Onésimo González Reguero trabajó durante muchos años como maestro en La Robla, llegando a ejercer como director del centro escolar, y quedándose a pasar su jubilación en esa localidad. El 14 de agosto de 1969 era el maestro de la escuela de niños de Valdemora, que se suprimió en aquel año. Su pasión era la montaña y junto con otros compañeros de la sección de espeleología de la Sociedad Deportiva Casino de León exploró en los años 60 la cueva de Valporquero, participando también en la exploración de la cueva burgalesa de Ojo Guareña. Aparte de su actividad montañera también colaboró en la fundación del CAR (Club Atletismo Roblano) y fue miembro del Coro Voces de Alba.
El 25 de enero de 2025 falleció en La Robla a los 84 años. Poco tiempo atrás había fallecido su esposa, Angelita Medina, con quien tuvo dos hijos, M.ª Ángeles y Álvaro González Medina.
PUBLICACION DEL GRUPO ESPELEOLOGICO LEONES DE LA SOCIEDAD DEPORTIVA CASINO DE LEON, 1956
PROLOGO
Por primera vez en nuestra Provincia, se hace pública la labor de un grupo organizado de espeleólogos que van a darnos las primicias de sus exploraciones, respecto a una cueva, de cuya existencia, muchos leoneses sabíamos, pero de la que nadie había estudiado ni explorado más que en un exiguo tramo de su enorme longitud y varios estratos.
Muchas y muy variadas gentes, se habían aventurado a entrar en la cueva de Valporquero y algunos habían arrancado, para que les sirviera de trofeo y testimonio de sus «viajes» a las entrañas tenebrosas de la montaña, estalactitas o estalagmitas que se ven de pisapapeles o adorno en algún despacho, en nuestra ciudad.
De aquella personal emoción, por aquella visita episódica, nada o muy peco se había trasmitido a los demás. Hoy le cabe el honor al Grupo de Espeleólogos de la Sociedad Deportiva Casino de León, poder presentar al mundo curioso, la exploración documentada, de este maravilloso y, hasta inexplorado recinto, y a mí, el honor también de presentar el resultado de su trabajo, meritorio verdaderamente, por lo constante, por lo arriesgado, por lo penoso y por lo artístico. De esto último son buena prueba las magníficas fotografías que avalan ilustrando este folleto.
Que León es provincia llena de atractivos deportivos y turísticos, es cosa que nadie desconoce en el mundo, pero en este aspecto de la espeleología, pocos sabían que también fuera Provincia llena de posibilidades.
La Excma. Diputación Provincial ha ayudado al Grupo de Espeleólogos de la Sociedad Deportiva Casino de León, y ahora verá que no ha hecho un esfuerzo vano, porque a su ayuda económica, compartida con la que el Casino fundamentalmente ha subvencionado, responde hoy, esta Delegación Espeleológica ofreciendo la demostración gráfica y lo más completa posible, de la fantástica cueva de Valporquero, sita a unas docenas de kilómetros de León, que puede ser un elemento más de atracción de turistas si se accede a la propuesta que el Grupo piensa elevar a la Excma. Diputación par a crear un Patronato de la Cue a que se ocupe de conservarla, de adecuar sus accesos e iluminarla interiormente, y colocarla, en un a palabra, en situación y manera, que haga posible y cómoda su visita sin restar emoción a su grandiosidad, lagos y precipicios, y rodee de garantías y seguridades para los visitantes, guiados por guardas oficialmente designados par a ello.
Como Presidente de la Sociedad Deportiva Casino de León, me siento verdaderamente orgulloso de haber procurado, con mis compañeros de Directiva, toda clase de ayudas a la Delegación de Espeleología, aún en aquellas épocas en que a muchos consocios se les iluminaba el rostro con una escéptica sonrisa cuando les hablábamos del grupo y actividad de los espeleólogos. De ahora en adelante esperamos que todo será más fácil y alentador para estos hombres de corazón, arrojo, pericia y curiosidad, esa santa curiosidad que hace, a los hombres que la sienten, laborar por los medios más impensados, a la grandeza de la Patria a quien todos amamos.
JOSE EGUIAGARAY
INTRODUCCION
La materia que va a ocuparnos en el presente trabajo es bastante compleja para intentar recogerla en toda su integridad. Debe, pues, considerarse como un primer ensayo de reunir en forma sucinta, los resultados obtenidos en las múltiples exploraciones y estudios realizados por el Grupo Espeleólogo, en la maravillosa cueva de Valporquero, en esta provincia.
Sin la intención de meternos en terrenos científicos, se ha escrito esta obra como antiguos montañeros, hoy aficionados a este interesante ramo, para dar cumplimiento a nuestro deseo de que sirva de valioso auxiliar a los nuevos, y nuestro mayor anhelo es que éstos, si surgen, lleguen a perfeccionar nuestra labor. Pretendemos también que sea este trabajo como un estimulante que sirva para despertar en un sentido más amplio y en sectores más numerosos el interés hacia las bellezas que se ocultan en el subsuelo de esta bella montaña leonesa. Comprendemos que no hemos realizado una cosa perfecta, pero nos hemos esforzado ante todo en que sea práctica, sencilla y amena. No se han regateado sacrificios económicos. Se ha aprovechado el gran material espeleológico recogido durante infinitas jornadas domingueras, en estas grutas, dando a todo ello la merecida consideración que indudablemente tiene como cueva de máximo rango.
¿Quiénes somos nosotros los atacados del virus espeleológico? (Esos que el vulgo considera «algo locos» sorprendidos quizá por la sonora y enrevesada denominación). Pues bien, aunque la misión principal del espeleólogo es aportar observaciones características a la ciencia, no es preciso hacer resaltar el alto y abnegado sentido deportivo, alegre, intrépido y juvenil que necesita. Somos como técnicos subterráneos, con un pertrecho, muy pesado por cierto, de lámpara, cuerdas, escalas, grampones, piolets, mosquetones, lancha neumática y muchos más elementos especiales. Se ha de reunir condiciones de escalador, firme cabeza, ser decidido, sereno de corazón y ojos muy despiertos. No se olvide que hay que habituarse a realizar en las tinieblas, con un alumbrado portátil, lo que como alpinista y montañero se ha tenido que hacer a la luz del sol.
Al interés científico, se une de esta manera este otro, posiblemente más subyugante de «montañero subterráneo», con afán de perseguir lo desconocido, descender y subir, explorar, reconocer, investigar y estudiar. Seguir el misterioso curso de las aguas subterráneas, aforando su caudal en favor de futuras construcciones hidráulicas. Huronear en las rendijas, huecos, galerías, rinconadas, sondeando peligrosas simas, pisar terreno virgen por completo, saciar la curiosidad en encontrar algo nuevo portento hecho piedra y tal vez valioso no solo para la ciencia o historia, sino también para la misma industria. Tenemos que revolver y escarbar tierras y pisos buscando restos fósiles de suma importancia para calcular por ellos la edad de las tierras depositadas; en fin, mucho para que merezca la pena ser tomado en cuenta, juzgándolo de utilidad y para que esta afición apasionada deba intentar fomentarse aún más en servicio y beneficio de todos.
Comprende este primer libro el material de la mitad aproximadamente de la cueva, unos 800 metros rectos; en una segunda publicación intentaremos completar el resto y para entonces podremos detallar la salida de la cueva por las Hoces de Vegacervcra, en la gruta de la Covona, cuyas investigaciones tenemos muy avanzadas. Además facilitaremos información ya amplia sobre las resurgencias La Fontana y El Naranco, cuyas satélites aún no han sido reconocidas debidamente, pero que prometen procurarnos grandes sorpresas, dado el gran caudal de agua que hemos encontrado en ellas en pleno estiaje.
Tampoco nos hemos ocupado por ahora de la flora y fauna cavernícola ni de su mineralogía, aunque de todo ello tenemos bastante material en cartera Todo esto será tratado con amplitud en una segunda y final publicación del Grupo.
Haría falta que, dándose cuenta de los beneficios que en el orden cultural, deportivo y turístico puede reportar esta empresa los organismos oficiales, tanto de la capital como de los lugares donde se hallan enclavadas las grutas, e incluso los particulares amantes de las glorias de la patria chica, destinaran a ello alguna aportación; pues aunque aparentemente no fuera rentable en el orden económico, lo sería mucho en cuanto a la difusión de nuestras grandezas naturales en ámbitos extensos y viajando sobre ellas el nombre glorioso de León.
