miércoles, 17 de febrero de 2021

Eclipse de Sol del 30 de agosto de 1905

EL ECLIPSE DEL DÍA 30 (El Liberal, Martes 29 de agosto de 1905))

INSTRUCCIONES POPULARES PARA SU OBSERVACIÓN 

Muchas y detallados instrucciones se han publicado para que el sufragio científico que impone la observación de un fenómeno, que tanta y tan justa curiosidad despierta, sea fructífero. En ellas, y principalmente en las publicadas por el Observatorio Astronómico, se tocan todos los puntos, para el que dispone de medios y para el que de ellos carece; pero estos opúsculos no llegan á todas partes, y por ende es preciso que un periódico que tiene por ineludible obligación la difusión de la cultura, tenga que reasumir y condensar aquellas instrucciones para ilustrar á sus lectores sobre las particularidades del ya inminente fenómeno y ponerle en camino de que, aunque carezca de medios, pueda llevar su grano de arena á la solución de algunos de los problemas con tal motivo planteados. 

En la Memoria publicada por el Observatorio Astronómico y redactada por el eminente astrónomo español D. Antonio Tarazona, se incluyen algunos cuadros con las horas de los cuatro contactos para los principales pueblos do la zona de la totalidad, y las dé los contactos primero y cuarto para las capitales de provincia en que el eclipse es parcial. Estas horas están expresadas en tiempo local de Madrid, por dos razones, á mi entender, capitalísimas: una inevitable ó de muy difícil remedio, pues los cálculos estaban realizados con laudable anterioridad al real decreto del Sr. Dato modificando la hora legal, y otra de patriotismo, pues la hora de una nación es como su bandera, y jamás, en sus trabajos científicos por lo menos, debe desairarle. 

Pero somos olvidadizos, y la hora de Grenwich es familiar ya. Pocos se acuerdan da que perdieron por disposición ministerial un cuarto de hora de vida, y como los numerosos opúsculos que han visto la luz toman los datos del trabajo del Sr. Tarazona, única y gloriosa fuente de conocimiento en lo que á datos numéricos y circunstancias del fenómeno se refiere, pudiese ocurrir que se llamasen á engaño algunos, por lo cual no creemos que haya estado de más este recordatorio. El cuadro rectificado es el siguiente: 

Observación de los contactos 

Sabido cuándo y cómo ha de tener lugar el principio del eclipse, es preciso prevenirse unos momentos antes y observar el Sol con cuidado con un anteojo, directamente si se dispone de un ocular obscuro que defienda nuestra vista, ó por proyección sobre una cartulina blanca si se carece de ese medio y provisto de un reloj de segundos que debe seguir con la vista otro observador, que complete de ese modo la labor del que mira, decir éste YA, cuando aperciba el contacto, en cuyo momento el que tenida á en cargo el cronómetro ó reloj anotará la hora, minuto y segundo en que el fenómeno baya sido observado. 

Conviene recordar que los anteojos astronómicos invierten las imágenes, y si se dispone de uno de ellos no debe olvidarse, pues entonces la región del contacto está sometida á la susodicha inversión. Observado el primer contacto, nada hay que hacer, como no sea anotar el momento en que la Luna se proyecta sobre alguna mancha solar (á la sazón hay dos muy hermosas), hasta que se aproxime la totalidad, en cuyo caso, como al terminar, la observación debe sujetarse á idéntica pauta. 

La observación de la duración de la totalidad en muy numerosos puntos da la zona, es de grandísima importancia para la ciencia, así como también la tiene el acumular datos sobre si es ó no total el fenómeno en los puntos situados en los límites de la faja de sombra. Para este género de observaciones, es preciso conocer la hora exacta, ó cuando menos tener un buen reloj, cuyo adelanto ó atraso nos sea familiar y cuyo movimiento, es decir, su adelanto ó retardo en un lapso de tiempo dado, veinticuatro horas por ejemplo, podamos fácilmente tener en cuenta para corregir las horas anotadas. 

