viernes, 28 de junio de 2024

¡Vaya ojo clínico!

Mundo Gráfico, 1 de enero de 1936

El "Enemigo público número 1" en 1936 

Al nacer el primer día del año 1936, todo el mundo se pregunta, angustiado, si la amenaza de una nueva y cruenta guerra europea va a transformarse en realidad. Aunque el conflicto quede limitado a la lucha entre los italianos, invasores, y los abisinios, que defienden su patria, el dolor, la miseria y la muerte van a tener buena tarea. Vean ustedes, en las dos fotografías, los destrozos del bombardeo aéreo en el hospital de sangre de Dessie.



Esto es lo que nadie quisiera ver, en ninguna parte del mundo, el año 1936

Un nubarrón denso, como no se ha visto en los cielos desde hace veinte años, oculta esta Nochevieja todos los signos fastos que los dioses pueden haber trazado en el gran encerado de los astros.

Es un nubarrón impenetrable, cargado de amenazas. Los hombres de las ciudades y los hombres de los campos levantan hacia él la vista y se sienten invadidos por una angustia infinita.

Las madres oprimen más fuertemente a sus hijos en los brazos. Es un enemigo misterioso, invisible, que avanza simultáneamente por todos los países, que invade ciudades, aldeas, caseríos; un enemigo común a todos los hombres de todos los pueblos, y que siempre queda vencedor, señor de las ciudades arrasadas, de los campos secados por la metralla, del hambre, del dolor y de la muerte. Es El enemigo público número 1, el auténtico, y, sin embargo, al que nadie le había dado este título terrible.

¿Volverá a asolar los campos de Europa como en el año 1914, o se contentará con pequeñas aventuras por las serranías y los desiertos abisinios? Sentimos la guerra como si estuviera próxima; la sentimos como si fuera algo físico y tangible, y nos espanta porque no hay medio humano de defenderse de ella. Ni siquiera sirve ya la voluntad de mantenerse neutral. Fíjense ustedes, si van alguna vez por la carretera de Andalucía, en unas ciudades, a la derecha y a la izquierda, que parecen haber sido destrozadas por un bombardeo. Aun quedan sobre los muros de algunas casas nombres de calles y títulos de establecimientos. Al lado siempre hay una mina cegada bajo un esqueleto de hierros retorcidos. Son las ciudades que brotaron en el suelo de España mientras los ejércitos alemanes invadían Francia. Nos mantuvimos al margen de la pelea, no tuvimos sangre, creímos enriquecernos, y miles de campesinos andaluces, que antes sentían la felicidad frente a un gazpacho, fueron transformados en mineros y en obreros con sueldos elevados. Perdieron el contacto con la tierra y el hábito de buscar la vida tras la cuchilla del arado. Ahí están ahora, por las cuencas mineras de Ciudad Real, en unos pueblos donde la gente se muere de hambre desde el día en que se firmó el armisticio. Hace tres años hubo familias que tuvieron que alimentarse con las hierbas salvajes que arrancaban del campo.

¿Y la crisis, ese rescate que todos los pueblos están pagando a la Gran Guerra para que les devuelva el equilibrio económico que les arrebató?

¿Y el luto de las madres, de las esposas, de los hijos?

¿Y la fe de todos los valores espirituales, que parece perdida para siempre? ¿Y ese hábito de vivir aprisa que nos ha quedado de los días de las trincheras cuando la muerte lo interrumpía todo, y que ahora no nos deja, ni detenernos junto a un remanso, ni contemplar un paisaje?

Esperemos un desgarrón, un claro en esa nube tan negra que nos amenaza. Algo que nos permita contemplar un trozo de cielo limpio y estrellado, un cielo de paz. Esto es lo que MUNDO GRÁFICO desea hoy, al publicar su primer número del año 1936, a todo el mundo. 








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