A finales de 1922 ya se había confirmado la falta de pago de Alemania de las reparaciones de guerra previstas en el Tratado de Versalles. El 9 de enero de 1923 se certificó que el país centroeuropeo había incumplido voluntariamente el pago de las cuotas de carbón acordadas tras su derrota en la I Guerra Mundial. Solo 2 días más tarde, los ejércitos de Bélgica y Francia ocuparon el distrito del Ruhr. Italianos y británicos no se sumaron a las medidas tomadas por los otros dos países. El objetivo del gobierno de Poincaré era tomar el control de un punto estratégico de la economía germana: el lugar donde producían el hierro, el acero y el carbón.
El canciller alemán Wilhelm Carl Josef Cuno tomó la decisión de ordenar una resistencia pasiva. Francia a su vez intentó desestabilizar otra región importante, Renania. Su siguiente paso fue sustituir al personal inactivo, pero su plan para traer nuevos equipos para poner en funcionamiento las empresas teutonas fracasó. La invasión del Ruhr fue un desastre para la economía alemana, que vio cómo el marco se quedó sin valor por la hiperinflación, pero también lo fue para la gala, que comprobó cómo el franco se devaluaba sin control.
El 20 de abril salió a la calle el primer número del periódico antisemita Der Stürmer, que contribuiría a debilitar el escaso apoyo con el que contaba la joven República de Weimar. El 26 de septiembre el canciller Gustav Stresemann declaró el estado de emergencia. La “gripe española” —que, según los datos más confiables, provocó unas 260.000 muertes en Alemania— dio sus últimos coletazos ese invierno. Varias ciudades se independizaron con ayuda francesa dando lugar a una breve República Renana. La amargura, el desempleo, la escasez y la desconfianza ante las autoridades condujeron a un crecimiento espectacular de los extremismos de todo signo, además de al asesinato político, las revueltas, el antisemitismo. “Ningún otro año preparó tanto a los alemanes para Hitler como ése”, dijo Stefan Zweig poco después: el 9 de noviembre, la policía bávara abortó un golpe de Estado en Múnich liderado por un político en ascenso: Adolf Hitler.
La ocupación de la zona del Ruhr y los disturbios que se produjeron a consecuencia de ella llevaron a la radicalización de los grupos de ideología esencialista y nacionalista del tipo Blut und Boden (Sangre y suelo) que acabarían sometiéndose a la autoridad de Hitler.
La inflación en Alemania tuvo una dimensión extraordinaria: en el momento del Armisticio, el dólar costaba 48 marcos; casi tres años después, en la primera mitad de 1921, 90; seis meses más tarde, 330, que bajaron a 320 en la primera mitad de 1922. En julio de ese año, sin embargo, la divisa norteamericana ya había alcanzado los 1.000 marcos, y en diciembre costaba 7.400. El 7 de noviembre de 1923, casi un año después, el dólar se cambiaba a 637.000 millones de marcos. Alemania no podía hacer frente al endeudamiento adquirido durante la guerra ni abonar las reparaciones posteriores, de modo que continuó imprimiendo dinero sin respaldo y alimentando así la inflación: a finales de 1922, una rebanada de pan en Berlín costaba 160 marcos; a finales del año siguiente, 200.000 millones de esa divisa. Como las denominaciones habituales se habían vuelto poco prácticas, 1923 vio la circulación de una moneda de 5 millones de marcos, así como de billetes de 50 millones, 500 millones y 50 millones de billones de marcos. El resultado fue un enorme malestar social y una incertidumbre que arrojaban a los alemanes a los brazos de cualquiera que se dijese capaz de poner orden en los asuntos del país. Como escribe Christian Bommarius en Im Rausch des Aufruhrs (En la embriaguez del disturbio), “la gente experimentó con una enajenación frenética la velocidad a la que se devaluaba el dinero. Fue una época devastadora para los alemanes”.
Libros como el suyo y como Außer Kontrolle. Deutschland 1923 (Fuera de control. Alemania en 1923), de Peter Longerich; Rettung der Republik? Deutschland im Krisenjahr 1923 (¿La salvación de la República? Alemania en el año de crisis de 1923); de Peter Reichel, y Totentanz. 1923 und seine Folgen (Danza macabra. 1923 y sus consecuencias), de Jutta Hoffritz —hay más: 1923. Ein deutsches Trauma (1923. Un trauma alemán), de Mark Jones; Deutschland 1923. Das Jahr am Abgrund (Alemania, 1923. El año en el abismo), de Volker Ullrich; 1923. Endstation (1923, final de recorrido), de Peter Süß…—, iluminan un año de contradicciones, ya que 1923 fue también el año en el que Thomas Mann terminó de escribir La montaña mágica, Franz Kafka se enamoró de Dora Diamant, la Bauhaus celebró su primera exhibición y Bertolt Brecht estrenó En la jungla de las ciudades. Paul Klee, Otto Dix, Georg Grosz y Max Beckmann estaban en plena madurez creativa en ese momento, la industria cinematográfica era pujante —en las décadas de 1920 y 1930 la producción de filmes en Alemania equivalió a la todos los otros países europeos juntos—, el jazz sonaba en los clubes nocturnos, comenzaba la radio, las mujeres se cortaban el cabello y empezaban a conducir automóviles y a trabajar, etcétera.