FELIPE FRICK, PRESIDENTE DEL GRUPO
BREVE HISTORIA DEL GRUPO
Ingratitud sería y olvido imperdonable, no dedicar en estas primeras líneas, que en nombre de los Espeleólogos del Grupo Peñalba, escribo un sentido homenaje y recuerdo a las personas que crearon y dieron impulso y aliento a esta agrupación en sus difíciles pasos iniciales, y a la Sociedad, dentro de la cual surgieron los primeros espeleólogos de León.
En los días en que ya el «Club de Tenis Peñalba», Sociedad que llegó a rebasar los 25 años de magnífica vida, logrando en ellos, gracias a su original constitución y a las directrices que la gobernaron, prestigio para el deporte y la cultura leonesa, se preparaba a desaparecer en un gesto lleno de buen sentido leonesista, para trasladarse con sus asociados y bienes al «Casino de León», que precisaba del riego que la juventud y la pujante organización del Tenis había de proporcionarle, por iniciativa del Presidente de esta última Sociedad, se crearon conjuntamente las delegaciones de Cine-Club y de Espeleólogos en los primeros meses del año 1953, empezando ambas a dar sus primeros pasos dentro del «Casino de León» reorganizado.
Por lo que a nosotros se refiere, pecaríamos de ingenuos si no reconociéramos que supimos captar en todas las ocasiones la sonrisa más o menos oculta con que los espeleólogos éramos acogidos en todas partes, pero convencidos de que la espeleología leonesa tiene un ilimitado y bellísimo campo de operaciones en el estudio e investigación de las innumerables grutas de la provincia, allá nos fuimos, con más ilusión que medios, al estudio de la cueva de Valporquero. En este primer libro está nuestra labor. Han sido también exploradas en parte por el Grupo otras cuevas de no menor interés, pero menos conocidas, como la de «Mechuque», en San Emiliano, de la que en el año 1931 se ocupaba en la revista «Vida Leonesa», leonés tan destacado como D. Publio Suárez Uriarte. La cueva de «Maruchín», en el término de Cármenes, pequeña, sí, pero hasta ahora una de las más bellísimas en figuras naturales.
También «La Cueva del Moro», en Peña-Corada, término de Prado de la Guzpeña, posiblemente sea la que más curiosidad pueda despertar a los espeleólogos, por su forma laberíntica y constantes sinuosidades, simas, derrumbes, pasos de agua, etc., que la hacen sumamente peligrosa, por lo que las exploraciones en ella no pueden realizarse sino contando con equipos de seguridad a toda prueba. La leyenda habla del fabuloso tesoro que un moro legendario, que da nombre a la gruta, dejó enterrado en tan recóndito lugar; y de aquella persona, que no ha mucho se internó en la cueva, perdiéndose en ella durante varios días y. al salir trastornado, murió poco después.
En la nominal referencia a quienes debemos gratitud, destacamos en primer lugar a D. Fernando Alonso Burón, presidente que fue del Club de Tenis Peñalba, gran amigo y constante montañero, por su iniciativa de crear el Grupo de Espeleólogos de Peñalba, y el aliento y entusiasmo que supo infundirnos en los primeros y difíciles momentos, en los que también nos prestó su valiosa colaboración el Ingeniero de Montes de León, D. Matías Candeira, complaciéndonos en proclamarlo, enviándole en su nuevo destino en la Dirección General de Montes, este vivo recuerdo de amistad; a D. José Eguiagaray, el apoyo que desde la presidencia del Casino de León nos facilita, y las frases de simpatía que nos ha dedicado en diversas ocasiones, demostrando así que esta nuestra Sociedad de ahora conserva y estimula el espíritu deportivo y el quehacer en todas las Delegaciones; a D. Diego Mella, infatigable y veterano machacador de cumbres, la formación montañera que nos proporcionó en tantos años de hermanada camaradería en el deporte, y con él a todos los compañeros del Grupo Peñalba, en el que se encuentra la savia renovadora que los espeleólogos necesitamos con urgencia.
Dentro ya del Grupo, no es posible destacar a nadie en particular, porque todos trabajaron con igual entusiasmo e interés; no obstante, dedico especial mención y recuerdo a los ausentes: Fajardo y Luis, espeleólogos infatigables, que han dejado un hueco difícil de cubrir; al amigo Mariano Alonso; a Frick, veterano compañero en la escalada de cumbres, actual Presidente del Grupo, quien con sus conocimientos técnicos ha dado indudable categoría científica a nuestro Grupo.
Gracias también a los simpáticos muchachos del Club Bancobao, que ayudaron con su actividad dentro del actual Grupo, a las investigaciones de la Cueva de Valporquero, cooperando con su constante esfuerzo a todos los trabajos que se les encomendó.
Y por último, el que adquiriese y leyere este libro, se hará también acreedor a nuestra gratitud, sobre todo si a través de sus páginas y fotograbados llega a compenetrarse con nosotros. Será una aportación más que nos permita conseguir el material y los pertrechos indispensables para las nuevas y más difíciles investigaciones que nos esperan.
TEOFILO ALONSO
GUION
El Río Torio, uno de los tantos Ríos Leoneses que atraviesa la Provincia de Norte a Sur antes de ser teñido por los lavaderos de carbón de Matallana, riega con sus cristalinas aguas las ricas praderas de los valles de Cármenes y se abre brecha en la enorme barrera de caliza paleozoica, las célebres Hoces de Vegacervera. Es precisamente el lugar donde el río recibe un aportamiento de aguas considerables de las diferentes afluencias cársticas por sus ambas márgenes. Una de las más importantes de ellas se encuentra en el kilómetro 37,4 de la carretera León-Matallana Cármenes, por la garganta la Forfoguera (frente a la curva grande de la Calera). Es el desagüe de la cueva de Valporquero, en su final por la boca de la Covona, cuyas aguas se precipitan mediante dos imponentes cascadas atravesando la garganta hasta el río Torio.
Este lugar por su enorme belleza natural y las mencionadas cascadas, es digno de ser visitado.
Trasladados a Felmín, kilómetro 39, atravesamos el puente y las casas del pueblo en un trayecto de unos 200 metros, hasta llegar a la carretera, que con infinidad de curvas y un recorrido de buen piso (unos 5 kilómetros), nos lleva al pintoresco pueblo de Valporquero. También se puede utilizar a pie o a caballo el camino viejo que transcurre por unos parajes muy interesantes. Un tercer acceso a la cueva, sobre todo para amantes al montañismo, se puede hacer caminando por las praderas La Vega, y subiendo por las rocas enfrente las Cebaicas, siguiendo luego la senda del Fontín, que conduce al alto de la Manrosa, desde donde se ve para orientación el monolito ligeramente inclinado «El Cogullón» (figura 4).
Desde Valporquero y por cualquiera de las varias sendas o la cañada, se llega rápidamente al fondo del barranco o valle ciego, donde se halla situada la boca de la cueva (fig. 1).
Para visitar detenidamente y seguros la cueva, es indispensable ser acompañado de una persona del pueblo o conocedora de las distintas rutas interiores que existen en la misma.
La entrada a la cueva se hace por una pequeña pendiente y se encuentra un paso en el centro entre la roca. Desde aquí tirando a la derecha hasta el cauce del arroyo, y bordeando las paredes, seguimos bajando a la izquierda hasta encontrar el piso llano de grandes bloques y material clástico. Desde ahí, subiendo entre rocas y bloques y a unos 20 metros en la sala I, se llega a una zona de campos de microlagos (figura 5) Son éstos, pequeñas palanganas de agua con rebordes estalagmíticos, también llamados (Gours), muy interesantes. Torciendo desde aquí a la izquierda y bajando al cauce del arroyo (casi siempre seco), se sube por otra zona de terrazas de microlagos en múltiples formas y tamaños, algunos hasta con medio metro de profundad, llenos de transparente agua, donde es preciso tener gran cuidado de no pisar en ellos, ya que se confunden como si estuvieran secos. Al final de esta rampa de los Gours, se encuentra, a la derecha (Sala II), un antiguo embalse de agua, con piso muy liso y seco. Es una sala con piso arcilloso de terra-rosa, material de descalcificación, que contiene restos de huesos de animales domésticos no recientes. Este lugar se presta para hacer excavaciones para buscar en las profundidades de sus capas anteriores vestigios. Las aguas de este embalse se buscó una salida por la pared de la derecha dejando la sala seca.
Al final de esta sala, se encuentra entre dos peñascos y algo de agua del arroyo, un paso estrecho para penetrar en uno de los lugares más bellos del recinto, o sea la Sala IIL Aquí es donde vemos las formaciones de las figuras 6 a 12. Esta zona está en plena fase reconstructiva, es decir, se ven infinidad de enmascaramiento de paredes y pisos que en su tiempo han sido de otra morfología, desapareciendo el piso con materiales clásticos. A nuestro paso encontramos también el arroyo «Talweg», que se filtra por las paredes en la Sala III, para reaparecer en la Sala IV.
