La gran mayoría de las comunicaciones digitales del mundo dependen de cables submarinos. Para asegurar este tráfico hay un millón cuatrocientos mil kilómetros de cables de telecomunicaciones en el fondo marino, desplegados a lo largo de todos los océanos del planeta. Estos cables son relativamente delgados, y a menudo tienen poco más de 2 centímetros de diámetro, para facilitar su manejo durante la instalación y reparación.
La reparación y mantenimiento de este sistema de cableado, que comenzó a tenderse a mediados del siglo XIX y que continúa extendiéndose a día de hoy, ha propiciado por otra parte algunos descubrimientos científicos.
En su mayor parte, la red de cables es notablemente resistente en opinion de Mike Clare, asesor ambiental marino del Comité Internacional de Protección de Cables, que investiga los impactos de eventos extremos en los sistemas submarinos.
Cada año tienen lugar entre 150 y 200 casos de daños a estos cables, lo que supone una incidencia muy baja, ya que se produce sobre un sistema de 1,4 millones de kilómetros, y además se puede reparar con relativa rapidez.
Desde que se colocaron los primeros cables transatlánticos en el siglo XIX, en tiempos del telégrafo, el cableado ha estado expuesto a fenómenos ambientales extremos, desde erupciones volcánicas submarinas hasta tifones, pero la mayoría de las causas de los daños que sufren no son naturales.
Entre el 70% y el 80% de las averías son provocadas por actividades humanas accidentales como echar anclas o arrastrar redes de barcos pesqueros, que terminan enganchadas en los cables, según informa Stephen Holden, jefe de mantenimiento de Europa, Oriente Medio y África de Global Marine, una empresa de ingeniería submarina que se ocupa de la reparación de cables submarinos.
Por lo general, estos accidentes ocurren a profundidades de 200 a 300 metros, aunque la pesca comercial avanza hacia aguas más profundas, en algunos lugares, alcanzando los 1,500 metros en el Atlántico nororiental.
Los peligros naturales solo representan entre el 10% y el 20% de las averías que presentan los cables a nivel mundial, y la mayoría de las veces, están relacionadas con cables que se desgastan en lugares donde las corrientes hacen que rocen contra las rocas, provocando lo que se denomina averías en derivación.
Por otra parte la idea de que los cables se rompan porque los tiburones los muerden es una leyenda urbana.
Los cables han de ser más delgados y ligeros en aguas más profundas para facilitar su recuperación y reparación. Transportar un cable grande y pesado a lo largo de miles de metros bajo el nivel del mar supondría someterlo a una enorme tensión. Los cables mejor blindados son los cables más cercanos a la costa porque son los que mayores probabilidades tienen de quedarse enganchados con redes y anclas.
En el momento en que se detecta un fallo en un cable se envía hacia el punto de rotura un barco de reparación. La flota de estos buques especializados está repartida en puertos situados de manera estratégica alrededor de todo el mundo, para poder enviar el barco correspondiente en unos 10 o 12 días desde su base, según comenta Mick McGovern, vicepresidente adjunto de operaciones marítimas de Alcatel Submarine Networks. Este periodo de tiempo permite que mientras tanto se determine con exactitud donde está la rotura, y a la vez cargar los cables necesarios y los repetidores que se utilizan para amplificar la intensidad de la señal a medida que se transmite a lo largo de los cables. Una reparación en aguas profundas acostumbra a llevar una o dos semana, dependiendo de la ubicación y el clima del lugar.
Cuando un cable se avería ello no supone que la región a donde llega ese cable de comunicaciones se quede sin servicio de internet durante una semana o más. Muchos estados disponen de varios cables y ancho de banda que sobrepasa las necesidades, de modo que si algunos cables se dañan, los otros pueden tomar el relevo. Es lo que se conoce como redundancia del sistema. Debido a esta redundancia, la mayoría de nosotros nunca nos daríamos cuenta de que un cable submarino se ha averiado, a lo sumo lis contenidos que queremos consultar tardarán uno o dos segundos más de lo normal en cargarse.
El terremoto de magnitud 7 de 2006 frente a la costa de Taiwán, cortó decenas de cables en el Mar de China Meridional, pero un puñado de ellos se mantuvo en activo.
