Casino de León, Edificio Pallarés e Instituto General y Técnico.
Los propietarios de los grandes almacenes vendieron el edificio, en 1986, a la Diputación Provincial de León por 410 millones de pesetas, para albergar las dependencias que ya no cabían en el cercano Palacio de los Guzmanes.
En los años 20 del siglo XX sus muros de mampostería, sobre planta rectangular, remarcados con sillería y cubierta a dos aguas se extendían desde la calle Ruiz de Salazar hasta la Plaza de la Libertad.
Interior de Almacenes Pallarés.
Bajo estos muros se hallaron restos de antiguas edificaciones, como las Paneras municipales, formados por dos muros de 1,10 metros de ancho, dispuestos en ángulo recto en el sector nororiental. Estaban construidos con cantos rodados de mediano tamaño unidos con argamasa de cal de granos gruesos por su mala cocción.Durante varios años, el espacio estuvo vacío, y en él se promovieron cientos de actividades culturales.
En 1987, se utilizó el vacío edificio de Pallarés, para promover una exposición artística.
En 1990, debido a las obras de remodelación del edificio, que se prolongaron hasta 2004, se realizó una prospección arqueológica en la que se hallaron los secretos ocultos, bajo el limo de dos mil años.
Anteriormente, entre los años 1970 y 1972, se llevaron a cabo, sin inspección arqueológica, las obras de construcción del Aparcamiento Subterráneo de San Marcelo. En las proximidades del Edificio Pallarés. Como resultado de las mismas, se extrajo un gran volumen de tierras que se depositaron en la escombrera municipal situada en las afueras de la ciudad, en el término de Villaobispo de la Regueras. Durante una serie de años, la prospección sistemática de este vertedero permitió recuperar numerosos materiales arqueológicos representativos de la secuencia histórica de la ciudad. Asegurando que esta zona había servido, por aquel entonces, como asentamiento romano.
José Pallarés Nomdedeu
El comerciante José Pallarés Nomdedeu, quien de joven había emigrado a Buenos Aires a hacer las Américas, a comienzos de los años ochenta del siglo XIX, ya de regreso en España decidió establecerse en 1887 en la villa asturiana de Cangas de Tineo, en donde regentaba una ferretería dedicada a la venta entre otras cosas de loza, juguetes y pólvora.
Don José había nacido tiempo atrás en el seno de una saga familiar de comerciantes procedentes del Reino de Valencia y establecidos primeramente en la ciudad de León, desde donde se extendieron, como aceite en papel de estraza, por buena parte de las provincias de León y Oviedo. Como era habitual entre los comerciantes e industriales que disfrutaban de una acomodada situación económica, José Pallarés también mantuvo una activa vida política entre los círculos cercanos al Partido Liberal de Sagasta, representado en Asturias por Félix Suarez-Inclán, con él que colaboró en apoyo a su candidatura a diputado a Cortes por el distrito de Cangas de Tineo. Esta actividad política le llevó a enfrentarse dialécticamente con los redactores del periódico local El Eco de Occidente, de tendencia tradicionalista. Pallarés también participó en la vida política local, llegando a ser alcalde de la villa en 1894, momento que coincide con la llegada de la plaga de la filoxera a las cepas de los viñedos de la localidad. Era la filoxera un minúsculo y voraz insecto venido de Estados Unidos que encontraba alimento en las hojas y raíces de la vid, perjudicando notablemente la planta y arruinando las viñas y a quienes las cultivaban, que tenían que plantar vides americanas resistentes al insecto e injertarlas con las variedades locales si querían continuar viviendo del vino. La actividad vitícola de la comarca se inició a partir del establecimiento de los monjes benedictinos en Cangas y Tineo en torno al siglo XI. El monasterio de Corias, hoy convertido en Parador Nacional, aún conserva la bodega que usaban los monjes, recuperada en 1999 por Víctor Álvarez para producir cerca de cincuenta mil botellas de vino Monasterio de Corias, con Denominación de Origen de Cangas del Narcea.
