viernes, 24 de enero de 2025

Diario de la Revolución de Octubre de 1934 en León

Esta es la transcripción de las notas sobre la Revolución de 1934 de Modesto Sánchez Cadenas.

Impresiones:

HASTA EL 4 DE OCTUBRE

Desde hacía tiempo se organizaban las milicias rojas, sin que hubiéramos podido conseguir un conjunto serio, más que nada por la falta de disciplina en los compañeros que componían los grupos; sin embargo, dentro de cada grupo había gente que respondía y trabajaba por la unidad de sus escuadras. Los mandos los componían compañeros socialistas y dentro de las escuadras había elementos de la C.N.T. que en general respondieron en todo momento. En la provincia no había más organización de milicias que en las cuencas mineras; la constitución de estos grupos era más seria y se había conseguido grupos numerosos fuertemente disciplinados.

Al acercarse la crisis del Gobierno Samper, las milicias obreras de León carecían casi en absoluto de armamento; particularmente había alguna pistola y muy pocas escopetas. A última hora se contaba con 20 fusiles máuser con su munición y algunas botellas de líquido inflamable. En las cuencas mineras estaban más armados, pero siempre por pistolas y escopetas de caza.

DÍA 5 DE OCTUBRE

Aunque todos esperábamos el Movimiento, éste se nos echó verdaderamente encima, llegó el día 5 y ya nos enteramos de que en Asturias había estallado la huelga revolucionaria. Creímos que se habían adelantado al resto de España. Vimos preparar y partir fuerzas del Regimiento n.º 36 en camiones hacia Asturias. Después supimos que éramos nosotros los retrasados: el Movimiento debía estallar en toda España el día 4 a las doce de la noche.

A todo esto, nosotros ya teníamos la orden para aquella noche del 5 al 6 de octubre.

Tuvimos una reunión en las afueras de León y allí, aun fallando alguno de los jefes de grupo (que nos tendrán que explicar por qué faltaron, si estaban avisados, o por qué no se les avisó por los que tenían que hacerlo), se marcaron definitivamente los objetivos para aquella noche.

El mío era:

1º. Una escuadra, prender fuego en varios sitios de la capital para atraer hacia ellos la fuerza pública. No he recibido noticias exactas de por qué no se efectuó.

2º. De acuerdo con elementos militares [más o menos] adictos, y siempre que estos lo encontraran viable, tomar el cuartel del Cid.

3º. Si no se podía por cualquier causa entrar en el cuartel, concentrase con mi grupo en las cercanías del aeródromo de La Virgen del Camino y esperar allí señales o aviso de entrar en el aeródromo, o de lo que hubiera que hacer.

Para el primer objetivo señalé como jefe al que lo era de mi primera escuadra, [Juan Monge], y designé los compañeros de mi grupo que creía yo mejor dispuestos y de más confianza, agregando algunos de otros grupos que, al no tener ninguna orden de sus jefes, se acercaron a mí, pidiendo que se les destinara para hacer algo. Se les proporcionó a estos compañeros botellas de líquido y se les ordenó que adquirieran gasolina y se presentaran en el punto de concentración del mercado de ganado a las once de la noche, donde me consta que se concentraron.

Para el segundo objetivo, y más importante para todos, se destinaron los compañeros más valientes de mi grupo y de otros, entre ellos a uno de los que componía el comité revolucionario [Antonio Fernández], por mandato expreso del jefe de este comité.

Los elementos militares de mi confianza creyeron que no era oportuno el asalto al cuartel. Las razones que daban eran: que los elementos fascistas militares estaban preparados porque temían este asalto, ya que en las compañías que habían salido para Asturias habían ido la mayoría de los soldados adictos a la revolución, porque reforzada la guardia con elementos anti-revolucionarios bajo la dirección y mando personal de los oficiales fascistas, y mandada por un comandante también fascista, sería difícil la sorpresa. Sin embargo, seguí haciendo gestiones, siempre reservadísimas, para poder conseguir este objetivo. Los compañeros de la C.N.T. habían quedado en ponerse en comunicación con elementos afines de dentro del cuartel [del Cid] y enviarme noticia por conducto de un compañero [Isidoro González] a un sitio determinado a las ocho de la tarde [Bar Correo]. Acudí, y las noticias que me dieron fueron confusas, sin poder determinar ningún éxito. A las 10 de la noche, con elementos de la Juventud Socialista [Antonio Martín y Cortinas], se esperó en sitio convenido [Bar Avenida] noticias directas de elementos juveniles del cuartel, noticias que no llegaron.

