EL CRITERIO, 11 de noviembre de 1864
INUNDACIONES EN LA PROVINCIA DE VALENCIA
Consecuentes con lo que ofrecimos a nuestros lectores, les damos a continuación cuantas noticias tenemos de tan lamentables desastres, aunque para hacerlo tengamos que retirar otros materiales.
Copiamos de El Diario Mercantil de Valencia. «Ayer trazamos el cuadro lamentable que presentaba Alcira según las últimas noticias. Nada había en él de exagerado. Detalles posteriores anuncian que no es muy satisfactorio el aspecto del país más allá de Alcira. En el espacio que media desde los Algadins a Carcagente, el telégrafo estaba completamente destrozado y en los Algadins había dos kilómetros de vía férrea completamente destruidos, habiéndose llevado las aguas el terraplén. Uno de nuestros colegas, dice que la estación de Alcira amenazaba ruina, que la vía desde esta estación a la de Carcagente se hallaba interceptada en dos trozos por el hundimiento del terraplén. La estación se hallaba en mal estado y todo el material del tranvía y parte del perteneciente al ferrocarril, lo mismo que los muebles y mercancías depositadas habían sido arrebatados por la fuerza irresistible de las aguas.
En Manuel la avenida había destruido el cementerio sin dejar más que un nicho, y el agua había arrastrado cadáveres y sepulcros.
Una carta de Alcudia de Carlet que escriben a nuestro apreciable colega La Opinión, describe lo ocurrido en la Ribera alta en los primeros momentos del temporal. He aquí la relación del corresponsal.
«El día 3 del que corre, al anochecer, comenzó a encapotarse la atmósfera, y sobre las diez se dejaba sentir una lluvia regular. A la madrugada del 4 algunos truenos indicaron la existencia de un temporal que vimos desarrollarse en todo el día de una manera impotente; el agua que caía era tan abundante, que no podían resistirla los tejados; y el fuerte viento que reinaba la empujaba con tal fuerza que azotaba las paredes de los edificios.
Las campanas, balanceadas por el aire, tañían de vez en cuando, y el cuadro que el conjunto de todo esto presentaba, era imponente.
Al anochecer tomó más bríos el temporal, la luz del continuado relámpago alumbraba la oscuridad, producida por la densidad de las nubes; los truenos se sucedían unos a otros; la lluvia era copiosa, el aire fuerte, y el ronco bramido del mar que se percibía claramente, a pesar de la distancia de cuatro leguas que de él nos separa, nos deparaban una noche tan lúgubre como las de Cadalso.
Sobre la una de la madrugada quedó todo en tranquilidad, pero a las tres fue turbada por una alarma.
Dista esta villa de la rambla de Algemesí más de un cuarto de hora, y su posición elevada no da lugar a temer una inundación. Sin embargo, en medio de la oscuridad de una noche borrascosa, óyense gritos por las calles, advirtiendo que el río está entrando en la población, y al tirarse de la cama todo el mundo percibe el ruido de sus oleadas que parecen estrellarse contra las tapias de las primeras casas.
En vela todos en un momento, una buena parte se lanza a la calle, inclusas las autoridades civil y eclesiástica, a dar auxilio al que lo necesitara: y efectivamente el agua penetró en el arrabal del Convento y hubo que dar salida a sus moradores; pero a poco se notó su decrecimiento y se restablece la calma.
Cuando la luz del día permitió distinguir los objetos, se vio lo imponente de esta avenida, que seguramente no tiene semejante.
De lo alto de la torre de esta iglesia parroquial, se observa que los barrancos de Prado, Salud, Rio de los Ojos y Júcar, cortados por la impetuosa corriente de la Rambla de Algemesí, formaban un inmenso lago alrededor de Alcira, y se teme por la seguridad de sus habitantes.
Muy pronto se tuvieron noticias de Carlet y se sabe que las aguas de dicha rambla han paseado mansamente su calle Mayor, inundando las bodegas, sacando de ellas algunas cubas de vino, y derramando el aceite de las tinajas.
De Alberique se sabe le ha invadido el Júcar, dejando poco menos que inutilizadas sus hermosas huertas y arrozales, lo mismo que en Gabarda, cuyos campos contienen un gran depósito de arena y cieno que para sacarle y dejarles en su natural estado habrá que invertir un capital que se aproxime a su valor en compra.
De Benimuslem, que ayer al medio día sus moradores buscaban su salvación en los tejados de las casas.
De Antella, que las aguas del Júcar han subido hasta la plaza, llevándose el magnifico y solido azud de la Real Acequia, la casa Compuertas, y dejado inutilizada la casa habitación del celador. Este siniestro es de tal importancia que no admite cálculo, mayormente cuando el canal está destruido por varios puntos.
En Tous se ha llevado el mismo río unas cincuenta casas, incluso el molino harinero, y dos hornos de pan cocer, sin que sus dueños pudieran salvar otra cosa que la existencia: sus efectos, cosechas y animales se han perdido.
A Alcira no puede acercarse nadie de media legua, y por lo mismo nada se sabe. Se dice que se han visto pasar por el río maderos y piezas que denotan ser de los batanes, en cuyo caso el Sellent habrá hecho de las suyas.
Las pérdidas experimentadas son incalculables, porque las corrientes han arrastrado algunos miles de barchillas de cacahuet en este y otros términos, y dejado inutilizadas partidas considerables de arroz, existentes en los molinos de Masalavés y Alberique.»
Nuestras noticias particulares confirman y amplían de la manera más lamentable la noticia de la ruina del azud de la Acequia Real, a que alude la carta anterior.
La Acequia Real del Júcar, puede decirse que se ha inutilizado por completo. El azud de Antella, que tenía un kilómetro de extensión, ha sido destrozado por la corriente del rio, quedando solo unos veinte metros. Las aguas, no solo rompieron el azud, sino que levantaron los grandes bloques de treinta y cuarenta quintales que formaban la presa y los arrojaron sobre el canal, cegando por completo su entrada. La casa de Compuertas, ha sido totalmente destruida y otra inmediata amenaza ruina. La Acequia tiene gran numero de rompimientos de gran extensión que han inutilizado en diversos puntos su cauce, y en otros lugares ha quedado cegado completamente por el cieno que arrastraban las aguas.
