sábado, 4 de enero de 2025

APUNTES DE UNA EXCURSIÓN

APUNTES DE UNA EXCURSIÓN

El porvenir de León, Miércoles 2 de junio de 1915)

La excursión de León a Las Hoces de Vegacervera, realizada por las alumnas de esta Escuela Normal de Maestras, ha tenido un intenso valor pedagógico. A mis manos van llegando las reseñas que las excursionistas han escrito de aquella, y que me servirán para la memoria que de la misma he de hacer; y me llenan de inmensa satisfacción el cuidado, el orden y la exactitud con que las alumnas exponen las observaciones y los hechos de aquel que podemos considerar gran día de nuestra excursión, ajustándolas cuidadosamente a las notas que fueron tonando desde el momento de arrancar el tren de esta estación hasta el término de nuestro viaje. En ellos se revela palmariamente su interés por ensanchar los horizontes de su saber, los nuevos conocimientos adquiridos y algo de la emoción que en sus almas producían aquellas horas de clase, dada a plena luz, teniendo por aula el campo y la montaña, por material de enseñanza la misma Naturaleza y por maestros los que conviven con ella labrándola, estudiándola, escudriñándola ó buceando en la tierra, para arrancar de sus entrañas el carbón mineral.

 

¿Cómo se verificó la excursión? Pues de modo sencillísimo: lo creí un deber profesional y muy dentro de la educación física. Era necesario una lección de marcha, de resistencia, de organización de excursiones, y nada mas apropósito que demostrar el movimiento andando. Indiqué a las alumnas de primero y de segundo curso el proyecto, y fue acogido con entusiasmo, y en vista de ello, lo expuse a la ilustrada Directora de la Normal a quien pareció excelente la idea ofreciéndose también a prestarme su valioso concurso en la excursión.

¿Por qué escogí Las Hoces de Vegacervera como término de la expedición?

Por la razón sencillísima de ofrecer el viaje dos medios de locomoción muy apropósito para aprender a viajar; primeramente en ferrocarril, con trasbordo del de vía ancha al de vía estrecha en La Robla, el cual, para la ida podía efectuarse sin precipitación y holgadamente; lo que serviría de preparación para el trasbordo de la vuelta, en el que hay que tomar el tren rápidamente, lo mismo en Matallana que en La Robla, y las dificultades qué ofrecería el poder acomodarse en el tren correo un número tan considerable de excursionistas como el que se preparaba; y después la jornada a pié de 11,5 Kms. desde la estación de Matallana a Las Hoces, que a mi parecer era para las alumnas un buen ejercicio de marcha y de resistencia. En segundo lugar fue escogido este itinerario, por los diversos terrenos que teníamos que atravesar (diluvial, cretáceo, carbonífero y devoniano) que ponen a la vista sus caracteres distintivos, y por la belleza de paisaje. Y en tercero y último por la necesidad que había de madrugar, el aprovechar el día por completo, el aliciente de llevar cada excursionista sus provisiones de boca, y poder cada cual efectuar la comida según sus gustos y apetito y el de efectuar estas a pleno campo acariciados por el aire y el sol.

Además en él camino encontrábamos los lavaderos y fábrica de briquetas y ovoides de la Compañía hullera Anglo-hispana, donde podíamos hacer escala y aprender intuitivamente cuanto se refiere a las operaciones de esta industria extractiva; y ver el nuevo salto de agua construido en Vegacervera para la producción del fluido eléctrico de nuestras calles y el de los abonados a la antigua electricista leonesa.

Hacía falta fijar el día para su realización, y ésto era difícil, porque la aguja barométrica estaba bastante baja, la lluvia persistía, y como era de necesidad verificar el viaje en las mayores condiciones económicas, y sé precisaba solicitar de la Compañía del Norte autorización especial para hacerlo en los correos, con billetes económicos de ida y vuelta en 3.ª clase, y ésto había que solicitarlo del Director general de la Compañía, con cinco días de anticipación. ¿Quién se atrevía a hacerlo en estas condiciones?, pero el curso se terminaba, los exámenes comenzaban el 20, no se podía dilatarlo más, y forzado por las exigencias del tiempo, el 19 escribí al señor Director de la Compañía de los ferrocarriles del Norte para la concesión y rebaja consiguiente en los billetes, para el día 24, que, por ser fiesta, no alteraba la labor académica y nos permitía aprovecharlo, por ser laborable para la clase trabajadora, viendo las operaciones de acarreo, cribado, lavado de carbones y fabricación de ovoides y briquetas.

(Se continuará).

APUNTES DE UNA EXCURSIÓN 

El porvenir de León, Sábado 5 de junio de 1915

II

Esta excursión tenía a la vez otros dos objetos: despertar cariño é interés por la tierra leonesa, y por esas montañas que al derivarse de los Pirineos Oceánicos, recorren nuestra provincia de N. a S., dando origen a paisajes tan encantadores como los de Helvecia: y, como a ella habían de concurrir alumnas de diferente posición social, hacer mas fuerte é intimo entre ellas los afectos escolares.