Una vez detectada la avería, para reparar el daño, el barco despliega un garfio de agarre para levantar el cable, tirando del extremo suelto hacia la superficie y enrollándolo pasando por la proa en grandes tambores motorizados. Luego, la sección dañada se arrastra hasta una sala interna en donde se analiza, se repara, se prueba enviando una señal a tierra desde el barco, se sella y luego se fija a una boya mientras el proceso se repite en el otro extremo del cable.
Una vez comprobados ambos extremos se empalman bajo un microscopio las fibras ópticas de los dos extremos para asegurarse de que haya una buena conexión, y luego se sellan con una junta universal, que es compatible con el cable de cualquier fabricante, lo que facilita la vida a los equipos de reparación internacionales.
Los cables reparados se devuelven al agua y, en aguas menos profundas, donde podría haber más tráfico de barcos, se entierran en zanjas. Para ello los vehículos submarinos operados remotamente (ROV), equipados con chorros de agua de alta presión, pueden abrir vías en el lecho marino para enterrar los cables. En aguas más profundas, el trabajo se realiza mediante arados equipados con chorros que son arrastrados a lo largo del fondo marino por grandes barcos de reparación. Algunos arados pesan más de 50 toneladas. En un trabajo en el Océano Ártico se utilizó un barco para arrastrar un arado de 110 toneladas, capaz de enterrar cables a cuatro metros y penetrar el permafrost.
Usualmente, las rupturas se dan en áreas de poca profundidad, cuando los barcos anclan en áreas en las que no saben que hay cables.
En 1929, un terremoto de 7,2 grados se registró en las costas de la Península de Burin, en Canadá. El terremoto desencadenó un tsunami y cortó al menos 12 cables submarinos que sufrieron roturas en 28 puntos distintos. Al analizar los cables rotos, se logró identificar que algunas de las roturas ocurrieron en el momento del terremoto, mientras que otras 16 ocurrieron a lo largo de un periodo de tiempo largo, y según un patrón de onda. No fue hasta 1952 que los investigadores descubrieron que un deslizamiento de los sedimentos submarinos los había dañado.
El tendido de los cables también ha llevado a descubrimientos hechos de manera intencional, cuando los científicos comenzaron a utilizar los cables como herramientas de investigación. Estas lecciones de las profundidades marinas comenzaron cuando se tendieron los primeros cables transatlánticos en el siglo XIX. Los operadores de cable notaron que el Océano Atlántico se vuelve menos profundo en el centro, descubriendo sin darse cuenta la Cordillera del Atlántico Medio. Hoy en día, los cables de telecomunicaciones se pueden utilizar como "sensores acústicos" para detectar ballenas, barcos, tormentas y terremotos en alta mar.
En algunos lugares, el cambio climático conlleva nuevos peligros. Las inundaciones en África occidental están provocando un aumento del desagüe de cañones en el río Congo, que ocurre cuando grandes volúmenes de sedimentos fluyen hacia un río después de una inundación. Estos sedimentos luego se vierten desde la desembocadura del río al Atlántico y estos sedimentos pueden dañar los cables. Por esa razón se intenta tender los cables más alejados de los estuarios.
La erupción volcánica de Hunga Tonga-Hunga Ha'apai en 2021 y 2022 destruyó el cable submarino de internet que une la isla de Tonga con el resto del mundo. Se tardaron cinco semanas en reparar su conexión a internet totalmente, aunque se lograron restablecer algunos servicios después de una semana.
A medida que la pesca y el transporte marítimo se vuelven más sofisticados, podría resultar más fácil evitar los cables. La llegada del sistema de identificación automática (AIS) al transporte marítimo ha permitido reducir los daños causados por el fondeo, porque algunas empresas ofrecen ahora un servicio en el que se puede seguir un patrón establecido para reducir la velocidad y fondear. Pero en zonas del mundo donde los barcos pesqueros tienden a ser menos sofisticados y operados por tripulaciones más pequeñas, todavía se producen daños con las anclas. En esos lugares, una opción es informar a la gente sobre dónde están los cables.
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