Nuestro ferretero, José Pallarés Nomdedeu, era uno de los hijos de Pascual Pallarés Pardo, quien llegó a León, junto con su esposa y algunos de sus hijos, en 1840 procedente de Castellón de la Plana y abrió un comercio con el nombre de Los Valencianos en los números cuatro y cinco de los soportales de la Plaza Mayor en el que vendía productos de ferretería, cristal y la loza que traía desde la localidad castellonense de Alcora, famosa por su loza elaborada en la Real Fábrica de Loza Fina y porcelana. Esta tienda pasó varias veces de unos propietarios a otros hasta su cierre en la década de 1990. En los años cincuenta su propietario era el señor Natividad Rodríguez y tenía a la venta todo tipo de cosas, material de ferretería, loza, cristal, cocinas, bombas, tuberías, básculas, escaleras, puntas, alambre, enrejados, herramientas, electricidad, saneamiento, herraje para arados, artículos de viaje y un largo etcétera sobre lo que amablemente informaba si se le consultaba en el teléfono 1426. Entonces eran muy pocos los particulares que tenían un aparato de teléfono en su casa, por lo que con cuatro cifras se podía proporcionar una línea a todos los interesados en disponer del servicio. En la actualidad en el local de la antigua ferretería se encuentra situado el pub El Soportal, del grupo Lamayor, que en palabras de su publicidad ofrece a sus clientes el tardeo AfterWork de los viernes, el café torero del sábado y los Domingazos con concierto en directo.
Los hijos de Pascual Pallarés Pardo se dedicaron todos ellos al comercio y la industria, siguiendo la tradición familiar. El hermano de José, Joaquín Pallarés Nomdedeu, ejercía la profesión de curtidor en el barrio de Santa Ana de la ciudad de León en 1852. Su hermano Vicente Pallarés Nomdedeu también se estableció como comerciante en Astorga, y al igual que José participó en la vida política de la ciudad, ejerciendo como teniente de alcalde en 1903.
Agustina Pallarés Nomdedeu
Algunos miembros de la saga familiar encontraron acomodo en el ecosistema social de la capital leonesa emparentando con dignos representantes de otras familias acomodadas. Es el caso de Agustina Pallarés Nomdedeu, quien se casó con su vecino, el bañezano Juan Menéndez Cisneros, con domicilio y negocio en la plaza Mayor número dieciocho de León. Juan era delegado de la firma de banca Jover y Menéndez, que en 1871 ejercía como corresponsal del Banco de Oviedo en León. Como era natural, también participó en la vida política formando parte de la lista monárquica progresista para las elecciones a las cortes constituyentes de 1873, junto al abogado Eleuterio González del Palacio, el médico Antonio Arriola y el comerciante Paulino Díez Canseco, resultando elegido por su distrito natal de La Bañeza.
Emilio Menéndez Pallarés
En 1866 nació en León el hijo de Agustina, Emilio Menéndez Pallarés, quien llegó a ser un prestigioso jurista y orador parlamentario del grupo de Blasco Ibáñez, diputado por valencia en 1903 y miembro del comité directivo de los republicanos fusionados a final de siglo. Toda esta actividad no le impidió ejercer en Madrid como abogado con despacho en la calle Fuencarral número ciento siete. En julio de 1894 Emilio fue uno de los promotores, junto con el senador bañezano Gabriel Fernández de Cadórniga, de la construcción de una estatua de tres metros y medio dedicada a Guzmán el Bueno, diseñada por el escultor Aniceto Marinas, costeada por la Diputación y que habría de fundirse en la Fábrica de Cañones de Artillería de Sevilla con bronce desechado, aunque finalmente el bronce no fue fundido en Sevilla, sino en los talleres catalanes de Masriera y Campins. El quince de julio de 1900 se inauguró el monumento que había costado treinta y siete mil pesetas de entonces, de las que mil correspondían a la construcción del pedestal que realizó el escultor Julio del Campo sobre diseño del arquitecto Gabriel Abreu. Por si todo ello fuese poco, Emilio encontró tiempo para iniciarse en la masonería en 1887, llegando a ser Gran Maestre de la Logia de España de 1901 a 1904.