1923 es también el año en que la reforma monetaria estabilizó la economía y salvó la democracia. Y lo más interesante de todo ello es que los autores de estos nuevos títulos lo abordan todos de manera distinta. Longerich atribuye buena parte de los problemas de 1923 a que Stresemann habría perdido el control de la situación, Reichel considera que las fuerzas políticas establecidas fracasaron en su propósito de resolver el conflicto mediante la negociación y la búsqueda de compromisos y sugiere que la República se salvó gracias a los esfuerzos del presidente Friedrich Ebert, Hoffritz se centra en cuatro vidas ejemplares —las de la bailarina Anita Berber, el industrial Hugo Stinnes, el economista Rudolf Havenstein y la artista visual Käthe Kollwitz—, Bommarius destaca los logros artísticos de ese año y además tiene un fascinante trabajo de archivo, etcétera; casi todos ellos intentan responder a la pregunta de cómo se podría haber evitado sembrar en 1923 las semillas del odio que —pese a los “Goldene Zwanziger” o “dorados años veinte”, entre 1924 y 1929— brotarían en 1933 con la llegada del nazismo al poder. Sören Kierkegaard escribió que “la vida solo se puede comprender retrospectivamente, echando la vista atrás; pero se vive avanzando hacia delante”. Todos estos autores están tratando de averiguar si los escollos a los que nos enfrentaremos en los próximos años pueden eludirse comprendiendo mejor el pasado, antes de que el futuro también nos parezca un país extranjero.
El Tratado de Versalles de 1919 fue demoledor con las naciones perdedoras de la I Guerra Mundial. Estos acuerdos dejaron a sus economías sin margen de maniobra para poder crecer y recuperarse del desastre. Los vencedores crearon la Comisión de Reparaciones (REPKO), encargada de fijar las compensaciones; las que impusieron a Alemania batieron todos los récords. El problema se acrecentó por la premura de franceses y belgas por cobrar su parte. La invasión del Ruhr echó gasolina al incendio: se generó una situación económica en Alemania insostenible que afectó a los pagos que había hecho a sus deudores, que se convirtieron en papel mojado por la rápida devaluación de su moneda. En 1924, Estados Unidos medió en esta situación con el Plan Dawes, un conjunto de medidas que permitieron la inversión extranjera —de bancos y empresas norteamericanas principalmente— en Alemania a cambio del compromiso de esta para mantener una reserva de oro que avalase los pagos de su deuda. Además consiguió que Francia y Bélgica se comprometiesen a abandonar el Ruhr en 1925. El Plan Dawes funcionó los primeros años pero colapsó con el crack financiero del 1929.
La ocupación del Rhur se gestó con anterioridad. Según el «Echo de París», del 16 de abril de 1921, en el Consejo de Ministros celebrado entonces en el Elíseo, el mariscal Foch presentó un informe en el cual se preveía el alistamiento a filas de dos cupos, con el fin de atender a la eventualidad de la ocupación de la región del Ruhr y de una parte de la Westfalia industrial. Las sanciones cuya aplicación se preparaba no debían ser consideradas como una simple presión que se ejercía sobre los alemanes con el fin de hacerles ceder, sino como un medio de entrar en posesión de lo que les debía Alemania, y también como un sistema de pago de carácter permanente que, como tal, podría sobrevivir a la ocupación. El Ministro de Reparaciones, M. Loucheur, presentó también en dicho Consejo otro informe acerca de la explotación de la cuenca del Rhur, aplicando el producto obtenido a la cuenta de las reparaciones.
En un artículo de La Correspondencia militar del 4 de mayo de 1921 se podía leer lo siguiente.
El triunfo del grupo imperialista
Todos los artículos que hemos dedicado a las relaciones entre la República germana y los que lograron reducirla por hambre, sin vencer a las tropas imperiales en los campos de batalla, llevaban por primer título: «Alemania y los aliados». Hoy se impone modificar éste, porque Inglaterra e Italia han otorgado su licencia al Gobierno francés para, que lleve adelante su plan de invasión; pero se desentienden de tan equivocadas determinaciones, dejando la responsabilidad de ellos al Gabinete de París.
Respecto a los Estados Unidos, existen dudas muy fundados acerca de su actitud definitiva, y se conoce, desde luego, la hostilidad de la opinión americana hacia las medidas que va a ejecutar el ejército de Foch.
La nota del acuerdo adoptado por los cuatro ministros de Negocios Extranjeros, reunidos en Londres, es bien transparente en lo que se refiere a la parte militar. Lord Curzon y el conde Sforza se lavan las manos, como Pilatos, autorizan a Francia para que haga lo que considere oportuno, en un plazo que terminará en la mañana del 13 de mayo.
La ocupación del Rhur la llevarán a cabo tropas francesas y belgas, con el "apoyo moral" de Italia y del Japón. Los ingleses harán una demostración naval en los principales puertos alemanes.