Para que la parte instructiva fuera genuinamente pestalozziana, dos días antes de la excursión se le escribió a don Amadeo Larán, ingeniero director de la hullera «Anglo-Hispana»; a fin de que en la fábrica y en la visita a la mina se nos facilitase el procedimiento mas rápido y completo de exposición, para que las alumnas adquiriesen un conocimiento exacto de la extracción del carbón y operaciones a ella inherentes.

También para evitar cualquier entorpecimiento en la marcha (indisposición ó cansancio de las excursionistas) solicité y con una amabilidad extraordinaria, fué puesto a disposición de profesoras y alumnas, por don Evencio Castañon, un familiar de ocho asientos.

Ya ultimado todo, incluso el botiquín, la tarde del 23 de mayo, reunidos profesores y alumnas en una de las aulas de la Normal de Maestras, sé dio cuenta del itinerario a recorrer, cosas que habían de verse, medios económicos de la excursión y algunas advertencias pertinentes a la conducta que habíamos de observar en el viaje, y a continuación se hizo la relación de excursionistas mediante la entrega de 3,25 pesetas que importaban los billetes de ida y vuelta en f. c. de Leon a La Robla y de La Robla a Matallana.

Entre las excursionistas figuraban, además de la señora Directora, la ilustrada Regente de la Escuela graduada de dicho Centro, doña Matilde Mardones, y la culta auxiliar gratuita de la Normal doña Josefina Val; algunos profesores de otros establecimientos docentes, a quienes entusiasmaba la idea, prometieron asistir, pero ocupaciones imprevistas se lo impidieron.

La noche del 23 fue noche de prueba para las alumnas excursionistas; no era un chorro de agua fría el que venía a apagar los entusiasmos por la expedición, sino una lluvia torrencial capaz de echarlo todo por tierra y solo el intento de bajar a la Estación, tomarlo por locura. Toda la noche fue una no interrumpida sucesión de nubarrones que acompañados de relámpagos y truenos, descargaban sobre la ciudad enormes masas de agua; mas las alumnas inscriptas, con una entereza mucho mas enérgica que la de César al vadear el Rubicon, prorrumpiendo en el Alea jacta est, al aproximarse la hora de la partida se dirigieron a la Estacion. 

Sólo faltaron dos alumnas; a una de ellas se le envió el billete para que aprovechase el mixto que sale después y enlaza con el correo del hullero, y se dio aviso en la estación para que a la otra alumna excursionista, si se presentaba, le permitieran viajar en dicho mixto pues el billete le llevábamos nosotros. 

Componían la expedición las alumnas siguientes: Amalia Miaja, Mercedes Feliz, Consuelo Rodríguez, Rosario Hortal, Modesta Tejerina, Aurea Gordon, Agapita Alvarez, Juliana Pérez Almajano, Rosaura Majúa, Teresa Martínez, Gloria Rodriguez, Francisca Araujo, Emilia Domínguez, Concepcion García, Natividad González, María Garcia, Margarita Diez, Aurea Beneítez, Piedad Fernández, Amparo Cáño, Marina Huertes, María Rosa Fidalgo, Manuela Rodríguez, Teodora Puente, Elvira González, Avelina González, Pilar Alvarez, Concepcion Ureña, Piedad Pedrosa, María Tuya, Carmen Folgueras, Ángelita Alonso, Concepción Guerrero, Socorro Santos, Aurora Revuelta, Teresa Flórez, Socorro García, Donina Llorente, Constantina Martínez, Adoración Fernández, Adela García, Emilia Pedrosa, Elvira Diez, Regina Toral, Amanda Gómez, Consolacion Gómez y Amalia Guinea. 

Además en la estación se agregaron a la expedición el culto Regente de la Normal de Maestros don Emilio Pedrero y el activo redactor del «Heraldo de León» y auxiliar de la graduada don Antonio Chachero.

Por la Compañia del F.C. se había puesto a nuestra disposición un coche completo de 3.ª clase y en sus compartimentos tomaron. plaza los excursionistas, con un orden y una compostura admirables y con una alegría tan grande que se exteriorizaba a través de aquellos rostros denunciadores de una noche de insomnio.

Al arrancar el tren, como una válvula de escape del entusiasmo contenido en aquellos pechos, sonó un viva al profesorado de la Normal de Maestras, al que siguieron otros dos a las alumnas de la Escuela y a la excursión, que fueron unánimemente contestados, y acto seguido comenzaron a tomarse las notas pertinentes a la memoria que habían de escribir, empezando. por la de salida del tren y la altura barométrica en León. 

(Se continuara). 

