El concepto de desarrollo sostenible se plasmó por primera vez en papel en el Informe Brundtland de 1987, elaborado por la Comisión Mundial de Medio Ambiente y Desarrollo de Naciones Unidas, creada durante la Asamblea de las Naciones Unidas en 1983. El desarrollo sostenible permitiría según este informe:
Satisfacer las necesidades de las generaciones presentes sin comprometer las posibilidades de las generaciones del futuro para atender sus propias necesidades.
Antes del Informe Brundtland la obra de Ernst Friedrich Schumacher, Small is Beautiful, publicada en 1973 y traducida al castellano como Lo Pequeño es Hermoso en 1978, ejerció una gran influencia entre los ecologistas y conservacionistas, pudiéndose considerar como una fuente de inspiración para el nacimiento del concepto de desarrollo sostenible.
Sea como fuere y a pesar de su implantación y proliferación en los medios y documentos universitarios, administrativos y políticos la expresión desarrollo sostenible no deja de representar una idea contradictoria en gran medida y cuya esencia sirve para un gran debate filosófico e ideológico, pero no tanto como guía en la toma de decisiones estratégicas. Desarrollo es incompatible con sostenible en el tiempo,
Filosofemos pues. Al margen de proyectos bastante irrealizables, como los que pudieran pretender obtener materiales de la Luna, podemos considerar a la Tierra como un sistema cerrado en lo material, aunque no tanto en lo energético. Por este motivo en el corto plazo, de cientos o miles de años, en nuestro planeta las materias primas existen en una cantidad limitada, aunque sus reservas puedan ser muy considerables y a la vez los objetos construidos con ellas susceptibles de ser procesados para reciclar sus materiales. El análisis de lo que podría ocurrir a medio y largo plazo ha de ser muy complejo, pero la intuición parece abonar la idea de que en un sistema cerrado en donde se van consumiendo paulatinamente los materiales disponibles estos tarde o temprano se han de acabar. Por tanto, por mas responsables que seamos a la hora de satisfacer nuestras necesidades actuales, si la humanidad no colapsa antes, acabarán desapareciendo las reservas de los materiales que hoy utilizamos, salvo aquellos que por tener origen animal o vegetal son renovables, es decir, tienen un ciclo considerablemente corto.
Por otra parte el concepto de desarrollo hace referencia a la situación económica de un país o región, En palabras del BBVA:
El desarrollo económico es un proceso de transformación estructural que busca mejorar el sistema económico a largo plazo, de modo que todos los sectores productivos crezcan de manera equitativa y sostenible en el tiempo.
Esto debe verse reflejado en la tasa de crecimiento del Producto Interno Bruto (PIB) de un país y en el surgimiento de más oportunidades y mayor bienestar para las personas.
Para medir el desarrollo económico de forma adecuada, deben tomarse tanto parámetros cuantitativos como cualitativos y considerar la eficiencia en los procesos productivos, la atención de las necesidades de las personas y los efectos en el medio ambiente.
Como vemos a los redactores de los contenidos que se pueden consultar en el BBVA también les gusta la filosofía, pero de entre todo ello he resaltado crezcan y tasa de crecimiento del Producto Interno Bruto, que muestran la esencia del concepto de desarrollo. Y si crece el PIB crece el consumo de productos y de materias primas y, por tanto, este proceso es insostenible en el tiempo.
En palabras de la ONU en su Agenda 2030:
El Objetivo 8 pretende promover el crecimiento económico inclusivo y sostenible, el empleo y el trabajo decente para todos.
Diversas crisis amenazan gravemente la economía mundial. Se prevé que el crecimiento real del PIB mundial per cápita se desacelere en 2023. Las difíciles condiciones económicas empujan a más trabajadores al empleo informal.
Se ha producido un incremento de la productividad laboral y un descenso de la tasa de desempleo a escala mundial. No obstante, es necesario seguir avanzando para mejorar las oportunidades de empleo, especialmente entre jóvenes, reducir el empleo informal y la desigualdad en el mercado laboral (sobre todo en lo que respecta a la brecha salarial entre hombres y mujeres), promover entornos de trabajo seguros y protegidos y mejorar el acceso a los servicios financieros para garantizar un crecimiento económico sostenido e inclusivo.
A medida que las economías empezaban a recuperarse de los efectos de la pandemia de la COVID-19, la tasa de desempleo mundial se redujo significativamente en 2022, cayendo hasta el 5,4 % a partir de un pico máximo del 6,6 % en 2020. Esta tasa fue inferior al nivel prepandémico del 5,5 % de 2019.
Como podemos ver aparte inclusivo, sostenible y decente, a la ONU también le preocupa que se produzca una desaceleración del crecimiento del PIB.
Los análisis de los índices macro económicos, de distribución de la riqueza, de la evolución de la población, de reservas de materiales y de energía, del impacto medioambiental en la atmósfera, los suelos, los ríos, los océanos..., de migraciones intra e internacionales, de intercambios comerciales, de infraestructuras de transporte, de conflictos armados, de las víctimas directas e indirectas provocadas en esos conflictos, todo ello es importante en si mismo y como base para la toma de decisiones políticas, pero si en estos análisis introducimos conceptos etéreos, es decir que no se sostienen, como podía ser el pretendido concepto del desarrollo sostenible y su descendiente, la sostenibilidad, las conclusiones a las que podamos llegar resultaran inconsistentes.
