La Nación (Madrid. 1849). 23/1/1868, página 2.
Dice «El Eco de León»:
«El viernes 17 del corriente tuvo efecto la apertura de la sección del ferro-carril de Asturias de esta ciudad a la Robla y la del de Galicia desde Astorga a Brañuelas; a la cual, que se verificó, según también indicamos sin ningún aparato oficial, asistió el director de la compañía concesionaria de ambas vías que al efecto bajó de la corte.
La marcha de trenes en los expresados dos trayectos es la siguiente:
Vía descendente, el tren número primero (misto) que sale de esta estación a las siete y veinte minutos de la mañana, llega a Astorga a las nueve y a Brañuelas a las diez y cinco.
El tren número tres (correo) que sale de aquí a las doce y cincuenta minutos, pasa por Astorga a las dos y veintisiete, y arrancando de aquella estación a las dos y treinta y dos, llega a Brañuelas a las tres y treinta y dos.
A las doce y cuarenta y ocho minutos parte también de esta estación el tren-correo de la línea de Asturias y llega a la Robla a la una y cuarenta y dos.
Vía ascendente: El tren número cuatro (misto) sale de Brañuelas a las seis y cincuenta y cinco minutos y llega a esta estación a las nueve y cuarenta.
El número seis (correo) sale de Brañuelas a las doce y veintiuno de la tarde y llega aquí a las tres y tres, para partir a Palencia a las tres y veintitrés. El duplicado de este mismo tren arranca de la Robla a las dos y veinte, y llega a esta, en donde se refunde con el que viene de la línea de Galicia, a las tres y catorce.
Triste por demás deba ser la situación de la mayor parte de los habitantes de Valladolid, a juzgar por el cuadro que «El Norte de Castilla» pinta, a fin de que las autoridades, indagando las verdaderas necesidades que deben remediarse en aquella ciudad, mientras dure el invierno, adopten un plan de socorros capaz de contener los estragos de la desnudez y del hambre. Estas son sus palabras:
«Hay infinidad de pobres que no tienen una miserable cuadra donde guarecerse, y que duermen en las calles y en los portales; hay otros que viven en cuevas malas hasta para los perros; hay muchísimos que tienen una desabrigada habitación, sin cama, sin ropas y sin lumbre, y esto que no necesita comentarios, que es siempre una calamidad, llevadera solo porque Dios, que quiso santificar la pobreza, da fuerzas para resistirla, exige ahora mas que nunca la intervención de las autoridades, para evitar que la caridad privada, desparramándose sin concierto, bien que con plausibles propósitos, sea ineficaz, y el mal adquiera mayores proporciones.»
Al efecto de remediar en todo lo posible la desfavorable situación del pueblo vallisoletano, nuestro apreciable colega propone los medios mas adecuados para tan caritativo objeto, escitando a que se abra una suscripción entre el vecindario pudiente, para que contribuyendo con una cantidad determinada se pueda mitigar tanta angustia; y como medio de acallar el hambre, el establecimiento de las ollas económicas.
Tan filantrópicos pensamientos merecen el beneplácito de toda persona honrada. No dudamos de que el de nuestro apreciable colega será acogido felizmente por las autoridades de aquella ciudad, y que todos tendremos la satisfacción de verle planteado sin demora.
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