Está, pues, inutilizada la Acequia Real del Júcar y 27 pueblos que regaban de sus aguas han quedado reducidos a la mayor miseria. Sin aguas, no sólo no pueden cosecharse arroces, la gran riqueza del país, sino que las tierras-huertas han quedado reducidas a tierras de secano, a eriales improductivos.
El ánimo se sobrecoge al considerar las funestas consecuencias de tantos desastres. Las comarcas más productivas de España, ese vergel inmenso cuyos rendimientos eran incalculables se encuentra hoy, no sólo arrasado por la avenida, sino en la imposibilidad de recobrar su estado anterior en mucho tiempo.
Existe la imprescindible necesidad de reparar la Acequia, de reconstruir la presa, pero, ¿Cuántos sacrificios no exigen obras de tal importancia, obras tan colosales como el azud de Antella, que venia resistiendo durante muchos siglos a la acción demoledora del tiempo? ¿Y como se han de imponer hoy esos sacrificios a los cultivadores que acaban de perder su fortuna o que han sufrido desgracias de gran consideración?
Además, para terminar debidamente las obras, dado caso que puedan arbitrarse recursos, se necesita tiempo, y entre tanto, ¿Qué va a ser de los labradores y de los propietarios de tierras. ¿Qué va a ser de pueblos enteros, ricos ayer, hoy miserables? ¿Qué va a ser de los agricultores de 27 pueblos que ayer poseían fértiles campiñas y hoy se encuentran con secanos improductivos?
En la actualidad tocamos los desastres inmediatos de la inundación, dentro de poco tocaremos sus funestas consecuencias. Hoy nos afligen las desgracias personales, la perdida de las cosechas, las muertes de los animales de labranza, mañana vendrán la esterilidad, la miseria, el hambre con todos sus horrores, a no ser que se tomen medidas tan enérgicas, tan radicales, que logren, sino destruir, minorar el mal por lo menos.
Pero no es esto sólo, y como si los desastres que hemos narrado no fueran bastantes, noticias de otras localidades vienen a cada instante a prolongar la triste crónica de la inundación. Partes oficiales recibidos ayer mañana por el señor gobernador presentan la villa de Canals y los pueblos comarcanos en el estado mas aflictivo. También allí se han dejado sentir los terribles efectos de la inundación, ocasionando pérdidas incalculables.
La extraordinaria avenida de aguas de los ríos de Montesa, de los Santos y demás acequias, unida a la inconcebible y nunca vista afluencia de las aguas pluviales que ha inundado, deshecho y yermado los campos de aquella comarca, ofrecen un cuadro aterrador. Los puentes de hierro del ferro-carril sobre el barranco llamado de Toll y río de Montesa han desaparecido arrastrados por la impetuosa corriente de las aguas, como igualmente el acueducto llamado la Arcada, construido en aquel término para dar riego a la partida de huertas del Plá.
Algo de esto sabrían nuestros lectores, pero ignoraban las demás calamidades ocurridas en aquella comarca. Dos molinos de harina, el martinete de batir cobre y el molino de papel do estraza, que dentro de aquel término se hallaban situados a la orilla del río o sea de la rambla de Montesa, han sido arrebatados, arrancados de cuajo por la fuerza de las aguas, cuya corriente ha subido a una altura increíble y desconocida de los habitantes de aquel país.
Otros artefactos han sufrido la misma suerte en los pueblos de Ayacor, Anahuir y otros de aquellas cercanías, y si algo hay que pueda consolar en parte de estas pérdidas inmensas, es la consideración de que a la fecha de las noticias comunicadas a la autoridad, no había que lamentar desgracias personales en Canals ni en las demás poblaciones que hemos mencionado.
En la Ollería se habían desplomado algunos edificios, y se decía que estos accidentes habían causado víctimas; pero no hay hasta ahora noticia ninguna que confirme esta nueva desgracia.
En Canals han quedado muchos edificios en mal estado por la violencia del huracán y a causa de las exhalaciones que cayeron en la población. La espantosa tormenta empezó a calmar en aquella localidad en la madrugada del 5; todos los medios de comunicación estaban impracticables y la autoridad local se ocupaba en los medios de acudir al remedio de tantos males.
La venta de Boquilla, situada antes de llegar a Mogente, ha sido arrebatada por las aguas, que destruyeron además el puente del mismo nombre sobre la vía férrea. Toda la familia que habitaba la venta pereció, a excepción de una criada que se cogió a un árbol y pudo contrarrestar la fuerza de la corriente, que le destrozó por completo lo vestidos.
El correo llegado ayer por Alicante nos trae noticias de otras localidades. Una carta de nuestro corresponsal de Cullera, escrita en los momentos de la inundación de aquella localidad, nos traza el cuadro de lo que allí ha ocurrido. He aquí cómo se expresa nuestro corresponsal.
«Cullera 5 de noviembre de 1864.
Señor director de El Diario Mercantil.
Con el ánimo lleno de sobresalto aún tomo la pluma para bosquejarle someramente el aspecto que ofrecía esta población al curioso observador, en la noche que acaba de pasar, al efectuarse con la rapidez del rayo, la más extraordinaria inundación de este poblado con las aguas del vecino río Júcar, de que tienen memoria las personas mas entradas en años.
Después de sufrir durante todo el día de ayer un viento huracanado y una lluvia incesante y copiosa, anocheció antes de hora, aumentando la tormenta, en términos, de aparecer el firmamento armado con los relámpagos continuos que muy bien sustituyeron a la luz de los faroles del alumbrado público, descompuestos, cuando no arrancados de sus puntos, por virtud de la tormenta que los azotó durante todo el mismo día. A las ocho el aumento progresivo de las aguas del Júcar hizo temer por el puente de estacas de madera que sirve al paso de este domicilio, y se hallaban dictadas las oportunas medidas para evitar un siniestro, cuando el Júcar, pasando el nivel ordinario de sus mayores crecientes y mas potente de cada minuto, siendo como la una de la madrugada, principió la inundación de este poblado con una rapidez inconcebible, a cuya hora la autoridad local, por medio del correspondiente pregón, advertía a estos recelosos habitantes el peligro que les amaga y la obligación que les imponía de iluminar los edificios cual en día de gran festividad.
