jueves, 2 de junio de 2022

Acebedos y Álvarez Acebedos

La montaña de Valdeburón: Eutimio Martino

9 de junio de 1808

Don Francisco Álvarez Acebedo, natural de Lois y vecino de Otero de Curueño, es elegido por la junta de la merindad vocal y Diputado en la Junta provincial de León.

Una segunda movilización se producirá el 4 de marzo de 1809, de cuya ejecución la Junta encarga al vocal por la merindad, don Francisco Álvarez Acebedo.

El conciso: 20 de abril de 1811 

El secretario Zumalacárregui hizo presente el atropello que había experimentado D. Francisco Álvarez Acebedo, habiéndole tenido preso 5 días, sin decirle el motivo, en el castillo de Santa Catalina, ...

Última representación dirigida a S.M. por Don Francisco Álvarez de Acevedo, apoderado de las montañas de León, con... (1811) - Francisco Álvarez de Acevedo.

Don Francisco Álvarez Acevedo, Apoderado de ciento setenta y ocho Pueblos libres de la dominación del enemigo, en las Montañas de León, para los diferentes objetos que expresan respectivamente los poderes exhibidos, unos a V. M. y otros al Consejo de Regencia: A L. P. de V. M. con el debido respeto hace presente: 

Que no habiéndose accedido a ninguna de sus instancias después del dilatado tiempo de su comisión, dirigió a V. M. en 15 de Marzo y 5 de Abril las adjuntas representaciones son las que se han publicado y vendido en los puestos de los papeles públicos , que el exponente resolvió publicar para hacer mas notoria su justicia con los datos incontrastables que abraza su contenido y no habiéndose aun dignado. V. M. determinar sobre la sustanciación de los importantes objetos a que se dirigen; ni aun sobre el incidente escandaloso de la notoria prisión del exponente en el Castillo de Santa Catalina, y arbitrario apercibimiento verbal del Gobernador de esta Plaza para que dentro de veinte y cuatro horas la desocupase bajo la pena de ser conducido al presidio de 
Ceuta.

Redactor constitucional y político de Mallorca. 22 de abril de 1820

Coruña 15 de Marzo. 

La junta suprema de Gobierno, al paso que anuncia al público los felices sucesos, conseguidos por las tropas Nacionales al mando de su comandante general, el coronel Don Félix Álvarez Acevedo (que en paz descansa) se halla anegada en lamentos por la irreparable pérdida de este benemérito hijo de la Patria, victima desgraciada de su valor y patriotismo en la gloriosa jornada del día 9, desde el lugar de Padornela, a despecho de un tiro disparado alevosamente por uno de los soldados o cabos fugitivos del ex-general Pol. 

Esta junta, que ha conocido las virtudes sociales del difunto Don Félix Acevedo en quien perdió el pueblo el mejor de sus representantes; el ejército Nacional un caudillo impertérrito; y los Patriotas un hermano el mas cordial y celoso, dudosa de poder corresponder a tan altas y sagradas obligaciones, y mientras no mitigue su intenso dolor, para acordar todas las recompensas merecidas por tan ilustre defensor de la causa de la Nación, ha resuelto declarar, como declara, al referido Don Félix Álvarez Acevedo, por benemérito de la Patria en grado heroico; que como primer mártir de la Libertad Española en la actual lucha de esta Provincia contra la tiranía, se note en el Calendario el día 9 de Marzo de su muerte con letra cursiva, para trasmitir a la posteridad su eterna remembranza; que se vista luto por tres días en la Provincia y Ejército; que se le hagan las honras y pompa fúnebre con los honores correspondientes a sus tres calidades, de Vocal del Supremo Gobierno, de Comandante general del Ejército y de Ciudadano distinguido; dándose orden para que se celebren también en las seis restantes Ciudades de la Provincia, y en todas las Plazas de armas, con los propios honores y aparato, y en sus Iglesias mayores; que se haga la exhumación de su cadáver, y se traiga con el mayor decoro y acompañamiento a esta Heroica Ciudad, en donde fue admirado de los patriotas mas ardorosos por la elevación de su alma, nacida para las grandes empresas; y por último, que se erija en esta propia Ciudad un monumento en que se depositen sus caras y respetables cenizas, grabándose con las inscripciones análogas en bronce, para preservar de las injurias del tiempo este templo de la memoria, levantado por el maro y gratitud nacional, al mas desgraciado, mas virtuoso y mas decidido defensor de la Patria.

Coruña 13 de Marzo de 1820. =Pedro de Agar, Presidente.


Diario constitucional de Palma. 23 de octubre de 1820

MINISTERIO DE LA GUERRA. 

El Rey se ha servido dirigirme el decreto siguiente: 

Don Fernando VII por la gracia de Dios y por la Constitución de la Monarquía Española Rey de las Españas, todos los que las presentes vieren y entendieren, sabed: Que las Cortes han decretada lo siguiente:

Las Cortes, usando de la facultad que se les concede por la Constitución, han decretado: 

Se declara benemérito de la patria en grado heroico al difunto D. Félix Álvarez Acevedo, comandante general que ha sido del ejército de Galicia en la gloriosa restauración del sistema constitucional, cuyo nombre se pondrá perpetuamente en la guía militar del ejército, con la expresión da benemérito en grado heroico teniéndosele presente en las revistas del cuerpo a que pertenecía como si estuviera vivo. 

Madrid 25 de Setiembre de 1820. = El Conde de Toreno, Presidente. = Juan Manuel Subrié, diputado Secretario. Marcial Antonio López, diputado Secretario.

VARIEDADES. 

Madrid 20 de Setiembre. 

Sr. redactor del Universal: 

La conmemoración que se ha hecho en las Cortes de D. Félix Álvarez Acevedo, me obligan a desear que sea mas conocida la parte que tomó en los acontecimientos que restablecieron la Constitución. Permítame vmd. que, penetrado de la admiración que inspiran las virtudes y las grandes acciones, ocupe algunas líneas de su periódico en trazar el ligero bosquejo de sus heroicos esfuerzos. El coronel Acevedo apenas era conocido sino de sus amigos; porque retirado del bullicio de las sociedades, profundamente afligido con las desgracias de su patria, consagraba al estudio y a la amistad todo su tiempo. Jamás la torpe adulación ni la vil hipocresía mancillaron la elevación de sus sentimientos, su alma fuerte adquiría cada día en el retiro mas y mas odio a lo arbitrario, mayores deseos de dedicar su existencia a la causa de la libertad. 

Llegó por fin el 21 de Febrero, día en que se promulgó, la Constitución en la Coruña; el pueblo nombra una junta de gobierno, y elige a Acevedo, presidente de ella, y al coronel D. Carlos Espinosa, comandante general de las tropas; pero este benemérito jefe, por una moderación de que se encuentran bien pocos ejemplos, cedió a Acevedo tan honorífico y difícil encargo. Entonces desplegando toda la energía de su carácter toda la amplitud de sus talentos, coordina auxiliado por los demás individuos de la junta todos los ramos, hace prestar juramento a la Constitución, establece la Milicia nacional y sus palabras aterran a los malvados, son escuchadas con admiración de los buenos, y confortan a los débiles. 

Pero sus miras no se limitaban a la Coruña: Galicia y la España entraban en el vasto plan de sus combinaciones, ignorando que se hubiese declarado la guarnición del Ferrol, ni la de ningún otro punto; no pudiendo disponer sino de unos quinientos hombres, no titubea sobre el partido que debe tomar: sabe que la decisión y el atrevimiento son los agentes principales en semejantes coyunturas; que la inacción deja a los antiguos en estado de reflexionar los peligros, y facilita a los contrarios el medio de reforzarse; se dirige a Santiago con un puñado de hombres, sin que le arredren los tristes recuerdos de que en una expedición igual a la que proyectaba tuvieron fin las heroicas tentativas del desgraciado Porlier. 

Supera todos los obstáculos, llega y encuentra el pueblo sin autoridades, la caja sin fondos, todo en confusión por las voces que habían esparcido los mal intencionados. Multiplica sus esfuerzos no dando treguas al trabajo, consigue organizar aquella populosa ciudad, su moderación y sus virtudes concilian todos los ánimos. 

Entretanto tiene noticia que en Orense se forman grandes reuniones, que millares de milicianos están ya situados en aquel punto, se hallan en marcha para incorporarse en él, que algunos ilusos pretenden levantar en masa los pueblos para defender la arbitrariedad. Pone en movimiento a su columna directamente sobre Orense mientras que el coronel Espinosa con otro puñado de soldados, a quienes inflama, cuyas fuerzas aumenta con su presencia y con su ejemplo, vuela en combinación sobre el mismo punto. 

Los contrarios; aunque muy superiores en número, no esperaron; Acevedo deseando arrancar hasta la última semilla de la discordia, los persiguió decididamente; Aquellos que fueron alcanzados por las tropas de Acevedo, los que esperaban templando una acogida severa, pueden dar testimonio de su modestia y de su generosidad. Tan incapaz de engreírse con los próspero sucesos, como de abatirse por los reveses, su alma, la prueba de todas las inconsecuencias de la fortuna, no veía en los que se rendían enemigos vencidos, miraba en ellos a hijos de su misma madre, españoles quienes una fatal ilusión o una posición critica habían inducido a oponerse a la causa de la libertad; hablándoles el enérgico lenguaje de la virtud de la ilustración, les permite ir donde mas les acomode. Mi pluma marcharía torpemente este rasgo sublime si pretendiese hacer la mas mínima reflexión sobre él, y su relación sencilla es mas elocuente y mas persuasiva que todos los comentarios.

Ya los contrarios tocaban los límites que dividen Galicia de Castilla; ya cerca de millón y medio de habitantes respiraban sin zozobra el aire de la libertad, cuando las descubiertas de los constitucionales encuentran en posición una fuerte retaguardia del otro bando. En aquel momento se disparan algunos tiros. Acevedo que nada aborrecía tanto cómo la efusión de sangre, que babia mandado positivamente que se evirase, vuela al punto en que iba a empeñarse la acción, contiene a sus soldados, y adelantándose hacia los ilusos; Hijos, les dice, os han engañado, no somos enemigos, somos vuestros mejores compañeros; no tenemos mas miras que la felicidad de nuestra patria, la Constitución, el Rey, la unión, la concordia.... este tiempo una bala fatal cortó el discurso y la vida del héroe. Los mismos contrarios conmovidos por sus palabras, consternados con su desgracia huyeron atónitos, y concibieron horror a derramar la sangre de sus campaneros.

El Constitucional, 5 de noviembre de 1820

Relación histórica de los acontecimientos mas principales ocurridos en la Coruña, y otros puntos de Galicia en Febrero y Marzo de este año, con objeto de restablecer la Constitución política de la monarquía española, que felizmente rige; va seguida de un diario de las operaciones militares de las columnas volantes que salieron de la Coruña, y de una noticia circunstanciada de las solemnes exequias que se celebraron en la misma ciudad el día 29 de Abril al benemérito Coronel don Félix Álvarez Acebedo, Comandante General de las tropas nacionales de Galicia, por el capitán don José de Urcullu; se vende en Madrid en la librería de Pérez, y en Valencia en la de Cabrerizo a 15 reales de vellón.


Correo general de Madrid. 16 de noviembre de 1820

LEGISLATURA, 

Decreto de 15 de Setiembre de 1820. Sobre el reconocimiento de la deuda Holandesa. Don Fernando VII por la gracia de Dios, por la Constitución de la Monarquía española, Rey de las Españas, a todos los que las presentes vieren y entendieren, sabed que las Cortes han decretado lo siguiente:

Las Cortes en uso de la facultad que se les concede por la Constitución han decretado: 1.º La España reconoce como legitima la deuda contraída por su Gobierno con varias casas de comercio holandesas en diversas épocas, cuyo valor capital asciende a 31 millones 135 mil florines. 2.º La España empezará a pagar por tesorería los intereses de este capital, a que está obligada desde el plazo que vence en 1.º de Enero de l821, sirviendo de garantía para su pago todas las rentas del Estado, 3.º La España reconoce como legítima la deuda que resulta contra ella por los intereses devengados de dicho capital, no pagados hasta el día de hoy. 4.º Las Cortes autorizan al secretario del Despacho de Hacienda para que poniéndose de acuerdo con los acreedores, los que hagan sus veces, presente a la aprobación de las Cortes el medio mas justo de pagar estos atrasos, consultando al mismo tiempo la mayor utilidad de la Nación. Fecha in supra.

Decreto de 25 de setiembre de 1820. Se declara benemérito de la Patria a Don Feliz Álvarez Acevedo. 

Don Fernando VII, por la gracia de Dios, y por la Constitución de la Monarquía Española, Rey de las Españas, todos los que las presentes vieren y entendieren, sabed: 

Que las Cortes han decretado lo siguiente:

Las Cortes usando de la facultad que se les concede por la Constitución, han decretado: Se declara benemérito dc la patria en grado heroico al difunto Don Félix Álvarez Acevedo, comandante general que ha sido del ejército de Galicia en la gloriosa restauración del sistema constitucional cuyo nombre se pondrá perpetuamente en la guía militar del ejercito, con la expresión de benemérito en grado heroico teniéndosele presente en las revistas del cuerpo a que pertenecía como si estuviera vivo. Fecha in supra.


Diario Balear, 16 de febrero de 1833

León, 26 de enero. 

Después de la entrada del Escmo. señor capitán general de Castilla la Vieja en esta ciudad con las tropas de su mando, se dispuso desarmar a los individuos del batallón de voluntarios realistas de la misma que habían tomado parte en las ocurrencias del 14 y 15. Así se verificó, dejándose las armas al corto numero de los que fieles a sus juramentos contribuyeron a conservar el orden y hacer  respetar las autoridades constituidas. Posteriormente y para completar esta disposición, el comandante general de esta provincia ha publicada el bando siguiente. 

Artículo 1.º Todo el que haya sido voluntario realista y no haya dejado las armas en el campo del desarme, las entregará en el cuartel del Provincial dentro del término de 24 horas, pena de dos años de presidio en el canal

2.º Incurrirán en la misma pena los que dentro del término señalado, no entreguen en aquel punto toda prenda de vestuario militar, y lo mismo los sargentos si en igual período de tiempo no diesen listas de los que así lo hayan ejecutado, no sirviendo de escusa hallarse ausentes. 

3.º Se prohíbe a toda persona, bajo la pena de presidio en las obras del canal, el uso de bigotes y de cualquiera otra divisa militar, siempre que no tenga autorización correspondiente para ello. 

4.º Bajo la misma pena se prohíbe a todo prendero o revendedor la venta o compra de armas y de cualesquiera otros efectos que hayan correspondido al estinguido cuerpo de voluntarios realistas u otro de la misma arma, las cuales entregará inmediatamente a la autoridad de policía. 

5.º Todas las personal que sean halladas con armas no teniendo la licencia competente incurrirán en las penas que marcan los reglamentos de policía, y se agravarán hasta dos años de presidio según las circunstancias. 

6.º Todas las personas que tuvieren armas, ya sean de fuego ya blancas, no teniendo licencia para usarlas, las entregarán en esta subdelegación de policía bajo la pena de seis años al canal al que se las encontrasen; y el que las tenga las presentará en esta subdelegación para ser reconocidas.

—El gobernador, subdelegado principal de policía, Federico Castañón


Diario Balear, 17 de febrero de 1833

León 15 de enero. 

Aunque en este periódico se han publicado documentos posteriores a ésta fecha, no debemos omitir el siguiente; 

HABITANTES Y FIELES VOLUNTARIOS de esta muy noble y leal ciudad, la noche de ayer ha sido de gloria para vosotros: habéis corroborado el buen juicio que tenia formado de vuestra ciega obediencia y amor a nuestro Soberano; pues habéis marcado con vuestro comportamiento el digno nombre de vasallos y buenos realistas. 

La conducta de unos cuantos criminales, perjuros, que un día antes habían jurado al frente de la noble insignia sostener los derechos Soberanos, es abominable, y me es lisonjero ver que no os ha arrastrado: la ley ya está sobre ellos, y estará sobre cuantos atenten contra la Soberanía de S. M., el sosiego y tranquilidad pública. 

Me tendréis siempre, fieles Voluntarios, a vuestro lado, y os conduciré a la gloría, у a la recompensa que es inherente al honor y a la fidelidad. Un día muy próximo se hablará de vosotros y entonces podréis decir con orgullo: No hemos faltado а nuestros juramentos.

El comandante de las armas sí lo espera y espera también la concurrencia de los honrados habitantes a conseguir el justo fin de sostener la Soberanía de S. M. y el sosiego público, que es el que debe tener el que se digne, nombrarse español. 

León 15 de enero de 1833. —El comandante general— Federico Castañón, (R. E.) 


El Correo (Madrid). 23 de octubre de 1833

Según las noticias mas fidedignas el camino de Francia está enteramente desembarazado desde Irún a Vitoria, donde se halla el grueso de la facción en número de unos 400 hombres, contándose cosa de otros 200 en sus cercanías. Eu el puente de Miranda solo hay un corto número como de avanzada; pero sin fortificación ni artillería alguna.

El general D. Federico Castañón continúa en Tolosa con su columna aguardando las demás que por distintos puntos se dirigen hacia Vitoria, para cooperar a destruir la facción que ocupa a esta ciudad. La columna que manda el mariscal de campo conde Armíldez de Toledo estaba el 16 en Burgos, esperando con sumo ardor y entusiasmo el momento de avanzar contra los facciosos. 


La Revista Española, 15 de noviembre de 1833

Tenemos a la vista una exposición dirigida al Excmo. Sr, D. Federico Castañón, Capitán general de la provincia de Guipúzcoa, por un benemérito español, pues tal dictado merece quien, en las circunstancias actuales, sabe hacer alarde de su fidelidad al Trono legítimo, en los términos que se expresan en el documento siguiente. 

»Excmo. Sr. : 

D. Juan Luis Brunet, natural de Cádiz, vecino y hacendado de la ciudad de Trinidad, de la siempre fiel isla de Cuba; y actualmente de paso en la de Bayona, a V. E. dice: 

»Que habiendo sabido la deslealtad con que se han pronunciado algunos sublevados en las provincias de Vizcaya y Álava, en contra de los derechos a la Corona de nuestra amadísima Soberana Doña ISABEL II, y como su fiel vasallo, y de S. M. la Reina Gobernadora Dona María Cristina de Borbón; cree que todo buen español debe en tales circunstancias, del modo que le sea posible, sostener tan legítima causa; y por lo tanto, ofrece vestir por una vez, y pagar el prest durante tres meses a su costa, a cien soldados, para que contribuyan a sostener el Trono de nuestra augusta Reina, en cuyo espacio de tiempo es de presumir que todo habrá entrado en el orden y debida sumisión. 

Estos cien hombres podrán agregarse al cuerpo que se está formando bajo las órdenes del coronel D. Gaspar de Jauregui. Si V. E. acoge mi oferta, para no perder tiempo en el equipo de los citados cien hombres, tengo dispuesto que el Sr. D. José Antonio Fernández, del comercio de San Sebastián suministre lo necesario, a fin de que se haga efectivo mi ofrecimiento. 

= Dios guarde a V. E. muchos años. Bayona 2 de noviembre de 1833 . = Excmo. Sr. = Juan Luis Brunet."


La Revista Española, 8 de diciembre de 1833

El general en jefe del ejército de observación da parte al ministerio de la Guerra desde Durango, y con fecha de 2 del corriente, de que tiene en movimiento noche y día en diferentes direcciones, todas las fuerzas del ejército a excepción de las guarniciones de Vitoria y Bilbao, con el objeto de concluir la dispersión de los grupos fuertes de los rebeldes de aquella provincia, lo que considera ya casi conseguido, pues huyen a bandadas en todas direcciones ocultando o arrojando las armas. Asimismo dice ha dispuesto que la división del general Lorenzo ocupe a Vergara para abrir la comunicación con el de la misma clase D. Federico Castañón,  a fin de dispersar la principal reunión de los guipuzcoanos que, unidos con los fugitivos de Vizcaya, la mayor parte oficiales, se hallan en Oñate.


Diario balear, 19 de diciembre de 1833

ESPAÑA. 

Madrid 8 de diciembre. 

Partes recibidos en el Ministerio de la Guerra. En el Ministerio de la Guerra se acaba de recibir, aunque atrasado, el siguiente parte.

—Capitanía general de Guipúzcoa.—Escmo. Sr.: La acción del 17 sobre Hernani ha sido de la mayor gloria para las armas de la REINA nuestra Señora, y puede también ser de la mayor importancia política en estas provincias. Una verdadera Sorpresa sobre los facciosos confiados en sus numerosas reuniones sobre Hernani y Tolosa, y extendidos hasta Irún, deshizo acaso en corto tiempo la ilusión falsa con que decantaban la total posesión del país. Llegábanles con este motivo grandes refuerzos de conscriptos, arrancados a la fuerza del seno de sus familias, y era ya de la mayor entidad deshacer en lo posible estas reuniones y destruir los errados conceptos que las circunstancias de nuestra posición daban lugar a fomentar, sin poderlo de ningún modo evitar. 

La celebridad de los días de nuestra REINA ISABEL I I nos animaba también a dedicar en su obsequio en este fausto día el fruto de nuestras fatigas y de nuestro ardiente anhelo por el buen éxito de tan justa causa. En la mañana del 17, poco después de haber amanecido, me presenté de improviso a la vista de Hernani, sin que los rebeldes tuviesen idea de mi sigiloso movimiento; dióles el primer aviso el fuego de su avanzada, y después de algún intervalo se vieron salir algunas fuerzas a ocupar la altura de Santa Bárbara, poco distante de la población. Adelantóse nuestra vanguardia a las órdenes del coronel Jáuregui con ordenes de envolver la altura por su izquierda, mientras que por el camino real me avanzaba yo con la reserva acompañada de la artillería y caballería: ocuparon los enemigos la altura con todas sus fuerzas como en número de 2 mil hombres, dejando .alguna parte sobre el lugar. Empeñóse un vivo fuego que se entretenía por el frente, mientras que nuestra derecha envolvía el cerro. Una sola granada dirigida a él desde el camino real, puso en consternación a tan noveles e inexpertos facciosos y comenzaron a abandonar precipitadamente las alturas que ocupaban hasta su elevada cresta. Una carga de caballería dada bruscamente sobre algunos grupos que se mantenían sobre el lugar, los desalojó de él, mientras que la falda del cerro quedaba cubierta de muertos, heridos y despeñados en su fuga. 

El comandante de realistas Larrañaga, uno de los principales jefes de la facción, quedó muerto en el campo de batalla y su cadáver fue expuesto después al público en la plaza de Hernani para que hiciese la debida impresión sobre los infelices seducidos. Otro comandante llamada Iturriaga fue retirado de la acción muy mal herido, y acabó su vida en Andoáin a muy corto tiempo. Entre los muertos, cuyo número se regula en mas de 100, se encuentran algunos clérigos que acompañaban a la facción. Fue considerable el de heridos, y como 30 el de prisioneros, que hubiera sido muy notable a haber podido salir la caballería del camino real. Halláronse en el pueblo mas de dos mil raciones de pan, otras tantas de carne, y vino en gran abundancia; tomáronse algunos equipajes, efectos, caballos, mas de 100 fusiles, y papeles que no pudieron retirar. 

El espanto les hizo huir en diferentes direcciones, y no es factible que algunos de ellos vuelvan a reunirse. El llamado diputado y comandante general del ejército D. Ignacio Lardizabal, dejó también el pueblo al principio de la acción, sin duda para ir a buscar socorros a Tolosa, y dio el mas ruin ejemplo de su valor y decisión. Nuestra pérdida ha sido de poca importancia por la inutilidad de los tiros de gentes inexpertas; y conseguido el objeto, y después de haber dado descanso a las tropas, y de haber recogido en muchos carros el botín, me replegué otra vez a la plaza de S. Sebastián, desde donde me lisonjeo de poder dar en la primera ocasión nuevas pruebas de lo despreciable de estas facciones, y del valor y decisión de nuestras tropas, dignas del mayor elogio. 

La premura del tiempo, impide dar por ahora los detalles correspondientes, haciendo a cada uno el justo honor a su mérito y esfuerzo en tan señalada jornada. Lo que tengo el honor de comunicar a V. E., para su inteligencia, y que se sirva elevarlo a conocimiento de la REIN A Gobernadora, Dios guarde a V . E. muchos años. 

Cuartel general de San Sebastián 18 de noviembre de 1833.—Escmo. Sr.— Federico Castañón. 


Estado militar de España, 1834

TENIENTES GENERALES 

los Excelentísimos Señores 

...

D. Federico Castañón, 1833

Uniforme el mismo que los Capitanes Generales, pero sin bordado en las costuras, con solo dos órdenes en las vueltas, y las mismas fajas.


Diario balear, 2 de enero de 1834, 

S. M. la REINA Gobernadora, en nombre de la REINA nuestra Señora Doña ISABEL II, se ha dignado promover a teniente general de los Reales ejércitos al mariscal de campo D. .Federico Castañón, nombrándole además segundo cabo de la provincia de Castilla la Vieja. 


Diario balear, 11 de abril de 1834, 

ESPAÑA. 

Valladolid 22 de marzo. 

El capitán general interino a los habitantes de Castilla la Vieja—La juventud madrileña vuela a alistarse en las banderas del honor y de la legitimidad: su entusiasmo y decisión, en el acto de pronunciarse, forma como por encanto, cuerpos enteros de infantería y caballería, y yo no espero menos de la lealtad que siempre distinguió; como primer blasón a las provincias que componen la vasta capitanía general de Castilla la Vieja. Encargado por real orden de 8 del actual para activar, de acuerdo con los subdelegados de Fomento, la formación de la  milicia urbana, según el reglamento y aclaraciones posteriores, hallé en el de esta capital y comisión de su ilustre ayuntamiento energía y celo poco común: nuestros nombres se inscribieron los primeros, y no fue desairado el ejemplo. 

El patriotismo y actividad de los comandantes militares, subdelegados de Fomento y ayuntamientos, en cuyas autoridades delego el cumplimiento de las soberanas intenciones de la REINA Gobernadora, me persuaden a no dudar la rápida creación de una masa numerosa e imponente de milicia Urbana, que diseminada por todos los pueblos situados desde Portugal a las provincias vascongadas, y desde las montañas del Guadarrama al Océano Cántabro, sofocará y destruirá toda clase de enemigos interiores y exteriores,  afianzando la paz y reposo público, primer bien de la Sociedad. 

Castellanos viejos: la apatía hasta aquí observada era efecto de vuestra misma cordura y sensatez, recelando se renovasen aflicciones de odiosa memoria: a fuera escrúpulos: nuestro sabio y paternal gobierno está dispuesto a castigar vigorosamente cualquiera exceso; sea el que fuere el color o pretexto con que quiera cohonestarse. 

¡Infeliz mil veces el que ose alterar el orden! Si, castellanos, os lo repito y aseguro, porque edemas de las rigorosas penas que se le impondrán, será confundido entre la turba vocinglera, infamada con los males que causó a su patria, la mas dispuesta a venderla en todas épocas, sin descubrir mejor desagravio de sus ofensas, que cubrirlas con el desprecio y mas absoluto olvido, además de estar así determinado por la inimitable heroína Gobernadora. 

La obligación exclusiva de todo miliciano Urbano se reduce en compendio a defender hasta la muerte los íncontrastables derechos de ISABEL II con la libertad, propiedad y seguridad pública e individual, desconociendo lo pasado como si no existiera, y obedeciendo ciegamente sin réplicas ni interpretaciones a sus jefes y a las autoridades constituidas. 

Me lisonjea ya el presagio de mandar sus batallones adornados de las virtudes señaladas, que me hallarán el primero en los campos del honor y de la gloria, y el mas fiel amigo y compañero fuera de ellos. Cuento con el pundonor, firmeza y valor de la ilustrada juventud de Castilla la Vieja, seno de las mas célebres universidades del reino, pudiendo estar cierta tanto la milicia actual como la que se forme de nuevo, que si todavía algún malvado tratase de manchar el suelo del Cid, reunido con ella al frente del pendón de ISABEL, nuestros pasos serán multiplicados laureles, el trono dirigido por la inmortal Cristina se consolidará mas y mas; y la gran nación, enteramente libre de la opresión, purgada у vengada de sus autores, coronará nuestras sienes y bendecirá tiernamente nuestros esfuerzos.

Valladolid 13 de mareo de 1834. — Federico Castañón. 

Ídem.—Urbanos de Castilla la Vieja: vuestros compañeros de Vitoria acaban de dar a la patria . singulares testimonios de valor y lealtad: atacada aquella ilustre ciudad en 16 del. actual por hordas numerosas, embriagadas con el furor y el fanatismo, y sedientas de la sangre y pillaje de aquel pueblo fiel, fueron arrolladas y desbaratadas por muy pocos urbanos no organizados, que unidos con menor numero de quintos y soldados de cuadro rivalizaron a porfía en la defensa de sus hogares, propiedades y familias. Admirará al mundo tanta decisión y firmeza: los cobardes opresores desparecieron como el. humo, acostumbrados a presentarse, tan solo a las espaldas de la oposición para sellar sus pasos en suelo indefenso con el robo, el incendio y el asesinato. 

Urbanos de Castilla la Vieja: imitad a los de Vitoria, porque en la posibilidad humana no cabe mas: os hablé el 13, y ahora recuerdo con la emoción, mas tierna el reciente ejemplo de heroísmo por una milicia apenas alistada, y que la historia acaso no ofrecerá igual. Que vengan esos pelotones de bárbaros perjuros, que buscan la vida entre la venganza y el oprobio; el solo nombre de Vitoria basta para ahuyentarlos, y los urbanos.de Castilla la Vieja entre las filas de Isabel, y a las órdenes de Cristina, no hallarán quien les dispute preferencia en las virtudes sociales, y menos en los combates. 

Valladolid, 20 de щагго de 1834, Federico Castañón.


La Revista Española, 17 de abril de 1834

SAN SEBASTIAN, abril 4. = El 30 del pasado por la tarde entró en Arribas el cabecilla Soroa con su compañía y los aduaneros, y en el juego de pelota babia un paisano de Bedayo, al que creyeron espía del brigadier Jáuregui, y sin mas motivo que la sospecha fue inmediatamente fusilado. 

Nos ha ocurrido al momento que hemos sabido esto, el proceder de nuestra comisión militar, y las causas que ha concluido y sentenciado. Instalada por el Sr. D. Federico Castañón hace sobre tres meses, empezó sus trabajos. Luego se juzgó que no estaba conforme al reglamento, y se reinstaló de nuevo hace mas de un mes. Todos creían y esperaban ver resultados de esta segunda instalación, pero se ha sabido que sus repetidas sesiones son para disputar sobre su legalidad o nulidad, mientras los presos, muchos de ellos tal vez probados sus crímenes, están en el castillo. No es de este modo como se intimidan los facciosos. Ellos saben bien la manera de castigar los que llaman delitos, mientras aquí se pasa el tiempo en disputas. No aprobamos con esto la conducta de Soroa y demás caribes sedientos de sangre. Muy lejos de nosotros semejante idea; pero vemos sí que el castigo es necesario. La impunidad aumenta el crimen, y el delincuente no teme. Los leales tienen puestos los ojos sobre la comisión militar, y llaman su atención y aun la de la autoridad, al pronto desempeño de las obligaciones que les están confiadas, y del establecimiento de las comisiones militares, tantas veces encargadas por la Reina Gobernadora y los generales en jefe, como medio el mas eficaz y único para intimidar a los rebeldes. 


El Español, 5 de abril de 1836 

Por un presentimiento de las ventajas que resultan del sistema de los arriendos enfitéuticos las ordenanzas de algunos pueblos han establecido los foros o enfiteusis vecinales, ya para ocurrir a la subsistencia delos naturales, ya para pagar las contribuciones y demás cargas municipales. En el valle de Curueño, en la provincia de León, la ordenanza de cada pueblo de este distrito determina lo que se llama vecindad, operación reducida a señalar en los terrenos, de propios un determinado número de suertes o quiñones, según el número de vecinos. Estas suertes son inacumulables e inalienables. A cada vecino por un canon moderado se le adjudica una suerte, y con el producto del canon que todos pagan se satisfacen las contribuciones y los gastos municipales. 

Alguna vez cuando el producto de estos arriendos enfitéuticos no es suficiente para el pago de las contribuciones, y no hay terreno para dar una segunda suerte a cada vecino, se señala un solo quiñón para todo el pueblo que se llama senada concejil y se cultiva por todos los vecinos, quienes destinan el producto al objeto indicado. Por este antiquísimo y excelente método el valle de Curueño logra pagar las contribuciones y libertándose de los apremios del fisco. 

Prescindiendo de todo raciocinio o teoría que tan mal saborean mis impugnadores, ¿Qué podrán estos oponer a los repetidos datos que la experiencia nos ofrece en favor de los arriendos enfitéuticos para hacer prosperar la agricultura, aumentar los ingresos del erario y acrecentar los capitales de la sociedad?


El Castellano, 14 de agosto de 1836

El comandante general de León fecha 10, al incluir por duplicado el parte que ganando horas mandó del general Espartero relativo a la completa derrota de la facción de Gómez, aprovecha la ocasión para manifestar que D. Isidoro Álvarez Acevedo, comandante de la Guardia Nacional de aquella cuidad el día anterior desde Cofiñal dice: 

Observación de la línea de la izquierda de Valdeburón; recibo el oficio de V. S. en este momento que son las once de la mañana a mi regreso de Tarna, donde pernocté con el comandante de la Guardia movilizada del partido de Riaño y Vega Cervera que con 100 hombres de Nacionales me acompañó.

Las noticias que he adquirido del comandante del regimiento de Almansa acantonado en Tarna, son las siguientes: Que corroboradas por el carabinero D. Felipe Baeza y 4 pasados que obran en mi poder, que él ha podido seducir, son: la vanguardia de Espartero al subir la cuesta de Picones se encontró con los dos regimientos facciosos de la guardia que iban a tomar posesión de aquel punto, y arrojados por ésta, se empezó con denuedo la acción victoriosa en la villa de Boca de Huérgano, y tomando la caballería un infante cada uno a la grupa, les dieron alcance antes de Pedrosa, y desmontándose estos haciendo una descarga a la caballería que sostenía la retirada, entró la confusión y el desorden; y cargando ésta, fue espantosa la carnicería en ellos, no bajando el cálculo de 800 a 1.000 hombres, sin poder calcularse los prisioneros, pues además de los hechos aquel día, los hay en Lois y demás pueblos de la circunferencia.

Los salvaguardias de Zamora y demás caballería se han cubierto de gloria. Villalobos con 80 caballos bajó a Tarna, a cuyo punto habían adelantado su convoy con nuestros prisioneros, y a su llegada cargaron en las caballerías que llevaban y las del pueblo algunos artículos de boca y guerra, dejando en Tarna los restantes, y entre ellos varios cajones de pólvora, perdigones, postas y algunas balas, que diseminado todo por la calle, recogió esta Guardia Nacional para su uso. 