APUNTES DE UNA EXCURSIÓN 

El porvenir de León, Miércoles 9 de junio de 1915

III

Por entre los altos chopos que cubren la carrera del tren, fue nuestra vista recreándose en el paisaje que recortaban por la derecha, primero los altos del monte de San Isidro, después los de la «Venta de la Tuerta» y por último los del Rabizo, y por la izquierda las espesas arboledas de San Andrés, Villabalter, Azadinos, Pobladura, Sariegos y Santibañez, cuyos pueblecitos se destacaban entre el verde veronés de las ramas y entre el verde esmeralda de las cultivadas tierras. También a la derecha íbamos dejando los pueblos de Carvajal y Valle cuyo aspecto terroso les daba la semejanza de dos grandes codornices que habían plegado el vuelo para disfrutar de la frescura de los prados y trigales.

Con el objeto de simplificar las explicaciones hice para, las alumnas tres cartas geográfico-geológicas en las que se detallaba, además de los diferentes terrenos que íbamos a atravesar, el itinerario desde León a Las Hoces, con la indicación de los pueblos que a nuestro, paso encontraríamos, así es que las mismos. alumnas, sin necesidad de preguntar en este sentido cosa alguno, ellas mismas, con seguridad absoluta y dando pruebas de que sabían manejar el mapa, decían: aquel es tal pueblo y aquel otro cual.

Así llegamos a Santibáñez donde el tren se detuvo el minuto reglamentario para continuar inmediatamente su derrotero. Los espigados álamos, negrillos y chopos que escoltaban la vía desaparecieron, la capa laborable del terreno no ofrecía ya la vegetación exuberante de la vega anterior; según avanzaba el tren a nuestro paso se ofrecían amplios cauces para las grandes arroyadas que se forman con los deshielos, y que acarrean hasta León enorme cantidad de cantos rodados que son aprovechados por el hombre como material de construcción para las casas, tapias de los huertos y prados, y en nuestra ciudad para el pavimento de calles y plazas.

Con los recios chubascos de la noche anterior y los chaparrones que de vez en vez remojaban la hierba y los sembrados, ofrecían éstos un panorama delicioso, y al rasgarse las nubes, y por entre sus girones, el sol naciente envió sobre la explanada su luminosa salutación matinal, aquellas plantas, ahitas de humedad y ansiosas de luz y de calor, se erguían y sacudían su desmayo para refocilarse con aquéllos besos de los rayos del sol floreal. 

También las excursionistas celebraron la visita del primer rayo del sol del nuevo día como precursor de que el viaje lo íbamos a efectuar en buenas condiciones.

Desde Santibáñez a La Róbla se aprovechó el trayecto para decir a las alumnas cómo se formaron los terrenos diluviales que cruzábamos, facilitando la explicación, aquéllos mismos arrastres de la denudación dé nuestras montañas; acarreados por las lluvias torrenciales y por la licuación de las nieves; y la formación de capas lo veían claramente en los cortes del terreno y en las trincheras abiertas para dar paso a la vía, a cuya derecha fuimos dejando atrás los pueblos de Cabanillas, La Seca y Cascante y a la izquierda a Cuadros, y últimamente, cómo queriéndose ocultar entre las estribaciones descendentes de los Pirineos, el pueblecito de Sorribos.

Cruzamos el río Bernesga y dos minutos después llegábamos a la Róbla. Cuando el tren se detuvo ya las expedicionarias estaban preparadas para el trasbordo, y sin impaciencias, pero con prontitud y un orden benedictino, se apearon cada cual con su impedimenta, no sin antes revisar los compartimentos del coche por si se había quedado algo en ellos olvidado. En él andén se esperó a que el tren arrancase y era de ver lo impresión agradable que en los viajeros del correo producía aquella nuestra excursión, pues a las ventanillas asomados continuaron su viaje, hasta que el tren, recodando la peña de Alba, se internó entre las calizas del terreno devoniano y nos perdieron de vista.

Como dato curioso debo consignar que entre los viajeros del correo venía un matrimonio, al que ya en León, llamándole la atención las excursionistas, me preguntó que a qué obedecía aquello; yo se lo indique brevemente y el hombre lo mismo que su señora revelaron mucha satisfacción al oírlo, diciéndome que en los muchos años que hacía que viajaban por el mundo nunca habían visto una excursión tan numerosa, y que en España, fuera de las Colonias escolares y algún que otro paseo de los alumnos de los colegios a las afueras de sus localidades, era la primera vez que veían una excursión compuesta de señoritas. Yo le manifesté que las excursiones de alumnas en la Normal de Maestras de León se verificaban frecuentemente, si bien es verdad que nunca en tan crecido número. Al llegar a La Robla observé que el mismo matrimonio se apeó de su compartimento de 1.ª clase y se dirigió a la estación del Hullero.

