lunes, 12 de agosto de 2024

Los altos valles leoneses

El Sol, 18 de agosto de 1925

Los altos valles leoneses

Juan Dantín Cereceda (1)

Todo a lo largo de la vertiente meridional de la cordillera Cantábrica, la primitiva orogenia y sucesivos ciclos de erosión han modelado de consuno un accidentado territorio, cuyo relieve y orientación meridional y continental inspiran los hechos de que se irá tratando. 

El plegamiento originado en tiempos estefanienses, en interferencia con otro muy anterior en fecha, ha dispuesto fundamentalmente la cadena montañosa en serie alternada de altos anticlinales y hondos sinclinales, arrumbados en su mayoría —y al menos en lo que de la parte leonesa llevamos estudiado— de E. a W., con buzamientos en torno de los 30º. Por tanto, en sus rasgos más generales, los alzados pliegues montañosos se alinean y alongan, paralelos al mar, de Oriente a Occidente, y largos pero angostos valles longitudinales corren a su pie. Y entre el suave abombado de los pliegues ortogonales se dibujan someras vallinas. 

Los materiales constituyentes de estas montañas son calizas de tonos alboazulados —ya de fecha devónica, ya de fecha carbonífera—, enhiestas en los somos; areniscas bermejas y pizarras subyacentes unas y otras, especialmente las últimas, enérgicamente plegadas, de muy interesante tectónica. En las cimas, el Sol abrillanta la alba, cruda y casta desnudez de las calizas. 

La erosión posterior, que, tras su levantamiento, viene actuando sin tregua sobre estos pliegues, ha ido esculpiendo y afiligranando el relieve primigenio, hasta dar en las actuales formas de su rico modelado, ya dentando las calizas crestas, ya redondeando contornos de opulentas lomas, ya rellenando y cegado —para aplanarlos en una común superficie de equilibrio— al fondo agudo de los valles, ya tajando los anticlinales en angostos escobios (escobio de Beberino, escobio de Huergas) y trazando a un tiempo la, firme impronta de los valles transversos. Y aquí, como en todas partes, la Geología es la que aporta la voz sonora y dominante en el concierto del paisaje. 

HIDROGRAFIA. — VALLES LONGITUDINALES Y VALLES TRANSVERSOS 

A través de los recios pliegues de las montañas leonesas descienden hacia el Duero, con dirección Norte-Sur, y entre sí paralelos, ríos de no gran caudal, pero si de aguas turbulentas, gargolando entre rodados cantos con franco carácter torrencial. Tales ríos, nacidos junto a los puertos que separan Asturias de León, han tenido forzosamente, para fraguarse un cauce, que tajar transversalmente los altos pliegues montañosos, arrumbados en dirección normal a la suya. Así se han superpuesto al ya accidentado territorio las cañadas y congostos de los valles transversos por donde discurren los ríos, que, torrentes en la alta montaña, se tornan lentos y de fluxión perezosa al desembocar en las amplias y mansas riberas de la llanura. 

Entre estos ríos aparecen representativos tres paralelos, que, enumerados de W. a B., son el Luna, el Bernesga y el Torío. De ellos el Luna conserva inmaculadas sus aguas trasparentes; los otros dos han perdido, con el lavado del carbón de las minas, su limpidez cristalina.

Los valles longitudinales alojan igualmente arroyos en torrente, por donde las montañas se desaguan; pero son los valles transversos — aparecidos con posterioridad en el proceso genético del modelado— los que han adquirido capital importancia y constituyen hoy las vías principales del drenaje del país montañoso. 

En repetidas ocasiones, a lo largo de su trayecto, fluyen y aun se despeñan dichos ríos por estrictas angosturas y por hoces sombrías y profundas (las hoces, bellísimas, de Vegacervera, de paredes calizas, tajadas por el Torio, pueden servir de ejemplo).

CARÁCTER DE SU VEGETACIÓN. — CONTRASTE ENTRE LA SOLANA Y EL ABESEDO

Los países emplazados en la vertiente septentrional de la cordillera Cantábrica (Asturias, por ejemplo) son decididamente de tipo centroeuropeo o noroccidental europeo. Por el contrario, los altos valles leoneses a que nos estamos refiriendo brindan al geógrafo el interés extraordinario de que se sitúan precisamente en aquella zona de conflicto en que se inicia la España lluviosa o de tipo boreal y comienza a desvanecerse la España árida o de tipo mediterráneo.

