La creación de La Unión Ferroviaria en 1909, vinculada a la UGT, supone un paso decisivo en el asociacionismo ferroviario en España. Esta organización sufrirá varias transformaciones, primero como Federación Nacional de Ferroviarios Españoles (FNFE, 1912-1921), después como Sindicato Nacional de la Industria Ferroviaria (SNIF, 1921-1924), y, finalmente, como Sindicato Nacional Ferroviario (SNF, 1924-1936), representando la principal de las asociaciones presentes en el sector y que, tras el retorno a la democracia y la consiguiente legalización de partidos políticos y asociaciones obreras en 1977, aún conserva el nombre.
El sindicato Unión Ferroviaria se afianzó enseguida consiguiendo un grado de afiliación muy alto. Celebró su I congreso nacional, en Madrid, entre los días 24 y 29 de junio de 1912. En este congreso, en el que, aparte de dar una nueva estructura y nombre a la organización, que pasó a denominarse "Federación Nacional de los Ferroviarios Españoles", se aprobó una larga lista de peticiones a formular a las compañías; tales como aumento de sueldos y jornales en un 30 %; supresión de categorías en un mismo cargo y ascensos cada dos años; limitación de la jornada de trabajo; descanso decenal en los servicios que por su índole no pudiera darse semanal; 20 días de licencia con sueldo al año; en caso de enfermedad, sueldo íntegro los tres primeros meses, y medio sueldo otros tres meses; y en el caso de accidente, abono de sueldo entero hasta el total restablecimiento; para despido de un agente, instrucción de expediente por un tribunal del que formen parte tres agentes designados por el expedientado y que pertenezcan al sindicato; creación por las compañías, con capital propio, de cajas de pensiones; carnet para viajar por las líneas de todas las compañías; pago del impuesto de utilidades por las compañías; y así hasta un total de 26 peticiones.
Esta imagen es de la revista "La ilustración española y americana" del 8 de octubre de 1912.
El 6 de septiembre los catalanes de M.Z.A. celebran una asamblea en la que acuerdan enviar un escrito a la compañía, dándola un plazo de ocho días para contestar, y en caso de no recibir contestación o no ser ésta satisfactoria, declarar la huelga. En el escrito entregado el día 10 al Subdirector de la compañía en Barcelona, Sr. Cardenal, además de urgir la contestación sobre las peticiones aprobadas en el congreso de junio, incluían nuevas peticiones acordadas en la asamblea recién celebrada.
Tras estos hechos, se intensifican los contactos entre las autoridades y las compañías, y se hace llegar a conocimiento del público, por parte de unos y otros, los motivos de la huelga. El Comité Nacional reprochó a la sección catalana, como ya lo hiciera con motivo de la carta del 29 de julio, su proceder, y escribió a las otras secciones para que, si los catalanes se dirigían a ellas, les hicieran ver lo incorrecto de su proceder y la conveniencia de atender los consejos del Comité.
Por iniciativa del Ministro de Fomento, pero sin aparecer como tal, se desplazó a Madrid una comisión de la sección catalana; pero no dieron resultado positivo alguno las diversas entrevistas llevadas a cabo. El Comité Nacional, perdidas casi totalmente las esperanzas de que no llegara a producirse la huelga, escribió nuevamente a las secciones para que, telegráficamente, se dirigieran a la catalana, pidiéndola dejaran por entonces la huelga, para realizarla en el momento oportuno, unitariamente, cuando conviniera a todos.
Y estando todavía en Madrid la comisión, el 16 de septiembre la sección de Barcelona presentó en el Gobierno Civil el oficio anunciando su propósito de hacer huelga a partir de las 0 horas del día 25, una vez transcurrido el plazo de ocho días marcado por la ley.
Todavía se hicieron diversas gestiones, en un intento de llegar a un arreglo; pero todo fue inútil y Ribalta dio la orden de comienzo de la huelga en la fecha prevista.
El inicio de la huelga por los catalanes de M.Z.A. tuvo la lógica repercusión en los ferroviarios de otras secciones, que el mismo día 25 celebran asambleas en distintos puntos y se muestran dispuestos a unirse a la huelga. En Madrid, la noche de ese día acudió a la Casa del Pueblo un elevado número de ferroviarios, que piden al Presidente del Comité Nacional convoque de inmediato una asamblea, para tomar postura de solidaridad con los huelguistas; ante lo cual, esa misma noche, los miembros del Comité visitaron al Ministro de Fomento, quien les dio garantías de que el Gobierno mantendría una escrupulosa neutralidad en el conflicto. Como no se calmaban los ánimos, el día 26 el Comité envió una circular a las secciones, para que teniendo en cuenta la promesa hecha por el Ministro, "jurada por su honor", se votase si se debía o no declarar huelga general por solidaridad con los compañeros catalanes; manifestando el Comité, por su parte, su postura contraria a la huelga. Realizadas las votaciones, el día 30 se dio por terminado el escrutinio, que dio el resultado de 65.409 votos a favor de la huelga y 1.418 en contra. En consecuencia, ese mismo día el Comité presentó el oficio de anuncio de huelga general ferroviaria a partir del 8 de octubre.
SOLUCIÓN DEL CONFLICTO FERROVIARIO
Pocas ocasiones se nos presentarán en que cojamos la pluma tan llenos de satisfacción y regocijo como lo hacemos en estos momentos.
“La cuestión planteada por los ferroviarios catalanes, que había sido la causa de la declaración de huelga general del personal de todas las líneas españolas, pesaba en la conciencia pública como losa de plomo, relegando á segundo término todos los demás aspectos de la vida nacional.
No seríamos justos si termináramos estas impresiones sin tributar el aplauso que merece la gestión del diputado y escritor militar don Julio Amado, quien con su amistosa intervención cerca del Comité y del presidente del Consejo ha conducido á tan feliz término las negociaciones.
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