Compañía Lanzallamas de la Legión
Durante la Primera Guerra Mundial, los alemanes introdujeron el lanzallamas en los campos de Argonne y en la batalla de Verdún y el horror se presentó ante los soldados franceses en una de sus peores versiones. Los germanos descubrieron que con el fuego no solo ocasionaban evidentes daños físicos terribles, sino que también producían un efecto espantoso en la moral de los enemigos.
Tras comprobar que la simple visión de un lanzallamas en acción era suficiente como para espantar a los soldados o forzar su rendición, se convirtieron en armas imprescindibles para muchos ejércitos. Los primeros eran aparatos muy voluminosos que necesitaban un equipo de tres soldados, pero pronto se desarrollaron hasta crear una versión mucho más ligera, de 35 kilos, que podía ser manejada por uno solo.
En España no se usó por primera vez hasta la Guerra Civil, a través de una unidad que ha pasado desapercibida para la mayoría de los historiadores a pesar de estar activa desde 1936 hasta finales de 1939: la denominada 'Compañía Lanzallamas del Tercio', más tarde rebautizada como la 'Compañía Lanzallamas de La Legión'. No utilizaron, sin embargo, el modelo que el maestro artificiero español Ramón Biosca había creado en 1918, sino los que le suministró el 'Gruppe Thoma', nombre en clave de los soldados nazis que se incorporaron como instructores de los sublevados en Cáceres tras el golpe de Estado.
El primer cargamento estaba formado solo de cuatro modelos ligeros Flammenwerfer 16 y cinco más pesados marca Grossflammenwerfer, conocidos como 'de trinchera'. Ambos habían sido empleados por los germanos en la Gran Guerra. Los mandos rebeldes los consideraron suficientes como para, el 17 de octubre de 1936, enviar a Oropesa, en Toledo, a un oficial y treinta soldados escogidos de las banderas del Tercio que se encontraban de camino hacía Madrid. Allí, los alemanes les enseñaron a manejar los lanzallamas para, una semana después, incorporarlos al frente de Talavera con cinco de ellos adaptados a camiones blindados y otro a un carro de combate Panzer.
Lanzallamas Flammenwerfer
A medida que avanzaba la guerra, el Tercer Reich fue suministrando más lanzallamas hasta un total de 59 portátiles Flammenwerfer 16 y 70 Grossflammenwerfer. Con parte de ese material, al general jefe de la División Reforzada de Madrid se le ocurrió que se podría organizar la mencionada compañía con soldados de la Legión. El objetivo, tal y como escribió en la propuesta, era «disponer de equipos perfectamente instruidos en el manejo y empleo de lanzallamas, y que el personal elegido esté ya experimentado en actos de guerra».
En febrero de 1937 le envió la carta al general Emilio Mola, en la que aseguraba que harían falta un capitán, dos tenientes, dos brigadas, dos sargentos, seis cabos y 81 soldados. Esta unidad, a su vez, se dividiría en dos secciones, una ligera y otra pesada, que dispondrían de nueve lanzallamas cada una, además de tres ametralladoras, seis camionetas y tres coches ligeros. Y se dio el visto bueno, siendo creada el 14 de marzo en Cubas de la Sagra (Madrid). Su primer capitán fue Esteban Gilaberte Ara, que acababa de ser destinado a la Legión desde el Batallón de Voluntarios de Toledo.
El momento de la verdad llegó diez días después. La sección ligera fue enviada al municipio de Salas, en Asturias, donde participó con éxito en numerosos combates de Escamplero, «en los que castigó duramente al enemigo», según relató el diario de operaciones de la unidad. El 30 de marzo le tocó el turno a la sección pesada, que marchó hacia los sectores de La Marañosa, la Casa de Campo y el Jarama, en el frente de Madrid. Su actuación allí fue igualmente destacada, pues ocupó varias posiciones enemigas y rechazó una serie de contraataques, antes de regresar a Cubas de la Sagra, en septiembre, para revisar y limpiar los lanzallamas.
Wilhelm Ritter von Thoma
El éxito de esta compañía franquista impulsó al coronel nazi Wilhelm Ritter von Thoma a enviar una carta al Cuartel General del Generalísimo con la propuesta de organizar una segunda compañía de lanzallamas. El objetivo era enviarla al frente de Asturias, que se resistía desde hacía meses al asedio de los sublevados. De hecho, el líder socialista Belarmino Tomás había plantado cara no solo a Franco, también a la República, al declarar la independencia de la región , crear su propia moneda y nombrar un presidente (él mismo) y varios ministros.
«Si se llegase a formar otra compañía, no necesitaría más que el personal de la Legión. Como aparatos dispongo todavía de 25 lanzallamas pequeños y 20 grandes. [...] También necesitaría tiempo de instrucción. En total, ocho días a contar desde la llegada del personal», informaba Von Thoma. Franco dio su visto bueno y ordenó al general Juan Yagüe , que en ese momento estaba al frente de la Legión, que se encargara de ello. Debido al déficit de personal que tenía este, la operación fue cancelada. A Asturias fueron enviados los que ya integraban la 'Compañía Lanzallamas'.
