La ministra francesa de cultura, Rima Abdul Malak, en su discurso del 16 de enero de 2023, dentro de un muy extenso programa de actuaciones, también mostró su interés en luchar contra la cancelación cultural, aunque no se extienda mucho en ello, ni tampoco hable de “wokismo”, ni de los modernos estudios coloniales de la universidad.
Ella no es la única que piensa que hay que reflexionar sobre ello. El Observatorio de la Libertad Creativa, que agrupa, dentro de la Liga de los Derechos Humanos, a varias organizaciones, como la CGT-Spectacle, denuncia la ola de desprogramación sin precedentes en todos los campos del arte y de la cultura (Liberation, 7 de enero): la película Les Amandiers, retirada de los cines por considerar que un actor está siendo procesado por violación y violencia contra excompañeros; la obra Pour un temps sois peu, desprogramada por el Théâtre 13, de París, por que la actriz no es transgénero aunque su papel sí lo es; la exposición Bastien Vivès, cancelada en el Festival Internacional del Cómic de Angoulême por sus cómics y comentarios acusados de promover la pornografía infantil y la pedofilia.
El Observatorio lamenta la confusión de roles: corresponde al programador mostrar un trabajo y crear debate si es problemático; que el juez lo prohíba en nombre de la ley. Caracterizado cómo de izquierda, este observatorio lamenta que estén surgiendo otros tipos de censura, fomentados por grupos antirracistas o feministas.
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