Esta oportuna medida produjo sus satisfactorios efectos, pues acabada de publicar dicha orden, el Júcar con viva corriente había consumado la inundación de tres cuartas partes de este poblado: las calles ardiendo, cual si todas fueran una luz, daban claramente a entender que miles de habitantes se hallaban dispuestos a defenderse del brusco ataque de tan imponente elemento, y al momento y en medio del mayor orden se principio a sacar de la parte más honda del poblado, las personas y ganado de labor que corrían algún riesgo, a favor de la calma del viento y del agua del cielo que sobrevino en aquellos críticos instantes como para hacernos menos desconsolador el triste cuadro que se nos ofrecía a la vista, o para ayudar a los moradores atribulados que recorrían las calles y plazas, unos con agua a los pechos, muchos con lanchas y botes pequeños, pero todos por salvar los caros objetos que veían en peligro inminente. En honor de la verdad, ahora creímos ver a Cullera convertida en otra hermosa Venecia, con sus góndolas iluminadas, que tal parecían los botes llenos de personas de ambos sexos que al paso se dirigían por la calle de la Sal a la parte más elevada del poblado.
Pero el Júcar se recrece más y mas : en muchas viviendas el agua sube ajos cinco palmos; por las calles se ven sobrenadar muebles y efectos, piezas de madera, caballerías sin guías; la confusión aumenta; los botes no bastan a sacar los vecinos amenazados; los refugiados en la falda del monte vecino son testigos del aumento vivo de las aguas y todos los habitantes, a una voz, piden con religioso sentimiento se baje a la Virgen del Castillo cuya imagen se guarda en el que hay en la cumbre del mismo monte, y a las dos de la madrugada de hoy, bajo la presidencia de la autoridad local, se dirigen al ermitorio del castillo, el reverendo clero y la muchedumbre de fieles que acudió como por encanto, unos con linternas, otros con hachas de viento, y los más con faroles de mano, quienes muy luego convirtieron en un campo estrellado el dilatado zic zac, que forma la cómoda subida de aquella fortaleza. La oscuridad de la noche aumentaba el bello efecto que producía la vista de todo un pueblo crecido, animado de un deseo tan piadoso. Dejo a la consideración de V. el apreciar debidamente las profundas reflexiones a que naturalmente conduce semejante escena improvisada, y los tiernos sentimientos que inspirarían, los acordes cantares de las tres cofradías del rosario que se presentaron a solemnizar, a hora tan desusada, una procesión tan sentimental como cristiana.
Cábeme la dulce satisfacción de anunciar a Usted que las aguas del Júcar llegaron al apogeo de su creciente, hasta que salió de su camarín la imagen piadosa, que fue a las dos y media, desde cuya hora han seguido en descenso, en términos, que ahora que son las tres de la tarde, todo ha vuelto a su estado normal, si no es los campos, que aún se ven inundados, y viva aún la comente del cauce del Júcar.
Por lo demás, no hay que lamentar desgracia alguna personal.
No sucede lo mismo con los granos almacenados que los hay en abundancia, frutos de las huertas y demás consiguiente a una inundación, de semejante naturaleza, cuya cuantía no puedo calcular en este momento, si bien no dejara de ser de bastante importancia.»
También recibimos noticias de Concentaina, con el atraso que es de suponer. En aquella población el aguacero era un verdadero diluvio el día 4, en que está fechada la carta, y se temía que fueran considerables los daños ocasionados por la avenida del río llamado de Alcoy. Nuestro corresponsal, nos dice a propósito de esto:
Concentaina 4 de noviembre de 1864.
Sr. Director del Diario Mercantil.
Dice el refrán, que cuando Dios da, para todos da.
Así, pues, aun cuando crea que la lluvia que nos está inundando, se haya extendido. hasta esa ciudad y provincia, como lo deja inferir lo cerrado que está el cielo por todos cuatro lados, no por ello quiero dejar de noticiarle ser una de las mas sostenidas y copiosas que hemos conocido en lo que va de siglo. Ha sido tanta el agua que ha caído esta tarde que las más de las calles eran verdaderos ríos, y el barranco llamado del Sort, que cruza por un costado de esta villa, estaba convertido en un segundo Júcar. En este momento, que son las ocho de la noche, la lluvia continua sin declinar. Los daños que deben haber sufrido los campos inmediatos a la ribera de nuestro río, llamado de Alcoy, los conoceremos mañana, pero desde luego los supongo de mucha importancia. No deben tampoco ser flojos los que vayan a sufrir los concurrentes a la feria llamada de Todos Santos, que en la actualidad se está aquí celebrando, en razón a que las tiendas están levantadas en medio de la plaza llamada de las Monjas. Ayúdeme V. a calcular las averías que han debido sufrir en sus géneros los pobres feriantes después de veinte horas de tan terrible lluvia, aparte el perjuicio de no haber tenido venta durante todo el día.
La feria se presentaba buena, había corrido ya dos días. En el importante ramo de caballerías, especialmente en la parte de mulas, se han hecho muy buenos negocios. A este ramo de la feria la lluvia no ha perjudicado, porque las transacciones de importancia tienen todas lugar en los dos primeros días. Mulos de 3.500 y 4.000 rs. se han vendido bastantes. Sobre cien carruajes entre coches, tartanas y carritos, son los que se ocupan trayendo y volviendo a Alcoy concurrentes de aquella ciudad que vienen a la feria diariamente; de manera que el bonito camino de esta a Alcoy, durante los ocho horas que dura la feria, se parece al de esa ciudad al Grao en los días de baños.
El correo va a pasar. No puedo ser mas largo.»
El señor arzobispo, que salió de Valencia en la mañana del lunes, pasó la noche en Algemesí y llegó a Alcira ayer mañana. El pueblo se agolpaba al paso de nuestro prelado, que prodigaba palabras de consuelo a la multitud, que le seguía derramando lágrimas. Llegados a la plaza, el señor arzobispo subió a las casas consistoriales, desde donde dirigió una plática al pueblo, aconsejando a todos que auxiliasen a las autoridades, que recibieran con resignación las pruebas a que los sujetaba el Todopoderoso, pero que no dieran cabida en su pecho al abatimiento.
