martes, 28 de enero de 2025

Historias de Vegacervera

Archivo de la Real Chancillería de Valladolid (1771)

Pleito del fiscal del crimen y Marcos González Llamazares, procurador síndico general y personero de Robles (León), contra Alonso del Barrio, alcalde ordinario de Vegacervera (León), por haber proferido injurias.

Gazeta del gobierno de México, 24 de septiembre de 1811, página 1

Castropol 10 de mayo. Se han recibido cartas de Mon de principios de mayo: refieren que había llegado a aquel pueblo un pliego del brigadier Castañón, en que decía haber salido con sus tropas para Tarna y que al pasar por San Pedro de Boñar le salieron 600 franceses que venían de León, Benavente y Mansilla de las Mulas, los que fueron completamente derrotados, dejando 124 muertos y 37 prisioneros.

 

El Avisador de Badajoz, 8 de julio de 1886, página 3

De La Estafeta de León:

“En Vegacervera, partido de La Vecilla, hay un alcalde asiduo lector de Las Dominicales, periódico calificado hasta por El Imparcial de inmoral y obsceno. Dicho se está que el tal Alcalde es muy liberal. Y por tanto que ha de estar en pugna con el cura del pueblo. Pero ahora verán ustedes lo bueno: le edifica un cementerio en conformidad a las órdenes de la Dirección general de Beneficencia o ministerio de la Gobernación, y el Alcalde, fundándose en la autoridad de... Las Dominicales, quiere apoderarse de la llave de dicho cementerio.

El cura, que debe saber algo de derecho canónico, no autorizó semejante disparate, y viene el asunto al Gobierno civil porque ya hemos llegado al caso en que cualquiera puede entender y legislar en materias canónicas, y el Sr. Gobernador de la provincia resuelve el caso inspirándose tal vez en aquel célebre juicio del gran rey del pueblo judío, del famoso Salomón.

Y dice: ¿Los dos quieren la llave?... Si se parte por la mitad, no se abre la puerta. Pues ¡tate! hagamos dos llaves una para cada uno. Cuestión de dos pesetas. Y así parece está la cosa resuelta.

Si el Gobernador da León se examina de derecho canónico con Montero Ríos puede que le aprobara. Verdad es que son paisanos.„

Tiene muchos imitadores el gobernador de León.

La República (Madrid), 24 de septiembre de 1887, página 2

El día 16 hubo un Incendio en el pueblo de Valporquero de Vegacervera (León), reduciendo a cenizas en muy pocas horas mas de veinte casas. No ha habido desgracias personales; pero las materiales son de tanta importancia, que muchas familias han quedado reducidas a la miseria y otras sin hogar. 

El Demócrata (Madrid) 10 de agosto de 1891, página 3

Un incendio ha destruido quince casas del pueblo de Valle, término de Vegacervera (León). Se ignoran los detalles.

La Unión Católica, 29 de julio de 1892, página 3

Cuatro malhechores que días pasados entraron en Vegacervera (León), fueron sorprendidos por varios mozos del pueblo cuando intentaban asaltar la casa de un rico propietario, de aquel pueblo Uno de los bandidos fue herido gravemente, y los otros tres huyeron hacia los montes de Pardavé o Pedrún, donde se cree serán alcanzados en breve por la Guardia civil. 

El Español, (Madrid), 20 de agosto de 1901, página 3

Un incendio ha destruido por completo el pueblo de Coladilla, Ayuntamiento de Vegacervera, partido judicial de La Vecilla (León), que se componía de setenta a ochenta vecinos, que han quedado en la mayor miseria. Todas las viviendas se han quemado, a excepción de la iglesia, la escuela y dos casas más. También ha perdido el vecindario los frutos de la última cosecha que había ya recogido. Los puestos de la Guardia civil de la Pola de Gordón y Matallana, que son los más próximos, salieron en seguida para el lugar del siniestro. 

Las Dominicales del libre pensamiento, 30 de marzo de 1906, página 3

EN LOS NUDILLOS 

Un buen juez ha dado con la badila en los nudillos a un mal clérigo. 