Ya en La Robla donde teníamos que aguardar dos horas para tomar el tren de Valmaseda, con objeto de desperezar un poco las piernas, decidimos dar un paseo por el pueblo, haciéndolo ipso facto, y como a las alumnas les pareciera mucho madrugar para trabajar, el ver ya ocupados en sus faenas al personal de una botería, uno de cuyos obreros inflaba una corambre, se les hizo saber que una de las industrias mas lucrativas a que se dedicaron y aún se dedican bastantes vecinos de La Robla es el acarreo del vino; además se les hizo saber que la industria está bastante adelantada merced a las abundantes vías de comunicación con que cuenta, pues tiene una fábrica de fluido eléctrico, otra de cerámica, un gran taller de construcciones, reparaciones e instalaciones mecánicas, boterías, canteras, caleros, dos fondas, etc., etc., y además, para refrescar el amor patrio les dijimos que el guerrillero Mascareñas con su columna volante, derrotó en Octubre de 1810 a una división francesa, en el mismo lugar que pisábamos.

Nuestro tránsito por la calle de Don Fernando Merino, de dicho pueblo, despertó la curiosidad de los madrugadores aldeanos, y recorrida esta calle principal y carretera, en toda su extensión tornábamos por la cuneta de la vía a la estación del Hullero, pero cuándo al pasar por la fábrica de Cerámica de don Modesto Franco, solicitamos permiso para visitar su interior, que nos fue galantemente concedido.

(Se continuara). 

APUNTES DE UNA EXCURSIÓN 

El porvenir de León, Sábado 12 de junio de 1915

IV

Al penetrar en esta fábrica, hoy en reparación, nos sentimos gratamente impresionados por su elegante construcción y su disposición interior.

En el zaguán, a la derecha, y sobre una larga andana, veíanse algunos objetos de los allí fabricados (tejas curvas y planas, remates de tejados, baldosines, ladrillos macizos y huecos, macetas, balaustradas, etc.), todos ellos de elegante factura y bien moldeados y cocidos; atravesamos después por entre las platabandas de un bonito jardín, bien cultivado, con muchas y variadas flores, donde se alzan los pabellones que sirven de vivienda al dueño de la fábrica, ex-diputado por Sahagun y hoy senador por una provincia andaluza, don Modesto Franco, persona que ha invertido en aquella, una gran fortuna y al que por esto mismo me complazco en rendir el testimonio de mi respetuosa admiración; y el pabellón donde están instaladas en amplias galerías, las secciones de máquinas de prensar y moldear tejas y ladrillos y los hornos para cocerlos. Minuciosamente se enteraron las alumnas de las operaciones propias de la cerámica, viendo primeramente las balsas donde se bate la arcilla, después las prensas donde se conforman los objetos que se fabrican, los cuales, al salir de las máquinas, se recogen sobre unas tablillas colocadas en los soportes de unas cadenas ascensoras que los eleva al piso superior del pabellón, que sirve de secadero, donde son recogidos por los obreros encargados en las múltiples andanas allí dispuestas para ello.

Secos ya los objetos, se colocan en los hornos, que se alimentan con carbón mineral, donde se cuecen durante un tiempo de días variable, según lo que se necesite para el grado de cochura que la arcilla haya de tener, y con objeto de aprovechar el calor sobrante de los hornos, tienen éstos respiraderos que comunican con los secaderos, de modo que los ladrillos, tejas; etc., no sólo se secan al aire sino por medio del calor. Vista toda la fábrica y hechas algunas preguntas pertinentes acerca de la diferencia entre lo que es una fábrica de cerámica como ésta, bien montada, y lo que es una tejera; y haciendo ver la utilidad de ellas, y la importancia que la de La Robla tiene para la vida económica del pueblo, pues en ella tienen ocupación no solamente los hombres sino muchas mujeres y algunos muchachos, nos despedimos del atento portero y a la vez operario de la cerámica, que nos había servido de ciceroni testimoniándole nuestra gratitud por sus explicaciones, a él, y a los dueños de la fábrica por su galante permiso para verla. 

Desde este punto nos dirigimos a la estación del Hullero donde aun nos quedaban cincuenta minutos de espera, los suficientes para ir cambiando impresiones y almorzar; lo que se efectuó con una comodidad excelente porque hallándose ya formado el tren que había de conducirnos a Matallana, tomamos asiento én los compartimentos del coche y una vez instalados sé abrieron las bolsas de las vituallas dándose comienzo al almuerzo, que para algunas era a la vez desayuno, y parte de las excursionistas que se hallaban en las condiciones penetraron en la fonda para hacerlo, tomando unas café, otras chocolate y otras por partida doble. ¡Tal era el sano apetito que se sentía! Satisfecha esta primera necesidad de la mañana, el júbilo volvió a enseñorearse de las expedicionarias en medio de la mayor cordialidad. Aquel charlar perlino y bullicioso daba al coche de tercera él aspecto de una inmensa jaula donde se hallaron encerradas multitud de alondras, que sintiendo la alegría del vivir y contemplando por entre los alambres la explendidez de la Naturaleza en un amanecer primaveral entonasen su oración a la vida sana y feliz en vibrantes pastorales de gorjeos y trinos. 