El reconocido masón Emilio Menéndez Pallarés enviaba cartas desde Madrid a su primo carnal José Pallarés Berjón con la más absoluta normalidad, como muestra este fragmento de la carta de arriba donde le ofrece su colaboración, y la de los masones portugueses, para que pueda realizar negocios en Lisboa, ya que parte de los artículos que se vendían en León procedían de proveedores portugueses.
Su maltrecho cuerpo, curtido en tantas batallas dialécticas y algo abatido por recientes sinsabores y una reconocida hemiplejia espiritual, recién cumplidos sesenta y un años, abandonó este mundo en Madrid el tres de septiembre de 1927 y fue enterrado en el cementerio civil en el mausoleo familiar acompañado de su viuda e hijos, aunque su espíritu se encaminó en ese preciso momento rumbo al cielo reservado a los agnósticos. En ese cementerio civil de Madrid también reposan los restos de otros reconocidos agnósticos como Estanislao Figueras, Francisco Pi y Margall, Nicolás Salmerón, Gumersindo de Azcárate, Francisco Giner de los Ríos, Pablo Iglesias, Pío Baroja, Julián Besteiro, Francisco Largo Caballero, Dolores Ibárruri, Marcelino Camacho y Almudena Grandes. En ese mismo año se puso su nombre a la calle de La Torre, entre la torre de San Isidoro y la avenida del Padre Isla. El principal impulsor de la idea fue el conservador, contratista y concejal Julio del Campo Portas, gran amigo de la familia Pallarés y uno de los fundadores de Unión Patriótica, el partido oficial durante la dictadura de Miguel Primo de Rivera, de 1923 a 1930. En Madrid hubo de esperar seis años para disfrutar de lo mismo, en mayo de 1931 se decidió dedicarle una calle y ya en septiembre de 1932 se puso el nombre de Emilio Menéndez Pallarés a la antigua calle Santa Bárbara, entre las de Fuencarral y San Joaquín, y que por razones fáciles de adivinar una vez acabada la Guerra Civil volvió a recuperar su antiguo nombre. El hijo de Emilio, José Menéndez Campillo, fue ingeniero y contratista de obras. En julio de 1935 ejercía como ingeniero en el Canal de Lozoya en Madrid. Al finalizar la Guerra Civil se exilió a México.
Almacenes Blanco y Negro
Otro de los hijos de Agustina, Manuel Menéndez Pallarés, se asoció en 1900 con Saturnino San José y León Lescún para fundar los Almacenes Blanco y Negro, especializados en camisería, paraguas e impermeables y todo tipo de géneros blanco y negro, que le dan nombre al comercio, en el número diez de la ovetense calle Uría, en el edificio en donde vivía Manuel y también el arquitecto Julio Galán Carbajal y el comerciante José García-Zaloña. Tras el fallecimiento de Saturnino San José y de León Lescún, Manuel Menéndez Pallarés se asoció con su cuñado, Facundo López-Valdivieso Maroto, natural de Valladolid y casado con la hermana de su mujer, María Victoria Panadero Sedano, también de origen vallisoletano y abuelo materno del expresidente José María Aznar. A la muerte de Manuel Menéndez Pallarés el veintitrés de junio de 1927 los Almacenes Blanco y Negro quedaron en manos de Facundo, quien amplió el negocio abriendo tienda en el número cincuenta y nueve de la calle Corrida, la más comercial de Gijón, un establecimiento que en 1930 pasó a denominarse Almacenes Gijón. Don Manuel Menéndez falleció en Oviedo después de una dolorosa y crónica enfermedad que le hizo abandonar los negocios para dedicarse al cuidado de su salud, pasando largas temporadas en Madrid y en Alicante, buscando en el mejor clima alivio a su dolencia. En sus últimos días se disponía a trasladar su residencia a Madrid, en donde había puesto casa. Un absceso fuerte de asma le privó de la vida, dejando desconsolada a su esposa Concepción Panadero, y a sus hermanos Emilio y Carmen. Don Facundo falleció en 1951, pasando a ocuparse del negocio su hijo Anselmo López-Valdivieso Panadero. En 1969 se derribó el antiguo edificio de la calle Uría, en donde se estableció la Delegación Provincial de Economía y Hacienda, trasladándose el comercio a la calle Toreno, en donde permaneció hasta su cierre.