Las palabras de nuestro querido prelado produjeron honda sensación en el pueblo, que sintió rehacer su ánimo, amilanado con tantas desgracias.
Eran muchas las limosnas que estaba repartiendo el señor arzobispo entre los infinitos necesitados de la población.
En el primer tren de esta mañana sale para la desgraciada villa de Alcira una comisión de la Tertulia progresista, con cien arrobas de bacalao y sobre tres mil libras do pan para socorrer las necesidades más perentorias de los infelices que han sobrevivido a la horrorosa catástrofe de que tienen conocimiento nuestros lectores.
Sabemos que la suma recaudada hasta la fecha de la Tertulia y demás puntos por ella designados, asciende próximamente a 15.000 rs.
Tales son las noticias que hoy podemos comunicar a nuestros lectores, ampliando los detalles del triste acontecimiento que hoy preocupa todos les ánimos.
Viniendo ahora a las medidas adoptadas por las autoridades, podemos anunciar que el excelentísimo señor capitán general, enterado de los tristes sucesos que deploramos, ha puesto a disposición del señor gobernador de la provincia todos los recursos de que puede disponer la autoridad militar, tanto en personal como en material, para contribuir al socorro de las desgraciadas localidades victimas de la inundación. El Sr. Mas y Abad ha aceptado una compañía de infantería que debe salir a las cinco de la madrugada con el objeto de proteger y custodiar las propiedades particulares en Alcira y en los demás pueblos afligidos por la calamidad.
También el señor alcalde-corregidor secunda con celo las medidas de la autoridad gubernativa, y sabemos, que ayer puso a su disposición 90 hombres pertenecientes a las escuadras que se ocupan en la construcción del adoquinado, preparados para trasladarse a Alcira así que lo disponga el señor gobernador. Creemos que estos 90 hombres salieron ayer tarde para Alcira, a las ordenes de los sobrestantes de calles y paseos, facilitados asimismo por el señor corregidor.
Por fin, esta autoridad ha facilitado también de treinta a cuarenta individuos de la brigada de bomberos que tan generosamente se ofrecieron a este patriótico servicio desde los primeros momentos, y los cuáles saldrán hoy, llevando al frente algunos de sus jefes y el material y útiles necesarios. Había también quince carros, diez o doce carpinteros y algunos cerrajeros y albañiles dispuestos a trasladarse a los pueblos donde sea necesario su auxilio.
No terminaremos nuestro relato de hoy sin mencionar con todo el elogio que se merece la brillante conducta que durante la inundación ha observado la Guardia Civil. Hechos verdaderamente, heroicos se citan de los individuos de este benemérito cuerpo que se hallaban en los pueblos inundados, El sargento del destacamento de Alcira, arrojándose al rio en unas balsas de tablas que se pudo proporcionar, salvó la vida a la familia del molinero, que iba a perecer ahogada. Los guardias sacaban en hombros a muchos desgraciados, penetrando para ello en los puntos de más peligro.
La fuerza de Carcagente se distinguió de tal manera, prestando toda especie de socorros y haciendo tal abnegación, de su persona, que no se oyen más que elogios de su conducta en aquella comarca desgraciada. El cabo se halla enfermo a consecuencia de los brillantes servicios prestados en tan angustiosos momentos.
El puesto, de Alberique, en unión con el señor juez dé primera instancia, se ha distinguido con hechos que no se borrarán fácilmente de la memoria de aquellos habitantes, y que sentimos no conocer en detalle para darles la publicidad y el elogio que merecen.
El señor comandante de fusileros y los individuos de este cuerpo compartieron con el señor gobernador las penalidades y fatigas de la jornada, así como el jefe de la sección de Fomento del gobierno civil, Sr. Santa María, el director de telégrafos y los señores arquitectos que acompañaban a la autoridad gubernativa.
Escrita la reseña anterior, que, como comprenderán nuestros lectores, se ha redactado a medida que han llegado los sucesos a nuestra noticia, recibimos la siguiente carta de Játiva que nos da nuevos pormenores sobre las inundaciones de los días pasados;
Dice así nuestro corresponsal;
«Játiva 6 de Noviembre.
Señor director del Diario mercantil.
Hemos pasado unos días muy angustiosos a causa de la tempestad que descargó en esta y que llegó a amedrentarnos a causa de los repetidos relámpagos y truenos y de varias exhalaciones que cayeron en la población
La lluvia fue tan continua que ayer viernes, la plaza de la Balsa se hallaba completamente inundada, hasta la altura de más de inedia vara. Del molino de papel de Guarner no han quedado mas que las tinas, lo demás todo está arruinado y los habitantes se salvaron refugiándose en la cantina.
En el molino de Malañ el rio pasaba por encima del tejado y se ha llevado el primer piso.
Desde Canals á Játiva han desaparecido nueve molinos, el Martinete y la canal que había a la otra parte del Martinete. Entre los molinos que han destruido las aguas se cuentan el de Valles, el de papel situado frente al puente de Hierro y el de Soldevila, del que ni siquiera han quedado restos, viéndose en su lugar un arenal.
También ha destruido la avenida los puentes de hierro de Manuel, de Montesa, y el de Anahuir, la mitad de este último ha ido a parar junto al huerto de Villesques, situado a larga distancia.
El barranco que hay frente de Mojente ha entrado en la venta del mismo nombre ahogando a los concurrentes a un hombre, una mujer y dos niños. En el puerto de la Ollería ha desaparecido el camino y no puede transitarse ni por medio de caballerías.
Un vecino acomodado en la Ollería fue a visitar a su suegra que se hallaba enferma, en tan mala sazón, que hundiéndose la casa repentinamente quedaron cadáveres entre los escombros.
Anoche a las ocho arreció la tempestad, siendo cada vez más terribles los truenos y continuado el aguacero de todo el día y del anterior. La noche pasada ha continuado lloviendo y a las siete de la mañana de hoy, sábado, comienza a serenarse el tiempo.
