El agujero realizado en un punzón de hueso fue uno de los grandes motores de la expansión humana. Durante cientos de miles de años, las primeras especies de homínidos no necesitaron de mucho abrigo, el clima en la mayor parte de África lo hacía innecesario. Sin embargo, con su expansión cada vez más al norte, el registro fósil muestra cómo se fueron abrigando. No se ha conservado ropa, pero sí un número creciente de herramientas para confeccionarla. Primero fueron simples lascas para arrancar y cortar las pieles, pero después fueron apareciendo punzones y buriles para agujerearla y coserla.
Las primeras agujas con ojo aparecieron en el Paleolítico, hace unos 40.000 años en Siberia, y son más difíciles de fabricar que los simples punzones de hueso, que bastaban para confeccionar prendas ajustadas. La ropa hasta el último ciclo glaciar solo se utilizaba de forma puntual. Las herramientas clásicas que asociamos con ello son los raspadores de piel o de piedra, y las encontramos apareciendo y desapareciendo durante las distintas fases de las últimas glaciaciones. La invención de las agujas con ojo, que facilitaban la costura con tendones o hilos, puede reflejar la producción de prendas más complejas, en capas y con adornos como cuentas y otros pequeños elementos decorativos.