El primer reloj de bolsillo tenía forma de lata, se colgaba del cuello y llevaba el nombre un tanto inusual de "Huevo de Nuremberg". La historia del cronometraje portátil es una historia centenaria de progreso técnico que comenzó en el siglo XVI.
Alrededor de 1500, Nuremberg fue una de las ciudades más innovadoras de Alemania y el hogar del maestro cerrajero Peter Henlein, a quien todavía se le atribuye la invención del primer reloj de bolsillo. Sin embargo, la obra maestra, que está fechada en 1511, no tiene la forma de una lata, sino la forma de granada que antes era tan popular, lo que probablemente explica por qué Henlein no concibió el huevo de Nuremberg en absoluto.
Después del desarrollo del huevo de Nuremberg, aún faltaban algunos años para que se alcanzara el siguiente hito en la historia de la relojería, la invención del resorte espiral en 1658 por el astrónomo holandés Christiaan Huygens. Aunque la innovación condujo inicialmente a relojes más gruesos, durante los siguientes dos siglos permitió un aplanamiento notable del reloj de bolsillo, junto con otras innovaciones como trenes de engranajes modernos, resortes en espiral más compactos en formas cilíndricas y de barril y diseños de caja más estrechos.
En la segunda mitad del siglo XIX, la pequeña ciudad sajona experimentó un auge sin precedentes. Gigantes empresariales como Julius Assmann, Moritz Großmann y Johannes Dürrstein hicieron brotar como hongos nuevas fábricas de relojes. Dürrstein, que negoció un contrato exclusivo para la venta de relojes Lange en 1874, fundó su propia fábrica Union Glashütte en 1893 y diseñó espectaculares cronómetros y tourbillons.
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