Continúan circulando desagradables noticias. El molino de Manuel, el de la Vuelta y el cementerio los ha destrozado el agua. El rio de Señera ha llegado hasta el camino de Castellón; en Anna y Estuvell no ha quedado molino ni batan alguno, en la Ollería se ha llevado el agua todas las fábricas de aguardiente, también ha desaparecido el Molino Nuevo situado junto al de Guarner.
Las canales de Mollá las ha destruido el río de Barcheta; en el Valle de Cárcel no quedan campos y la mitad de las casas del pueblo de Cárcel se han arruinado, y en toda la vall no ha quedado un molino.
A las cuatro de la larde. Todavía estamos incomunicados pues no han llegado los correos de Madrid, de Alicante ni de Valencia.
A las siete de la noche. Hemos recibido el correo de Madrid, trasportado por caballerías desde Mogente, punto hasta donde llegan los trenes. También ha llegado el correo de Enguera y ha traído la noticia de que en dicha población el agua ha destruido todos los batanes, se ha llevado grandes porciones de paños y de aceite y arruinado muchas casas.
Un telegrama fechado el 9 en Valencia dice lo siguiente:
«Los bomberos y operarios de esta ciudad están prestando grandes servicios en Alcira, limpiando las calles y apuntalando las casas.
De los escombros de una de estas, se han extraído nueve cadáveres.
Los pueblos de Forlaleni, Políño y Riola, que se creía habrían desaparecido, han sufrido mucho pero no hay que lamentar en ellos desgracias personales.
Enguera, Quesa y Ana han perdido las fábricas que daban ocupación a muchas familias.
La suscrición abierta por la diputación provincial da resultados muy satisfactorios.
No cesan los donativos de pan y comestibles.
Tous ha perdido 108 casas de 180 con que contaba.
La avenida del Júcar ha destruido el cauce de la Acequia Real, quedando muy poco de obra solida. La casa de Compuertas va desapareciendo. La del celador se está arruinando, y ha quedado sin puertas y sin mobiliario.
Los rompimientos del gran canal del Júcar son tan grandes que aún no han podido apreciarse con exactitud. Se sabe únicamente que son diez y ocho los paredones derruidos en una extensión de 20 a 500 pasos. El resto del canal esta terraplenado por las avenidas. La Acequia, inservible en la actualidad y por mucho tiempo. Las obras de reparación deben ser de muchísimo coste.
Veintitrés pueblos destinados a la cosecha de arroz y huertas, quedan secanos. La junta de gobierno se ocupa en averiguar en lo posible los perjuicios, que son incalculables.
Han sido inundados los pueblos de Tous, Carcel, Cotes y Sumacarcel. Las pérdidas del primero son las mayores. En los otros tres, la destrucción es menor, y sólo ha habido dos desgracias personales.
Los principales propietarios de Tous están reducidos a ser mantenidos por los jornaleros.
El pueblo de Cullera ha sufrido poco en comparación de los demás.
A las tres de la tarde de ayer se recibió en Valencia el correo de Madrid del día 6.»
El Contemporáneo (Madrid). 16 de noviembre de 1864,
He aquí las últimas noticias de varios pueblos de la provincia de Valencia que mas han sufrido a consecuencia de las inundaciones:
"La población de Alberiqne, una de las mas ricas de la provincia, ha sido, como todas de ambas riberas, inundada por el rio Júcar. Si bien no se han esperimentado desgracias personales, a pérdidas materiales puede equipararse con las mas desgraciadas. El rio Júcar, que jamás ha llegado en sus desbordamientos a aquellas calles, esta vez inundó la parte mas baja de la población, penetrando en el cuartel de la guardia civil, en el juzgado de primera instancia (ausentes en aquel entonces de dicha, villa los guardias, el señor juez y el promotor fiscal) y las cárceles del partido, en las que había criminales de muchísimos años de condena, que a grandes voces llamaban al señor alcalde para que los sacara de allí. Esta autoridad, que se multiplicaba en lo infinito, acompañada del registrador de la propiedad don José Sastre, y del promotor fiscal sustituto don Jacinto Gómez, sacaron a los pobres presos, a los que ya el agua les llegaba a la rodilla, y los condujeron a la casa de la villa. También fueron inundados el casino y las escuelas, quedando ambos edificios en un estado completo de ruina. Hay muchísimas casas apuntaladas y otras ya desplomadas. Pero las pérdidas de mayor consideración están fuera de la villa. Cinco lonjas, que contendrían 13.000 arrobas de arroz blanco, pertenecientes a la clase mas pobre, que se disponía a pagar sus arrendamientos, han sido inundadas, perdiéndose todo aquel grano completamente.
En el pueblo de Ayora ha desaparecido la primera parte de la propiedad. La rambla que corre por el centro de la población ha arruinado toda una calle de casas y parte de la otra, dejando a sus dueños con el vestido que llevaban puesto. Por fortuna no hay que lamentar desgracia alguna personal; pues el médico don José Belda, que fue arrebatado por la rambla al entrar en su casa contigua al cauce, se salvó milagrosamente después de permanecer mas de cuatro horas en medio del agua asido a una morera.
— En un monte próximo perecieron también cuatro infelices carboneros, que estaban cargando sus hornos.
— En la Ollería la tempestad ha hecho estragos análogos a los que llevamos referidos. En la calle de la Virgen de Loreto, el hundimiento de una casa sepultó entre las ruinas a un vecino llamado Francisco Moltó y Lila, propietario y fabricante de aguardiente, y a su madrastra Josefa Valenzuela. Los vecinos auxiliados heroicamente por los infatigables individuos de la Guardia civil del puesto, trabajaron sin descanso, a pesar del horrible aguacero que los sofocaba, para salvar la vida a aquellos infelices, pero sus esfuerzos no lograron mas resultado que el de extraer sus cadáveres de entre las ruinas.
— Durante la horrorosa inundación por que acaba de pasar la desgraciada villa de Alcira, han ocurrido algunos sucesos verdaderamente providenciales. Entre ellos es digno de mención el siguiente; «Parece que una pobre mujer a quien sorprendió en la vega la crecida del rio, era arrastrada por la corriente de las aguas, y no encontrando punto alguno donde apoyarse, se cogió a las astas de un toro que flotaba a su lado, el cual, nadando, logró atravesar el río con la citada mujer, que pudo salvarse de este milagroso modo, refugiándose en la montaña llamada de San Bernardo.»
