Extractamos esto de un artículo de ABC de 2011.
Imaginen un país invisible, que no sale en los mapas, y que controla el 50% del mercado mundial de cobre. Que cuenta con un PIB de 145.000 millones de dólares, cercano al de Marruecos, por el que pasa el 10% del trigo global y casi el 25% de la cebada, el girasol y la colza de todo el mundo. Un ente sin fronteras que influye de forma notable sobre el precio de las materias primas y que aún así vive en el limbo de lo desconocido para la gran mayoría de la opinión pública. Ese país existe: se llama Glencore, y como tituló Reuters en un reportaje sobre la empresa, se trata de «la gran compañía de la cual jamás ha oído hablar».
A imitación de la confidencialidad de los bancos helvéticos, la compañía se ha caracterizado desde su nacimiento por el hermetismo y la escasa aparición en los medios. Esta falta de publicidad no repercute en sus beneficios. Radicada en el paraíso fiscal de Zug (Suiza), Glencore tiene el honor de ser la mayor compañía de compraventa y producción de materias primas y alimentos del mundo. Sin embargo la empresa ha copado en las últimas semanas más titulares de lo habitual. Hace un mes el enorme tamaño de la empresa hizo tambalear el parqué londinense: la compañía protagonizó la mayor salida de la historia de la Bolsa de Londres al colocar un 20% de sus títulos en los mercados. Entonces comenzaron a desvelarse algunos de los detalles de una compañía infranqueable, empezando por sus dueños. El español Daniel Maté, desconocido poseedor de un 6% de las acciones de la compañía, se convertía en la cuarta mayor fortuna patria según «Forbes», con 2.500 millones de euros.
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