Durante los últimos tres años, un grupo de investigadores de la Universidad de Nebraska en Lincoln (Estados Unidos) ha estado investigando a los virus desde un prisma diferente al habitual: no como entidades biológicas patógenas, sino como nutrientes básicos en el ciclo de la vida.
Junto a las bacterias acuáticas, los virus son los organismos más abundantes de la Tierra. Siendo tantos, es normal que los organismos filtradores, los que se alimentan filtrando el agua, ingieran todo tipo de materia orgánica que contenga, virus incluidos.
John DeLong ha demostrado que hay al menos dos tipos de seres realmente virívoros, que pueden vivir solo de comer virus, la Paramecium bursaria y la Halteria sp., dos protistas ciliados acuáticos.
Se sabía que comían virus, aunque se desconocía si de forma accidental. Lo que ha hecho el equipo de DeLong es observarlo en el laboratorio, en condiciones controladas. Así, liberaron en pequeñas gotas de agua obtenidas de un estanque cercano a la universidad grandes cantidades de clorovirus, un virus relativamente grande que infecta a la clorofila de las algas de los lagos y embalses de agua dulce de todo el planeta.
A las 24 horas, estudiaron con detenimiento las gotas de agua. Los resultados demostraron que en presencia de ambas especies, la cantidad de virus en el medio se reducían hasta 100 veces. Lo que necesitaban saber entonces era si se habían comido a los virus.
Mediante una técnica de tinción (añadir colorante para hacer contraste), convirtieron varios de ellos en fluorescentes y vieron cómo las vacuolas de los protistas (que cumplen una función similar al estómago) se volvían de color verde brillante. Llegaron a estimar que cada Halteria sp. era capaz de ingerir entre 10.000 y un millón de clorovirus al día.
Pero había que relacionar lo mal que les fue a los virus con una mejoría para los protistas. Los científicos observaron que la población de paramecios se mantenía igual, comían virus, pero no parece que les sirviera de mucho. Sin embargo, a las 48 horas de exposición, vieron que la población de Halteria sp. aumentaba mientras se reducía drásticamente la cantidad de clorovirus. En cifras, la cantidad viral se desplomó hasta 100 veces en solo dos días, a la par que la población de la protista, sin nada que comer excepto el virus, creció en promedio unas 15 veces más durante ese mismo período de tiempo.
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