Los párrafos del mencionado acuerdo que hacen referencia a las cantidades que ha de pagar Alemania, son ininteligibles para los que desconocemos la verdadera riqueza del antiguo Imperio, al que llaman "Reich" los despachos de las Agencias. Contienen éstos cifras y más cifras, que escapan, por su magnitud, a la percepción aritmética de la mayoría de las personas: un plazo de 13.000 millones de marcos oro, en el término de un año; otro de 35.000 de igual moneda, y otro de 80.000 millones en bonos garantizados por las hipotecas previstas en el Tratado de Versalles. Nos hacemos cargo de que eso es mucho dinero; pero no de su valor exacto en relación con la potencialidad económica de los deudores.
Financieros muy expertos han negado que sea viable el pago de esas cantidades, que suman 131.000 millones, por mucho que se quieran apretar los tornillos al pueblo teutón; a este dictamen hemos de atenernos, por carecer de datos que nos permitan formar un juicio propio. Los peritos que asesoran al Consejo de los aliados aún no han dicho su última palabra sobre las modalidades de garantía que han de pedirse a Berlín; esperan poder concluir su tarea en los días que faltan para la invasión.
Alemania no ha aceptado enviar representantes para discutir con la Comisión de Reparaciones, en vista del último fracaso del doctor Simons, que según parece, se retira definitivamente del puesto que ocupa.
Nada de esto importa a los imperialistas franceses; querían ocupar la zona industrial de Westfalia; lo exigieron de M. Briand, y ya están autorizados para ello. La debilidad del primer ministro de la República les ha dado el triunfo. Veremos quién será el último que se ría, según el refrán de su país.
La gravedad del momento presente no se oculta ni aun a los menos versados en la política internacional. Francia va a cometer una torpeza, comprometiendo otra vez la paz del mundo y las relaciones comerciales, cuya base es la producción agrícola e industrial del conjunto de todos los países.
Sus aliados, viendo que no pueden disuadirla de su error, la dejan que vaya sola a estrellarse contra los obstáculos que ha de encontrar. Aquéllos nada van perdiendo; una parte de lo que se cobre ha de ir a sus manos; el que la vecina República se desgaste en la aventura tampoco les viene mal, porque cuantos menos sean los fuertes, más seguro resultará el dominio de los que ahora dictan leyes a la Humanidad, y más posibles serán los planes que se forjan en determinados centros políticos. El "apoyo moral" italiano y japonés, así como la demostración marítima de la Gran Bretona, a que antes hicimos referencia, son cosas cómodas y baratas, que dejan abierta la posibilidad de exclamar: "Yo ya te lo dije", en un plazo muy próximo, cuando los hechos demuestren el fracaso del imperialismo galo.
Los que somos espectadores del acto de fuerza que va a realizarse, no debemos olvidar el riesgo que para todos representa la existencia de un ejército de 950.000 hombres en las comarcas más estratégicas de Europa. Ya hicimos notar hace poco en otro artículo, al enumerar los efectivos conservados por las diversas potencias, que la pacífica Suiza tiene 200.000 hombres sobre las armas y se ocupa con esmero de las instituciones militares, como lo prueba la lectura de sus revistas técnicas, que son un modelo en su genero. El porvenir se nos ofrece muy incierto, al estar moralmente roto el bloque de la Entente, y no debemos conservar la ilusión de repetir en un nuevo conflicto armado la sensata conducta que nos libró de tantos males en el luctuoso período de 1914 a 1918. La Providencia ayuda a sus preferidos; mas les exige que pongan algo de su parte y castiga a los imprevisores.
En un artículo de La Actualidad financiera del 27 de diciembre de 1922 se puede leer:
Inglaterra
. — Precisamente, el miércoles, al publicarse estas líneas, saldrá para Washington la comisión financiera de expertos británicos, presidida por Mr. Stanley Baldwin, Canciller de Hacienda, con objeto de negociar con el Gobierno de los Estados Unidos un arreglo para la amortización gradual de la deuda británica a dicho país. Asciende dicha deuda a un total de 4.135.818.358 dólares, reintegrable sobre demanda del acreedor y sobre la base del primitivo arreglo concertado; devenga un interés de 5 por 100.
Se ignora por qué se guardan en el mayor secreto los términos de la propuesta que hagan los delegados del Gobierno británico; pero hay que tener en cuenta qué todo girará sobre la base del acuerdo que, con relación a la amortización de deudas de los países aliados, adoptó el Congreso de los Estados Unidos. Esto es, un interés mínimo de 4 y medio por 100 y amortización en veinticinco años.
No es necesario ponderar la transcendencia que para la economía nacional de Inglaterra, y más principalmente para la de Europa, en cuanto lo que ahora se haga, puede servir de precedente o norma para arreglos con otros países, reviste la negociación emprendida.
Continúan las conversaciones entre Francia e Inglaterra por conducto del conde de Saint-Aulaire, embajador de su país en Londres, con objeto de conseguir una concordancia en los puntos de vista de ambos países con relación a las reparaciones. Los periódicos ingleses consideran muy factible conseguir un acuerdo en abstracto entre ambos puntos de vista, que puede tener expresión en soluciones concretas en la Conferencia de Enero.