Hay todo un largo y fastuoso cortejo de fenómenos, trabados por íntimas correlaciones, en que aparece en patente resalto este conflicto permanente. Mas en donde se ofrece del todo manifiesto, pleno de transparencias, es en el carácter do su vegetación, al descender al estudio de sus varios elementos componentes. Y sobremanera allí en donde se presente un valle longitudinal.

Pue que los valles longitudinales se arrumban de E. a W., todos ellos ostentarán una vertiente orientada al S. —la "solana"— y otra orientada al N. (umbría), que en el país llaman "abesedo".

Estudiando las especies de plantas componentes de la vegetación del "abesedo" y de la "solana" se advierte que la primera es enteramente de "bosque boreal" y la segunda ''mediterránea".

En el abesedo se yergue, teñido con vivos tonos verde cinabrio, el verdadero bosque boreal, denso, prieto, cerrado, constituido principalmente por robles ("Querezzo Tozza"), hayas —en densas formaciones que llaman "fayedos" o "faedos"—, avellanos, manzanos monteses, groselleros, árboles de bermejas mostajas, etc. Un matorral de tipo boreal, en el que intervienen como partes principales el arándano y la gorbiza ("Calluna vulgaris"), decora el pie de las hayas o los aristados canturrales de las "lleras". Intercalada en los claros, en escaso número, alguna verde pradería.

Frente al abesedo, boreal y encarado al Norte, la solana aparece vestida —con pobre y dispersa vegetación de garriga— de tomillos, cantuesos, mejoranas y otras labiadas olorosas, y en reemplazo del denso bosque boreal del abesedo se ostenta abierto y disperso encinar. Encinar que, en Huergas de Gordón, en que escribimos, está constituido por robles enciniegos ("ardeviejas" en el país) y por una forma geográfica de encina ("xardón") escasa y muy poco citada de España. No se encuentra un solo prado en la solana, que, a pocos metros del boreal abesedo, ofrece un aspecto, semejante —salvo la total ausencia de las jaras en la solana leonesa— al de la rasa meseta que de Torrelodones a Villalba antecede ("Vorland") a la sierra de Guadarrama. 

Por todas partes el paisaje es claro, luminoso, y como en la seca Castilla, anegado en viva luz solar. El aire es de extrema delgadez y sutileza; ofrece el ambiente plenas diafanidades cristalinas, y es abierto y libre, como en el mar sin límites, el panorama de estos valles, sumersos en hondo silencio y sosiego. No hay cendales de niebla que velen cl puro sol centelleante. El paisaje no es vago ni espectral, antes punza con aristas de concretos contornos.

LAS DOS AGRICULTURAS

La agricultura a que viven entregados los habitantes de estos valles no es al cabo —tampoco podría ser de otro modo— sino expresión del singular emplazamiento del país entre la España árida que acaba y la lluviosa que comienza. Coexisten, pues, dos agriculturas: una, mediterránea, y otra, de tipo norteño.

Respondiendo a la primera, en todos estos valles se siembran y cosechan cereales —trigo, centeno, cebada—, esta última en reducidas proporciones, y como nota de su carácter mediterráneo, leguminosas de secano —garbanzo, lenteja, almorta o tito, yero—, que casi exclusivamente cultivan en la solana, dominio del secano, del terrón reseco y del gualdo rastrojo.

Como en la porción árida de Castilla —y con aquellas necesarias variantes que se deben al terruño leonés— se realizan las faenas de trilla y limpia en las eras.

Pero el centeno y las leguminosas de secano —recogidas en cantidad menguada— no se trillan, sino que se "majan " o "debagan", ya con el "manal " (centeno), ya con el específico "debagador". (Preparamos acerca de estas faenas y de su rico y adecuado herramental un trabajo de carácter etnográfico.)