Volvemos por el mismo camino citado, por la rampa de Gours a la galería I, para seguir camino hacia abajo por entre bloques y material de desprendimiento a la Sala IV (lugar más espacioso de la cueva), sus dimensiones, en todos los sentidos, son enormes. Llamamos este lugar «Ambas-aguas», por juntarse en él, el arroyo mencionado de la Sala III, con el agua resurgida que entra por la boca principal de la cueva. A la derecha, hay un campo de estalagmitas en forma de curiosos hongos, a veces crecidos o formados sobre el suelo arcilloso. A l final de la derecha de esta sala, hay dos bocas, por una de las cuales sigue el curso del agua, siendo aventuroso meterse por ella, pues está sin explorar, y es un camino muy accidentado y sobre todo con gran cantidad de agua, pozos y cascadas.
A la izquierda de la Sala, según figura 13, se sube una rampa, que nos conduce a la galería V, grandiosa por sus formaciones y sus enormes desprendimientos estalactíticos, que llamamos, con razón, «el cementerio». Aquí se comienza un recorrido en línea recta, OE-E, de bastante longitud, también interesante por sus distintos aspectos (figuras 14 hasta el 16), para seguir desde aquí a la Sala VI «Gran Vía», hay que dirigirse por un pasadizo estrecho y algo incómodo, pasado el cual, ya es todo un buen camino, entre paredones completamente verticales y de altura inmensa, con una anchura que varía entre 8 y 12 metros. Tiene un techo lleno de gráciles formaciones, que es lástima no poder apreciarlas debidamente por su gran altura (figura 17). En el camino se encuentran bonitos grupos aislados de estalagmitas y varias partes con 23 paredes enmascaradas (figuras 18 y 19). A unos 150 metros, se encuentra una fosa que vencer, de unos 20 metros de profundidad y una longitud de 30 metros aproximadamente, en la que conviene emplear cuerdas para más seguridad. Después de este obstáculo, seguimos a la zona VII, desde donde arranca la subida por la derecha, algo difícil, por sus lisos declives y desnivel. Una vez arriba, se atraviesa un angosto paso gatero, pero que compensa, por entrar en uno de los recintos más bellos de la cueva (figura 20 al 24). En la Sala VIII existen, a la derecha, unas simas sin explorar; el paso es difícil por el declive muy liso al borde de las mismas (figura 22). Desde este lugar, a la izquierda, casi vertical y difícil, de unos 8 metros aproximadamente, todo ello vidrificado, nos lleva a un recinto de extremada belleza, donde existen unas curiosas formaciones en grandes banderas, sin duda formadas por la excelente ventilación y aire fuerte que por allí pasa. Tiene además una cantidad muy grande de columnas de todos los gruesos y tamaños. Esta zona aún queda sin sacar fotografías por causa de su difícil acceso.
Para llegar a la Sala IX, la más imponente en formaciones, «Sala de las Maravillas», bien empleada esta denominación, hay que hacer un pequeño descenso bordeando la pared de la izquierda y sobre bloques enormes, aprisionados unos sobre otros, formando simas, camino muy accidentado, y subiendo otra rampa bastante inclinada, pero no tan difícil, nos hallamos en pleno laberinto estalagmítico de dicha sala. De su belleza dan idea las fotografías de las figuras 25 al 35. No es preciso emplear aquí más palabras sobre su belleza, ya que es allí donde hay que ver su magnificencia. Este recinto aún no está del todo explorado, porque dista de la entrada a 3 horas de camino. En la parte baja de esta sala, se encuentra un gran lago (figuras 26 al 38). En las paredes y techo sobre este lago, existe una maravilla de conjunto de múltiples formaciones policromadas, como se puede apreciar por la fotografía de la portada hecha originalmente en COLOR.
Volvemos a la Sala VII, para iniciar la bajada a la zona de las aguas, verdadero camino de «montañismo subterráneo» (figura 39). En este curso de las aguas subterráneas, Sala X , nos encontramos con un caudal de agua bastante considerable, hasta en tiempos de estiaje (figura 40). Para pasar por aquí, es conveniente asegurarse del estado del tiempo, para no quedar aislados por las inundaciones, tomando las debidas precauciones, ya que en tiempos de deshielos rápidos y tormentas, se debe de llenar por completo. Siguiendo el cauce del agua Zona XI, llegamos a una especie de túnel, de unos 20 metros de longitud, que termina en una boca estrecha, donde se forma el primer lago o estancamiento de agua de bastante profundidad, que solamente se puede vencer con bote neumático, pues sus paredes son muy lisas y no tienen agarres de ninguna especie. Pasado este lago, hay una galería hacia arriba sin explorar. Aparecen unas extrañas formaciones en banderas y bellos rosetones en el techo. Llegamos a otro estancamiento de agua, al cual hay que bajar por declive muy liso, algo difícil para embarcadero, atravesado el cual, en línea recta de unos 50 metros, es donde cambia bruscamente el curso de la cueva, que hasta ahora ha sido del OE. al E. y tuerce ahora rápido en dirección al SUR.
Aquí terminan las investigaciones llevadas al croquis que va al final de este libro.
Los datos restantes sobre la continuación investigada son tan amplios, que nos vemos precisados a dejarlos para la publicación del segundo tomo.
TEOFILO ALONSO Y FELIPE FRICK
EL TURISMO DE AYER Y DE HOY
Siento de verdad que esta pequeña colaboración no pueda revestirla del poder fascinador que tienen las grutas, para que el clamor del mismo cundiese por todo el Orbe, y de todas partes acudiesen turistas, que atraídos por los cantos de las bellezas, vayan a Valporquero a visitar sus maravillosas grutas.
El turismo de hoy ocupa un lugar privilegiado en el mundo moderno, debido al enorme impulso que ha tomado la espeleología.
Hoy las grutas suelen ejercer sobre nosotros un irresistible atractivo, dada la gran variedad de bellezas y maravillas, y que siempre tienen un encanto al que muy pocos pueden sustraerse.
Hablar del turismo que ayer se practicaba con el de hoy, es un tanto difícil a causa de las dificultades que existían en los medios de locomoción.
Tengo a la vista un folleto editado por la Junta Provincial de Turismo de León del año de 1929, en el que muestra la insignificancia con que resaltaba las Grutas de Valporquero.
El turismo hace 30 años en nuestra Provincia, apenas se le daba importancia, pues solamente la Catedral de León era visitada por millares de españoles y extranjeros, por su magnífica arquitectura y fervor religioso.
Al mismo tiempo eran motivo de visita también, San Isidoro, San Marcos, Palacio de los Guzmanes, etc., etc., evocación genuina de un pasado glorioso; pero no se alzó la voz de ningún hijo de nuestra Provincia ni del organismo indicado para hacerlo, y para decir que las Cuevas de Valporquero tenían que ser una de las primerísimas rutas de turismo leonés.
El recuerdo de deficiencias lamentables, a causa del acceso al pueblo de Valporquero, es lo que de nuestra Provincia se llevaron millares de turistas cada año que pasaba, y esperamos que las mismas se corrijan ensanchando el trozo de camino en el pueblo de Felmín.
Según estadísticas del Patronato de turismo de 1955, visitaron León 20.394 personas, de ellas 15.325 españolas y 5.069 extranjeras. Creemos debiera existir en la Oficina de Turismo folletos ilustrados con fotografías y rutas indicadoras, en las que se detalle el itinerario hasta las Grutas de Valporquero, dando siempre un ejemplar a cada turista que nos visite.
Por el año de 1925, el turista aficionado a la espeleología, que se atrevía o intentaba subir hasta Valporquero, tenía que hacerlo por caminos intransitables y a lomos de burros unas veces y a trozos andando, jadeantes y sudorosos, diseminados por aquella cuesta arriba, apoyándose en cachas y palos que cortaban de los espinos que hay al lado del camino.
Constituía por aquella fecha un gran sacrificio a causa de los deficientes medios de locomoción, porque no existía el coche de línea de Matallana a Cármenes, hoy tan importantísimo, puesto que su paso por Felmín favorece bastante, y se tiene en cuenta en los proyectos de algunas excursiones.
ESPELEOLOGIA. — Tenue expresión del ayer y que en mis años de niñez la practicábamos algunos de Valporquero, con aquella ilusión sublime de la juventud.
Ningún valladar se oponía a nuestros impulsos. Todo nos parecía fácil. Nada ni nadie se podía interponer en nuestro camino, todo lo arrollábamos.