Se supone que los franceses renunciarán a la ocupación del Rhur y al embargo de las minas e industrias alemanas, puntos sobre los que no podría transigir el Gobierno ingles, y que éste, en cambio, accederá a que se adopten garantías eficaces y un control efectivo sobre las rentas públicas y política económica del Gobierno alemán, como base para concederle una moratoria en los pagos que permita, previa nivelación del Presupuesto, sanear el papel-moneda o, al menos, estabilizar el valor del marco para conseguir que en su día pueda Alemania reanudar el cumplimiento de las obligaciones que le impone el Tratado de Versalles.
Francia
. — La proximidad y el comienzo de las fiestas de Navidad encalman la situación política interior y exterior durante la semana. Se ocupa, sin embargo, la opinión de la actitud de los Estados Unidos en la cuestión de las reparaciones en cuanto puede relacionarse con las deudas interaliadas, de las que ellos tienen la llave, por ser los mayores acreedores y los únicos que no son, a su vez, deudores de otro. Se ha dicho que el Gobierno de Washington propondría la convocatoria de un comité internacional de banqueros llamado a dar la cifra, que pudiera ser la definitiva, en las reparaciones alemanas.
En la Cámara, el ministro de Hacienda ha hecho ante la Comisión de Hacienda importantes declaraciones sobre el estado general de la Hacienda francesa, y especialmente sobré la situación de la Tesorería.
El ministro, recordando los esfuerzos de Francia, ha declarado que la culpa de la actual situación, poco brillante, corresponde a la mala voluntad de Alemania.
La Comisión tiene que ocuparse de un proyecto de ley para la apertura de los créditos provisionales para los meses de Enero y Febrero próximos. El Gobierno se propone incluir en ella la facultad de hacer emisiones del crédito nacional y de las agrupaciones de siniestrados. La deuda pública de hecho en 1922 no se ha aumentado más que en unos 20.000 millones de francos, por haber aumentado los ingresos en este ejercicio, con relación al de 1921, en unos 2.000 millones y disminuido los gastos en unos 8.000 millones. La deuda flotante ha permanecido estacionaria en 1922; el total de bonos del Tesoro y de la defensa nacional, no excede de 60.000 millones, Las dificultades de la situación de Tesorería han conducido al resultado de no reembolsar al Banco de Francia de sus adelantos más que 1.000 millones, en lugar de los 2.000 que debían habérsele pagado antes de fin de año para ir amortizando sus adelantos. Estas dificultades financieras eran demasiado conocidas del público de la Bolsa para que su publicación por el ministro pueda afectar al mercado. Se han hecho cálculos sobre la importancia de las sumas que han de pedirse al Ahorro nacional en 1923, y se considera que el volumen global de los cupones a cobrar, y que acude a las emisiones de primer orden, se eleva a sumas tales, que las operaciones de emisión no servirán de estorbo a la actividad de la Bolsa.
En un artículo de La Época del 12 de enero de 1923 se informa de la situación una vez producida la ocupación:
LA CUESTIÓN DE LAS REPARACIONES
Después de la ocupación de la cuenca del Ruhr
En la zona ocupada
Manifestaciones patrióticas en Essen.—Calma aparente.
BERLIN 11 .—Después de las manifestaciones patrióticas provocadas por la ocupación, en las que se oyeron mueras á Francia y se cantó el «Deutschland Über Alles», terminado en medio de una formidable ovación, Essen ha recobrado la calma. La actitud del Gobierno alemán, llamando al embajador de Alemania en París, señor Mayer, ha robustecido los ánimos de la población del Ruhr. La gran industria está cada vez más resuelta á hacer fracasar la operación francesa.
Momentáneamente no se temen incidentes; pero la irritación de las masas obreras crece á medida que se aproxima la posibilidad de que los grandes industriales, decididos á no entregar el carbón a Francia si no se lo pagan, suspendan el trabajo y despidan á los obreros. En ese caso, el hambre crearía una situación gravísima, que conduciría inevitablemente al estallido.
Todos los comercios de Essen han permanecido cerrados durante el día, en señal de protesta. La Policía alemana ha tomado medidas extraordinarias para asegurar el orden.
Ordenes de las autoridades francesas.
DUSSELDORFF 11.—Simultáneamente, con la entrada en Essen de un destacamento francés, tropas francobelgas se establecieron en la parte exterior de dicha población. La Misión de investigación y las autoridades militares é industriales de la cuenca del Ruhr, celebran una reunión esta noche. El general Degoutte ha dado órdenes referentes al mantenimiento del orden, cuestiones de Policía, circulación de Prensa, Correos y Teléfonos y armas y moniciones. Las infracciones graves contra las órdenes dictadas serán juzgadas por un Consejo de guerra, y las leves con penas de prisión ó multas.
El destacamento belga que acompaña á las tropas francesas de ocupación ha efectuado un avance, sin incidente alguno.
Se interrumpe al trabajo el lunes en señal de protesta.
ESSEN 12.—La Asociación de productores de benzol y amoníaco, siguiendo el ejemplo del Sindicato carbonero, ha abandonado esta ciudad. Una Comisión, integrada por representantes de todos los partidos políticos, ha resuelto que, en señal de protesta contra la ocupación del Ruhr, todas las fábricas y talleres de la región interrumpan el trabajo el lunes, l5 de enero, de once a once y cuarto de la mañana.