Villalobos tomó la dirección al puerto de Bentaniella con las oficinas de contabilidad, los 80 caballos, y la columna que custodiaba el convoy; mas hallándose en aquel punto y venta o casa de Bentaniella el brigadier Alaiz con la división de su mando, debió cortarles el paso, agregándose a esto que a mi regreso la infantería de esta Guardia Nacional ha oído varias descargas hacia aquel punto, que no hemos podido tomar por la abundante lluvia y trochas montuosas, pero sí cubriremos esto, que no deja de ser interesante por los dispersos. 

El comandante de Almansa no tenia ningún conocimiento ni orden para su movimiento, y pensaba bajar al Infiesto, y cubrir la izquierda de la facción, a no ser que el fuego de que llevo hecho mérito, le haya hecho variar de dirección. En Tarna dejaron 200 fusiles hechos pedazos. Se cree entre los muertos lo sean muchos de León, y entre ellos el famoso Benayas y el presbítero Marchito , á quien dicen cogieron 58 reales con inclusión de Pantaleón el de la Flora, y el Rojo de Trobajo, que va prisionero y herido del brazo izquierdo.


Revista Nacional, 20 de octubre de 1836

A ULTIMA HORA. 

De León con fecha 17 del corriente nos dicen que a las 7 de aquella mañana se tocó llamada para salir la división del general Peon, pero la tropa disgustada no obedeció a sus jefes, diciendo que no saldrían hasta que se les diese calzado y se la pagase lo que se la debía. Se reunieron en la plaza las compañías y quisieron impedir que los tambores siguiesen tocando. 

En ese estado se presentó el general D. Federico Castañón y el Barón Das-Antas: proclamó la tropa al primero de estos por su general, y dio algunos mueras a Peón: aquel admitió el mando, y el Barón Das-Antas los arengó, y fue tal el entusiasmo que produjo que empezaron a dar vivas a las Reinas, Constitución y Libertad retirándose cada compañía a su alojamiento. Mucho se temió al principio un funesto resultado, pero afortunadamente no le hubo. El general Peon no se sabe donde se escondió. Castañón les ofreció darles calzado y sus socorros, y les preguntó sí le seguirían. A lo que contestaron que todos irían hasta perder sus vidas por la Reina Isabel y la libertad: que ellos deseaban batirse, pero no ser engañados como hasta aquí. Se aseguraba saldrían al día siguiente por la mañana a las siete. Se ignoraba donde estuviese la facción de Sanz.


El Castellano, (Madrid). 20 de octubre de 1836

CORRESPONDENCIA DE EL CASTELLANO. 

FUERTE DE SAN ISIDRO DE LEÓN 13 de Octubre, 

A cuatro leguas de esta se halla la facción de Sanz compuesta de 3.000 hombres; estamos decididos a todo trance. Está con nosotros el capitán general, y mañana esperamos la división portuguesa que había salido para Galicia a impedir la entrada de los facciosos en aquella provincia. 


El Castellano, (Madrid). 21 de octubre de 1836

CORRESPONDENCIA DE EL CASTELLANO. 

BURGOS 17 de Octubre. 

Esta noche pasada se ha advertido una viva comunicación, pues han pasado hasta 5 correos y partes, cuyo contenido se ignora. 

La facción de Sanz, según noticias, durmió anoche en Cervera del rio Pisuerga, en retirada de su expedición. Su intento parece ser retroceder al punto de salida, pero acaso no lo llegue a conseguir en vista de la situación de nuestras tropas. 

Ocupada Reinosa y con una brigada en Cubillo, no veo que puedan conseguir su objeto, mucho menos cuando el general Peon les picó la retaguardia y les causó algunos muertos y prisioneros en uno de los puertos entre Leitariegos y Omañas. Además anoche u hoy debió llegar a Palencia la división Narvaez, y en este caso quedan destruidas las intenciones de la' facción, dado caso que se hubiese propuesto seguir la huella a la de Gómez. 

En vista, pues, de las posiciones de nuestras tropas y de la facción, debemos esperar con fundamento un día de gloria para la patria con la completa derrota de la canalla. Temeroso Villarreal de el desastre funesto que amenaza a la facción de Sanz, parece que trataba de intentar otra expedición, pero con mucha oportunidad el general Espartero ha reforzado el ejército de la izquierda, único punto descubierto, y quo a la vez llena dos objetos. 

Los Milicianos movilizados fueron revistados ayer por el señor comandante general y una comisión de la junta de armamento y defensa, con el objeto de elegir entre ellos los útiles para llevar las armas, mandando a sus casas los demás que causaban el mismo gasto sin utilidad. Aplaudimos esta disposición en descargo do la hacienda nacional, de paso que también aplaudimos el buen estado de instrucción en que se hallan.


El Eco del comercio. 21 de octubre de 1836

Sabemos que el gobierno poco satisfecho de la conducta del general Peon por la manera lenta con que perseguía a la facción de Sanz, mandó con fecha 17 de este mes que dicho general pasase de cuartel a Valladolid, a responder a los cargos que se le hicieran, encargándose provisionalmente del mando de la división de aquel el capitán general de Castilla la Vieja don Antonio María Álvarez, cuya decisión y actividad lo presentaba como digno de toda confianza.


El Eco del comercio. 23 de octubre de 1836

BURGOS 19 de octubre. =El general Espartero ha venido a situarse a Pancorbo con varios batallones, y se cree sea con el objeto de estar mas inmediato a operar contra Sanz, de resultas del movimiento retrógrado que hizo este perseguido por Peon. 

Por las últimas noticias sabemos que la brigada portuguesa se hallaba en Astorga, y que la facción de Sanz se había dirigido hacia la Pola. Sí hay buena combinación debe ser batida. 

Castañeda salió de Santander a la cabeza de 1.000 hombres, y esperamos de su intrepidez que hará desaparecer y vuelva a sus antiguas guaridas de Vizcaya el cabecilla Castor. 

El capitán general de Castilla la Vieja, desde Otero de Curueño en 18 del actual, manifiesta que aquella mañana había salido la brigada auxiliar portuguesa de Boñar con dirección a León, y su columna hacía su marcha desde Mata de la Riva a la misma ciudad, quedándose aquella en el intermedio del camino a dos y media leguas de Ambas-aguas. 

VALLADOLID, 16 de octubre = El Excmo. Sr. capitán general con fecha de ayer a las once de la noche desde León dice a S. E. el 2.° cabo que los rebeldes de Sanz habían llegado entre dos y tres de aquella tarde a la Robla, recogiendo todos los paisanos con picos y palas, cuyo objeto se ignoraba: que pidieron 140 raciones a todos los pueblos inmediatos, aparentando así tener mayor fuerza. Parece que su maniobra es dirigirse a Boñar para obrar desde allí, según aquella situación les ofrece el poder penetrar hacia la parte de Cervera para volver a sus guaridas.

El general en jefe del ejercito auxiliar portugués había entrado, en aquella ciudad al mediodía con parte de su infantería y caballería y una batería, esperándose al día siguiente el grueso mayor de dicho ejército procedente de Astorga.

S. E. pensaba salir con 600 hombres del ejército nacional, y llevando los cazadores y lanceros portugueses para atacar al enemigo, si es que no retrocede hacia Asturias, y aun pensaba hacerlo en aquellos momentos si el general en jefe portugués se conformaba, por si lograba sorprender a los rebeldes al amanecer, aunque de todas maneras tenia intención de emprender su movimiento con las cortísimas fuerzas que tenia, ejecutándolo en cuanto las circunstancias lo permitiesen.

IDEM. =A estas horas, que son las diez y media, no se ha recibido noticia alguna del Excmo. Sr. capitán general, y es muy verosímil que habiendo salido S. E. de León, como manifestaba en su último oficio, se retarde la llegada de sus avisos por la mayor dificultad en las comunicaciones.

De las provincias no se sabe cosa alguna de importancia, y solo el comandante general de Santander, en fecha 13 del corriente, dice al Excmo. Sr. segundo cabo lo siguiente;

Uno de los asuntos que ocupan incesantemente a la junta de armamento y defensa y autoridades de esta provincia, es la movilización y organización de la Milicia nacional; pero ocupado este distrito en su parte oriental por el cabecilla Castor, y la suma falta de recursos pecuniarios, han paralizado tan esencial requisito; ayer salió de esta plaza una columna al mando del señor coronel Castañeda, comandante general, á destruir aquella primer causa, y con respecto a la segunda se están dando por la citada corporación las disposiciones oportunas para establecer arbitrios : no dudo se obtendrán ambos objetivos para llevar á efecto el que nos proponemos, para cuya realización puedo asegurar a V. E. nada omitiré por mi parte, así como para defender esta capital hasta, sepultarme entre sus ruinas, en todo caso que los facciosos intenten atacarla, de lo cual, la juzgo muy distante.»

IDEM 17. =El Excmo. Sr. segundo cabo de esta capitanía general acaba de recibir del comandante general de Palencia el oficio que con fecha dé ayer dice lo siguiente :

«Por un parte que acabo de recibir del juez de primera instancia de Saldaña se que la facción de Sanz en número de 2.600 hombres pernoctó el 14 en Boñar : y por otro del subdelegado de policía de Carrión se avisa que habían pedido raciones desde Riaño a Guardo en el mismo día 14.

«Lo participo a V.E. para su conocimiento, habiendo despachado extraordinario al general en jefe del ejército del norte. "

ÍDEM 18.=El Excmo. Sr. segundo cabo ha recibido comunicación del comandante general de León, fecha 16 del corriente, en que participa que el Excmo. Sr. capitán general había llegado el 16 al anochecer a Lugán, al mismo tiempo que la facción de Sanz lo hacia a Boñar, distante dos leguas. S: E. pensaba atacarla con 700 hombres que llevaba á sus inmediatas órdenes, en la mañana de dicho día 16, apoyado en una brigada portuguesa, compuesta de dos batallones, cíen lanceros y una pieza rodada, al mando del Excmo. Sr. barón del Valle ; cuyos resultados esperaba saber dicho comandante general de León en todo aquel día de su fecha.

IDEM 19. =.El Excmo. Sr. segundo cabo ha recibido hasta hora, que son las siete de la mañana, comunicación de .S.E, el capitán general, en que dice que habiéndose puesto en marcha desde la posición que ocupaba el 16 a batir al enemigo en Boñar, al aproximarse a las once del día supo su fuga, en cuyo caso ordenó a los cincuenta caballos del escuadrón 2.º ,Voluntarios de Castilla, al mando de su acreditado comandante don Blas Moran, se precipitara al pueblo, según lo ejecutó, y continuó contra una gruesa observación de su retaguardia, dándole varias cargas, retirándose el enemigo precipitadamente, en términos de no haber podido ser alcanzado por un escuadrón de lanceros portugueses, que al mando de su bravo comandante Mascareñas rompió al escape en sostén de Morán hasta Vegamián, a cuyo punto llegó S.E. con la infantería fatigada y sobre agua. 

Los rebeldes tenían dispuesto racionarse allí, más no creyéndose seguros, se retiraron aceleradamente hacia Lillo. El resultado de estas cargas y persecución ha sido cogerles ocho hombres entre prisioneros y presentados, matarles uno, quedando, en nuestro poder ocho fusiles y siete lanzas, sin pérdida alguna de nuestra parte.

La facción se ha dirigido por el Puerto de S. Isidro a entrar otra vez en Asturias, según los últimos avisos de confidentes que había recibido S. E. el 17 a las nueve de la mañana, a cuyo comandante general ha dado los avisos oportunos para que procure contenerlos, 


El Eco del comercio. 25 de octubre de 1836

VALLADOLID 20 de octubre. S. E. el segundo cabo de esta capitanía general acaba de recibir a las once del día de hoy comunicación del Excmo. Sr. capitán general desde Otero de Curueño en fecha del 18, a donde había pasado para conferenciar con el teniente general D. Federico Castañón, que se había encargado del mando de la división del general Peon, por voto general de la misma y se dirigía a buscar por puntos cuya rectificación deseaba dar S. E. para que la persecución fuese productiva de buenos resultados. 

Se habían presentado al señor capitán general cuatro individuos  procedentes de la facción, separados el día que aquella había sido perseguida por S. E. , y declaraban que iba con muchas bajas, respecto de las fuerzas con que había salido de Vizcaya; y con bastante desaliento; pero que aunque su dirección era por el puerto de S. Isidro hacia Asturias, el objeto de sus maniobras se reducía a vagar por donde le fuese posible hasta verificar su reunió con la facción de Gómez en Castilla, para fomentar y sostener la revolución en este país. 

Las tropas portuguesas que habían salido a proteger el movimiento de los setecientos hombres que llevaba el capitán general, se han situado en León; y los movimientos de las fuerzas que lleva a sus órdenes el general Castañón, después de la conferencia con S. E. , serán activos y eficaces, según los deseos que el expresado señor capitán general manifiesta al Excmo. señor segundo cabo. 

Un parte recibido del comandante general de Palencia dice que la facción había pedido a Guardo 10 D. raciones; pero que el día l7 todavía no se había presentado allí ningún rebelde. 

Por el correo de Burgos no se ha recibido noticia alguna de la menor novedad de las provincias limítrofes al teatro de la guerra. De las demás provincias tampoco hay ocurrencia alguna en el orden y pública tranquilidad que se disfruta.

IDEM 21. El Excmo. capitán general con fecha 19 desde Otero de Curueño, dice a S.E. el segundo cabo que a media mañana de aquel día había llegado allí el general Castañón con tropas de las de su mando, el cual había salido el día antes desde León para dirigirse en busca del enemigo. S. E. el capitán general habló a cada uno de los cuerpos en particular formados en masa, y ha sido correspondido con vivas del mayor entusiasmo y resolución que los anima de batirse y destruid a los rebeldes en cualquiera parte donde pudieren ser hallados. 

La división dividida en dos brigadas, ha marchado la primera a las órdenes del general Castañón por los puertos de Tarna y S. Isidro, a seguir detrás del enemigo, que el 18 había salido de Felechosa en dirección del Infiesto. La segunda a las órdenes del coronel Mir se dirigía desde la Pola de Gordón sobre la carretera real de Oviedo hacia el puerto de Pajares, y a la cual S. E. pensaba reunirse en todo el día 20, siendo el objeto de esta brigada ganar la capital de Asturias lo mas pronto posible, por si el enemigo intentaba apoderarse de ella, o correrse según la dirección que llevase. 

Gobierno político de la provincia de Oviedo. Excmo. Sr. : A las cuatro de la mañana del día de ayer tuve el honor de despachar a V. E. por caminos extraviados un extraordinario por conducto del jefe político de León, que supongo haya llegado a manos de V. E. , según las noticias que acabo de recibir por los espías que tengo apostados en diferentes direcciones, y que aseguran haber pasado aquel sin novedad el puerto de Pajares : En él manifesté a V. E. la entrada de la facción de Sanz en la provincia y su dirección a la capital, adonde llegó antes de ayer a medio día. 

La valiente guarnición, compuesta del batallón de Pontevedra, de la Milicia nacional, carabineros y algunos soldados de las divisiones de Espartero y Peon, que quedaron rezagados o enfermos, cuyo número total apenas compondría una tercera parte del de la facción, se cubrió segunda vez de gloria, haciendo una resistencia vigorosa, disputándoles palmo a palmo las calles de la ciudad, y sosteniendo con tesón las casas fuertes de la misma. 

Los enemigos se retiraron a las siete de la noche hacía la Pola de Siero, dejando las calles de Oviedo cubiertas de cadáveres: su pérdida excede de 200 hombres; la nuestra es sensible, y aunque mucho menor, digna de llorarse por las familias que quedaron en la orfandad, de que haré a V. E. una enumeración cuando esté mas tranquilo.

La facción del país que dije a V. E. ocupaba este punto ; cuyo número ascendía ya a 40 hombres, fue abatida y dispersada en la tarde de ayer por 11 milicianos nacionales de Mieres, al mando de su digno comandante don Juan Valdés, que la acometieron denodadamente en la carretera, matando dos facciosos, hiriendo varios, y ahuyentando a los demás con su cabecilla a guarecerse en los montes. 

En la noche de anteayer esta facción se había corrido hasta mas allá del puerto de Pajares; y aunque el correo general viviente, según la orden dada por el administrador principal de correos, que me acompaña, se había retirado a un lado de dicho puerto a cubierto en lo posible de los rebeldes, dieron con los conductores y se llevaron las valijas y caballos que hasta ahora no pudieron recuperarse a pesar de la persecución y de las diligencias que practicó el mismo administrador en persona, sí bien confío que todavía se rescatarán por el resultado de las disposiciones que he tomado.

Hallándome anoche en el punto desde el cual dirigí a V. E. el anterior extraordinario, recibí aviso de qué una columna de las tropas de S. M. se aproximaba por la carretera y en el momento dispuse que se le preparasen raciones y todos los recursos posibles en este pueblo. Acabo de llegar a el a las ocho de la mañana, y tengo la satisfacción de decir a V. E, que están prevenidas ya las raciones, y recolectados todos los zapatos y alpargatas que se pudieron hallar, de manera que las tropas podrán continuar su marcha sin detención a la capital.

Este será un refuerzo muy a propósito; pues según noticias, aunque no oficiales ni seguras, la facción retrocedía en el día de ayer hacia Oviedo, movimiento que podrá costarles caro, atendiendo a que, y según otras noticias que recibo, el general don Federico Castañón con otra columna estaba ayer en el Concejo de Aller, desde donde puede correrse directamente por Laviana y Langreo a la misma Pola de Siero, y colocarse a retaguardia de aquella. 

Dios guarde a V. E. muchos años. Pola de Lena 21 de octubre de 1836. Excmo. Sr.=Ramon Casariego. 

P. D; En este momento, que son las once.de la mañana, llega la columna de que va hecho mérito, compuesta de 100 infantes y 125 caballos. Se está racionando y sigue al momento a Oviedo: la manda el coronel del regimiento de Castilla 16 de línea, don Miguel Mir. —Caríego.—.Sr. secretario de estado y del despacho de la gobernación de la península. 

Asturianos : La facción enemiga, comandada por Sanz, tan osada como impotente, halló ayer por segunda vez su exterminio a las puertas de esta capital. La generosa, como valiente y decidida guarnición, cuya fuerza numérica es una tercera parte de la del enemigo, hizo multiplicados prodigios de valor, y nada me ha dejado que desear. No puedo ocultaros que vertí lágrimas de placer al contemplar su arrojo y decisión. A los pechos de los bravos no arredra esa canalla, que solo intimida al indiferente espectador de las glorias de la patria. E1 malvado huyó precipitadamente de la vista de apuestos guerreros, de quienes recibió por premio de su obstinación la muerte y un fatal desengaño. Vuelvan una y mil veces a preparar el robo e incendio de nuestros hogares, que otras tantas sabrán expelerlos los verdaderos hijos de la libertad. De hechos tan heroicos toman ejemplo todos los buenos, y el enemigo perecerá. 

Oviedo 20 de octubre de 1836. El brigadier comandante general —Alonso Luís de Sierra. ( Gaceta extraordinaria.) 


Revista nacional, 27 de octubre de 1836

Comandancia general del Principado de Asturias

Excmo. Sr. : Habiendo llegado en la mañana de ayer a esta capital los Excmos. señores capitán general del distrito y teniente general D. Federico Castañón con las tropas de su digno mando, y después de un corto descanso, emprendieron su marcha al puerto de Gijón, en el que la facción rebelde había pernoctado la noche anterior: a las dos leguas de esta tuvieron noticia de que los rebeldes habían salido con dirección a la villa de Avilés, por lo que nuestra división torció su ruta hacia dicha villa. A estas horas, que son las doce, acabo de saber por algunos pasados y paisanos confidentes que los enemigos habían dormido muy tranquilos en la expresada villa: mis vigías no han cesado de darme avisos del fuego vivo que habían sentido hacia aquella parte, y espero de un momento a otro tener la satisfacción de poder anunciar a V. E. que la facción de Sanz no existe: el fuego ya no se percibe. 

Lo que tengo la honra de participar a V. E. para su satisfacción. Dios guarde a V. E. muchos años. Oviedo 25 de octubre de l836 . = Excmo. Sr. = Alonso Luis de Sierra.=Excmo. Sr. Secretario de Estado y del Despacho de la Guerra.


El Correo nacional (Madrid). 21 de febrero de 1840

En 1833 el comandante general de Guipúzcoa D. Federico Castañón y Lorenzana, no tenia bajo sus órdenes mas que una parte del regimiento de San Fernando y muy pocas, o ningunas municiones de guerra; Solá, que mandaba en Navarra apenas podía disponer de algunos soldados y la Vizcaya no poseía ningunas tropas; ¡ qué diferencia tan inmensa de entonces a hoy! Ahora desde Vitoria a Irún, desde Valcarlos a Logroño, y desde Santander a Bilbao, están los pueblos y las aldeas ocupadas por las tropas de la Reina y por todas partes se alzan fuertes murallas y toda especie de fortificaciones. 

Si a los que viven en el mundo se les debe el respeto y la consideración, a los que están en la tumba, se les debe la verdad. Bajo este principio diré, que el general Castañón no tenia ni el talento militar ni la firmeza de carácter que necesitaba para desempeñar debidamente la grande misión que se le había encomendado, y además las disensiones que estallaron entre él y Solá, virrey de Navarra, imposibilitaron la unidad de las operaciones, la energía, y la actividad que eran tan necesarias para suplir la falta de tropas que debían combatir contra los insurreccionados. A esto añadiremos la habilidad que desplegaron en aquella época algunos jefes carlistas que tuvieron por objeto engañar a los habitantes; y entre los numerosos ardides de que entonces se valieron, me limitaré a decir que hicieron correr la voz de que el general Saarsfield seguía una correspondencia con D. Carlos, y que si había aceptado el mando de las tropas de la Reina, era con el objeto de asegurar el triunfo del pretendiente. Estas mentiras que con tanta habilidad supieron esparcir, unieron al ejército carlista, un gran número de combatientes. 


Gaceta de Madrid, núm. 2581, 3 de noviembre de 1841

Habitantes de la provincia de León: 

El brigadier Orive, coronel del regimiento Reina Gobernadora, hoy Cazadores de Isabel II, después de haber protestado en Salamanca en unión de las demás autoridades su fidelidad y adhesión a S. A. el Regente del Reino y su Gobierno, faltó pérfida y traidoramente a sus deberes, y saliendo furtivamente de dicha ciudad, fue a encontrarse en el pueblo de Morales de Toro con dos compañías de su regimiento, a las cuales sedujo, y constituyéndose en abierta rebelión trata de secundar la alevosa sublevación militar que ha tenido lugar en algunos puntos de las provincias del Norte, buscando abrigo entre sus pérfidos compañeros. 

Este suceso excitó, como es natural, la vigilancia de las autoridades de esta capital, que reunidas a impulso de un mismo sentimiento, acordaron constituir una junta de armamento y defensa que atienda a la conservación del orden, protección de las personas e intereses de la provincia y persecución incesante de aquellos traidores. 

En consecuencia, y además de las medidas que ha tomado incontinenti para la seguridad de la capital y hostilización de las pocas fuerzas que el traidor Orive ha podido reunir, acuerda las disposiciones siguientes: 

Articulo 1.ª La Milicia nacional de la provincia hostilizará en todas direcciones al ex-coronel Orive y fuerza rebelde que acaudilla, ya en masa o en detalle, según la fuerza que en cada punto puedan reunir sus jefes, poniéndose de acuerdo éstos y las autoridades de quienes dependan, cortándoles todas las comunicaciones, privándoles de las subsistencias, apoderándose de los rezagados, y no omitiendo cuantos medios y recursos de persecución les sugiera su celo y patriotismo. 

2.ª Al efecto la junta declara movilizada toda la Milicia nacional de la provincia, abonándose el haber diario marcado por ordenanza a sus individuos desde el momento en qué salgan de los pueblos de su domicilio en persecución de los rebeldes. 

3.ª La de esta capital queda movilizada desde esta fecha por el servicio eminente y extraordinario que está prestando a la causa de la libertad. 

4.ª Los alcaldes constitucionales y pedáneos vigilarán escrupulosamente y bajo la mas estrecha responsabilidad respecto de cualesquiera persona sospechosa que transite por los distritos de su respectivo mando, protegiendo y auxiliando a los que hayan abandonado las filas de los rebeldes y persiguiendo, deteniendo y arrestando a estos. 

5.ª Los mismos alcaldes y pedáneos darán parte a esta junta de la aproximación de cualesquiera fuerza militar, informándose de su procedencia y dirección, valiéndose para ello de propios a la ligera, que no deberán tardar mas que una hora por legua. Al que fuere omiso en este interesante particular se le impondrá la pena severa proporcionada a las circunstancias de la falta. 

6.ª Todo aquel que directa o indirectamente, de palabra o de hecho, o de cualquiera modo que sea, propale especies, coopere o auxilie los movimientos del rebelde Orive o a la execrable causa que los motiva, será inmediatamente arrestado por los mismos alcaldes o cualesquiera otra persona en caso de infraganti y conducida ante esta junta para ser sin demora entregada al tribunal competente. 

7.ª Los alcaldes constitucionales en el momento que reciban esta circular la comunicarán a los pedáneos, publicándola estos en concejo pleno, y fijándola en los parages de costumbre, dando los primeros cuenta a esta junta de haberlo verificado. 

Leoneses: 

En el seno de la paz, y cuando se abrían todas las esperanzas a los goces de la prosperidad y ventura, unos cuantos trastornadores sin prestigio y sin fuerza han alzado una bandera que solo recuerda días de opresión y de envilecimiento. Pero la rebelión está vencida , su maquiavelismo descubierto, y sus principales caudillos entregados ya a la acción de las leyes. Agitándose apenas en los sacudimientos de la agonía en puntos miserables y aislados, la desesperación conduce errante al coronel Orive. Si arrastrado por ella intentase hollar con su inmunda planta el suelo de esta pacífica provincia, nunca manchada con la traición ni con la rebeldía, en él hallará su último exterminio, porque la junta creada solo con el fin de centralizar la fuerza pública en justa defensa de sus administrados, vela por vuestro reposo, leoneses, y ha tomado las medidas mas enérgicas, para que no se turbe un solo instante, y pronto la rebelión deshecha como el humo y mas pronto, la ráfaga imperceptible del rebelde Oribe desaparecerá para siempre, renaciendo la paz y bienandanza , consecuencia precisa del triunfo de las instituciones liberales, simbolizadas en toda su pureza en la Constitución de 1837, el trono de Isabel II y la Regencia del invicto Duque de la Victoria. 

León 17 de Octubre de 1841. = José Pérez, gefe político. = Juan Nepomuceno Montero, brigadier comandante general. = Joaquín H. Izquierdo, intendente.  Pedro Miranda, director general do Caminos.=Juan de Mata Alvarado, juez de primera instancia. — Pedro María Hidalgo, diputado provincial. = Antonio María del Valle, diputado provincial. = Mauricio González, alcalde primero constitucional. = Agustín Pio Téllez, diputado provincial. = Nicasio Villapadierna, diputado provincial.=Pedro Canseco, teniente coronel, alcalde segundo constitucional.=Mariano Acebedo, diputado provincial. =Juan Selva, regidor del ilustre ayuntamiento. = Manuel Morán, coronel, comandante de la Milicia nacional de infantería. = Tomas Rodríguez, diputado provincial. = Carlos Aguado, regidor del ilustre ayuntamiento. = Juan Herrero, diputado provincial. = Esteban Manuel Morán, comandante de la Milicia nacional de caballería. = Patricio de Azcárate, secretario.


El archivo militar, 27 de abril de 1842

¿Queréis, sino una prueba ? Hela aquí : sus nombres os la darán. Don Colomán Castañón capitán graduado e hijo del veterano y respetable general difunto don Federico Castañón ; tomó las armas muy niño en los chapelgorris de Guipúzcoa. Todavía llora en tierra extraña la perdida patria. Don José María Chicarro, hijo de un anciano teniente de navío tomó las armas voluntario y niño al empezar la guerra. De siete hermanos que tuvo tres perecieron por la patria en el campo del honor, y uno capitán sirve hoy la tesorería de rentas de Lugo con una pierna de menos que le llevaron los facciosos. Pero el fiscal no se contenta con tan poco; quiere cercenar la cabeza al hermano de la ciudadela. Su compañero don N. Urrutia también es voluntario y Arguelles también lo era pero la muerte le arrancó antes de que le perdonaran los hombres; la metralla que vomitaba el castillo de Morella hacía ceniza al mismo tiempo a otro hermano suyo oficial del 16 de línea. 

¿Y son estos los jóvenes que se quiere fusilar? ¡ horror horror y todavía horror ! ¿En donde estamos ? Pero hay mas, mucho mas. Estos mártires de su fe política emigraron a Francia, y después de arrastrar por largo tiempo el peso de la proscripción dieron con placer que la amnistía publicada después del convenio de Vergara les abría las puertas de su amada patria y probablemente las de la gloria que esperaban ir a coger en los campos de Aragón, teatro aun de la nefanda guerra. Inflamados de tan nobles sentimientos consultaron con el Cónsul, que era a la sazón don Agustín Gamboa; le pidieron pasaporte, y que los declarase comprendidos en el solemne perdón. El Cónsul entiende que está en su derecho y les da lo que piden. ¿ En nombre de que principio, que interés tan grande aconseja burlar esta santa garantía.

Sin embargo de esto va a hacer dos años que los infelices Chicarro y Urrutia fueron sepultados en una mazmorra como insignes criminales: Castañón tuvo la fortuna de escapar otra vez a las pesquisas de los esbirros. En setiembre la junta de la Coruña a petición del pueblo puso a los dos primeros en libertad declarándolos ilimitados. ¿No era este un poder supremo? ¡ Todavía otra infracción...! Sumergidos de nuevo en un calabozo cuando tantos malvados se pasean con la frente erguida fueron arrastrados entre bayonetas de pueblo en pueblo hasta la ciudadela de Valencia. ¿Qué se quiere ? ¡Muerte! dice el fiscal, 


El Heraldo, 14 de enero de 1847

Se lee otro dictamen en que la comisión propone que se apruebe el acta del distrito de Riaño, provincia de León, y que en vez de admitir a don Mariano Álvarez Acebedo, que fue proclamado en el escrutinio, se admita a D. José Cachero. qué resulta por mayoría, contándose los votos de una sección cuyo secretario no pudo presentarse a la junta general por causa de las nieves.


Eco del Comercio, 6 de abril de 1847

Señores redactores de la prensa liberal:

=Muy señores míos: 

Deberes sagrados me obligan a suplicar a vds. den cabida en su apreciable periódico la denuncia de los siguientes hechos: 

Probados están y reconocidos por las cortes los abusos y suplantaciones que tuvieron lugar en la sección de Boñar, y motivaron la nulidad de las elecciones del distrito de Riaño. 

La impunidad do tan escandalosos excesos alentó a los partidarios del apoderado de Mon y Pidal, que pudo conseguir desmoralizar la sección de Almanza, entonces campo neutral, y que en estas segundas elecciones ha puesto en ejecución las tropelías e injusticias cometidas y reproducidas por la de Boñar con general escándalo de electores y no electores del distrito. 

Dio principio por intentar coacción el jefe de rentas y juez de primera instancia de Sahagún, recomendado de un modo exigente para diputado el escribano don Gabriel Balbuena; suplantáronse cartas haciéndolas públicas en el país, diciendo en ellas que la familia del candidato don Mariano Acebedo era descontenta de su presentación como candidato con el fin de resfriar la amistad; añadióse que a pesar de llevar las simpatías dicho señor Acebedo no conseguiría el país su objeto. Al efecto se ejecutaron, hollando la ley y el gobierno representativo , los desmanes que, por su trascendencia me veo precisado a exponer al público. 

Al instalarse la mesa provisional, el presidente hermano del candidato Cachero, nombró las personas que podían cooperar a la falsificación negándose a las protestas que varios electores mas jóvenes y mas ancianos hicieran de pertenecerles por ley. 

Convencido de que legalmente no podía obtener el triunfo, desatendió las justas reclamaciones resultando con mayoría para la mesa definitiva los candidatos que a él le acomodaron, sin sonrojarse de que los electores y público espectador habían oído de su boca haber obtenido mayoría los que presentaban al señor Acebedo. 

Inútil fue esforzar las razones que exigían un nuevo escrutinio; el presidente mofándose de los espectadores rasgó las papeletas, e introduciéndolas en su sombrero se hizo caballero cubierto dando orden para que se prendiera al señor de Acebedo porque instaba se cumpliera la ley, y se deshicieran las equivocaciones, que la casualidad u otra causa habían producido. 

Los electores conociendo que la idea no podía ser otra sino reproducir la suplantación anterior, se abstuvieron de volar en número de treinta y siete. Mientras esto sucedía en la mesa de Boñar, el candidato Cachero a la vista de la de Almanza consiguió perpetrarse iguales atentados que protestaron cuarenta y uno electores de la sección componiéndose su total de ochenta y tres, habiendo entre muertos enfermos y ausentes una octava parte. 

Si solo hubiera sido perjudicado el candidato señor Acebedo, estoy convencido de que sumamente satisfecho guardaría con él el entusiasmo y buena acogida que ha tenido y tiene en todo el país; pero cuando uno de los mas sagrados derechos del ciudadano ha sido hollado y la moral pública encarnecida, deber es de todo español pedir se escarmienten tamañas ilegalidades, que tanto ofenden a las instituciones que nos rigen: debiendo manifestar en obsequio de la verdad que las simpatías que en el distrito do Riaño goza el señor Acebedo no son solo hijas de la opinión; ni de los muchos servicios que ha hecho a sus habitantes; sino también de recuerdos de los de sus mayores que han presenciado la mayor parle de los electores incluso el que tiene el gusto de ofrecerse a vds. S. A .S. Q. B. S. M.

A Vecilla 2 de marzo 1847.—Lino Robles Montarroso.


El Español, 21 de diciembre de 1847 

CORTES

CONGRESO.

PRESIDENCIA DEL SEÑOR MON.

Sesión del día 20 de diciembre.

Se abre a las dos y cuarto.

Hállanse presentes en el salón 43 señores diputados. Se lee y aprueba el acta de la última sesión. Se da cuenta de una comunicación suscrita por don Mariano Álvarez Acebedo, y el Congreso acuerda que se pidan antecedentes.

ÓRDEN DEL DIA.

Dictámenes de la comisión de actas.

Leídas por un señor secretario los artículos 123 y 124 del reglamento, dice :

El Sr. PRESIDENTE: No pudiendo prolongar un discurso sin permiso del Congreso, mas tiempo que el que dura una sesión, y habiendo quedado el señor Ordax pendiente del uso de la palabra en sábado último, va a preguntarse si podrá continuar el referido señor diputado.

Hecha la pregunta por un señor diputado se acuerda qué sí. 

