La Ilustración artística, Barcelona, 27 de junio de 1892
La letra con sangre entra, cuadro de Tomás W. Coulderly. — ¡Cuánto ha cambiado el sistema pedagógico de algunos años a esta parte! Desde la lóbrega escuela donde el niño aprendía llorando, hasta los modernos jardines de la infancia donde el párvulo se instruye jugando y riendo, la distancia recorrida es inmensa, tanto cuanto inmensa es la diferencia entre los resultados obtenidos por uno y otro procedimiento.
Antes se estudiaba por evitar un castigo; y casi siempre pasado el peligro, olvidada la enseñanza: hoy se aprende por convencimiento, por proporcionarse un gusto; y lo aprendido, dificilmente se borra del entendimiento. Sugiérenos estas reflexiones el sentido cuadro del pintor inglés Coulderly, y al ver aquella colección de criaturitas con el miedo pintado en el semblante y haciendo esfuerzos por dar con una contestación a la pregunta, quizás ininteligible, del severo dómine, mentira nos parece que con tal sistema haya podido alguien instruirse, y más imposible se nos antoja todavía que aún se practique en algunos puntos el procedimiento absurdo y bárbaro que se basa en el aforismo necio de La letra con sangre entra.
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