lunes, 8 de mayo de 2023

Mary Wortley Montagu

Mary Wortley Montagu fue una aristócrata, escritora y poeta inglesa, que que se hizo famosa por haber llevado a Inglaterra el método turco para inmunizar contra la infección de la viruela. Para su educación pudo disponer de los cuidados de una institutriz y de los fondos de la nutrida biblioteca de la casa familiar en Thoresby Hall, en donde se encerraba todos los días de 10 a 2 y de cuatro a ocho. Escribía poesía y ensayos, se declaraba una amante de la lectura y llegó a dirigirse al obispo de Salisbury para quejarse de las dificultades que tenían las mujeres para acceder a la cultura.

Para evitar un matrimonio arreglado, se fugó del hogar paterno a sus 23 años y se casó con Edward Wortley Montagu, nieto del primer conde de Sandwich. En 1716, Edward se convirtió en embajador de Inglaterra en Estambul (o Constantinopla como se conocía en ese entonces), capital del Imperio otomano.

Fue en Estambul donde Mary Wortley Montagu observó una curiosa costumbre que conseguía mantener a raya a la viruela, una enfermedad devastadora que ella misma había sufrido con 26 años y que se había llevado por delante la vida de su hermano. Se trataba de la inoculación o variolación, una práctica originaria de China y la India que se fue extendiendo por toda Asia.

“La viruela, tan fatal y frecuente entre nosotros, aquí es totalmente inofensiva gracias al descubrimiento de la inoculación, (así es como la llaman)”, relata en una de sus cartas a su amiga Sarah Chisvell en 1717. "Te voy a decir una cosa, que te hará desear estar aquí. La viruela, tan fatal y tan común entre nosotros, es aquí completamente inofensiva... Hay un grupo de ancianas que se ocupan de hacer la operación cada otoño, en el mes de septiembre, cuando amaina el gran calor. las personas se consultan unas a otras para saber quién de entre ellos está dispuesto a tener la viruela…”.; hacen fiestas con este propósito, y cuando se reúnen (normalmente quince o dieciséis juntos) la anciana viene con una cáscara de nuez llena de materia de la mejor especie de viruela, y pregunta qué vena te gustaría que te abriera... Inmediatamente abre la que le ofreces, con una aguja grande (que no te produce más dolor que un simple rasguño) y mete en la vena toda la materia que puede quedar sobre la cabeza de la aguja, y después de eso, venda la pequeña herida." La técnica descrita consistía, básicamente, en inocular a los voluntarios con pus de enfermos en cuatro o cinco venas abiertas. 

En lugar de arriesgarse a una infección natural que tenía una alta tasa de mortalidad, las mujeres turcas mayores buscaban inducir un caso leve en los niños mediante lo que llamaban un "injerto".

Mary Wortley Montagu estaba ansiosa por proteger a su hijo pequeño de la enfermedad y convenció al cirujano de la embajada para que lo inoculara, al estilo turco. "El niño fue injertado el martes pasado", escribió en una carta a su esposo, "y en este momento está cantando y jugando, y muy impaciente por su cena". Tras estos resultados Mary Wortley Montagu estaba decidida a "poner de moda este útil invento en Inglaterra".

Después de un par de años, Mary Wortley había regresado a Inglaterra. En 1721, hubo una epidemia de viruela, y Wortley Montagu le pidió al médico de la embajada, que había venido con ella a Londres, que injertara a su pequeña hija que no había sido inoculada. Preocupado por su reputación, el médico le pidió a varios testigos médicos que observaran el procedimiento. En abril de 1721, el médico inoculó a la joven Mary Alice. Fue la primera vez que se realizó el procedimiento en Reino Unido. Aunque los observadores quedaron impresionados, otros se mostraron escépticos sobre esta práctica peligrosa y exótica. 

Wortley Montagu y su hija visitaron hogares afectados por la viruela para demostrar que la niña estaba protegida. Aún así, muchos médicos se mantuvieron cautelosos. ¿No era este un procedimiento arriesgado? ¿Y si causara una enfermedad grave o mortal? El tiempo le dio la razón.

En la actualidad, entre las enfermedades que han llegado a un fin médico está la viruela. Pero es excepcional por varias razones: hay una vacuna efectiva, que protege de por vida; el virus, Variola major, no tiene huésped animal, por lo que eliminar la enfermedad en humanos significó la eliminación total; y sus síntomas son tan inusuales que la infección es obvia, permitiendo cuarentenas eficaces y rastreo de contactos.

Pero mientras todavía arrasaba, la viruela era horrible. Epidemia tras epidemia barrió el mundo, durante al menos 3.000 años. Las personas infectadas por el virus tenían fiebre, después una erupción que se convertía en manchas llenas de pus, que se incrustaban y se caían, dejando cicatrices. La enfermedad mató a tres de cada 10 víctimas, a menudo después de un inmenso sufrimiento.

En 1633, una epidemia entre los nativos americanos irrumpió en todas las comunidades nativas en el noreste y, ciertamente, facilitó el asentamiento de los ingleses en Massachusetts. William Bradford, líder de la colonia Plymouth, escribió un relato sobre la enfermedad en nativos americanos, diciendo que las pústulas rotas pegaban la piel de un paciente a la estera en la que yacía.

La última persona en contraer la viruela de forma natural fue Ali Maow Maalin, un cocinero de hospital en Somalia, en 1997. Se recuperó, solo para morir de malaria en 2013.














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