Estadística minera de España, 1913
El salario mínimo.
El problema social del salario mínimo, planteado por los obreros asturianos, ha sido objeto de laboriosa discusión entre patronos y obreros, habiendo llegado a un convenio, por el cual, si se estipula el jornal mínimo que ha de percibir cada obrero, según su capacidad, con arreglo a una clasificación de oficios bien hecha, queda sin resolver la espinosa cuestión del efecto útil desarrollado, cifra indeterminada que ha de ser juzgada por el Vigilante, Capataz ó Ingeniero.
Al tratar de este punto, me parece oportuno repetir lo que publiqué en 1906, referente al asunto, por continuar siendo de actualidad.
Para estudiar esta compleja cuestión se han de tener presentes los principios sentados por Ives Guyot: «El salario no remunera el trabajo; paga los productos ó los resultados del trabajo.» El patrono no paga el esfuerzo realizado, sino el resultado de ese esfuerzo; ni el patrono ni el obrero deben fijar este salario, porque, en último término, es el consumidor el que le fija; los dos primeros deben luchar de acuerdo, y el tercero es el árbitro supremo. El costo del salario no está en razón directa de la cantidad de dinero que representa, sino en proporción al efecto útil del trabajo. El efecto útil depende de dos factores. El primero es subordinado a las condiciones de emplazamiento del negocio y perfección de su material, y el segundo factor depende de la capacidad del obrero; esta capacidad está representada a la vez por su habilidad y por su moral profesional.
Qhesnay afirma que el interés del industrial estriba en comprar caro, para poder elegir lo mejor, y vender barato, para dar salida rápidamente a sus productos y renovar su capital.
A cuatro sistemas se pueden reducir los empleados en las minas de carbón:
palo por horas de trabajo, pago á destajo, por contrata y el de escalas móviles.
Pago por horas.
El obrero recibe un cierto jornal por tantas horas de trabajo. Es enteramente defectuoso, porque no estimula ni la mayor producción ni la mejor clase del producto; aísla los intereses del capital y del obrero, que funcionan con entera independencia, y es injusto, porque todos los obreros, sea cual fuere su capacidad ó habilidad, son recompensados de la misma manera.
Pago a destajo.
El obrero ha de explotar un número de toneladas, efectuado lo cual se le da un cierto jornal. Estimula la cantidad, pero siempre en detrimento de la calidad; el obrero procurará sacar mucho, aunque sea malo, y si la cuenta se hace por peso, y no por volumen, sacará pizarras de preferencia, porque pesan más. Se premia la actividad y no la habilidad. Es inaplicable al caso de capas estrechas.
Pago por contrata.
Es el principalmente adoptado en España y Francia. La Empresa contrata un determinado campo de explotación a uno ó varios contratistas asociados, a un tanto la tonelada ó vagón extraído; éstos, a su vez, suelen subcontratar con los obreros a un precio el metro de avance variable, según los tajos.
El sistema, escuetamente considerado, tiene el inconveniente del anterior; pero puede mejorársele, y aun hacerle recomendable, adoptando una intervención mixta de contratistas y patronos para juzgar de la calidad de los combustibles. El explotador haría una escala de precios de costo a pagar al contratista, variable con las condiciones de las capas (espesor, intercalaciones de pizarra, agua en los tajos, inclinación, etc.), y estableciendo un tipo medio de cenizas que debiera tener el carbón a boca-mina. Un empleado, designado de común acuerdo por las dos partes, tomaría muestras de todos los vagones al salir del interior, y, reunidas todas estas muestras, se tomaría una media en el Laboratorio, que se ensayaría al día siguiente ante un representante del contratista. Obtenida así la proporción media de cenizas, se fijaría la liquidación correspondiente, con prima, si bajaba del límite inferior establecido, ó con descuento, si excedía del superior; también se podrían fijar primas a la mayor proporción de tamaños gruesos obtenidos en la clasificación. El principal inconveniente de este sistema consiste en las frecuentes discusiones que se suscitarían entre contratistas y obreros y entre contratistas y patronos, al apreciar la bondad de los productos, para lo cual se necesitaría un juez imparcial, independiente de las partes en litigio.
Pago por escalas móviles.
Este es, indudablemente, el sistema que por excelencia ha respondido a las leyes de la teoría y a las necesidades de la práctica; a las primeras, porque no se paga el esfuerzo, sino el resultado de este esfuerzo; porque hace árbitro y juez supremo al consumidor en las diferencias que puedan surgir en el de contrata, y porque hace solidarios los intereses del patrono y del obrero, trabajando los dos de común acuerdo para producir bueno y barato, en lo cual se basan los beneficios de ambas partes. El resultado práctico del sistema está demostrado con el desarrollo que desde su implantación han adquirido las explotaciones en Inglaterra y los Estados Unidos.
El sistema, explicado a grandes rasgos, consiste en fijar un precio de costo medio por cada mina, variable según sus condiciones, y proporcional a otro valor en el mercado, que puede ser en nuestro caso s/v de la Compañía del ferrocarril que lo ha de transportar. El primero, que se paga al obrero, varía proporcionalmente al segundo; si aumenta éste aumentará aquél, y recíprocamente. Si el obrero se descuida y trabaja poco o malo, se venderá en malas condiciones y experimentará la reducción proporcional en su jornal; y vemos ya al consumidor juzgando de la cantidad de cenizas, tamaño, etc., de una manera inapelable. Parece a primera vista que este sistema tiene dos inconvenientes: si el obrero ofrece resistencia pasiva y hace menor la producción, la cantidad de carbón disponible en el mercado será más pequeña para la misma demanda y el precio subirá; luego, con menor esfuerzo, alcanzará el mismo efecto útil, que se traduce en importe de su jornal.
Puede suceder así; pero como el consumidor buscará siempre donde comprar más barato, el obrero, al obrar en esa forma, podrá obtener un efecto negativo y perder la clientela, en vez de aumentar el jornal. Generalizado el procedimiento a la mayoría de los obreros de un país, traería consigo la importación de carbones extranjeros. Otro de los defectos que a primera vista presenta este método es que si no hay amor propio en los obreros, los perezosos vivirían a costa de los activos, puesto que todos ganarían igualmente. Como de la actividad de todos depende su existencia, por instinto de conservación se establece una vigilancia de mancomunidad entre ellos al presentir que de su trabajo depende su prosperidad. Además, se puede combinar con el de pago a un tanto la tonelada, y desaparece este peligro.
La bondad del sistema estriba en separar perfectamente los dos campos antagónicos: de una parte, el patrono y el obrero reunidos, y de otra, el consumidor, o, mejor dicho, el comprador. Todas las diferencias que existan entre el patrono y el obrero se traducen en pérdidas para ambos, y, sobre todo, para el último, por ser la parte más débil.
Si se aplicara en España habría que tener en cuenta, para fijar el precio tipo, las proporciones que en cada mina se obtienen de las diferentes clases de combustible y determinar un precio medio de venta, teniendo en cuenta la mucha proporción de menudo.
El obrero español no está suficientemente educado para aplicar de lleno el sistema de escalas móviles; pero puede írsele acostumbrando por medio de un sistema mixto del de contratas y primas por buena calidad de composición y tamaño. No puedo citar ejemplos numéricos, porque tienen que deducirse de las contabilidades, incluyendo todos los gastos, y son variables, no sólo para cada grupo de minas, sino en un mismo grupo, para cada capa, según sus condiciones. Llevado poco a poco el obrero por el camino de las primas, llegará a adquirir lo que Guyot llama "la moral profesional", y a comprender que sus intereses están íntimamente ligados a los del patrono.
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