El caso es este: «El feligrés D. Marcelo González se negó a pagar los derechos de Estola y Pie de Altar al párroco de Vegacervera (León) don Emilio Alonso Zorita, y éste interpuso demanda en juicio verbal contra el referido feligrés; pero ¡ay!, el juez municipal de Vegacervera condenó al cura. Mas el cura apeló ante el juez de La Vecilla, y éste en una sentencia digna de todo elogio confirmó la dictada por el Juez municipal de Vegacervera.  

He aquí los principales considerandos de la mencionada sentencia: 

«Considerando que el fundamento primordial de la demanda es el hallarse incluido en el arancel de derechos de Estola y Pie de Altar vigente en esta Diócesis y que fue aprobado por Real cédula auxiliatoria, lo que debe satisfacer cada vecino al párroco por razón de ofrenda en las festividades que en el mismo arancel se enumeran. 

Considerando, que el arancel expresado, como el de cualquier otro ramo, no es más que una tarifa oficial de los derechos que se han de pagar por determinados trabajos o servicios, y que la Real cédula aprobando ese arancel, no se extiende, a más que a gratificar la regulación de los derechos hecha en aquél y a mandar que conforme a ella y sin necesidad de otras apreciaciones se satisfagan los que se devenguen por las personas que intervengan en los actos regulados. 

Considerando, que por tanto, ni la inclusión de los mencionados derechos en el arancel, ni la Real cédula citada, son elementos bastantes por sí solos para resolver la cuestión debatida, siendo necesario demostrar que las ofrendas reclamadas son de carácter obligatorio para todos los vecinos do las parroquia, o que, de estimarse voluntarios hayan sido presentados o prometidos por el demandado. 

Considerando, que si bien en las disposiciones emanadas de las autoridades eclesiásticas se recomienda a los católicos, y en algunas se les impone el deber do contribuir con obligaciones u ofrendas, es lo cierto que en ninguna de las leyes concordadas y vigentes, ni en las exclusivas de la potestad civil, únicas a lo que es lícito en estas contiendas atenerse, se exige de la manera clara y precisa que seria necesario para fundar una reclamación judicial, que los vecinos de las parroquias hayan forzosamente de ofrendar o que, aún sin hacerlo, deberán pagar el estipendio para tales ofertas determinado; y que por otra parte, la naturaleza misma de estas ofrendas, rechaza en el orden civil puedan ser forzosas, pues consistiendo en la presentación en la iglesia por los fieles de las especies de pan, vino y cera por sufragio a los difuntos, es de toda evidencia que ese sacrificio, esa buena obra, además de tener que hacerse real y efectiva en los días señalados, debe ser libre y espontánea como nacida de una creencia religiosa y aplicada a un fin espiritual. 

Considerando, que no se ha probado que el demandado prometiera satisfacer las ofrendas reclamadas, sino que por el contrario, aparece que siempre se opuso a su pago.» 

¡Qué vergüenza para ese clérigo, tener que darle lecciones de derecho canónico y de moderación cristiana un juez! Pues como el juez de aquí le condena por injusto, el juez de allá le condenará por avaro, y allí será el sufrir y el rechinar de dientes.

El Mundo (Madrid), 8 de noviembre de 1911, página 2

Sinceridad 

MATALLANA 5, - Si en todos los distritos se hace la elección de concejales como en los de Vegacervera y Matallana, no dudo que el partido liberal obtendrá inmensa mayoría. Viendo que los conservadores les iban a sacar gran mayoría, apelaron a todas las arbitrariedades; declararon sin efecto la proclamación de los candidatos conservadores, y se proclamaron los suyos por el artículo 29. Nunca se habían registrado aquí semejantes arbitrariedades, y por esto ha producido gran excitación en el pueblo, que no sé qué partido tomará al ver que continúan en sus puestos todos los concejales en contra de la voluntad de los votantes.— Calafato.