El Sr. ORDAX: Señores, en la última sesión probé con la ley electoral en una mano y las actas en otra, que la elección del distrito de Riaño no debe aprobarse. Probé por medio de documentos auténticos presentados en la mesa y legalizados en debida forma, que la elección se había falseado en los pueblos de Boñar y Avecillas, no solo al constituirse interinamente la mesa, sino al proclamar el escrutinio para formar la mesa definitiva. Esto probé el sábado, y llamé la atención del Congreso acerca de un acto político tan importante.

La comisión ha cometido un tercer error al defender su dictamen, apelando para explicarlo a una conjetura tanto mas grave cuanto es ofensiva a hombres morales, honrados y probos, que están siempre acostumbrados a responder de cuanto dicen. 

La comisión, señores, comete una suposición que no puede menos de ser injuriosa al indicar quo esas reclamaciones que se presentan en el acta han podido ser amañadas por parte de los resentidos y amigos del señor Acevedo. Señores, en el Congreso existen antecedentes que demuestran, quo los amaños no se emplean por los partidarios del señor Acevedo, sino por los del señor Cachero, como en la legislatura anterior demostró una comisión que lo declaró en su dictamen de entonces. Pónganse de acuerdo la comisión de entonces con la comisión de ahora. Sepamos a cuál de ellas hemos de dar crédito. Los antecedentes, como he dicho, están a favor de la creencia de que los amaños no se cometen por parte de los amigos del señor Acevedo. Además, señores; el señor Acevedo será siempre diputado por el distrito de Riaño, aun contra la voluntad y la acción del gobierno, siempre que no se emplee la fuerza o la suplantación. El señor Acevedo es de una de las familias mas ilustres del país, uno de los primeros hacendados, seis veces nombrado diputado provincial, caudillo decidido del trono de Isabel II, durante la guerra; será diputado siempre que no se empleen los gendarmes o la falsificación. 

Si el Congreso quiere ser consecuente consigo mismo, no puede menos de fallar hoy como falló el año anterior sobre el mismo asunto. No hay defensa posible para ese dictamen, que se ha puesto por que se ha puesto, y no necesito dar razones de esto; las personas interesadas en ese dictamen me comprenderán, y es seguro, qué poniendo la mano sobre su conciencia, fallarán lo mismo que yo fallo. 

Señores, en León no hay gobierno; en León no se conoce mas voluntad qua la de determinadas influencias: allí siempre sucede lo mismo ya se nombren concejales, ya diputados provinciales, ya en fin diputados a cortes; y sucede lo mismo porque la impunidad alienta a los que no hacen caso de las leyes, y lo mismo seguirá sucediendo hasta que vean un ejemplo de moralidad y de justicia, y a esto está llamado hoy el Congreso: es indispensable que esa acta se deseche, se anule, y se mande a León una comisión que averigüe, procese y castigue, cuyo acto dará aliento a aquellos pueblos, regidos hoy por el capricho de unos pocos influyentes. 

El Congreso ha oído ya y comprendido que el acta de Riaño no es un asunto local, tópico, sino nacional y altamente político, porque se roza con el prestigio y la dignidad de este respetable cuerpo. He dicho.

El Sr. BALBUENA: No molestaré la atención del Congreso, porque ya está fatigado de esta discusión, y porque no tengo las dotes oratorias que se necesitan para contestar al señor Avecilla. 

Contra las elecciones de Riaño se dice en primer lugar, que la formación de las mesas no fue conforme a la ley electoral. El artículo 40 de la misma ley dice: (lee). Este artículo ha sido cumplido. 

Constituidas las Mesas, según la ley electoral previene, quisiera yo que me dijera el señor Ordax de Avecilla, qué es lo que se puede decir contra este acto Se habla de la presentación de usa protesta del partido de Boñar; pero no consta que sea cierta la reclamación de algunos electores, pidiendo la confrontación de las papeletas. Además, ¿a qué había de cometerse una ilegalidad por solo dar dos votos mas a Cachero, cuando tenia sobe Acevedo una mayoría inmensa? Esto hubiera sido inútil y además todas las informaciones están mal hechas, sobre todo habiéndose hecho fuera del distrito: como por ejemplo, la que se hizo ante el juez de primera instancia de Avecillas, viéndose entre los reclamantes las firmas de muchos que ni siquiera son electores.

No sé, señores, por qué tanto se levanta la voz sobre ilegalidades cometidas en las elecciones de Riaño; y sino fuera por resucitar escenas desagradables podría muy bien poner al Congreso al corriente de ciertos hechos que no podría menos de fijar su atención sobre ellos. Por consiguiente está bien demostrado qua el acta de Riaño, es válida ahora, y lo fue antes. 

El Sr. ORDAX AVECILLA rectifica ligeramente.

El Sr. FERNÁNDEZ BAEZA: Al tratar de tener que aplicar la ley, no reconozco partidos y mucho menos personas; asique sea cual fuere la causa que defienda, tomo la palabra por la convicción íntima que tenga tanto moral como legal.

Tratándose de conciliara dos amigos como son los señores Cachero y Acebedo personas a quienes aprecio; Acebedo manifestó delante de mí, que para evitar cuestiones lo mejor era que en la mesa de Riaño en que Acebedo tenia mayoría absoluta, se permitiera que hubiese dos secretarios de Cachero, aunque no fueran electores a trueque de que se cerciorasen de que la votación sea legitima; así como en la mesa de Boñar hubiese otros dos secretarios que perteneciesen a Acebedo, y de este modo en uno y otro punto hubiera quien legalizase la votación. Esto se dijo, delante de mi, y el adversario no lo negó. El uno confiaba en que tendría mayor número de electores, y el otro confiaba en la mesa.

Y regla general, señores, cuando la ley quiso evitar el fraude, prueba que lo suponía, Digo que la ley quiso que fueran los escrutadores de diversas opiniones o afiliados a distintas candidatos, porque suponía, o mas bien de hecho creía que era muy probable hubiera fraude.

Paso a la prueba legal, y veamos, señores, lo que la conciencia privada, poniendo cada uno la mano en su pecho, le dicta. En Riaño, donde en tres elecciones sucesivas ha tenido mayoría Acevedo; en donde se admitió como secretario a uno de los afectos a Cachero, no ha sospechado ninguno de su elección, y tenemos en él, 63 votos a favor de Acevedo: vamos a ver si legalmente tenemos en Boñar 38 votos, y habremos probado que ha sido electo diputado. Yo bien sé que son electores todos los que teniendo derecho de votar quieren usar de él, y comprendo también que aunque haya 1.000 electores, si no quieren hacer uso de esto derecho, pierde su protegido en el acto de la elección, pero no es este el caso presente; lo que aquí se ha de averiguar es si los que usaron de su derecho lo hicieron en favor de uno o del otro candidato. Señores, aquí es el caso, y ruego a los señores de la comisión que tengan muy presente esto, que la mayoría votó en un sentido; que al publicarse el resultado se declaró en el de la minoría, como si por ejemplo, en este Congreso se verificase una elección en que al publicarse la lista de los votantes se declarase ganada por la minoría y se acudiera a los espectadores y estos dijeran, hemos oído tantos votos. Pues este es el caso precisamente de la votación de Boñar; las dos terceras partes de electores votaron en un sentido, y al publicarse el resultado de la elección se adjudicó el triunfo a la tercera parte de votos contrarios. Resulta, pues, que el señor Acevedo tenia en ese distrito los 38 votos.

El Congreso tiene que convencerse de que ha habido fraude, con solo considerar que 38 electores dicen que votaron y que sus nombres no parecen. 

Se ha ocurrido aquí la duda de si las informaciones que aparecen en el expediente están o no legalmente hechas, y yo creo que no debe haber duda alguna de que está legalmente probado lo que en ellas se dice. La información de Boñar es la mas legal que se ha presentado en el mundo, porque está hecha ante el juez de primera instancia donde ocurrió el hecho, con citación del promotor fiscal; es decir, que está hecha con arreglo a lo que disponen las leyes, sin que contra ello pueda oponerse objeción alguna. Al hablar de esta información, preciso es poner en conocimiento del Congreso, que el presidente de la mesa era hermano de uno de los candidatos...

El Sr. PRESIDENTE: Queda proclamado como diputado el señor Cachero.


El Clamor público, 4 de enero de 1848

Crónica parlamentaria. 

Corta y de ningún interés fue la sesión celebrada ayer por el Congreso. Sin debate alguno so aprobaron varios dictámenes de la comisión de actas, entre ellos el relativo a las de Caspe, no tomando en consideración cl voto particular del señor Gálvez Cañero. 

Previa conformidad del ministerio, esplanó el señor Ordax Avecilla la interpelación que anunciara días anteriores sobre el arresto y destierro de un joven americano, y la retención de don Mariano Álvarez Acebedo que le acompañaba. Según las explicaciones dadas por los señores ministro de la Gobernación y conde de Vistahermosa, jefe político de esta capital, parece que aquella providencia fue adoptada a virtud de queja producida por el encargado del padre del mismo joven, residente en la Habana, con el fin de separar a su hijo de Madrid. Entróse también en otros pormenores insignificantes que rebajaron el asunto hasta la esfera mas humilde, dando el Congreso muestras evidentes de impaciencia y disgusto.


La Nación, 5 de septiembre de 1850

En Cervera ha logrado sacar mayoría el progresista don Manuel Safont: 456 electores tomaron parte en la lucha, de ellos 281 dieron sus sufragios al señor Safont, y 165 al señor Ceriola, hijo. La minoría progresista, uniendo el nombre del señor Safont al del señor don Ramón Pasaron y Lastra, que también ha alcanzado el triunfo en Rivadeo, podrá ya reunir número suficiente para que puedan presentar algún proyecto de ley, y por si acaso alguno tuviera un contratiempo, reforzaremos nuestra pequeña falange con don Tomás Jaén, que ha sido reelegido en Estella por una mayoría de quince votos.

Pasemos revista a nuestro pequeño ejército, que consta hasta esta fecha de 

D. Pascual Madoz, por Tremp y Barcelona. 

D. Fermín Lasala, por San Sebastián. 

D. Manuel Sánchez Silva, por Utrera. 

D. Tomás Рéгеz, por Huesca. 

D. Tomás Jaén, por Estella. 

D. Juan Pedro Muchada, por Cádiz. 

D. Ramón Pasaron y Lastra, por Rivadeo. 

D. Manuel Safont, por Cervera.  

D. Mariano Álvarez Acebedo, por Riaño. 

D. Pascual Fernández Baeza, por Ponferrada.

Ignoramos sí se aumentará este número, pero aunque así suceda creemos que no le causará miedo al gobierno.

Mariano Álvarez Acevedo. Serigrafía original de la Galería de los Representantes del Pueblo de las Cortes Constituyentes. Año  1854. Con grabado sello original de José Vallejo editor y la firma del Constituyente.

Retrato de mariano Álvarez Acevedo, años más tarde.


El Clamor público. 23 de abril de 1851

En León se presentan los señores Sierra Pambley ministerial y Balbuena polaco; en Valencia de don Juan los señores Ordax Avecilla y don Modesto Lafuente progresistas, Corral y Marques, polacos, y el marques de San Isidro ministerial; en Murias de Paredes los señores Quiñones e Hidalgo; en Riaño los señores Cachero, Prado y Álvarez Acebedo, y en Ponferrada los señores Baeza progresista y San Juan ministerial. 


La Nación, 16 de enero de 1855

Diose cuenta de una proposición del señor Acebedo y otros para que desde 1.º de enero no exceda de 4.000 reales el máximum de los sueldos do los empleados; y de otra también suscrita por el señor Álvarez Acebedo para que se agregue al ministerio de Hacienda la Administración militar. 


El Clamor público. 16 de mayo de 1855

CRÓNICA PARLAMENTARIA.

...

Continuando la discusión pendiente sobre la  base sesta de la Constitución, la apoyó el señor Rivero Cidraque en un discurso de regulares formas, en el cuaal sostuvo con muy buenos argumentos la necesidad de la abolición de la pena de muerte por delitos políticos, si bien sosteniendo su aplicación con respecto a aquellos crímenes que, aunque relacionados inmediatamente con la política, tienen un carácter especial y están sujetos a las leyes también especiales

...

El señor RUIZ PONS. —Voy a combatir el dictamen de la comisión, porque deseo que se amplíe mas. Esta es una cuestión importantísima, cuestión que han tratado los hombres mas sabios, y en la cual debe cada uno depositar su piedra pura alzar el edificio de la humanidad, sean muchas o pocas sus luces.

La cuestión para mí estriba en sí la sociedad tiene o no derecho para imponer la pena de muerte: si no le tiene, no puede imponerla; si le tiene, me daré por vencido. Pero necesario es conocer que no le tiene, y que cuando la sociedad mata, la sociedad asesina.

...

La pena de muerte además no puede aplicarse por partes o grados, y de aquí que el que comete un crimen no se arredre de cometer otro y otro, porque sabe que por el primero han de quitarle la vida, y ciego como las fieras no le detiene la idea de mayor castigo, como sucedería si supiese que había de sufrir por ejemplo 10 años de encierro por el primer homicidio, 20 por el segundo, etc. 

Es aun mas horrible esta pena, porque es irreparable, lo que no sucede a las demás penas, que pueden serlo en mayor o menor escala. Y no siendo reparable esta pena, ¿habrá alguno que esté seguro de que no se ha impuesto a algún inocente? No hay clase en la sociedad que no esté representada en el cadalso por víctimas queridas. Los Reyes recuerdan la ejecución de Carlos I, la muerte de Juana Grey, la de Luis XVI y otros; los príncipes, al Duque de Enghien, asesinado en los fosos de Vincennes, Biron y otras víctimas. Los generales a León y al que fue asesinado como un bandido: aludo al ilustre Zurbano. Todos tienen sus recuerdos: los mártires a Juana de Arco, los políticos a Porlier, Riego y Álvarez Acebedo, que á pesar de lo que diga la historia, murió por una sentencia decretada en un club secreto.

La sociedad ha convenido en que no hay crímenes políticos cubriendo a sus víctimas con la aureola de la gloria. ¿Pero cuántos han subido al patíbulo a espiar crímenes imaginarios, como los de brujería y otros crímenes reales, pero no cometidos por las víctimas. Esto queda relegado a la crónica para servir de lección a los jueces que se vean en tan terrible trance. 

Se dice que la sociedad debe salvarse, que debe cortar los miembros podridos. ¡Buen ejemplo el ver derramar sangre! La ejecución de sangre hace a los hombres feroces: ese es el ejemplo que produce. Lo que causa en el hombre pensador es horror y odio al patíbulo; y así es que este, desterrado ya de las plazas públicas, se ha retirado a los extremos de las ciudades y de las murallas, hasta que llegue el día en que ningún pueblo permita que se levante en su término.

Señores, la pena capital ha nacido con la tiranía, porqué para sostener el trono de un tirano ha sido necesario levantar el trono del cadalso; pero a medida que desaparece la tiranía, se va hundiendo también el cadalso, y llegará el día en que haya que acudir a los archivos para encontrar noticia de una ejecución.

...

Se dice que la pena de muerte se disminuyen los delitos y esto no es exacto. En Inglaterra, que tiene 18 millones de habitantes, no ha habido en todo el año 53 mas que ocho ejecuciones. En Suiza, se pasan siglos enteros sin que haya mas. En Rusia, en ese pueblo a quien se combate por introducir en él la civilización moderna, no se impone esa pena terrible. Entretanto, en lo que va de año han tenido lugar en España veintitantas ejecuciones. ¿Qué hemos adelantado con eso? Y no se diga que ahora no se prodiga la pena de muerte, pues se prodiga mas que antes. Si recurrimos a la historia veremos al Duque de Alba haciendo derribar 17.000 cabezas en los Países-Bajos, sin que por eso pudiera establecer allí la tiranía de Felipe II. 


Boletín del Clero del Obispado de León, 1 de septiembre de 1856 

M. James Pearce Francomb de origen inglés, y de secta protestante, vino a ejercer su oficio de maquinista en la fábrica de San Blas de Sabero en el año de 1853, cuando contaba 30 de edad. Pero si el interés temporal había sido el móvil que fijara la residencia de Francomb en Sabero; escrito estaba en el libro del Eterno que hallase allí el verdadero alimento del alma. En efecto hace un año que Francomb empezó a dar claros indicios de que veía con interés las ceremonias del culto católico cuya feliz inclinación observaron luego el Administrador de la fabrica de San Blas, el Párroco y Coadjutor de Sabero, y los tres trabajaron de consuno a fin de atraer al joven inglés al gremio de la Iglesia católica. Nuestro piadosísimo Prelado lleno de santo júbilo al saber las buenas disposiciones de Francomb excitó el celo de los expresados eclesiásticos en la laudable empresa que habían tomado de su cuenta, y el Señor bendijo estos esfuerzos, pues Francomb fiel a las inspiraciones de la divina gracia, dócil y atento a las instrucciones de sus catequistas fue adelantando en el conocimiento de la doctrina...


La España, 16 de octubre de 1858

En la provincia de León también se prepara convenientemente el terreno: por Villaf'ranca del Vierzo aparece el sempiterno candidato ministerial señor marqués de Montevirgen, y por Ponferrada el señor marqués de San Carlos; por la Bañeza, el señor Casado, y por Riaño el señor Piñan. Contendiente de este último será el señor don Mariano Álvarez Acebedo, progresista. 


La España, 23 de febrero de 1859

Buen resultado. 

El domingo entre dos y cuatro de la tarde se hizo en el jardín Botánico un ensayo del arado del señor Álvarez Acebedo, ante la comisión del gobierno encargada de examinarla y varias personas notables y aficionadas a estos útiles inventos. Cuando te haga un ensayo oficial, hablaremos de las ventajas que ofrece este invento, de mucha utilidad para la agricultura.


La Corona, 25 de febrero de 1859

—El domingo, entre dos y cuatro de la tarde, se ha hecho en el jardín Botánico un ensayo del arado del Sr. Álvarez Acebedo, ante la comisión del gobierno encargada de examinarle, y varias personas notables y aficionadas a estos útiles inventos. Las circunstancias del arado del Sr. Álvarez Acebedo, son las siguientes: 1.ª Está probada científica y prácticamente la ventaja de los arados de vertedera, y este tiene esta condición. 2.ª Los obstáculos para generalizar el uso de esta clase de arados, consisten en la dificultad de proporcionarlos en cualquiera pueblo de la Península, y el arado del Sr. Acebedo, por su sencillez, puede ser construido por cualquiera herrero de aldea. 

Reuniendo a estas condiciones la de su baratura, pues en Madrid no subirá su coste a 160 reales, ha parecido a la comisión y personas que presenciaron el ensayo, como el mas a propósito para generalizar el adelanto de sustituir al arado común el de vertedera. Conocida es la superioridad del arado del Sr. Saenz; pero las circunstancias de ser de hierro colado y de no poderse reponer en los pueblos pequeños, harán que el del Sr. Acebedo sea mas fácilmente aceptado por la generalidad. Cuando se haga un ensayo formal ante el señor ministro dcl ramo, daremos mas detalles de este invento, de tan conocida utilidad en un país agrícola como el nuestro.


La Corona, 9 de marzo de 1859

(De la Independencia Española.) 

Antes de ayer por la tarde se hizo un nuevo ensayo del arado arreglado por cl Sr. Álvarez Acebedo. Sencillo en su construcción y de poco costo; con vertedera de hierro dulce, llena el objeto quo su autor ha propuesto de dar vuelta a la tierra de modo que puedan sacarse las raíces; también con el uso de este arado se consigue allanar paulatinamente el terreno. 

Sin embargo de todo, no se presta este instrumento al sencillo manejo del arado castellano, de reja de base piramidal, que pone a la tierra a las dos vueltas en las mejores disposiciones de siembra en poco tiempo y con poco coste. 

No será el último ensayo de instrumentos agrícolas que se haga en la quinta del Espíritu Santo; pues para su recreo y fomento de la agricultura la ha tomado el Sr. O'Shea, hijo, quien oyó con especial interés las advertencias que la ciencia le hacia por los señores que presenciaron el ensayo y por las revelaciones prácticas que un labrador castellano le manifestó, y a quien el Sr. Álvarez Acebedo invitó.

Personas tan competentes como los Sres. Antoine y Zayas y Álvarez Acebedo, estimularán sin duda a la mejora y perfección de la profesión a que parece inclinarse. Deseamos, sin embargo, que se oiga el parecer de persona  de experiencia para que la ciencia aprecie debidamente sus consejos. 


El Esla, 15 de marzo de 1860 

—Se venden o arriendan dos sementales, un caballo que ha hecho dos montas, 7 cuartas 10 dedos andaluz, de buena raza y estampa, el garañón tordo de tres años, buenos anchos. 6 cuartas 7 dedos; pueden entenderse con D. Mariano Acevedo de palabra o por escrito dirigiéndose a Otero de Curueño.


El Esla. 30 de septiembre de1860 

A LA MONTAÑA

Dedicado a mi querida amiga la Sra. D.ª Concepción Álvarez de Acevedo.

Tierra en que Dios colocó

la fe de su omnipotencia, 

no habrá un hombre sin creencia

que al verte no tenga fe; 

yo pobre mujer te admiro...

María J. de Viedma

Otero de Curueño 11


El Esla, 18 de octubre de 1860 

VENTA DE BIENES NACIONALES.

Concluye el remate para el día 6 de Noviembre inserto en el número anterior. 

PARTIDO DE LA VECILLA.

BIENES DE INSTRUCCION PÚBLICA INFERIOR 

Núm. 1041 del inventario. Una heredad en término de la Mata de Curueño, procedente de la escuela de Lois, compuesta de siete tierras y dos prados de 4 fanegas 10 celemines (equivalentes a una hectárea 28 áreas y 7 centiáreas) de las que dos son tierras trigales regadías de 8 celemines de 2.ª calidad, tres id. secano de 2 fanegas de la misma clase, dos centenales de 2 fanegas de id. de 1.ª y 6 celemines de 2.ª y los prados de una fanega regadío de 3.ª calidad, cuyos linderos constan en el expediente; produce al año 120 rs.; ha sido tasada en 85 rs. en renta y en 2.125 en venta, habiendo sido capitalizada en 2.700 rs. que es la cantidad por que se saca a subasta.


El Esla, 22 de noviembre de 1860 

El esposo, hijos y parientes de Doña Concepción Álvarez Acevedo y Velasco, que falleció en Otero de Curueño el 17 del corriente, suplican a todos sus amigos que por olvido involuntario no se les hubiese pasado aviso, se sirvan encomendar su alma a Dios, rogando por su eterno descanso; en lo que recibirán especial favor. 


Crónica de la provincia de León, 1867

Los muchos saltos de agua, producidos por el desnivel grande del terreno, facilitan sin duda el establecimiento de molinos de diferentes clases y fábricas de papel y tejidos; pero es lo cierto, que algunas personas que han tratado de plantearlas, haciendo muy laudables esfuerzos, entre las que recordamos a nuestro especial amigo D. Mariano Acebedo, han visto defraudadas sus esperanzas y perdido su capital, sea por que los naturales se prestan mas a la ocupación de la ganadería que a la industria, sea por la falta de medios fáciles de trasportar los productos, sea por otras causas que no podemos detenernos a exponer.

...

Prestó por estos días notables servicios a la causa del gobierno constitucional el teniente de ejército y comandante entonces de la caballería de la milicia de León, D. Isidoro Acebedo, que fue destinado para observar la dirección de los facciosos, marchando paralelamente a la vanguardia y a tan corta distancia, que muchas veces entraba por el lado opuesto cuando ellos salían, como sucedió en Tarna, donde la escasa fuerza de nacionales que llevaba recogió sobre 200 fusiles abandonados por los carlistas, y municiones y pertrechos de la caballería de Villalobos. 

Después de la derrota del 8 de agosto de 1836 penetró Gómez por Ventaniella en dirección a la Liévana, siguiéndole Espartero y Alaix. Quedaron todavía rezagados por diversos puntos de la provincia algunos destacamentos carlistas, que a no haber sufrido una activa persecución, quizás hubieran conseguido plantear la guerra civil en las cumbres de los Pirineos asturianos, ayudados y en comunicación con el cura de Felguera, Florez Collar y otros partidarios que recorrían aquel Principado; pero la facción de Taberga, que capitaneaba el primero, fue batida en aquellos días y también Florez Collar fue derrotado dos veces. Al coronel Sierra, encargado por Espartero, de perseguir los restos de las huestes de Gómez, se le presentaron mas de 300, hizo prisioneros otros muchos que andaban ocultos, y puede decirse, que quedó limpia la provincia de facciones. 

Mas adelante, sin embargo, aparecieron en diversos puntos de ella con pequeñas partidas Rey, Villoldo y el conocido escribano de Melgar de Fernamental, que hacia sus correrías por Sahagún, tierra de la Reina y tierra de Campos, y el llamado Tambor de Mieres, á quien mas de una vez escarmentó, cuando aparecía por la Encartación de Curueño, D. Mariano Acebedo y los nacionales del país.

...

Baste por tanto saber a nuestros lectores que la cuestión de subsistencias le dio algunos sustos al jefe político Bustos; que la reina madre doña María Cristina visitó nuestra provincia, de paso para Asturias, gobernándola el señor Gómez Inguanzo, y que quedó prendada, tanto del carácter de los naturales del país como de la topografía pintoresca que presentan las vegas del Torio y del Bernesga: que mas tarde, diez años después, S. M. la reina Isabel hizo también una visita a los leoneses, acompañándola el conde de Lucena, presidente del Consejo de ministros entonces y otros varios personajes, además del séquito de cortesanos acostumbrado, hospedándose en el palacio episcopal, y por fin, que en el año de 1856, fecha anterior a la del viaje citado, quisieron los milicianos nacionales de León, a cuyo frente estaba como inspector el diputado constituyente a incansable patriota D. Mariano Acebedo, y de secretario del gobierno el no menos constante en sus principios políticos D. Manuel Arriola, oponerse, a ejemplo de otras poblaciones, a las órdenes del ministerio O'Donnell-Ríos; pero disuelta en Madrid la milicia y comprendiéndolo inútil de la resistencia, huyeron los citados camino de Portugal, con algunos amigos, y otros fueron presos y encerrados en el Seminario conciliar, mas restablecido el orden en la Península y sobreseída la causa que sobre tales acontecimientos se formó, pudieron unos y otros volver al seno de sus familias.


El Pabellón nacional (Madrid). 23 de abril de 1868

CONGRESO. 

PRESIDENCIA DEL EXCMO. SEÑOR CONDE DE SAN LUIS. 

Extracto de la sesión celebrada el día 22 de abril de 1868. Se abrió la sesión a las tres menos cuarto, y leída el acta de la de ayer, fue aprobada. El Congreso quedó enterado da una comunicación del ministerio de la Guerra trasladando la declaración del tribunal Supremo de Guerra y Marina respecto a no tener derecho a la pensión que solicita doña Ramona Castañón y del Rio, huérfana del teniente general D. Federico Castañón.


La Correspondencia de España, 6 de octubre de 1868

E1 bravo leonés D. Mariano Acebedo penetró en León después del alzamiento a la cabeza de su partida do 600 hombres y llevando incorporadas a ella las fuerzas de la guardia civil y rural encargada de perseguirle, y ya adheridas al magnífico movimiento nacional.


La Discusión, 7 de noviembre de 1868

He aquí la alocución que el Sr. D. Mariano Álvarez Acevedo, gobernador de León; ha dirigido a los habitantes de la provincia: 

«Leoneses: Tengo afán, tengo necesidad de hablaros: me entusiasmo, a pesar de mis años, cuando os dirijo la palabra; pero como no me ha sido concedido el don de expresarme con facilidad, y como, aunque lo poseyera, no podría ser oído de todos vosotros, recurro al papel para conseguir mi objeto, qué nunca será otro que haceros partícipes de lo que pienso, usando del lenguaje franco del amigo. Y porque como amigo os hablo, por eso prefiero a las hojas oficiales donde no so puede prescindir de la austeridad en la forma y en el fondo, las sencillas manifestaciones que no están sujetas a otra regla ni a otra ley que la del sentimiento. 

La satisfacción de mi alma es grande, no por el puesto a que las circunstancias me han traído, pues que ningún titulo me honra mas que el de ciudadano, sino porque veo encendida en el oriente la aurora del nuevo día que ha de alumbrar el destino de mi patria, y porque a ese brillante destino habré contribuido, ya que no según mis deseos, con todas mis fuerzas al menos. La España será feliz; que si ayer todo se conjuraba a labrar su ruina, hoy todo conspira a su dicha. Los hombres del pueblo que en el escaño del poder se sientan, caminan rectos, sin escisión en el modo de pensar, y animados solamente de los deseos del bien común, por la senda de las libertades. Eu el exterior las mas ilustres naciones nos ofrecen amistad y apoyo al par que nos rinden admiración: en el interior no hay enemigos, y si acaso algunos tenemos, pertenecen por fortuna a esa raza a quien produce vértigos la luz. 

Sólo una leve sombra pudiera empañar el magnífico espectáculo que nuestra nación ofrece al mundo; pero esa misma sombra contribuirá a realzar la belleza del cuadro. Los infames huyeron con nuestros tesoros, dejando vacías nuestras arcas: pero quedó el patriotismo, el mas rico criadero del oro. Nuestra provincia, la provincia que me cabe la gloria de gobernar, es por desgracia, en el crítico año presente, una de las que mas necesidades experimenta. Hay labradores sin granos para la siembra, jornaleros sin trabajo y pobres sin pan. 

Tal vez algunos disgustos hicieron vacilar mi fe en los primeros días de mi gobierno, y algunas disensiones—que nunca llevan otro fruto— fueron obstáculo a la marcha de los negocios; pero por suerte las disensiones han terminado, y mis paisanos y amigos, interesados como yo en los adelantos del país, comprendiendo que la unión es fuerza, se unen a mí y conmigo cooperan. 

Mis esperanzas renacen, tanto por esto como por el recuerdo del afectuoso recibimiento de que fui objeto por, parte de las villas Sahagún y Grajal, primeras y únicas poblaciones que visité, después de haber merecido del gobierno provisional la confianza de encargarme el mando de esta provincia. 

Es necesario que la siembra se haga, que se inauguren trabajos y que el pordiosero, dejando de mendigar, coma. El gobierno provisional, con la actividad y buena fe tan reconocidas en sus hombres, atiende a la primera de las indicadas necesidades, facultando a la diputación provincial para que haga uso de los granos existentes en las paneras del Estado y agenciando recursos pecuniarios que pondrá en breve plazo a disposición da la provincia. 

Pero no lo fiaremos todo al gobierno; hartas son las cargas que sobre la Nación pesan, y por demás lastimoso el estado de nuestra Hacienda. En las circunstancias críticas es cuando debemos dar pruebas de abnegación y desinterés, motes gloriosos del partido en que militamos. 

Hagamos ver al mundo una vez mas que en las filas de los liberales, o no hay pobres, o lo son todos. Muchos de nuestros hermanos no tienen pan; ¿Qué delito cometieron? Muchos de nuestros hermanos no tienen trabajo, y lo desean: ¿por qué no hemos de poner cuanto de nuestra parte esté, para satisfacer tan justa exigencia? 

Leoneses, a vuestro patriotismo acudo; yo seré el primero, dispensadme tal honra. ... Cedo la mitad de mi haber como gobernador de la provincia, para contribuir al sostenimiento de una casa de asilo que sea digna de los quo por lema han escrito en su bandera las palabras IGUALDAD y FRATERNIDAD. 

Desde este día queda abierta suscrición en la secretaría del gobierno para que todo el que pudiera ceder alguna cantidad, cualquiera que sea, con el mismo objeto, pueda hacerlo. 

Voy á haceros, por fin, una advertencia. Las elecciones se acercan: si queréis que la revolución, triunfante hasta ahora, no retroceda, procurad usar dignamente del primor derecho del ciudadano. 

León 1.° de noviembre de 1868.—-Mariano Álvarez Acevedo.»


La Correspondencia de España, 30 de noviembre de 1868

PRIMERA EDICIÓN

La Gaceta publica hoy varios decretos del gobierno provisional.

Declarando cesante a don Mariano Acebedo, gobernador de León.

Nombrando gobernador de León a D. Tomás Arderius.


La Discusión, 1 de diciembre de 1868

El Sr. D. Mariano Álvarez Acevedo, ex - gobernador de León, es uno de los primeros patriotas que dieron el grito de insurrección en aquella provincia, en cuanto tuvo noticia del alzamiento de Cádiz.

Diputado de las Constituyentes de l854, e infatigable propagador de las ideas demócratas, jamás ha prevaricado de sus principios. Nombrado gobernador de León, declaró al tomar posesión de su cargo, que renunciaba a la mitad de su sueldo a favor de los establecimientos de beneficencia. El Gobierno provisional lo separa por ser republicano.


La Correspondencia de España. 11 de diciembre de 1868

D. Mariano Álvarez Acebedo, demócrata y ex-diputado constituyente, el presbítero D. Juan Álvarez, también demócrata, y D. Juan de Cominges, del comité republicano de León, han redactado, impreso y hecho circular una hoja en que con el título de Alerta, ciudadanos, aconseja, en vista de los sucesos de Cádiz, la unión entre todas las fracciones liberales para apoyar con lealtad al gobierno provisional hasta que reunidas las Cortes Constituyentes, se cumpla la soberana voluntad de la nación.


La Época, 2 de febrero de 1869

Aunque no completa todavía, pues según parece, en  algunas circunscripciones no han terminado las operaciones del escrutinio, la GACETA publica hoy ya los nombres de los diputados constituyentes, según la proclamación hecha por las Juntas generales de escrutinio. He aquí la lista total como la da el periódico oficial: 

LEÓN. 

Circunscripción de la capital. Sr. D. Lesmes Franco del Corral. — Sr. D. Mariano Álvarez Acevedo. —Sr. D. Eleuterio González del Palacio. —Sr. D. Ruperto Fernández de las Cuevas. 

Circunscripción de Astorga. Sr. D. Manuel Vicente García. —Sr. D. Joaquín Saavedra Valgana. —Sr. D. Adriano Curiel Castro. —Sr. D. Santiago Franco Alonso, 


Eco de Alicante, 6 de julio de 1869

— Reprueba la »Igualdad» la inconsecuencia y deserción del diputado Sr. Álvarez Acevedo, de la bandera federalista; aceptando un destino del Gobierno, y declara que el partido republicano no puede contar en sus filas a su hasta hoy correligionario. 


La Correspondencia de España, 7 de agosto de 1869

PRIMERA EDICIÓN.

El movimiento carlista ha terminado. De las varias partidas que se lanzaron al campo con la intención siniestra de promover una guerra civil, solamente quedan restos insignificantes que huyen buscando en la fuga su salvación. He aquí el despacho el ministerio de la Guerra que hoy publica la Gaceta confirmando nuestras noticias:

«La partida capitaneada por el cabecilla Polo, acosada sin descanso por diferentes columnas, se ha refugiado en la fragosidad de los montes de Toledo, en donde sus restos son activamente perseguidos.