A las 7 y 45 llegó a La Robla el mixto de León, al que bajamos por si en él llegaba alguna de las dos excursionistas rezagadas, y, efectivamente en él venía una de ellas y cuya incorporación fue acogida por sus compañeras con manifestaciones de regocijo, y a las 8 y 2 el hullero arrancó de aquella estación, donde parecía que había echado raíces, volviendo a resonar los vivas al profesorado y a las alumnas, cantándose himnos escolares y patrióticos, y sin descuidar la labor de observación a través de las ventanillas, consultando el mapa del itinerario, viendo los cortes del terreno que dejan al descubierto las areniscas rojas y las extensas fajas blancas del kaolin, denunciadoras del terreno cretáceo que atravesábamos, y dejando a nuestra izquierda los pueblos de Alcedo, Brugos y Rabanal, entramos en la cuenca del Torio, dejando también al mismo lado a Candanedo, Solana y Robledo, a la derecha de Naredo atravesamos el río y llegamos a la estación de Matallana, donde ya se hallaba el tren descendente que cruza allí con el ascendente de Valmaseda.

Al apearnos se siguió en todo la misma conducta que al hacerlo en La Robla, mas como al hacer revisión de los objetos que portábamos se notara la falta del paraguas del que subscribe, se hizo la oportuna reclamación al Jefe de estación para que en la inmediata se recogiera y nos fuera devuelto al regreso, incidente que aprovechamos para hacerles saber a las excursionistas la conducta que deben seguir en casos análogos. 

En la estación de Matallana aguardaba nuestra llegada el redactor de «La Democracia», Fernando Blanco, que se incorporó a la expedición como cronista de dicho periódico, y allí estaba también, ya preparado, el coche qué don Evencio Prieto ponía a nuestra disposición. En él acomodé a las profesoras; los señores Pedrero y Chachero montaron en sus respectivas bicicletas, y, los demás, desafiando el arrugado ceño de los nubarrones, por aquella carretera, embarrada por la lluvia echamos a andar llenos de entusiasmo camino adelante y con la proa a la fábrica de la hullera «Anglo-hispana». 

(Se continuará). 

APUNTES DE UNA EXCURSIÓN 

El porvenir de León, Miércoles 16 de junio de 1915

V

Los dos kilómetros que separan la Estación del f. c. de Matallana de la fábrica de las minas de la Compañía Anglo-hispana, fueron recorridos con inmenso júbilo. ¿Qué importaba que los pies chapotearan en el limo formado por la lluvia y los desgastes de aquella carretera macerada por el incesante tráfico de la industria extractiva, y que las nubes con su aspecto tosco amenazaran descargar nuevas aspersiones? El propósito era firme y decidido y el plan trazado de antemano se realizaría.

Llegamos a la fábrica de la mina, donde el Director de la misma, don Amadeo Larán y los propietarios de ella tenían ya dispuesta la forma mas rápida y completa de informar a las alumnas de todas las operaciones que en dicha fábrica se realizan; y al efecto, después de las presentaciones y saludos de rúbrica se pusieron a nuestra disposición el Ayudante del Cuerpo facultativo de Minas, don Rodrigo Suárez, el maestro de talleres don Andrés García, y el vigilante del exterior don Andrés de Dios, los cuales, como si toda su vida hubieran tenido a su cargo la función docente que iban a desempeñar, despojando sus explicaciones de tecnicismos vácuos, pero ajustándose a la metódica exposición de hechos, fueron indicando a las alumnas toda la labor fabril que allí se realizaba.

¿Cómo se hizo esto? Una de las alumnas, la señorita Elvira Diez, lo consigna en los siguientes términos: 

«Subimos al piso alto de la fábrica por una escalera de piedra, construida en la misma ladera del monte, de dos en dos; encontramos la vía de arrastre del carbón de la mina, con dos vagonetas llenas de carbón tal y como los mineros lo extraen de la tierra, es decir, en bruto. Estas vagonetas con otras más allí preparadas y cargadas, fueron conducidas a nuestra presencia hasta el basculador, allí las volcaron sobre una criba llamada retel, con orificios de 0,14 por 0,25 metros; por los que pasa el carbón más menudo y, lo que queda sobre el retel, que es el carbón cribado, pasa al piso inferior por medio de una correa de arrastre.

Al lado del basculador está el departamento de los motores de las cribas, a donde pasamos después. Este motor tiene la marca Humboldt, de 90 caballos de fuerza, de 90 centímetros de recorrido y 0,40 de diámetro de cilindro interior. 