Esperábamos la llegada de algún visitante valiente (antes de la construcción del camino vecinal), ya que de tal podía denominársele, puesto que por entonces no era empresa fácil subir por aquellos caminos de cabras. La llegada del turista o expedición en visita a las Cuevas, era la disculpa que pretextábamos en nuestras casas para servirles de cicerone y saciar nuestros inacabables deseos para descubrir los secretos de las mismas.
Aún me parece estar viendo los tres molinos que había a la entrada de la boca de la cueva «EL CARROCERA», «EL DEL MEDIO», y «EL TRASGON».
En el exterior y a pocos metros de la boca, existen los restos bastantes claros aún, del antiguo molino «EL CUBO», el cual molía con las aguas que se perdían de la Fuente de Gocillo en el Cuayón, Las Traguancias y el Reguero La Hoz.
Las Aguas pasadas del dicho molino, discurrían por entre sahucos y felegrinales y eran tragadas por las fauces de las Cuevas de Valporquero. Pero esas aguas cambiaron de curso y se hace necesario que vuelvan a pasar en todo tiempo por la entrada de las cuevas, cosa que puede llevarse a cabo con un costo muy pequeño.
Cuantas veces sin saber nada nuestros padres y sin medir los peligros que nos acechaban, nos adentrábamos a desentrañar los múltiples secretos que guardan en sus entrañas las Grutas de Valporquero. Unas veces haciendo de cicerone a algún turista, otras por nuestra cuenta y sin contar con nadie, después de varias horas de andar, salíamos al exterior nuevamente con las ropas y calzados hechos girones.
A trueque de retroceder en mi descripción a los años de 1925 hasta hoy, he de hacer bien patente, que carecíamos de todo avituallamiento, confiándonos solamente a nuestro esfuerzo, con unos manojos de paja, que sacábamos de los techos del «Pinto», «El Zazo» y el «Tío Pericón», candiles de petróleo, y unas cuerdas con bastantes nudos, y que por verdadero milagro en más de una ocasión no caímos por uno de los abismos.
En una de las expediciones que hicimos Salvador e Higinio Díez, Pedro el de «Quico», Tomás y Cele Díez, llevábamos un baño de niño para poder atravesar uno de los lagos que se interponía a nuestro paso y seguir los descubrimientos, pero por no tener la estabilidad suficiente, se fue al fondo, no habiéndolo podido recuperar.
Entre las muchas expediciones que se llevaron a cabo, la de más resonancia fue una que hicimos Roberto, Pepe y Eduardo Tapia, Pedro el de «Quico», Salvador e Higinio Díez. Entramos a las 10 de la mañana y salimos a las 8 de la noche, habiendo estado 10 horas dentro.
Cuando salimos estaba todo el pueblo esperando a la boca con luces, cuerdas y herramientas, temiendo nos hubiese ocurrido algo. No creo necesario detallarles el recibimiento que me hicieron a mí... me esperaba la cena con el correspondiente postre... ¡Felices días aquellos que no volverán más! Días en que la espeleología la sentíamos de todo corazón, nos veíamos abrazados a ella, y nos lanzábamos a la conquista del Mundo subterráneo sin los elementos necesarios. Nunca decíamos adiós a nuestras grutas, sino siempre volveremos mañana.
Puede decirse sin embajes que los avances hechos en las Cuevas de Valporquero, después fueron pequeños a causa de ciertas dificultades. Téngase en cuenta que aquellos espeleólogos de hace 30 años, podía denominárseles triunfadores, y bien merecen hayamos citado sus nombres para halagarles con el recuerdo.
Nos agrada saber ya de la posibilidad de un Patronato, integrado en primer lugar por la Diputación Provincial, por ser ésta quien hizo las primeras vías de comunicación, Patronato de Turismo, Excelentísimo Señor Gobernador Civil de la Provincia, etc. La misión del dicho Patronato será, resolver cuantas dificultades hay y se presente, tales como: Cierre de las Cuevas; Alumbrado de las mismas; Arreglo interior para mejorar el acceso, y por último, resolver con la mayor urgencia esa travesía de Felmín, que impide el paso a vehículos grandes.
Desde Felmín se ve la silueta de la Escuela e Iglesia de Valporquero, encaramada allá arriba en lo alto del Otero, el lugar más pintoresco de la montaña. Como decía un autor: «La montaña ve venir las cosas desde muy lejos». Tiene la mirada larga, el pecho libre la cabeza fría.
El serpenteo de la carretera ascendiendo por Bragoyo, en zizagueantes curvas, llega hasta Urrión, y vuelve para deslizarse suavemente por aquellas veredas tan enriscadas de La Cerra y Las Golpeeras. Corre en busca del verdor de los prados del Brimero, con sus espinos desmedrados, sigue por la Fuente Llano, pasando por El Retorno, para terminar con un respiro en el Majestuoso mirador del Otero, de paisaje claro, limpio y reidor.
Planicie suavemente quebrada y circundada por armoniosas colinas. Atalaya de las montañas leonesas, con diversidad de matices, que paulatinamente van adquiriendo entonaciones diversas.
Yérguese con orgullo La Peña La Grande, La Vallina el Torno y Muezca, de escarpes poco menos que inaccesibles, con mesetas recortadas en la roca. El paisaje es impresionante y raya en lo inenarrable.
Cuando asoma el verano, Valporquero va recobrando paulatinamente la gran alegría de los que van llegando, muchos turistas e hijos del pueblo en su mayoría, que vuelven ufanos a su querido pueblín, lugar de gratos recuerdos, para recibir durante la temporada estival, las caricias y las brisas de los lugares y hogares que los vio nacer.
¡Ilusión encantadora! Vuelven para contemplar aquel inmenso océano de los cielos.
Bríndase como mirador y recreo de los mismos, en todo momento y constantes tertulias, «El Otero», «El Cueto», «Tejeo» y los «Cabros». ¡Espectáculo maravilloso, desde donde se dominan todos los horizontes!
La nostalgia de los montañeses hacia sus hogares, es devoción muy peculiar en ellos.
Valporquero, que ha tenido la suerte con un puñado de hijos, que saben ver de lejos, y, desde lejos, los anima un ardiente amor por el terruño, dotados al mismo tiempo por un amor patrio y capaces de todos los sacrificios. Agrégese a esto la idiosincrasia especial del pueblo que lo distingue de los demás.
Puede llamarse ejemplar la lucha emprendida por los valporqueranos, que a costa de grandes esfuerzos y sacrificios, lograron ver coronados por el éxito de la obra iniciadora y deseada, y, que representa, sin duda la más alta expresión de su progreso. La carretera que lo pone en contacto con el mundo.
Viven prendidos en sus corazones los recuerdes de las notas algareras para recibir con todos los honores a las fiestas anuales de la Patrona, y procurar que estas sean siempre lo mejor de lo mejor.
En todos los que forman parte de la gran colonia de hijos del pueblo fuera de él, y en ese día tan tradicional para ellos, puede decirse que todos a una abandonan sus quehaceres cotidianos en distintas actividades, y los más comerciantes, y como un solo hombre van a Valporquero, como sea, a recordar un pasado para ellos glorioso.
Una emoción subterránea fluye siempre en ellos con las ansias de engrandecer a su pueblo.
La nota típica del buen humor entre los Valporqueranos rememorando las viejas costumbres y recuerdos de sus antepasados la dan todos los años, Augusto, Pedro y Enrique el del «Cura», Emeterio, Enrique, «El tío Salvador», El Majetón, Isidoro, etc., etc.
Rindamos un pequeño tributo con el recuerdo al fallecido y perpetuo presidente Juan Láiz «Calores», todo entusiasmo en favor y sacrificio por su pueblo, el cual dio pruebas en todo momento de los quilates de su abnegación y el temple de su espíritu en consonancia con su figura de Gigante. Para él una placa conmemorativa en lo alto del Otero.
Créanme sinceramente, soy un enamorado de las cosas de mi tierra. Desde las columnas del desaparecido diario «La Mañana» y «Proa», en mis asiduas colaboraciones he manifestado siempre el claro amor que por ella siento.
Recuerdo con fe viva mis montañas porque nací en ellas, y como hijo devoto devuelvo vida por vida. Que no otro regalo retributivo supone la tarea de darles nacimiento literario (?)
BOPL, 24 de mayo de 1955
Diputación Provincial de León
ANUNCIO
Habiendo solicitado autorización D. José Eguiagaray Pallarés, como Presidente de la Sociedad deportiva «Casino de León», para realizar obras de cruce con una conducción de agua en el camino vecinal de «De la C.ª de Adanero a Gijón a la de Villacastín a Vigo a León», se hace público para que durante el plazo de quince días se puedan presentar reclamaciones por quienes se consideren perjudicados, en la Secretaría de esta Corporación.
