Justo Gonzalo Rodríguez-Leal después de licenciarse en medicina, se especializó en Austria y Alemania entre1933 y 1935, becado por la Junta para Ampliación de Estudios e Investigaciones Científicas, y posteriormente llevó a cabo una extensa investigación sobre la funciones cerebrales humanas basada en gran parte en la observación de los heridos con daños cerebrales durante la Guerra Civil.
Un hombre de 25 años quedó tendido en el suelo un día primaveral de 1938. Un proyectil le acababa de atravesar la cabeza, en el frente valenciano. Cuando recuperó la consciencia dos semanas después, aquel soldado republicano había sufrido un cambio asombroso. En determinadas condiciones veía el mundo al revés. Justo Gonzalo, que por aquel entonces tenía 28 años, atendió el caso en un hospital militar cercano. El proyectil había destruido parcialmente las circunvoluciones de su corteza cerebral en la región parietooccipital izquierda. El herido, sin embargo, sobrevivió milagrosamente, sin necesidad de operaciones ni cuidados especiales. Justo Gonzalo se dio cuenta enseguida de que aquel caso insólito —al que bautizó paciente M— podía iluminar el funcionamiento del cerebro humano.
El paciente M era un hombre nacido en un pueblo de Ciudad Real que, cuando estaba en reposo y sin grandes estímulos, se enfrentaba a un espeluznante mundo al revés, en el que además los objetos aparecían por triplicado, teñidos de verde y con los colores desprendidos. Y no solo su percepción visual estaba invertida, también la auditiva y la táctil, con los sonidos y las caricias apareciendo en su mente por el lado contrario al real. M miraba el reloj de bolsillo en cualquier dirección para saber la hora.
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