La señal del alto del trabajo será dada por las sirenas de las fábricas, haciéndose voltear al mismo tiempo las campanas de todas las iglesias. El servicio ferroviario deberá quedar igualmente suspendido, á la misma hora, por espacio do diez minutos.
DUSSELDORF 12,—La Alta Comisión interaliada ha invitado á conferenciar con ella hoy á los directores de las fábricas de la región.
Actitud de las Potencias
No hay ruptura entre Francia y Alemania.
PARÍS 11.—El embajador de Alemania en esta capital, señor Mayer, ha marchado hoy a Berlín, por vía Munich. Dicho diplomático no ha hecho comunicación alguna al Gobierno francés, por lo cual resulta que no hay ruptura diplomática entre Alemania y Francia.
Consejo de ministros de Londres — No se ha tratado de la retirada da tropas.
LONDRES 11
.— El Gobierno se ha reunido en Consejo para deliberar sobre la situación creada á causa de la ocupación del Rhur por las tropas franco-belgas y la retirada de las tropas norteamericanas que guarnecían el Rhur. Después del Consejo la Agencia Reuter ha publicado una nota asegurando que no se ha tratado para nada de la cuestión de retirar las tropas británicas de la cuenca del Rhur.
Italia ha propuesto la formación del bloque continental.
ROMA 11.— Il Corriere d'Italia asegura que la proposición del Gobierno italiano defendiendo la oportunidad de un acuerdo de las naciones continentales para invitar á Alemania á colaborar en la solución del conflicto de las reparaciones, ha sido transmitida telegráficamente á París.
Puesto que Inglaterra ha demostrado que quiere apartarse de la política continental europea, debe llegarse á un acuerdo entre las potencias mayores del continente, sin excluir, naturalmente á Bélgica. El acuerdo comprendería Italia, Francia, Bélgica y Alemania. El ingreso de esta última implicaría la entrega de cierto número de miles de millones, que se pagarían en plazos y condiciones establecidas de común acuerdo.
Un discurso del Jefe del Gobierno prusiano. — Reunión de Jefes.
BERLÍN 11 .— El presidente del Consejo de Prusia ha pronunciado en la Dieta prusiana un violento discurso contra Francia, diciendo que su actitud es una violación del Tratado de Versalles. "Este golpe de Francia, dijo, no es sólo brutal, sino insensato. Por mucho que hagan Francia é Italia, no podrán forzar nuestras posibilidades de pago".
Mañana se reunirá el canciller con los presidentes de los diferentes Estados alemanes para estudiar la situación, y el sábado será convocado el Reichstag, donde Cuno hará una breve declaración.
Se suspenden las entregas de carbón.
EILVESE 11.- (De la C. N. de T. sin H.): El comisario general alemán del carbón ha dado orden al Sindicato de carbones de suspender los suministros de carbón en concepto de reparaciones para los Estados que han faltado al Tratado, tan pronto entren los franceses en la cuenca del Ruhr. La Dirección de Ferrocarriles de Essen ya había cerrado hoy, al mediodía, el tráfico con la Comisión de Reparaciones.
Se desmiente que Francia haya amenazado a los obreros alemanes.
PARÍS 12 .—En los círculos oficiales se ha desmentido la información publicada por algunos diarios del extranjero, en la que se pretende que varios aeroplanos franceses, volando sobre la región del Ruhr, lanzaron proclamas amenazando con la deportación ó la pena de muerte á cuantos cesaran en el trabajo ó tratasen de impedirlo.
Alemania envía una nota a los aliados.
PARÍS 12.—Según noticias recibidas de Londres, Roma y Washington, el Gobierno alemán ha enviado a los respectivos Gobiernos una nota de protesta contra la ocupación de la cuenca del Ruhr.
Manifestaciones proyectadas en Berlín.
BERLÍN 12 . —Las manifestaciones proyectadas para protestar contra la ocupación de la cuenca del Ruhr se celebrarán en esta capital el domingo, en el Lustgarten. Los partidos del centro, nacionalista, populista, demócrata y populista bávaro publicarán proclamas y avisos á la población, invitándola a acudir en masa á estas manifestaciones. Los socialistas han resuelto celebrar una manifestación aparte.
Los comunistas y radicales franceses
El suplicatorio contra M. Cachin. — Comunistas detenidos.
PARÍS 11,—El ministro de Justicia ha recibido hoy una comunicación oficial del fiscal general, pidiendo que sea concedido el suplicatorio para procesar al diputado comunista por el Sena, monsieur Cachin.
SAINT QUINTIN 11.—Han sido hoy detenidos en esta estación tres individuos afiliados al comunismo, llamados Jacob, Senart y Lasot. Cuando se efectuó su detención, acababan de llegar procedentes de Essen.
Acuerdo de los radicales socialistas.