El diputado a Cortes D. Mariano Acebedo, con una pequeña fuerza de tiradores de León y quince lanceros del regimiento da Villaviciosa, alcanzó el día 4 a las once de la mañana en Prioro (León) a la partida capitaneada por Balanzátegui que se dispersó al divisar la fuerza, dejando en poder de nuestras tropas algunos caballos y otros efectos. Perseguida de cerca por fuerzas de la Guardia civil, fue completamente derrotada en la fecha del 5, habiendo sido aprehendido por el sargento Centeno el cabecilla Balanzátegui.

De la partida del beneficiado de León siguen aprehendiéndose los restos dispersos, habiendo entrado ayer en aquella capital diez y ocho prisioneros, de ellos cinco curas.

Pueden, pues, considerarse disueltas las facciones levantadas en León, cuyo rápido fin han acelerado la acertada combinación, incansable actividad y denuedo de las columnas qua las persiguieron.


La Discusión, 11 de agosto de 1869

Los siguientes párrafos de una carta que publica un diario de ayer dan a conocer el importante concurso que en la derrota de las facciones de León han tenido nuestros amigos los republicanos: 

«Prioro 4 de agosto de l869.

Ayer salimos de Valporqueros, donde me reuní con la división que mandaba el señor Acevedo, el cual, con los infinitos amigos que se le agregaron, reunió todas las fuerzas en dos divisiones, la una que manda un servidor de Vd. y la otra un buen republicano, a quien todos conocen con el nombre de Verduras.

Salimos a escape todos en caballos a un pueblo llamado Sorriba, donde nuestro anciano y valiente jefe Acevedo durmió dos horas en el santo suelo como todos los demás, y salimos después hasta Cerezal, donde se nos reunieron 14 caballos de lanceros al mando de un bravo teniente. 

En el puente Almuey comimos espléndidamente a costa del buen liberal Sr. Filgueiria, y salimos juntos a esta, donde al llegar, a cosa de la una del día, vimos que había espías en los altos, y nos confirmó la delación que nos habían hecho de que estaban los facciosos. 

D. Mariano Acevedo, con ese tacto y ese golpe de vista que le distingue, mandó a la infantería nuestra, que marchaba en caballos, que los abandonase y se desplegasen en guerrilla a la carrera y cuesta arriba sobre la derecha del rio. 

Este señor, con la caballería mandada por el teniente de lanceros y algunos de los nuestros, entró al pueblo, mientras yo con mi camarada Verduras trepamos por la derecha a cortarles la retirada.

Nosotros éramos entre todos unos 90, ellos 200, y los hemos batido, haciéndoles algunos heridos, según el rastro de sangre que encontramos. 

Sólo los paisanos, y todos republicanos, hemos entrado en fuego, al grito de ¡viva la libertad! 

El primer tiro lo disparó Verduras, y les hemos hecho huir dejando en nuestro poder unos 12 caballos, algunas armas y la comida puesta. 

El Sr. Ramos ha llevado un parlamento de indulto a algunos facciosos que habían tomado soberbias posiciones y encontrado un cura de los 20 que vienen con ellos, que está muriéndose, no sabemos de qué.»


La Correspondencia de España, 12 de agosto de 1869

Ayer regresó a Madrid el diputado constituyente Sr. D. Mariano Acebedo, después de haber prestado grandes servicios a la causa del orden en la provincia de León, contribuyendo muy poderosamente a la persecución de las partidas carlistas levantadas en aquel punto hasta lograr su completa dispersión.


El Imparcial, 26 de agosto de 1869

Ayer fallecía el Sr. D. Eduardo Robles Castañón, joven ilustrado y liberal, sobrino del diputado a Cortes señor D. Mariano Álvarez Acevedo. La conducción del cadáver desde la casa mortuoria, Preciados, 70, hasta el cementerio de San Ginés, tendrá lugar esta tarde a las seis. 


La Igualdad (Madrid). 27 de agosto de 1869

Sabemos que, a pesar de haberse depositado en los buzones antes de las nueve de la mañana, las esquelas para acompañar a las seis de esta tarde al cementerio el cadáver del malogrado joven D. Eduardo Robles Castañón, sobrino del diputado a Cortes Sr. Álvarez Acevedo, no las han recibido muchos de sus amigos y compañeros que hubieran rendido gustosos este último tributo de cariño y amistad a tan consecuente patricio, como ha sucedido en esta redacción. 

Sin embargo, han concurrido algunos diputados y directores de los periódicos que se publican en esta heroica villa, entre otros los de La Reforma, Las Novedades y El Imparcial. 

Las cintas del féretro las llevaban los señores Cominges, Alonso Crespo, y Perier, voluntarios de los que, en unión del finado у a las órdenes del Sr. Acevedo, salieron de esta capital en persecución de las partidas carlistas de la provincia de León, teniendo la suerte de dispersar la mas numerosa a los tres días de su salida. Otros cuatro voluntarios, con el traje de campana, seguían a pie el carro fúnebre, cerrando el cortejo un gran número de amigos y correligionarios del señor Acevedo, a los que seguían los coches de respeto.


La Correspondencia de España, 27 de agosto de 1869

El arcipreste de Curueño de Arriba y párroco de la Mata de Curueño dice en 5 de los corrientes que el ecónomo de Nocedo, comprendido entre los fugados, no había faltado del pueblo, ni falta; y tanto es así, quo le encargó el servicio de la parroquia de Valdorria, cuyo párroco es positivo que se ausentó del pueblo hacia cinco o seis días, y se creía que estaba con alguna de las partidas carlistas; el cual, según noticias extraoficiales, ha muerto asfixiado huyendo. Asegura también que el cura de Correcillas, comprendido igualmente en el número do los insurrectos, estaba al frente de la parroquia y no la había abandonado hasta la referida fecha.


La Regeneración, 3 de septiembre de 1869

Sabemos que el celoso e integro señor don Mariano Álvarez Acevedo, diputado constituyente y visitador general del patrimonio en cuestión, ha pedido datos: pero ignoramos si se le han facilitado. 

Hemos oído decir a los que han visitado el palacio, entre otras cosas, que en el cuarto denominado del Príncipe de Baviera existen dos grandes marcos cuyos magníficos lienzos han sido cortados, añadiendo que hay otro que debió sufrir idéntica suerte, pero como las señales lo indican, no se pudo realizar la operación por estar pintado sobre madera. Sí esto fuese cierto, ¿por qué para qué y por quíen se hizo? Creemos muy justo se averigüe si esto es o no exacto. 


La Correspondencia de España. 5 de septiembre de 1869

Como prueba do qué el diputado por León. Sr. Álvarez Acevedo no ha hecho renuncia del cargo dé inspector del patrimonio que fue de la Corona, diremos que ha debido salir para Tordesillas en comisión del servicio.


La Iberia, 10 de octubre de 1869

CORTES CONSTITUYENTES 

Extracto de la sesión celebrada el día 9 de octubre de 1869

PRESIDENCIA DEL SEÑOR VICEPRESIDENTE DON CRISTINO MARTOS. 

Abierta la sesión a las dos y cuarto, y leída el acta de la anterior por el señor secretario marqués de Sardoal, fue aprobada en votación nominal, a petición del señor .Romero y Robledo, por los 133 señores diputados que se hallaban presentes.

Dióse cuenta de la siguiente comunicación: 

Presidencia del Consejo de ministros. — Por las causas de conspiración y rebelión que se están instruyendo en varios puntos de la Península, y por las noticias oficiales que e! Gobierno ha recibido, está fuera de duda que algunos representantes del país, abandonando el puesto que la nación les confiara, se han levantado en armas contra la Constitución del Estado y contra las mismas Cortes Constituyentes de que forman parte. 

No quiere él Gobierno juzgar en este momento juzgar conducta tan inusitada; pero creyendo que las Cortes Constituyentes no pueden sin mengua de su dignidad continuar por mas tiempo abrigando en su seno y cubriendo con el manto de su inmunidad a los qué.se han atrevido a cambiar la sagrada investidura del legislador por el arma del faccioso, se considera en el sensible deber de poner en conocimiento de las mismas aquella conducta para los fines que a su elevado criterio y a la cumplida satisfacción de su dignidad correspondan. 

Por las causas y noticias oficiales arriba indicadas, y de pública voz y fama, se sabe que los diputados hasta ahora sublevados son los siguientes: 

Don Adolfo Joarizti y Lasarte. 

Don Gonzalo Serraclara. 

Don Pablo Alsina. 

Don José Paul y Angulo. 

Don Francisco Suñer y Capdevila. 

Don Froilán Noguero.

Don Luis Plané, 

Don Mariano Álvarez Acevedo. 

Don Ramon Castejón. 

Don Miguel Ferrer y Garcés. 

Don José Ignacio Llorens. 

Don Pedro Castejón. 

Don Antonio Benavent. 

Don Blas Pierrad. 

Don José Fantoni y Solís

Don Juan Manuel Cabello. 

Don Manuel Carrasco. 

Dios guarde a V. BE. m:uchos años. Madrid, a 9 de octubre da 1869


La Discusión,  1 de diciembre de 1869

CORTES CONSTITUYENTES. 

Extracto de la sesión celebrada el día 31 de noviembre de 1869. 

PRESIDENCIA DEL SEÑOR VICEPRESIDENTE DON FÉLIX GOMEZ DE LA SERNA. 

Abierta la sesión a las dos y media, y leída el acta de la anterior por el señor secretario Sánchez Ruano, fue aprobada. 

Se dio cuenta de los dictámenes de la comisión de casos de reelección relativos a los Sres. Herreros de Tejada, Milans del Bosch y Álvarez Acevedo, anunciándose que se imprimirían, repartirían y señalaría día para su discusión.


La Época, 1 de diciembre de 1869

Por fin parece que la comisión de casos de reelección ha dado dictamen acerca de los expedientes de los diputados Sres. Herreros de Tejada, secretario de la presidencia del Consejo de Ministros, Milans del Bosch, vocal del Consejo Supremo de Guerra, y Álvarez Acevedo, visitador del patrimonio que fue de la corona, declarando que dichos señores están comprendidos en el art. 59 de la Constitución, y por lo tanto sujetos a reelección por haber aceptado empleo en propiedad y con sueldo. 

Estos señores, desde que aceptaron los indicados destinos, sabían lo que terminantemente prescribe el artículo 59 de la Constitución, y han seguido, sin embargo, tomando parte en las votaciones como si fueran tales diputados. 

Prescindimos de los nombres de las personas, dignas del mayor respeto para nosotros, pero no son esos los solos diputados que han debido cesar en su cargo por haber aceptado gracias, y tenemos derecho a ser exigentes en el cumplimiento de la ley; tanto por haberlo sido siempre, cuanto porque aun resuenan en nuestros oídos las censuras que por el misma concepto dirigían a gobiernos anteriores los dominadores del día.


La Paz, Murcia, 30 de diciembre de 1869 

El Sr. Mireles, ha dirigido a los electores de la circunscripción de León la siguiente breve, pero enérgica alocución: 

«Electores del sufragio universal de la circunscripción de León:

Al reemplazar al veterano de la libertad en esta provincia D. Mariano Álvarez Acevedo, el día 20 del próximo Enero, para diputado en las Cortes Constituyentes, mi opinión, como elector, visto que se halla bastardeada la revolución de Setiembre, próxima a perderse o al menos amortiguarse la fe política, toda vez que casi el único fin, a que vienen aspirando de muchos años a esta parte los hombres públicos es a obtener un sitio en el festín del presupuesto, festín que celebran con el sudor del pobre pueblo que trabaja y paga en silencio, es la de elegir al candidato que vote economías, y una vez adoptada la forma monárquica, al único rey posible D. Baldomero Espartero. —Jacinto Mireles, elector del ayuntamiento de Valderueda, partido de Riaño.»


BIOGRAFIAS, ASAMBLEA CONSTITUYENTE DE 1869,

PERFECTAMENTE LITOGRAFIADOS POR LOS PRINCIPALES ARTISTAS DE ESTA CAPITAL,

POR UNA SOCIEDAD DE LITERATOS. 1869

DON MARIANO ÁLVAREZ ACEVEDO,

DIPUTADO POR LEON,

Entre las figuras políticas más notables de nuestro país; entre los hombres más eminentes por su lealtad y desinterés; entre los liberales más patriotas, consecuentes y decididos, merece especial mención, y la historia debe reservarle una de sus más brillantes páginas, por su abnegación y virtud, al Diputado que nos ocupa.

Modelo de consecuencia, hoy que por desgracia son tan raros estos ejemplos, justo es que nosotros llamemos la atención de nuestros lectores hacia esta noble figura, hacia este dechado de fidelidad y patriotismo, siquiera no sea más que para que sirva de ejemplo a esa juventud entusiasta y decidida, que, amante de las nuevas ideas, partidaria de los salvadores principios, comienza a dibujarse con tintas sonrosadas en el oscuro cielo de la política, y cuyo fresco rocío, cuya pura savia ha de infiltrarse en los espíritus viejos y caducos. tornando en verdes y lozanas las agostadas plantas y marchitas flores, desterrando añejas preocupaciones, falsos errores y terribles fanatismos.

El porvenir de España estará en breve en manos de esa juventud: procuren imitar la consecuencia, el valor, el desinterés y el patriotismo del héroe cuya vida nos proponemos reseñar, y España se habrá salvado.

Nada para nosotros, todo para la patria : ésta debe ser su divisa, éste su único y constante anhelo: y cuando el edificio nuevo se haya levantado, podrá decir con orgullo a sus queridos hijos: «Si hoy gozáis de paz, de libertad y de dicha, no lo debéis a nosotros, sino a aquellos que tan noble como enérgicamente nos mostraron la senda que debíamos seguir, nos animaron con sus palabras, nos guiaron con sus consejos, y cuyo valeroso ejemplo hemos imitado.

Sirvan estos renglones de disculpa a nuestro entusiasmo: amantes de todo lo grande, de todo lo bello, la historia del héroe que vamos a reseñar, merece ser leída con atención, merece grabarse en la memoria de todos los liberales españoles, y, ya que su modestia no permita honrarle como se merece, le suplicamos nos perdone este ligero exordio, en gracia de nuestro patriótico y juvenil entusiasmo.

Nació D. Mariano Álvarez Acevedo en Otero de Curueño (provincia de León) en el mes de Setiembre de 1807, siendo su padre el representante de los pueblos de la montaña, D. Francisco Álvarez Acevedo,

Desde niño dio grandes y repetidas pruebas de la nobleza y la bondad que le distinguen, y cuyas bellas prendas comenzaban a mostrarse desde sus primeros años.

En el corto tiempo que pudo frecuentar las aulas, sobresalió de un modo notable entre todos sus condiscípulos, siendo desde su más tierna edad el amparo del débil a quien tomaba siempre bajo su protección, logrando inspirar respeto y consideración al fuerte. 

Las graves circunstancias, el triste estado por que España atravesaba, fueron causa de que todos los buenos españoles se prepararan al sacrificio más grande y santo que registra la historia; al sacrificio de sus personas, de sus hijos, de sus familias y bienes, para sacar a salvo la honra y la independencia de su querida patria.

Por esta causa, y la posición que ocupaba su familia, siempre rodeada de peligros, siempre expuesta y siempre perseguida, pero siempre dispuesta a sacrificarse por su país, Álvarez Acevedo no pudo dedicar su juventud al estudio, como deseaba y para el que tantas pruebas de aptitud había dado; tuvo que renunciar a adquirir un caudal de conocimientos de que tan amante se mostraba, y con la mano misma que arrojaba los libros, empuñar un arma salvadora.

Su familia marchaba en León a la cabeza de los liberales, y semejante honra le imponía grandes deberes que cumplir, los cuales llenó siempre con creces, siendo querida y respetada en el país hasta la adoración. 

Apenas contaba catorce años cuando tomó nuestro héroe las armas para acompañar a sus hermanos y a su tío, el mártir D. Félix Álvarez Acevedo, en las terribles luchas de 1820.

De tan corta edad vio morir a su inolvidable tío D. Félix, cuyos apellidos grabó la patria en letras de oro sobre las lápidas que en el Congreso de los Diputados muestran el largo catálogo de los héroes y mártires de la libertad: allí junto a los nombres de Padilla y Riego se ostenta el del noble patricio, honra del suelo que le vio nacer y de heroico ejemplo digno de ser imitado.

Este noble y malogrado patricio fue vilmente asesinado por el cobarde Pol, cerca de la Coruña, ciudad que dio el grito de independencia a la voz de este valeroso ciudadano.

Desde aquel terrible instante cobró el joven Álvarez Acevedo mayor amor a la causa liberal, y un odio inextinguible á los tiranos.

Su hermano político, el general D. Federico Castañón, que admiraba su lealtad y valor, le confió la difícil y comprometida empresa de prender al cabecilla carlista que en León debía dar el primer grito de una terrible insurrección, fraguada por el obispo Abarca, prisión que llevó a cabo con tanto valor, con tan increíble arrojo, que le adquirió mayor reputación, de la que con tanta justicia comenzaba a gozar.

Encendida la guerra civil a poco, los hechos memorables, la multitud de sucesos increíbles y el crecido número de contiendas que sostuvo contra el Ejército carlista son incalculables, pudiendo asegurarse que no hubo en toda la campaña, batalla, sitio o escaramuza en que Álvarez Acevedo no se hallara, adquiriendo con justo motivo una nombradía y un prestigio que nada llegará a borrar.

No resistimos al deseo de dar a conocer a nuestros lectores algunos de sus hechos más notables y que muestran claramente que nada hemos exagerado al hablar de su increíble valor, que raya en temeridad.

Se hallaba en su casa de Otero con solo un criado, y los facciosos tenían sitiado completamente el edificio; acababa de enviar un parte a León solicitando enviaran algunas fuerzas en su auxilio: la noche se vino encima con una tempestad horrible; los facciosos, después de cuatro horas de una lucha mortal, acosados por el agua, levantaron el sitio a la casa y emprendieron el camino: Álvarez Acevedo, seguido de su criado Ezequiel, salió tras ellos, copando siete que se habían quedado rezagados, matando dos y llevando prisioneros a León los cinco restantes.

Poco tiempo después, hallándose cerca de su pueblo pescando en unas lagunas, observó que dos hombres se dirigían al sitio en que se hallaba; buscó abrigo tras un árbol y pronto se convenció por algunas palabras que pudo oírles que aquellos hombres eran facciosos y que llevaban el designio de apoderarse de su persona, que comenzaba a causar el mayor espanto en las filas carlistas. 

A falta de armas, se apodera de dos gruesas piedras, y al verlos cerca les da la voz de alto, causando su acento tal espanto en aquellos hombres, que en el colmo del mayor terror le entregaron sus armas, y los condujo presos a La Vecilla, entregándolos a la autoridad como igualmente los intereses que traían.

No tardó en dar una nueva prueba de su serenidad y arrojo, como verán nuestros lectores.

Llegaron los carlistas al pueblo de Lugan; estaban los vecinos en la iglesia, y con ellos el cirujano Sr. Espinosa, hombre muy liberal y amigo intimo de Acevedo.

Penetran en el templo los facciosos, y sacándole de la iglesia, le piden el caballo; él se disculpa diciendo que no le tiene, y para entretenerlos, los conduce a su casa, prometiéndoles una buena merienda y un gran refresco; y mientras que los facciosos se entretienen en beber, Espinosa monta en el caballo, y por la puerta del corral escapa; los carlistas le disparan algunos tiros y salen en su persecución, pero a pocos pasos del pueblo, se hallan con Álvarez Acevedo y los criados de su casa, entablándose una sangrienta lucha, en la que los carlistas fueron derrotados, cogiendo Álvarez Acevedo gran parte de ellos. Tales rasgos de valor son en gran número en la historia de Acevedo.

Mientras duró la guerra hizo multitud de prisioneros carlistas de los ejércitos de Gómez, Sanz, Rey, Modesto y otros muchos. Acompañado sólo de sus mozos de labranza, su serenidad y valor le hicieron temible al Ejército carlista, y el bravo leonés alcanzó una justa fama de valeroso patricio y esforzado guerrillero.

En 1843, fiel siempre a sus avanzadas ideas liberales, tomó parte en aquellos sucesos, adquiriendo nuevas simpatías y desempeñando, durante once años, el honroso cargo de Diputado provincial.

Fue elegido Diputado en 1848 por el distrito de Riaño, y en 1854 lo fue por la provincia, por unanimidad. 

Para el triunfo do aquella Revolución trabajó cuanto pudo, y llegado el momento, Álvarez Acevedo acompañado tan sólo de su sobrino (Román Castañón, hoy teniente coronel), hicieron que el general Sanz diera el grito de libertad, pronunciándose con las tropas de su mando, diciéndole que las tropas sublevadas se acercaban a la Coruña, que contaban con diez y ocho batallones, y otras mil cosas que el general creyó; hallándose después con que nadie venia, y que Acevedo y su sobrino estaban solos, si bien el grito salvador se había dado en Madrid y la Revolución se hallaba triunfante.

Semejantes rasgos de valor y serenidad no necesitan encomio.

Diputado demócrata, hizo una tremenda oposición a aquellos Gobiernos reaccionarios; sus deseos no se habían satisfecho con la Revolución de Julio, y el gozo que experimentó al ver a su patria libre de aquella odiosa tiranía, que por espacio de once años había pesado sobre ella, como la losa de un sepulcro, fue corto por desgracia.

La contra-revolución de 1856 destruyó del todo sus esperanzas, y Álvarez Acevedo luchó denodadamente contra aquélla nueva tiranía, más odiosa que la pasada, puesto que se encubría con la máscara del liberalismo; entonces escribió aquella célebre proclama declarando traidor a O'Donnell, por la que fue juzgado y sentenciado, teniendo que emigrar a Portugal, por no comprometer a sus paisanos y amigos, no sin haber sostenido antes una lucha desesperada.

Llegó a Lisboa y contempló con el mayor dolor la miseria en que se hallaban sus amigos emigrados, y concibió la atrevida idea de volver a España y presentarse a O'Donnell y si éste no le concedía la amnistía que iba a pedirle para aquellos desgraciados, proponer al Ministro un lance de honor. diciendo: «Si le mato, mis amigos están salvados; si él me mata, poco se pierde;» y sin dudar un momento se puso en camino para Madrid, donde penetró en medio del asombro de amigos y enemigos.

Por medio de sus amigos, los Diputados de Aragón, solicitó una entrevista con el Ministro, que le fue concedida; sus compañeros quisieron penetrar antes, con objeto de preparar al general O'Donnell, pues temían que en un arrebato de ira y al ver tanta audacia, lo prendiera y mandara fusilar. Acevedo se negó, y llegado el instante penetró en el despacho del Ministro. 

Juzguen nuestros lectores del asombro del general, que de mal talante, lo preguntó si venia nuevamente a insultarle como había hecho en su proclama. 

Todo lo contrario, —le respondió Acevedo; —sé que le he inferido una ofensa llamándole traidor, y aquí vengo a ponerme a sus órdenes, para que tengamos una explicación en el terreno y con las armas que usted elija.

El Ministro se quedó parado, no sabiendo qué responder; tan asombrado se hallaba al oír a nuestro héroe. Al fin le dijo: —Acevedo, yo siempre le he querido a usted por su lealtad y consecuencia: usted no ha venido solo a esto, ¿Qué quiere usted?

Entonces Acevedo le dijo, que su venida tenia por objeto el conseguir una amnistía, ó dejarse matar, pues no podía ver con calma lo mucho que sufrían sus compañeros y amigos en la emigración.

O'Donnell le prometió que la amnistía se daría, diciendo que podía marchar tranquilo. 

Pocos días después salió el decreto de amnistía para la provincia de Teruel: Acevedo se presentó inmediatamente en casa de O'Donnell a exigirle una explicación, y éste le dijo que aquel decreto había sido un compromiso, pero que descuidará y se fuera tranquilo, que la amnistía general se iba a dar al momento.

Con esa confianza partió Acevedo para Marsella, donde llegó poco antes del decreto. Constante y decidido obrero de la Revolución, no dejó un solo momento de trabajar por la libertad durante muchos años.

Los sucesos del 22 de Junio le alcanzaron en Madrid, sirviéndose como siempre a la causa de la Revolución. 

Llegado el 19 de Setiembre, él que ha sido siempre uno de los más leales apoyos de la causa liberal, apenas convaleciente de una grave enfermedad, se puso a la cabeza de un puñado de jóvenes, entre los que se hallaban su valiente hijo Rafael Acevedo y sus bravos sobrinos Eduardo Robles Castañón, Colomán Castañón y Emilio Reyero Acevedo, y el día 20 repetían las libres montañas de León el grito salvador de las playas gaditanas. :

De la notable proclama que, al lanzarse a la montaña, dio a sus paisanos, vamos a copiar alguno de sus más importantes párrafos:

»Leoneses: ¿queréis que esa ruinosa contribución de sangre no arrebate tan bárbaramente de los brazos de una pobre madre el hijo, que es el único sostén de su vejez?

»¿Queréis tener la libertad de profesión; queréis la libertad que es compatible con la justa acción del poder y con los derechos de la sociedad? ¿Queréis que la soberanía nacional sea una verdad? ¿Queréis, en una palabra, que vuestros derechos estén en relación y armonía a vuestros deberes?

»Yo también lo quiero : todos lo queremos, y por eso hoy me dirijo a vosotros y os llamo, no en nombre mío, sino en el de la patria y la justicia. Labradores, artistas, comerciantes, todos los que sufrís los ultrajes de un Gobierno inicuo; todos vosotros a cuya alma repugna la ilegalidad y la injusticia; todos vosotros, los que lloráis las desgracias de la amada patria, cesad por un momento en vuestros afanes, y dedicaos un día a la patria.

» Y tú, juventud, para quien es el porvenir; tú que has de recoger los bellos frutos del árbol que tantos sudores riegan, deja tus ocios, tus placeres, tus sueños, y escucha y obedece la voz de la patria que te grita:

»¡A las armas! ¡A las armas!

— »¡A las armas, leoneses, a las armas! :

»¡Viva la Soberanía Nacional!

»¡Abajo los Borbones!» — 

¿Puede darse nada más bello, más encantador y más patriótico que los párrafos de esa sencilla, al par que tan digna y elocuente voz? ¿Se puede hablar con mayor cariño a esa noble y entusiasta juventud? ¿Se puede emplear un lenguaje más cariñoso, más puro y más franco que el de tan notable documento?

Sus paisanos contestaron a la voz de tan gran patricio, y las montañas de León se cubrieron de entusiastas defensores de la libertad y de la patria: su voz fue oída del monte al valle, de la gran ciudad a la modesta aldea: ¿y cómo no, si es la voz del patriotismo; si es la voz de un hombre que jamás ha recibido empleo ni recompensa alguna por sus importantes trabajos, por sus innumerables sacrificios, como no sea la pérdida de sus bienes, de sus campos talados, de sus cosechas perdidas, de sus casas saqueadas? 

Triunfante la Revolución, fue elegido Presidente por aclamación de la Junta Revolucionaria de León, donde prestó tan importantes servicios que sus oportunas y radicales medidas fueron acogidas por el pueblo entero con el mayor entusiasmo.

Nombrado gobernador de León por el Gobierno provisional, se resistió durante mucho tiempo, y solo pudo acceder en vista de las súplicas de todos, y porque su presencia y su prestigio podían servir a la causa de la Revolución, quizás entonces y desde tan importante empleo, más qué nunca, puesto que había graves peligros que correr aún : aceptó, pues, en vista de estas razones, deseando ser útil a su patria y a sus paisanos en todas partes y de todos modos.

El cargó de Gobernador fue el primer destino que aceptó en su larga carrera política. 

El primer acto de su Gobierno fue ceder de los dos mil duros que tenia de sueldo, mil a favor de los pobres.

Rasgos de tal importancia, bastarían a haberle conquistado una gran popularidad, si no la gozara ya de antiguo por su lealtad, y su constante afán, por el bien de su patria, y más aún, de la tierra que le vio nacer.

Llegada la época de las elecciones, el Gobierno provisional le separó de su cargo, por sus ideas republicanas, dirigiendo con este motivo a sus paisanos la siguiente alocución que estampamos íntegra, porque ella prueba una vez más, lo que vale y merece Álvarez Acevedo, y lo que la patria pierde, cuando se olvidan, por miras de mezquina política, los merecimientos y las virtudes de los hombres de verdadero prestigio y valía.

He aquí este notable documento:

«Leoneses: por la voluntad del Gobierno provisional de la nación, he sido Gobernador de la provincia. La voluntad del Gobierno provisional, llama a otra persona a desempeñar el cargo que me estuvo encomendado. Si esta medida ha de redundar en provecho de mi patria, yo quedaré agradecido al Gobierno.

»Una persona digna me reemplaza; estoy satisfecho.

»Mientras os goberné procuré hacer vuestra felicidad: si no he conseguido mi objeto, no culpéis a mis deseos.  

«Cuando la patria necesitaba soldados, fui soldado: cuando creyó poder utilizar mis humildes servicios en el Gobierno de una provincia, acepté el cargo: ahora que me concede el descanso, me retiro a la soledad de mi aldea, y desde allí veré deslizarse los acontecimientos.

»Desde el primer día que ocupé el puesto que hoy dejo, intenté fundar una casa de Asilo para llamar a ella a todos los desgraciados: pero mi anhelo principal, mis miras, tendían a recoger a los niños huérfanos y abandonados, que de puerta en puerta van pregonando la miseria y echando un borrón sobre el pueblo culto y libre..... Quería recoger a esos niños, darles el alimento del cuerpo, y proporcionarles la educación que es el alimento del alma, y después de educados, volverles ciudadanos instruidos y por tanto útiles a su patria.

»A tal objeto cedi la mitad de mi haber como Gobernador de la provincia, y como particular haré cuantos sacrificios pueda.

»Otras promesas os hice al tomar posesión de mi cargo: cumplí con lo que me fue posible, y puesto que lo prometido es justo, mi sucesor continuará mi obra. 

»Antes de retirarme de la vida pública, voy a daros un consejo: creo que tengo derecho a hacerlo. Se aproxima el momento de elegir los hombres que nos han de representar en las Constituyentes; si hubo un tiempo en que en los colegios electorales no se disputaban más que individuales intereses, hoy de los sufragios de los electores depende la felicidad o desdicha de veinte y dos millones de habitantes: pensad sólo en la patria al acercaros a depositar vuestro voto en las urnas.

»Siempre fue vuestra mi amistad: disponed de ella, en mi casa de Otero. 

«León 1.º de Diciembre de 1868.—Mariano Álvarez Acevedo.»

La abnegación, el desinterés, el cariño más puro y sincero rebosa en las elocuentes frases de tan notable escrito. 

Cuando la provincia supo su separación, los pueblos todos elevaron al Gobierno una sentida instancia pidiendo su reposición. 

Retirado a su hogar, como siempre que la patria no ha necesitado de sus servicios, permaneció fertilizando la tierra con el sudor de su frente. 

Llegado el momento de las elecciones y sabedor del desacuerdo que reinaba en las reuniones preparatorias, escribió un importante documento recomendando la unión de todos los liberales, cuyo último párrafo lleno del patriotismo y lealtad que siempre le han distinguido, copiamos literalmente: 

«Aprendamos la lección que nos dio la experiencia. Parece que el recuerdo del 54 es providencial; parece que semejante recuerdo debe servirnos hoy de norma y guía.»

Elegido Diputado por la circunscripción de León, ha tomado asiento entre sus compañeros y amigos los republicanos: el venerable anciano ha llegado a la avanzada edad de 62 años con una conciencia pura, con una vida política y social sin la más leve mancha, y con una lealtad, consecuencia y patriotismo que rayan en lo fabuloso y que adquieren doble valor, porque tales ejemplos van siendo rarísimos por desgracia entre nuestros hombres políticos. 

Desde que toma asiento en las Constituyentes ha firmado diferentes proposiciones de grande utilidad, y entre ellas citaremos la que se refiere a la abolición de quintas y matriculas de mar, copiando el enérgico y notable manifiesto que ha dirigido a sus paisanos, y cuyo importante escrito merece fijar la atencion de los Diputados y de todos los hombres verdaderamente liberales, que esperamos será examinado con gusto por nuestros lectores.

Hele aquí: 

«A los habitantes de la provincia: Cuantas veces ocupo en los bancos de la patria el asiento de que me habéis juzgado digno, recuerdo que he sido enviado por vosotros para velar por vuestros intereses y defender vuestros derechos, coadyuvando a la obra de una Constitución digna de un pueblo que, sin que la sangre salpicara su frente, ha sabido romper sus cadenas y lanzar de su suelo a los tiranos; y que, absoluto señor de sus libertades conquistadas, lejos de echar sobre ella la más ligera mancha, se ha convertido en esclavo de su conciencia y su razón, dando un mentís a cuantos le creyeron pequeño e incapaz de ser libre.

»Faltaría al deber que sobre mis hombros he echado, si al apreciar asuntos que envuelven trascendentales reformas en pro o en contra de las que he de emitir mi voto, no consultara con ellos ante quienes debo dar cuenta de mi conducta como Diputado. 

»En el manifiesto que al presentarme candidato para las Constituyentes os di, me declaraba francamente demócrata-republicano, y abogado por tanto de las libertades individuales que constituyen derechos naturales e ilegislables.

»Os prometí, además, que por mi voto desaparecerían todas las inicuas gabelas que abruman al pueblo trabajador. Entre las injustas cargas, figura la que deriva de la absurda e inmoral ley de reemplazos; yo empeñé mi palabra para abogar por la abolición de las quintas, y aunque acerca de esta materia no han legislado aún los enviados de la nación, único poder legislativo, por el Gobierno se han expedido órdenes a fin de que los procedimientos preparativos para el reemplazo del año actual se lleven a efecto, sin embargo de que las Juntas revolucionarias de todas las provincias consignaron en sus programas la abolición de quintas: sin embargo de que el símbolo escrito en la bandera tremolada en Cádiz, encierra en sus artículos el justo anatema contra la odiosa contribución de sangre, y sin embargo de que la prensa liberal de todos los matices anunció y acarició como un triunfo de la Revolución la derogación de la infame ley. 

»Los hombres del Gobierno han faltado a sus sagrados compromisos: No seré yo quien falte a los míos. No quiero que las madres españolas pronuncien contra mi la merecida maldición que caerá sobre aquel que anteponga un miserable interés individual o una mezquindad de partido al bien y al engrandecimiento de toda una nación magnánima.

