La transición política en España se hizo con miedo e ilusión a partes iguales, pero visto con la perspectiva que proporcionan los años, era un hecho inevitable en el entorno geográfico, político y económico que nos rodeaba. También ayudó la muerte del dictador y poco tiempo antes el que se pudiera creer su sucesor. Como no podía ser de otra forma no se hizo con muchos demócratas, pues eso se ha de practicar y mucho no se había practicado, de la misma manera que la 2ª República no se hizo con muchos republicanos, sino más bien con no monárquicos algunos y otros no tanto.
Las dictaduras generan descontento entre las clases medias, profesionales liberales y pequeña burguesía, porque las élites del régimen tienden a acaparar todos los recursos entre familia y amigos.
La dictadura de Primo de Rivera, que duró algo más de 6 años, se enmarcaba dentro de una estructura monárquica regida por militares. A imagen del fascismo italiano creó su partido único, Unión Patriótica, dirigido por los grandes propietarios. Primo de Rivera dio su golpe de estado siendo Capitán General de Cataluña, de donde copió la milicia armada del somatén, para restablecer el orden público en las grandes ciudades, como Barcelona. Esta milicia se implantó en toda España y también en el medio rural.
Pues bien, la dictadura de Primo de Rivera también creo un sistema de favores y prebendas, aun con su buena intención bonapartista musoliniana. Al final, entre sus detractores estaban, parte de los militares, la iglesia, cierta burguesía, la clase política y entre ella el PSOE-UGT que colaboró en un primer momento con la dictadura. Pues bien, muchos de estos detractores eran anti-dictadura y, debido a su pasividad, anti-monárquicos, pero desde luego eran republicanos por eliminación.
La 2ª república se inicia con el asalto revolucionario al poder establecido el 14 de abril de 1931 y resulta muy difícil identificar un poder republicano después del 18 de julio de 1936. Poco más de 5 años en los que se produjeron varios intentos de subvertir el orden establecido, incluida la revolución de octubre de 1934. En ese momento los dos bandos, con sus milicias correspondientes, están perfectamente definidos, aunque fragmentados y más unidos por la oposición al bando contrario que por las afinidades dentro del mismo bando.
El periodo de guerra y primera posguerra representó un gran despliegue de ignorancia fratricida. Las organizaciones obreras y los partidos que las apoyaban se dejaron llevar por la épica de la revolución bolchevique, que les entregaba el testigo de la cruzada contra el capitalismo y el fascismo, de la que sin duda saldrían victoriosos, porque la razón y la justicia les asistía. Creían ellos claro está. Enfrente los otros cruzados tenían la cruz, el ejército profesional en su mayoría, el apoyo de Alemania e Italia y el silencio del resto de países europeos. La guerra estaba perdida desde las primeras semanas de lucha. Y el fruto de la guerra fueron los años de dictadura. Una calma chicha paralizante social y económicamente.
Se pueden reivindicar muchos de los avances sociales logrados en tiempos de la 2ª República, sin paliativos, pero es un tremendo error idealizar esos años como modelo de práctica política, ya que estuvo dominado fundamentalmente por el sectarismo, propio de grupos políticos que entienden que en ese periodo deben aprovechar las oportunidades para conseguir mediante esa representación la fuerza suficiente para imponerse a sus adversarios y dar lugar a esa revolución social que imponga a todos los ciudadanos su modelo de sociedad.
No se trata de comparar "esa" República con la monarquía precedente o la actual, o las dictaduras anteriores o posteriores. Sería deseable poder debatir sobre si se desea como marco político, una dictadura, una monarquía o una república, pero no aquella, no, fue muy mal modelo de república.
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