Yo, para mayor éxito de la empresa, había convenido que vistiera uniforme en el momento de ir al cuartel, uniforme que me fue imposible encontrar, ya que el que podía habérmelo proporcionado había salido para Asturias.

Se nos había ofrecido cinco fusiles, que no sé por qué tampoco llegaron. Fueron designados compañeros de absoluta confianza para acompañarme en este objetivo, como he dicho antes. Los compañeros de la C.N.T. ofrecieron deis camaradas, de los que sólo llegaron tres al punto de concentración, sin armas.

En vista de todas estas incidencias, a las once y media de la noche desistí de este objetivo, y lo comuniqué así a uno de los que componían el comité [Antonio Fernández], que debía acompañarme aquella noche. Decidimos acudir al lugar de concentración que habíamos señalado para las doce de la noche, para recoger gente y marchar a concentrarnos en las cercanías del campo de aviación, como estaba convenido. Protegí la salida de éste compañero y otras personas que se encontraban con él para sacar las armas en la plaza Mayor, y gracias al valor de compañeras que habrá que citar preferentemente [Celsa y su hermana], se pudo sacar lo más importante del depósito.

Me fui al lugar designado, donde se debía estar a las doce en punto. Allí fueron llegando los compañeros que estaban avisados, la mayoría sin armas, y los que las tenían, consistía en una pistola apenas municionada. Mi pistola, que por tenerla en otro depósito, mandé a un compañero de la Juventud a buscarla, con la orden de llevármela a un lugar determinado, no llegó; ignoro la causa, ya que estoy seguro de que se la entregaron para dármela a las nueve de la noche.

MADRUGADA DEL 5 AL 6 DE OCTUBRE

A las doce y media di la orden de partida hacia La Virgen, dejando a un compañero [Claudio] para que indicara el camino convenido a los compañeros que llegaron después, con la orden de continuar él también el mismo camino. En las afueras encontramos a los compañeros [Onofre, Rey] que debían de servirnos de guía. Llegamos al “Pajarón” y allí dejamos otro compañero [de la C.N.T., no recuerdo el nombre] para que indicara a los que venían detrás el paso del río. Seguimos, pasamos Trobajo por el Norte y, cuando creíamos estar cerca del Aeródromo, hicimos alto, noche oscura, viendo a lo lejos el resplandor de León: eran las dos de la madrugada; en León se había quedado en apagar la luz, y la luz seguía. En la estación del Norte, movimiento de trenes, máquinas, silbidos..., tampoco habían parado los ferroviarios??

En aquel momento se apagan las luces del Aeródromo. Seguimos esperando. Ni una señal: nada. Decido hacer un reconocimiento y salgo con un número hacia La Virgen. A doscientos metros hacia la carretera encuentro el grupo [de Antonio Fernández] que debió venir detrás del mío, pero que perdido, atravesó el río más arriba y salió en otra dirección sin encontrar a los compañeros que debieron servirles de guía. Doy orden de esperar en aquel lugar y sigo el reconocimiento. Llegué a cincuenta metros de los centinelas del Aeródromo sin ver a nadie. No podía comprender dónde estaban los demás grupos. Si por cualquier causa se había desistido, ¿cómo no había quedado alguien para avisar a los grupos que como el mío llegaba después? Si el Aeródromo era nuestro, ¿por qué no había señales? Si estaban copados o presos al intentar entrar, era de esperar que algún compañero escapara o que patrullas militares recorrieran los alrededores buscando gente. Esto será uno de los extremos que tendrán que explicarnos los compañeros que dieron la orden de retirada [Nistal], dejando a otros [grupos de Antonio y mío] abandonados a unas circunstancias imprevistas.

A todo esto, se me hace de día por minutos y la gente armada podía ser vista. Volví hacia los grupos y di orden de esconder las armas a uno de los grupos [el de Antonio, mandado por Avelino Rodríguez]. Al otro no pudimos encontrarlo; sin duda, al ver llegar el día, decidieron volverse hacia León, aunque las órdenes mías eran de acercarse hacia La Virgen; si hubieran hecho esto se hubieran reunido los dos grupos y juntos esperarían mis órdenes, como era su deber.

Ya sin armas volvimos a La Virgen y, por los compañeros de la Agrupación de allí [Jiménez], nos enteramos que los grupos que nos habían precedido [grupos de Nistal, David Martín y Carlos Valle] al no darles las señales convenidas desde el Aeródromo, se volvieron hacia León sin preocuparse de más.

