La Libertad, Madrid, 5 de julio de 1934
En los pasillos de la Cámara repercutieron los incidentes personales desarrollados en el salón de sesiones
Intervención del Sr. Gil Robles
El Sr. GIL ROBLES interviene y dice que la actitud de su minoría podía quedar señalada con la ratificación de las palabras que pronunció en el debate anterior sobre la cuestión catalana; pero en vista de las manifestaciones que se han hecho hoy ha de decir unas palabras más.
Hace protestas de su amor a las regiones; pero ha tenido que mostrar una discrepancia con la última conducta del Gobierno.
Dice que hubiera sido fácil para ellos enarbolar una bandera de españolismo; pero ve en los catalanes a unos hermanos y por eso contra ellos no ha querido pedir medidas de severidad. No cree que en proceder con arreglo a la conciencia haya claudicación.
Se propuso una solución Jurídica y a ella prestamos nuestro asentimiento. Pero las circunstancias han cambiado, y a la transigencia y comprensión nuestra, la Generalidad ha contestado con una actitud de rebeldía que no tiene justificación.
Grave es el problema catalán y difíciles las circunstancias actuales; pero hay que reconocer que son consecuencia de políticos anteriores.
Hay que recordar que en el primer acto de rebeldía de la Generalidad fueron a Barcelona tres ministros españoles, y el Sr. Azaña se doblegó por unos votos de la Esquerra (Aplausos.)
Formidable escándalo. -Los diputados se golpean y las pistolas salen a relucir
La Generalidad no se mostraría tan valiente, porque cuenta aquí con cómplices y encubridores.
En este momento, unos diputados socialistas, con el Sr. Menéndez a la cabeza, protestan con gran violencia. Los de la Ceda y algunos monárquicos contraprotestan, y unos diputados se lanzan contra otros, golpeándose. El escándalo que se promueve es el mayor que hemos conocido.
El Sr. Prieto saca la pistola y se dispone a disparar; pero algunos correligionarios lo retiran con gran esfuerzo.
Intervienen también los ujieres para separar a los diputados. El griterío es inenarrable. En la confusión hay algunos diputados que han caído al suelo.
Se suspende la sesión para que los ánimos se calmen.
El PRESIDENTE, ante la imposibilidad de dominar el tumulto, suspende la sesión y abandona su sitial.
Sigue el escándalo más fuerte, y un SECRETARIO, desde su tribuna, manifiesta que la sesión se ha suspendido sólo por cinco minutos. Esto calma algo los ánimos; pero no mucho.
Se forman corros en todos los lados del salón y se habla a voz en grito. Son las doce menos veinte minutos.
Palabras de paz al reanudarse la sesión
A los diez minutos se reanuda la sesión.
El PRESIDENTE dice que ha tenido que hacer por primera vez lo que muchas veces ha visto hacer en el Extranjero: levantar la sesión para que se restableciera la tranquilidad.
Espera que, pensando en que son españoles y republicanos todos, procederán, para dignidad del Parlamento, con corrección para que termine esta sesión, si no con cordialidad, con mesura.
Lamenta que los socialistas hayan esgrimido pistolas, porque esto no es propio del lugar.
Espera que el Sr. Prieto, con su hidalguía, lo ayudará a terminar este incidente.
Mutuas explicaciones y el incidente se liquida
El Sr. PRIETO dice que el incidente ha surgido porque el señor Oriol ha agredido a un socialista, y había que repeler la agresión.
Dice que los socialistas nunca son los que inician las agresiones, y hoy no la han iniciado.
Declara que es verdad que él ha sacado la pistola porque ha visto que frente a él había otra amartillada.
El Sr. ORIOL manifiesta que la agresión no ha partido de él ni de los suyos y que han sido llamados canallas por los socialistas, y entonces han sido ellos los que han replicado.
El sr. TIRADO manifiesta que él, en efecto, ha pronunciado la palabra de farsantes cuando hablaba el Sr. Gil Robles; pero esto no justifica que se le dirigiera el Sr. Oriol en actitud airada.
Yo le dije que por buenas la retiraría; pero exigida de mala manera, no.
El PRESIDENTE da por terminado el incidente.
Sigue el Sr. Gil Robles su discurso
El Sr. GIL ROBLES continúa su discurso.
Dice que él decía cuando se ha suscitado el incidente que ellos no podían contribuir a la maniobra de los cómplices y encubridores de la Generalidad de derribar al Gobierno, y por eso votarán la proposición.
Discrepa del criterio sustentado por el Sr. Prieto sobre la aplicación de los artículos 19 y 80 de la Constitución.
Son de otra interpretación, por que no se trata de establecer nuevas bases para resolver un conflicto con la región autónoma.
El artículo 80 faculta al Gobierno para legislar en asuntos urgentes, y la urgencia se produce por todas las materias y en todo momento.
Si el Sr. Prieto quiere suprimir el artículo 80 de la Constitución, dígalo, y seguramente habrá diputados que le secunden.
Está conforme con la clausura del Parlamento, y no recuerda ninguno que haya tenido un período tan largo seguido de sesiones como éste.
Tardes como la de hoy sólo son posibles cuando se obstaculizan las discusiones.
No comprende las palabras del Sr. Valentí, que hablaba de que el problema catalán se envenena cuanto más se hable de él en el Parlamento y luego pide que éste no se cierre y se discuta el problema.
Manifiesta que la minoría radical demócrata ha querido dar una estocada al Gobierno con las armas de los demás, y termina diciendo que su minoría apoyará decididamente al Gobierno.
Rectifica el Sr. Prieto
El Sr. PRIETO rectifica una vez más, insistiendo en el criterio contrario a que se lleve a la Diputación permanente el problema catalán.
Si se plantean cuestiones urgentes, el Gobierno debe convocar al Parlamento para resolverlas.
La Cámara ha negado autorización para legislar por decreto, y ahora se pretende llevar el asunto a la Diputación permanente. Eso es la muerte del régimen parlamentario.
El Sr. Martínez Barrio llama audaz al Sr. Gil Robles
El Sr. MARTÍNEZ BARRIO interviene para evacuar una alusión del Sr. Gil Robles.
Justifica la intervención del señor Valentí, que es la adecuada a sus ideas...
En el mismo diario de ese día también se podía leer
El problema de Cataluña
Hay que tener presente que no ha sido sólo con este Gobierno con el que han tropezado los hombres que vienen gobernando a Cataluña.
Tropezaron primero con el Gobierno provisional de la República en el momento mismo en que ésta fué proclamada. Recordemos la proclamación de la «República catalana» el 14 de Abril; la serie de incidentes, dificultades y conflictos que crearon desde los primeros días, cuando más daño podían hacer al nuevo régimen. Nadie puede haber olvidado aquel famoso viaje aéreo de tres ministros. Fué el propio Indalecio Prieto—nada sospechoso—quien en las Cortes Constituyentes, en un arranque de indignación y sinceridad, echó en cara a los diputados catalanes el incumplimiento del pacto de San Sebastián.
En efecto, los representantes catalanes se habían comprometido a no suscitar la cuestión de Cataluña al proclamarse la República, a cambio del compromiso común de llevar el asunto a las Cortes Constituyentes; pero sabido es que desde el primer día faltaron a lo pactado.
Recordemos también que tropezaron hasta con el Gobierno Azaña. Cuando el Sr. Azaña fue a Barcelona a entregar solemnemente el Estatuto, las relaciones entre los dos jefes de Gobierno fueron agrias y tirantes, pues el Sr. Maciá se permitió decir en el discurso oficial, sin rodeos ni veladuras, que el Estatuto no era sino el primer paso para la total liberación de Cataluña.