León, 13 de Mayo de 1955 — El Presidente, P. I. , Joaquín Echegaray
El Diario Palentino, 3 de mayo de 1960
LEÓN
BUENA LABOR TURISTICA. — En la última Junta Provincial de Turismo. presidida por el Gobernador Civil, los reunidos coincidieron en torno a la colaboración y apoyo para llevar a cabo un programa conjunto de divulgación y acción turística.
El Presidente de la caja de Ahorros prometió que la entidad que preside editará un folleto, con mapas en colores, en el que se resaltará el interés turístico de la provincia. La Cámara de Comercio, por medio de su representante, ofreció una importante suma de dinero y la edición de folletos y otras publicaciones de interés turístico. La Diputación Provincial costeará veinte grandes indicadores en lugares estratégicos de distintas regiones españolas, y la instalación do fluido eléctrico en las famosas cuevas de Valporquero.
Próximamente, al igual que se ha hecho en otras localidades, se celebrará en el Bierzo una Asamblea Cornal-cal de Turismo. Dentro de poco tiempo serán inauguradas las nuevas oficinas de turismo. que han quedado instaladas en una casa de la Plaza de la catedral.
Pueblo, 5 de diciembre de 1961
"OPERACIÓN VALPORQUERO"
17 ARRIESGADOS LEONESES CULMINARON UNA DE LAS MÁS EXTRAORDINARIAS HAZAÑAS ESPELEOLÓGICAS
CUATRO KILOMETROS EN ONCE HORAS DE ODISEA SUBTERRANEA
Hasta ahora nunca se había llegado más allá de quince o veinte metros en el interior de la cueva
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Por WENCESLAO ORTEGA
Mi amigo Onésimo es un gran admirador de la Naturaleza, y de tan gran admirador, siempre lo consideré exagerado. Al menos, éste es el concepto en que durante mucho tiempo he tenido a mi compañero de la Infancia y del bachillerato, y por esta razón había rehusado en varías ocasiones acompañarle en una de sus expediciones por la montaña leonesa. Para él no había espectáculo ni deporte que le agradara más. Se pasaba los días esperando con ansiedad la llegada del domingo o del día de fiesta para dirigirse con sus compañeros de equipo a Valporquero. Y al regreso de sus excursiones, cuando nos encontrábamos, comenzaba inmediatamente a contarme entusiasmado la última aventura realizada, los peligros que habían sorteado y las penalidades pasadas. Sistemáticamente, como si tuviera algún interés en que yo comprobara la veracidad de sus descripciones, o tal vez para convencerme de que no era todo lo exagerado que yo le creía, al menos en aquella ocasión, me dejaba caer de nuevo su Invitación. Nunca llegó a convencerme, acaso porque no pensé jamás que mereciera la pena perder un domingo en la montaña o porque no llegué a creer en serlo las fantásticas aventuras que me relataba.
LA GRAN AVENTURA, CULMINADA
De ahí mi sorpresa cuando, al tomar el periódico una mañana, a finales del pasado agosto, vi incluido el nombre de Onésimo González en el grupo de los valientes y arriesgados espeleólogos leoneses a quienes se atribuía el haber llevado a feliz término de una de las más extraordinarias hazañas de la espeleología. El grupo espeleólogo de la Sociedad Deportiva Casino de León había llevado a cabo la llamada “operación Valporquero”, explorando esta hasta entonces tenebrosa y casi desconocida cueva.
Diecisiete hombres habían penetrado, a las diez de la mañana del domingo 20 de agosto, divididas en tres grupos, cada uno con una misión concreta, previamente asignada. Una de estas secciones debería ir en punta, y a ella estaba encomendada la misión de hallar la salida de la cueva. Otra estaba encargada del aprovisionamiento y de ir recogiendo el material utilizado por el grupo de cabeza, y a la tercera estaba atribuida la misión de servir de enlace durante toda la travesía.
Después de haber recorrido cuatro kilómetros en once horas de odisea, estos hombres salieron a la superficie por una resurgencia conocida con el nombre de “La Covona”. La noticia corrió rápidamente, y los protagonistas fueron recibidos jubilosamente, con encendidos aplausos, por centenares de personas que desde muy temprano se habían desplazado a este lugar llevadas de la curiosidad.
LA CUEVA DE VALPORQUERO
La cueva de Valporquero se halla situada a unos 45 kilómetros al norte de León, en las estribaciones de los montes cantábricos. No se sabe a cuántas generaciones se remonta el conocimiento de esta gruta, pero en todo tiempo parece que los pastores entraron allí a cobijarse del agua o de la nieve. Tal vez alguno de ellos, más atrevido, penetrase tratando de descubrir sus misterios, pero nunca logró llegar más allá de los 15 ó 20 metros.
Ciertas viejas de los contornos atribuían a esta cueva no sé qué hechicerías y misterios, envueltos en brujería, pero lo cierto es que en todo caso constituyó siempre para los moradores de aquellas montañas una especie de enigma.
En los últimos años, los montañeros leoneses entraron hasta los 800 metros por aquel mundo sinuoso de sombras y de rincones, y establecieron una ruta principal, para la que habilitaron puentes, pasadizos y señales. Esto era lo conocido hasta que el grupo espeleólogo leonés se propuso llevar a cabo la gran empresa de descubrirla.
Desde el punto de vista geológico y orogénico, esta cueva parece ser un producto de la erosión del agua en su aspecto dinámico-químico. Es todo un conjunto mineralógico de rocas calizas, estratificadas inicialmente en forma de mesa, que se han ido transformando paulatinamente, estando clasificado en la actualidad como “karst” de montaña. En la composición caliza encontramos cantidades de arcilla y de hierro y pequeñas cantidades de carbonato magnésico. Hay también vetas de calcita pura y transparentes cristales de espato de Islandia. Existen una gran cantidad de sumideros, que dan paso a grandes simas. El accidente principal es una sima obstruida por desprendimientos, además de numerosísimas oquedades de fondo no determinado por su estrechez. (Continuará).
Pueblo, 6 de diciembre de 1961
"OPERACIÓN VALPORQUERO"
17 ARRIESGADOS LEONESES CULMINARON UNA DE LAS MÁS EXTRAORDINARIAS HAZAÑAS ESPELEOLÓGICAS
La "Virgen del Paso" es una estalagmita que semeja a María con el Niño Jesús en los brazos
Una «Gran Vía» y una «Sala de las Maravillas» en este sorprendente mundo subterráneo
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Por WENCESLAO ORTEGA
Por fin me había decidido ir a Valporquero con mis amigos. — La entrada de la cueva se encuentra situada en un valle ciego, formado por desprendimientos de una antigua sala de la caverna. Cuando dirigí la mirada a la negra boca de la cueva, un escalofrío corrió por mis venas. Anhelaba penetrar, por conocerla, y sentía un gran pánico ante el mundo desconocido; dos sensaciones que se confundían. Creo que me conforté algo al ver la cara del buen guarda sentado allí, impasible, al pie de la roca y como la roca misma.
Los tres espeleólogos que iban a acompañarme en esta aventura entraron decididos, como quien entra por su propia casa. Esta actitud me dio ánimos.
Las grandes proporciones de la entrada dan paso a una no menos enorme cavidad, con bastante declive, llena hasta el fondo de bloques paralelepipédicos. Esto es como el “hall” de un gran hotel, donde mis amigos comenzaron a prepararse. Botas, escalas, linternas, carburos; en fin, el atuendo obligado para la incursión. Tras colocarnos el casco protector, don Teófilo dio la voz de: ¡listos, adelante! Al instante, mis tres acompañantes y yo, unos tras otros en hilera, formamos una silenciosa procesión de antorchas, que comenzaba a reptar por la cueva. Yo tomé mis precauciones y me situé en medio, sin separarme más de dos pasos nunca de Miguel Ángel, que en cabeza.
No habíamos dado muchos pasos cuando nos encontramos con una gran rampa de microlagos. Ascendimos un pequeño repecho y llegamos a una pequeña sala, cuyo suelo está formado por una imponente acumulación de rocas sometidas a un lento proceso de descalcificación. En tiempo de invierno, me dicen, corre por esta sala un verdadero río, que ha originado la importante acumulación de cantos rodados que en ella encontramos.
Apenas sin detenernos, pasamos ahora por una nueva galería, con un suelo cubierto de terra-rossa, que contiene restos fósiles de antiguos animales. No sería extraño que entre ellos se hallara el de algún troglodita prehistórico.
