El 5 de agosto pasado un derrumbe en una mina situada en la ciudad chilena de Copiapó, a 834 kilómetros al norte de la capital, dejó atrapados a 33 trabajadores. El accidente se produjo en el nivel 300 de la mina San José dedicada a la explotación de oro y cobre.
En un primer momento se trasladaron hasta la mina varias dotaciones de bomberos de comunidades vecinas, así como efectivos del Grupo de Operaciones Especiales (Gope) de los carabineros para intentar establecer contacto con los mineros atrapados.
El 23 de agosto los mineros atrapados a 688 metros de profundidad comenzaron a recibir los primeros alimentos en más de dos semanas a través de un conducto de ocho centímetros de diámetro, abierto por una sonda, que servirá de cordón umbilical para mantener con vida a los trabajadores. Los primeros envíos consistieron en agua potable y suero líquido para hidratarlos, y un cuestionario médico para que detallasen su estado de salud.
Después de entubar este agujero para asegurar su estabilidad, ha seguido la excavación de nuevos conductos para tener nuevas vías de comunicación, mientras se esperaba la llegada de la máquina perforadora Strata 950 que ha de abrir un túnel de 66 centímetros de diámetro por el que subirán los mineros.
Hoy Los mineros tuvieron que trasladar 250 metros rampa abajo el refugio donde se encuentran desde hace casi un mes debido a las altas temperaturas y a la humedad. Se espera que en el nuevo refugio los operarios instalen un sistema de iluminación y dispongan de áreas de almacenamiento de los objetos que les envíen en los próximos días a través del tubo que han estado utilizando para comunicarse con el exterior.
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