La Esfera (Madrid. 1914), 13 de marzo de 1915, n.º 63página 16

LA POESÍA DE LA MONTAÑA

La poesía no es la bagatela, pasatiempo de burgueses que aspiran al cachet ó de elegantes que han oído hablar de Grecia..., es acaso el más serio estudio y probablemente de los más transcendentes y útiles por cuanto endulza la vida que es ya bastante práctica aplicación. Además, estamos viendo que todo el progreso material, derivado de las ciencias experimentales, desde la aviación hasta los proyectores de luz, parece que fueron revelados para mejor y más brutal destrucción de la humanidad. En cambio las víctimas de la poesía se cuentan por los dedos... algún adolescente que leyó el suicidio de Werther, alguna niña soñadora enamorada de la palidez de la Dama de las Camelias; y de batallas no se hable, pues aun la formidable campaña de clásicos y románticos en el famoso estreno de Hernani no pasó de unos razonables bastonazos. 

En vista del culto espectáculo civilizador que están dando al mundo las progresivas naciones europeas, resulta que emplearon mejor su tiempo los poetas que los mecánicos; con sonetos, aun siendo malos, no se mata gente ni se destruyen las riquezas de los pueblos. 

Tolstoi ha vencido; la civilización es un mal, ¡el mal mayor! 

¡Y nosotros, que hemos pasado la vida envidiando el porvenir de Bélgica, la de la manufactura exquisita. la del ultramaquinismo!... Nosotros, debeladores de nuestras alegres corridas de toros donde mueren cabalgaduras que se están muriendo y lo explicábamos como resto de barbarie musulmana, sin sospechar que las selectas naciones civilizadas habían de llevar no caballos, sino esclavos, al sacrificio...; nosotros no sabíamos que el fin de la cultura era matar hombres para disputarse el látigo bárbaro y cruel. Habíamos olvidado que un gran inglés, Carlyle, dijo: «El ideal de la civilización moderna es hacer dinero». 

¡Lástima de tiempo que han perdido los tratadistas de Derecho internacional, los conferenciantes de la paz, los que predicaban el humanitarismo, la patria-tierra y el derecho a la vida!... 

Cultivemos, pues, la santa poesía; y no se diga que no están los tiempos para cantar. El trovador nacional, el del romance del pueblo no se produce, es verdad, en épocas de tan bajo relieve como ésta. pero surge la elegía, la más alta forma de la poesía, penetrada de aquellas «melancolías y desabrimientos» que amargaron los últimos días del Hidalgo. 

Existe, es verdad, algo unánime en toda la nación, y ese algo es el miedo a la muerte definitiva, pero éste tampoco gusta de cantar altas y sonoras estrofas, sino todo lo más un canturreo para espantarlo... y así sale la canción. 

Nuestro miedo no es siquiera trágico, es sencillamente el de quien, pobre y apaleado, no tiene ánimo para alzar la vista ni levantar la voz. Al fin y al cabo, ni aquí sacudió nuestros nervios una revolución asoladora, ni nos hicieron lo que a Bélgica; nos sustrajeron algo que no sabíamos dirigir ni explotar, eso fue todo; y por eso caímos en el surco y no en el abismo, y por eso es en vano esperar un gran poeta que no encontraría en esta situación roca para alzar el vuelo. 

Ello es también un reflejo de la general disminución de las figuras; no hay grandes poetas donde no hay grandes hombres. 

Pero la poesía es subjetiva, la que cada cual lleva dentro, esa no depende de situaciones colectivas, ni tiene la menor relación con los valores del mercado, esa busca en la naturaleza flores y las encuentra siempre.

La poesía que quiere ánimo sosegado huyó hace tiempo al campo y en él hay que buscarla.

Yo te invito, lector, a recorrer conmigo en estas páginas un alto y bello paisaje, iluminado desde arriba, más que por el Sol, por la leyenda y el misterio.

Es la montaña. 