PARÍS 11 .—El partido radical socialista ha aprobado una resolución, en la que hace constar la mala fe demostrada por Alemania en la cuestión de las reparaciones y la insuficiencia del proyecto presentado por sir John Bradbury. Al mismo tiempo, insiste en la necesidad de llegar a un acuerdo anglofrancoamericano sobre la totalidad de los asuntos pendientes, y a una solución esencialmente económica del problema do las reparaciones.
A fines de diciembre de 1922, la Comisión de Reparaciones Aliadas estableció un ligero retraso en las reparaciones alemanas a Francia; En enero de 1923, esto proporcionó el pretexto para la invasión de cinco divisiones francesas y algunas unidades belgas en el área del Ruhr, por lo que los franceses declararon inmediatamente el estado de emergencia. Con la invasión de alrededor de 60.000 soldados en el centro de la industria pesada alemana, el primer ministro francés, Raymond Poincaré, quiso revisar el Tratado de Versalles a favor de Francia y trasladar la frontera occidental alemana hacia el este.
En Alemania, la invasión desencadenó una tormenta de indignación entre partidos. El gobierno imperial de Wilhelm Cuno alentó a la población del área del Ruhr a la resistencia pasiva. A los funcionarios se les prohibió obedecer las órdenes de los ocupantes. Dado que la población opuso una resistencia pasiva con una unidad impresionante, las autoridades de ocupación expulsaron entre 120.000 y 150.000 personas del área del Ruhr y de Renania, que había estado ocupada desde 1919, a la Alemania "desocupada".
La resistencia activa también aumentó continuamente durante la ocupación del Ruhr. Nacionalistas y comunistas llevaron a cabo sabotajes conjuntos y atentados con bombas contra los ocupantes enemigos. A los saboteadores condenados a muerte, como el nacionalsocialista Albert Schlageter , se les dio el papel de mártires en Alemania.
Las huelgas, el cierre económico de la zona del Ruhr y las pérdidas de producción arruinaron la economía alemana en 1923. Los costes de la resistencia pasiva superaron con creces las finanzas del Reich, la inflación y la situación alimentaria adquirieron proporciones alarmantes. En septiembre de 1923, en vista de los enormes problemas económicos y alimentarios y la furiosa hiperinflación, el gobierno del nuevo canciller Gustav Stresemann abandonó la resistencia pasiva.
La inflación
El principal detonante de la inflación en el Imperio alemán fue la Primera Guerra Mundial, que desembocó paulatinamente en la hiperinflación de la República de Weimar. A continuación puede ver cómo surgió la hiperinflación en primer lugar y cómo se desarrolló.
Como resultado de la Primera Guerra Mundial, la oferta monetaria aumentó porque el Imperio alemán necesitaba más dinero para financiar la guerra y este dinero se generó mediante la emisión de instrumentos de deuda. Para poder financiar la guerra, la cantidad de efectivo aumentó rápidamente.
Además, había escasez de bienes, ya que la economía estaba completamente orientada a la guerra y no había suficientes recursos para las necesidades civiles. Así subieron los precios y mientras el poder adquisitivo del dinero disminuía constantemente.
La Primera Guerra Mundial duró hasta 1918 y el Imperio alemán terminó con la Revolución de noviembre. Ahora había que alimentar a los desempleados ya los heridos en la guerra y reintegrar a la economía a los soldados que habían regresado de la guerra. Además, durante este período, la economía pasó de la economía de guerra a la economía normal; este proceso por sí solo fue una tarea gigantesca.
Se intentó combatir el déficit presupuestario existente, es decir, el dinero que faltaba en el presupuesto familiar, contrayendo más deuda, lo que a su vez aumentó aún más la oferta monetaria. Además de estas dificultades, los empresarios ingeniosos sintieron su oportunidad y tomaron préstamos, que finalmente pagaron con el dinero devaluado, como resultado de lo cual la oferta monetaria aumentó cada vez más, y con ella la tasa de inflación.
La inflación es un proceso continuo. Un aumento en la oferta monetaria o un aumento en los precios no conduce a una catástrofe per se, pero si la escala de todo se vuelve demasiado grande, resultará en una inflación imparable.
A mediados de 1922, la marea cambió y se produjo una crisis crediticia: simplemente no quedaban fondos suficientes para emitir más crédito y, por lo tanto, gastar más. Esto dio lugar a que las empresas no pudieran realizar más inversiones y tuvieran que despedir a sus empleados.
A principios de 1923 estalló la Ruhrkampf, la producción industrial siguió cayendo debido al cerco franco-belga y el Estado intervino imprimiendo más dinero para financiar la resistencia pasiva. Como resultado, la oferta monetaria aumentó mucho más y, como resultado, la velocidad de circulación alcanzó niveles récord. Así se perdió por completo la confianza en la moneda corriente y todo ello derivó en la hiperinflación de 1923.
La hiperinflación de 1923 cambió por completo la vida cotidiana de las personas, haciendo imposible la vida normal. Podría suceder que el precio de un plato en un restaurante se duplicara durante la comida, los precios subían cada minuto. Por esta razón, los pagos de salarios ya no se hacían mensualmente, sino diarios.
La gente vivía con el temor de no poder permitirse ni siquiera los alimentos básicos mañana, ya que los precios subían mucho más rápido que los salarios. Todo esto generó una disminución en la calidad de vida y temores existenciales en la población.