Junto a esta agricultura de los enjutos secanos, y frente a ella, convive la de tipo boreal, basada en la ganadería bovina y en el cuidado y logro de los prados que la sustentan. Los prados, separados entre sí por "sebes" y rejerías de agudos chopos inquietos —el árbol de la silueta elegante—, se tienden por lo hondo de los valles o en las amplias vegas. La hierba no adquiere el desarrollo que en la muy lluviosa Asturias, su vecina; pero, al menos, consiente uno o dos cortes por San Juan y a mediados de julio. Es, pues, consustancial con el ambiente del país la silueta del segador o de la moza de rojas sayas dallando el prado y atropando a su izquierda el fresco anden —"marallo"— de la jugosa y grácil hierba recién segada. En tanto el segador afila el corte del dalle en la piedra que extrajo del agua alojada en el "gaxapo", se anega el valle en ondas del heno nuevo y fragante y acuden a la mente los versos del Petrarca
 
Non vide il mondo si leggiadri rami,
né mosse i1 vento mai si verdi frondi.

LA POBLACION. — LA INTERVENCIÓN DE LA MADERA 

La población, refugiada en los valles, y con preferencia emplazada en el punto en que los valles longitudinales desembocan en los trasversos; o apoyada en el blando recuesto del arranque de la solana —siempre bajo el nivel acuífero que brota en el plano de contacto de las pizarras con las calizas suprayacentes—, se agrupa en reducidos pueblecillos, situados muy próximos los unos a los otros. Aun cuando es tarea que estamos realizando, tenemos todavía por hacer el estudio del reparto y de las causas de la distribución de la población, como recientemente hemos hecho para toda Galicia (1). Sólo el antiguo Concejo de Gordón (hoy Ayuntamiento de Pola de Gordón), que abarca gran parte del alto Bernesga, comprende, con la villa, diez y seis pueblos, cuya población oscila entre los veinticinco a cincuenta vecinos. Es grande la altitud a que estos pueblos están situados —a 1.200 metros el barrio cimero de Los Barrios de Gordón—. En la vida política y económica de estas aldeas perdura todavía, íntegro y vivo, el régimen comunal. Aun administrativamente dependientes todos de su villa, cada aldea vive aparte y es autónomo su régimen interior. Se nombra a sí misma su "presidente del pueblo"; celebra sus concejos abiertos—a los que de ordinario acuden más mujeres que hombres— y se congrega en sus "hacenderas", prestaciones personales en pleno consenso y común sacrificio, ya para limpiar de tarquines las presas de sus regadíos (en que el agua es igualmente de uso comunal y gratuito), ya para arreglo de sus caminos vecinales, en las que, so pena de multa, cada familia ha de estar representada por alguno de sus miembros. 
 
El hombre, casado o mozo, trabaja en las minas en la extracción del carbón (Hulleras del Bernesga, Hulleras del Torio) o emigra a América. Sobre la mujer recaen, pues, en gran parte los trabajos del campo, las faenas de la siega —panes, legumbres, heno— y de la era. Hasta de la Ribera (Valle del Órbigo) acuden a la siega de este país jampudas mozas, virginidad de las vegas, tímidas como palomas en cortos bandos, la niña pequeña, la rapaza, es la pastora que apacienta las vacas en el pacedero (como la "tochter " la que "ordeña la vaca" de los arios de pasados milenios). Las cosas caminan aquí con ritmo acompañado, sin otro anhelo que el de sumirse en la circundante cansada serenidad. 
 
Invasor de la vida social y doméstica, el bosque es aquí amplio y generoso proveedor. La casa —con amplia galería o solana— es a la vez de piedra y de madera. Para el acarreo de mieses, hierbas y leñas se emplea el carro típico de esta región, y en en pueblos muy encaramados en los altos riscos (Nocedo, Los Barrios, Valporquero, Gete, Getino, etc.) se utiliza casi exclusivamente el "forcado", carro sin ruedas, especie de trineo, que se arrastra como una oruga sobre sus "calzaduras" y soporta la carga que sus "palos" contienen sobre los "chiñuelos", "rejeras" y "traviesas", único vehículo posible, todo él de madera, en sus empinados caminos.

