Las aventuras bélicas de estos tres combatientes son solo algunas de las muchísimas y apasionantes de españoles con uniforme británico en la II Guerra Mundial que explica en su documentadísmo libro Churchill’s Spaniards (Los españoles de Churchill, Helion & Company, 2024, pendiente aún de encontrar editorial en nuestro país) Séan F. Scullion, teniente coronel en activo del Ejército británico. Scullion (Londres, 55 años), que ha pasado 8 años investigando la presencia de soldados españoles en el British Army durante la II Guerra Mundial, presentó su libro el jueves en la Embajada Española en Londres en compañía de amigos historiadores militares como Antony Beevor.
Se ha hablado muy poco sobre el servicio prestado por más de mil republicanos españoles que se ofrecieron como voluntarios para unirse al ejército británico durante la Segunda Guerra Mundial. Churchill's Spaniards pone remedio a este problema y cuenta la historia de los hombres que "continuaron la lucha" contra el fascismo entre 1939 y 1946.
Churchill's Spaniards no es la historia de la Guerra Civil Española, ni tampoco la igualmente conocida de las Brigadas Internacionales. Es la historia, con el telón de fondo de los esfuerzos de Churchill por mantener a España fuera de la guerra, del reclutamiento, entrenamiento y despliegue de republicanos españoles, a menudo curtidos en la batalla, al servicio del Reino Unido. Estos combatientes sirvieron en muchas partes de las Fuerzas Armadas británicas: como miembros de las SAS y los comandos de élite, en las filas de la Infantería y del Cuerpo de Pioneros y como miembros del Ejecutivo de Operaciones Especiales. Además, los españoles lucharon en casi todas las batallas y campañas en Occidente, desde la caída de Francia y la evacuación de Dunkerque en 1940, hasta las campañas en el norte de África e Italia, así como en el noroeste de Europa.
Utilizando una amplia gama de material de Gran Bretaña, Francia y España, así como relatos de testigos presenciales y oficiales inéditos junto con una nueva investigación innovadora, Séan Scullion finalmente cuenta la historia de estos hombres previamente ignorados.
La noche del 26 al 27 de marzo de 1945, durante la II Guerra Mundial, en el marco de la operación Tómbola (que ya es nombre para una acción de comandos), un grupo de paracaidistas británicos de las fuerzas especiales, junto a partisanos italianos, atacó el cuartel general del correoso 51º Cuerpo de Montaña alemán instalado en dos villas (Villa Rossi y Villa Calvi) en Albinea, cerca de Módena, al norte de la Línea Gótica. La partida incluía un gaitero escocés que tocó Highland Laddie —imaginamos que una vez perdido el factor sorpresa— para enfatizar que se trataba de fuerzas británicas y evitar las represalias nazis sobre la población local. En aquella acción, digna de una novela de aventuras o filmes como Doce del patíbulo o Malditos bastardos, destacó por su valentía y fiereza un soldado del SAS (el Special Air Service, la legendaria unidad creada en el desierto líbico por David Stirling) que entró como una tromba en Villa Rossi, mató a seis oficiales alemanes en la escalera en espiral que llevaba a los pisos superiores y, al resultar herido uno de los mandos de la operación, su capitán, cargó con él y lo puso a salvo en medio de intenso fuego enemigo.
Durante dos días, nuestro hombre y otro paracaidista transportaron a su oficial en una escalera de mano como improvisada camilla mientras las furiosas patrullas alemanas deseosas de venganza peinaban el área. El soldado fue condecorado con la Medalla Militar (Military Medal) del ejército británico y en la citación se destaca que “mostró notable valor durante y después del ataque”. También que “su inteligencia e iniciativa en un país extranjero 30 millas tras las líneas enemigas reflejaron una devoción al deber merecedora del mayor elogio, y resultaron en preservar la vida de un valioso oficial británico”. Ese soldado ejemplar se llamaba Rafael Ramos Masens, y era catalán.
Ex combatiente republicano, Ramos Masens había nacido en Barcelona en 1919 y tras luchar en la Batalla del Ebro, caer prisionero, escapar, alistarse en la Legión Extranjera francesa y verse obligado a realizar trabajos forzados en Marruecos al firmarse el armisticio de 1940 tras la derrota de Francia, volvió a alistarse, esta vez en el Ejército británico, en el SAS, después de los desembarcos Aliados en el Norte de África.
En la audaz operación Tómbola tomaron parte además otros dos españoles, el vasco Justo Balerdi, de Sestao, y el andaluz Francisco Gerónimo, ambos asimismo miembros del SAS y con trayectorias similares a la de Ramos. Balerdi resultaría muerto en combate de un disparo en la cabeza en un ataque posterior el 21 de abril y fue enterrado bajo el nombre de R. Bruce, por Robert the Bruce, el rey de Escocia que sale en Braveheart y que fue el nom de guerre que escogió, como era habitual, para evitar que lo devolvieran a España si caía prisionero.
