El lunes 4 de octubre reventó el dique de contención de una balsa de residuos mineros de una mina de bauxita situada en la localidad de Ajka (Hungría) perteneciente a la empresa Hungarian Aluminium Production and Trade Company (MAL AG). La explotación está situada a 165 kilómetros al oeste de Budapest. La avalancha de barro rojo arrasó 40 kilómetros cuadrados de suelo de los cercanos pueblos de Kolontár y Devecser, contaminó tres ríos y causó la muerte a 7 personas y más de 150 heridos. Los muertos se ahogaron en los primeros momentos de la inundación.
Aparte de la falta de solidez, las últimas lluvias podrían haber hecho aumentar el nivel del agua embalsada y ayudado al desastre.
De la balsa en la que se encontraban los lodos pasaron al Río Marcal, de éste al Raba y de aquí hasta llegar al Danubio.
En la escala de acidez que va de 0 a 14 la vida se mueve siempre en las zonas centrales, lo más cerca del pH neutro, el 7. Los dos extremos (ácido o alcalino) son igual de peligrosos. El primer día el lodo tóxico alcanzó un pH de 13. El pH fue bajando de valor y el día 7 en la confluencia con el Danubio su valor era de 9,3, aun bastante alcalino. Al llegar estas aguas contaminadas al Danubio se diluyen mucho más rápidamente, al ser mucho más caudaloso.
Para prevenir la amenaza de nuevos vertidos, el Gobierno húngaro levantó un dique de contención de 600 metros de longitud, cinco metros de altura y 20 metros de ancho, que bastaría para proteger a la población de los pueblos afectados incluso si revienta una segunda balsa en la que se almacenan aún 2,5 millones de metros cúbicos del lodo rojo que se genera en la producción de aluminio.
Los 80o residentes de Kolontár y otras 5.000 personas de Devecser y otras tres poblaciones tuvieron que ser evacuadas.
Tras el desmoronamiento total de los muros, la balsa dejó escapar un millón de metros cúbicos de lodos contaminantes que afectaron a los municipios de Veszprém, Györ-Moson-Sopron y Vas.
El barro rojo contiene algo de bauxita, además de sosa cáustica, óxidos de hierro, hidróxido de aluminio, silicio, sodio, calcio y titanio y pequeñas cantidades de metales pesados, como el cromo, níquel, plomo o manganeso, resultantes de la producción de aluminio a partir de la tierra arcillosa de la que se extrae. Las sustancias más peligrosas son la sosa cáustica, que puede producir quemaduras, y los metales pesados que, a la larga, pueden producir daños neurológicos.
Esta mina de bauxita y la industria que la transforma en aluminio se remontan a los tiempos en los que el país tenía un régimen socialista. Algunos empresarios surgidos de la elite postcomunista se hicieron con las instalaciones durante el proceso de privatización de la década de 1990 por importes irrisorios. Los nuevos propietarios lograron evitar la aplicación de impuestos sobre el almacenaje de residuos. Además se aseguraron que los precios de la energía permancieran bajos para la producción de aluminio, un negocio que en caso contrario no habría sido rentable.
En España la minería, ni metálica ni energética, tiene la importancia que tuvo tiempo atrás, sin embargo, aun quedan muchas balsas con residuos mineros que nos hacen recordar que tragedias como la de Aznalcollar son posibles. Por poner un ejemplo en Xove, en la costa cantábrica de Lugo (Galicia), en un depósito de la compañía americana de Aluminio, Alcoa, están acumulados 15 millones de metros cúbicos de barro rojo, el residuo de la bauxita.
En Xove se fabrica aluminio con el mismo procedimiento que en Hungría. Cada día se repite el mismo procedimiento, decenas de camiones salen de la planta de Alcoa (La mayor productora de aluminio del mundo), cargados con lodos rojos que depositan en una gran balsa que ocupa unas 75 hectáreas (como 75 campos de fútbol) y tiene 80 metros de profundidad. La operación, rutinaria desde hace 30 años, nunca ha suscitado gran inquietud entre los vecinos de este Ayuntamiento, uno de los de mayor renta per cápita de Galicia.
Diariamente, esa inmensa piscina recibe unas 3.000 toneladas de residuos, que ocupan 1.700 metros cúbicos. Son lodos generados en el refino de alúmina a partir de la bauxita, considerados restos mineros "no peligrosos", sometidos a controles diarios para vigilar la estabilidad del dique de contención y garantizar que están en condiciones adecuadas. El residuo llega al depósito ya filtrado, lo que permite que el barro se consolide en estado sólido, dando lugar a un residuo que no puede fluir.
La fábrica de San Ciprián situada entre Xove y Cervo fue inaugurada en 1980 por la empresa estatal INESPAL. En la actualidad da trabajo a cerca de 2.000 trabajadores, de los que 1.316 son empleos fijos directos y 500 más forman parte de las empresas auxiliares. De hecho, el 80% de los vecinos de la comarca que trabajan en la industria lo hacen en alguna empresa relacionado con la de ALCOA. La Camara de Comercio de Lugo estima que representa alrededor del 35% del Producto Interior Bruto (PIB) de la provincia.
Las instalaciones, ubicadas en Cervo y Xove, incluyen una planta de alúmina, una fábrica de aluminio primario y dependencias de servicios comunes, entre las que destaca el dique norte. Ninguno de los dos municipios se entendería hoy sin su aportación. El de Cervo ingresa por IAE e IBI más de un millón de euros y el de Xove recibe unos tres millones. El complejo es el más importante con que cuenta Alcoa en España. Suministra alúmina y aluminio primario en diversos formatos y aleaciones a los mercados español y europeo. La planta de alúmina produce 1,5 millones de toneladas al año, que suministra a las de La Coruña y Avilés, y a las de Italia, Noruega e Islandia. También se producen 230.000 toneladas de aluminio para el mercado nacional y para centroeuropa, Gran Bretaña y Turquía.
La tragedia de Hungría ha dado la voz de alarma sobre las casi mil balsas de residuos mineros que hay en España, la mitad de ellas abandonadas. Sólo en la provincia de Huelva se almacenan 110 millones de toneladas de lodos. En la mina situada a dos kilómetros de la localidad de Gerena se acumulan 15 millones de toneladas de residuos del tratamiento del cobre. Si hubiera una fuga iría a parar al río Guadalquivir o a Gerena.
Las balsas más grandes, las que albergan mayor volumen de residuos, son las de las minas de cobre, que se concentran en Sierra Morena. De los 39 depósitos ubicados en esa franja, que va de Portugal a Almería, 38 están abandonados. Estos depósitos almacenan sobre todo metales pesados.
En Sevilla, en 1998, se rompió la presa de las minas de Aznalcóllar y cinco millones de hectómetros cúbicos de vertido tóxico causaron un desastre natural en el río Guadiamar y en el entorno del Parque de Doñana. Tras el vertido minero de Aznalcóllar, la organización WWF inventarió 743 balsas de residuos mineros en España.
En los últimos años Greenpeace ha denunciado el peligro que suponen explotaciones como la mina de Las Cruces en Sevilla, Cerro Colorado y Aguzaderas en la comarca de Río Tinto, Aguas Blancas en Badajoz o algunas de las balsas de estériles de la industria minera del oro en Asturias.
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