Salimos por un largo y angosto pasillo lleno de recovecos que desemboca en una minúscula sala. Nos encontramos allí con la primera estalactita que nos indica el paso de una nueva galería de perfiles sumamente raros y de una gran belleza. Destaca, sobre todo, una preciosa estalagmita que asemeja una Virgen con el niño en los brazos. Nuestros espeleólogos han dado en llamarla “Virgen del Paso”, debido a que a sus pies se abre una especie de puente rocoso que, cruzado, nos pone en camino de una rampa llena de formaciones estalactíticas. Su laberíntica disposición hace de este recinto uno de los grandes atractivos de la cueva. Me hubiera. quedado gustoso un buen rato contemplando aquella maravilla.
Pero había que continuar, y continuamos; ascendiendo unas veces y descendiendo otras. A uno y otro lado veíamos nuevas salas, algunas de las cuales han sido ya exploradas, otras, la mayoría, están aún vírgenes.
Nos tentaba a menudo la curiosidad de abandonar el recorrido principal para tratar de descubrir el encanto y el misterio de aquellos antros oscurísimos, en los que el hombre no ha puesto nunca sus plantas. Pero era imposible. Teníamos que recorrer mucho aún hasta llegar a la “Sala de las Maravillas”.
Cruzamos ahora una pequeña corriente de agua cristalina, y, tras un pequeño ascenso, nos colocamos en la “Gran Vía”.
LA “GRAN VIA”
Sí. Este mundo misterioso de la naturaleza tiene también, como las grandes acrópolis, su avenida principal. Es un pasillo de enormes proporciones, sobre todo por lo que respecta a la altura. Mis amigos aseguran que allí cabe perfectamente la catedral de León. Nuestra voz retumba como si usáramos altavoces. Pero lo que me impresionó más fue una enorme fosa que se abre por uno de sus lados, una enorme sima cuya profundidad no ha podido saberse. Lanzamos una piedra que, al ir tropezando las paredes, nos va dando la idea de su hondura. El ruido que hace al caer disminuye, y llega un momento en que no se percibe. Luego, vuelve a sentirse otro golpe seco, allá en el abismo. No se sabe si ha llegado al fondo.
Riscos y enormes pilares en zigzag sostienen aquellas bóvedas que parecen confundirse con el cielo oscuro de una noche tenebrosa. En muchos sitios nuestra iluminación es escasa para llegar a aquellos techos de piedra.
Como contraste, al abandonar la “Gran Vía”, entramos en un corredor muy estrecho, en el que destaca una singular columna de gran magnificencia: la “Columna solitaria”, rodeada de finísimas estalactitas, que ponen un signo de original belleza en este pequeño recinto.
PELIGRO
Unos metros más adelante, unos tramos de profundísimas simas. Se hace preciso tomar aquí las máximas precauciones. Los espeleólogos han colocado en ciertas barreras unos pasadizos de madera, que crujen roncamente a nuestro paso y hace perder la respiración. Para pasar por ciertos sitios, con el abismo a los pies, es necesario agarrarse férreamente a las paredes, y, asegurarse previamente antes de dar un paso en falso que podría ser fatal.
Ayudándonos mutuamente, vamos pasando estos arriesgados tramos, y las estalactitas y estalagmitas que hallábamos eran como el preludio de la gran profusión que de estas formaciones íbamos a encontrar al final de una pronunciada pendiente, que hubimos de remontar, también con no pocas precauciones, debido sobre todo a lo resbaladiza del suelo.
Estábamos al fin ante la "Sala de las Maravillas”.
“LA SALA DE LAS MARAVILLAS”
Fue imposible hallar un calificativo mejor para ello. Prodigioso espectáculo el que nos ofrece este lugar. Toda la “magia” de la naturaleza parece haberse conjugado aquí para componer el conjunto más variado y espectacular que puede imaginarse: estalactitas y estalagmitas en desordenada armonía de colores y proporciones se nos presentan a lo largo y a lo ancho de esta galería con tal profusión que se tiene la sensación de sufrir una pesadilla. Nuestra iluminación nos permite contemplar unos fondos de variadísima ornamentación, espejeantes y misteriosos, como un cuento oriental.
Aquellas concreciones calcáreas de todos los tamaños forman rarísimas figuras: conos, agujas y espadañas se tuercen y retuercen caprichosamente, y componen, una estampa inverosímil, cuya extraordinaria belleza resiste toda comparación.
¡Y qué silencio lo envolvía todo!
El día de Palencia, 31 de julio de 1965
SUBVENCION PARA EXPLORAR LA CUEVA DE VALPORQUERO
El Ayuntamiento de esta capital ha concedido una subvención de mil pesetas al grupo espeleólogo de Peñalba, para ayudar a la exploración de la Cueva de Valporquero
BOPL, 4 de octubre de 1965
GOBIERNO CIVIL DE LA PROVINCIA DE LEON
CIRCULAR
Teniendo conocimiento en este Gobierno Civil de que grupos de espeleólogos sin control, tanto extranjeros como nacionales, penetran en cuevas que pueden tener interés prehistórico y arqueológico causando irreparables daños en yacimientos y objetos arqueológicos, intereso de todos los señores Alcaldes de la provincia y Comandantes de Puestos de la Guardia Civil prohíban en absoluto la entrada de toda persona en mencionadas cuevas sin el correspondiente permiso expedido por el Patronato de las Cuevas Leonesas o bien acredite pertenecer al Grupo Espeleólogo de Peñalba de la Sociedad Deportiva Casino de León, al mismo tiempo que vigilen con todo celo el cumplimiento de cuanto se dispone.
León, 29 de septiembre de 1965. El Gobernador Civil, Luis Ameijide Aguiar
El Diario de Ávila, 1 de agosto de 1966
LEON. — Las maravillosas pero apenas conocidas cuevas de Valporquero, de esta provincia, y en cuya visita se invierten dos horas, fueron abiertas provisionalmente al público el día 31, en vista de las insistentes peticiones que en tal sentido se han hecho a la Diputación Provincial de León, de la cual dependen. Sin embargo, la inauguración oficial, con todos los trabajos de acondicionamiento y de iluminación que se están terminando, se efectuará más adelante.
Libertad, 9 de octubre de 1969
VISITA CULTURAL DE LA ASOCIACION DE ESCUELAS SINDICALES Y DE CAPACITACION SOCIAL A LEON
El pasado domingo se organizó por la Asociación de Escuelas Sindicales y de Capacitación una excursión a León, integrada por asociados y familiares, en número de ciento veinte, al frente de los cuales figuraba su Junta rectora; Presidente, don Ramón Falla Ramos; Secretario, don Julio Parrilla Rodríguez; tesorero, don Ricardo Pérez Lauria; vocales, señorita Alejandra Bujedo, don Vicente Gervás Piedrahita y don Domitilo del Amo Pastor.
A su llegada fueron recibidos, en el salón de actos de la Delegación Sindical, por el vicesecretario de Ordenación Social, don Antonio Diez Carro, quien les dio la bienvenida y pronunció unas emotivas palabras, alentando el desarrollo y fines de nuestra Asociación, facilitándoles folletos de información turística de la ciudad y sus monumentos, así como de la provincia, ofreciéndose gentilmente y acompañando a nuestros asociados en su visita a las Cuevas de Valporquero, así como el presidente de la Asociación de nuestra provincia hermana, don Francisco Rodríguez López; don Ramiro Ramos, asociado y concejal del Ayuntamiento de esa ciudad, así como varios miembros de aquel Consejo Delegado, recibiendo en todo momento multitud de atenciones y explicaciones durante y a lo largo de su visita a esta maravilla subterránea, grandiosa y magnificente en todo el sentido de la expresión, incluso para quienes ya conocían cuevas como las del Drach, Artá, Campanet, Hams, El Águila, etc.
El Diario de Ávila, 9 de marzo de 1970
El ministro de Información y Turismo, señor Sánchez Bella visitó en León las Cuevas de Valporquero y el Puerto de Pajares en el curso de su estancia en la provincia leonesa.
El Diario Palentino, 13 de junio de 1970
LEON
72.000 TURISTAS VISITARON LAS CUEVAS DE VALPORQUERO EN 1969.
— Setenta y dos mil turistas visitaron las cuevas de Valporquero en 1969. Por provincias. después de la de León, figura Valladolid en segundo lugar. con más de 16.000 personas, seguidas de Asturias, Zamora y Palencia. notándose este año afluencia de extranjeros en numero que se aproxima al millar.
Los ingresos, al igual que el número de visitantes, han ido creciendo desde 1967. habiendo pasado de las 32.234 pesetas alcanzadas en dicho año, a los 2.770.472 pesetas en 1969.