Desde aquí pasamos al piso medio de la fábrica donde están instalados los cribaderos de la galleta, de la granza, la grancilla y lo fino. Las cribadoras oscilantes zarandean la hulla, y por medio del tamaño de orificios clasifican las diferentes clases del carbón, cayendo el fino y la grancilla en unos depósitos con fondo de tegido metálico cubierto de una capa de piedrecitas de espato, por entre la cual dan salida a la tierra que se halla mezclada con el carbón. Esta operación, que se hace por medio del agua, a simple vista no se ve bien; pero el señor Maestro de Talleres tomó un cacillo y sacando el fino y la grancilla sedimentado en el fondo del recipiente, nos lo hizo ver bien claro. 

Desde aquí, agachándonos mucho para pasar por debajo de un madero, pasamos a un departamento donde el fino y la grancilla van dejándole caer en una especie de vagonetas, las correas que trasportan a aquellos desde las cribadoras, y cuando estas cajas ó vagonetas están llenas, son arrastradas a los molinos, donde reducidos a polvo y mezclándolo con alquitrán, también molido, son llevados a otra dependencia de la fábrica donde están las prensas que los convierten en briquetas y en ovoides.

En un cuarto cercano a las prensas están, el motor de las mismas, de 60 caballos de fuerza, y una dinamo para el suministro de fluido eléctrico. 

Vimos, por último en la planta baja la enorme caldera tubular y horizontal sistema Naeyer que alimenta los motores, y el taller de reparaciones con otro motor de 14 caballos. En este taller hay un torno, una cepilladora y una tijera y punzonadora mecánica que hicieron funcionar para que viéramos cómo estas máquinas torneaban, cepillaban, cortaban y agujereaban el hierro lo mismo que si fuera papel. También hicieron funcionar ta piedra de afilar, por cierto que daba vueltas con tanta velocidad que al hacerla rozar con una barra de acero los chispas que producía hacían el efecto de una rueda de fuegos artificiales. En el departamento inmediato a este estaba la fragua y un martillo pilón que también hicieron funcionar a nuestra vista.

La visita de esta fábrica hubo necesidad de prolongarla porque la lluvia que comenzó a caer en el crítico momento de ponernos bajo cubierto, se hizo tan insistente que parecía no quererlo dejar; pero visto ya todo y preocupados con la suerte de las meriendas colocadas en la baca del coche, nos decidimos a continuar la excursión y salir de la fábrica. 

Previsor el cochero había cubierto con una lona impermeable las vituallas y ya tranquilos con estas noticias seguimos nuestro viaje, por la vía del tren de la mina, no sin antes detenernos en la Dirección a dar las gracias a los dueños de la misma, dos señores ingleses atentísimos, que entusiasmados con la excursión, nos manifestaron la grata impresión que les había causado lo admirablemente que iba organizada, el excelente comportamiento de las alumnas y el interés y actividad con que se informaban de todo y tomaban sus apuntes. 

Como recuerdos de esta visita nos entregaron los siguientes fósiles: un trozo de lepidodendro, otro de calamites, otro de sigiliaria y otro de helechos pertenecientes a la mina Marte 1.024; además una geoda ferruginosa cristalizada, un trozo de pólipos (madrepórico), unas impresiones de radiolarios y un carbonato cristalizado, los cuales, con el mapa del itinerario recorrido formarán el cuadro que preparamos como recuerdo de la excursión. 

(Se continuará).

APUNTES DE UNA EXCURSIÓN 

El porvenir de León, Sábado 19 de junio de 1915

VI

En el momento de seguir camino de la mina; aquel matrimonio qué me preguntó en nuestra ciudad por el objeto de la excursión, y a quien vi desayunándose en la estación del Hullero en La Robla, volvió a saludarme al despedirme de los amables ingleses con quienes estuve conversando a la puerta de la Dirección de la fábrica.

Me dijeron que eran españoles y que los padres de él, procedían del partido de Riaño y su mujer era de Pontevedra y que hacia tiempo habían regresado de los Estados Unidos dedicándose a recorrer toda España, aunque se intención al volver a Europa era visitar solo los pueblos de sus padres, la capital de su provincia, Santiago de Galicia. Madrid, Sevilla, Granada, Zaragoza y Barcelona y las capitales de Francia, Italía, Alemania e Inglaterra, que ya conocían; pero como la guerra se lo impedía regresaban de nuevo a los Estados Unidos, que antes de hacerlo querían volver a ver la tierra de sus mayores, cuyo viaje habían detenido en Matallana, hasta la tarde en que continuarían a Cistierna, por enterarse cómo las maestras del porvenir, de su provincia, recibían estos enseñanzas y el interés que sentían por saber. Que nos habían seguido paso a paso en la fábrica y que estaban encantados de los muchachos y del profesorado.

