Si bien todos los bienes físicos se producen y distribuyen utilizando diferentes cadenas de suministro por donde fluyen las materias primas, los materiales elaborados, los componentes, los productos y sus residuos, el dinero y su valor intrínseco para ser cambiado por bienes y productos, también se genera, acumula y fluye entre diferentes empresas, capas sociales y países utilizando otro tipo de cadenas de suministro paralelas a las primeras.
Henry David Thoreau fue un filósofo idealista norteamericano formado bajo la influencia de los románticos europeos, sobre todo de Carlyle y de Rousseau. Criticó, desde posiciones pequeñoburguesas, el capitalismo y su cultura. Es conocido por su obra Walden o la vida en los bosques de 1854.
En Walden, el autor narra los dos años, dos meses y dos días que vivió en una cabaña construida por él mismo, cercana al lago Walden. Con este proyecto de vida solitaria, al aire libre, cultivando sus alimentos y escribiendo sus vivencias, Thoreau pretendía varias cosas. Por un lado, demostrar que la vida en la naturaleza es la verdadera vida del hombre libre que ansíe liberarse de las esclavitudes de la sociedad industrial. Por otro, que la comprensión de los recursos de la naturaleza, sus reglas, sus recompensas, son un camino que el hombre no debe olvidar.
En esta obra Thoreau afirma que:
“El lujo de una clase se equilibra con la miseria de otra. Por una parte, un palacio; por otra, un albergue para indigentes…”
Esta opinión acerca del reparto de la riqueza era, a mi modo de ver, acertada a mediados del siglo XIX, en el XX y ahora mismo. Thoreau se atrevió a plasmarlo en palabras escritas, al igual que lo hicieron muchos otros, pero siempre dentro de una cualificada minoría.
Y es que esta desigualdad en el reparto de la riqueza resulta molesta para los que obtienen menos, al menos en aquellos momentos en los que llegan a ser conscientes de ello. No pretendo en modo alguno encontrar argumentos para calificar tal o cual situación de injusta o inaceptable, ni tampoco teorizar sobre las causas de la posible alienación, tal como la entendía Rousseau en su obra El contrato social.
Lo cierto es que dependiendo de la clase o estrato social, o del país en el que uno haya nacido, su posición en la pirámide de distribución de la riqueza estará bastante determinada, sin duda a la espera de que esta circunstancia se complemente con los ajustes que podamos añadir con nuestra inteligencia, belleza, fuerza física, don de gentes, esfuerzo, formación académica y lo que la suerte nos depare, que siempre ayuda.
Según un informe de Credit Suisse, el 47,8 % de la riqueza mundial está en manos de solo el 1,2 % de la población.
Hoy en día, aunque en el último año y debido a la Guerra en Ucrania, en apariencia, se hayan reducido los intercambios comerciales, el mundo es global de la misma forma que ya lo era en la época de los romanos y los cartagineses y tiempo atrás. El intercambio de mercancías y dinero siempre ha existido y siempre existirá y es difícil no ver que lo que unos obtienen como fruto de su trabajo es mucho menos que lo que otros consiguen y eso en un amplisimo abanico de valores, entre el máximo y el mínimo de la base y la cúspide de la pirámide.
Continuamente se produce una transferencia de valor entre las capas menos remuneradas hacia las capas mejor pagadas, y no sólo entre la base y la cima, sino entre las capas intermedias. En los países desarrollados, como en España, el estado subvenciona el desempleo y el empleo a tiempo parcial de algunos de sus ciudadanos, a la vez que ciertos empleos más peligrosos, desagradables o peor pagados son ocupados por inmigrantes. Es una clara transferencia de valor entre el colectivo de ciudadanos inmigrantes y una capa social situada un poco más arriba en el estrato social.
Cuando se reivindica un cambio en la distribución de la riqueza, insisto, sin querer entrar en términos de justicia, se mira hacia arriba, a los que tienen más, y ello es lógico, pues queremos mejorar y no empeorar nuestra situación.
Racionalizar lo justo o injusto de una redistribución de la riqueza tiene que ver con lo que consideremos como imprescindible para poder vivir y eso varía mucho con el lugar en donde viva quien establezca ese mínimo imprescindible. El otro gran escollo es el de la consideración de si el capital, la acumulación de valor, es uno de esos mínimos imprescindibles para el funcionamiento de todo el entramado, y de si ha de ser o no hereditario y en qué medida. Por supuesto no pretendo asumir que la acumulación de capital no sea acumulación de poder y establecimiento de marcos de relación que faciliten esa acumulación progresiva de capital y riqueza, pero eso, pretendo que sea otra historia.
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