Se han quedado destruidas tres fábricas de aguardiente situadas junto al barranco de Capuchinos, dos por completo y la otra casi en su totalidad, habiendo sido arrastradas con sus artefactos por la impetuosa avenida del barranco.»
— Por último, dicen de Cullera que en aquellas playas han aparecido algunos ataúdes con cadáveres, mas de 50 caballerías muertas, muebles de lujo y otros enseres, y hasta un confesonario. El domingo próximo se celebrará una gran función religiosa en acción de gracias a la Virgen del Castillo. Parece que al sacar la imagen de la Virgen sobre la una y media de la madrugada en los momentos en que crecía la avenida, el Júcar tuvo tres rompimientos, que sangraron considerablemente la acequia, llevando sus aguas al mar. A esta circunstancia se debe el que en Cullera no se hayan experimentado los daños que eran de esperar.
— La inundación-que el día 4 del actual llenó de espanto y consternación a los pueblos de la vega de Valencia, es la mas extraordinaria de cuantas ha sufrido aquel país.
Por la medida exacta de las anteriores, que se ha conservado en un edificio de Carcagente, los mayores crecimientos del Júcar han tenido lugar por el siguiente orden, de mayor a menor: 17 de noviembre de 1805. — 21 de octubre de 1843. — 5 de octubre de 1779. La avenida de noviembre de 1864 ha subido un metro mas que la mas alta de las que la precedieron, o sea la del año 5, que tan funestos recuerdos dejó en aquella ribera.
El Criterio (Madrid). 16 de noviembre de 1864
INUNDACIONES EN LA PROVINCIA DE VALENCIA.
Del Diario Mercantil del 13, tomamos las siguientes noticias:
Nuestro corresponsal de dicha localidad nos refiere en la siguiente carta los lamentables efectos de la inundación en dicho pueblo.
Señor director del Diario Mercantil.
Ayora 6 de noviembre de 1864.
En presencia de las lamentables escenas y tristes episodios que han tenido lugar en esta villa comprenderá V., señor director, no se encuentra el ánimo en disposición de escribir: sólo el compromiso que con V. tengo contraído y mis vehementes deseos de contribuir en lo posible a aliviar la precaria posición de mis convecinos, me obliga en estos momentos de angustia a tomar la pluma para bosquejar ligeramente el terrible siniestro que lodos lamentamos.
El día 4 del que rige formará época indudable en los anales de esta villa, día que ha quedado grabado, pero con letras de luto, en todos los moradores; día en que han quedado arruinadas y reducidas a la mayor miseria, un gran número de familias; día, en fin que ha sembrado el luto, la desolación, la pobreza y miseria en esta desventurada villa, que momentos antes era bastante floreciente. Querer detallar las terribles consecuencias producidas por la horrorosa tempestad que descargaba el agua a torrentes, es intentar lo que no se puede conseguir, es esforzarse en trabajos que no satisfacen después de ejecutados; el espíritu los ve, los siente, los comprende, la lengua los quiere expresar, pero lo dice de diferente manera.
La noche del 3 se presentó la atmosfera completamente encapotada de nubes, indicando claramente la tempestad que amagaba. Sobre la una o las dos de la madrugada empezaron a percibirse lejanos ecos de los truenos, ecos que de momento en momento iban siendo más pronunciados, llegando a producir a los cortos momentos un verdadero trastorno por su aspecto amenazador y alarmante; los relámpagos se sucedían unos a otros con tal violencia é intensidad que aumentaban el pavor que infundía la noche lóbrega y oscura: una manga de agua desprendida con furor y un viento que parecía huracán anunciaban que la tempestad estaba sobre nuestro cénit: acto seguido las calles eran verdaderos torrentes, los patios de los edificios balsas, las habitaciones anegadas, porque ¿cómo los tejados habían de poder dar salida a lluvia tan copiosa? Esta se filtraba de piso a piso echando a perder los muebles, concluyendo por penetrar en la bodega y desalojar los líquidos que después flotaban por la superficie.
Hombres, niños y mujeres comprenden el peligro que les amenazaba; pero se consolaban suponiendo que la horrorosa tempestad seria de corta duración; mas a medida que las horas trascurrían, el estado atmosférico iba siendo más imponente, y con esta angustia íbamos caminando, esperando el momento fatal, cuando a las tres el lúgubre tañido de la campana de San José nos anunció la fuerte avenida que por la rambla que atraviesa la población se aproximaba. Las casas del trayecto y las inmediatas fueron abandonadas por sus moradores. y acto continuo tomaba posesión de ellas tan temible huésped. En tan críticos momentos, D. José Belou, médico-cirujano, y persona de simpatías, quiso atravesar el puente del cauce; pero este cedió, y abriéndose un agujero, fue sumergido y arrastrado por las impetuosas olas. Esta sensible desgracia se comunicó cual chispa eléctrica, y anonadando todavía más al pueblo, contribuyó en parte a la desgarradora escena que la siguió. La iglesia del Castillo, que por su posición domina la población, dejó percibir el fúnebre sonido de sus campanas, indicando el nuevo peligro que venia sobre nosotros: las aguas del llano situado al mismo nivel que la villa, se dirigen hacia ella como si tratasen de absorberla, ¡Ah, señor director, cómo poder pintar lo que en este instante pasó! Los vecinos, sin tener en cuenta la posición topográfica del terreno, abandonan los hogares para hallar su salvación en las casas de la falda del Castillo; niños indefensos, mujeres ancianas se ven marchar presurosas a dicho punto sin arredrarles el agua que a torrentes se desprendía, ni la que con impetuosidad, sin ejemplo, inundaba las calles; no se percibían más que voces lastimeras, ayes desgarradores, palabras desconsoladoras de despedida. Felizmente esto no podía suceder, y los ánimos fueron calmándose a medida que veían que las aguas se dirigían por la parte N. a su descenso natural.