De madera es también su calzado, que no sería posible caminar en el invierno sin el auxilio de la "madreña". Y aun en las danzas de sus fiestas, los instrumentos músicos, la pandereta —sin metálicas rodajas, de broncos sones— y las castañuelas, anchas y pesadas, son también de madera de castaño o de haya. El juego de bolos es nueva insistencia en el tema de la madera. Como en todas partes, las viejas costumbres desaparecen. Apenas si en el invierno se celebra algún "hilandero", en que la abuela hila el "cerro" de los vellones; apenas si suena el fragor de algún viejo telar doméstico; apenas si el eco devuelve el brioso cantar de ronda o la tonada íntimamente acorde con el sosiego del paisaje. Aún entre extrañas invasiones permanecen inmersos los cantares de boda —"cantares de casadina"— con que las mozas despiden a la recién casada, "a la paloma que se nos marchó del bando". Junto a la pregancia del llar alguna anciana recita o entona viejos romances, y sobre todos aquel del Conde Olinos, en que la reina alza a sus criados de la cama para ver "cómo canta la sirena de la mar" y que fina con la princesa gemebunda, tornada en fuente clara y milagrosa.. 

(1) Dantín Cereceda (J.). "Distribución geográfica de la población en Galicia." Con un mapa, en quince colores, a la escala de 1 : 800.000. Junta p. Ampliac. de Est. e Invest. Científ. Centro de Estudios Históricos- Madrid, 1925,

Juan DANTIN CERECEDA

Huergas de Gordón y agosto de 1925

(Prohibida la reproducción.)

Dantín Cereceda, Juan

Juan Dantín Cereceda. Madrid 25 de diciembre de 1881-1943.

Sus padres fueron Camilo Dantín Pérez, un pintor nacido en León, y  Encarnación Cereceda Muñiz, de ascendencia segoviana. Hizo sus estudios de segunda enseñanza en el Instituto madrileño del Cardenal Cisneros. Entre julio y septiembre de 1900 obtuvo el Grado de Bachiller y el premio extraordinario de ese grado en la sección de Ciencias. Cursó sus estudios superiores en la Facultad de Ciencias de la Universidad Central, obteniendo entre junio y septiembre de 1904 el Grado y el premio extraordinario de Licenciado en la sección de Ciencias Naturales.

LOS ORÍGENES LEONESES DEL GEÓGRAFO DANTÍN CERECEDA

José A. Balboa de Paz

Juan Dantín Cereceda fue uno de los geógrafos más notables de la primera mitad del siglo XX. En palabras de Nicolás Ortega, uno de sus mejores conocedores, fue una figura destacada de la Geografía española anterior a la Guerra Civil; pues, aunque murió en 1943, la mayoría de sus obras son anteriores a dicho conflicto. Formado en la Facultad de Ciencias, estuvo vinculado a la Junta para Ampliación de Estudios e Investigaciones Científicas, especializándose en trabajos sobre Geografía física. En su labor de investigación y divulgación late una preocupación insistente por la modernización de la Geografía española, un acercamiento a las escuelas geográficas europeas más señeras del momento, especialmente a la francesa (Vidal de la Blache, E. de Martonne), y un interés continuo por la geografía regional..

Juan Dantín Cereceda nació en Madrid el 25 de diciembre de 1881, y murió en la misma ciudad el 23 de octubre de 1943. Fueron sus padres Camilo Dantin Pérez y Encarnación Cereceda Muñiz. Estudió en el Instituto General y Técnico Cardenal Cisneros, en su ciudad natal, obteniendo en 1900 el grado de Bachiller, con la calificación de sobresaliente y premio extraordinario en la sección de Ciencias. Cuatro años después, con la misma calificación y premio extraordinario, se licenciaba en la Facultad de Ciencias de la Universidad Central. Por último, en 1912 se doctoraba en Ciencias, sección de Ciencias Naturales, con sobresaliente y premio extraordinario, con una tesis dirigida por Eduardo Sánchez-Pacheco, publicada en 1913, que en realidad era una versión abreviada de su libro Resumen fisiográfico de la Península Ibérica, publicado en 1912..

A esta carrera académica correspondió otra profesional, con dedicación en varios centros y diversas disciplinas. En 1907 aprobaba la oposición de la cátedra de Agricultura y Técnica Agrícola e Industria, siendo nombrado en 1909 catedrático del Instituto de Baeza, del que pasó sucesivamente a los de Albacete y Guadalajara. Por último, mediante una nueva oposición en 1922, llegaba al San Isidro de Madrid, en donde se jubilaría.