En nombre de todos le dí las gracias; pero manifestándote que el éxito de la excursión correspondía por completo a las señoritas alumnas. Con un apretón de manos nos despedimos, ofreciéndome dicho señor que pronto tendría noticias suyas, y ellos allí se quedaron, mientras la excursión seguía su derrotero en busca de la mina Marte 1.024. En el trayecto hicimos escala en el puente de la vía para ver la subida y bajada de dos vagonetas por el plano inclinado, y como la detención fuera un poco larga, la aprovechamos para preguntar a don Rodrigo Suárez sobre la cuenca minera de Matallana, que comprende los pueblos de Villalfeide, Serrilla, Vegacervera, Orzonaga, Matallana, la Valcueva y desaparece en Valdepiélago, al empezar la cuenca del Curueño. El buzamientó nos dijo que era en algunos puntos de las minas hasta 70.º al S., aunque lo general era de 45.º.

Llegamos a la boca de la mina, a la hora de salida de los obreros, que surgían de la húmeda y larga galería como figuras apocalípticas, pues allí en el fondo de ellas, veíamos primero un punto luminoso casi al ras del suelo, después uno silueta de hombre cuyas manos y cara ostentaban las huellas de la honrada y penosa labor a que se habían entregado durante las horas de la mañana, para arrancar del seno de la tierra, a fuerza de hachazos, respirando mal y sudando mucho, aquel carbón que acabábamos de ver en la Fábrica y que después es calor y luz en nuestras casas, y fuerza motriz, al convertir el agua en vapor. 

Explicó el señor Suárez el mecanismo de estas lámparas de seguridad qué usan los mineros; el por qué iban precintadas para evitar que por negligencia de algún trabajador pudieran ocurrir explosiones de fuego grissú. Las alumnas penetraron unos cuantos metros en el interior de la mina para ver las entivaciones de la galería y el arranque de las transversales para aprovechar los filones que cambiaban de dirección. 

Terminada la visita de la mina bajamos al pueblo acompañados por el señor Suárez, cuyas atenciones no tenían límites. 

Al pasar por un establecimiento de comestibles, para corresponder a otras atenciones del señor Pedrero y de don Félix, les invité a entrar en aquél para tomar un refrigerio, y muy corteses los encargados del despacho nos hicieron pasar a una pieza inmediata, destinada a panadería, donde nos lavamos caras y manos tiznadas del carbón de la fábrica, y nos obsequiaron con vino blanco exquisito; y digo nos obsequiaron, porque al ir a pagar se negaron a recibir dinero alguno, manifestándonos que aquel establecimiento era la Cooperativa de los mineros. Desde aquí vuelvo a repetirles la expresión de nuestra gratitud, pues con nosotros, a la vez que obsequio, ponían en práctica la obra de misericordia: «Dar de beber al sediento».

Ya en el pueblo Matallana, dispuestos a seguir nuestro camino, se entoldó por completo el cielo de negras nubes amenazando con descargar inmediatamente. Seguir el viaje a Vegacervera, exponiéndonos a un remojón mayúsculo, me pareció temerario, aguardar a que la lluvia cesara para seguir la ruta, era retrasar demasiado la hora de comer y en las caras de las alumnas se veían retratados el apetito y la necesidad; paro como algunas de las excursionistas eran esperadas en el inmediato pueblo para comer, instalé a éstas en el coche, a otra que se había dejado la suela de una bota en el camino y a otras a quienes el calzado molestaba, encargando al cochero que las llevara a Vegacervera y volviera de nuevo a Matallana, y nosotros nos dispusimos a comer. ¿Pero, donde? ¿En la calle? ¿En la carretera? Imposible, el chaparrón era inmediato y se aguaría la comida. En esta incertidumbre, don Rodrigo que se presenta con la llave del Casino, y resuelve el problema de qué todos reunidos podamos comer con la mayor comodidad,

La excursionista señorita Juliana Pérez dice en su Memoria: 

«La comida la hicimos en el salón del Casino, establecido en el piso alto de una casa. 

»Este salón es bastante espacioso, con dos ventanas y un balcón que dan para la calle.

»En él está el teatro de los socios con sus telones y bastidores. 

»Para que comiéramos más a gusto don Rodrigo y el hijo de don Benito trajeron mesas, y unas niñas dos cántaros de agua.

«La comida fue muy alegre y con mucho apetito, charlando todas de lo bien que todo iba y sin cesar de dar vivas a los Profesores, a la Maestra de Matallana y a D. Rodrigo, que se mostraban sumamente amables con los excursionistas.

»Terminada la comida nos obsequiaron con café, y como no podíamos continuar la marcha por estar lloviendo, haciendo uso de un organillo que había en el salón se formó un animado baile donde profesores y alumnas pasamos un rato divertido.

(Se continuará).