Las inversiones realizadas, en alumbrado, sonorización, armadura. servicios higiénicos, ampliación del bar, bodega, tubería. para el agua, aparcamiento, etc., se elevaron a 2.647.566 pesetas, aparte otros de energía eléctrica, guías y personal, vallas, publicidad, etcétera.
La Diputación tiene en proyecto la construcción de un parque forestal por importe de 7.719.593 Pesetas.
El Diario Palentino, 13 de mayo de 1971
A PARTIR DEL DIA 15, SERAN ABIERTOS AL PUBLICO LAS CUEVAS DE VALPORQUERO.
— El presidente de la Diputación ha comunicado que, a partir del día 15 de mayo actual, se abrirán al público las Cuevas de Valporquero, con el mismo horario y condiciones del año anterior.
Se presume que este año será mayor el número de visitantes, no sólo de las cuevas, sino del hermoso complejo turístico que las rodea: Vegacervera, Hoces, el río, Felmín, el mirador y el camping.
El Diario de Ávila, 9 de febrero de 1972
Homenaje a un espeleólogo ejemplar
LEON. — Tuvo lugar una cena homenaje del Grupo de Espeleología y Montañismo Peñalba de la Sociedad Deportiva Casino de León, al decano de esta modalidad deportiva don Manuel Riesco.
Acudieron al mismo medio centenar de personas aproximadamente, de ambos sexos, ya que a este grupo pertenecen también señoras y señoritas. Comenzó con un discurso muy emotivo del Secretario del Grupo, don Félix García Serrano, quien puso de manifiesto los méritos de don Manuel Riesco, en sus aventuras para desentrañar los misterios que encierra la naturaleza, sobre todo en las profundidades de las cuevas y la alta montaña, dejando bien claro, que el homenaje es bien merecido a este adelantado de la Espeleología, que cuando no muchas personas sabían de su existencia, había recorrido varias veces las famosas Cuevas de Valporquero, unas de las más bellas de España.
Terminó diciendo que todos los espeleólogos tenían que aprender mucho del señor Riesco y podían seguir Su ejemplo. A continuación habló el presidente del Casino, el prestigioso abogado, don Urbano G, Santos y Díaz Caneja, quien tuvo encendidas frases de elogio para la figura del homenajeado, haciéndole entrega, como recuerdo, de un trofeo, obsequio del Grupo Espeleológico con la colaboración del Casino.
Finalmente el presidente del Grupo de Espeleología y Montañismo, don Teófilo Alonso Prieto, tras insistir sobre la figura del señor Riesco, como espeleólogo y montañero, agradeció al presidente del Casino su asistencia y su adhesión al acto. El homenajeado, en sentidas palabras, dio las gracias y leyó unas cuartillas en las que se hace un resumen de los descubrimientos efectuados en la gran Cueva de Valporquero, en lo que ha colaborado mucho el señor Alonso Prieto.
El sifón de la Covona (2011)
El Profesor Onésimo González recopila los datos de la 'conquista' hace medio siglo de la unión entre la Covona y el sistema de cuevas de Valporquero.
Cueva de Valporquero
La especie humana se ha caracterizado por tratar de conocer todo lo que existe más allá de lo que tiene enfrente y percibe por los sentido. «Acá», el presente. «Allá», el futuro. ¿Quién comenzó la exploración de las Cuevas de Valporquero? Los primeros explotadores buscarían el «más allá»... En la cueva la constancia humana en el tiempo no existe. Restos antiquísimos, hasta ahora, no han aparecido. Lo constatado se remonta a las dataciones del pueblo que, pudo tener origen en la cultura castreña. Dejemos paso a otros estudiosos. Tratemos de comunicar aquello que hemos visto, oído, gustado, olido y tocado.
La historia, más o menos reciente, de las exploraciones en la Cueva de Valporquero y afines al sistema, Valporquero-Covona, se realizó en cuatro fases diferenciadas.
Una primera en la que los mozos de Valporquero, especialmente Isidoro, Juan, Salvador, Higinio, Pedro, Tomás, Pepe, Eduardo, y algunos de Felmín (David y Avelino) exploran: Gran rotonda, Salas de la Izquierda (de la Virgen), Gran vía, entrada al Curso del Agua, Columna Solitaria y -posiblemente- hasta la colada que asciende a la Sala de las Maravillas.
En la segunda espeleólogos del Grupo Peñalba del Casino de León junto a los del Bancobao y alumnos del Instituto Padre Isla (los vecinos se integraban en las expediciones) exploran el curso del Agua, Sala de las Maravillas, la Gran Cascada, la Covona y su sifón.
Durante la tercera se enlaza la Gran Cascada con el sifón de La Covona (día 20 de agosto de 1961). Desde el evento las exploraciones se intensifican: Sil de las Cabras. Segunda y tercera exploración de La Covona. Pozo Graíl (segunda), Cueva de la Virgen, Cueva del Arbolario. Pozo del Maestro. La Fontana. Cueva de Los Molinos (El Naranco).
En la cuarta, la espeleología se proyecta al exterior. La expedición anglo-española Graíl y Marqués 65 da paso a otras nacionales e internacionales. Equipos y técnicas mejoran. Gracias a la «modernización» se descubre y explota la Sima de las Perlas.
La Travesía y exploraciones parciales en el Pozo del Infierno, Cueva del Valle del Marqués, Cueva del Rubio, Cueva del Silencio en Vegacervera, Cueva de las Lendreras y Tibi Gracias en Valdelugueros, Pozo Mando, Cueva Barrio y La Cuevona en Valdehuesa, Cueva del Moro en Cordiñanes... potencia la práctica de la espeleología en León surgiendo diversos grupos: Espeleoje, GEM, CAR, Catoute, Collalampa...
De la segunda vamos a intentar reconstruir, por su curiosidad, el descubrimiento y travesía del Sifón de la Covona.
Desde Valporquero desciende una senda entre praderas y terrenos de centenal festoneados, en algunas lindes, por avellanos y matas de grosella. Ésta, que en un principio desciende, comienza a tomar altura hasta el alto de la Manrrosa donde enlaza con la Senda del Fontín. La vegetación cambia. Aparece un impresionante hayedo. En el suelo, escobas y brezos se entremezclan con helechos. Es frecuente encontrar matas de zarzamoras y fresas silvestres.
Pasada la Cueva del Arbolario (salida fósil del sistema) la senda deriva hacia la izquierda y desciende paralela al corte que da vistas al valle de Felmín. Aparecen dos caminos: uno, la senda de las Cebaicas, con fuerte pendiente que, tras atravesar un puente natural sobre el arroyo del Naranco nos conduce hasta Felmín. El otro, camino el Ferrero, enlaza nuevamente con la senda El Fontín. Tras unos 200 metros existe una bella campa desde la que se divisan: al frente el tajo del Torío, a la izquierda el pueblo de Felmín con sus praderas, a la derecha muy abajo la garganta de La Forgoguera y en ella se abre, majestuosa, con fuerte ruido de agua, La Covona.
Vista desde la carretera, a la salida de las Hoces, en la curva del Calero, es una enorme oquedad de la que mana una impresionante cascada espectacular en los deshielos primaverales.
La gruta, de respetables proporciones, es la salida de la cueva de Valporquero. Nunca existió duda: la presencia de restos de ladrillos fuertemente erosionados por la acción del agua, tablas, algunas con clavos oxidados, indicaban claramente su origen: Al entrar, lo primero que llama la atención es el río que surge al final. Por esos años y algunos posteriores tenía truchas. (David y Avelino lo habían repoblado portando, desde Felmín, en garrafones, bastante alevines).
El agua emerge a la derecha a partir de una bóveda sifonada. La cueva parece terminar: a la izquierda arcillas y cantos rodados, y al frente, una pared. La comunicación se intentó con una motobomba, cedida por Piva Motor, para achicar el agua. Intento vano. Se deseca un sifón y aparece otro-¦
En esa ocasión la abundancia del agua extraída enlodada como consecuencia de la motobomba con sus mangueras, dio paso a la nula potable. El abastecimiento obligó a colocar vasos, botes, latas, en múltiples lugares de goteo. Algunos espeleólogos, aparte de sed, se quejaron de frío motivado por «extrañas corriente de aire».
Meses después se descubre su procedencia: al fondo, a media parece, aparece una chimenea. Alcanzarla escalando, sin técnica y medios, era imposible (por aquellos tiempos técnica y medios se suplían con ingenio y coraje). ¿No se había conseguido traer un motor con sus mangueras, bote neumático, cuerdas, escalas-¦? Por esa misma razón se podía traer un largo y grueso tronco desde el bosque próximo. Transportado es instalado haciéndole coincidir con el comienzo de la chimenea.