Comercial Industrial Pallarés S.A.
Es hora de volver a retomar el hilo de los hermanos Pallarés Nomdedeu. Uno de los mayores, Pascual Pallarés Nomdedeu, que llegó a este mundo en la localidad castellonense de Alcora en 1835, ejerció de concejal en el ayuntamiento de León entre 1868 y 1890, y junto con su hermano Cristóbal Pallarés Nomdedeu constituyó en 1872 una sociedad comercial en la que se integró en 1905 Santiago Pallarés Berjón, uno de los hijos de Pascual. Algo más de una generación más tarde, en 1914, Ramón Pallarés Berjón, otro de los hijos de Pascual, y su primo, Enrique Pallarés Moliner, constituyeron la empresa Hijos de Pallarés. Finalmente, en 1923, Hijos de Pallarés se fusiona con las sociedades Santiago Blanch y Compañía, fundada en 1918, y Los Valencianos, entonces propiedad de José Pallarés Berjón, para formar la compañía Comercial Industrial Pallarés S.A., que subsistió hasta la década de 1980 en el famoso edificio Pallarés de la Plaza de Santo Domingo, hoy sede del Museo de León.
Enrique Pallarés Moliner fue concejal entre 1924 y 1929, es decir durante la dictadura de primo de Rivera y alcalde de León en 1931 y 1932, en sustitución de Miguel Castaño que cesó por incompatibilidad al ser elegido diputado en el primer parlamento republicano. En esta ocasión Enrique se había presentado en las listas de los republicanos que habían accedido al gobierno municipal en coalición con el PSOE. En 1932 firmó como alcalde la declaración que se hizo desde la Diputación provincial en contra del Estatuto Catalán. En 1923 Enrique residía en la calle Don Gutierre número uno, en donde también vivía su primo Ramón Pallarés Berjón, figurando ambos como comerciantes del Bazar Pallarés.
Enrique no fue el único miembro de la saga Pallarés que militó en algún partido republicano. Eduardo Pallarés Berjón, nacido en 1891, no había seguido la tradición comercial familiar, realizando estudios farmacéuticos. Había militado en el Partido Radical Socialista y en el Republicano. Fue director del laboratorio municipal de León, desde el inicio del gobierno republicano-socialista de 1931, en donde promovió la Gota de Leche municipal inaugurada en abril de 1934, que tenía 70 niños acogidos y diariamente proporcionaba biberones de leche tratada, así como papillas y medicamentos. En 1923 era socio de la Sociedad Económica de Amigos del País y también miembro de la asociación Amigos de la Unión Soviética en la década de 1930. En 1936 fue destituido por su relación con el régimen republicano y apresado en el campo de concentración de San Marcos, en donde cumplió una condena de seis años de prisión sentenciado en un consejo de guerra por provocación a la rebelión. Allí escribió unas memorias y estuvo preso hasta el ocho de septiembre de 1940, cuando fue puesto en libertad en la prisión provincial de León tras acreditar el director su comportamiento inmejorable en donde trabajó como practicante.
Por su parte, Ricardo Pallarés Berjón fue fundador del Partido Republicano Leonés Autónomo, diputado provincial por Murias de Paredes en 1920, junto con Miguel Díez G. Canseco y presidente de la Diputación en 1931. A Santiago Pallarés Berjón también le juzgó en 1940 el Tribunal Especial para la represión de la masonería y el Comunismo, creyendo algunos que aparecía como fusilado en la lista de represaliados de la capilla laica del cementerio de León, aunque en palabras de la familia su muerte se debió a un síndrome de Hodking.
