Hace mes y medio que se produjo el terremoto y posterior tsunami que asoló la costa pacífica de Japón. Desde entonces la empresa que gestiona la central nuclear de Fukushima (Tepco) no ha sido capaz de controlar la situación y, en apariencia, no tiene una estrategia definida que le permita eliminar los problemas a un ritmo mayor que al que se generan.
En un país con todo tipo de problemas, de transporte y de producción de energía, todo se hace difícil y caro, pero esta lenta agonía no le hace ningún bien ni a la cuenta de resultados de la compañía Tepco, ni a la población japonesa, ni a la imagen pública de la energía nuclear, una fuente de energía tan necesaria como cualquier otra para mantener y mejorar el nivel de vida de la población mundial.
Los gestores de Tepco no quieren afrontar los trabajos de demolición de la central por los costes que implica, pero cada día que pasa la contaminación radiactiva se extiende sin control. El Estado japonés ha de tomar las riendas, aplicando la fórmula económica más razonable, pero tomando el control de la central y de su neutralización.
“Enryu” (Que se traduce como dragón de rescate) fue creado especialmente para trabajar después de terremotos, después del seismo de magnitud 7,3 ocurrido en 1995 en Kobe. Fue diseñado para rescatar personas y levantar objetos (escombros) de hasta 100 kilos de peso. Es manejado por control remoto, y deberá ser adaptado para funcionar sin problemas en un ambiente radiactivo.
“No sabemos lo que podremos hacer en la planta nuclear hasta que lo probemos allá, pero creemos que podemos ayudar a remover escombros provocados por las explosiones”, señaló el presidente de la compañía, Yoichi Takamoto en el Japan Times.
A principios de abril, la Sociedad Robótica de Japón y otras organizaciones relacionadas se reunieron para formar un grupo que pudiera entregar al gobierno un plan sobre cómo usar robots en la planta nuclear, que debido a los altos niveles de radiación que se están emitiendo desde allí, hace arriesgada la intervención de trabajadores.
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