No se quiera, pues, presentar ahora este problema como una cuestión de derechas e izquierdas, como un movimiento contra la orientación más o menos derechista del Gobierno. Bien está que quienes no estén conformes con la actuación del Gobierno le combatan; pero siempre dentro de nuestra comunidad de españoles, sin actitudes ni palabras separatistas. Puede muy bien darse el caso en una democracia de que en tal o cual región predominen opiniones políticas en discrepancia con las del Gobierno y con las de la mayoría del país; mas no por esto va aquella región a rebelarse contra el Estado y declararse independiente. Si se admitiese semejante criterio, si cada discrepante amenazase con separarse de la comunidad española si no se aceptaba su parecer, sería imposible toda convivencia, toda obra común.
En diversas ocasiones han sido muchos los españoles—y a veces la mayoría—que no han estado conformes con los Gobiernos y con las leyes, y han organizado, como consecuencia, movimientos políticos y hasta revolucionarios; pero no separatistas. Fermín Galán y García Hernández se alzaron en armas para derribar la monarquía e implantar la República; pero no para proclamar la independencia de tal o cual región. Por eso son héroes de la República y de España. Si el 14 de Abril cada región hubiese proclamado su República, ahora no tendríamos ninguna. Y si cada región que se sienta más a la derecha o más a la izquierda que el Gobierno aprovecha la coyuntura para una exaltación nacionalista que la desgaje de España, pronto nos quedaremos sin República y sin España. Porque no se olvide que para sostener la República es preciso, ante todo, sostener España. Por eso es absurdo, completamente absurdo, decir que ciertos movimientos se hacen en defensa de la República.
Y no se nos diga que entonamos el chinchín de la marcha de «Cádiz». Los del chinchín son ellos. ¡Ellos sí que, con monarquía y con República, con Gobiernos de derecha, de izquierda y de centro, le están dando todos los días en Cataluña al chinchín patriotero y nacionalista!
Les parece reaccionario y grotesco todo lo que se diga de españolismo, y, en cambio, ellos exaltan hasta lo último el nacionalismo catalán—que es más reaccionario por infundado y por más exacerbado—y quieren hacerlo pasar por la última palabra del izquierdismo.
Tal vez los gobernantes catalanes dirijan su movimiento únicamente contra los restos de la monarquía; pero lo cierto es que sus máximas rebeldías no se las han planteado a la monarquía, sino a la República, y para ésta han sido los más graves problemas y conflictos.
¿Corresponde esta actitud al verdadero sentir de Cataluña o es una ficción creada por una minoría confusionista?
He aquí lo primero que convendría aclarar de un modo indubitable para buscar solución al problema.
El mundo científico ha perdido una de sus más gloriosas figuras
María Sklodowska, conocida en todo el Mundo con el nombre de Madame Curie, que le dió su matrimonio con otro sabio de universal renombre, Pierre Curie, acaba de morir en un sanatorio del Alto Saboya, adonde fué a buscar alivio para su cuerpo dolorido.
BAJO EL MANDO DE HITLER
Hay tranquilidad completa en toda Alemania
La entrevista de Hindenburg con el canciller, según una declaración oficiosa
Berlín, 4.- La Agencia D. N. B, publica un comunicado dando cuenta de la entrevista celebrada en Nendeck, residencia del presidente del Imperio, entre éste y el canciller Hitler.
«En el curso de la entrevista —dice el comunicado—el canciller Hitler expuso detalladamente al presidente Hindenburg el desarrollo de los acontecimientos de estos días en Alemania.!
El comunicado termina diciendo «que el presidente Hindenburg agradeció al canciller la actitud que había adoptado, y que había evitado con rapidez una enorme efusión de sangre al pueblo alemán, salvándole al mismo tiempo de graves peligros.»
En la página Ser Histórico se encuentra un análisis de la situación política respecto de Cataluña en aquellas fechas, aunque el artículo trata de la carta de Trotsky «Le conflit catalan et les tâches du prolétariat».