Disponiendo de ocular obscuro en el anteojo y montado éste de modo que se pueda quitar casi momentáneamente, deben aprovecharse los momentos do comienzo de la totalidad para observar las protuberancias, y si le es posible, contarlas é indicar su posición relativa, para lo cual conviene que siga considerando al Sol como la esfera de un reloj. 

Dibujos de la corona 

Aunque la fotografía ha quitado valor á toda suerte de dibujos, por ser imposible que éstos reúnan las condiciones de fidelidad y precisión que son inherentes á la primera, es conveniente procurárselos y deben hacerse sujetándose á las instrucciones siguientes: En las primeras horas de la mañana del día 30, ó con la antelación que á cada cual le plazca, trácense sobre un cartón varios círculos del tamaño de un duro próximamente, bien distantes unos de otros y cruzados cada uno por dos diámetros perpendiculares, y de este modo, descompuesto el limbo solar, en cuatro cuadrantes, será fácil referir á ellos las fantásticas aureolas ó llamaradas de caprichosas formas que constituyen la enigmática y sorprendente corona solar. Téngase muy en cuenta al hacer los dibujos la importancia que la fidelidad tiene en lo que al tamaño de la corona principalmente se refiere, por lo cual es muy conveniente que los dibujos se realicen con arreglo a escala, y nada más sencillo que tomar por unidad el diámetro del Sol, pues de este modo indicará el diseño sí la aureola ha sido una, dos ó tres veces del mencionado diámetro. De escaso valor científico, pero gratísimo recuerdo del eclipse, será para los que conozcan la pintura manchar sobre un círculo preparado en las condiciones apuntadas, imitando, ya que no copiando, por la impureza de los colores empleados, la coloración y cambiantes de la corona. 

Sombras ondulantes 

Obsérvanse en los eclipses totales momentos antes y después de la mencionada fase, que surcan el suelo, los muros de los edificios y cuanto nos rodea, unas bandas de sombra parecidas á las que producirían las rizadas aguas de un estanque iluminadas por el Sol sobra la fachada de un edificio próximo. 

El estudio de este fenómeno, atribuido por unos á la difracción de la luz solar, y por otros á la diferente densidad de las capas de aire que los rayos luminosos atraviesan, es da la mayor importancia y puede hacerse de la manera siguiente: 

Sobre el suelo y horizontalmente, si es posible, se coloca una sábana ó lienzo blanco, lo más terso que se pueda, y colocado de modo que dos de los lados que la forman tengan la dirección de N. á S., y los otros dos, si el lienzo es rectangular, como suponemos, tendrán la de E. á O. Procúrese el observador tres listones ligeros, tapas del cajetín que emplean los electricistas en sus instalaciones, por ejemplo, dos bastante largas, de tres metros es suficiente, y otra más corta y pintada alternativamente por decímetros ó medios decímetros, de dos colores diferentes. Mirando fijamente á la sábana cuando se acerque el momento de la totalidad en la zona da ella, y al aproximarse al momento de la máxima fase en los lagares en que el eclipse es casi total, donde también son visibles las susodichas bandas, anotaremos el momento en que se deslice por el lienzo la primera banda y colocaremos uno de los listones largos en dirección paralela á ella. 

Inmediatamente colocaremos la regla pintada en la dirección del movimiento, procurando contar cuantas sombras hay en cada decímetro, y conoceremos de este modo la dirección del movimiento y la anchara de las bandas. Fijándonos en un punto cualquiera de la sábana, contaremos el número de sombras que pasa por él en diez segundos, por ejemplo, y de este, modo tendremos también la velocidad de las sombras. 

Para la repetición del fenómeno después de la totalidad, debe emplearse la segunda regla larga y la misma corta y pintada para la medida de su amplitud.

