autonomía de 12.000 millas.


En relación con el desplazamiento, su armamento era muy poderoso. La artillería principal consistía en cuatro cañones González Hontoria modelo 1883 de 240 mm L / 35, montados a las bandas sobre la cubierta alta, dos a proa y dos a popa. Estas armas estaban protegidas con escudos de 76 mm y podían disparar granadas de 199 kilogramos a una distancia máxima de 9.960 metros. Además, seis cañones González Hontoria de 120 mm L / 35 modelo 1883, montados individualmente, estaban a bordo como artillería de mediano calibre, con tres de estos cañones disparando a babor y tres a estribor. Estas piezas estaban equipadas con escudos blindados de 25 mm de grosor y podían disparar una granada de 24,1 kilogramos a una distancia máxima de 10.130 metros. El armamento ligero consistía en seis cañones Nordenfelt de 57 mm y varias ametralladoras. También había a bordo cinco tubos lanzatorpedos de 356 mm.


Tras dejar a una representación marroquí en Tánger, la idea del comandante era la de volver para la botadura de su par al día siguiente en Cádiz. Era la noche del 10 de marzo de 1895. Esta decisión hoy todavía es considerada como tremendamente arriesgada a la luz de lo ocurrido posteriormente y más atendiendo las advertencias en contra por parte de los pescadores locales, de la autoridad portuaria y del cónsul español en funciones. Al salir del puerto magrebí en dirección hacia la capital andaluza, de forma súbita, una tremenda borrasca de violencia inusual, probablemente de intensidad 10 en la escala Beaufort, esto es, de vientos huracanados, visibilidad nula y olas de altura descomunal, sorprendió a la nave ya en alta mar, recién cerrado el puerto africano por aviso de temporal. A posteriori, es difícil valorar si con todos estos indicios no habría sido más prudente evitar el riesgo asumido.

Varios vapores y mercantes en ruta hacia puertos de abrigo se habían topado con el buque, que evidenciaba a las claras serias dificultades de maniobra para mantener el rumbo. Además, la caída sostenida del barómetro no pronosticaba una mejora del escenario y las comunicaciones telegráficas estaban cortadas por la enorme violencia atmosférica desatada.



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