Las historias de los 1.072 españoles cuentan los sufrimientos que muchos de ellos enfrentaron después de cruzar la frontera hacia Francia desde España o llegar a Gibraltar después de la derrota a manos de Franco.
Tras el estallido de la Segunda Guerra Mundial, muchos fueron obligados a incorporarse a empresas laborales francesas o a prestar el servicio militar, del que escaparon para unirse a las fuerzas británicas después de la capitulación de Francia y la creación del gobierno de Vichy.
Muchos de los primeros españoles que se incorporaron fueron los más de 100 miembros de la Compañía Española Nº 1 del Cuerpo de Pioneros Militares Auxiliares (AMPC), que fue la única unidad formada íntegramente por españoles que sirvió en el Ejército británico durante una parte importante de la guerra, entrenada por el SOE. Otro miembro de la compañía era José Robba, un gibraltareño que se unió a la compañía en agosto de 1941 y sirvió en ella hasta su disolución en 1946.
Estos 100 hombres formaban parte de una unidad para posibles operaciones tras las líneas enemigas en España y Portugal si Franco hubiera entrado en la guerra.
“El entrenamiento y el posible uso de los españoles involucraron a una gran cantidad de personas que trabajaban en el Servicio de Inteligencia Secreto (SIS), entre los que se encontraban Ian Fleming y Kim Philby”, dijo Scullion.
“Fleming participó en la planificación de las operaciones, pero Philby entrenó directamente a los españoles”.
En Egipto, más de 75 españoles se unieron a los Comandos de Oriente Medio en 1940 después de servir en la Legión Extranjera Francesa.
Otro gibraltareño, James Russo, lideraría a muchos de ellos durante la batalla de Creta en 1941, durante la cual él y la mitad de los españoles fueron capturados.
Nacido en Málaga, Francisco Gerónimo fue hecho prisionero mientras luchaba en Creta en 1941, pero luego escapó y evadió la captura durante 11 meses antes de ser rescatado.
Luego regresó al combate, participando en particular como miembro del 2º Regimiento SAS, lanzándose en paracaídas detrás de las líneas enemigas en Francia en 1944.
Más de una docena de republicanos españoles sirvieron en el SAS y lucharon tras las líneas enemigas en Francia, Bélgica, Alemania e Italia. Todos cambiaron de nombre.
En la Operación TOMBOLA en Italia en 1945, Rafael Ramos, otro español del SAS, ganó la Medalla Militar por sus acciones durante un ataque a un cuartel general alemán.
Su mención de medalla registra que Ramos se enfrentó a un combate feroz para matar “al menos a seis oficiales alemanes” y, con otro soldado, llevó a un oficial británico herido “a través de un intenso fuego de ametralladora y una zona llena de alemanes enojados, seis millas hasta una cabaña”.
Ramos fue el único miembro del SAS español que no adoptó un nombre inglés, lo que pretendía evitar que los españoles fueran enviados de regreso a la España de Franco si eran capturados.
Phil Williams, nieto de Francisco Gerónimo, dijo que mientras que al compatriota de su abuelo, Balerdi, se le dio permiso para cambiar su nombre a Robert Bruce, la solicitud de su abuelo de ser conocido como Francis Drake y la de otro español de ser llamado Walter Raleigh fueron rechazadas.
La mayoría de estos españoles hablaban poco o nada de inglés. Conscientes de que corrían el riesgo de ser devueltos a España si los capturaban, los miembros de los Comandos de Oriente Medio capturados se hicieron pasar por gibraltareños. Otros intentaron hacerse pasar por franceses.
Cuando se le preguntó a un español su nombre, respondió "Bonjour" y el empleado de alistamiento del ejército británico lo registró diligentemente como soldado 13803102, Jacques Bonjour.
“Todos querían seguir luchando contra el fascismo. Superaron rápidamente los prejuicios y demostraron que eran soldados duros que se destacaban especialmente en el trabajo de comando y realmente demostraron una resistencia notable”, dijo Scullion.
La mayoría luchó hasta el final de la guerra y aproximadamente la mitad de ellos se establecieron y se asimilaron en Gran Bretaña, principalmente en el área de Londres.
Francisco Gerónimo, por ejemplo, trabajó y se instaló en el sur de Gales.
Una decena de ellos trabajaron en la industria siderúrgica de Middlesborough.
Otro duro comando, Fernando Esteve, que luchó hasta el norte de Alemania, se convirtió en chef del legendario restaurante londinense Le Caprice.
Con el régimen de Franco todavía intacto, muchos se sintieron decepcionados porque Gran Bretaña no intentó atacar a España.
A finales de la década de 1950 formaron la Asociación de Ex Militares Españoles y el padre de Michael Portillo, Luís, un republicano exiliado, se unió a ellos en las marchas contra el régimen de Franco.
Miembros de la Asociación de Exmilitares Españoles se reúnen en Whitehall antes de trasladarse al Cenotafio para depositar una corona de flores en 1975. Luís Portillo está en la segunda fila, segundo desde la izquierda. (Colección de Agustín Roa Ventura)
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