1. El contexto: la situación en Catalunya y España en el primer semestre de 1934, y la posición de la I.C.E.
El triunfo de las derechas en las elecciones de noviembre de 1933 acabó con el bienio reformista de la II República española e inauguró el llamado «Bienio Negro», pasando la dirección de los asuntos gubernamentales a manos del Partido Republicano Radical, que estaba apoyado por la C.E.D.A., el grupo derechista mayoritario que, no obstante, quedó fuera del gobierno. En Catalunya, sin embargo, el gobierno continuaba permaneciendo en manos del partido representante de la pequeña burguesía, E.R.C., que, dirigido por Lluís Companys desde principios de 1934, incorporó a los socialistas de la U.S.C. y a otros dos pequeños partidos catalanistas.
Durante el primer semestre de 1934 las contradicciones sociales tanto en Catalunya como en España se profundizaron y polarizaron. Buena muestra de ello fueron la creación y crecimiento de la Alianza Obrera en Catalunya (A.O., un organismo de frente único de organizaciones obreras, sin participación no obstante de la C.N.T. y del P.C.C.) y posteriormente en el País Valencià y en Asturies, el fortalecimiento de la fracción izquierdista dirigida por Largo Caballero en el P.S.O.E. y la victoria de la fracción izquierdista en el congreso de las juventudes socialistas, las huelgas de la metalurgia en Madrid, la de los jornaleros y pequeños campesinos en Extremadura, los enfrentamientos en El Escorial en el mes de abril entre cedistas y militantes obreros (sobre todo socialistas), la declaración de dos estados de alarma, y -especialmente importante de cara a lo que sucederá en el mes de octubre en Catalunya- la aprobación de la ley de contratos de cultivo por el Parlament de Catalunya en el mes de marzo, que ocasionó no sólo reacciones airadas en prensa, parlamentos y gobiernos, sino también acciones reivindicativas en el campo catalán.
La «Llei de Contractes de Conreu» promovida por E.R.C. venía a poner una solución parcial a las antiguas reivindicaciones de los rabasaires (arrendatarios) catalanes, modificando las características de la «rabassa morta» y permitiendo una vía lenta de acceso a la propiedad de la tierra. Esta reforma agraria parcial, sin embargo, fue combatida por la burguesía catalana, especialmente por la Lliga Catalana, partido regionalista de la gran burguesía y terratenientes dirigido por Francesc Cambó, que buscó la ayuda de la derecha española. La Lliga y la patronal catalana del campo (el Institut Agrícola de Sant Isidre) pidieron apoyo al gobierno español y éste recurrió la ley ante el Tribunal de Garantías Constitucionales, que tumbó la ley catalana el 8 de junio, declarándola inconstitucional. El gobierno catalán, no obstante, no se plegó a los dictados de los órganos estatales españoles y presentó una nueva ley al parlamento que tenía exactamente el mismo texto que la primera, siendo aprobada el 12 de junio; al mismo tiempo, los diputados de E.R.C. en el parlamento español lo abandonaron, seguidos después por los del E.A.J.-P.N.V. El enfrentamiento subió con el llamamiento por parte de la derecha a la intervención del ejército en Catalunya y la suspensión de la autonomía catalana.
Diario de Sesiones - Serie histórica
Legislatura 1933-1935. 04-07-1934. Nº 112 (de 4405 a 4468).
El Sr. PRESIDENTE: ¡Orden, Sres Diputados! Tiene la palabra el Sr. Gil Robles.
El Sr. GIL ROBLES: Señores Diputados, quizá con unas simples palabras de ratificación de las que pronuncié en el debate del día 25 sobre este mismo problema de Cataluña pudiera quedar fijada, de una manera breve, la actitud de esta minoría; pero se han hecho hoy aquí algunas manifestaciones que me obligan a una nueva puntualización de criterio, no ya sólo porque es obligatorio que las minorías definan hoy su actitud, sino porque no quiero dejar a ninguna otra persona, por muy autorizada que sea, la administración de la parte dogmática y táctica de nuestra actuación como partido político.