Mientras esta cruel escena pasaba, los que habían visto sumergirse al Belda, salieron presurosos a las afueras de la población a ver si por casualidad no había sucumbido en la larga travesía y podían prestarle algún auxilio; providencialmente a los pocos instantes oyeron voces de ¡quién me socorre! ¡quién me socorre! Volvieron asombrados la vista y le encontraron asido a una débil morera, tan débil, que no tenia el espesor del brazo. Era absolutamente imposible salvarle, puesto que, habiéndose quedado en la parte más elevada del terreno, por ambos lados corría un brazo de mar.
La tormenta continuaba progresando, y los que le observaban, sin duda, viendo nada podían hacer por él, se retiraron, quedándose el señor promotor fiscal hasta que, encontrándose casi desfallecido, lo hizo para calentarse y tomar otra ropa. ¡Cuánto no padecería su imaginación al verse solo y que las aguas progresaban rápidamente! La noche cubrió con su negro manto tanta miseria, tanta devastación. La noticia de que Belda estaba salvo, si bien muy expuesto, la supo D. José Royo, y en unión de dos Jaluminos, Tomás Martínez, José Tormo. Joaquín Cuesta y el guardia civil José Vila, pasaron al sitio, y atado uno de ellos para que explorase, entró, y acto seguido los demás, logrando sacarle de una muerte segura. Los restantes guardias, a las órdenes de su cabo Miguel Tolsa, fueron a vadearle para socorrerle por el lado opuesto.
Esta benemérita institución siempre, siempre se hace digna de los mayores elogios.
El 5 fue el día de mayor desconsuelo, pues recorrido el término, vimos que por donde menos agua ha pasado, ha sido por esta rambla, dejando el término en tan fatal estado, que el terreno que no ha destruido le ha dejado tan malparado que costará tanto su composición corno su valor.
Muchas familias que tenían de 6 a 8.000 duros se encuentran en la mayor indigencia y así todos.
Casas, han desaparecido dos calles enteras.
Confiamos en la paternal protección del Gobierno que oirá nuestra justa queja: y bien del fondo de calamidades públicas, o de cualquiera otra manera, socorrerá a un pueblo que, en el espacio de pocas horas, se ha quedado reducido a la mayor miseria. También esperamos que el digno señor gobernador abra una suscrición en favor de estos desgraciados, y los siempre filantrópicos directores de la prensa de esa ciudad, ofrecerán desde hoy las columnas de sus diarios para objeto tan caritativo.
No sé cuándo podrá llegar esta, pero descoso de ponerle al corriente, la remito.
En los demás pueblos del partido, según las noticias que llegan, ha sucedido lo propio, su devastación.
Del mismo diario:
Ayer tarde llegó a esta ciudad, de regreso de su expedición a Antella, el señor gobernador de la provincia, cuya salida anunciamos oportunamente. Tristísimo es el espectáculo que la autoridad y las personas que le acompañaban acaban de presenciar.
El señor gobernador, acompañado del jefe de Fomento, señor Santamaría y de los comandantes de fusileros y de la Guardia Civil, salieron anteayer en dirección a Alcira. Al llegar a esta desolada población, la autoridad dictó algunas medidas oportunas y continuó su viaje a Antella, donde le esperaba la junta, ocupada ya con el arquitecto de la Acequia Real, en formar el presupuesto de la reparación.
El estado en que encontró el señor gobernador el canal destrozado por la inundación es deplorabilísimo. La casa de compuertas ha desaparecido completamente, y el Azúd está en el estado lastimoso que dijimos a nuestros lectores al ocuparnos de este lamentable accidente. El cauce de la Acequia se halla destrozado completamente, y a trozos va a confundirse con los campos inmediatos convertidos en eriales.
El agua que al salir de la presa formaba una cascada, ahora forma un remanso a causa de los escombros y ruinas de las obras que lo han trastornado todo. De dos escalinatas que embellecían esta magnifica obra, y sobre las cuales se habían de colocar dos estatuas, una sola ha quedado visible; la otra se halla completamente cubierta de arena y escombros. Los estragos han sido tales, tal el daño ocasionado en el cauce por la impetuosa avenida y tan grande la obstrucción ocasionada por la corriente, que se cree que será preciso cambiar el curso del lecho, lo cual ofrecerá menos inconvenientes y dispendios que rehabilitar el actual.
En una palabra, lejos de ser exagerada la primera noticia que dimos de la destrucción de la Acequia, parece que la realidad es superior a cuanto dijimos y que la reconstrucción de la obra no bajará de diez millones de reales. No damos por seguro este dato, porque todavía no se ha terminado el presupuesto, que, como ya hemos dicho, se ocupa en formar el ingeniero de la Acequia, pero desde luego se puede asegurar que será enorme el coste de la obra arrebatada en un momento por la inundación.
Los campos inmediatos son eriales espantosos que contristan el ánimo; capas de arena que ofrecen a lo lejos el aspecto de las llanuras del desierto y que en el trascurso de muchos años, no será posible poner en condiciones de cultivo.
El mismo aspecto ofrecen las inmediaciones de Alberique, adonde regresó el señor gobernador después de su visita a Antella. Las magníficas moreras de aquella huerta, que eran el encanto de la ribera, han desaparecido casi totalmente y son pocas las que han resistido el ímpetu de la inundación.
Los daños ocasionados en aquella comarca son inmensos, y triste, muy triste el aspecto de aquellos campos, tan ricos poco ha y ahora convertidos en eriales.
La autoridad y las personas que le acompañaban pasaron la noche en Alberique y al día siguiente volvieron a Alcira, donde las brigadas de bomberos de Valencia y de Murviedro están prestando los más brillantes servicios y captándose la gratitud de aquellos habitantes. La Junta de Socorros sigue administrándolos a las clases necesitadas y las que disponen de recursos no carecen de nada, merced a las medidas adoptadas para conseguir este resultado.
La barca del Júcar ha desaparecido y tanto los obreros que se han podido reunir, como los mismos trajinantes interesados en restablecer el vado, trabajan con actividad para conseguirlo; pero las dificultades son grandes, por razón de la gran masa de agua que las acequias destruidas han aglomerado en el cauce del rio.