El principal ganador de la hiperinflación fue el Estado, ya que pudo pagar su elevada deuda con moneda sin valor. Otros ganadores fueron empresarios ingeniosos que solicitaron préstamos e invirtieron en activos reales. Además, los agricultores también tenían una ventaja porque podían pagar sus altas deudas mucho más fácilmente.
Los perdedores de la hiperinflación de 1923 fueron claramente todos aquellos que recibieron salarios fijos y cuyos salarios se ajustaron muy lentamente. El estado anunció que cuando se reembolsara, una marca seguiría teniendo el mismo valor que antes. Como resultado de esta declaración, los tenedores de bonos de guerra también se encontraban entre los perdedores, ya que el estado solo devolvía los grandes préstamos con dinero sin valor. Además de los tenedores de bonos de guerra y los asalariados, los bancos estuvieron entre los perdedores, ya que tuvieron que agotar todo su capital.
El 9 de junio de 1923, 1 huevo de gallina todavía costaba 800 marcos. El 2 de diciembre de 1923, 1 huevo de gallina ya costaba 320 mil millones de marcos.
Estaba claro que este estado de desesperanza no podía continuar, razón por la cual se introdujo el Rentenmark en noviembre de 1923 y el Reichsmark en octubre de 1924. Estados Unidos ayudó a reconstruir la desolada economía alemana cuando Charles Dawes desarrolló un plan para que volviera a funcionar.
Los aliados entendieron la importancia de un país económicamente estable y saludable para pagar los servicios de reparación y también ayudaron a construir la economía. Con el fortalecimiento del Reichsmark, aumentó la confianza en la nueva moneda y comenzaron los dorados años 20. El problema de la hiperinflación pertenecía a la historia.
La inflación alemana según Frank Stocker
"150 mil millones de marcos por un simple billete de tranvía. 356 mil millones por un pan de centeno. Y 2,6 billones de marcos por un kilo de carne de vacuno": así comienza Frank Stocker su libro "La inflación de 1923: cómo se llegó a la mayor catástrofe financiera alemana". En él describe la rápida depreciación del dinero como una época surrealista. Los precios se duplicaron en cuestión de horas. Trabajadores que llevaban su salario a casa en maletas llenas de papel moneda, si no lo gastaban directamente antes, el dinero valía aún menos. Niños que construyeron enormes castillos de naipes con fajos de dinero.
Estas imágenes se han grabado profundamente en la memoria colectiva de las generaciones anteriores de alemanes. Pero hay razones más profundas por las que la inflación se ha convertido en un verdadero trauma. Primero, solo los alemanes experimentaron hiperinflación en ese momento. Ella era nueva y única. En segundo lugar, millones de personas perdieron sus ahorros y su confianza en la política y el Estado democrático. Tercero: muchos errores habían llevado a Alemania a la inflación. Pero las conclusiones erróneas de la inflación profundizaron la próxima crisis económica hasta la próxima catástrofe durante diez años: culminó con la toma del poder por parte de los nacionalsocialistas.
El camino de la inflación empezó con la guerra, más precisamente con su financiación. El imperio financió los enormes costes de la guerra casi exclusivamente con deuda y sin apenas impuestos. Al mismo tiempo, rompió el vínculo entre el marco y el oro y permitió que el estado tomara prestado directamente del Reichsbank, es decir, que imprimiera dinero por sí mismo. A los ciudadanos que habían prestado dinero al estado para la guerra pronto se les permitió gastar sus pagarés como dinero en efectivo. "Pero con eso, una marca de repente se convirtió en dos", escribe Stocker. A medida que aumentaba la oferta monetaria, también lo hacían los precios. Externamente, el valor de la marca cayó.
Los vencedores de la Primera Guerra Mundial impusieron altas reparaciones a Alemania en el Tratado de Versalles. Pero, como escribe Stocker: "Habría que recaudar la suma con un gran esfuerzo, a través de aumentos de impuestos, impuestos a la propiedad, recortes sociales". Pero la resistencia de los grupos de interés fue más fuerte que la joven república y sus inestables coaliciones. Parecía más fácil trasladar los costos a la población a través de la inflación. Cuando Alemania dejó de pagar las reparaciones, Francia ocupó el área del Ruhr en enero de 1923. Alemania reaccionó con una resistencia pasiva y una huelga general, con enormes costos para el presupuesto estatal, nuevas deudas y más y más dinero recién impreso.
Cada moneda vive de la confianza. Esto es tanto más cierto cuando no está respaldado por valores reales como el oro. Pero la joven República de Weimar estaba dividida, en su mayoría incapaz de tomar decisiones políticas claras o al menos de hacer buenos compromisos. Cuando políticos capaces abrigaron esperanzas de controlar la crisis, los asesinos de derecha atacaron. En agosto de 1921, el ex ministro de finanzas Matthias Erzberger, quien había reformado el sistema financiero, fue asesinado. En junio de 1922, el canciller Walther Rathenau fue víctima de un atentado. Hope murió con el político liberal e hijo del fundador de AEG, Emil Rathenau. Inmediatamente después de su muerte, los precios comenzaron a subir aún más rápido. Comenzó la hiperinflación.
