En 1946, Nikolái Semiónov, Lev Landáu y Piotr Kapitsa —futuros Nobel de física en 1956, 1962 y 1978, respectivamente— pidieron al Gobierno crear una nueva institución educativa para atraer a las mentes más brillantes de la Unión Soviética para que estudiasen matemáticas y física. Algunos de ellos acabaron trabajando en el programa de armas nucleares mientras otros se convirtieron en los mejores científicos de sus respectivos campos. El instituto cuenta con 10 premios Nobel en ciencia entre sus catedráticos y antiguos alumnos y es una de las 21 universidades seleccionadas por el Gobierno de Vladimir Putin dentro de un programa cuyo objetivo es colocar cinco universidades rusas entre las 100 mejores del mundo.
Geim y otros antiguos alumnos han resaltado la importancia que tuvo el MIPT para explicar sus posteriores éxitos académicos. “Como estudiantes nos forzaban a encontrar lógica en todo lo que estudiábamos en lugar de aprender hechos y fórmulas”, destaca Geim, que en 1982 entró al MIPT de rebote tras ser rechazado en otra universidad de menor prestigio porque sus examinadores consideraron que podía ser judío.
El MIPT afronta el reto de transformarse en una universidad moderna sin abandonar el modelo de educación pública heredado de su origen comunista. El 85% de los estudiantes que acceden a este centro no pagan ni un rublo por sus estudios, ni por su manutención ni alojamiento. Incluso los peores estudiantes, que sí tienen que pagar por sus matrículas, dejan de tener que hacerlo si sus calificaciones pasan a ser lo suficientemente buenas. “Si eres un estudiante brillante, aquí te damos una oportunidad de tener una carrera”, resume Nikolay Kudryavtsev, rector del MIPT desde 1996 e impulsor del giro de la institución para ganar mayor proyección internacional y mejores colaboraciones con las empresas de alta tecnología.
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