El amigo Pablo Calvo (año 60), hombre curtido en mil y una lides, de estatura medida, fuerte, recio, decidido, capaz de vencer cualquier dificultad, nada se le ponía por delante, nos contó cómo fue aquella travesía: «Trepamos a lo largo del tronco hasta alcanzar la base de la chimenea. El viento, que antes se esparcía por toda la cavidad, apagó las luces de los carbureros. Tomamos una linterna y observamos unos nueve metros de gatera ascendente, casi vertical. Su estrechez nos permitía ascender encajando espalda, codos y pies. El viento azotaba nuestras ropas produciendo un ronco sonido. Dos metros antes de la cumbre el viento disminuyó su intensidad. En esta redobló su fuerza. Bajo nosotros, se abría otro pozo vertical. Metimos una clavija y fijamos una cuerda. Tras empotrar la espalda en una pared y los pies en la otra, descendimos hasta una rampa inclinada, muy resbaladiza, que descendía a un estancamiento de agua. De suelo a techo poco más de 70 centímetros».
Aunque no se descarta otra salida este sifón desecado constituye la única salida del sistema Valporquero-Covona. El fuerte tiro del aire alcanza, en algunas ocasiones, más de 40 kilómetros por hora.
«La comunicación que buscábamos tenía que estar al otro lado. Me metí en el agua que llegaba hasta los muslos. Pasé la linterna entre ellos y la cabeza, con el cuerpo tan inclinado que llegó a los hombros. Al otro lado se abría otro tubo vertical más amplio que los anteriores».
Destacamos que el equipo para el agua de los pioneros consistía en mono normal, linterna, carburero y botas de agua, llenas como era frecuente dificultaban los movimientos.
Agua más frío más viento, igual a doble frío-¦ La travesía, que ahora se efectúa en pocos minutos, ocupó más de dos horas sin contar con la elección, transporte y colocación del, hasta hace poco, «histórico tronco».
«Llegaron los compañeros. Comenzamos el ascenso. Dos o tres metros y zas, otras vez al agua-¦. Comenzamos nuevamente. Centímetro a centímetro, metro a metro, fuimos ganando altura. Casi en la cúspide descubrimos un conducto horizontal por el que surgía el viento. Al final, unos seis o siete metros por debajo, se abría una sala de proporciones espectaculares. Habíamos conseguido enlazar La Covona con el resto del complejo».
Esta sala, a la que dieron el nombre de Sala de las Perlas, (abundaban las pisolitas o perlas de cavernas) es una de las mayores de la cueva de Valporquero. Espectacular en dimensiones y belleza. Luces de carbureros y linternas no son suficiente para definirlas. Por ella discurre el río subterráneo, en su tramo final, desde la cascada de la Dificultad hasta el sifón que emerge al otro lado de la pared en La Covona.
El descubrimiento permitió la primera travesía. De no haber sido así ésta se hubiese demorado muchos años. Descender desde la entrada y efectuar el «curso de aguas» no hubiese supuesto encontrar la salida. ¿Qué es «una aguja en un pajar»...?
En más de una ocasión los guías de la Diputación han tenido que organizar rescates de espeleólogos que quedaron bloqueados al no encontrar la chimenea.
La espeleología es un deporte de equipo. Pablo Calvo no hubiese realizado el descubrimiento sin Eduardo, Teófilo, Germán, Luis, Manuel, Frik, Isidoro, Mella, Vicente, Genoroso, Salvador, Jesús, Miguel, Amancio, Miguel A.,... Ellos y algún otro perdido en la memoria formaron uno de los mejores equipos de la espeleología española. Desde aquí, a los presentes y a los desgraciadamente ausentes, nuestro homenaje. Vuestros trabajos y los realizados por los sucesores de distintos grupos espeleológicos provinciales, nacionales e internacionales han dado lugar a ensalzar esa maravilla natural abierta para deleite de todos: la cueva de Valporquero.
Valporquero, una catedral bajo tierra (2022)
La Cueva de Valporquero es, sin duda, una de las joyas de la corona del turismo leonés y una maravilla de la naturaleza; una gran catedral construida bajo la tierra y diseñada por el trabajo del agua, el tiempo y la madre tierra.
Se acaba de abrir una nueva temporada de visitas a la Cueva de Valporquero, cerca de cien mil visitantes volverán a subir la complicada carretera por la que se accede a ella desde Felmín. Apenas cuatro kilómetros de vueltas y revueltas que nos recuerdan que el placer de disfrutar de este rincón, tanto del pueblo como de la cueva, hay que ganárselo para después de la visita decir aquello de «merece la pena». Y mucho.
Tanto que la Cueva de Valporquero ya es, en esta provincia sembrada de cuevas, «La Cueva». Hay muchas más, cerca están, por ejemplo, las de Llamazares o Valdelajo, pero «La Cueva» es ésta que Fernando Rubio visitó y fotografió en 1970 y en el escueto texto con el que acompaña a sus imágenes nos deja una preciosa y precisa definición: «Catedral subterránea en el corazón de la montaña». Y es que no hay mejor figura para definirla que Catedral, bajo tierra, sí, pero Catedral, y con el mérito añadido de no necesitar constructores. O sí, pues no se si lo habrá mejores que el agua, el tiempo y la madre tierra. De la fecha de su construcción no hables porque ahí no hay quien compita, te pones a preguntar a los geólogos y te empiezan las explicaciones con un «hace 320 millones de años...».
Vale, vale. Dejémoslo más cerca, en 1966, cuando Fernando Rubio nos recuerda que había sido inaugurada. Cuatro años más tarde él acudió, e hizo las fotos, a una visita de los participantes y acompañantes del IV Congreso Nacional de la Abogacía. «Creo que fue la primera o una de las primeras visitas masivas a la cueva».
Los inicios «turísticos » de la Cueva fueron complicados, antes los vecinos hablaban del lugar al que acudían a refugiarse en la guerra cuando sonaban las sirenas por un bombardeo —qué triste que sigan sonando en nuestros días—, también de un buen refugio para el ganado y de unos pioneros que comenzaron a viajar a sus entrañas y disfrutar de un lugar mágico. Tal vez sea buen momento para recordar a gente como Luis del Hoyo, maestro del pueblo, y una especie de primer guía para quien quisiera visitarla.
Pero no solo ¿Cómo olvidar a Onésimo González? Fue uno de los participantes en una de las primeras gestas en materia de espeleología en la Cueva, doce horas en su interior para enlazar la Gran Cascada con el Sifón de la Covona, que es el lugar por el que desagua la gruta. Una gran proeza con medios nada sofisticados.
Para retomar aquellos pasos que condujeron a conocer la belleza de la Cueva de Valporquero es bueno recordar unas palabras del doctor Eguiagaray muchos años antes de abrirse al público. En 1949 ya afirmó: «Las Cuevas de Valporquero superan en belleza natural a todas las conocidas de España y el extranjero».
En ese recorrido tuvo especial protagonismo un grupo de espeleo que encontró en Valporquero su destino ideal: El Grupo Peñalba del Casino de León, habituales en el lugar desde los años 50. Concretamente desde que en 1953 lo creara Fernando Alonso Burón, que no solo de tenis vivían aquellos jóvenes. Al frente de la sección de espeleo estaba un personaje del que se hablaba, y mucho, en lugares como El Pescador, en Felmín (casa Brígida) o en el bar de Dimas en Valporquero. Era El alemán, en realidad Felipe Frick, a quien solía acompañar Teófilo Alonso, un zamorano casado en León y que se lanzó a la montaña como terapia después de verse afectado por una fuga de ácido carbónico en la fábrica de fideos que había montado.
Ellos dos, con Isidoro González, Manuel Riesco, Eduardo Miller —del que se recordaba que estuvo colgado sobre el abismo al apagársele el carburo y al volver la luz respiró pues el abismo era de 10 centímetros— fueron ganando metros a las cueva, haciendo planos y dibujos, hablando del lugar, creando la leyenda de esta Catedral.
Su incuestionable belleza se hizo incluso ‘poesía’ en las definiciones de las salas que hoy se pueden ver: Gran Rotonda: El embrujo del tiempo detenido. Pequeñas maravillas: La fantasía de lo antiguo. Hadas: La eterna canción del agua. Cementerio estalactítico: Corazón de piedra viva. Gran Vía: El vértigo de lo bello. Columna solitaria: Refinado virtuosismo. Maravilla: Un teatro de armonía.
Se pueden buscar muchas definiciones para este lugar, pero hay una frase de un espeleólogo inglés que siempre repite el ya citado Onésimo González: «Existen cuevas más grandes y más pequeñas, muy bonitas en formaciones, pero cueva que conlleva tanta grandiosidad y belleza, de las muchas que yo conozco, solo existe la de Valporquero».
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