En esta bella provincia de León, la más varia y pintoresca, la que guarda en el Vierzo rayos de luz meridional y en los altos de los puertos perenne nieve, hay panoramas insuperables que se ofrecen al buen gusto de los poetas y al oro de los turistas, a los que quieren recrear los ojos y a los que pasean por el mundo la pena de haber nacido ricos. 

Esta montaña es el país de los ensueños; sus peñas bravas rocían de alegría las clásicas severidades pirenaicas, sus ríos ríen y sus praderas jamás se marchitaron bajo un sol más luz que fuego. con un cielo que es una turquesa.

¡Las hoces de Vegacervera! 

Viene el Torio —un río saltador y bullicioso— en cauce profundo de peñasco vivo que la trasparencia deja ver, en graciosa curva apretada por la roca que de vez en cuando se derrumba en bloques que alteran, de año en año, la silueta de la corriente.

A las veces el bloque corta el río que remansando el agua en profundo pozo, inquietador y misterioso. salta luego y es de ver la algazara con que cae en lluvia blanca, para seguir su marcha, camino de las tierras llanas, del Esla caudaloso. Dos macizos ingentes de esa peña caliza blanca é inmaculada. que por paradoja tiene entraña de carbón, dos altísimas moles marcan el cauce del río, se elevan al cielo y en curva interminable. cierran las hoces de Vegacervera, hasta salir en Cármenes a una vega luminosa y floreciente, para de nuevo subir por los Pontedos al puerto de Piedrafita, a buscar la gran cordillera asturiana. 

El viajero, al salir de Vegacervera —un pueblo risueño en campo verde y ameno, con casitas alegres y aire de querer vivir— no sospecha que poco más allá se ha de encontrar, en plenas hoces, en el corazón solemne de una montaña arquitectónica, trágicamente solitaria y silenciosa. 

Es una escena wagneriana. 

Cerrado el horizonte allá arriba por la peña gigante, blanca, severa como un templo, y allá abajo el río sombreado por la profundidad del cauce, deteniendo su corriente ante la majestad del cuadro. 

De frente los ojos sólo ven el circo de la montaña eterna, callada, melancólica; la luz de un sol que no tiene crepúsculo llega a la hondura con trabajo, sin durezas de entonación. sin brillanteces, y todo se baña y se disuelve en un suave color propicio a la inquietud. 

En lo más alto la piedra ha formado una estatua: un monje orante, que parece enseñar al viajero la lección de la austeridad; en lo más profundo el agua brota silenciosa de una sima que las gentes llaman «el pozo del infierno». 

Siempre he soñado, en estas hoces espléndidas, magníficas, con romper el silencio en noche de verano para que allí entonara una orquesta gigante páginas de Parsifal

Hay algo religioso en esta montaña. 

Los mozos, aun cuando van de fiesta en fiesta en tiempo de amores y lujurias, no cantan en las hoces; los destemplados toques de la bocina del automóvil son repelidos. como con escándalo y protesta, por el eco... «¡como una blasfemia entre una oración!» El misterio se agranda ante la boca negra, siniestra de las cuevas que en la roca abrió el tiempo; viven en ellas las sombras de los siglos y en las sombras solo prospera la flor trágica, la leyenda de la mala ventura, el cuento de pastores, la poesía del terror, acaso la más hondamente popular y, desde luego, la más humana ante la imperiosa grandeza de la montaña. 

El núcleo de la fábula es acaso el mismo en todas parlas. El pastor que os cuenta la leyenda no sabe bien si la ha soñado ó la ha oído contar. Era, allá en tiempos remotos de los moros ó antes quizá, cuando una dama misteriosa, ¡quien sabe por qué pecados ó virtudes..!, ¡quién sabe si por amores o por odios, pero eternos, insaciables..., una dama misteriosa, errante como una sombra, como una ráfaga, quedó vagando por la montaña; ella sabe los ocultos precipicios, las recónditas cuevas a las que nadie vio el fin; y como la dama becqueriana a veces se hunde en lo profundo de las aguas; los pastores que la vieron cuentan y no acaban de su gloriosa hermosura y del gesto trágico con que desafía las tempestades alzando en lo más erguido de un peñasco su gallarda gentileza, iluminada por el rayo que refleja en sus ojos, en sus lagrimas, toda la braveza de la tormenta, acaso no comparable a la de su alma enigmática. El pastor no leyó a Eschilo ni oyó hablar de Clytemneslra. que clavaba sus ojos en el horizonte por ser una luz ansiosamente esperada... Clytemnestra. que había de morir a manos de su hijo..., no sabe de las doncellas que llevaban en silencio libaciones al túmulo de Agamemnón..., no conoce la Orestiada.... no sabe que su fábula es digna del teatro griego y de las fiestas sacras, y que su montaña tiene toda la belleza clásica.