Logias masónicas leonesas
Durante los años previos a la Segunda República, ni siquiera existía masonería en la ciudad de León. Fue en 1931 cuando se constituyó un Triángulo masónico de nombre Libertad compuesto por Ángel Arroyo Lescún (contable de profesión), Germán Martín Gómez (contable) y Julio Marcos Candanedo (maestro nacional).
Cuando un triángulo masónico, compuesto de tres masones, aumentaba a más de siete miembros, el triángulo pasaba a denominarse logia, que en agosto de 1933 pasó a pertenecer a la logia con el nombre del antiguo masón leonés Emilio Menéndez Pallarés.
El primero de agosto de 1933 se constituyó en la ciudad de León la Logia Emilio Menéndez Pallarés número 15, asociada al Grande Oriente Español, a partir del Triángulo Libertad número 3 y compuesta por once personas. En esta logia estaba en aquel momento Alfredo Nistal Martínez, que ingresó en la masonería en 1892. El 27 de agosto de 1933 ingresó en esta logia Juan Rodríguez Lozano, abuelo que fue del expresidente José Luis Rodríguez Zapatero. Entró en la logia con una celebración de iniciación como aprendiz de grado 1º y posteriormente ascendió a compañero grado 2º, el 4 de diciembre de 1935. Durante el bienio derechista de la Segunda República el capitán Lozano siguió perteneciendo a la masonería y ascendió en el escalafón pese a los recelos que causó por su participación en la represión de la Revolución de Octubre en Asturias en 1934. Durante ese tiempo ascendió dos de los tres peldaños de la masonería azul (formados por aprendiz, compañero y maestro). La Respetable Logia Emilio Menéndez Pallarés, número 15 de los Valles de León era una logia de la obediencia de la Gran Logia Regional del Noroeste de España, con sede en Gijón.
Rodríguez Lozano sería uno de los primeros condenados a muerte tras el alzamiento militar, después de su desafortunada intervención en el Gobierno Civil de León sito en la avenida Padre Isla número 5 (edificio de Blas Alonso), cuando se le ocurrió disparar con su pistola un ridículo proyectil mientras los militares sublevados tenían completamente controlada la situación, con la aviación dispuesta a actuar contra el edificio, y con fehacientes noticias ya sabidas en el mismo Gobierno Civil de que los militares sublevados de otras provincias estaban muy cerca de entrar en la ciudad sin resistencia alguna. Los reproches de los funcionarios y otros políticos retenidos en el edificio administrativo hacia la actitud del capitán Lozano consiguieron crispar aún más la situación. Las causas militares conservadas, con las declaraciones de los testigos presenciales, lo relatan concienzudamente; como, por ejemplo, la causa militar número 467 conservada en el archivo militar intermedio del Ferrol. Lo que está claro es que el posteriormente manido asunto de la masonería (a partir de 1938) es algo que no interesaba en absoluto a los militares al comienzo de la guerra. De hecho, en el expediente de incautación abierto a comienzos de 1937 contra el huido Alfredo Nistal –reconocido y comprobado masón, y líder de la Revolución de octubre de 1934 en León– ni siquiera se menciona su pertenencia a la masonería. Sí se interesan las autoridades por otros asuntos (desconocidos hasta hoy) relacionados con la vida pública y privada de Alfredo Nistal:
Los documentos masónicos leoneses del XIX y primer tercio del XX estaban depositados en el taller de uno de los principales masones leoneses de finales del siglo XIX, el francés y mecánico de profesión, Alberto Laurín, permaneciendo allí cuando Laurín dejó ese local y pasó a regentarlo otro mecánico llamado Graciano Díez, dueño de un próspero negocio de carruajes dedicados a todo tipo de servicios públicos y privados. Laurín no se llevó la documentación masónica a su nuevo negocio en la calle Sierra del Agua (actual avenida de la Facultad de Veterinaria) porque Graciano Díez también era un importante y reconocido masón bastante más joven que Laurín, quien en realidad ejerció durante algún tiempo como digno sucesor del francés en los asuntos relacionados con la masonería leonesa.
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