No creo que sea preciso que nosotros ratifiquemos en estos momentos nuestra posición regionalista y de respeto para las autonomías regionales. Ese es un problema que quedó en el día pasado completamente ventilado en todas sus partes, y parecería ocioso también insistir hoy en él, pero algo relacionado con la tramitación parlamentaria del problema de Cataluña necesita ser puntualizado en esta sesión, porque esta minoría, que se puso al lado del Gobierno para que éste diera una solución armónica, a ser posible, al problema de Cataluña y desde ese punto de vista estaba dispuesta a dar sus votos al proyecto de autorización presentado por el Gobierno, ha tenido, posteriormente, que marcar una discrepancia de criterio que precisa ser razonada en los momentos actuales.
Nosotros, desde el primer momento, hemos pedido al Gobierno firmeza, que no quiere decir precipitación, que no ha tenido; ni violencia, que estaba excluida de su ánimo, porque para nosotros hubiera sido una tarea muy fácil y, desde cierto punto de vista muy gustosa, constituirnos en administradores del monopolio del sentimiento patriótico, para pedir al Gobierno acciones de violencia, quizá muy bien recibidas desde ciertos sectores extremistas, pero que pugnarían con la convicción íntima que tenemos nosotros de que hay en esas provincias catalanas, incluso entre los elementos rebeldes, hermanos nuestros, con una nacionalidad española, contra la cual no queremos pedir medidas de violencia, porque sería tanto como pedirlas contra nuestra misma carne y nuestra misma sangre españolas. Por eso no hemos solicitado violencia; por eso no hemos pedido medidas de severidad; por eso hemos procurado, desde el primer momento, que se abrieran cauces de armonía a la solución del problema catalán, y cuando el Gobierno quería pedir una fórmula jurídica, que le permitiera cohonestar el cumplimiento de la sentencia, que era el postulado del cual nosotros teníamos que partir, con la delimitación de competencia con arreglo a la Constitución y con arreglo al Estatuto, nos pusimos a su disposición para darle nuestros votos, sin pensar que alguien empleara, refiriéndola a nosotros, la palabra claudicación. Yo no temo a la palabra claudicación cuando cumplo con el deber, temo mucho más a ciertas actitudes extremas de energía que a la mayor de las claudicaciones, tenga la popularidad o no, porque, por encima de ella, está el cumplimiento de un deber, que es el primero de los postulados de una conciencia honrada. (Grandes aplausos.) ¡Ah!, pero, posteriormente, las circunstancias cambiaron, y lo que en un momento dado podía y debía ser una fórmula jurídica y armónica, que resolviera el problema catalán, en otro momento dado pudiera ser una debilidad, de la que tenía que huir el Gobierno y nosotros. Y por eso, en nuestro criterio coincidente con el del Gobierno, desde análogos o desde distintos puntos de vista, coincidió con la necesidad de la retirada del proyecto, porque al rasgo de generosidad y de comprensión del Parlamento español, o por lo menos de las minorías que coadyuvan con el Gobierno, de la presentación de un proyecto que permitiera resolver armónicamente el problema, contestó la Generalidad con una actitud de rebeldía, de desafío que hacia inútil toda tentativa de conciliación, y que no marcaba al Gobierno otro camino que el que nosotros, en aquel momento, no le llegamos a indicar, porque él se apresuró a marcarlo, en cumplimiento de su deber, el del cumplimiento estricto de la sentencia, en espera de que otros momentos de mayor cordura llegaran a las esferas de la Generalidad, y le permitieran que, después del cumplimiento de la sentencia, vinieran los cauces jurídicos que el Gobierno desea y que nosotros también anhelamos. Por eso nosotros estábamos dispuestos a la solución del problema y, además, estábamos dispuestos por otra razón, yo no tengo por qué en estos momentos asumir ninguna clase de defensa de la conducta del Gobierno, ya la ha hecho el Sr. Presidente del Consejo de Ministros, y a sus palabras en ese orden yo me remito; pero hay que tener en cuenta algo que apuntaba, en cierto modo, en las palabras del Sr. Calvo Sotelo, y que yo quiero ratificar en el momento actual.
