domingo, 25 de agosto de 2024

El último carrero de Cistierna

Este artículo aparecido en Miscelánea histórica de Cistierna y Montaña Oriental Leonesa, relata la conversación con Eliseo Polvorinos, a sus 87 años de edad, quien entró como aprendiz a la edad de 24 años en el taller de carros de Gabriel Rodríguez Reyero. El taller se ubicaba  en la corralada que existe detrás de la Casa de los Franceses, actual comercio de pintura y bricolaje Miguélez. 

A la derecha con boina y la mano sobre la taladradora para barrenar el hierro se encuentra Gabriel Rodríguez Reyero, el Carrero, y a la izquierda delante del banco de cepillado Eliseo Polvorinos, natural de Calaveras de Arriba y vecino de Cistierna.

A Cistierna acudían a encargar carros desde los pueblos de la montaña desde Remolina, valle abajo del Río Grande, incluidos los valles laterales del Dueñas, Corniero, Valdoré, valle de Sabero y Duerna. De Remolina para arriba hacían los carros en Pedrosa del Rey. Los pueblos de ambas márgenes del Esla desde Villapadierna para arriba también hacían los carros en Cistierna. 

El taller del carrero se ubicaba detrás de la Casa de los Franceses, ahora comercio de la familia Vazquez Escudero. Al fondo se observa el portalón que daba paso al taller. En la corralada vemos carros, ruedas y madera sin devastar. En primer término sujetando el ronzal del caballo vemos a Chencho Muñoz, carnicero de la villa. Detrás sentado en un carro a medio terminar vemos al empleado Julian Gorostieta de Valmartino. Al fondo sentado en el varal del carro posa Eliseo Polvorinos con dos niños. La primera puerta a la izquierda era la casa de Don Gabriel Rodríguez el Carrero. La segunda casa era la vivienda de Martín Argüelles y Eusebia Tejerina. Al fondo sobre el taller la casa de  Laudelino. 

Menos los bueyes o vacas en el taller de Gabriel Rodríguez Reyero, se fabricaban todos los elementos que componían la estructura de un carro, incluidas las grandes armaduras que se añadían para transportar las mieses de trigo, centeno y cebada. Los carros chillones, con ruedas de madera y sin llanta de hierro eran ya una reliquia a principios del siglo XX en aquella villa. 

Esta foto fue realizada de 1968 muestra un carro recién pintado que acababa de ser entregado al propietario. Es un carro ribereño con rueda más grande que los montañeses y 16 radios.

La mejora de las comunicaciones, sobre todo el ferrocarril, había impuesto el hierro para las llantas, eje, corzas y buje. El hierro se traía de Cervera en barras de cinco metros y medio. Además del taller de carros de Gabriel Rodríguez Reyero, existía otro a la salida del pueblo en dirección a Riaño, más o menos donde ahora se encuentra el Mesón la Braña. Este taller era propiedad de D. Pedro, oriundo del Valle del Tuejar. Los tableros, cabezales y calabaza eran de negrillo, los cambones y radios de la rueda se hacían de encina importada de Navarra. 

Carro montañés de 14 radios frente al taller de Eliseo Polvorinos. La pareja de vacas ostenta sobre la testuz melenas de cuero. Divisamos al fondo, el nogal que existía frente a la iglesia vieja de Santa María, fue talado  hacia 1967.

Para fabricar las llantas de las ruedas, primero se enderezaba la barra golpeándola sobre el yunque en frío, después, se curvaba en una máquina. Cuando se tocaban las puntas, se metían a la fragua y a calda viva, esto es, al rojo vivo, se golpeaba en el yunque hasta que soldaban los extremos. 

Las ruedas de un carro de vacas montañés tenían una llanta de 28 milímetros de grosor y 1,20 metros de altura, las ruedas de los carros ribereños se hacían con llantas de 30 milímetros de grosor, 1,35 metros de altura. La caja de los carros montañeses era de 97 centímetros por delante y algo más de un metro por detrás para facilitar la descarga. Los carros montañeses eran más pequeños que los ribereños, pero recios y fuertes, diseñados para aguantar las tamballadas que daban por los caminos empedrados que recorren todo el territorio de la Cantabria Leonesa. 

El cubo o maza, también denominado calabaza, donde iba colocado el eje del carro, se cortaba de un tarugo grueso de encina y tenía unas 13 pulgadas. Después de torneado, se le colocaban dos anillos de hierro. Los agujeros para los radios se hacían también en el torno. El cubo se dividía en 14 radios para la montaña y 16 para la ribera. Después, debía cocerse en una caldera de agua durante unas dos horas, mediante este procedimiento, la madera del cubo se ablandaba e hinchaba, quedando lista para meter los radios. El cubo así dispuesto quedaba inmovilizado en un potro y se comenzaba a colocar los radios. Cuando la madera secaba, los radios quedaban fijos y prietos. 

La circunferencia de la rueda sobre la que se montaba la llanta de hierro se hacía con cambones de madera. Había distintas plantillas para los cambones, grande para la ribera y más pequeña para la montaña. La circunferencia de la rueda del carro montañés se hacía con 7 cambones y en cada cambón se metían 2 radios, por lo tanto la rueda tenía 14 radios. La circunferencia de la rueda del carro ribereño tenía 8 cambones, a dos radios por cambón, 16 radios. Los carros de Cistierna, límite de la ribera donde la montaña comienza abruptamente, se hacían invariablemente con 14 radios. 

Las corzas de hierro que tenían la función de elevar la mies, hierba o leña por encima del lomo de las vacas, se fabricaban en el mismo taller con varillas de hierro de 16 milímetros de grosor. Las corzas iban en la delantera del carro y se sujetaban por arriba en los tableros, por bajo en la vara del carro. 

El montar la llanta de hierro sobre la rueda era una labor complicada. Para ese menester el taller contaba con un horno dispuesto en el suelo, armado con raíles de hierro que adoptaban la forma de la rueda para no deformar la llanta. La cavidad se llenaba de leña y se encendía el fuego, sobre el cual se colocaba la llanta, cuando ya estaba dilatada a fuerza del calor, se sujetaba mediante grifas para colocarla sobre la rueda. Inmediatamente se metía a un pozo con agua para que no se quemase la madera y a la vez quedase bien ajustada, prieta y tirante.

Después de terminado al carro se le daba una mano de minio para cerrar los poros de la madera, inmediatamente se procedía a pintarlo de rojo y azul. El carro completo costaba entre 7.000 y 8.000 pesetas de la época. Cuando el conservaba conservaba las ruedas viejas, el carro se encargaba sin ellas y valía unas 3.000 pesetas. Los tratos se hacían siempre de palabra, y el respeto a la misma era sagrado. 

En cierta ocasión el carrero de Pedrosa del Rey, Santiago Martínez, pidió a  Gabriel que mediase para cobrar un carro a un carnicero de Cistierna que no quería pagar lo ajustado, y Gabriel consiguió que Santiago cobrase lo que se le debía después de reconvenir al carnicero con graves y sensatas razones. 

El carro de caballerías ostentaba dos varales para uncir el macho, burro o caballo y era más barato que uno de vacas.  Cuando los encargos del Valle del Dueñas, Remolina, Crémenes estaban terminados, los labradores bajaban caminando a Cistierna con la pareja de vacas. Tras una pequeña robla se hacía el pago, uncían los animales y regresaban con el nuevo carro a sus pueblos de origen.

El carrero de Robles de la Valcueva

En el Barrio Estación de Robles de la Valcueva ejerció como carrero Eloy Rodríguez Reyero, natural de Cistierna. Eso me anima a pensar que era hermano del carrero Gabriel Rodríguez Reyero. Eloy estaba casado con Isabel, la maestra de la escuela de niñas del Barrio Estación, a la que conoció cuando ocupaba la plaza de maestra de Cistierna. Fue alcalde de Matallana de Torío de 1958 a... En junio de 1960 compró en León una motocicleta DKW de segunda mano. También tuvo un SEAT 600. Poco antes de jubilarse Isabel consiguió plaza en la capital y el matrimonio se fue a vivir a León. Por desgracia al poco tiempo murieron su mujer y su única hija Maribel, por lo que el se casó en segundas nupcias con la que fue mujer de Tonillo Ríos, que había sido taxista en el Barrio Estación y había muerto de una enfermedad pulmonar. Esta segunda mujer era oriunda de Cármenes y tenía un hermano médico, que al parecer tenía una finca y granja cercana a León, en donde se conoció con Eloy. Eloy parece ser que también tenía una hermana melliza. Tanto Eloy como Gabriel tenían licencias de caza en 1939 y 1940, por lo que cabe pensar que estaban bien relacionados con las fuerzas vivas del nuevo régimen.

Recuerdo el taller de Eloy, situado al lado del taller de mi padre. En su interior tenía el torno para madera, la máquina combinada de sierra circular y cepillo, la dobladora de las llantas, la fragua y la máquina eléctrica de soldar. Quizás también tuviese una sierra de cinta. En el exterior, en el patio trasero, tenía el espacio para calentar las llantas y colocarlas sobre las ruedas y el dispositivo para enfriar todo el conjunto de la rueda. Recuerdo ver la construcción de un carro y también de vagonetas para las minas. En el taller del carrero había un joven aprendiz al que llamaban el vasco, ya que sus padres, que también vivían en el Barrio Estación, eran vascos. Con el tiempo este joven se fue a Bilbao para trabajar en un astillero. Recuerdo, siendo yo un niño, ver a este joven bajando del monte cercano unos rueldos de urces para calentar las llantas, antes de colocarlas sobre las ruedas. Al taller también acudía a veces un vecino de Naredo, llamado Nazario, que parece ser que era especialista en la operación de soldar en la fragua los extremos de la llanta, lo que se conocía como dar la calda. Para realizar esta operación se adelgazaban los extremos en la llanta, se calentaba al rojo blanco, se superponían, echando polvo de borax entre las dos partes a soldar y, a fuerza de martillazos, se unían los dos extremos y se le daba la forma correcta a la zona. Nazario era hermano de un mecánico al que conocían como gavilla y para el cultivo de sus tierras tenía un tractor articulado Pasquali de doble tracción, una rareza para la zona.

En 1934 Hilario Rodríguez Álvarez era carrero en Cistierna, estaba casado con Ninfa Reyero Rodríguez, padres de Marcelino Rodríguez Reyero, prófugo según consta en el Boletín oficial de la provincia de León del 26 de julio de 1938, quizás también eran los padres de Eloy y Gabriel. 

Mi abuela, Aurora Bello Santos, vivió en Cistierna un poco tiempo en casa de una tía del carrero del Barrio Estacion, hermana de su padre, después de venir de Bilbao, allá por el año 1910.






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