»Yo he visto a las madres llorar lágrimas de dolor al dar el último adiós al hijo querido: yo he visto infinidad de familias sumidas en la miseria por falta del único sostén, arrebatado de su seno; yo he visto en los jóvenes mutilaciones bárbaras con el objeto de eximirse de una ley más bárbara aún, que les condena a dejar sus afecciones para dar quizá su sangre y su vida, que en nada se aprecian; yo he visto las intrigas y las explotaciones de que son víctimas aquellos que les cupo en suerte la que les condena a cambiar la esteva o los útiles de su oficio por el fusil, yo he visto, procedentes de la fecha de un sorteo o de una quinta, agrios rencores y enconos entre las familias, y yo veo, por fin, que el infeliz bracero que no posee un palmo de tierra, ni es dueño de otro tesoro más que de sus hijos, se queda sin ellos porque son llamados a defender la propiedad de los grandes y a hacer guardias en los palacios de los príncipes, mientras los grandes y los príncipes, siendo tal vez los que promueven disturbios y motines en el interior, y fomentan las guerras en el exterior, con nada contribuyen al sostenimiento del Ejército, tal vez porque nunca han tenido hijos; tal vez porque, si los tienen, son de naturaleza raquítica e inútiles para el servicio.

»¿No hay un medio de enjugar tantas lágrimas? ¿No lo hay de corregir tales abusos? ¿No puede ser sustituida la actual ley de reemplazos por otra más en armonía con la justicia y la moralidad?

»He visto publicadas por la prensa y suscritos por personas muy autorizadas varios proyectos de ley que tienden a tal fin. Todos me han satisfecho por su espíritu liberal, aunque en algunos puntos no esté del todo conforme con el parecer de sus ilustrados autores.

»Yo aboliría las quintas y cubriría las filas del Ejército con voluntarios retribuidos. Declararía la milicia una profesión, sobre la que pudiera fundar el que la abrazase una modesta fortuna. Los suministros de fondos que habrían de destinarse a la retribución del soldado, retribución que pudiera consistir en cuatrocientos escudos al ingreso de aquel en las filas, con más los intereses que dicho capital devengara durante el tiempo que el voluntario sirviera, los haría pesar sobre la propiedad, tomando esta también por tipo para valuar el número de plazas que en los diferentes reemplazos habría de cubrir cada provincia. Pondría a cargo de la Diputación provincial, como primer centro, la recaudación, la custodia y el manejo de los fondos militares.

»Además del capital asignado y el aumento que, mediante una buena administración tuviera, daría al voluntario opción a todos los grados de la milicia, ya ganados en oposición, ya ascendido a ellos por antigüedad, o bien alcanzados como premio a acciones heroicas. Suprimiría loa colegios militares, creando en su lugar academias o centros, en las que todos los miembros del Ejército tuvieran iguales medios de instrucción para poder alimentar iguales aspiraciones.

»Constituido bajo tales bases, tendría España el mejor Ejército de Europa, sin lastimar en lo más mínimo la justicia y la moralidad.

»La civilización moderna y el espíritu del siglo piden una gran reforma de la ley de reemplazos en el sentido indicado. Nada tan preciado para el hombre como la existencia; el que expone su vida al peligro, debe hacerlo libremente, y aquel en cuyo obsequio el peligro se arrostra, debe mostrarse agradecido.

«Es ajeno de una nación que de noble e ilustrada blasona, arrojar como se arroja un pedazo de carne a la fiera, millares de hombres al cebo del cañón, sin que ninguno de esos hombres pueda tener el consuelo de creer que los azares a que es conducido en defensa de los intereses comunes habrán de merecer un premio. 

«Tal vez se dirá que un Ejército según yo lo deseo, tendría que ser muy reducido: mas yo respondo que los Ejércitos numerosos solo sirven para sostener tiranos. Cuando la fuerza de voluntarios retribuidos fuera escasa para la defensa del territorio y de la ley, todos los españoles saben ser soldados, todos; hasta las mujeres, corno la historia lo prueba, se muestran valientes y se ofrecen entusiastas al servicio de la patria.

»Después de una Revolución tan grande se consideraría siempre como un crimen el que rigiera por más tiempo la ley contra la que se rebelan todos los sentimientos de justicia y de humanidad: pero en las actuales circunstancias se uniría a lo criminal lo torpe, pues que sería la mayor de las torpezas, el más inconcebible de los absurdos políticos, hacer —cuando la reacción amenaza y busca prosélitos, y cuando el pueblo y el Ejército esperan en las promesas de los hombres que se han colocado al frente de la Revolución, — un nuevo llamamiento de quintos, burlando así las esperanzas del Ejército y del pueblo. 

»Es preciso, pues, antes que la cuestión que me ocupa sea llamada al debate en el seno del Congreso, hacer entender nuevamente al Gobierno y á los enviados de la nación, que no hay una provincia, ni una ciudad, ni una villa, ni una aldea, ni una familia, que no desee y espere ver abolida la odiosa contribución de sangre.

»Es preciso que las Diputaciones, los Concejos, los Ayuntamientos, las Sociedades patrióticas, las asociaciones todas eleven a las Constituyentes peticiones suscritas por hombres y mujeres, por ancianos, jóvenes y niños, manifestando una vez más, los deseos que las quintas desaparezcan.

» Y si los representantes del pueblo se mostrasen aún sordos al clamor de tantas voces, les quedará la vergüenza y el remordimiento de haber obrado contra la conciencia y la voluntad de la nación, de quien han recibido sus poderes. 

» Yo espero vuestras instancias y manifestaciones para dar cuenta de ellas ante el Congreso.

Madrid 5 de Marzo de 1869. —Vuestro, el Diputado Mariano Álvarez Acevedo. » 


Esa es la voz del patriotismo, de la lealtad y la honradez, que forman el carácter del valiente republicano leonés. Sus paisanos pueden estar orgullosos de haberle elegido su Diputado una vez más, y el partido republicano puede mostrarse aún más orgulloso al contar en su seno hombres de tanta valía, de tanta importancia y de tan grande abnegación.

Como corolario al pensamiento manifestado en el escrito anterior dirigido a sus electores, ha presentado a las Cortes una proposición de ley, estableciendo las siguientes bases para la organización del servicio militar:

»Quedan abolidas las quintas y declarada la Milicia una profesión.

»El Ejército activo constará de 35.000 hombres de todas armas.

»El servicio en el Ejército activo será voluntario y retribuido.

»El Ejército de reserva lo formarán todos los españoles útiles que no sirvan en el activo, desde 19 a 40 años.

»El servicio en el Ejército de reserva será gratuito y obligatorio.

»La retribución del voluntario consistirá en 400 escudos al ingreso en las filas, y luego los intereses que al 6 por 100 devenguen durante la permanencia del soldado en el Ejército.

»Además de este capital y sus intereses, las clases tendrán derecho al diario o mensualidad que se les asigne.

»El equipo y manutención del soldado hasta el sargento primero, será a cargo del Estado.

»Se suprimen los colegios militares, y.se crean academias en todos los centros de la Milicia.

»El voluntario empezará a servir de soldado y los grados se darán por oposición. De capitán en adelante el Ministerio hará las propuestas y las Cortes nombrarán.

»Cada provincia presentará su cupo y le pagará de sus fondos. 

»La reserva se organizará bajo bases parecidas a las de los antiguos provinciales.»


Tal era el pensamiento que indicó en el manifiesto a sus electores, y que ampliado, ha presentado a las Cortes.

Nosotros le damos la enhorabuena a nombre de las madres, a nombre de la juventud, a nombre de España entera.

Tal es Acevedo: soldado de la patria, defensor entusiasta de la libertad, caudillo del progreso, protector del débil, apoyo del desvalido, modesto, honrado y laborioso; los hombres como Acevedo merecen que la patria grave su nombre al lado del de sus hijos más distinguidos, y los pueblos conserven eternamente en la memoria el recuerdo de aquel que no vaciló jamás en sacrificar su fortuna, sus goces y bienes por conseguir la felicidad, el progreso y la libertad del suelo en que nació, la dicha de sus conciudadanos y el planteamiento de los salvadores principios a que consagró su vida entera,

Madrid, y Mayo 30 de 1869.

Enrique Rodríguez Solís.


Crónica de Cataluña, 7 de enero de 1870

Leemos en el Puente de Alcolea: El presidente dcl consejo consulta frecuentemente con los hombres eminentes de todos los partidos, con tal motivo, sabemos que fueron llamados, entre otros, al palacio de la presidencia. los señores La Serna, Álvarez, Acevedo, Alonso Martínez, Fernández de la Hoz al unos otros distinguidos hombres políticos, que conferenciaron largo rato con el general Prim.»


Boletín de loterías y de toros (Madrid). 12 de septiembre de 1870

EFEMÉRIDES DEL MES DE SETIEMBRE. 

11. 1807.—Nace en Otero de Curueño D. Mariano Álvarez Acevedo, diputado por León.


La Correspondencia universal de Madrid. 31 de enero de 1871

El Sr. Álvarez Acevedo, diputado de la minoría republicana en las Constituyentes, publicará hoy o mañana un manifiesto despidiéndose de sus conciudadanos de León, dándoles acertados consejos en la marcha que deben seguir cuando sean llamados a los comicios para las nuevas Cortes, y retirándose a la vida privada. Dados los antecedentes de este honrado patricio, creemos que los leoneses no han de conformarse que lleve adelante su retraimiento.


El Pensamiento español, 25 de febrero de 1871

Es verdaderamente notable una carta del infortunado Balanzátegui al Sr. Álvarez Acevedo, y que este ha publicado en un manifiesto que acaba de dar a los electores de la provincia de León. 

Cuando este ex-diputado y ex-cabecilla perseguía a nuestro héroe, anunció a los carlistas que estaba dispuesto a emplear con ellos todo rigor si no se presentaban antes de seis horas. Balanzátegui contestó a esta intimación con la sencilla y hermosa carta siguiente: 

«Nada sabíamos da quién venia mandando la partida que nos ha perseguido, pero era orden general no hacer fuego alguno contra nadie, seguros como estamos de que todos somos hermanos y que lo hemos de ser en breve bajo el paternal gobierno de un rey católico. Solo el principio religioso nos decidió a defender la causa, porque creemos, sin dudarlo, que este príncipe representa el principio católico y no faltará a él. 

Si Dios permite que sacrifiquemos la vida en defensa de su santa causa, sea en buen hora; pero no la abandonaremos por temor de perderla. Ningún daño hemos hecho, no lo pensamos hacer: solo cuando nos veamos en la necesidad de resistir el ataque, lo haremos en defensa propia si bien esquivándolo siempre que podamos. 

Excusado me parece decir que todos los demás sentimientos ocupan el lugar que deben, y siempre ocuparán en —Pedro Balanzátegui Altuna.» 

Después de esta carta, Balanzátegui merecía morir en defensa de Dios y murió. 

No permita el cielo que el sacrificio del mártir sea perdido para la santa causa por malicia o debilidad de los hombres.


La Discusión, 1 de mayo de 1872

Ayer a la madrugada ha fallecido en esta capital el ex-diputado constituyente don Mariano Álvarez Acevedo. 


La Discusión, 5 de mayo de 1872

Los periódicos de León consagran en sus números del 2, un sentido recuerdo a la memoria del diputado republicano que fue por aquella localidad, nuestro respetable amigo D. Mariano Álvarez Acebedo, muerto en uno de los últimos días del mes pasado, como nuestros lectores saben. Este ilustre veterano de la democracia leonesa, gozaba muy justamente de universales simpatías.


El municipio, periódico republicano federal, 9 de mayo de 1872 

Con profundo sentimiento hemos leído la noticia de la muerte del distinguido patricio y apreciable amigo nuestro D. Mariano Álvarez Acevedo.

Su vida fue un continuo sacrificio por la libertad; enemigo implacable del absolutismo, aun en sus últimos años no ha titubeado en ponerse al frente de unos cuantos valientes para combatir las huestes carlistas de su provincia.

Después de la revolución de Setiembre sintió el calor de la República, y con entusiasmo se abrazó a esta idea, y fue representante de ella en las Constituyentes.

Hemos perdido un buen patricio y un buen amigo; grande es muestro dolor al darle un adiós eterno. 


El Imparcial, 14 de mayo de 1873

El coronel D. Coloman Castañón nos dirige desde Pamplona una atenta carta en que nos ruega hagamos constar: primero, no ser cierto que su columna acompañase a la del coronel Navarro el día 5, y por lo tanto que fuese derrotada; segundo, que hasta ahora las fuerzas de su mando han salido victoriosas en todos los encuentros que han tenido con la facción; tercero, que las bajas de nuestras tropas han sido ocho muertos, 47 heridos, siete contusos y 74 prisioneros y extraviados, o sea un total de 136 hombres, y las de la facción mayor cifra de muertos y heridos, no cayendo en su poder más que un cañón, pero no convoyes ni bagajes. 

Queda complacido el Sr. Castañón.


Exposición regional leonesa de 1876 

263 MARTINEZ ALVAREZ ACEBEDO (D. Rafael), Otero de Curueño, prov. de León. — Un potro. 

287 MARTÍNEZ ALVAREZ ACEBEDO (D. Rafael), Otero de Curueño, prov. de León. —Un novillo. B.


El porvenir de León, 26 de mayo de 1877 

Continuación de los expositores premiados en la Exposición Regional leonesa.

D. Rafael Martínez Álvarez Acevedo, Otero de Curueño, Provincia de león, Un novillo, medalla de bronce.


La Correspondencia de España. 12 de junio de 1878

Los señores jefes y oficiales que a continuación se expresan, se servirán presentarse en la sección segunda dé este gobierno militar, cualquier día no festivo, de doce a dos de la tarde, para recoger documentos y enterarles de varios asuntos:

...

D. Coloman Castañón y Acebedo, coronel retirado.


El porvenir de León, 5 de junio de 1886 

En breve se reanudarán las obras del puente sobre el Curueño, en la carretera provincial de León a Boñar, a las que parece se darán gran impulso durante la temporada de verano, para lo cual ha adquirido el contratista una locomovil de suficiente fuerza con objeto de que los agotamientos que faltan se lleven a cabo en el menor tiempo posible.

Felicitamos al contratista por ello pues de esta manera no solo beneficia sus intereses sino también los de la provincia.


El porvenir de León, 11 de agosto de 1886 

Según nuestras noticias en este mes quedará fuera de aguas el único apoyo que falta por construir en el puente sobre el Curueño, en la carretera provincial de León a Boñar, lo que demuestra la gran actividad desplegada por el contratista, pues en poco más de un mes se han hecho las excavaciones y fundaciones de tres pilas y un estribo. 

Creemos, y es de esperar, que si ese celo continúa, en lo que falta de Verano y parte del Otoño, que en este país no deja de ser propicio para esta clase de obras, se hará el volteo de los arcos, pudiendo de esta manera dar la obra terminada en el plazo que para ello le ha sido señalado, con lo cual se haría acreedor el Sr. Alonso, contratista, a los aplausos de los interesadas en la pronta terminación del puente, y que lo son todos los habitantes de la región montañesa perteneciente a los partidos de Riaño, La Vecilla y parte de Murias; aplausos que nosotros seríamos los primeros en tributarle, como hoy lo hacemos a la Diputación y Sección de Caminos de esta, especialmente a su Director, por la rectitud y actividad demostrada para con esta obra y de la que deseamos no cejen hasta conseguir darla par terminada.


El diario de León, 25 de enero de 1888 

Cuantas personas han visto la obra del puente que sobre el rio Curueño, acaba de terminar el contratista nuestro particular amigo el Sr. Alonso, elogiadas condiciones de solidez y buen gusto que dominan en dicha construcción, por lo cual enviamos la enhorabuena al expresado contratista. 


La estafeta de León, 30 de diciembre de 1891 

El Trancazo.

En el Ayuntamiento de Santa Colomba de Curueño, se ha desarrollado esta epidemia con tal intensidad, que en esta semana han fallecido en el pueblo de Barrillos cuatro personas atacadas de dicha enfermedad, habiendo más de cuarenta enfermos en el más triste abandono, pues no hay médico que los asista.

Llamamos sobre este último extremo la atención de la Junta provincial de Sanidad.



Exposición Regional Leonesa de 1892

Segoviano (D.ª Soledad), de Otero de Curueño (León).  Un novillo. M . P. y 40 pesetas en metálico.


Anuario Riera, 1904

Valldepielago

Carros (Constrs, de ) Sierra (Federico), 


Anuario del comercio, de la industria, ... 1905

VALDEPIELAGO.—V. con Ayunt. de 1.174 hab., sít. a 1 kilom. de La Vecilla, que es la estación más próxima.—Produce cereales y legumbres.—Tiene fábrica du tejas y ladrillos.—Fiesta mayor el segundo domingo de setiembre.— (A. 6, L. G.). 

Alcalde.—González (Víctor). Secretario—González (Toribio). Juez municipal.—Cuesta (León). Fiscal.—Álvarez (José). Párroco. -Sierra (Julián de la). Instrucción pública, Profesora, Domínguez (Cándida). 

Cacharrería. -Mateos (Ignacio). Comestibles. -Segurado (Romualdo). Harinas (Molinos de) . — Alonso (José).—Blanco (Leoncio).—Cuesta (León) — Reyero (Joaquín).- Segoviano (Soledad). Herrería y cerrajería.—Cuesta (L.) Medico-cirujano,—Fernández (Salustiano). Parador y mesón.—Pérez (María). 

Principales contribuyentes.-Robles (Policarpo).—Segoviano (Soledad.) Tejas y ladrillos (Fábrica de).— Arias(Vicente).—Valle (Juan del). 


El País, 29 de marzo de 1901


EL CORONEL

Don Coloman Castañón

Ha fallecido el 28 de marzo de 1901


Historia de la muy noble, leal y benemérita ciudad de Astorga

Rodríguez Díez, Matías, 1824-1910

León, secundando el movimiento de Asturias, organizó un batallón de voluntarios para los que apenas tuvo armamento, poniéndose al frente de el movimiento el popular don Félix Álvarez Acevedo, acordándose mandar emisarios a Galicia y otros puntos del país. Al llegar a Astorga, halláronla en excitación tumultuosa y dispuesta a todo lo que fuera guerra a muerte a los franceses, intimando con la multitud soliviantada, logrando que ésta reclamara el nombramiento de una Junta de armamento y defensa, cuya petición fue atendida.

A los pocos días después habíase formado un Batallón de Voluntarios, compuesto de buena parte de jóvenes inexpertos que, tomando del Ayuntamiento el pendón denominado Bandera de Clavijo, partieron de Astorga con gran algazara, resueltos a cruzar sus armas con las de las aguerridas huestes napoleónicas, siendo derrotados en Cabezón de la Sal, al intentar, a las órdenes del general Cuesta, detener el paso de las divisiones de los generales Lasulle y Merle que por aquella parte avanzaban sin la menor dificultad; desastre que ocurrió el día 12 de Julio de 1808.


León: órgano oficial de la Asociación Centro Región Leonesa. 1 de enero de 1931 

—En la Vecilla, donde residía desde hace algún tiempo, falleció D. Jesús de Robles y Álvarez Acevedo, persona conocidísima en León, donde contaba con muchas simpatías.


El Siglo Futuro, 25 de junio de 1935

ACCIDENTE AUTOMOVILISTA 

El automóvil que hace el correo de León a Boñar, y al pasar por el pueblo de Santibañez de Porma, y a causa de la rotura de la dirección, sufrió un volquetazo, sufriendo heridas Jerónimo Acebedo, Pedro Fernández, Vicente González, Alejandro Mirantes, Segundo Robles, Carmen Panero, Felisa Rodríguez y su esposo César Campos, todos ellos de pronóstico reservado. Los heridos fueron trasladados a varios sanatorios de la localidad. El automóvil iba conducido por su propietario, don Francisco López. 


Boletín oficial de la provincia de León, 5 de agosto de 1938

CIRCULARES 

De conformidad a lo dispuesto en el Decreto de 25 de Abril último y previos los oportunos informes he acordado designar a los señores que se expresan para constituir las Comisiones locales del Subsidio al Combatiente de los Municipios que se detallan: 

Valdepiélago: Jefe, D. Patricio Sierra Diez; Vocales, D. Mariano Álvarez Acebedo y D. Pedro Tascón Sierra. 

Valdelugueros: Jefe, D. Constantino González; Vocales, D. Joaquín del Hoyo y D. Santos Santamarta. 

Valdeteja: Jefe, D. Emilio González Álvarez; Vocales, D. José Alonso González y D. Nicanor González Fernández.

León, 29 de Julio de 1938.—III Año Triunfal. 


Boletín oficial de la provincia de León, 28 de febrero de 1955 

Relación de las licencias de uso de armas de caza...

6131 Federico Álvarez - Acevedo Gutiérrez de Otero de Curueño


Boletín oficial de la provincia de León: 28 de junio de 1961 

Distrito Minero de León 

ANUNCIOS 

Por la Empresa minera «Minas de Mercurio de Lois, S. A.» de mineral de cinabrio, explotadora de la mina «Perla» núm. 11.651, solícita autorización para la instalación de una planta de beneficio, consistente en un horno de destilación, cámara de condensación y alúdeles, con una capacidad de tratamiento de seis toneladas en veinticuatro horas, ubicada en el paraje de «El Pedrezal», del término de Lois, Ayuntamiento de Salamón. 

Lo que se publica para general conocimiento, pudiendo hacerse reclamaciones en el plazo de quince días los que se consideren perjudicados. 

León, 15 de Junio de 1961.-—El Ingeniero Jeje, Domingo Berriatúa. 2527 Núm. 837.-55,10 ptas. 

Por el Sr. Ingeniero Jefe de Minas ha sido declarado concluso para titulación de la concesión el expediente nombrado «Escarlati» n.º 12.300, de 243 pertenencias de mineral de espatofluor, sito en los Ayuntamientos de Maraña y Puebla de Lillo, siendo concesionario D. Julio González García, vecino de Oviedo, calle de Hermanos Pidal, n.0 1, cuyo representante en León es D. José Revillo Fuertes, con domicilio en la calle de Sierra Pambley, n.º 10. 

Lo que se anuncia en el BOLETÍN OFICIAL de la provincia, en cumplimiento de lo dispuesto en el art. 92 del Reglamento General para el Re gimen de la Minería, advirtiendo que contra esta declaración cabe recurso en el plazo de quince días hábiles ante la Dirección General de Minas y Combustibles, a partir de la fecha de esta publicación. 

León, 23 de Junio de 1961. -El Ingeniero Jefe, Domingo Berriatúa. , 2679


Boletín oficial de la provincia de León: 1 de agosto de 1966 

Distrito minero de león

ANUNCIO

DEMARCACIONES 

Se pone en conocimiento de los interesados y del público en general, que del día 17 a l 24 de agosto del año en curso darán comienzo las operaciones periciales de reconocimiento y, en su caso, de demarcación del permiso de investigación nombrado «CONCHITA» número 13.408, de mineral de cinabrio, de los términos de Maraña y Cofiñal, Ayuntamientos, respectivamente, de Maraña y Puebla de Lillo, cuyo peticionario es Minas de Tarna, S. A., con residencia en Madrid, y su representante en la capital es D. José Revillo Fuertes. Le son colindantes las minas < Agustina» número 11.671, «Carmina> número 12.057 y «Escarlati» núm. 12.300, todas de propiedad de la citada empresa «Minas de Tarna, S. A.». 

Lo que se anuncia en cumplimiento del artículo 45 del Reglamento General para el Régimen de la Minería, advirtiendo que las operaciones serán otra vez anunciadas si por cualquiera circunstancia no pudieran dar principio en los días señalados. 

León, 26 de julio de 1966—El Ingeniero Jefe, R. G. Buenaventura. 3130


El río del olvido, Julio llamazares, 1981

El Señorito de Otero

Cae la tarde cuando el viajero se despierta. Se desliza ya el sol en dirección a Campohermoso cuando el viajero recobra la conciencia después de varias horas durmiendo a pierna suelta. Tres horas justas tumbado boca arriba, como un muerto, soñando con el crimen del pantano y con la Dama de Arintero (que, en el sueño, iba a la guerra, no a caballo, sino en la furgoneta de Cayo, junto con los cuatro asturianos y el tío Marceliano, el carcelero), sin oír el ruido de los coches ni a las gallinas que, durante todo ese tiempo, han estado picoteando a su lado entre la hierba.

El viajero se despierta abotargado. El viajero ha dormido tan profundamente que le cuesta abandonar las catacumbas por las que su imaginación y su memoria han estado divagando hasta este instante, Y, como el sol le impide abrir los párpados (mientras dormía, la sombra del nogal ha ido corriéndose hacia un lado), permanece tumbado, con los ojos heridos, incapaz de abandonar su somnolencia. Pero los coches continúan pasando a su lado, las gallinas prosiguen su búsqueda incesante por la era y, como, por otra parte, comienza ya a notar los bordes de las piedras que, durante todo el tiempo, ha tenido clavadas en su espalda, el viajero, al final, no tiene otro remedio que hacer un gran esfuerzo y levantarse.

Tambaleándose, abotargado por el sol y por el sueño, el viajero cruza la era y se interna en el pueblo con pasos de sonámbulo, como cuando hace ya tres horas abandonó La Dama de Arintero. Durante largo rato, deambula entre las casas buscando alguna fuente donde poder meterse de cabeza. Las lentejas le pesan todavía en el estómago como si hiciera solamente unos minutos que se hubiese levantado de la mesa y los ojos se le cierran, incapaces de absorber toda la luz que incendia las callejas y los árboles de Otero. Pero, por fin, encuentra una fuente. El pilón está en lo alto de una cuesta, entre la carretera y las paredes centenarias de un palacio. Con sus últimas fuerzas, el viajero sube el alto de la cuesta y, como un explorador perdido en el desierto, se quita la camisa y mete la cabeza bajo el agua hasta que los pulmones empiezan a avisarle de que, si sigue así, en vez de despertarse, lo que va a conseguir es morir ahogado.

Sentado junto al caño, con el frescor del agua lamiéndole la espalda, el viajero, que empieza poco a poco a reaccionar, contempla los escudos de la casa solariega. Desde la cuesta, no puede ver sus armas («A los Ordases llevamos / En nuestras coronas reales / Que aun los propios animales / De sus glorias nos holgamos», podrá leer más tarde en uno de aquéllos), pero intuye en la arrogancia de sus torres y en las arcadas y dinteles de sus puertas la importancia de la casa y su nobleza. Sin duda debe de ser la del Señorito de Otero, de la que también le habló, mientras comía, el dueño de La Dama de Arintero.

Por el portalón abierto, el viajero se asoma al patio de la casa con recelo. No es la primera vez —en La Vecilla, esta mañana, sin ir más lejos— que tiene que salir huyendo de algún perro por entrar, sin llamar, en casa ajena. Pero en la del Señorito no parece haber ni perro. O no lo hay, o está durmiendo, como todo el mundo parece estar haciendo ahora en Otero. Solamente unas gallinas picotean en el patio, ajenas por completo a la presencia del viajero, y un ruido extraño y persistente, como de un motor pequeño, rompe en alguna parte la quietud absoluta de la casa en esta hora ya tardía de la siesta.

— ¿Se puede?

Las gallinas le miran un instante, como extrañadas de que alguien ande ahora por la calle, pero nadie parece haberle oído aparte de ellas.

— ¿Se puede?

Silencio. Un silencio profundo, cuajado, amarillento, quebrado solamente por el ruido del motor que el viajero sigue oyendo.

El viajero está ya a punto de marcharse, convencido de que allí todo el mundo está durmiendo, cuando, de repente, ve al hombre que, de espaldas, se asea ante un espejo junto a una de las puertas laterales que comunican el corral con la vivienda. El hombre tiene en sus manos el objeto que el viajero ha estado oyendo desde que se asomó al portón: una máquina de afeitar eléctrica.

— ¿Se puede? —repite una vez más mientras se acerca, aunque es evidente que la pregunta sobra, porque ya está dentro desde hace un rato.

El hombre, que por fin, le ha oído, interrumpe su trabajo y se queda mirándolo.

—¿El dueño de la casa? —dice el viajero, sin atreverse a preguntar directamente por el Señorito, no vaya a ser que no sea muy bien visto el tratamiento.

—Hable alto, que estoy un poco sordo —dice el hombre, apagando, para oírlo, la máquina de afeitar.

—Digo que si está el dueño —le repite, casi a gritos, el viajero.

Y, luego, bajando el tono de voz, no vaya a ser que el Señorito esté durmiendo y le despierte:

—Si no hay inconveniente, por supuesto.

El de la máquina de afeitar se le queda mirando un instante, como si tratara de reconocerlo. El de la máquina de afeitar, un hombre ya mayor, con aspecto de labrador de pueblo, se le queda mirando un instante, en silencio, como si no le hubiera oído o como si se extrañara de que alguien quiera ver al Señorito de Otero.

—Soy yo —confiesa finalmente, ante la sorpresa y el asombro del viajero.

Wenceslao Álvarez-Acevedo —que ése es el nombre exacto del hombre que el viajero tiene enfrente de él— es, en efecto, el Señorito de Otero. Wenceslao Álvarez-Acevedo, hijo de Mariano Álvarez-Acevedo y biznieto del diputado liberal del mismo nombre (aquel que, cuando iba a Madrid a hablar en Cortes, dormía siempre en casa propia, pues tenía una distinta cada veinte o treinta leguas), es, en efecto, y pese a su vulgar aspecto, el último heredero de la casa que fundaran, en el siglo XVI, Diego Álvarez-Villarroel y Catalina Gutiérrez-Acevedo. Una casa y un árbol genealógico cuyas raíces más antiguas se hunden en la Edad Media y cuyas ramas se extendían hace siglos por largas e infinitas posesiones solariegas. Una casa y un árbol genealógico cuyo último heredero, sin embargo, es este hombre anciano y sordo, con aspecto de labrador, que ahora se afeita delante del viajero, rodeado de gallinas y de recuerdos.

Cuando termina de afeitarse, el hombre invita al viajero a pasar dentro de la casa. El hombre es hospitalario y, además de invitarle a una cerveza, le enseña una por una todas las dependencias de la vieja casona solariega: la capilla roída por el polvo, el despacho arruinado, las mazmorras vacías, el comedor con los retratos de sus antepasados, la vieja biblioteca en la que se amontonan en desorden legajos medievales y revistas y periódicos recientes y, luego, de nuevo ya en el patio, los antiguos graneros y las caballerizas en las que todavía pueden verse, tirados entre el polvo, los arreos y las sillas de las caballerías y la calesa de madera en que su bisabuelo, el diputado, iba a Madrid a hablar en Cortes cuando los Álvarez-Acevedo todavía eran Señoritos de verdad y tenían casa propia cada veinte o treinta leguas.

—Pero usted —titubea el viajero, al final de la visita, conmovido por tanta decadencia— sigue siendo todavía el Señorito de Otero...

—El Señorito y el criado —le dice el hombre, sonriendo.


Boletín oficial de la provincia de León, 29 de abril de 2003

Elecciones municipales

Basilio Álvarez Acevedo Gutiérrez, candidato en Otero de Curueño por el Partido Popular.


Gloria Álvarez-Acevedo Gutiérrez  1922-2006 La Mata de Curueño

El pasado día 20 de julio de este año, en Bilbao, rodeada de su familia dio su último adiós Soledad Gloria Alvarez-Acevedo Gutierrez, esposa de Adolfo Fernández López, y lo hizo con el sosiego y placidez de quien está segura de haber cumplido plenamente a lo largo de su trayectoria en la vida como hija, como esposa y madre y como persona. Sus restos mortales fueron trasladados el día 22 de Julio a Boñar donde tuvo lugar el funeral, acompañando a sus familiares en los momentos de su despedida entrañables amigos, entre ellos bastantes matenses, que demostraron el sincero cariño que la tenían. Su madre, Anastasia Gutiérrez, la trajo al mundo en Otero de Curueño el 14 de abril de 1922, sábado de Gloria, coincidiendo en día y mes con la fecha de nacimiento de su padre D. Mariano Álvarez-Acevedo Segoviano, el Señorito de Otero. Era la tercera en la lista de doce hermanos. Fue educada por su tía Ninfa, prima hermana de su padre y licenciada en letras, que convivía con ellos y que estaba al cargo de la formación de los niños de la casa. De aquella enseñanza, entre otras cosas buenas, conservó su amor a la pulcritud, al orden y a la discreción.

Su juventud por la muerte al final de la guerra civil de su hermano Aníbal, que era el inmediatamente anterior a ella, y tres meses más tarde, en noviembre de 1939, la muerte de su padre. Como consecuencia de estas dolorosas pérdidas enfermó gravemente su madre y Gloria, con una actitud valiente y decidida, impropia de su edad, renunciando a proseguir sus estudios fuera de casa, junto con su hermano mayor Wences y con el apoyo de su tía Ninfa supo sacar adelante y educar a sus  hermanos menores, hacerse cargo de la casa, y lograr la curación de la madre después de muchos meses de diligentes cuidados siguiendo siempre las directrices del médico.

Fue precisamente en unas fiestas de La Mata, donde Gloria y Adolfo se conocieron y unos años más tarde, el 20 de diciembre de 1951, en la capilla de la casa solariega propiedad de sus padres en Otero de Curueño, contraían matrimonio a la vez que su hermano Wences con Inés Prieto.

Después de casarse con Adolfo vivió 11 años en la Mata. Durante ese tiempo fue tres veces madre, aunque su primera hija falleció al nacer. Gloria no salía a trabajar al campo, pero no le faltaba labor atendiendo a su esposo, sus hijos, la casa y los motriles, porque era muy perfeccionista en sus tareas; y los ratos libres que tenía los pasaba cosiendo mientras hacia compañía a su suegra Elisa, paralítica en cama, y a su cuñada Consuelo, muy enferma también de parkinson, que vivían con Mª Ángeles en la casa contigua, y preparada siempre para recibir y atender correctamente a las numerosas visitas, ofreciéndoles una taza de café con pastas o una merienda y agradable conversación, ganándose el aprecio y admiración de cuantos la conocieron.

En 1962, cuando sus hijos Miguel Ángel y Gloria Elisa empezaban la edad escolar, Gloria y Adolfo se trasladaron a Vizcaya para poder darles más oportunidades, estableciéndose en Barakaldo donde Adolfo se dedicó, en sociedad con su hermano Paco, al negocio de carnicería. Allí vio Gloria con satisfacción como sus hijos terminaron las carreras de Medicina y Derecho, como se casaban y como le alegraron la vida con tres nietas: Beatriz, Elisabeth y Roxana, a las que adoró. Los familiares sabían que siempre podían contar con Gloria, y así además de tener largas temporadas en Barakaldo a su madre Anastasia, no dudó en ayudar a los hermanos que se lo pidieron, llevándose incluso a vivir con ella a dos sobrinas. Gloria, aunque al hacer el chalet en Boñar venía menos a La Mata, guardaba muy buenos recuerdos de su vida en este pueblín, y disfrutaba enormemente cuando Adolfo le leía los artículos campechanos y alegres que preparaba para su habitual colaboración con nuestro Boletín. Gloria estaba muy agradecida a La Mata porque la quiso siempre como hija del pueblo y como tal la homenajeó a los 80 años junto a su esposo  Adolfo,

Gloria y Adolfo, pese a integrarse plenamente en Vizcaya mantuvieron siempre los lazos con sus queridos pueblos leoneses, pasando en ellos cada año sus vacaciones estivales y  por ello no dudaron en hacer junto con Felipe unos chales en Boñar.