6 DE OCTUBRE

Tuvimos un consejillo los compañeros [Antonio Fernández, Antolín Flórez, Tazón, Onofre, Cadenas] que quedamos en casa de otro compañero [Jiménez] y decidimos mandar a otro a León [Antolín Flórez] a informarse transmitiendo las órdenes que hubiera a Villacedré, donde nos dirigimos a comer y a descansar. Al pasar por Armunia avisamos a otro compañero [Manolo Arias, que se entrevista con Nistal] que recogiera de León noticias directas del Comité. [Nistal nos dijo que los mineros estaban en Lorenzana. Dimos tarjeta a Onofre García para ILEGIBLE].

Después de comer en Villacedré, cuando acabábamos de acostarnos, nos avisan [de parte de Nistal] que los mineros de Laciana están en San Andrés y la orden del Comité es concentrarse allí, para entrar en León por la noche. Salimos inmediatamente hacia San Andrés. Con un espíritu admirable desenterramos las armas a 100 metros de La Virgen y a 20 de la carretera sin preocuparnos de la gente que, al pasar por ésta, nos veía. A campo traviesa llegamos a San Andrés. Allí nos dicen que los mineros están en Lorenzana. Llamamos a los compañeros que establecían el enlace con León y nos dicen que los mineros recibieron orden del presidente del Comité [Nistal] de volver hacia atrás. No comprendimos esta orden, ya que nos dicen que en León no hay fuerza. Además, la orden de concentración, ¿quién la dio? [a nosotros Manolo Arias nos dijo que ILEGIBLE ¿¿resistir??] Sin duda, las noticias del resto de España no son tan optimistas como nosotros creemos.

DÍA 7

En el día 7 dormimos en san Andrés. [Va Tazón a León a ver a Nistal] El día 7 llega a nosotros la noticia de que los mineros, en su vuelta hacia Laciana, han tenido un encuentro con la Guardia Civil en La Magdalena. Un compañero [Antonio Fernández] sale en coche [de San Andrés] hacia Laciana para establecer contacto con los mineros y saber lo que pasa. En la Magdalena se entera de que el encuentro ha sido con cuatro guardias civiles de Riello que venían hacia León a concentrarse. La agresión partió de los guardias que dispararon desde lejos al último camión de mineros; repuestos de la sorpresa, responden a los guardias, que escapan a carrera tendida. De la agresión resulta muerto el presidente de la juventud socialista de Villameca, que antes de caer todavía dispara su fusil contra los guardias. Éste es el primer muerto de la provincia a quien no habrá que olvidar: era un valiente. Éste día se le ha enterrado en La Magdalena, adonde acuden mineros y obreros de aquellos contornos.

El compañero que sigue hacia Laciana se encuentra con mineros [Moisés Álvarez] que suben a pie hacia las minas. Mientras tanto nosotros establecemos guardia en las cercanías de León. Los elementos burgueses se pasean tranquilamente por las carreteras de las cercanías del Crucero, [nos disparan desde el Polvorín], no pasa nada en León. Los trenes circulan hacia Asturias llevando fuerzas contra nuestros compañeros que siguen luchando. Vienen más trenes militares, más trenes de Valladolid, ¿será posible que los compañeros no se levanten?

Llega de Laciana, ya de noche, nuestro compañero. Detrás de él viene una camioneta con dinamita y, tras buenas noticias de radio de Sama de Langreo, centro de la revolución asturiana. Dice que se triunfa en Cataluña, en Bilbao, hasta en Valladolid. No comprendemos cómo circulan los trenes que vienen de esa parte. Nos reunimos. Hay que trabajar. Aquella noche, por la carretera, circulan compañeros [¿Cortinas?, Dionisio Nicolás]. Nos traen de León municiones, siempre las compañeras de la primera noche; hacen tres viajes desde el centro de León hasta la primera guardia, cerca de la Venta de María. Nos dicen que apenas se ve un guardia por las calles. Da la impresión de que a todos los llevaron para Asturias. Volvemos a oír trenes, nos dicen que son trenes militares que van hacia Asturias, hacia donde siempre, ¡hurra Asturias! Comemos en el campo y seguimos hacia Azadinos. [Se ausente sin saber porque Dionisio Nicolás abandona guardia dinamita] Hay que evitar que pasen más trenes hacia Asturias, hay que volar el puente de Azadinos. Ya está hecho, al separarnos oímos las detonaciones de dinamita. Oímos después otras lejanas, quizá el puente de Palanquinos, a donde habían ido otros compañeros?? De madrugada nos vamos a dormir un poco a Armunia otra vez.