Grave es el problema catalán, difíciles son las circunstancia en que se encuentra el Gobierno, pero también hemos de tener en cuenta que las difíciles circunstancias actuales son hijas de las políticas anteriores que se siguieron por la República. (Muy bien. Aplausos.) Porque el Gobierno ha heredado actualmente un problema envenenado, pero que frente al Gobierno se sientan aquellos que envenenaron el problema, y que lo están llevando, en los momentos actuales, a términos de muy difícil, por no decir de imposible solución. (Rumores.) ¿Señores Diputados, es que hemos perdido tan pronto la memoria? ¿Es que no nos acordamos que en el primer acto de rebeldía de la Generalidad se apresuraron a marchar a Barcelona nada menos que tres Ministros de la República para tratar con los Poderes rebeldes? (Grandes aplausos.) ¿Es que, posteriormente, no se han hecho concesiones a la Generalidad de Cataluña tantas cuantas veces el Sr. Azaña necesitaba en las Constituyentes unos cuantos votos de la Esquerra para mantenerse en el Poder? (Grandes aplausos. )
¿Es que en los momentos actuales persistiría la rebeldía de la Generalidad si no tuviera la evidencia de que cuenta con cómplices y encubridores en partidos que aquí tienen representación? (Grandes aplausos y fuertes rumores y protestas.
Entre los Sres. Tirado y Oriol de la Puerta se produjo un violento altercado, llegando a agredirse dichos Sres. Diputados.—Esto determinó un verdadero tumulto en la Cámara.—El Sr. Presidente reclamó insistentemente orden, sin conseguir restablecerlo.)
Transcurridos unos minutos sin que cesara el desorden, dijo
El Sr. PRESIDENTE: Se suspende la sesión por unos minutos.”
Eran las once y Cuarenta minutos de la noche.
Reanudada la sesión a las once y cincuenta,
El Sr. PRESIDENTE: Señores Diputados, el Presidente ha hecho por primera vez lo que más de una ha tenido que contemplar en Cámaras extranjeras: suspender la sesión como único medio de restituir la tranquilidad al Congreso, la serenidad de juicio y la dignidad del gesto a los Diputados.
Hago una invocación a todos, absolutamente a todos, a los unos porque tienen el interés común de la República, a los otros porque sentirán, al menos, el de defender la dignidad del Parlamento; y, en suma, a unos y a otros, a los de la derecha y a los de la izquierda, el amor a España y el deber respecto a los que nos eligieron.
No es lícito, Sres. Diputados, que en presencia de tantas contrariedades, de tantas miserias, de tantas amarguras, de tantas dificultades como tienen los españoles fuera de aquí, nosotros les ofrezcamos el ejemplo, no de nuestra abnegación y nuestro sacrificio, sino el bien lamentable de nuestras querellas y nuestros pugilatos personales. Quiero esperar que se desenvolverá esta sesión, en lo que resta, en términos, si no de cordialidad, al menos de respeto mutuo.
Pero antes de entrar en el análisis de lo que estaba ocupando a la Cámara cuando hube de suspender la sesión, he de deciros, señores de la minoría socialista, que se ha producido un incidente que me ha llenado el alma de amargura. He visto, como lo han visto otros señores Diputados, esgrimir pistolas. Esto no es posible tolerarlo en una Cámara. (Muy bien.) Yo os invito a vosotros, a todos los que, sin duda, os habéis movido por un disculpable instinto de defensa o de agresión, en la exaltación del momento político, os excito a que ofrezcáis a la Cámara, noble y lealmente, aquellas explicaciones, que estoy seguro de que brotarán de vuestro corazón generoso. (Muy bien).