El señor gobernador llegó, como hemos dicho, a Valencia ayer tarde, después de dictar durante su expedición todas las medidas que ha creído convenientes en las deplorables circunstancias que atraviesan los pueblos de la Ribera, y las personas que han visto ahora por sus propios ojos la destrucción de la Acequia Real del Júcar se pasman al considerar el poder incontrastable de las aguas que apenas ha dejado vestigio de unas obras que llamaban la atención por su extraordinaria solidez.
Leemos en el mismo periódico:
«Días pasados publicamos un artículo pidiendo al Gobierno de S. M. que suspendiera la cobranza de la contribución en los pueblos inundados. Con gusto hemos visto que el gobernador de la provincia y el administrador de Hacienda pública, han coincidido en hacer al Gobierno igual solicitud, aparte de otras medidas que pueden tomarse en vista de la gravedad de los daños causados.
El señor gobernador, que recibió el miércoles por parte telegráfico órdenes del señor ministro de la Gobernación para que le propusiese las medidas que juzgue del caso, ha remitido al ministerio una razonada comunicación dando cuenta de la magnitud de la catástrofe, de la trascendencia de sus funestos resultados, y proponiendo las primeras determinaciones, que por no estar en el círculo de sus facultades, no ha podido adoptar y recomienda al Gobierno.
Entre ellas, recordamos la de consignar del fondo de calamidades del presupuesto general otros cinco mil duros con destino a las urgencias del momento; mandar suspender en los pueblos devastados el cobro que ahora se está verificando del trimestre del impuesto territorial, hasta que se declare la exención de contribuciones que concede la ley; perdonar el trimestre del impuesto de consumos, cuya condona por calamidades no está prevista en la ley, pero que es una medida que exigen las circunstancias, por gravar aquella contribución a la clase trabajadora, que ha quedado sin pan; declarar nacional, extendiéndola a toda España, la suscrición que ha iniciado la provincia; suspender el angustioso plazo que fija la ley para hacer constar los siniestros para el objeto de condona del impuesto, señalando el día desde el cual deban correr los ocho, que son el plazo indicado; enviar del ministerio una comisión especial, encargada de formar dichos expedientes de siniestro, con la mayor imparcialidad, para que se depure escrupulosamente el daño sufrido, y con presencia de estos datos, conceder la exención de impuestos durante un año, que promete la ley en este caso, y proponer a las Cortes las indemnizaciones extraordinarias que el caso requiere.
El señor administrador de Hacienda pública en la provincia ha comunicado a la dirección general de contribuciones, los efectos del temporal sobre la riqueza de los contribuyentes, haciendo constar toda su funesta trascendencia.
Según nuestras noticias, el señor administrador, reconociendo la justicia que asiste a los contribuyentes para pedir que se les guarden las debidas consideraciones, hace conocer a la superioridad la dificultad de recaudar el actual trimestre en los pueblos asolados, y haciendo constar la puntualidad con que esta provincia ha cubierto siempre todas sus cargas, expone oportunas consideraciones sobre el triste estado en que queda, perdidas las cosechas en muchos pueblos, y en varios de ellos arruinadas las fincas rústicas y urbanas; de modo que no podrán producir en mucho tiempo.
Parece que el señor administrador de Hacienda cree llegado el caso de que se conceda a los pueblos arruinados la aplicación del artículo 52 del Real decreto de 23 de mayo de 1845; y en efecto, el perdón de un año de contribución, que es lo más que el Gobierno puede conceder en casos de pérdida completa de productos, es una gracia que no está en relación con la naturaleza del daño, porque lo que se han perdido ahora son rentas y capitales.
Dicho artículo 52 faculta al Gobierno para proponer a las Cortes recursos extraordinarios en casos extraordinarios, y esta facultad, de la que hizo uso hace pocos años, para remediar los efectos de las inundaciones en Andalucía, deberá ejercerla también ahora en justo obsequio a Valencia.
Medidas son todas las propuestas que pueden remediar en alguna parte el daño causado por la inundación, pero como remedio del momento, creemos que el Gobierno debe apresurarse á suspender la cobranza del trimestre actual de contribución, mucho más cuando el gobernador de la provincia lo solicita y el administrador de Hacienda lo apoya.
Creemos que el Gobierno no se hará sordo a tantas quejas y esperamos sobre el asunto una pronta y satisfactoria resolución.
Actos benéficos. Nuestro apreciable colega Los Dos Reinos, dice en su número de ayer:
« La Tertulia remitió ayer a Tous treinta arrobas de harina de trigo, sin mezcla alguna, diez arrobas de bacalao y dos de pimiento picante, que, a juicio de D. Juan Bautista Puig, médico de aquel pueblo, eran bastantes para satisfacer por dos días las primeras necesidades de cerca de doscientos braceros que carecen de pan que llevar a su boca.
Hoy habrá salido otra comisión de la Tertulia, presidida por el señor Péris y Valero, para Alcira y Carcagente, con el objeto de repartir por sí otras tres mil libras de pan, otras tantas de bacalao y cuatro de tocino, entre los pobres de estos dos pueblos.
Parece que contratadas como tiene la Tertulia de doce a quince mil libras de pan, trata de distribuirlas entre otros pueblos. Anna es otra de las poblaciones que tienen que lamentar grandes pérdidas, y que cuenta con muchos pobres que han quedado sin trabajo y sin medios para atender a la subsistencia de sus familias.
La dificultad que ofrecen las comunicaciones ha sido lo que hasta ahora ha impedido a la Tertulia el llevar su mano caritativa a aquel pueblo.
Un nuevo rasgo de abnegación y desprendimiento tenemos el gusto de anunciar a nuestros lectores. El Sr. Bayarri había ofrecido entregar, en beneficio de los desgraciados vecinos de los pueblos de la Ribera, 150 libras de pan; pero habiéndosele encargado la elaboración de otras 150 libras para reunir un gran número de panes, con el fin de conducirle en el día de hoy a la Ribera, se ha negado a recibir su valor. Esta es la razón porque aparece el donativo del Sr. Bayarri de 300 libras de pan.
Damos las más expresivas gracias a este digno y compasivo artesano.
Memoria histórica de la inundación de la Ribera de Valencia en los días 4 y 5 de noviembre de 1864
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