En abril de 1967, la edición estadounidense de la revista femenina Cosmopolitan publicó un reportaje titulado "Las chicas informáticas". Las fotos eran de una joven programadora de IBM rodeada de hombres ingenieros. "Hace 20 años [en 1947] una chica podía ser secretaria, maestra, quizá bibliotecaria, trabajadora social o enfermera", decía el texto. "Si era realmente ambiciosa podía competir con hombres, a menudo trabajando más horas por menos dinero. Pero ahora han llegado los grandes, fascinantes ordenadores y un nuevo tipo de trabajo para las mujeres: programar", añadía.
El sueldo en 1967 en ese nuevo trabajo podía alcanzar 20.000 dólares al año, cerca de 150.000 euros al cambio actual y tras calcular la inflación.
Antes de la llegada del ordenador personal, cuando las computadoras eran aparatos que ocupaban habitaciones enteras, las mujeres eran casi la mitad de las empleadas en programarlos. Fue un momento histórico especial, con sus características y que duró hasta mediados de los 80, según recuerda el escritor Clive Thompson en su nuevo libro Programadores.
Margaret Hamilton, una programadora, sentada en una maqueta de un módulo de comando Apollo en 1969. Hamilton supervisó el código que permitió al Águila aterrizar en la luna ese año.
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