¿Hasta dónde son visibles las mencionadas sombras? ¿A qué distancia de la zona de sombra puede observarse el fenómeno? ¿Son visibles en Madrid, en Huesca, en Segovia, en Zamora, en Lérida, etc.? Unos cuantos observadores de buena voluntad pueden hacer mucha luz sobre el asunto de las sombras. 

Intensidad de la luz

Muchas y muy variadas observaciones pueden hacerse sobre el decrecimiento gradual de luz á medida que la Luna nos va privando da la contemplación del Sol; pero la más curiosa para los simples amateurs consiste en obtener fotografías instantáneas sucesivas y con Intervalos de cinco 6 diez minutos, por ejemplo, del mismo paisaje ú objeto, y reveladas al mismo tiempo nos darán idea del decrecimiento gradual de luz que el eclipse ha producido. 

Astros visibles durante el eclipse 

Otro medio de conocer la disminución da luz producida por el fenómeno es anotar cuidadosamente los momentos en que aparecen y desaparecen los astros, para cuya observación es preciso algún conocimiento del cielo y servirse en el momento da un atlas ó cualquiera de los numerosos diseños publicados representando el aspecto del cielo en el momento del eclipse. 

Muy próxima al Sol en el momento del eclipse está la hermosa Régulo de la constelación de El León, y más distante, y por ende en condiciones más favorables para su observación, tendremos á Arcturo, La Espiga, Precian, Castor Polux y otras de menor brillo; pero que seguramente se verán aun en los puntos situados fuera de la zona y á no gran distancia de ella. 

Otras observaciones 

Los espíritus observadores muchas más cosas pueden ver mientras el fenómeno se sucede. La coloración del paisaje y de las nubes, si las hay; el aparente aplanamiento ó descenso de la esfera estrellada en el momento de la totalidad, fenómeno que, según el célebre astrónomo inglés Mr. Airy, en su narración del eclipse de 1848, á nada se parece por lo emocionante y aterrador, y que se hace mucho más sensible cuando hay algunas nubes. 

El efecto que tan inopinada noche produce sobre los animales y las plantas sensibles, come el atrapa-moscas, la sensitiva vergonzosa y el girasol. Las observaciones termométricas efectuadas con ritmo y pauta trazada de antemano. Los cambios observados en la velocidad y dirección del viento en las proximidades ó durante la momentánea noche; todas son circunstancias y observaciones de importancia, y cuantos más observadores de buena voluntad en ellas tomen parte, mayores serán las probabilidades de éxito, y si por fortuna alguno, ó la suma de todos, ayudase a la solución cualquiera de los problemas planteados, mejor para España, que así demostraría ha sabido despertar en este linaje de investigaciones para honrarse al ser favorecida por dos eclipses totales en tan corto espacio de tiempo.

Miguel Aguilar.

EL DIRECTOR DEL OBSERVATORIO DE SAN FERNANDO

D, Tomás Azcárate nació en León el año 1849. El año 1864 ingresó en el Colegio Naval. Embarco en la fragata Navas de Tolosa el año 1866, saliendo para la Habana; poco después de su llegada fué designado el barco para reforzar la escuadra del Pacífico y salió para Río Janeiro, donde se incorporó a la escuadra, que se hallaba en aquel sitio de regreso del Pacífico, permaneciendo en ella hasta el año 1868, que regresó á la Península. A principios del siguiente año 1869 embarcó en el vapor Pizarro, saliendo poco después para la isla dé Cuba, donde estuvo cruzando sus costas hasta principios de 1870, que regresó á la Península á efectuar su examen de oficial.

Fué destinado al departamento del Ferrol, embarcando poco después en el vapor Fernando el Católico hasta su desarme en Cartagena, á mediados del siguiente año, 1871. 

Embarcó de segundo comandante en la goleta Concordia, incorporándose luego á la escuadra de Instrucción, en la que permaneció hasta principio de 1873, que ingresó en el curso de estudios de Ampliación en el Observatorio de San Fernando. Terminado el curso, el año 1877 fue destinado a la Comisión Hidrográfica de Filipinas, siendo ascendido poco después á teniente de navío. 