El que en un documento introduzcamos la palabra sostenible pretende indicar que quien lo suscribe tiene la buena intención de planificar pensando en toda la humanidad presente y futura, lo cual para empezar es sumamente vanidoso, sin ir más allá de si pudiera ser una forma de correr un tupido velo sobre las muchas verdades incomodas que nos acompañan a diario en nuestras vidas. Tenemos buena intención y buenos sentimientos, por tanto lo que hagamos estará guiado por ellos y será bueno. Es una especie de cheque en blanco, lo que para el agente 007 era su licencia para matar.
Por el contrario quien no crea en la necesidad de que su vida haya de sumergirse en una verborrea de sostenibilidad corre el peligro de dirigirse por el camino del mal, el que no asegura el futuro de las generaciones venideras, es decir de sus hijos, sobrinos y nietos, deseándole un triste final al planeta Tierra, y todo por ser un negacionista, trumpista, hace algún tiempo bolsonarista y hoy en día mileinista. Para resumir una mala persona.
Lo cierto es que tantos desvelos de los redactores de la Agenda 2030 no han impedido que nuestro humano mundo sea lo que ha sido siempre, un conjunto de sociedades compitiendo por los recursos materiales y su comercio, sobre la base del poder económico y el militar que le acompaña. A veces esta lucha no llega a las manos y muchas otras acaba en guerra de baja o alta intensidad. Pero incluso las guerras son insostenibles en el tiempo, nacen, crecen y finalmente mueren, aunque por el camino se lleven por delante las vidas de muchos y el bienestar de tantos otros. También hay quien genera mucha riqueza, y por tanto PIB, en una guerra y llegada la paz unos países se ven favorecidos y otros lógicamente perjudicados.
Sin llegar al conflicto armado, lo que también podemos constatar es que la actividad económica en todo momento se ha producido en un mundo plagado de desigualdades, es decir en donde la remuneración del tiempo de trabajo de unos y de otros no ha sido equivalente. Eso se puede observar en cualquier periodo histórico y también en la actualidad. Dentro de un mismo país, pongamos por caso cualquier país europeo o el nuestro mismo, se pueden observar esas desigualdades, los inmigrantes aceptan trabajar en algunos sectores por un sueldo por el que los nacionales no lo harían. Es más, el hecho de que ellos trabajen por poco dinero hace que sus actividades y los productos y servicios que generan sean más asequibles para todos y también para los que están mejor remunerados. Resumiendo, los que trabajan por un sueldo bajo, en puestos de trabajo poco cualificados y en otros no tan poco, permiten que todo el engranaje económico funcione, es decir que los que cobran poco posibilitan que otros cobren más y puedan acceder a más bienes y servicios y consumo y materias primas. ¿A cual de estos dos desiguales sectores de trabajadores se refieren los redactores de la Agenda 2030? La misma pregunta podríamos hacer refiriéndonos a los diferentes países en función de su desarrollo económico o PIB per cápita.
Introduzcamos ahora otro enfoque. El ritmo al que se consumen los recursos materiales, las fuentes de materias primas y energía depende del crecimiento económico, de la eficiencia en los procesos de producción, de la población mundial que ha de abastecerse y de la posible sustitución de unos materiales por otros más abundantes. Los nuevos diseños y la mejora en los procesos industriales y la distribución de mercancías forman parte de un proceso continuo de innovación, en el que nos hemos vistos involucrados desde la prehistoria. El único modelo económico que conocemos basa su salud en el crecimiento, o lo que es lo mismo el desarrollo. La población mundial no ha hecho más que crecer y ello ha sido la prueba de la viabilidad de las sociedades humanas. En estos momentos se vislumbra un descenso de esta población, pero no por una disminución de los recursos materiales o alimentarios.
Hace años que las pirámides demográficas europeas muestran un envejecimiento progresivo de la población en el continente. La previsión es que para 2050 esta tendencia se habrá extendido a tres cuartas partes de los países del mundo, y hasta a un 97% de la población en 2100, según un estudio del Instituto de Métricas y Evaluación de Salud de la Universidad de Washington. La razón de este descenso de la población es la bajada de las tasas de natalidad. Según los datos del estudio, estas continuarán descendiendo en todo el mundo, hasta alcanzar una media global de 1,83 niños por mujer en 2050, y apenas 1,59 en 2100.
A algunos quizás les pueda resultar útil la lectura de estos artículos, a mi he de reconocer que no mucho:
Una crítica del concepto de desarrollo sostenible, José A. López, José A. Méndez (Profesores de filosofía de la Ciencia de la Universidad de Oviedo), Revista IZTAPALAPA 40, Julio-Diciembre de 1996
EL RECHAZO DEL DESARROLLO SOSTENIBLE: ¿UNACRÍTICA JUSTIFICADA?, Cañal de León, P. y Vilches, A.
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