A finales de los años 70, pensando ya en una pronta retirada de los negocios, compran un piso en Madrid, instalando cómodamente en él a su madre Anastasia y sus hermanas Mercedes y Eloina, y donde pasarán luego con ellas grandes temporadas en invierno compaginando con sus períodos veraniegos en Boñar y sus escapadas a Barakaldo.

Unos años más tarde le sorprendió una dura enfermedad en los huesos, pero su entereza en soportarla fue admirable y no le impidió amar la vida y luchar por ella con asombrosa energía. Aunque tuvo que estar con tratamientos y revisiones médicas, vivió feliz con su marido gozando frecuentemente de la compañía de sus hijos y nietas de los que se sentía muy orgullosa, y siempre esmeradamente atendida sobre todo por sus hermanas Mercedes y Eloina, que no se separaron nunca de ellos, viajando juntos a todas partes tanto por España como por Europa o incluso cuando Miguel Ángel les animó y les llevó a Egipto.

Los últimos meses de su vida, cuando su salud era ya muy delicada y requería cuidados continuos en su casa de Barakaldo, Gloria aceptó ejemplarmente la situación y no se mostró de ningún modo entristecida por la enfermedad, siempre tenía una sonrisa para dedicar a sus visitas y una carantoña para sus nietas mientras reía con ellas jugando a la baraja o siendo cómplice de sus aventuras adolescentes.

Gloria, aunque al hacer el chalet en Boñar venía menos a La Mata, guardaba muy buenos recuerdos de su vida en este pueblín, y disfrutaba enormemente cuando Adolfo le leía los artículos campechanos y alegres que preparaba para su habitual colaboración con nuestro Boletín. Gloria estaba muy agradecida a La Mata porque la quiso siempre como hija del pueblo y como tal la homenajeó a los 80 años junto a su esposo Adolfo, Isabel, Julián y Paula. Mamá ¡cómo te echamos de menos y te recordamos cada día, a cada paso! Desde que te fuiste todos lloramos por lo que hemos perdido. Hemos perdido a una persona especial, de gran corazón, fuerte y luchadora, y que siempre supo afrontar los problemas, tanto los suyos como los nuestros, de forma ejemplar. Hemos perdido esos ratos en que compartíamos nuestras ilusiones, hacíamos nuestras confidencias, esas partidas de brisca y tute, tu cariño, tu apoyo siempre dispuesto, tus palabras y tus consejos.

Pero ahora que lo pienso quizás no todo lo hemos perdido…Ahora me doy cuenta de que fuimos afortunados de haber tenido todo eso durante tanto tiempo, de tenerte a ti durante tanto tiempo, y de que tenerte nos ha ayudado a ser hoy quienes somos. Eres parte de lo que somos.  Ahora me doy cuenta de que en nosotros también estás tú, y de que no te hemos perdido, de que siempre tendremos lo mucho que nos has dado.

Mamá, es difícil continuar sin ti, sin poder abrazarte, pero sabemos que desde la Luz, tu nueva casa, nos iluminaras en nuestros quehaceres diarios y ayudarás a encontrar la serenidad suficiente para afrontar con entereza tu ausencia. Te queremos mamá con toda el alma, como nos querías tú, y aunque el tiempo pase siempre estarás en nuestros corazones.

Tus hijos Miguel Ángel y Gloria Elisa


Sopeña de Curueño

DE PIEDRA Y LETRA: D. LEANDRO AVEZILLA

Isidro González

Nos cuenta la historia que el templo del mundo cristiano encuentra su más clara expresión en los períodos romano y gótico. A partir del siglo X, la arquitectura religiosa sigue el tradicional sistema de planta basilical, con una o tres naves abovedadas, y se resuelve, generalmente, la cubierta del crucero, si la hay, con una cúpula.

Cuando a mediodía el sol cae sobre la iglesia y proyecta su sombra en la tierra, me siento a descansar y pienso. Estas piedras redondas, esta pared enjuta, esconden numerosos relatos. Y es que, de nuestros antepasados. aún nos quedan resquicios en la memoria, retazos de una historia que configura nuestro pueblo. Están las piedras ahí porque las puso alguien. Alguien cuya sombra deambula hoy por la calle de El Molino, o por La Cuesta; alguien a quien no vemos, pero contemplamos su obra: La iglesia de Santa María de Sopeña.

De los datos que conservo, se sabe que el primer antecedente conocido de nuestra iglesia está fechado en el año 980. Esta sufrió numerosos cambios y reformas a través de los siglos, permaneciendo, sin embargo, el primitivo estilo románico. Las obras que la llevaron a la actual configuración se realizaron, mayoritariamente, entre los años 1772 y 1817. Unos cuarenta y cinco años en los que un hombre, notable y singular, a quien los sopeñenses debemos recordar, dedicó todo su esfuerzo al pueblo y a su iglesia. Este hombre fue el párroco don Leandro de la Avecilla Ordás, natural de La Vecilla y descendiente directo de dos casas solariegas: "los González de la Avecilla, cuyo linaje fue iniciado por Don Gregorio González de la Avecilla, Señor de la Casa y Castillo de su nombre, a principios del siglo XV y continuado hasta el XVIII en trece generaciones" y "la Casa de los Ordás de Otero de Curueño, que fue fundada con anterioridad a 1420 por Mosén Pedro Aspre, casado con Doña Isabel Rodríguez de la Vecilla y Acevedo. Estirpe numerosa y combativa, recibió premio a sus victorias de manos de los reyes, y los escudos de armas de su casa solar son buena prueba de ello. En el siglo XVI, los Ordases de Otero quedaron sin descendencia masculina, y su heredera, Doña María de Ordas y Acevedo, casó con Don Fernando Álvarez Acevedo, produciéndose así el entronque de dos nobles linajes que llegaría a nuestros días".

Don Leandro, ese hombre del que hoy queda en la memoria un semblante, y en la vista la altitud de la iglesia, era personaje sereno, figura respetable en la que parecía sobrevivir el linaje de ilustres antepasados. Apenas llegado a Sopeña, en 1773, y viendo el ruinoso estado de la iglesia, contrató a Manuel Ruisánchez, maestro de cantería y vecino del concejo de Arriondas, en Asturias, al que se pagaron trescientos ducados para llevar a cabo la obra "del cuerpo y espadaña de la iglesia". Pocos años más tarde, en 1779, a iniciativa de don Leandro de la Avecilla y con el beneplácito del Obispo de León, Cayetano Alonso Cuadrillero y Mota, "se empieza a levantar la capilla mayor, haciendo una media naranja, así como los dos altares colaterales, con bóvedas y luces correspondientes".

Estas obras duraron cuatro años, de 1779 a 1783. "Se construyó el presbiterio con esquinales labrados y escodados, el arco correspondiente al toral, remontándose los otros dos que forman el crucero, todo ello, con piedra de Boñar, una media naranja de catorce pies cuadrados. La media naranja con su cornisa, cuatro pilastras, dos bóvedas por arista y la bovedilla en ochavo en el presbiterio, así como la sacristía".

Del párroco fue la idea, pero Francisco Fernández, maestro de cantería y vecino de Astorga, llevó a cabo los trabajos, a cambio de 4.000 reales y "otros 500 que cobró por la mesa del altar. Todo ello en piedra de Boñar". Se dice "que se consumieron ochenta cargas de cal en el presbiterio por lo mucho que se profundizó el cimiento para encontrar tierra firme".

Con la ayuda del pueblo, este hombre realizó la obra. Todos tuvieron su parte: "182 reales por el vino a los feligreses que con entera voluntad piadosa hicieron el acarreo de la piedra de Boñar". La rehabilitación alcanzó la cifra de 6.690 reales, rebasando la cuenta en cuatrocientos reales a favor del párroco, que hizo donación a la iglesia de esta y otras cantidades.

En el interior, por alejar de mi cuerpo el sol de la canícula, que quema y espanta, contemplo ahora los cuatro evangelistas en la cúpula del crucero, y me viene a la memoria lo costoso de estas pinceladas, y los ocho días que tardó un obrero en montar el andamio para que se pudieran realizar. Fue en 1779, y don Leandro contrató, entonces, a un vecino de Boñar, José Ordás, maestro dorador, para que los pintase.

Llegados a 1801, y siendo su mayor preocupación la gran cantidad de tierra y piedras que en tiempo de tormentas arrastraba el arroyo enterrando la parte posterior de la iglesia, se decidió comprar a Manuel González un trozo de terreno de la huerta de detrás de la iglesia en veinte reales. "Se cavó el ribazo, levantándose la pared de piedra, se emplearon 29 carros de piedra de Montuerto para su construcción, pagando a dos canteros durante treinta días 420 reales y sesenta más de pan y vino a los mozos que, en dos días, transportaron más de cien carros de tierra y escombros". Dicen, si mal no recuerdo, que "se levantó la pared media vara, se "cuvijo" de cantería, rematándose con "pilastrones", y se limpió la cruz de piedra" (ahora en lo más alto del campanario).

Y así fueron transcurriendo los años, hasta hoy, que la vemos ahí, erigida en estandarte de nuestro pueblo; símbolo de Sopeña y de su escudo. Lejos ha quedado el día en que don Leandro fue destinado como titular de la iglesia de La Natividad de Sopeña. Rezos, obras y soledades del alma de un hombre que, con pocos medios y muchas ilusiones, hizo realidad el sueño que un día ya lejano del siglo XVIII tuviera, apenas llegado a nuestro pueblo.

El paso irrevocable del tiempo y la vida, que no se detiene en sus mudanzas, le llevaron la primera de 1817. Quizás aún la nieve cubría de blanco los tejados rojos, el verde del campo y los montes que rodean al pueblo; tal vez el cierzo de aguanieve bajaba de la montaña, oscureciendo el sol de la mañana y, antes de que las amapolas enrojecieran las tierras de la vega, fallecía don Leandro de la Avecilla Ordás.

Era el 5 de abril de 1817 cuando, en la Capilla Mayor de la iglesia, se enterraba a don Leandro. Doce sacerdotes, dicen, acudieron a su funeral. Hoy, además de su obra y de su recuerdo imborrable bajo la sombra terruna de la iglesia, tenemos constancia escrita de quiénes fueron sus herederos: Froilán de la Avecilla Ordás, capellán titular de la Santísima Trinidad de Otero de Curueño; Tomás de la Avecilla, vecino de La Vecilla, y Teresa Álvarez Acevedo, vecina de Otero. Don Leandro hizo, además, donaciones a la iglesia para misas y obras pías, y nombró testamentarios al abad de Pardesivil; a Francisco Álvarez Acevedo, vecino de Otero, y a Bernardo Escobar, vecino de León.

Ahora, es el tiempo el que nos mira y nos recuerda que aquel hombre esculpió su vida en piedra, piedra amontonada con el sudor de los hombres de Sopeña. Ahora es la iglesia la primera que vemos, en la lejanía, con su cruz, su campanario... y escuchamos el redoble como un eco, que se pierde, con el alma de don Leandro, en las esquinas dormidas del valle del Curueño.


Elites parlamentarias de Castilla la Vieja y León en las Cortes Generales (1810-1874), Director/a Carasa, Pedro 2014


2014, Diccionario biográfico de parlamentarios de Castilla la Vieja y León en las Cortes Generales (1810-1874)

Hidalgo y hacendado.

Mariano Álvarez Acevedo llegó a convertirse en un líder popular, cuya fama trascendía las fronteras provinciales, durante el sexenio democrático.

Como su padre, Francisco, fue sobre todo un hombre de acción. Honesto, de convicciones firmes, pero ajeno a los cabildeos políticos, participó en todas las revoluciones y luchó incluso con las armas contra el absolutismo desde la época del Trienio. Primero como liberal progresista, después demócrata y, finalmente, republicano.

Sus intervenciones parlamentarias no fueron muy numerosas, sin embargo contó siempre con un notable apoyo popular, que lo llevó a ser elegido diputado a Cortes en cinco ocasiones, aunque en la primera su acta fue anulada, tras meses de recursos y una controvertida repetición de las elecciones en el distrito de Riaño (León). Si el respaldo con que contaba era indudable —en él debió influir la tradicional influencia de su familia en la comarca que lo eligió en las tres primeras ocasiones-, también era manifiesta la oposición que despertaba en los sectores más conservadores, entre ellos el clero local, lo que convirtió en conflictivas a varias de las elecciones en las que participó.

Había nacido en la localidad leonesa de Otero de Curueño, en el seno de una familia hidalga, el 9 de septiembre de 1807. En su entorno familiar destacan varios militares que lucharon tanto en la guerra contra la invasión Napoleónica como en el bando liberal frente al realismo y el carlismo. Era hijo de Francisco Álvarez Acevedo de la Bárcena, de ideas liberales, que había formado parte de varias Juntas y jugado un importante papel durante la Guerra de la Independencia, fallecido en Otero de Curueño el 15 de marzo de 1820. Su madre fue Joaquina de Mier Mioño. Tuvo seis hermanos: Rafael, Isidoro, Saturnino, Juan, Rosalía y María, que se casó con el militar Federico Castañón, el que abortó el levantamiento promovido por el obispo Abarca en 1833, que había sido guerrillero contra Bonaparte y llegaría a teniente general por su actuación en la primera guerra carlista.

Era sobrino de Félix María Álvarez Acevedo de la Bárcena, coronel que participó en el levantamiento de A Coruña en 1820 y perdió la vida el 9 de marzo en la localidad zamorana de Requejo, cuando mandaba las tropas liberales que perseguían a los absolutistas que se habían negado a secundar la revolución gallega, por lo que fue declarado por las Cortes benemérito de la patria en grado heroico. Primo carnal de su padre era también el general Pedro de la Bárcena Valdivieso.

Se casó con M.ª Concepción Acevedo Velasco y tuvieron una hija, Teresa Rafaela Álvarez Acevedo.

Estudio latín y humanidades en la preceptoría de San Feliz de Torio (León), pero parece que carecía de estudios universitarios. Además de a la política, se dedicó a explotar sus propiedades con un claro carácter emprendedor. En 1860, inventó un arado de vertedera que fue ensayado por la Sociedad de Amigos del País en el Campo del Vivero de la capital leonesa. En 1859, fue premiado con la medalla de plata por los ejemplares de potros de raza española y anglo-alemana que presentó en la Exposición Castellana de Valladolid.

Aunque su tía, María Álvarez Acevedo, estaba casada con el influyente realista Bernardo Escobar -diputado “persa” en las Cortes de 1813-14 e intendente de policía de la provincia de León durante la década ominosa- ya vimos que en su familia predominaban las ideas liberales. Debió influirle notablemente la violenta muerte de su tío Félix Álvarez Acevedo, convertido en uno de los primeros mártires de la libertad, y sus biógrafos del siglo XIX le atribuyen una temprana implicación política en el Trienio Constitucional, aunque en 1820 contaba solo con 13 años. Tras la muerte de Fernando VII, se integró en la milicia nacional y participó en la lucha contra las partidas carlistas. Fue elegido miembro de la diputación provincial de León en 1835, 1837, 1841 y 1854.

En su calidad de diputado provincial, formó parte de la Junta de Armamento y Defensa creada el 11 de septiembre de 1836, tras la revolución que restableció la Constitución de 1812. Su actuación, junto con su tío, Isidoro Acevedo, en la lucha contra la expedición carlista de Sanz y las partidas locales hizo que la Junta solicitase, el 16 de noviembre de 1836, que le fuera concedida la cruz de Isabel Il. Sus biógrafos le atribuyen hazañas que, independientemente de su exactitud, contribuyeron a convertirlo en un héroe popular. También formó parte de la Junta creada en octubre de 1841 para hacer frente al levantamiento de Diego León y otros militares conservadores.

En 1843, se manifestó a favor de Espartero contra la movilización de los moderados y un sector de los progresistas para derrocarlo. El día 7 de julio, en su calidad de miembro de la diputación, firmó una proclama en la que se definía al movimiento antiesparterista como reaccionario y partidario del absolutismo y se expresaba confianza absoluta en que Espartero podría salvar a la nación.

Fue elegido por primera vez diputado en las elecciones celebradas los días 14 y 15 de diciembre de 1846, las segundas realizadas en esa convocatoria en el distrito de Riaño porque las primeras no pudieron celebrarse con normalidad. En esas fechas se había producido una gran nevada en la provincia de León, por lo que muchos electores no pudieron asistir a la votación y tampoco se presentó al escrutinio una de las secciones, la de Almanza. Con los sufragios que se escrutaron el día 16 resultó elegido Acevedo, que recibió el acta del jefe político, pero, al poco tiempo, llegó el acta de Almanza, cuyos votos daban la mayoría al moderado José Ramón Cachero. El jefe político se lo comunicó al gobierno, que dejó la decisión sobre el resultado definitivo en manos del Congreso. El día 1 de enero de 1847, Acevedo presentó la nota exigida por el artículo 1 del reglamento como diputado electo por Riaño, pero el día 3 se leyeron las actas electorales en la cámara y se acordó pasarlas a la comisión de actas, a la que también se le remitieron otros documentos en días posteriores. El día 12 la comisión acordó admitir como diputado a Cachero, pero al día siguiente se mandó transmitir a la comisión de actas una exposición de Mariano Álvarez Acevedo, junto con una información judicial sobre la elección del distrito de Riaño, y la comisión de actas retiró su anterior dictamen.

Se abrió así un largo debate, en el que intervino en el pleno el propio Acevedo para defender su acta, que puso de manifiesto numerosas irregularidades, especialmente en la sección de Boñar, entre ellas que figuraba un número mayor de votantes de los que realmente habían emitido su voto. Finalmente, el 4 de febrero, el Congreso acordó ordenar que se repitiesen las elecciones,

Las terceras elecciones dieron el triunfo a Cachero, pero volvieron a ser impugnadas, esta vez por los progresistas. Uno de los miembros de la comisión de actas, José de Gálvez Cañero, emitió un voto particular en contra de la decisión de la mayoría, que era favorable a admitir a Cachero. Gálvez indicaba que en Boñar el alcalde había constituido ilegalmente la mesa, por lo que 37 electores favorables a Acevedo se negaron a votar, y en Almanza, además de constituirse también irregularmente la mesa, habían aparecido papeletas de Cachero antes de que se formase y figuraban como votantes personas que no habían emitido su voto. Por todo ello, pedía una nueva anulación de las elecciones.

De nuevo se produjo un agrio debate, en el que intervinieron, entre otros diputados, José Ordás Avecilla, Fernández Baeza y Nicolás María Rivero para defender a Acevedo y Calderón Collantes y Gabriel Balbuena en favor de Cachero. El 20 de diciembre de 1847, por 90 votos contra 41, la mayoría moderada acordó admitir a Cachero. Finalizó así la primera experiencia parlamentaria de Mariano Álvarez Acevedo. Su elección en 1846 ha llevado a que en algunas biografías figure erróneamente que era diputado en 1848. En cualquier caso, se anunciaba una resistencia de los moderados a que pudiera obtener su acta por el distrito que iba más allá de las prácticas políticas legales y se reproduciría en 1851.

En las elecciones celebradas el 31 de agosto de 1850 fue el único candidato en el distrito de Riaño, por lo que obtuvo todos los votos emitidos, 467 de 616 electores. La comisión de actas propuso, el 26 de noviembre, que fuese admitido como diputado y el Congreso lo aceptó al día siguiente, prestó juramento el 6 de diciembre. La vida de estas Cortes fue muy breve, fueron disueltas el 7 de abril de 1851, por lo que no pudo intervenir en muchas ocasiones. El 16 de enero de 1851 fue elegido para formar parte de la comisión del caso de reelección del diputado Gaspar Contreras.

Su intervención más destacada se produjo, el 14 de marzo de 1851, con relación al reemplazo del ejército, proponía que se redujese el número de soldados en activo y se les pagase por prestar el servicio y reengancharse, también que un ejército de reserva, con los reservistas en sus domicilios, fuese la garantía de defensa en caso de necesitarse más tropas. Defendió asimismo que se mantuviese la posibilidad de la sustitución de los reclutas por otra persona con la que lo acordasen, aunque se estableciese la redención en metálico.

El 26 de marzo, presentó una interpelación al Gobierno, que fue debatida el 27, en la que se oponía a la importación de hilazas y lienzos extranjeros de lino y solicitaba que el Estado utilizase tejidos españoles para los establecimientos públicos e impusiese un arancel a las importaciones. El cultivo, hilado y tejido del lino tenía gran importancia en León y Galicia, como indicaba Acevedo, y se veía amenazado por las importaciones de tejidos más blancos y baratos,

Volvió a presentarse en las elecciones de 1851, que se celebraron el 5 de mayo, en las que obtuvo 214 votos de 413 emitidos -esta vez se enfrentó a otros dos candidatos-, pero fueron impugnadas de nuevo -ahora las de la sección de Riaño- según sus palabras, por “varios electores, intimidados por el celador de montes del distrito, persona muy influyente, no por si, sino por las funciones quo ejerce [...]. El protestante es un individuo de la mesa de Boñar en las elecciones de 46, y unos once curas qua han negado en el país la penitencia y alguno los sacramentos a los compradores de bienes nacionales; unos y otros no están conformes con que ciertas personas disfruten concepto, y buscan medios ilícitos y falsos para dar valor a sus resentimientos”.

Las elecciones se repitieron el 12 de agosto, en esta ocasión votaron 514 electores y obtuvo 264 votos. Las sesiones estuvieron suspendidas hasta el 5 de noviembre de 1851, por lo que no fue admitido hasta el día 7, juró el 14, Estas Cortes fueron disueltas en diciembre de 1852, pero a lo largo de ese año solo celebraron dos sesiones, por lo que prácticamente no hubo debates, Acevedo solo intervino para defender sus actas.

También se presentó a las elecciones de febrero de1853, en las que resultó elegido Gabriel Balbuena, pero en esta ocasión fue él quien presentó una reclamación. El 14 de marzo la comisión calificó de “graves” los problemas que presentaba el acta de Riaño, que nunca llegó a ser aprobada y el distrito se quedó sin diputado.

Volvió a formar parte de la Junta de gobierno creada en León, tras el triunfo de la revolución, el 17 de julio de 1854, en octubre se convirtió en subinspector de la milicia nacional leonesa.

En las elecciones a Cortes constituyentes de 1854, con un sufragio mucho más amplio, obtuvo 13.110 votos de 17.973 emitidos, fue el diputado más votado. Presentó su acta el 9 de noviembre y fue aprobada el 14. Formó parte de varias comisiones, El 15 de enero de 1855 obtuvo licencia para regresar a León durante dos meses y el 6 de febrero comunicó que no podía asistir a las sesiones por motivos de salud. En parte debido a esas ausencias, su única intervención en el pleno se produjo, el 15 de enero de 1855, para oponerse a la ley de quintas, precisamente a esa oposición a las quintas atribuyó el notable apoyo electoral que había obtenido. De todas formas, no propuso que se suprimiesen, sino que los reclutados recibiesen una pensión del Estado en compensación a su servicio, con el sistema de sustituciones solo los pobres cumplían con el largo servicio militar. A pesar de ello, después de conocer una vaga promesa de Espartero de que algún día se suprimirían las quintas, retiró, "por patriotismo”, su propuesta, fue José Maria Orense quien la aprovechó para realizar un extenso discurso en favor de que se aboliesen.

El 17 de julio de 1856, participó en un levantamiento contra el recién nombrado gobierno de O'Donnell, que había sustituido a Espartero. El fracaso del movimiento le obligó a refugiarse temporalmente en Portugal.

En septiembre de 1868, tras conocer las noticias del levantamiento de Cádiz, organizó una partida guerrillera en la montaña del norte de León, que entró en localidades de Boñar, donde se apoderó de fondos públicos y abrió el alfolí, Riaño y la Pola de Gordón. La partida estaba integrada por unos 200 jinetes (Lucas del Ser [2008], p. 456). El día 30, se presentó a la cabeza de sus hombres en la capital y se convirtió en presidente de la Junta revolucionaria leonesa.

El 12 de octubre, fue nombrado gobernador civil de la provincia de León, cargo que ejerció hasta el 1 de diciembre, cuando, ante la proximidad de las elecciones, el gobierno lo destituyó debido a sus ideas republicanas. Mientras ejerció el cargo, donó la mitad de su sueldo para los niños huérfanos de la provincia, lo que aumentó su popularidad. Su cese provocó un motín y que se recogiesen más de 7.000 firmas solicitando su reposición en el cargo. Se retiró a su localidad natal, pero, finalmente, decidió presentarse a las elecciones a las Cortes constituyentes de 1869. Cuando ya era diputado, en julio de 1869, tomó el mando de los “Voluntarios Tiradores de León", que hicieron frente a la partida carlista de Balanzátegui y la derrotaron en Prioro el 4 de agosto, por lo que recibió una mención especial del capitán general en la orden general del 13 de agosto. Sus hombres fueron premiados en diciembre con la cruz de plata al mérito militar por servicios de guerra.

Resultó elegido diputado por última vez en las elecciones a Cortes constituyentes celebradas el 15 de enero de 1869, las primeras por sufragio universal masculino directo. Consiguió en esta ocasión el apoyo de 13.349 de los 31.233 votantes. Tras el dictamen favorable de la comisión de actas, fue admitido el 17 de febrero. El 9 de junio fue autorizado a salir de Madrid por motivos de salud.

Aunque fue privado prematuramente de su escaño, sus intervenciones en el pleno son en esta ocasión más numerosas. Entre marzo y junio presentó varias propuestas de ayuntamientos de la provincia de León sobre la supresión de las quintas y del impuesto de capitación. También defendió otras que solicitaban la reducción del número de funcionarios y que desapareciesen los empleados de montes, cuyo cuidado debería pasar a los ayuntamientos. 

El 18 de marzo, diputados de las provincias de Valladolid, Zamora, Palencia y León firmaron conjuntamente una solicitud dirigida al ministro de Hacienda, Laureano Figuerola, en la que solicitaban, y lograron, que se prorrogase el plazo de pago a los compradores de bienes nacionales “en vista de las calamidades de que aquellas comarcas han sido victimas,” firmaban la solicitud los ocho diputados de León, entre ellos Mariano Álvarez Acevedo. El 1 de mayo, le preguntó al ministro de Hacienda sobre los bienes desamortizados, en concreto por qué había personas que seguían detentado "encomiendas" sin derecho a ello, también sobre las plazas de funcionarios del ministerio en la provincia. El día 8, realizó otra pregunta sobre un préstamo contraído por el Estado que motivó la intervención del Presidente del Gobierno y el ministro de Hacienda.

De nuevo sus intervenciones más destacadas estuvieron relacionadas con las quintas. Además de transmitir numerosas propuestas de ayuntamientos leoneses, realizó el día 2 de marzo, junto con Fernando Garrido, José María Orense, Luis Blanc, Gumersindo de la Rosa, Pedro Caymó y Adolfo Joarizti, una proposición de ley para que las Cortes acordasen que se suspendieran todas las operaciones preliminares respecto al reemplazo del ejército de mar y tierra hasta que se discutiese y votase el proyecto de ley para la abolición de quintas y matrículas de mar. El debate sobre la propuesta, que se desarrolló el día 11, fue largo y tenso, especialmente con los ministros militares. Acevedo tuvo una breve intervención en la que señaló que en 1855 había escuchado, por parte de personas también muy dignas, las mismas promesas que ahora se le hacían sobre la supresión de las quintas, de ahí venía su desconfianza y por eso mantenía la propuesta de que fuese efectiva de inmediato. La votación fue nominal y los republicanos, que eran quienes apoyaban la propuesta, fueron derrotados por 69 votos contra 182.

Fue acusado de participar en la revuelta republicana de septiembre y octubre de 1869, por lo que seria encarcelado. El 6 de septiembre había llegado a Gijón, donde tuvo una acogida fervorosa y multitudinaria, en la que participó la banda de música municipal. Se trasladó después a La Coruña y, el 4 de octubre, fue detenido en Oviedo cuando bajaba de la diligencia. Se le acusó de participar en la organización del levantamiento republicano y fue encarcelado, aunque en León el estado de guerra no se declaró hasta el día 6. El Imparcial del 6 de octubre informa de que, cuando era conducido por un funcionario del gobierno civil de Oviedo a Madrid, se escapo, pero volvió a ser detenido con otras cuatro personas. El jueves 7 señala, en cambio, que 400 facciosos asaltaron el tren en que era conducido a la capital, pero él mismo se opuso a su liberación. El 10 aparece la noticia de su llegada a Madrid el día anterior, custodiado por carabineros y con otros siete detenidos, fueron todos internados en la prisión de San Francisco. Aunque algunos autores consideran que fue efectivamente el organizador de la revuelta republicana de León, la suya pudo ser una de tantas detenciones arbitrarias pues fue puesto en libertad el día 6 de noviembre y acudió a despedirse del regente, el general Serrano, antes de partir el 7 para León.

Las Cortes lo privaron de su escaño el 10 de diciembre de 1869, pero no por haber participado en la sublevación republicana, sino porque obtuvo un cargo remunerado del gobierno siendo diputado. El ministro de Hacienda, entonces Laureano Figuerola, lo propuso para el encargo de visitar las dependencias del patrimonio que fue de la corona y redactar una memoria sobre las medidas a adoptar para obtener mejor resultado en los bienes y su enajenación. Fue nombrado el 10 de junio de 1869 y se dio por terminada la comisión el 12 de octubre. Curiosamente, había realizado una serie de preguntas al ministro en las Cortes sobre esos bienes el 24 de abril, de ese breve debate debió nacer su nombramiento, lo que resulta extraño es que ni él ni Figuerola se percibieran de la incompatibilidad. En cualquier caso, no se presentó a la reelección. En el índice del Diario de Sesiones aparece la declaración de su escaño como vacante en un apartado, que sigue al normal de su nombre, titulado “ALVAREZ ACEVEDO (Diputado sublevado, Sr. D. Mariano)”. ¿Se trata de un error o es que realmente la declaración de incompatibilidad encubría una represalia política? Aunque había abandonado la política activa, falleció en Madrid en 1872. La noticia mereció necrológicas elogiosas en periódicos de toda España, incluso en alguno alejado de su ideología como El Imparcial.

FUENTES PRIMARIAS

ACD: Serie Documentación electoral; 28, n” 25; 31, nm 8; 37, n 31; 61, ne 6. AHPL: caja 11.606. APRM: Expedientes Personales, caja 73/25. BOPL: 30 de enero de 1860; 21, 23, 26 y 30 de septiembre de 1868. 24 de marzo y 16 de agosto de 1869. BAUTISTA, M. [1869]. DSCD: El Imparcial. Madrid, 1869, 6, 7 y 10 de octubre; 7 de noviembre; 1 y 11 de diciembre. 1872, 30 de abril. La Ilustración Republicana Federal, Madrid, 21 de mayo de 1872. La República Española, Gijón, 7 de septiembre y 7 de octubre de 1869. SOCIEDAD DE LITERATOS [1869]. TEJUECO GALLARDO, E. [1851]. VALLEJO, J. [1855].

BIBLIOGRAFÍA

AGUADO CABEZAS, E. [1995]. AGUADO CABEZAS, E. [2000]. CARANTOÑA ALVAREZ, F. [2000]. CARANTOÑA ÁLVAREZ, F. y PUENTE FELIZ, 6. (dir.) (1995). CASTILLO, M.ª J. del [1995]. DBPE (1820-1854). LAFUENTE MONGE, G. [2000]. LUCAS DEL SER, C. de [1998]. LUCAS DEL SER, C. de [2008]. LUCAS DEL SER, C. de [2012]. SERRANO, S. (dir.) [1996]. TOLIVAR FAES, J. R. [1982].

Francisco Carantoña Álvarez



Castillo-Palacio de Otero de Curueño 2 de septiembre de 2016

El Castillo-Palacio de Otero de Curueño está situado en la localidad homónima en el municipio de Valdepiélagos. Otero es una aldea situada a un kilómetro de La Vecilla, muy cerca de Boñar.

El palacio de estilo renacentista fue construida a mediados del siglo XV. Cuenta con un torreón de piedra blanca caliza, que se conserva del antiguo castillo, aunque ha sido reconstruido. Es una casona de estructura simple y planta rectangular, construido en mampostería y sillería. Tiene dos alturas y una más en la torre semicircular que se levanta al extremo izquierdo de la fachada. Está adornada con rosetones, borduras y un balcón del homenaje. Contiene una capilla propia, dedicada a la Trinidad.

El Castillo-Palacio de Otero de Curueño fue en el XVI propiedad de Diego Alvarez Villarroel y Catalina Gutierrez-Acevedo, familia que tenía su casa solariega en Lois, construyeron en Otero de Curueño su palacio más importante. Esta casa de los Álvarez Acebedo, es también conocida como la "Casona de los Tovar", su primera dueña fue Dª María de Ordas quien casó con un Álvarez Acebedo en el siglo XVII y, la casa cambio a su nombre actual. En la fachada hay conjunto heráldico de seis escudos, de diversos tamaños y ubicados a lo largo de la primera planta, que dan testimonio de sus dueños.

Don Mariano Álvarez Acevedo fue señor de este castillo de Otero y un liberal muy destacado. Don Mariano fue una figura progresista e innovadora. Instaló una granja de explotación agraria cerca del Remellan en el Porma según describe en su manifiesto de 1868, cuando anduvo por Morgovejo reclutando adeptos a sus ideas liberales. También estableció un taller de lino en este Castillo de Otero de Curueño. En el alfolí de Boñar, donde le negaban la sal a los pastores, Don Mariano tomó el alfolí y les repartió la sal a los pastores. Don Mariano fue diputado en Cortes.

En la fachada del castillo figuran los escudos de los Acevedo. La insignia de los Tovar son dos dragones con una banda de boca a boca. El escudo refleja armas de los Tovar y los Quiñones.

Es un castillo-palacio majestuoso que ennoblece estos parajes. Su interior es propio del oficio al que se dedican sus dueños, agricultura y ganadería, habiendo así vivienda, y también cuadras, corrales, etc.


La Nueva Crónica

Fulgencio Fernández 10 de septiembre de 2017

Casa de escudos y de "bueyes y gorrinos" 

El Castillo Palacio de los Álvarez-Acevedo de Otero de Curueño luce en su fachada un buen número de escudos que hablan de una rica historia de nobles y que llega hasta unos singulares ganaderos que fueron los últimos ‘señoritos de Otero’

En este recorrido por «casas con historia» a lo largo de la provincia no faltan un buen número de históricos edificios: casonas, castillos, palacios... habitados muchas veces por singulares personajes que conservan apellidos de ‘rancio abolengo’. Bastaría recordar a Pepe el de Ariego y los Rodríguez Valcarce; el palacio de Riolago convertido en Casa del Parque; los Marqueses de Villafranca... o el castillo palacio de los Álvarez-Acevedo de Otero de Curueño, con otras ramas de la familia en Lois o Benllera; por citar algunos.