El Sr. MUÑOZ MARTÍNEZ: Si todos sintiéramos la República, no pasaria eso. (Protestas. ) Esto no es más que la negación de los sentimientos republicanos.
El Sr, PRESIDENTE: No agrave S. S. la cuestión.
El Sr. MUÑOZ MARTÍNEZ: No la agravo. Lo lamentable es que en una Cámara republicana pasen estas cosas... (Un Sr. Diputado: Su señoría fue el primero que en cierta ocasión sacó una pistola.) Pues sentiría no haberla esgrimido... (Fuertes protestas y rumores.—El Sr. Presidente reclama orden.)
El Sr. PRESIDENTE: Señor Muñoz, yo me he dirigido a la minoría socialista. La voz de esta minoría la ha llevado, con su elocuencia de siempre, el Sr. Prieto; y del Sr. Prieto, que es un hombre vehemente, pero generoso, de espíritu hidalgo, con el cual en momentos inolvidables conviví en Paris; del Sr. Prieto espero, estoy seguro de ello, que me ofrecerá el medio de dar por terminado este incidente.
El Sr. PRIETO: Pido la palabra.
El Sr. PRESIDENTE: La tiene S. S.
El Sr. PRIETO TUERO: Señor Presidente de la Cámara, yo no puedo menos de atender al requerimiento que S. S. ha formulado, y en los términos que acaba de hacerlo, con más motivo.
Efectivamente, ha ocurrido aquí un incidente profundamente desagradable, uno de cuyos autores, no de los iniciadores, he sido yo. Voy a dar a la Cámara, tranquila y serenamente, la referencia del incidente tal como yo lo he presenciado y como lo he podido completar después con mis informes. Estaba uno de los Diputados de este grupo, el Sr. Tirado, conversando en voz baja, cuando un Diputado de la Ceda, creo que el señor Oriol, le dijo que, si seguía hablando, le rompía la cara. (El Sr. Oriol: No fue así. Pido la palabra.)
El Sr. PRESIDENTE: Ya hablará su señoría. Pido a todos que no interrumpan.
El Sr. PRIETO TUERO: Inmediatamente después, sin dar lugar siquiera a que el Sr. Tirado se pusiera en pie, el Sr. Oriol se abalanzó sobre él y le golpeó. Tras del Sr. Oriol han surgido unos cuantos Diputados más del mismo grupo en una actitud francamente agresiva, desenvuelta en golpes contra varios Diputados de la minoría socialista más cercanos a ellos. No hubiéramos cumplido, a mi juicio, un deber fundamental de solidaridad quienes estábamos alejados del núcleo del incidente que se desarrollaba ahí si hubiéramos permanecido impertérritos viendo que gentes superiores en número se agrupaban para golpear a uno o a dos de nuestros correligionarios. Yo he sido uno de los que han acudido en socorro de ellos.
Si este incidente fuese una cosa aislada, señor Presidente, tendría distinta explicación. Yo no presento a la minoría socialista como un modelo de corrección de lenguaje, no digo que sea la más correcta en sus expresiones; todos tenemos—y en eso es muy difícil que nadie pueda presentarse exculpado ante la Cámara—, todos tenemos ese pecado de que lamentarnos. No hace muchas sesiones que un señor, cuyo nombre no conozco, se levantó en los bancos últimos de la Ceda y dijo: “Si a los socialistas les quitáis la chulería, no les queda nada”. Estos incidentes limitados a palabras son corrientes; el de hoy se ha convertido en golpes. Ni la agresión oral ni la física ha partido de nosotros. Y es exacto, Sr. Presidente, que ha salido a luz alguna pistola, por lo menos la mía; pero, desde luego (hago esta confesión, en la que no hay jactancia, sino, en todo caso, arrepentimiento), he sacado la pistola después de haber visto frente a mí otra ya fuera del bolsillo.