Franco estaba convencido de que los legionarios de esta unidad debían participar en la ofensiva final que había iniciado en el norte republicano, en la zona más expuesta del frente, donde se estaban produciendo duros combates. Llegaron a Gijón once días después, entablando por el camino varios enfrentamientos. En aquellos días, la compañía era requerida continuamente en los puntos donde el bando sublevado tenía más dificultades, como Calatayud, en Zaragoza, y Belchite.
Críticas
Yagüe, sin embargo, no parecía estar muy de acuerdo con que existiera esta, según él, mal llamada 'Compañía Lanzallamas'. En enero de 1938, hasta se atrevió a enviarle una carta a Franco en la que argumentaba su postura, recogida por Lucas Molina Franco, doctor en historia por la Universidad de Valladolid, en un extenso artículo sobre esta unidad :
«La compañía afecta a la Legión desde su organización. No ha sido empleada en su especial cometido pues, aunque en el Frente de Madrid se destacaban sus equipos en diferentes sectores, nunca hubo ocasión de emplear sus aparatos. En la ocupación de Bilbao (sic), donde fue llevada toda la compañía, se la empleó como una de fusiles, dándole objetivos ajenos completamente al empleo de los lanzallamas. [...]
Actualmente se encuentra en Calatayud dedicada a instrucción, con un efectivo de 1 capitán, 2 subalternos, 1 oficial médico, 1 subteniente, 1 brigada, 4 sargentos y 169 de tropa. Ruego a V.E. que, a la vista de la escasa eficacia de esta Unidad de Lanzallamas, conceda la autorización correspondiente para depositar el material en Cubas de la Sagra, donde se encuentra su plana mayor, y enviar a Talavera el personal para que puede servir de base a la organización de la 178 Bandera».
La disolución de la compañía
Cuenta el historiador que Franco no estuvo conforme con la propuesta de su compañero de promoción y amigo, a juzgar por lo escrito en el dorso de esta misiva por el personal del Estado Mayor: «S.E. no está conforme con la disolución de la compañía. Debe ensayarse el empleo de estos elementos dispersos en otros batallones, y en plan defensivo, como lanza-líquidos en sustitución de la botella, situándolos en posiciones donde sea posible el ataque con tanques (pase a la 48 para su estudio e informe)».
Poco después, el jefe de la Legión recibía la negativa y se le ordenaba que la 'Compañía Lanzallamas' continuara entrando en combate, tal y como había hecho hasta ese momento. Su voz o fue escuchada. Según se le advertía, pronto recibiría nuevas instrucciones para su empleo, que se concretaron en otra misiva del Cuartel General fechada en febrero de 1938:
«Con el material de la compañía, cuya disolución propone el general jefe de la Legión, se podrían formar secciones que quedasen afectas a los cuerpos de Ejército, para que el mando de la gran unidad las destaque a los sectores que juzgue convenientes, para ser utilizada en plan defensivo contra los tanques, en los avances y en la limpieza de los puntos de resistencia que puedan quedar en la retaguardia de nuestras fuerzas. A estas secciones se les dotaría también con los dispositivos que se ensayan actualmente en el Servicio de Guerra Química, para el lanzamiento de botellas incendiarias a distancia, en el caso de que dichas experiencias den buen resultado. Igualmente, si el enemigo llegase a emplear agresivos químicos, tipo Iperita, estas secciones podrían cooperar con los equipos de desimpregnación».
Frente de Aragón
A juzgar por estas palabras, parece que algunos mandos del bando franquista intentaron que la compañía fuera empleada en otras tareas más allá de las propias, pero Franco siguió empeñado en su uso en el campo de batalla. De hecho, añadieron una sección más y, el 4 de marzo de 1938, por si había alguna duda, el futuro dictador zanjó la cuestión comunicándole a Yagüe que la compañía iba a seguir activa sí o sí. Le ordenaba, además, seguir usando los lanzallamas que estaban dispersos por los batallones en las operaciones defensivas.
Las tres secciones estuvieron en primera línea del frente de Aragón hasta finales de 1938. En enero marcharon a la localidad tarraconense de Bot y continuaron el avance por todo el frente de Cataluña hasta Hospitalet de Llobregat. Fue en esta ciudad donde le cogió el final de la Guerra Civil a la curiosa 'Compañía Lanzallamas'. Aunque tras la victoria de Franco fue enviada a Marruecos, la reorganización del Ejército que se produjo a finales de 1939 acabó con ella. La unidad pasó a formar parte del 3° Tercio con otra denominación.
No hay comentarios:
Publicar un comentario