Los Álvarez-Acevedo, cuyo morador en las últimas décadas heredaba el título popular de Señorito de Otero, es un excelente ejemplo de la transición de lo noble a lo popular, pues a la ganadería, como tantas gentes de la comarca, se dedicaron los dos últimos señoritos, fallecidos hace pocos años: Federico y Basilio Álvarez-Acevedo, éste fue el último en fallecer y era conocido por el orgullo con que regentaba su pequeña ganadería de bueyes a la que se dedicó cuando dejó su profesión de guardia civil durante muchos años.

Federico, que había trabajado en la Estandart Eléctrica y tenía un verdadero museo de recuerdos, tuvo su ‘minuto de gloria’ en las elecciones municipales de 2011 por su singular forma de protesta por haber sido excluido del censo electoral: se desnudó en el colegio electoral. Una imagen que recorrió todos los periódicos en los habituales «anecdotarios de la jornada de elecciones». Tres mujeres, de avanzada edad, son ahora las herederas de este apellido y legado, aunque vienen bastante poco por la localidad estas «señoritas».

Pero hasta llegar a Basilio y Federico hay una larga y muy rica historia. La guía de la Asociación Española de Amigos de los Castillos dice que fue construido en el siglo XVI por Diego Álvarez Villarroel y Catalina Gutiérrez-Acevedo, familia que tenía su casa solariega en Lois, construyeron en Otero de Curueño su palacio más importante. Esta casa es también conocida como la Casona de los Tovar, su primera dueña fue María de Ordás quien casó con un Álvarez Acevedo en el siglo XVII y, la casa cambio a su nombre actual.

El historiador Juan José Sánchez Badiola recorre la larga historia de este linaje y se sorprende de los moradores que encontró en la casa cuando la visitó, en los años 70. «Los paralelismos del edificio con el de Benllera son más que evidentes, desde el origen y evolución del edificio, hasta el peculiar y algo trasnochado personaje que concluyó la dinastía. En este caso, El Señorito de Otero, que se ocupaba de vacas y gorrinos en su palacio cuajado de escudos».

También Julio Llamazares visitó este lugar y al Señorito para su libro de viajes ‘El río del olvido’. Después de recordar también su larga historia y la de algún ilustre miembro de la familia —como Mariano Álvarez-Acevedo, diputado liberal que cuando iba a Madrid a hablar en las Cortes dormía siempre en casa propia pues tenía una cada veinte o treinta leguas— habló con el Señorito de Otero y también reparó que aquel hombre sordo y con aspecto de labrador andaba rodeado de sus gallinas. Fue con el escritor un hombre muy amable, al que invitó a una cerveza y le enseñó todas las instancias de la casa: «la capilla roída por el polvo de los años, el despacho arruinado, las mazmorras vacías, el comedor con los retratos de sus antepasados, la vieja biblioteca en la que se amontonan en desorden legajos medievales y periódicos recientes... los antiguos graneros, las caballerizas, la calesa de su bisabuelo el diputado».

- Pero usted sigue siendo el Señorito de Otero.

- El Señorito de Otero y el criado.


NOBILIARIO DE LA MONTAÑA LEONESA - Dialnet Juan José Sánchez Badiola, 2019

ACEBEDO, ACEVEDO. Al tratar de los orígenes de Pedro González de Acebedo, obispo de Orense (1587-94) y de Plasencia (1594-1609), los testimonios nos dicen que era h. de Juan González de Acebedo, «de la Casa y solar conocido de Azevedo, en la villa de Azevedo, en el Valdeburón», y añaden que «el Conde de Monte Rey, estando el obispo en Orense, reconocía esta descendencia. Y la condesa de Fuentes, doña Juana, pidió a los hermanos del obispo los papeles que hicieron de la descendencia de la dicha Casa de Acevedo en el Valdeburón»202. 

Tuvieron solar en Corniero, donde residían, en 1596, Mateo de Acevedo, procurador concejil, y Martín de Acevedo. Los padrones recogen allí a los hidalgos Juan, Alonso, Catalina, Bartolomé y Hernando de Acevedo, h. de Hernando de Acevedo y de Sancha González; Juan, Marcos e Inés, h. de Juan de Acevedo; y Martino de Acevedo (1595); Juan, Bartolomé, Juan, otro Juan, Roque y Alonso de Acevedo (1620), y Hernando de Acevedo (1620), hidalgo notorio de casa y solar conocido. Lope de Acevedo era v. de Salamón, en 1595, y cuatro años antes pleiteaba por su hidalguía Lope de Acebedo, que lo era de Valbuena203. Bartolomé de Acebedo,hidalgo de Armada, testifica en un pleito de 1639204. Iniciaron pleito de hidalguía, en 1758,Juan de Acevedo, v. de Vozmediano, h. de Juan de Acevedo y de Catalina García; y en 1784,Julián de Acevedo, v. de Santa Colomba (*Voznuevo, 1757), h. de Marcelo Acevedo y de Maríadel Pando, v. de Voznuevo, y n. p. de Bartolomé Acevedo y de Catalina el Río205. Algunospasaron a Laciana, donde residieron Pedro de Acevedo, procurador y v. de Robles, en 1674; Fausto de Acevedo, procurador y v. de Villaseca, en 1676 y 1686, junto a las hermanasCatalina, Francisca y Manuela, h. de Julián de Acevedo y de Ana Álvarez206. Diego de Acevedo era v. de Lillo en 1679207. Otros se asentaron en los valles de Boñar y la Encartación, donde, en 1752, Francisco de Acevedo era regidor de Cerecedo y Baltasar de Acevedo v. de Otero208. En 1765, Juan de Acevedo, noble, residía en Vozmediano, junto a su mujer, María Fernández, ysus h. Fernando y Miguel209. Del solar de Corniero derivó una rama asentada en Sajambre, aunque su origen y condición presentan algunas dificultades. Diego de Acevedo Villarroel, procedente de dicho lugar, estaba ya avecindado en Oseja hacia 1600, siendo criado de los Caneja, lo mismo que sus descendientes. En 1659, Cosme de Acevedo, h. de Diego, era arrendatario del tabaco en Sajambre y Valdeón y regidor de Oseja. Todos los de este linaje fueron empadronados como hombres buenos, sin haber hecho protesta de nobles hasta 1684, cuando consiguen una real provisión en la que se ordena al concejo borrar y tildar del estado llano a Gregorio, Pedro, Santiago y Miguel de Acebedo y sus hijos. Así se hace, pero los v. de ambos Estados apelan la sentencia, alegando que los Acevedo se habían ennoblecido mediante falsos testimonios y sobornos, y señalando como principal maquinador al influyente Manuel Díaz de la Caneja, escribano público de Sajambre, «a quien dieron los susodichos mucha cantidad de dinero a quien, como hombre poderoso que es en el concejo, atemorizó a los vecinos de dicho concejo para que lo declarasen así y sobornó a otros». Pese a las pruebas en su contra, Leonardo García de la Caneja y Mendoza presenta ante la Audiencia un reconocimiento de nobleza de la propia Chancillería en favor de Domingo de Acevedo, v. de Madrid, h. de Juan de Acevedo y de María Martínez, y n. de Diego de Acevedo y de María Canín, v. que fueron del concejo de Sajambre. Ante este testimonio, la Real Chancillería emite una nueva ejecutoria, en 1697, confirmando la nobleza de la familia. Tiempo después, en 1765, Gregorio de Acevedo Villarroel (*Oseja, 1723), avecindado en Oviedo, pleitea para demostrar su prosapia, como hijo que era de Fernando Acevedo Villarroel. Su hidalguía fue probada también por Antonio Elola y Acevedo, n. de Diego de Acevedo Villarroel (*Oseja, 1691), al ingresar en la Orden de Carlos III210. En Lois, fundó casa y mayorazgo, en los inicios del siglo XVI, Alvar Yáñez de Acevedo y Núñez de Guzmán, caballero de Santiago, enlazando luego con los Álvarez, para formar el compuesto Álvarez-Acevedo, que pasó a Otero de Curueño al casar Bernardo Álvarez de Acevedo Argüelles, dueño de la casa de Lois, con Alfonsa de Robles Lorenzana, que lo era de la de Otero211. Dos son los conjuntos heráldicos que usaron los Acebedo, o Acevedo montañeses. El primero de ellos adopta un modelo frecuente en todo el norte peninsular, con el cuartelado de lobos y acebos, y la bordura de ocho sotueres. Ocupa el tercer cuartel de un bello escudo de La Losilla, muy similar a otro que luce la casona de los Álvarez Reyero, en Lois, salvo que, en éste, se alteró el orden de los cuarteles. Seguramente respondan tales armas a la descripción que, con los esmaltes correspondientes, repiten los armoriales: 1° y 4°, de oro, un acebo de sinople; 2° y 3°, de plata, un lobo de sable, añadiendo a veces la bordura de gules con ocho sotueres de oro. Una variante aparece en un escudo procedente de la casa de Corniero, conservado en Crémenes, que trae partido de Villafañe y Acevedo, pero éste reducido a un cortado, con los dos cuarteles iguales: un árbol y un lobo cebado atravesado al tronco; bordura con ocho sotueres. Existe, sin embargo, un segundo escudo, representado en la casa solariega de La Mata de la Riba, que es medio partido y cortado, con las armas de Robles en el cuartel segundo, y cinco flores de lis en el tercero, que pudieran ser de Ordás. El primer cuartel, que es el que nos interesa ahora, trae un árbol con dos canes atados al tronco y bordura de ocho sotueres; y aunque se ha relacionado con García de la Vecilla, caballero sepultado en la villa montañesa de que tomó apellido212, sin duda corresponde a Acebedo, lo que explicaría el lema que figura al pie: ARBOR BONA BONOS FRUCTVS (sic) FACIT, que vemos también en el palacio de Hoznayo, y es una cita evangélica, cuya procedencia aclara el propio epígrafe. Son las armas de Acebedo que recogen los Vilar: de plata, un acebo de sinople, con dos lebreles al natural atados a su tronco213; usadas, asimismo, por una destacada familia establecida en Torremormojón, descendiente de Martín González de Acevedo, el cual, según probanza de nobleza de su bisnieto Juan, relator de la Real Chancillería de Valladolid, procedía de la casa de los Alonso, en Burón, y éstos, a su vez, del solar de los González de Acevedo. Dicho Juan era hermano, por cierto, del ya citado Pedro González de Acevedo, obispo de Orense y Plasencia214. Probablemente sean estos blasones los que aparecen en una labra heráldica del palacio de Otero, donde se ven claramente el árbol y los dos cánidos atados a su tronco, que M.ª del Carmen Orejas vincula a los García de la Vecilla. Tampoco coincidimos con esta autora cuando atribuye a los Álvarez-Acevedo la barra engolada y el solitario árbol que pueden verse en el escudo principal de la citada casa215, pues las armas de dicho linaje en Lois eran: partido: 1°, de plata, un castillo pardo acompañado de tres calderas de sable en jefe, y tres flores de lis de azur, en punta (Álvarez); y 2º, de plata, un acebo de sinople, con dos lebreles atados a su tronco y afrontados (Acevedo)216. Refirámonos, finalmente, al solar de Acevedo que algunos sitúan en la villa de Boñar, señalándole: de sinople, una torre redonda y cubierta, de oro, y saliendo de su puerta, una mujer que empuña una espada217. 


Diario de León, 21 de marzo de 2021

El archivo de los liberales leoneses

Ahora, ‘los pliegos’ de una de las familias más relevantes para el liberalismo español, los Álvarez Acevedo, procedente de Lois y Otero de Curueño, desembarca en el Archivo Provincial. Es una de las más relevantes de León. Los herederos, según subraya la directora del Archivo, Eva Merino, han cedido todo sin contrapartida alguna, en un gesto que demuestra que la cultura filantrópica de los Acevedo no terminó en el siglo XIX. Y es que, como recuerda Merino, el perfil de esta saga es extraordinario.

Su mecenazgo hacia los necesitados y el empuje que con su apoyo económico dieron al desarrollo cultural de las clases más humildes de la provincia es digna de admiración. Un ejemplo es el de la Cátedra de Lois. Su singularidad radica en que albergó una iniciativa didáctica puesta en marcha en el siglo XVIII. La Cátedra fue fundada por Jerónimo Rodríguez-Castañón Valbuena como Estudio de Gramática con objeto de favorecer la formación de jóvenes de Lois y su comarca». Éste había residido en el Colegio Mayor San Ildefonso de la Universidad de Alcalá y quiso traer a su pequeño pueblo el modelo educativo universitario que había conocido y disfrutado. Así se dio educación «de balde» a los alumnos de Lois y Maraña», con el latín como lengua vehicular; alargando su vida hasta el cercano siglo XX.

La documentación que ahora atesora el Archivo comienza en Adriano de Ordás, fundador inicial del mayorazgo y de la Capilla de la Santísima Trinidad de Otero, beneficio que se mantendrá hasta la desamortización. Pero es en el siglo XVI cuando la familia Ordás se vincula a la familia Álvarez Acevedo —relacionados a su vez con la familia Rodríguez Castañón— y se crea el mayorazgo e institución de beneficios.

Leoneses en la RAE

Alonso Rodríguez Castañón, académico de la RAE, desarrolló prácticamente toda su labor profesional en la Universidad y salió muy tempranamente de Lois. De hecho, con 15 años ya estaba en la Universidad de Oviedo. La mayor parte de su vida se desarrolló en Alcalá, donde permanece hasta 1724, año en el que es nombrado fiscal de la Audiencia de Sevilla, donde muere en 1725. Ingresó en la RAE en 1717, institución en la que ocupó el sillón C, vacante desde la muerte, en 1714, de Gabriel Álvarez de Toledo. Destaca Marta Prieto que tuvo un papel irrelevante en la RAE (parece que acudía poco a sus sesiones y no consta que trabajase en el Diccionario de Autoridades) pero, sin embargo, hay algo que le hace de cita ineludible: instauró la costumbre del elogio del académico fallecido que, desde entonces, realiza su sucesor».

En el caso de Manuel Álvarez Acevedo (1684-1734), sustituyó en el sillón T en 1721 a Jaime Solís, que no se había muerto sino que había sido expulsado por incomparecencia, relata. No había nacido en Lois sino en Madrid, donde ya se hallaban sus padres. «Trabajo mucho y bien: papeletizó las Leyes de la Mesta, redactó B ante E para el Diccionario de Autoridades, corrigió C ante A y trabajó en la combinación de letras AU», enumera la profesora. Tanto hizo por la gramática que Fernando Lázaro Carreter afirma que gracias a su perspicacia la RAE adoptó la decisión de separar definitivamente la v de la u.

Un linaje desde el siglo XVI

El palacio actual de la familia Álvarez Acevedo, en Otero de Curueño, se construye, según la asociación de amigos de los Castillos, en el siglo XVI. Durante los siglos XVI y XVII el mayorazgo se consolida, con la adquisición de la Posada del Peine en la calle Vicario Viejo de Madrid y otras casas en Atocha, Hortaleza y San Cristóbal (todas ellas en Madrid). Esto hizo que desplazasen su residencia a la Corte.

La familia contó con varias generaciones de políticos que desempeñaron altos cargos en la capital y tuvieron un papel decisivo en muchos momentos de la historia. El primero de ellos, Baltasar Álvarez Acevedo (1655-1725) hijo de Lupercio Álvarez Acevedo y Reyero y María Díez Canseco y Estrada fue presidente del Consejo de Hacienda, consejero de Castilla, caballero de la Orden de Santiago y abogado general del Consejo de Indias. Se licenció como abogado y fue fiscal de la Comisión del Real Bolsillo en el momento en el que se realizaron las reformas de las plantas de los consejos y audiencias en los primeros años del reinado de Felipe V. Fue nombrado abogado general del Consejo de Indias en 1710 y en 1714 presidente del Consejo de Hacienda, ascendiendo al Consejo Real de Castilla en 1720.

Su hijo Félix María Álvarez Acevedo estudió cánones en las universidades de Salamanca y Orihuela, en la que obtuvo los títulos de licenciado y doctor. En 1804 fue abogado de los Reales Consejos y en 1807 ingresó en el ejército como caballero guardia de corps. Tomó parte en la Guerra de la Independencia desde las primeras acciones de 1808, alcanzando el grado de teniente coronel en mayo de 1809 y ascendiendo a coronel poco después. Fue condecorado por su participación en la defensa de Astorga en 1810 y declarado benemérito de la patria en 1811.

En 1820, destinado en el regimiento de infantería de Granada colaboró en el pronunciamiento liberal de 21 de febrero en La Coruña. Fue designado miembro de la Junta de Gobierno constituida ese día y nombrado comandante general de Galicia. Al frente de las tropas liberales, proclamó la Constitución en Santiago de Compostela el 24 de febrero y realizó la persecución de las fuerzas absolutistas, donde perdió la vida. Su nombre se inscribió en el Salón de Cortes. Su hermano Francisco Álvarez Acevedo fue vocal de la Junta Suprema del Reino de León y diputado en las Cortes de Cádiz. Como su hermano fue un político liberal destacado durante la Guerra de la Independencia por su gestión de las milicias en las montañas leonesas.

Pero, sin duda, la figura central de la saga fue Mariano Álvarez Acevedo. Destaca Rafael Serrano en el Diccionario de la Real Academia de la Historia que siendo adolescente participó junto con su tío Federico Castañón contra las partidas realistas levantadas en la montaña leonesa. También participó en la batalla de Escaro, en la Primera Guerra Carlista, luchando a las órdenes del general Espartero.

Particularmente afecto a la Milicia Nacional, tomó parte en diversas insurrecciones que protagonizó este cuerpo armado en la capital leonesa durante el Trienio esparterista. Inició su carrera parlamentaria durante la Década Moderada, en que salió elegido diputado por el distrito de Riaño en 1850 y 1851, se alineó en la Cámara con la minoría demócrata de Rivero, Orense o el también leonés Ordax Avecilla, con quien tenía lazos de parentesco. En estos años se dio a conocer también como propietario innovador, inventando un nuevo arado en línea con los de Reynoso, Pascual Asensio Hidalgo de Tablada, entre otros.

Exilio en Portugal

Participó en la revolución de julio de 1854 y fue nombrado subinspector de la Milicia Nacional en León. Resultó de nuevo elegido diputado a Cortes por esa provincia. El final abrupto del bienio le llevó a exiliarse en Portugal tras haber secundado una nueva rebelión de la Milicia. Se encontraba en su pueblo natal cuando supo del pronunciamiento de la Marina contra Isabel II en la bahía de Cádiz y en torno al 20 de septiembre de 1868 levantó una partida con sus deudos y amigos para sublevar la montaña leonesa. Con ella entró en la capital provincial el día 30, y fue nombrado presidente de la Junta revolucionaria y luego gobernador, todo ello a pesar de su declarado republicanismo. Fue elegido diputado por su provincia en 1869, pero sería más tarde privado del acta al secundar la insurrección federal del otoño de ese mismo año, haciéndose cargo del levantamiento en Asturias y León. Hecho prisionero, fue recluido en una prisión militar y murió en Madrid sin llegar a conocer la proclamación de la República.


La Cátedra de Lois

Asociación Cultural y Deportiva

Personalidades ilustres

Sorprende a propios y extraños la cantidad de ilustres personalidades surgidas en un enclave tan pequeño y aislado como es el pueblo de Lois. Personalidades que van desde Clérigos, Canónigos u Obispos a Consejeros de la Casa Real, Ministros o Miembros de la Real Academia de la Lengua; así como Caballeros de la Orden de Santiago o Doctores en Leyes.

La relación que pueden ver a continuación es fruto de un concienzudo estudio histórico.

Rodríguez-Castañón, Francisco:

Nace en Lois el 3 de febrero de 1614.

Álvarez-Acevedo Díez, Antonio:

Nace en Lois el 15 de noviembre de 1646.

Rodríguez-Castañón Rodríguez, Juan:

Nace el Lois el 22 de julio de 1647.

Rodríguez-Castañón Valbuena, Carlos:

Nace en Lois el 20 de noviembre de 1653.

Álvarez-Acevedo Díez, Baltasar:

Nace en Lois el 27 de enero de 1655.

Rodríguez-Castañón Valbuena, Francisco:

Nace en Lois el 8 de julio de 1660.

Álvarez Reyero, Pedro:

Nace en Lois el 1 de agosto de 1663.

Rodríguez-Castañón Valbuena, Pedro:

Nace en Lois el 15 de febrero de 1665.

Rodríguez-Castañón Valbuena, Alonso:

Nace en Lois el 12 de octubre de 1669.

Rodríguez-Castañón Valbuena, Jerónimo:

Nace en Lois el 21 de abril de 1675.

Álvarez-Acevedo Volante, Tomás Antonio:

Nace en Madrid el 29 de diciembre de 1682.

Álvarez-Acevedo Volante, Pedro Manuel:

Nace en Madrid el 20 de diciembre de 1684

Rodríguez-Castañón González, María:

Nace en Lois, el 10 de Febrero de 1692.

Rodríguez-Castañón González, Juan Manuel:

Nace en Lois el 19 de mayo de 1695.

González de Guevara, José:

Nace en Lois el 20 de Marzo de 1709.

Rodríguez-Castañón Rodríguez, Francisco Antonio:

Nace en Lois el 25 de noviembre de 1724.

Álvarez-Acevedo Ordás, Tomás Antonio:

Nace en Lois el 24 de enero de 1735.

Valbuena Rodríguez, Juan Antonio:

Nace en Lois el 25 de Noviembre de 1737.

Álvarez Reyero Acevedo, Baltasar:

Nace en Lois el 8 de enero de 1741.

Reyero Valbuena, Felipe:

Nace en Lois el 1 de mayo de 1742.

Muñiz González, Juan:

Nace en Lois el 7/12/1752.

Reyero Álvarez, Vicente Baltasar:

Nace en Lois el 5 de abril de 1792.

López-Reyero Álvarez, Juan Francisco:

Nace en Lois el 28 de enero de 1808.


Lupercio Álvarez de Acevedo

Nacido el 30 de marzo de 1615 - Lois, León, 

Fallecido el 6 de enero 1692 - Lois, León, a la edad de 76 años

Maestre de Campo y Regidor Sindico en el Consejo de Alcón.


María Diez de Canseco

Nacido el 23 de diciembre de 1626 - Villapadierna, León, 

Fallecido el 24 de enero de 1693 - Lois, León, a la edad de 66 años


Real Academia de la Historia

Álvarez de Acevedo, Baltasar. León, 27.I.1655 – Madrid, 9.II.1725. Presidente del Consejo de Hacienda, consejero de Castilla, caballero de la Orden de Santiago y abogado general del Consejo de Indias.

Hijo de Lupercio Álvarez de Acevedo y Reyero, bautizado en Lois (30 de marzo de 1615) y muerto allí mismo (6 de enero de 1692), y de María Díez Canseco y Estrada, bautizada en Villapadierna (23 de diciembre de 1627) y muerta en Lois (24 de enero de 1693).

Una vez graduado de bachiller y de licenciado y recibido como abogado por los Reales Consejos se desempeñó como letrado de la Orden de San Juan y como fiscal de la Comisión del Real Bolsillo y, cuando las reformas de las plantas de los consejos y audiencias en los primeros años del reinado de Felipe V, fue nombrado abogado general del Consejo de Indias (10 de noviembre de 1713) y al cabo de un año fue destinado a la presidencia del Consejo de Hacienda (16 de diciembre de 1714) y tras la vuelta a la planta anterior a las reformas permaneció en el Consejo de Hacienda, pero en plaza de fiscal (19 de noviembre de 1715) y dos años más tarde fue promovido a una de ministro togado en el mismo Consejo de hacienda (26 de enero de 1717), permaneciendo hasta su ascenso al Consejo Real de Castilla (30 de julio de 1720), oficio en el que se mantuvo hasta su muerte.

Contrajo matrimonio con Isabel Volante y Ruiz Hidalgo, bautizada en Madrid (5 de febrero de 1655), hija que era de Pedro Volante y Almanza, bautizado en Almanza (24 de febrero de 1616). De esta unión nacieron: Tomás Antonio Álvarez de Acevedo, caballero de la Orden de Santiago (1707), casado con Juana de Herrera, y Pedro Manuel Álvarez de Acevedo, nacido en Lois (27 de enero de 1655), caballero de la Orden de Santiago (1707), sargento mayor del Regimiento de Málaga, casado con Jerónima González de Ocampo.

Fuentes y bibl.: Archivo General de Indias (Sevilla), Indiferente General, 827; Archivo Histórico Nacional, Estado, leg. 6401-1, n. 47; Órdenes, Expedientillos, 6490 y 16853; Órdenes, Santiago, exp. 325, 326; Archivo Histórico de Protocolos de Madrid, prot. 14.091.

G. Bernard, Le Secrétariat d’État et le Conseil espagnol des Indes (1700-1808), Genéve-Paris, Droz, 1976, pág. 277; V. de Cadenas y Vicent, Caballeros de la Orden de Santiago. Siglo xviii, I, Madrid, Hidalguía, 1977, págs. 273-274; J. Fayard, Los ministros del Consejo Real de Castilla (1621-1788). Informes biográficos, Madrid, Hidalguía-Consejo Superior de Investigaciones Científicas, Instituto Salazar y Castro, 1982, pág. 132.

Javier Barrientos Grandon

RAE

Álvarez de Acevedo Díez, Baltasar (1665-1725)

Nació en Lois (León) en ¿enero? de 1655. Murió en Madrid el 9 de febrero de 1725.

Abogado. Fiscal. Presidente del Consejo de Hacienda. Consejero de Hacienda. Consejero del Consejo Real de Castilla.


Real Academia de la Historia

Álvarez de Acevedo y Volante, Pedro Manuel Francisco. Madrid, 20.XII.1684 – Daroca (Zaragoza), 16.XI.1734. Capitán de Caballería, académico de la Real Academia Española y lexicógrafo.

Hijo de Baltasar Álvarez de Acevedo, abogado de los Reales Consejos de Castilla, y de Isabel Volante. Fue bautizado en la parroquia madrileña de Santa Cruz.

Como dice Emilio Cotarelo y Mori, “cuando más engolfado se hallaba en sus estudios, vino a sacarle para el ejercicio militar la Guerra de Sucesión, que hizo siguiendo las banderas de Felipe V, llegando al grado de Sargento Mayor de Caballería. Su falta de salud le obligó a pedir el retiro”. Como su padre, fue caballero de la Orden de Santiago. Ocupó los cargos de regidor perpetuo de Soria y Lorca, gobernador de Jerez de los Caballeros, hasta 1726, y corregidor de Daroca, donde finalmente murió.

Fue elegido académico de la Real Academia Española el 6 de febrero de 1721, tras la expulsión de Jaime de Solís y Gante. Fue su padre, precisamente, el censor del Diccionario de autoridades (1726-1739) por parte del Consejo de Castilla, nombrado como tal en la sesión académica de 17 de julio de 1724. El hijo, por lo demás, colaboró en las combinaciones au y av (por acuerdo de la docta casa de 8 de mayo de 1721), al no ajustarse, el trabajo desempeñado al respecto por Vicente Bacallar, a la planta del Diccionario y por hacer falta más autoridades; ba y be (10 de enero de 1724), debido a los relevos o las insuficiencias del trabajo desempeñado por Mercurio Antonio López Pacheco (por sus compromisos con el Rey) y Juan Villademoros; dim y dis (24 de marzo de 1729), encomendada inicialmente a José de Montealegre, si bien es cierto que el trabajo de Acevedo no tuvo la aprobación por parte del revisor del Diccionario, Lorenzo Folch de Cardona, para estas dos últimas combinaciones, por lo que pasaron a manos de Carlos de la Reguera (13 de abril de 1730). Inició la redacción de la letra q (13 de febrero de 1721), pero el material pasó en 1724 a manos de Francisco Antonio Zapata Sauli y Carvajal. Además, papeletizó las leyes de la Mesta y, como señala la crítica, posiblemente esté detrás de la aparición en el Diccionario, como textos de donde extraer autoridades, de las Ordenanzas de las ciudades de Tarazona y Daroca. Precisamente, debido a su desempeño como corregidor de esta última, a partir de 1729, la Academia decide, en sesión de 5 de junio de 1731, que su plaza de académico pase a ocuparla Jacinto de Mendoza. El 21 de noviembre de 1734 se informó por parte de la docta casa de la muerte de su antiguo académico, acaecida cinco días antes.

Fuentes y bibl.: Archivo Histórico Nacional, secc. Órdenes Militares, Santiago, Pruebas para la concesión del título de Caballero de la Orden de Santiago de Pedro Álvarez de Acevedo y Volante, natural de Madrid, 1707, exp. 335.

M. Roca de Togores, marqués de Molins, “Reseña histórica de la Academia Española leída por el Marqués de Molins, en la junta de 21 de febrero de 1861”, en Memorias de la Academia Española, I (1870), págs. 7-128; E. Cotarelo y Mori, “La fundación de la Academia Española y su primer Director, don Juan Manuel Fernández Pacheco, Marqués de Villena”, en Boletín de la Real Academia Española, I (1914), págs. 4-38 y 89-127; F. Lázaro Carreter, Crónica del Diccionario de autoridades (1713-1740): discurso leído el día 11 de junio de 1972, en el acto de su recepción, por el Excmo. Sr. Don Fernando Lázaro Carreter y contestación del Excmo. Sr. Don Rafael Lapesa Melgar, Madrid, 1972; A. Zamora Vicente, “Letras mayúsculas. Siglo xviii”, en Historia de la Real Academia Española, Madrid, Espasa Calpe, 1999, págs. 63-107; M. Freixas Alás, Las autoridades en el primer Diccionario de la Real Academia Española, Barcelona, Departamento de Filología Española de la Universidad Autónoma de Barcelona, 2003.

Francisco M. Carriscondo Esquivel


Bernardo Antonio Álvarez de Acevedo

Nacido el 1 de julio de 1704 - Lois, León, 

Miembro del Supremo Consejo de Castilla


Real Academia de la Historia

Álvarez de Acevedo y Robles, Tomás Antonio. Lois (León), 24.I.1735 – Madrid, 1802. Fiscal, oidor, regente, visitador, gobernador interino de Chile y miembro del Consejo de Indias.

Hijo de Bernardo Antonio Álvarez de Acevedo —juez ordinario por el estado noble— y de Alfonsa de Robles; estudió en Salamanca, donde obtuvo la licenciatura en ambos derechos. En 1766 fue nombrado fiscal de la Audiencia de Charcas. Desempeñó con éxito una comisión jurídica en Buenos Aires, y el virrey del Perú le encargó el gobierno del distrito de Potosí, que ejerció en 1773 y 1774. En 1774 fue trasladado a la Audiencia de Lima, donde ejerció primero la fiscalía del crimen del tribunal y después la civil. Su extraordinaria laboriosidad y sus prendas de cordura y prudencia lo recomendaron en las instrucciones reservadas que recibió José Antonio de Areche, nombrado visitador general del Perú, Chile y Río de la Plata por real cédula de 11 de marzo de 1776. Al crearse las plazas de regentes en las audiencias americanas por real decreto de 17 de marzo de 1776, Álvarez de Acevedo fue elegido para ocupar ese cargo en Chile, cuyo nombramiento recibió el 10 de octubre de dicho año. Una Real Orden de 7 de abril de 1777 entregó la subdelegación de la visita general de Chile al regente Álvarez de Acevedo. En cumplimiento de ese encargo emprendió una tarea de vastísima envergadura: examen de la Contaduría Mayor, análisis de las cuentas, deudas de las cajas, dotación de empleados de la hacienda, examen de los ramos, aduana, estanco del tabaco, lanzas y medias anatas; cruzada, pólvora, barajas, lotería, rentas eclesiásticas, propios y arbitrios; represión del contrabando, tributos y pueblos de indios; fomento de la minería y estudio de los lugares en que convendría establecer intendencias. La visita, concluida por real orden de 24 de enero de 1785, significó una reestructuración de las plantas administrativas en Chile y, a más largo plazo, la creación de una Junta Superior de Real Hacienda en Santiago, lo que supuso la independencia financiera de Chile respecto del virreinato del Perú.

Mientras oficiaba de visitador, la Real Audiencia recibió el 6 de julio de 1789 la comunicación de que el gobernador de Chile, Agustín de Jáuregui, había sido promovido como virrey del Perú. Ese mismo día Álvarez de Acevedo, en cumplimiento de las Instrucciones de Regentes, tomó el mando interino del país. En los cinco meses de su gobierno introdujo diversas medidas de aseo y ornato de Santiago, organizó a su policía, reglamentó el abastecimiento de víveres y envió tropas de refuerzo a la plaza de Valdivia.

Recibido del gobierno el brigadier Ambrosio de Benavides, en enero de 1781, Álvarez de Acevedo debió de conocer de una denuncia sobre una conspiración fraguada por dos franceses para hacer de Chile un estado independiente.

Las investigaciones, llevadas con gran sigilo, demostraron que los franceses Antonio Gramusset y Antonio Alejandro Berney habían tratado de comprometer a otras personas en el plan, entre ellas al mayorazgo José Antonio de Rojas. La Audiencia, por inspiración del regente Acevedo, y temiendo que el caso chileno estuviera influido por la sublevación de Túpac Amaru en el Perú, optó por mantener absoluta reserva sobre el caso, reducir a prisión a los franceses y remitirlos a Lima, e ignorar la eventual participación de Rojas.

La muerte del gobernador Benavides, el 27 de abril de 1787, obligó a Acevedo a hacerse cargo del gobierno por segunda vez, destinando especial atención a regular el comercio de trigo con Perú y a determinar el real potencial de ciertos yacimientos de mercurio descubiertos en Coquimbo. Pero de mayor importancia fue la intervención que le cupo en la aplicación en Chile de las Ordenanzas de Minería de Nueva España, que adicionó con cuarenta y nueve declaraciones.

El 4 de septiembre de 1784 el marqués de Sonora lo designó superintendente de la explotación del azogue.

Caballero supernumerario de la Orden de Carlos III en 1786, entregó el mando al nuevo gobernador Ambrosio Higgins el 2 de mayo de 1788, y por real despacho de 15 de octubre de 1788 fue promovido al Consejo de Indias, al que se incorporó al año siguiente.

Casó en Santiago en 1777 con la limeña María Josefa Salazar y Carrillo, en virtud del real permiso que había obtenido en 1775.

