¿Cómo se empezó a utilizar el acero para la construcción de barcos?
Ferrocarril y tráfico automovilista han llegado a ser los dos consumidores mayores de acero que con su necesidad de hierro y acero, con las exigencias que han planteado a la materia prima en cuanto a cantidad y calidad, han realizado el gran trabajo de educación que ha hecho al acero lo que hoy es. Pero no queremos olvidar las restantes ramas del tráfico que han cooperado a ello también poderosamente: la navegación ante todo, que desde que usa barcos de hierro y acero y no se sirve ya de la fuerza humana y del viento para impulsarlos, se encuentra igualmente ligada de la manera más íntima con el mundo del acero.
El barco de hierro se tuvo algún tiempo en el mundo como una utopía. De esto no hace mucho: hace unos cien años fue cuando el barco de acero abrióse lentamente camino, pues las resistencias eran muy grandes y entonces no del todo desprovistas de fundamento. Fue en Inglaterra R. Trevithik, aquel gran ingeniero con quien ya nos hemos encontrado al tratar de la construcción de locomotoras, quien primeramente, en el año 1810, ocupóse en serio de la idea de construir un barco de acero y ocho años más tarde se realizó el plan, pero pasó mucho tiempo hasta que el barco de acero pudiera abrirse camino frente al barco de madera.
De hecho, el casco de acero era de una utilidad dudosa, ya que los aceros del siglo XIX tenían muy poca capacidad de resistencia contra la corrosión, contra la destrucción originada por el óxido y el agua salada. Siempre ocurría que se abrían vías de agua sin que al barco le hubiese sobrevenido percance alguno, sino sólo por el contacto con el agua del mar, o sea con su propio elemento de vida. Fue precisamente la introducción general de las calderas marinas más pesadas las que, posteriormente, por los años 1840 y 1850, hicieron, poco a poco, imposible el empleo del barco de madera. Una gran máquina de vapor con sus poderosas energías de movimiento, con las continuadas sacudidas de la marcha de los émbolos y de la hélice del barco, ya no podía instalarse en un barco de madera y, entonces, llegó el acero como auxiliar. Había hecho, entretanto, nuevos progresos; se había hecho más firme, más tenaz; el laminado de chapas gruesas se había desarrollado a un ritmo rápido por el motivo de que la técnica naviera y la construcción de calderas planteaban, poco a poco, cada vez mayores exigencias al acero: así también en este terrero se le presentó un preceptor que lo capacitó para trabajos cada vez más elevados.
El barco de madera más tarde ha muerto por completo para la navegación trasatlántica; hasta los grandes barcos de vela se los construyó finalmente de acero, de vigas y de chapas que se remachaban al armazón de acero.
Acero contra madera
De esta forma, encontramos en un barco grande una cantidad enorme de acero, toda la cubierta exterior, toda la armazón, además la maquinaria, los gigantescos ejes que, desde el centro del departamento de máquinas, conducen a la popa y trasladan la fuerza impulsora a la hélice, la hélice misma, el timón..., acero por todas partes. ¿Qué sería hoy de la construcción de barcos sin acero? La pregunta es superflua, puesto que es imposible imaginarse otra materia que pudiera ocupar el lugar del acero.
Los especialistas del acero opinan incluso que no se emplea todavía bastante acero para la construcción de barcos, particularmente en lo que se refiere a las instalaciones interiores, y a esta opinión han conducido principalmente consideraciones sobre la seguridad y, en efecto, en muchos incendios de barcos se ha demostrado que las partes interiores de madera representan un serio peligro.
La lucha entre la madera y el acero constituye un interesante capítulo de la técnica del tráfico. Piénsese solamente en los coches de ferrocarril, en la lucha por los coches de viajeros completamente de acero, que se abren paso cada vez más decisivamente. ¿ Por qué ? Porque ofrecen de hecho una seguridad mucho mayor para el cuerpo y la vida de los viajeros. Quien haya visto en un accidente ferroviario de importancia los vagones de madera o medio de madera destruidos, hechos astillas, desgarrados, se confiará mejor a un coche completamente de acero cuya cubierta lo resiste todo, quizá doblándose un poco, pero permaneciendo íntegra en conjunto por fuerte que sea el choque.
Nelson sin coraza
Tampoco es muy viejo el acorazado, pues apenas han transcurrido noventa años desde que la fragata francesa «Gloire» fue dotada de planchas para protegerla contra las granadas enemigas, levantando con ello entre las gentes marinas la mayor expectación. Nelson y sus sucesores habían dominado aún los mares con fuertes de madera flotantes y el acorazar los barcos no fue necesario mientras la artillería marina tiraba con aquellos antiguos proyectiles. Tales balas abrían un boquete en la pared del barco, pero la tripulación estaba instruida para poner inmediatamente en él un tapón de madera y allí no podía pasar ya nada más.
Pero se inventaron las granadas, los proyectiles que no solamente abrían agujeros, sino que después, detrás del agujero, estallaban en el interior del barco, y con esto llegó a hacerse el blindaje de la parte exterior del barco una necesidad imprescindible. Todo el mundo marinero esperaba con la mayor emoción el primer encuentro de barcos acorazados y después de la aparición de la «Gloire» no se hizo larga la espera.
La «Gloire» misma no tuvo una vida muy agitada. El primer encuentro ocurrió del otro lado del gran charco: en la guerra entre los Estados americanos del Norte y del Sur, viéronse enfrentados los primeros acorazados, el «Merrimae» y el «Monitor», dos monstruos curiosos de los cuales el uno estaba rodeado de carriles y el otro con capas de chapa superpuestas. Estos dos animales marinos cañoneáronse uno a otro durante horas con granadas, pero las fuertes corazas resistieron, ninguna cedió y ninguna fue puesta fuera de combate, de forma que la partida quedó en tablas y muchos observadores pensaron que el barco acorazado iba a conducir toda la guerra naval ad absurdum.
No hay comentarios:
Publicar un comentario