El Estado reaccionó a cada nueva crisis con el mismo impulso. Imprimió más dinero. Cada vez más billetes, pronto impresos solo por una cara. La mayoría de los economistas y políticos financieros alemanes no vieron esto como un problema. Stocker escribe: “Porque en su mayoría se aferraron a una teoría fatal. Según él, la inflación después de la Primera Guerra Mundial no fue el resultado de la creciente oferta monetaria. Más bien, vieron la balanza comercial exterior negativa como la causa. Esto conduce a la devaluación de la marca. Esto conduce entonces a un aumento en los precios de importación, lo que también hace que aumenten otros precios y, como reacción a esto, el banco central finalmente tiene que imprimir más y más dinero. La impresión desenfrenada de dinero se redefinió así como resultado de la inflación”.
Hoy en día, las pequeñas perturbaciones a menudo se denominan "caos". Pero los tiempos de hiperinflación del verano de 1923 fueron realmente caóticos, eso se aplicaba a la vida cotidiana de las personas y se aplicaba a la política. Bajo el canciller Gustav Stresemann, la república finalmente se dispuso a acabar con el fantasma. Se preparó una nueva moneda, el Rentenmark, y se reestructuró el presupuesto. Como un paso hacia esto, Alemania renunció a la costosa resistencia en el Ruhr en septiembre.
Esto movilizó a separatistas y subversivos en varias regiones. En Baviera, los nacionalistas de derecha se reunieron para una marcha en Berlín siguiendo el modelo de los fascistas en Italia. Un derrocamiento comunista amenazado en Sajonia. Los separatistas ocupan muchas ciudades de Renania. El peligro se mantuvo hasta el 8 de noviembre de 1923, cuando fracasó el golpe de Hitler en Munich y las filas de la amenazada república cerraron por última vez. "Entonces, a mediados de noviembre, inmediatamente antes de la introducción del Rentenmark (...), de repente se resolvieron más o menos tres problemas importantes", escribe Stocker. Se evitó el peligro de derrocamiento, se estabilizó el presupuesto y la introducción de la nueva moneda era inminente.
El 15 de noviembre de 1923 había llegado el momento. El gobierno comenzó a emitir el nuevo Rentenmark. Desde el 18 de noviembre, los ciudadanos pueden cambiar sus marcos de papel a razón de un billón de marcos de papel por un Rentenmark. "Solo hubo que borrar doce ceros", escribe Stocker. La nueva moneda volvió a estar ligada a valores reales, aunque inicialmente no al oro. Y el gobierno detuvo las imprentas. Solo se podía emitir dinero nuevo si se depositaban letras de cambio comerciales en el Reichsbank. "Así que el dinero tenía que estar cubierto por un valor real", escribe Stocker.
No todo fue bien de inmediato, pero mucho mejoró rápidamente. Los precios y el valor externo de la marca se estabilizaron. Stocker: "En unos pocos días, el espíritu maligno de la inflación había desaparecido de la vida de la gente." Corrió la voz sobre el "milagro de Rentenmark". En la primavera de 1924 se renegociaron las reparaciones (plan Dawes). A partir de octubre de 1924, el Reichsbank emitió Reichsmarks, que nuevamente estaban parcialmente vinculados al oro. En agosto de 1925 terminó la ocupación del área del Ruhr por parte de Francia.
La República había sobrevivido a su peor crisis. Pero el precio era alto. "De hecho, los años de inflación habían desposeído a sectores enteros de la población", resume Stocker. “Todos los que habían trabajado toda su vida y habían apartado algo de dinero de su trabajo, en una cuenta de ahorro o en un seguro de vida, se habían quedado en la miseria en poco tiempo.” Esto afectó particularmente a la clase media alta. A fines de 1923, los sueldos y salarios promediaban el 70 por ciento del nivel anterior a la guerra.
Los ganadores se encontraban principalmente entre aquellos que poseían activos materiales, en empresas, bienes raíces o tierras como muchos agricultores o en acciones. El valor medio de 40 acciones industriales en octubre de 1923 seguía siendo el 76 por ciento del valor de 1913. Pero incluso en estos grupos sólo ganaban los inteligentes, los ágiles. Hacienda también resultó ganadora. Los préstamos de guerra del estado de 154 millones de marcos ahora valían 15,4 peniques.
Pero la factura más cara aún estaba por llegar: "Una de las secuelas más desastrosas del período inflacionario fue que en la mente de los alemanes surgió una conexión indisoluble entre la deuda nacional y la hiperinflación", escribe Stocker. Esto contribuyó a que el gobierno de Brüning volviera a reaccionar incorrectamente en la crisis económica mundial a partir de 1929. En lugar de apoyar la economía aumentando el gasto, el gobierno salvó la crisis a lo grande. Una vez más, los economistas y políticos de Alemania siguieron la teoría equivocada. Una vez más, esto condujo a la catástrofe, que ahora llevaba el nombre de Hitler, después de todo.
En 1923, en la República de Weimar, el dinero valía tan poco que se pesaba en lugar de contarse.
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