Bibl.: V. Carvallo Goyeneche, “Descripción históricogeográfica del Reino de Chile”, vol. II, en VV. AA., Colección de historiadores de Chile y documentos relativos a la historia nacional, vol. IX, Santiago de Chile, Imprenta de La Estrella de Chile, 1875; D. Barros Arana, Historia Jeneral de Chile, t. VI, Santiago de Chile, Rafael Jover, 1886; J. T. Medina, Diccionario Biográfico Colonial de Chile, Santiago de Chile, Imprenta Elzeviriana, 1906; M. L. Amunátegui, Los precursores de la independencia de Chile, t. III, Santiago de Chile, Imprenta Barcelona, 1910; J. L. Espejo, Nobiliario de la Capitanía General de Chile, Santiago de Chile, Andrés Bello, 1967; F. Silva Vargas, “La visita de Areche en Chile y la subdelegación de Álvarez de Acevedo”, en Historia (Santiago, Universidad Católica de Chile, Instituto de Historia), 9 (1967), págs. 153- 219; A. Dougnac Rodríguez, “La Real Administración del Importante Cuerpo de Minería de Chile (1787-1802)”, en Revista Chilena de Historia del Derecho (Santiago, Editorial Jurídica de Chile), 8 (1981), págs. 109-130; M. A. Burkholder y D. S. Chandler, De la impotencia a la autoridad. La Corona española y las Audiencias en América, 1687-1808, México, Fondo de Cultura Económica, 1984.

Fernando Silva Vargas


Real Academia de la Historia

Castañón y Lorenzana, Federico. Vegamián (León), 7.VIII.1771 – Palma de Mallorca (Islas Baleares), 19.IX.1837. Teniente general de Infantería.

Ingresa en la vida militar el 11 de octubre de 1794, formando parte del distinguido Cuerpo de Guardias de Corps de la Real Compañía Italiana, en el que obtiene el empleo de comandante de Infantería el 27 de junio de 1808.

En 1801, a las órdenes del Príncipe de la Paz, participa en la Guerra de las Naranjas contra Portugal, contienda que le valió a España la adquisición de la plaza fuerte de Olivenza junto con su dilatado territorio.

En la guerra contra los franceses se encuentra en Madrid en el glorioso 2 de mayo de 1808 luchando intrépidamente por la independencia de la patria. El 18 de dicho mes se presenta en León, donde es nombrado por la Junta de Salvación y Defensa comandante general de la 5.ª División, interviniendo en varias acciones, entre las que destaca la batalla de Rioseco, el 13 de julio de 1808.

Asciende a coronel el 17 de agosto de 1808, participando en la batalla de Tudela. A continuación, es nombrado comandante general de la Línea Exterior de Zaragoza, que se extendía desde la puerta del Portillo hasta las posiciones del puente de América y monte de Torrero. En ella, defiende uno de los puestos de mayor peligro. Su destacada labor merece la consideración del general en jefe José Palafox.

Una vez rendida esta ciudad se fuga a la ciudad de León.

El 9 de marzo de 1809 asciende a brigadier, y el 26 de septiembre es nombrado comandante general de Reunión, formando con los dispersos y fugados un batallón de tropas ligeras y un escuadrón de húsares al que se dio el nombre de Provinciales Tiradores de León, con los que organiza una división volante con la que opera al abrigo de las montañas como guerrillero, persiguiendo columnas móviles enemigas e interceptando puntos de comunicación, correos y provisiones.

El 10 de febrero de 1810 pasa al Principado de Asturias, donde es nombrado comandante general de la División de la Derecha.

Durante este período crea hospitales, en particular el de Collanzo, y levanta el decaído espíritu del país ocupado por el enemigo, organizando juntas patrióticas activas y entusiastas para mantener el orden político, la economía y la constante existencia de tropas.

Manda numerosas acciones, como las de Pola de Siero, Cangas de Onís, Infiesto y Villaviciosa, con especial mención de las gloriosas jornadas de Gijón los días 16, 17 y 18 de octubre, en las que, junto con los generales Porlier y Renovales y el comodoro británico Mens, resulta la evacuación inmediata de aquel territorio por parte del enemigo.

El 28 de abril de 1811, en Moreda, carga con heroísmo una gran masa enemiga, apoderándose de un numeroso botín. Por esta acción fue recomendado al Gobierno.

Al tratar de incorporarse al cuartel general de Mon con la división de su mando, perteneciente al 6.º Ejército, libra importantes combates con fuerzas enemigas superiores al mando del general Corsé. Destaca el ataque que sufrió el 5 de mayo en la villa de Vegamián, su pueblo natural, en que fue espectador de la quema de sus casas.

Como resultado de estas acciones resultó herido levemente en la pierna derecha y gravemente Corsé, siendo las fuerzas de este último obligadas a emprender la retirada. Mereció por la gloriosa jornada de este día la recomendación del general en jefe y las gracias y consideración del Gobierno.

Establecido en Mon, se puso al frente de las secciones primera y tercera de la 1.ª División, con las que ocupa el flanco izquierdo de la línea de Astorga, realizando el 23 de junio un rápido movimiento envolvente hacia Cogorderos contra el general francés Waltó, que fue derrotado, encontrando la muerte en medio de la más completa dispersión de los suyos.

También se halló en el ataque del 2 de julio, en el puente de Órbigo, en el que recibe una leve herida en el pie izquierdo y muere su caballo.

Por estos destacados servicios mereció la recomendación de su general en jefe y las gracias del Gobierno, encomendándosele el mando en propiedad de la División de Vanguardia del Ejército.

Encontrándose con su ejército en cuarteles de invierno para su organización, se interna en país ocupado para proporcionar subsistencias y proteger a la división que operaba en Asturias. Su misión alcanzó gran éxito, resultando la liberación de este principado.

En 1812 se inicia la campaña en combinación con el Ejército inglés al mando de Wellington, en la que es nombrado jefe de la 1.ª Brigada de la 2.ª División.

El 3 de agosto ataca Tordesillas, haciendo prisionera toda su guarnición. Continúa hacia Burgos, ciudad en la que asiste al sitio de su fortaleza.

En la campaña de 1813 fue nombrado jefe de la 1.ª Brigada de la 4.ª División, hallándose en la batalla de Vitoria, en la que derrota completamente a los franceses, que abandonaron en poder de los españoles ocho mil prisioneros y heridos y un rico botín, incluso el carruaje del intruso rey José.

Al mando de la vanguardia del Ejército de Operaciones del Centro arrolla en Irún a un cuerpo enemigo compuesto de catorce mil hombres, correspondiéndole la gloria de ser el primero que libertó de los franceses aquel territorio.

Wellington le confiere la defensa del puente de Yansi contra las tropas enemigas que se retiraban de Pamplona.

Puso todo su empeño, y por el espacio de cuatro horas recibió siete cargas a la bayoneta en las que mataron su caballo, recibiendo varias heridas de balaen diversas partes de su cuerpo, y en las que por salvar a su ordenanza herido, que murió entre sus brazos, se halla a punto de ser prisionero. Mereció por esta acción la alta satisfacción de ser cumplimentado en público por Wellington, estampando la historia de este día en la Orden General del Ejército de las tres naciones aliadas y la recomendación al Gobierno.

Interviene en la batalla de San Marcial, el 31 de agosto de 1813, en la que batiéndose en los puestos avanzados, recibe dos impactos de bala, uno en el brazo izquierdo, del que quedó manco, y otro en la cadera del mismo lado, por lo que tuvo que retirarse de tan gloriosa campaña. Por esta acción fue promovido al empleo de mariscal de campo el 16 de septiembre de ese mismo año.

En noviembre de 1814 pasa con licencia a Madrid para curarse de las graves heridas que sufrió en San Marcial, encontrándose el 15 enero de 1820 en su casa natal de Vegamián restableciéndose de las mismas.

A continuación, es destinado a Valladolid, donde jura la abolida constitución en virtud de la orden del capitán general de Castilla la Vieja.

Durante el Trienio Constitucional (1820-1823), el 17 de octubre de 1821 es nombrado gobernador de Zamora. Su conducta firme e imparcial no se acomodaba a los alborotadores, por lo que le desterraron el 16 de diciembre de 1822 a Sevilla.

Posteriormente, es nombrado comandante militar de León, ciudad en la que acuerda con el conde de Cartagena el plan para obrar activamente por la libertad del Rey y sus legítimos derechos, encargándose del mando de la vanguardia, preparando a los jefes al tránsito acordado y separando a los oficiales discordantes nombrándoles comisiones.

Junto al conde de Cartagena y de común acuerdo con el conde de Buró, jefe de las tropas de Su Majestad, unido a las tropas francesas, baten a las constitucionales y ocupan La Coruña, consiguiendo la pacificación total de Galicia.

Durante este período fue nombrado comandante general de Santiago de Compostela, La Coruña, Lugo y Orense.

Estando de cuartel en La Coruña manda con la fuerza de ambas naciones las honras y pompas fúnebres del rey de Francia Luis XVIII.

El 15 de octubre de 1824 es nombrado comandante militar de Sigüenza, incorporándose desde Orense.

Impurificado en primera y segunda instancia, fue purificado por gracia especial según Real Orden de 7 de noviembre de 1829.

El 11 de noviembre de 1832 ocupa los cargos de comandante general de la ciudad de León, subdelegado principal de Política y jefe de la Brigada de Realistas en la misma.

El 14 de enero de 1833 acaba con la abierta rebeldía de los Cuerpos Realistas contra el Gobierno de Su Majestad. Como consecuencia de esa heroica actuación, el 6 de febrero, el Rey le confiere la gracia de segundo cabo y comandante general de la provincias Vascongadas, mandándolas como capitán general interino. El 13 de diciembre de 1833 asciende a teniente general.

Entre los años 1833 y 1836 es nombrado capitán general de Castilla la Vieja, teniente general segundo cabo de Aragón y de Málaga, capitán general de Cataluña y de Mallorca.

Federico Castañón y Lorenzana es benemérito de la patria en grado heroico y eminente por la defensa de Zaragoza. Estaba en posesión de las cruces de distinción concedidas a los defensores de Zaragoza, a los del Ejército de Asturias, Vitoria, San Marcial y 4.º y 7.º Ejército; Gran Cruz y Cruz de San Hermenegildo y Gran Cruz de Isabel la Católica.

Estuvo casado tres veces: con María Joaquina Rosario Labat, en 1803; con Ambrosia del Río Reyero, en 1806, y con María Acevedo Mioño, en 1817.

Fallece el 19 de septiembre de 1837, recibiendo sepultura eclesiástica en la capilla de la Santísima Trinidad de Otero (León).

Emilio Montero Herrero

Real Academia de la Historia

Álvarez Acevedo, Félix María. Otero de Curueño (León), 2.VIII.1776 – Requejo (Zamora), 9.III.1820. Militar.

Nacido en el seno de una familia hidalga de la montaña leonesa a la que pertenecerían patriotas y políticos liberales, como su hermano Francisco, vocal de varias juntas durante la Guerra de la Independencia, o su sobrino Mariano, destacado líder liberal primero y finalmente republicano, Félix María Álvarez Acevedo estudió cánones en las universidades de Salamanca y Orihuela, en la que obtuvo los títulos de licenciado y doctor. Abogado de los Reales Consejos en 1804, en 1807 ingresó en el ejército como caballero guardia de corps. Tomó parte en la Guerra de la Independencia desde las primeras acciones de 1808, alcanzó el grado de teniente coronel en mayo de 1809 y ascendió a coronel poco después. Fue condecorado por su participación en la defensa de Astorga en 1810 y declarado “benemérito de la patria” en 1811. En las elecciones a Cortes celebradas en 1810 los electores de la provincia de León, reunidos en el monasterio de Carracedo, lo incluyeron por tres veces en la terna que debía ser sorteada, con alta votación, pero sin resultar afortunado, por lo que no llegó a convertirse en diputado.

Destinado en el regimiento de infantería de Granada, colaboró en la preparación del pronunciamiento liberal del 21 de febrero de 1820 en A Coruña. Fue designado miembro de la Junta de Gobierno constituida ese mismo día y nombrado Comandante General de Galicia. Al frente de las tropas liberales, proclamó la Constitución en Santiago de Compostela el día 24 y salió el 29 en persecución de las fuerzas absolutistas que mandaba el general Pol, conde de San Román. El 4 de marzo ocupó Ourense sin encontrar resistencia y continuó la persecución de Pol hasta los confines de Galicia. Después de pasar el Padornelo, en las proximidades de Requejo, perdió la vida en una escaramuza.

Convertido en mártir de la libertad, las Cortes lo declararon “Benemérito de la Patria” en grado heroico el 23 de agosto de 1820. El 19 de mayo de 1822 acordaron que su nombre fuese inscrito en el Salón de Cortes.

Bibl.: J. de Urcullu, Relación histórica de los acontecimientos más principales ocurridos en La Coruña, y en otros puntos de Galicia en febrero y marzo de este año con el objeto de restablecer la Constitución política de la Monarquía española, que felizmente rige, La Coruña, 1820; La sombra de Acevedo, La Coruña, 1821; X. R. Barreiro Fernández, Liberales y absolutistas en Galicia, Vigo, Edicións Xerais de Galicia, 1982; J. R. Tolivar Faes, “El caudillo constitucional D. Félix María Álvarez Acevedo y su ascendencia asturiana”, en Boletín del Instituto de Estudios Asturianos, 105-106 (1982), págs. 181-195; M. L. Meijide Pardo, Contribución al estudio del liberalismo, Sada, Ediciós do Castro, 1983; A. Gil Novales, Diccionario Biográfico del Trienio Liberal, Madrid, Ediciones El Museo Universal, 1991; A. Gil Novales, Diccionario biográfico de España (1808-1833), Madrid, Fundación Mapfre, 2010.

Francisco José Carantoña Álvarez


Real Academia de la Historia

Álvarez Acevedo, Mariano. Otero de Curueño (León), 1.IX.1807 – Madrid, 30.IV.1872. Político republicano, diputado.

De origen nobiliario y en posesión de castillo y mayorazgo en los pueblos de Otero de Curueño y Lois, su familia se distinguió por su temprano liberalismo: su padre fue guerrillero en la Guerra de la Independencia y miembro de la Junta Suprema de León, y su tío Félix fue uno de los héroes del pronunciamiento de 1820 que se llevó a cabo en La Coruña. Esto explica que, siendo adolescente, se batiera junto a otro pariente suyo, el coronel Federico Castañón, contra las partidas realistas levantadas en la montaña leonesa. También participó en la batalla de Escaro, en la Primera Guerra Carlista, luchando a las órdenes del general Espartero.

Particularmente afecto a la Milicia Nacional, tomó parte en diversas insurrecciones que protagonizó este cuerpo armado en la capital leonesa durante el Trienio esparterista. Inició su carrera parlamentaria durante la Década Moderada, en que salió elegido diputado por el distrito de Riaño en 1850 y 1851, se alineó en la Cámara con la minoría demócrata de Rivero, Orense o el también leonés Ordax Avecilla, con quien tenía lazos de parentesco. En estos años se dio a conocer también como propietario innovador, inventando un nuevo arado en línea con los de Reynoso, Pascual Asensio Hidalgo de Tablada, entre otros.

Participó en la revolución de julio de 1854 y fue nombrado subinspector de la Milicia Nacional en León. Resultó de nuevo elegido diputado a Cortes por esa provincia. El final abrupto del bienio le llevó a exiliarse en Portugal tras haber secundado una nueva rebelión de la Milicia.

Se encontraba en su pueblo natal cuando supo del pronunciamiento de la Marina contra Isabel II en la bahía de Cádiz y en torno al 20 de septiembre de 1868 levantó una partida con sus deudos y amigos para sublevar la montaña leonesa. Con ella entró en la capital provincial el día 30, siendo nombrado presidente de la Junta revolucionaria y luego gobernador, no obstante su declarado republicanismo. Fue elegido diputado por su provincia en 1869, pero sería más tarde privado del acta al secundar la insurrección federal del otoño de ese mismo año, haciéndose cargo del levantamiento en Asturias y León. Hecho prisionero, fue recluido en una prisión militar y murió en Madrid sin llegar a conocer la proclamación de la República.

Fue también diputado provincial por La Vecilla y perteneció a la masonería.

Bibl.: S. Llanta, Los diputados pintados por sus hechos. Colección de estudios biográficos sobre los elegidos por el sufragio universal en las Constituyentes de 1869, t. I, Madrid, R. Labajos y Compañía, 1869; E. Rodríguez Solís, Historia del partido republicano español, t. II, Madrid, Imprenta Fernando Cao y Domingo de Val, 1893; C. Lucas del Ser, “León durante el Sexenio Revolucionario, 1868-1874 (I)”, en W. Álvarez Oblanca y S. Serrano (coords.), Crónica contemporánea de León, León, Crónica 16 de León, 1990, págs. 53-68; R. Serrano García, La revolución de 1868 en Castilla y León, Salamanca, Universidad de Valladolid, 1992.

Rafael Serrano García


Real Academia de la Historia

Ordax Avecilla, José. Valderas (Léon), 23.II.1813 – Biscarrues (Huesca), 3.VII.1856. Abogado, periodista y político demócrata.

Hijo de Manuel Ordax y de Librada Avecilla. Su padre, titular del mayorazgo de Valdefuentes (León), fue un liberal perseguido en 1823, que perdió su casa y la mayor parte de sus bienes tras ser encarcelado bajo acusación de conducta criminal; un proceso del que resultaría absuelto pero que, sin duda, aceleró su temprana muerte ocurrida en 1828. Ésta sería la primera influencia en la trayectoria vital y política del joven José Ordax; la segunda procede de su formación religiosa en los Seminarios Conciliares de Valderas y León, aunque de este último fue expulsado por relatar sin descanso “las persecuciones” y el final trágico de su padre, plática que, al parecer, completaba con la recitación y comentarios de la Constitución de 1812. Corría el año 1828 o 1829 y Ordax no contaba más de quince años.

La impronta religiosa de Ordax se advierte ya en sus escritos periodísticos de 1841, cuando fundamenta la defensa de la democracia —en El Regenerador, periódico editado en Madrid por su amigo y biógrafo Miguel Useleti de Ponte y cuyos 17 primeros números dirigió Ordax— como derivada del mandato de igualdad prescrito por la religión cristiana. En 1855, durante la discusión parlamentaria de la Constitución non nata, volvería sobre este tipo de argumentos (ahora directamente inspirados en el catolicismo social de Lammenais), al postular un liberalismo democrático y popular como mandato de origen divino y la legitimación del “bien individual como fundamento del bien colectivo, del bien social”. Bajo esta influencia y la del fourierismo, formuló también sus preocupaciones sobre derechos obreros e instrucción pública, en periódicos de existencia fugaz como El Argos (1842) y La Atracción (1847), que dieron cabida a las propuestas del socialismo utópico.

Había comenzado sus estudios de Derecho por libre en 1830 y los interrumpió —por falta de medios para costear la matrícula de cuarto curso en la Universidad de Valladolid— en 1833; en esa fecha se enroló en la milicia nacional, creada tras la muerte de Fernando VII y el comienzo de la sublevación carlista, a la vez que iniciaba una carrera militar en los Voluntarios de Castilla, que culminaría como fiscal del Consejo de Guerra Permanente (Burgos, 1939), lo que indica que se habría titulado en Derecho anteriormente. A esta época pertenece también el primer opúsculo político que se conoce con su firma, El prisma de la razón aplicado a los partidos y a la guerra actual, con el que alcanzó prestigio entre las filas del progresismo. Participó en la revolución de 1840 desde Valladolid, a cuya Junta Provisional perteneció, con el folleto titulado Salve al 1.º de Setiembre, aunque un año más tarde criticaría tanto la elevación de Espartero a la más alta magistratura del Estado —en el folleto La razón y la Regencia— como la propuesta de la regencia colegiada. Y es que en ese mismo año de 1841, José Ordax Avecilla ya se identificaba con las posiciones más avanzadas del liberalismo progresista y colaboraba con escritores y periódicos próximos al republicanismo. Con todo, en 1843 apoyó a Espartero frente a la coalición moderados-progresistas y sufrió por ello persecución desde finales de ese mismo año. Perdido el empleo que disfrutaba en la Biblioteca Nacional desde 1840, se dedicó al ejercicio de la abogacía y el periodismo en Madrid.

Con la defensa de los jóvenes poetas firmantes del folleto Proscritos y encarcelados (1845) y su posterior absolución, alcanzó prestigio como abogado y fama de hábil defensor de la libertad de prensa. En 1846 fue elegido diputado por el distrito de Valencia de Don Juan (León), acta que mantuvo hasta 1850. Su figura de parlamentario y político nacional se manifiesta a partir de la legislatura abierta en diciembre de 1848, cuando fue designado por el grupo progresista, con otros cuatro de sus miembros (Cortina, Madoz, González y Cabello), para redactar un texto programático de contestación al discurso de la Corona. De dicha comisión salieron dos dictámenes, el de los cuatro diputados mencionados y el elaborado por Ordax Avecilla. Este último texto se convertiría —con la posterior intervención de Puig, Rivero y Aguilar— en el Manifiesto del Partido Democrático, dado a conocer el 6 de abril de 1849, en el que se explicitan varios puntos programáticos que lo distancian del progresismo estricto: primero, la inclusión, en la declaración de derechos ciudadanos, de los de reunión, asociación e instrucción gratuita, más la libertad de conciencia; en segundo lugar se contempla la transformación del régimen político, mediante una concepción de la soberanía nacional que implicaría el ejercicio del sufragio universal y el carácter electivo de todos los niveles de gobierno. Por último, el programa demócrata introducía como propuesta más novedosa la intervención del Estado para corregir desigualdades sociales en materias tales como la instrucción pública, la fiscalidad y la asistencia social.

Posteriormente, siguió publicitando su pensamiento liberal democrático y el de las diferentes corrientes de izquierda en publicaciones dirigidas por él mismo, como La Asociación (1850) o La Creencia —que sucedió al anterior—, periódicos de existencia efímera, pero que lograron —sobre todo el primero— una tirada significativa, muy superior a la de los homólogos ideológicos que le habían precedido. Pero el pensamiento y práctica política de Ordax Avecilla no fueron lineales: con ocasión de las elecciones de 1850, intentó sin mucho éxito reunir a la fragmentada familia progresista y sólo un año más tarde (1851) apoyó el manifiesto electoral de los progresistas históricos, frente al de la minoría demócrata. Estos hechos no fueron ajenos a la difícil situación general de la oposición en aquellas convocatorias —en la primera de ellas Ordax publicó un manifiesto en el que pedía a sus electores que no le votaran para evitar males mayores— y a la aún más particular del progresismo leonés que únicamente logró organizarse en la capital para la lucha electoral de 1851, momento en el que dicho partido optó por un proyecto de “orden público [hermanado con] la prudente libertad a la que puede aspirar la Nación en esta época”, así como por la defensa de la “Soberanía Nacional sin exageración de sus legítimas consecuencias”. En tales circunstancias, Ordax Avecilla tampoco intentó entonces renovar su acta de diputado. Su actividad política continuó en Madrid y en la órbita de la izquierda demócrata. En 1853 escribió La política en España, prospecto en el que vuelve sobre la defensa de la propuesta democrática, y en febrero de 1854 fue encarcelado en Saladero —donde permaneció confinado hasta junio—, tras su detención junto con un grupo que constituía el comité del Partido Demócrata, cuando celebraban una reunión en casa de Becerra.

El triunfo de la Revolución de julio de 1854 devolvió a Ordax Avecilla a su distrito leonés de Valencia de Don Juan, donde fue elegido de nuevo diputado (con 11.855 votos) para formar parte de las Cortes Constituyentes que se abrieron en noviembre de ese mismo año. El programa que defendió en esta su última batalla electoral fue enteramente demócrata, por lo que sus actuaciones en la Cámara se mantuvieron alineadas con el grupo de veintiún diputados que constituían dicha tendencia. Nada más comenzar el período de sesiones, Ordax intervino, en nombre de ese reducido 13 por ciento de la Cámara, para defender la proposición que obligó a discutir y a votar la cuestión de la forma de gobierno. Los progresistas “puros” habían intentado excluir dicha cuestión del debate sobre las bases de la nueva Constitución, proponiendo una fórmula que proclamaba la Monarquía como forma de gobierno y la excluía de las discusiones constitucionales. Ordax Avecilla defendió entonces las posiciones demócratas, partiendo de la omnipotencia de la Asamblea Constituyente en el juego de poderes y cuestionando a la Monarquía como institución. Tal planteamiento provocó una viva discusión con Olózaga en la que este último fijó la distancia que separaba entonces a los dos parlamentarios y sus respectivos grupos: definió a los progresistas como “liberales y monárquicos” opuestos a demócratas y republicanos, y contestó a Ordax que en ese día “ha venido a ponerse frente a frente […] democracia [contra] liberalismo”. Este tipo de enfrentamientos, que acabarían por alejar definitivamente a la izquierda demócrata de la mayoría parlamentaria progresista, se repitieron en la discusión sobre la contestación al discurso de la Corona, ocasión en la que el enfrentamiento dialéctico se produjo entre Modesto Lafuente —también diputado por León en aquella legislatura— y José Ordax, que pidió fijar políticas acordes con las aspiraciones populares que habían hecho necesaria la revolución y la formación de dichas Cortes.

La actividad parlamentaria de Ordás Avecilla se interrumpió definitivamente en junio de 1856, cuando se dirigía a tomar las aguas de Panticosa, en compañía de su mujer María Concepción Urrengoechea, para superar una crisis de tuberculosis. Murió en ese trayecto, sólo unos días antes de que O’Donnell se convirtiera en el restaurador y hombre fuerte del régimen que había colaborado a destruir dos años antes.

Obras de ~: El prisma de la razón aplicado a los partidos y a la guerra actual, Burgos, Imprenta de A. y P., 1839; La razón y la Regencia, Madrid, Imprenta Sanchiz, 1841; Examen críticofilosófico: Revolución de Mayo de 1843, Madrid, Compañía Tipográfica, 1843; La política en España: pasado presente y porvenir, Madrid, Imprenta de Don Antonio Ignacio Cervera, 1853; Manifiesto a los electores del distrito de Valencia de Don Juan (en Archivo Histórico Provincial de León, Fondos Bravo Guarida).

Bibl.: Ordax, Lugo, Tipografía de A. Villamaría, s. f.; Asamblea Constituyente de 1854: biografías de todos los diputados y todos los hombres célebres que han tomado parte en el alzamiento Nacional, Madrid, Imprenta de Julián Peña, 1854-1855, 2 vols.; F. Garrido, La España contemporánea: sus progresos morales y materiales en el siglo xix, Barcelona, Ed. Salvador Mañero, 1865-1867, 2 vols., 1867; E. Rodríguez-Solís, Historia del Partido Republicano Español (de sus protagonistas de sus tribunos, de sus héroes y de sus mártires), vol. II, Madrid, Imprenta de Fernando Cao y Domingo del Val, 1893; A. Eiras Roel, El Partido Demócrata Español (1849-1868), Madrid, Rialp, 1961; M. C. Seoane, Historia del Periodismo en España, vol. II, Madrid, Alianza Editorial, 1983; I. Casanova Aguilar, “Las Constituyentes de 1854. Origen y fisonomía general”, en Revista de Estudios Políticos, 37 (1984); M. Artola, Partidos y Programas, vols. I y II, Madrid, Alianza Editorial, 1991; J. Vilches, Progreso y libertad. El partido progresista en la revolución liberal española, Madrid, Alianza Editorial, 2001; H. Álvarez Vega, D. Martínez Pérez y T. Sarmiento García, “Abogado, periodista y demócrata leonés: José Ordax Avecilla entre la reforma y la revolución”, en Ideas reformistas y reformadores en la España del siglo xix. Los Sierra Pambley y su tiempo, Madrid, Biblioteca Nueva, 2008, pags. 159-176.



ÁLVAREZ ACEBEDO

Diego Álvarez Villarroel y Catalina Gutiérrez-Acevedo, familia que tenía su casa solariega en Lois, construyeron en el siglo XVI en Otero de Curueño su palacio más importante. Esta casa que aun se conserva, era también conocida como la Casona de los Tovar o de los Ordás. En el siglo XVII, su dueña era María de Ordás quien casó con un Álvarez Acevedo y la casa cambió a su nombre actual. Durante los siglos XVI y XVII el mayorazgo de Otero se consolida, con la adquisición de la Posada del Peine en la calle Vicario Viejo de Madrid y otras casas en Atocha, Hortaleza y San Cristóbal (todas ellas en Madrid). Esto hizo que desplazasen su residencia a la Corte. Alquilaban las habitaciones y tenían en ella un mesón y tiendas.

Baltasar Álvarez Acevedo (Lois 1655- Madrid 9 de febrero de 1725) hijo de Lupercio Álvarez Acevedo y Reyero y María Díez Canseco y Estrada fue presidente del Consejo de Hacienda, consejero de Castilla, caballero de la Orden de Santiago y abogado general del Consejo de Indias. Se licenció como abogado y fue fiscal de la Comisión del Real Bolsillo en el momento en el que se realizaron las reformas de las plantas de los consejos y audiencias en los primeros años del reinado de Felipe V. Fue nombrado abogado general del Consejo de Indias en 1710 y en 1714 presidente del Consejo de Hacienda, ascendiendo al Consejo Real de Castilla en 1720. Tuvo dos hijos: Pedro Manuel Álvarez de Acevedo y 

Tomás Antonio Álvarez de Acevedo. Nace en Lois el 15 de noviembre de 1646. Hijo de Lupercio Álvarez Acevedo, y de María Díez Canseco. El informe para ser admitido Caballero-Religioso de la Orden de Santiago, se hace en Lois, Villapadierna, Valbuena, y La Mata de la Riba, en 1668.

Tomás Antonio Álvarez de Acevedo y Robles (Lois, León, España, 1735-Madrid, 1802) fue un militar español, gobernador del Reino de Chile entre 1780 y 1787-1788]. Fue miembro de la Orden de Carlos III. Hijo de Bernardo Antonio Álvarez de Acevedo —juez ordinario por el estado noble— y de Alfonsa de Robles; estudió en Salamanca, donde obtuvo la licenciatura en ambos derechos. En 1766 fue nombrado fiscal de la Audiencia de Charcas. Desempeñó con éxito una comisión jurídica en Buenos Aires, y el virrey del Perú le encargó el gobierno del distrito de Potosí, que ejerció en 1773 y 1774.

Félix María Álvarez Acevedo (Otero de Curueño (León), 2 de agosto de 1776 – Requejo (Zamora), 9.III.1820. Militar. el 9 de abril de 1820) estudió cánones en las universidades de Salamanca y Orihuela, en la que obtuvo los títulos de licenciado y doctor. En 1804 fue abogado de los Reales Consejos y en 1807 ingresó en el ejército como caballero guardia de corps. Tomó parte en la Guerra de la Independencia desde las primeras acciones de 1808, alcanzando el grado de teniente coronel en mayo de 1809 y ascendiendo a coronel poco después. Fue condecorado por su participación en la defensa de Astorga en 1810 y declarado benemérito de la patria en 1811.

El 5 de abril de 1817 murió el párroco don Leandro de la Avecilla Ordás, natural de La Vecilla y descendiente directo de dos casas solariegas: "los González de la Avecilla, cuyo linaje fue iniciado por Don Gregorio González de la Avecilla, Señor de la Casa y Castillo de su nombre, a principios del siglo XV y continuado hasta el XVIII en trece generaciones" y "la Casa de los Ordás de Otero de Curueño, que fue fundada con anterioridad a 1420 por Mosén Pedro Aspre, casado con Doña Isabel Rodríguez de la Vecilla y Acevedo. Estirpe numerosa y combativa, recibió premio a sus victorias de manos de los reyes, y los escudos de armas de su casa solar son buena prueba de ello. En el siglo XVI, los Ordases de Otero quedaron sin descendencia masculina, y su heredera, Doña María de Ordas y Acevedo, casó con Don Fernando Álvarez Acevedo, produciéndose así el entronque de dos nobles linajes que llegaría a nuestros días".  

Los herederos de don Leandro de la Avecilla Ordás fueron: Froilán de la Avecilla Ordás, capellán titular de la Santísima Trinidad de Otero de Curueño (La capilla de la casona de otero); Tomás de la Avecilla, vecino de La Vecilla, y Teresa Álvarez Acevedo, vecina de Otero. Don Leandro hizo, además, donaciones a la iglesia para misas y obras pías, y nombró testamentarios al abad de Pardesivil; a Francisco Álvarez Acevedo, vecino de Otero, y a Bernardo Escobar, vecino de León.

Mariano Álvarez Acevedo (Otero de Curueño 11 de septiembre de 1807, Madrid 30 de abril de 1872). Era sobrino de Félix María Álvarez Acevedo. Era hijo de Francisco Álvarez Acevedo. Nacido en el seno de una familia hidalga de la montaña leonesa a la que pertenecerían patriotas y políticos liberales, como su hermano Francisco, vocal de varias juntas durante la Guerra de la Independencia. También puede verse un estadillo de precios de hilaturas. Y es que en Otero de Curueño esta familia tenía una herrería desde el siglo XIV. En los años 50 del XIX Mariano Álvarez Acevedo viaja a Londres, París y Ámsterdam con el fin de documentar el cambio de uso de la herrería que estaba en declive. Mariano Álvarez Acevedo, diputado por León, se había trasladado hasta Oviedo para dirigir la sublevación. Nada más llegar a la capital asturiana, fue detenido. Luego, un grupo de hombres armados intentaron liberarlo, pero fue conducido a Madrid y encarcelado en las prisiones de San Francisco. Tal eventualidad no disuadió a los insurrectos. El 5 de octubre una partida se levantó en el centro de Asturias al grito de '¡Viva la República Federal!'. 

Mariano Álvarez-Acevedo Segoviano (nace un 14 de abril, noviembre de 1939) se casó con Anastasia Gutiérrez. Fruto del matrimonio fueron los siguientes hijos: Aníbal Álvarez-Acevedo Gutiérrez (murió a poco de acabar la guerra civil), Wenceslao Álvarez-Acevedo Gutiérrez, Federico Álvarez-Acevedo Gutiérrez, Basilio Álvarez-Acevedo Gutiérrez, Soledad Gloria Álvarez-Acevedo Gutiérrez, (Otero de Curueño 14 de abril de 1922, Bilbao 20 de julio de 2006), Mercedes Álvarez-Acevedo Gutiérrez y Eloína Álvarez-Acevedo Gutiérrez.



Cuando el 22 de junio el capitán general D. Gregorio de la Cuesta llegó a León y 

presidió su Junta al día siguiente, planteó la necesidad de transformarla en una Junta de 

las provincias que integraban la capitanía y reducir el número de sus miembros. El 27 

ordenó su disolución y la instalación de otra, denominada Junta de León y Castilla, 

compuesta por 13 representantes de León y siete de las provincias de Palencia, Burgos, 

Valladolid, Avila, Segovia, Soria y Zamora, presidida por Valdés. Fueron designados 

José Valdés, Claudio Quijada, Francisco Alvarez Acebedo (por Burón), Francisco 

Javier Caro de Torquemada, catedrático de leyes (por Salamanca), el prior Lorenzo 

Bonifaz (por Zamora), José Morales (por Valladolid) y José Jiménez de la Morena (por 

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Avila). Entre junio y julio se produjeron diversas agitaciones populares en varios 

pueblos, como el linchamiento del corregidor de La Bañeza el 5 de junio, y el 1 de 

julio en la misma capital, fruto del malestar de la población y del descontento social 

existente por la sospecha de traición de las autoridades y la débil respuesta de la Junta. 































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