DÍA 8

Es el día 8. A poco de acostarnos, nos vienen a buscar [Antonio Fuertes]. Hay mineros en los alrededores de León, hay que hacer contacto con ellos. Vamos armados cruzando prados. Salimos a la carretera tranquilamente; ni un guardia. Nos cruzamos con burgueses que siguen sus costumbres de pasear por los alrededores de León. Los compañeros de enlace [Carlos Valle] nos dicen que efectivamente les han comunicado que hay mineros en la Magdalena, creemos que sean del valle de Tremor. Nos dicen que para establecer contacto con ellos vendrá un compañero con un coche, y salimos hacia la carretera de Lorenzana. Se adelanta el compañero que ha de ir a La Magdalena. Luces, ya está el coche. En esto, la sirena de los carros de los guardias de asalto del Gobierno. Disparan sin apearse sus pistolas ametralladoras. Nuestro compañero no tiene tiempo más que de saltar una sebe. Caen alrededor de él más de trescientos tiros. Otros llegan cerca de donde estamos nosotros. Vuelve el compañero a reunirse con nosotros. Tememos por la vida de compañeros que quedaron en la carretera y que no tuvieron tiempo de esconderse. Alguno se tiró en la cuneta de la carretera. Mandamos a los compañeros de enlace [Carlos Valle] aviso a León. Queremos celebrar una entrevista con algún miembro del Comité. Nos avisan que no tenemos nada que hacer. [Dicen que está Nistal con Carrillo y un enviado de mineros de La Magdalena, me ¿ILEGIBLE? reunión, vuelve Valle a León y cuando regresa dice que le dijo Carrillo que mandaron detener a Nistal a las 8 de la noche, y que no hubo nada que hacer]. Nos buscan a tiros. Nos dicen que han estado en todos los pueblos donde hemos dormido; mejor dicho, en todos los pueblos donde hemos estado. Nos dicen que han matado en “el Parque” a dos compañeros de la C.N.T. que iban con dinamita hacia Palanquinos. Nos dicen que también al compañero que debía venir con el auto lo han matado enfrente del Bar Azul. También este compañero pertenecía a la C.N.T.

Volvemos a San Andrés. Cenamos. No nos dejan dormir allí. A nuestras instancias se niegan a darnos cama; en cualquier pajar, tampoco. Tenemos que marcharnos de allí. No conseguimos ya contacto con León. Nos dicen que vienen por nosotros, que han detenido en León al presidente del Comité [Nistal paseando por Ordoño, nos dicen que este compañero trabajó en la oficina de Correos desde el día 6, no podemos creerlo] y a otros compañeros. Están llegando regimientos. No queda en pie de guerra más que Asturias y la zona minera de León. En Barcelona traicionó el general Batet. En Madrid se dice que trabajan, lo mismo que en Zaragoza. En Andalucía y en Extremadura no han ido al movimiento. No podemos creerlo. Celebramos consejo los tres compañeros que quedamos [Antonio Fernández, Domingo Pascual y yo]. Los demás han podido entrar en León o quedar por las afueras [Cortinas, Carlos Valle], y decidimos irnos hacia el norte. Salimos después de cenar con la ilusión de dormir en Ferral. No pudimos: todo cerrado; no era cosa de alarmar a los vecinos. Dormimos en el campo. Hace frío, no amanece nunca y es preciso orientarnos para seguir adelante sin saber adónde saldríamos. Unos pastores no orientan. Salimos a Cimanes de Tejar. De allí, siempre a pie, a Rioseco de Tapia. Encontramos compañeros. Comemos.

DÍA 9

Es el día 9. Mandamos a un compañero [de Rioseco] en bicicleta a La Magdalena. Nos decían que había allí artillería. Vuelve el compañero: no hay nada, ni fuerzas, ni compañeros. Subimos en una camioneta hacia Laciana, por la derecha del río Luna. Por Babia, nos saludan con el puño en alto; hasta las viejas levantan el puño. Todo esto es nuestro; llegamos de noche ya, a Piedrafita de Babia. Nos dan el alto: la primera trinchera socialista, la primera bandera roja. Cenamos. Nos disponemos a acostarnos, que falta nos hace, pero vienen a buscarnos [el Comité de Laciana]. De trinchera a trinchera han comunicado a Villaseca nuestra presencia. Es preciso ir a Villameca al cuartel general. Pasamos las trincheras rojas, siempre dando la señal convenida. Pasamos el puente de “las Palomas”. Éste puente, nos dicen, no lo podrá pasar nadie; a la menor señal saltará todo el puente, montaña, todo. Siluetas de compañeros con escopetas, hombres duros, mineros con un ideal arraigado que nos dan una lección con su serenidad y su valor insuperable.

Los errores de la Revolución del 34 en León que el PSOE debatió en 1936 para repetirla

 

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