Permaneció en ella hasta el año 1879, que fué nombrado profesor de la Escuela de torpedos. De esta Escuela pasó de profesor á la Academia de Estudios da Ampliación. En 1890 ascendió á teniente de navío de primera, y en 1891 fue nombrado director da la misma, cuyo cargo desempeñó hasta que fue clausurada en 1901, y entonces solicitó embarcar y se le concedió el mando de la Nautilus, escuela de guardias marinas. Navegó en ella dos años, visitando América del Sur y Central, Antillas, Norte de Europa y Mediterráneo. Actualmente es director del Observatorio, de cuyo cargo tomó posesión en 1903, Está en posesión del empleo de capitán de fragata con 43 años de servicio y ocho en su empleo.

LA FACULTAD DE CIENCIAS DE MADRID 

En El Rasillo (provincia de Logroño) se ha constituido la Comisión que, procedente de la Facultad de Ciencias de la Universidad Central, se propone estudiar las variaciones del magnetismo terrestre durante el próximo eclipse de sol. 

En un pequeño cerro, denominado el Cucurucho, á un kilómetro de distancia del pueblo y á 1.200 metros sobre el nivel del mar, ha instalado sus aparatos en dos casetas destinadas una á los magnéticos exclusivamente y otra á las observaciones astronómicas y meteorológicas relacionadas con dicho fenómeno. 

La distribución de los trabajos que la Comisión se propone realizar se ha hecho en la siguiente forma.

En primer lugar, por el catedrático señor González Martí y el Sr. Puig, encargado da clases prácticas, se estudiaran las variaciones de la componente vertical del magnetismo terrestre; el catedrático Sr. Cabrera, ayudado por su hermano D. José, observará las variaciones de la componente horizontal del mismo, y, finalmente, las de la declinación magnética serán estudiadas por el profesor auxiliar Sr. Gil y por el Sr. Plans, catedrático de Física del Instituto da Castellón, agregado á la Comisión por su gran amor á esta clase de estudios. 

También se propone la Comisión citada efectuar la determinación de las coordenadas geográficas, así como de la hora y estado de los cronómetros, de lo que se ocuparán loa catedráticos Sres, Inclán (D. Alberto) y Cabrera, para lo cual se dispone de dos cronómetros estudiados con todo esmero en el Observatorio de Madrid y de un magnífico teodolito cedido por la Dirección del Instituto Geográfico y Estadístico. La cooperación del Sr, Inclán, además de altamente valiosa, ha sido verdaderamente eficaz por la falta de personal con que esta Comisión se ha encontrado por imposibilidad de algunos de sus compañeros. El mismo Sr. Inclán estudiará las variaciones meteorológicas relacionadas con el eclipse, valiéndose de aparatos registradores bien estudiados y de un barómetro tipo Tonnelot, cedido por la casa de la viuda de Aramburo, así como de la ocultación de las manchas del Sol por la Luna durante la fase parcial del eclipse, pues sabido es la influencia que ejercen aquéllas sobre las variaciones magnéticas. El material de que se dispone es el ideado por Mascart para la expedición francesa al Cabo de Hornos y construido por la casa Carpentier de París. 

Para las determinaciones absolutas da inclinación, declinación é intensidad magnéticas se usarán el inclinómetro y el declinómetro cosntruidos por la casa Elliot, de Londres, según los modelos del Observatorio de Hew, aparatos da exactitud excepcional, por cuya razón son preferidos en los Observatorios ingleses.

CRÓNICAS DEL ECLIPSE 

Misterios de la difracción.— Las gotas negras.—Tonalidades variables de la falca solar.—Discontinuidad aparente del avance de la Luna. —Las sombras voladoras.-- Matices de matices. 

La astrofísica anda todavía muy á ciegas respecto á los problemas ópticos del eclipse. No sabemos nada acerca de las verdaderas causas de ciertos fenómenos singulares que se aprecian durante el eclipse parcial, á pesar de las mayores facilidades con que se cuenta al efecto, pues la parcialidad alcanzará más ó menos hoy á Europa entera y á parte de América del Norte, de África y de Asia. 

Relaciónanse aquéllas, sin duda, con los misterios de las sombras, base de una hiperquimica futura, apenas empezada á esbozar por W. Lookes. 

Desesperante nos resultan las llamadas gotas negras. 

Cuando el borde obscuro de la Luna avanza sobre una mancha del Sol papa ocultarla, é instantes antes de que el previo contacto aparente de entrambas ocurra, un singular trozo negro, que no es de la mancha ni de la Luna, se tiende repentinamente entre una y otra, cual una pontezuela de sombra sobre un río de luz. 

Los mejores ópticos físicos han apurado, frente al extraño fenómeno, todos sus brillantes tópicos de difracción, interferencias, etc.; pero hasta aqui nadie ha levantado la punta del velo del problema, y ese abrazo anticipado de negrura con negrura sobre una falce de luz, yace en el más inexplicado de los misterios. 

Las gotas negras se reproducen también en las proximidades anterior y ulterior de la totalidad. A ellas, que no á los mismos bordes de las montañas de la Luna, se debe el negro traceado de la mínima falce solar que entre trazo y trazo determina el brillante fenómeno de las perlas luminosas. 

Baily, el orientalista, el calculador retrospectivo de los cien eclipsas más históricos fué el primero en discernir el fenómeno, y son clásicos los dibujos que de él hiciese, perfilados por los astrónomos ulteriores. Es probable que también en él naciera la sospecha de lo que pudiéramos llamar la contraparte de aquel fenómeno, ó sean los blancos penachos ó pinceles de luz con que, ya en la totalidad, se despide ó retorna el Sol; pincelitos emplazados en exacta correspondencia con los puntos del traceado negro de las perlas; algo así, en fin, como la inversión de luz en sombra y de sombra en luz, que remeda de lejos á las apariencias comparadas del espectro inversor y el ordinario de que habláramos el otro día. 

No es en vano el añadir que tamaños penachos blancos no deben ser confundidos con las llamas rojizas de las protuberancias. 

Me remonto quizás, lectores a las alturas de la técnica, y faltar no quiero á mis deberes de daros la descripción de tan interesantes detalles en corriente fabla castellana. Prescindid, pues, de todo ello y sabed tan sólo que la luz y las tinieblas son en el universo hermanas inseparables, amigas corteses, que se ceden galantes ínfimas fracciones de su sendo poderío. 

Así, entre el negro de la mancha y el negro de la Luna, ó entra este negro y el que limita al disco solar, la luz tiende complaciente un tracto-cable, negro también, para que aquellas se comuniquen. Pero la sombra es, á su vez, noble y agradecida: sabe devolver la fineza luego, permitiendo á la luz ocupar los lugares recíprocos de aquellas sus recientes concesiones en el borde de la totalidad, mal esfumado en luz por las regiones inferiores de la corona. 

Estas recíprocas cortesías, que los sabios procuran llamar difracciones, por algún modo nominarlas, no paran aquí. Todavía se extienden al momento supremo en que los bordes de luz del Sol y de sombra de la Luna se van á dar el abrazo de la totalidad: galante el Sol, entonces contorna su falce luminosa con una curva negra paralela en honor dé la negra Luna, y coquetona la Luna le corresponde con una sonrisa, es decir, con otra curva blanca paralela en honor del blanco Sol, con lo que el astrónomo, testigo desventurado de tales discreteos corre peligro, si no se fija lo bastante, de padecer errores en cuanto á la apreciación del borde verdadero, que triplicado aparece, en consecuencia, para la fina vista, mediante telescopio, de los observadores conspicuos. 

Hasta qué punto son extraños los juegos de luz del Sol frente á la invasión de las negruras de la Luna, lo demuestra un detalle, inexplicable también. El borde solar variable que linda con la Luna en cada momento, el eclipse, es de brillo siempre más intenso que el otro exterior y constante, con que no se debe á un efecto de contraste visual, so pena de que también concedamos una especia de sensibilidad humana á la impasible placa fotográfica, donde el fenómeno resulta asimismo. Bigourdan, en su Memoria sobre el eclipse, tampoco dice á que clase de explicación quedarse entre las muchas que se disputan el privilegio de divagar acerca de ellas. 

Sí tales juegos de sombra y luz suceden allá arriba, ¿qué otros no ocurrirán aquí abajo en el mundo sublunar? El eclipse tiene algo de luz crepuscular, por atenuada y empobrecida; algo del tinte de las auroras y de las vagas añoranzas luminosas del crepúsculo vespertino; pero sobre él tremola, como ya en todo metro se ha cantado, el tristísimo esfumado de un astro excelso, anima mundi, en sus más congojosas agonías. Ignoradas interferencias, no ya de luz integral ó blanca, sino entre los mismos rayos pseudo-elementales del iris, aportarán, sin duda, extraños elementos de tonalidad y rarefacción al ya enorme conjunto dé los matices cambiantes y superpuestos que en nuestra atmósfera se determinan  con el gradual avance ó decadencia del eclipse, y el día que el triunfo de la fotografía en colores sea ya definitivo para tanta y tanta esfumada coloración, apreciarán nuestros nietos cosas estupendas, hoy reservadas sólo á la poderosa é indemostrable visualidad de los hombres intuitivos. 

Hablaros de esto hoy—no os ofendáis, lectores—es hablar de luz á los ciegos de nacimiento, que ciegos aún somos para esos colores sui generis, fugados á la gama luminosa, de ciertos ensueños cual los descritos por Brillat-Savarin en su Fisiología del Gusto, y de ciertas anormalidades brutales, en las que hasta la vida peligra. 

Capítulo importante de semejantes materias son, sin disputa, las llamadas sombras volantes ú ondulantes de los minutos vecinos á la totalidad, sombras que fantásticas serpean en negro, en gris; y, á decir de algunos, en otros colores, por el suelo, siguiendo al parecer la dirección de los vientos, cuando no las orientaciones correspondientes á los puntos del disco del Sol por donde el eclipse total comienza ó termina. 

Se ha dicho tanto y tan caótico sobre ellas, que nada en concreto se sabe. Por eso vamos á observarlas, siguiendo en esto á nuestro excelente amigo D. Vicente Ventosa, que es de los astrónomos nacionales y extranjeros que más han ahondado en el problema. 

Nuestra cósmica pequeñez jamás abordar puede de frente los asuntos abstractos. De aquí que el de toda sombra haya de desafiar nuestra investigación por luengos tiempos. 

Indiscreto, no os querría llevaros hoy al propio borde de la quimera científica con escarceos a este tenor; pero estad prevenidos ante la futura química de las sombras. El éter es materia; las fuerzas de la Naturaleza, materia son también, pero materia tenacísima, regida acaso por espiritualidades sublimes qué jamás podremos reconocer. La luz, la electricidad, el calórico, todo, en fin, cuanto adivinamos, son átomos de átomos, según dibujan los últimos Congresos de química al estudiar iones y electrones, rayos catódicos y elementos radioactivos. 

El prisma espectroscópico es así como un dializador, como un filtro; la placa fotográfica un reactivo sensible, y la sombra, ¡ah!, la sombra es el seno recóndito de lo hiperfísico. Tiene hasta nombre en ciertas hieráticvas filosofías; pero la clave de sus misterios permanece, para nuestro bien, escondida. Pasos gigantea hacia su esclarecimiento son los dados por el estudio de los eclipses. 

M, Roso de Luna



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