Esta es la explicación que ofrezco a S. S. y a la Cámara.
El Sr. PRESIDENTE: La Presidencia acepta, como aceptará la Cámara, las explicaciones del Sr. Prieto, porque entre hombres de honor, no ya la explicación, sino el propósito de darla, es bastante para sentirse satisfecho.
Ahora tiene la palabra el Sr. Oriol.
El Sr. ORIOL DE LA PUERTA: Únicamente para decir a la Cámara que acepto las explicaciones del Sr. Prieto, considerando que no hay razón ninguna para que el Sr. Prieto, ni ningún otro señor Diputado, usen pistola. Invito al Sr. Prieto a que diga quién ha sacado la pistola; lo que es un hecho completamente cierto, que saben todos los presentes, es que el Sr, Prieto la tenía. Por consiguiente, es absolutamente intolerable que estemos deliberando en una Cámara bajo la amenaza y la presión de unos señores que pretenden, cuando no tienen razones, emplear esa clase de argumentos.
Esto, en primer lugar. En segundo lugar, que no puedo quedar bajo la impresión de que la agresión moral no ha partido de los bancos de los socialistas. El primer momento de esta agresión ha sido provocado porque junto a mí un Diputado, creo que el Sr. Tirado, ha dicho, dirigiéndose a mi jefe y a la minoría a que pertenezco, que somos unos farsantes y unos canallas. (Denegaciones y protestas.) Yo presento, porque no tengo costumbre de mentir... (El Sr. Ruiz del Toro: No es verdad.) Tenga S. S., al menos, la valentía de pedir la palabra.
Si la Cámara considera que esto no es una agresión moral, yo tengo que decir que he vivido, me he criado y he llegado casi a la vejez en un ambiente en que eso es intolerable, y no estoy dispuesto a tolerar en ningún terreno que a mi jefe, a mis compañeros ni a mí se nos llame canallas ni farsantes, cuando no somos ni una cosa ni otra. (Aplausos y protestas.)
El Sr. PRESIDENTE: Tiene la palabra el señor Tirado.
El Sr. TIRADO: Yo, Sres. Diputados, pongo por testigos a los miembros de la minoría más desafecta a nosotros de que constantemente he estado en la línea divisoria entre ambas minorías y jamás he tenido un incidente; es más, me siento en este sitio para impedir, en lo posible, que se llegue a estas agresiones de tipo personal. Se ha llegado a ésta porque dirigí la palabra—efectivamente, reconozco que la dije—farsantes, y la dirigí porque estimaba como una apreciación política que el discurso del jefe de la Ceda no era más que una faramalla para después buscar una solución política que le colocase fuera de la claudicación en que hoy aparece ante las gentes que están fuera de la Cámara que le dieron sus votos para venir aquí; no creo que sea éste un insulto demasiado excesivo para que el Sr. Oriol (El señor Oriol: Es cuestión de epidermis.—Rumores.—El Sr. Presidente reclama orden.) de un modo violento se dirigiera a mí, no suplicándome o rogándome que yo retirara esta palabra—que de haberse expresado así la hubiera retirado—, (El señor Oriol: Se lo he rogado) sino exigiéndome, como una imposición, que retirase la palabra. Yo le contesté que si me lo pedía en buen tono, la retiraría, pero que si me lo pedía como una exigencia, sostenía la palabra que había pronunciado.
No tengo más que decir. (Muy bien.)
El Sr. PRESIDENTE: La Presidencia asume la responsabilidad de declarar terminado este incidente, y quiere confiar en que en lo sucesivo todos los Sres. Diputados habrán de evitarlos.
Continúa en el uso de la palabra el Sr. Gil Robles.
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