Ligado muy pronto a la Junta de Ampliación de Estudios e Investigaciones Científicas, nacida al albur de la Institución Libre de Enseñanza, colaboró desde 1911 con el Museo Nacional de Ciencias Naturales y, por sus relaciones con el geólogo Eduardo Hernández-Pacheco, se interesó por la Geografía física.

Esta inclinación se acentuó aún más con la ayuda que dicha Junta le concedió en 1913, tras varios intentos frustrados, para estudiar Geografía física y Geología en Francia y Alemania, que por los problemas del momento –la Gran Guerra Europea–, se redujo al primer país, donde pasó nueve meses. Años después asistiría a congresos en El Cairo, Cambridge y París sobre esta misma materia. También, como colaborador, impartiría algunas clases en la Universidad Central.

La obra de Dantín Cereceda es abrumadora y resulta imposible de abarcar en un artículo de estas características, que solo busca indagar en sus orígenes leoneses. Sus libros y sus artículos en revistas especializadas y en periódicos, especialmente en El Sol, superan los cuatrocientos, abarcando temas de múltiple naturaleza, especialmente geográfica; pues como dice Ortega Cantero, «Dantín Cereceda era algo parecido a la personificación de la Geografía, al “geógrafo” por antonomasia». Pero no hay que olvidar que su formación e incluso su dedicación profesional como catedrático le obligó a abarcar asuntos relacionados con la geología, la botánica, la zootecnia, la  agricultura, etc. Ortega y Gasset y Pío Baroja, con los que Dantín realizó frecuentes excursiones por la montaña, lo recuerdan con su martillo de mineralogista y su red para cazar mariposas.

Todos esos intereses se concretan en libros como los citados10: Resumen Fisiográfico de la Península Ibérica (1912 y reeditado sin modificaciones en 1948), El relieve de la Península Ibérica (1915), Ensayo acerca de las regiones naturales de España (1922), Regiones naturales de España (1942), Evolución y concepto actual de la Geografía moderna (1915), cuestión que, por otro lado, está muy presente en muchos de sus artículos de El Sol. Por otro lado, no hay que desdeñar su participación en geografías generales, como La Nueva Geografía Universal, de E. Granger, en cuyo tomo III escribía la parte correspondiente a la Península Ibérica. No fue su único escarceo en escritos de geografía descriptiva, ya que también redactó una Geografía Moderna en tres tomos y diversos libros de lecturas geográficas para escolares. Todo ello sin olvidar su Historia de la Tierra, La vida de la Tierra, La vida de las flores, La vida de las plantas, Zootecnia, Agricultura elemental española, etc. 

JUAN DANTIN, EL BISABUELO 

Dantín Cereceda, como ya hemos dicho, nació y murió en Madrid; fue, por tanto, madrileño. Pero como tantos vecinos de la villa y corte de Madrid sus ascendientes fueron todos, o casi todos, leoneses. Decimos casi todos, porque el apellido Dantín (o Dantin) tiene, en este caso, origen francés. El bisabuelo de nuestro geógrafo, D. Juan Pedro Dantin, nació en Pontacq, en el departamento francés de los Bajos Pirineos (hoy Pyrénées-Atlantiques en la región Aquitaine; pero al sur de ella, cerca del País Vascofrancés o Gascuña, casi en el piedemonte pirenaico, entre los lugares de Pau y Lourdes, zona levemente húmeda, de colinas, bosques y prados). De allí eran también naturales sus padres, Lorenzo Dantin y Juana Dubonix, que cuando su hijo Juan Pedro Dantin otorga su testamento el 5 de agosto de 1854 ya habían fallecido.

Juan Pedro llegó a León en 1818, fecha desde la que el citado testamento dice que es vecino de la ciudad de León, en la que fallecería no mucho después de testar. En dicho texto se declara creyente y de religión católica, en cuya fe desea ser enterrado en el cementerio de la capital leonesa. Como albacea, testamentario y único heredero deja a su hijo D. Juan BautistaDantín Seijo, y si este falleciese antes que él, a sus nietos, hijos de este con D.ª Agustina Pérez Durán. De acuerdo con dicho testamento era ya viudo de D.ª Cayetana Seijo Villa, natural de Ferrol (La Coruña), aunque probablemente establecida anteriormente en León, lugar en el que encontraremos frecuentemente este apellido desde entonces.









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