APUNTES DE UNA EXCURSIÓN 

El porvenir de León, Miércoles 23 de junio de 1915

VII

Como es necesario aclarar el nos convidaron a café; que escribe la señorita Almajano, me toca añadir que en previsión de que alguna excursionista se sintiese mal, con una comida compuesta toda de fiambres; llevé un paquetito de caracolillo, con el objeto de hacer tomar a las que se sintiesen mal una taza de éste. Pero como todas se sintiesen animosas; y yo creyera oportuno; por lo húmedo del día y tanta comida fiambre, que nada mejor para ellas que tomar una tacita de café bien caliente; le dije a la ilustrada maestra de Matallana; señorita Esperanza Astorga (que desde nuestra entrada en el pueblo se puso a las órdenes de profesoras y alumnas, multiplicándose en atenciones para con todos) si nos hacía el obsequio de una vasija con agua hirviendo para hacer el café; y... efectivamente; a los diez minutos fuimos todos obsequiados por dicha profesora con sendas cafeteras y la correspondiente botella de Domeq, exquisito final para, una comida tan alegre como la verificada y que dio al sistema nervioso una tensión especial, con lo que los ánimos se duplicaron, se aumentó la alegría y el estómago se tonificó.

Terminada la comida nos dirigimos a la Escuela, dónde permanecimos un buen rato hasta que cesó de llover, y. después de ello salimos, hicimos una fotografía de la excursión, y... a Las Hoces. En el coche montaron las profesoras y algunas alumnas, y los demás andando, andando, llegamos a Vegacervera en cuyo pintoresco pueblo parece que tiene su nido la hospitalidad para con al forastero, pues así como se abrieron las puertas de todas las casas para con las primeras excursionistas, que en este pueblo comieron, se abrieron también para los que componíamos el resto de la excursión. Dulces finos y caseros, propios del país, pero superiores en calidad y bondad a muchos de las mejores reposterías, y excelentes vinos de, Málaga, Moscatel y Jerez nos fueron bondadosamente ofrecidos en las casas de don Evencio Prieto Castañón por este señor y por su señora esposa doña Susana, así como también en la casa de doña Anselma Barrio por esta señora y sus hijos don Tomás y señoritas Irene y Manuela.

La antigua maestra de dicho pueblo doña Bernarda Barrio, en cuanto tuvo noticia de nuestra llegada se ofreció también de un modo incondicional a profesoras, y alumnas, obsequiando a muchas de éstas con preciosas flores.

Como la tarde avanzaba, y el tiempo era ya muy limitado y el propósito de llegar al pozo del Infierno muy firme, solo nos detuvimos en Vegacervera el tiempo necesario para tomar un vasito de limonada a que nos invitó el señor Pedrero, é inmediatamente seguimos nuestra jornada, Solo tres excursionistas no se atrevieron a llegar a Las Hoces y aguardaron nuestra vuelta, los demás continuamos por aquella fértil vega que se iba estrechando cada vez mas. Allá a la derecha veíamos el famoso salto donde el agua sobrante del canal que le conduce a las turbinas que mueven las dinamos de la eléctrica leonesa, cae al río en vistosa catarata.

Llamó poderosamente la atención de las alumnas aquel cauce que, como solo tiene un desnivel de 1 por 1.000 para conducir las aguas, parece, al formar con la carretera dos lineas convergentes, que desobedecen las aguas a las leyes del equilibrio. Por fin las calizas montañosas recortaron la vega. Y por entre la angostura que dejaban para dar paso al Torío entramos nosotros. Estábamos en Las Hoces. 

Medio kilómetro antes de llegar a este punto vimos bordeando la falda de la montaña a un grupo de excursionistas que acompañadas por el señor Chachero, después de haber visto la presa del salto, se dirigían a visitar una interesante cueva abundante en estalactitas y estalagmitas, de las que trajeron algunos trozos.

Atravesamos el puente que da paso a la carretera sobre el río y unos doscientos metros mas allá, sobre los muros de la presa, hicimos otra fotografía interesantísima por el conjunto; pero que la desgracia, mejor dicho, un descuido involuntario, las echó a perder, como igualmente las anteriormente obtenidas.

Nuestra misión y muestro pensamiento se había realizado en todas sus partes.

Con el tiempo medido llegamos de retorno a Matallana, donde, nos despedimos de la culta maestra señorita Astorga y del señor Suárez, el tren arrancó y, aunque todos contentos; parecía que allá, entre aquellas montañas carboníferas quedaba algo de nuestras almas: en los profesores el recuerdo de unas horas vividas en toda la extensión de la intimidad espiritual con las alumnas, de las maestras del mañana, y en ellas también un recuerdo, contra el que no podrá el olvido, de un día feliz, de sana expansión, eminentemente educativo é instructivo pasado al calor de los hermosos afectos de un compañerismo escolar profundamente ético.

Llegó el tren a La Robla, se verificó el transbordo sinó con comodidad, como se pudo y a las nueve de la noche llegábamos a la estación de León en cuyos andenes nos aguardaban las familias de las excursionistas.

La excursión a Las Hoces se había realizado.

BENITO BLANCO.





 

No hay comentarios: