miércoles, 28 de abril de 2021

Una "terrible" bolchevique

"Estampa" 17 de octubre de 1931

Una "terrible" bolchevique, la "leader" comunista Dolores Ibarruri, "La Pasionaria"

EN LA AVANZADA COMUNISTA

Hace unos años, los comunistas de Vizcaya presentaron en la avanzada de sus propagandas a una mujer, la primera propagandista femenina con que contaba el comunismo en esta provincia, y una de las contadas figuras femeninas visibles que forman en la organización en España.


Una casita un poco destartalada, que tiene la puerta siempre abierta.

La aparición de esta mujer en el comunismo; su presencia en las tribunas; su firma al pié de numerosos trabajos periodísticos en publicaciones de este matiz societario, "La Bandera Roja" entre ellas, y, finalmente, su participación en las últimas elecciones legislativas como candidato comunista por Bilbao, hicieron que la curiosidad pública convergiera en la figura de Dolores Ibarruri, "La Pasionaria".

Nada mejor que una visita en su casa para sorprenderla en su personalidad auténtica. Vive en la cuenca minera vizcaína, en San Julián de Musques. Su vivienda, situada en un barrio rural que se alza en una de las estribaciones de estos montes agudos y bravos, se encara con la cordillera hendida que muestra sus entrañas rojizas, escarbadas por varias generaciones de mineros.

Desde esta casa, Dolores Ibarruri ha contemplado, a lo largo de muchos años, la lucha de los mineros, encorvados en el tajo bajo el sol y bajo la lluvia. Conoce bien, sin duda, las vicisitudes de estos trabajadores.

Dolores Ibarruri, la primera figura femenina que surgió en las avanzadas del comunismo en Vizcaya.

Varias vecinas del barrio rural de Villanueva nos conducen hasta el portal de una casita pobre y un poco destartalada. Las mujeres se adelantan a llamarla desde la calle, y un grupo de niños semidescalzos, con las ropitas deterioradas, hacen acto de presencia, curiosos, ante la vivienda de Dolores, que les llama "sus pionners".

Dolores Ibarruri se nos muestra en su vida intima de mujer de un humilde minero. Unos ojos dulces resaltan en su semblante, surcado ya por las arrugas. De la belleza que un día campeó, sin duda, en él queda esa otra belleza, un poco difusa, de las expresiones muy acusadas. Apenas tiene más de cuarenta años, y numerosos hilos de plata cabrillean en el negro de su cabellera. La vida de esta mujer no ha debido ser fácil ni blanda.

Tuvo Dolores seis hijos, de los que le quedaron estos dos: Amaya y Rubén.

INTENTO DE INTERVIÚ

En la salita, reducida y pobre, que justamente nos cobija, exornada por una mesita somera, varias sillas viejas, un diploma escolar y un costurero, Dolores nos refiere su vida de mujer pobre. Protesta de nuestro propósito de someterla a una interviú.

Sus manos se han endurecido en el trabajo duro de todos los días.

—Tranquilícese, Dolores. No es una interviú, se lo aseguro.

—Sinceramente le digo que no quiero exhibiciones de ningún género. Me ha costado un verdadero esfuerzo presentarme al público. Casi se me obligó a ello. Hubo que invocar mis deberes de afiliada para que consintiera. Cuando me "presentaron" en las elecciones no lo supe de una manera cierta hasta que se hizo pública la candidatura. Se ha hablado de mí más de lo que merezco, aunque, a veces, no muy favorablemente. Incluso se ha llegado a decir que recibía dinero por mis propagandas, dinero de Rusia, claro está. Ya ve usted lo que me luce. Nos enseña, sonriendo, las palmas de las manos, endurecidas por el trabajo.

—Ya ve usted; hay que trabajar de verdad. Se dijo también que las cuartillas que leí en varios mítines no las había escrito yo. Le aseguro que no tenían nada de particular, y por eso mismo esa versión es, doblemente infundada.

Hay que trabajar para contribuir a salvar las necesidades del hogar humilde.

CASI UNA INTERVIÚ

Insensiblemente para Dolores, la conversación ha ido tomando la forma de interrogatorio.

—¿ Es cierto, Dolores — le preguntamos —, que usted era una muchacha que incluso practicaba la religión?,

—Es cierto. Yo era, ¿ cómo le diré a usted?, una muchacha más entre las muchachas corrientes de estos pueblos. Iba a misa como todas ellas. Traté de hacerme maestra; pero no me fue posible cursar los estudios pertinentes. Desde luego, nunca había pensado en estas cosas del Socialismo.

Dolores Ibarruri es muy aficionada a la lectura. Así se ha formado la cultura societaria que hoy tiene.

—¿ Cómo se inició en estas cuestiones societarias?

—Cuando me casé, a los veinte años, pensé que mi marido seguiría hablándome siempre de lo mismo, del tema ineludible de todos los noviazgos. Pero me encontré con que me hablaba del Socialismo y obrerismo con una insistencia que convertía nuestras conversaciones en un monólogo. No era cosa de abandonarle a este monólogo. Me trajo libros y leí.

Sonríe en una pausa, y, a manera de disculpa, añade:

—Quizá yo soy comunista un poco intuitivamente; pero no hay que olvidar la frase, tan conocida:

"Es el estado social lo que crea una conciencia, y no la conciencia la que crea el estado social."

La cita ha imprimido a su voz un pequeño tono declamatorio, ese tonillo tan frecuente en los que han adquirido el hábito de dirigirse al público. Estamos en plena interviú con la comunista.

—Finalmente, Dolores, ¿por qué la llaman a usted "La Pasionaria"?

—Porque, en cierta ocasión, en Semana Santa, por ponerme a tono con las circunstancias, firmé así unos trabajos periodísticos.

—¿Ha sido usted encarcelada alguna vez?

—Nunca, Mi marido, sí, La Policía y la Guardia civil han hecho algunos registros en casa.

—¿De dónde es usted, Dolores?

—De aquí cerca, de Gallarta. Mi padre es hijo de este país. Mi madre es castellana. Apenas he salido de estos parajes.

A los niños del barrio, "La Pasionaria" les llama sus "pionners".

(Fotos Amado.) VlCTOR R. AÑIBARRO


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