— MARIANO D. BERRUET A

La Esfera, 8 de junio de 1918, n.º 232, página 26

CIUDADES CASTELLANAS - LEÓN 

Así como Toledo tiene, en medio de su taciturnidad eclesiástica y de su empaque militar, vestigios y visos de ciudad andaluza, por las reminiscencias árabes que en ella quedan —iglesias mudejares y patios que se dirían antesalas de un harén—, así León nos parece un puente de tránsito entre Castilla y Asturias, un momento de transición entre la hosquedad de la estepa castellana y la jugosa y verde mimosidad norteña... 

A un lado, las secas llanuras de Palencia, frías en invierno, ventosas en primavera, cálidas en verano; al otro lado, las vegas floridas y los prados verdes, y los regatos cantarines, y los valles hondos, y las carreteras grises de lluvia, y los maizales lustrosos, y los hórreos ingenuos de mi adorada Asturias... 

Aquende, el Pajares, el inmenso océano de la llanura ondulante de trigales que salpican de roja vida las amapolas; allende, la dulzura de montañas cubiertas de vegetación y de aldeinas blancas sobre los verdes cuadros de las tierras de labor, y más lejos, tras las montañas azules y blancas, el mar que brama y ruge con su incansable orquestal polifónico... 

Hay ya en los alrededores de León, según se llega de Castilla, unas alamedas largas, umbrosas, infinitas, que parecen perderse en el Misterio... Los chopos normandos y los esbeltos álamos orlan las carreteras que ciñen a León, como otras tantas bandas de gloria que le rodearan el pecho noble y adusto de matrona encanecida en el hogar... 

Estas alamedas, la sonoridad del río, la vegetación rica y frondosa de las cercanías, nos dan la impresión de hallarnos en Asturias. ¡Yo no olvidaré jamás que, cuando era niño, la visión de estas alamedas próximas al tren, las ramas de los álamos que casi sacudían nuestras pueriles cabezas asomadas a la ventanilla, me regocijaba el alma, como dándome la idea de hallarme en la tierra idolatrada, en el encantado país de los sueños, en la dulce y amorosa Asturias!... Pero luego he rectificado esta visión infantil cuando en León he residido. 

León, por dentro, es una ciudad plena é integralmente castellana; castellana, en su aspecto adusto y severo; castellana, en sus caserones nobiliarios; castellana, en la crudeza de su invierno y en la esplendidez de su cielo azul; castellana, en su clima y en su aspecto, en el sol que dora sus edificios vetustos; castellana, en el carácter recio y entero de sus hombres y en el alma romántica y hermética de sus mujeres; castellana, en su espíritu todo, y castellana, soberana de Castilla, en la magnificencia de su catedral, que pone una nota de arte supremo sobre la tristeza sórdida de las angostas callejuelas que la circundan... 

Andrés GONZÁLEZ-BLANCO  

FOTS. SOLLMANN

Revista general de enseñanza y bellas artes, 15 de agosto de 1918, página 11

La Gaceta de Instrucción Pública.

Dia 13. — Real orden disponiendo se observen las reglas que se publican para dar cumplimiento a lo dispuesto en el Real decreto de 2 de mayo del año actual, en cuanto afecta a la amortización de plazas de Profesores de término en las Escuelas Industriales de Artes y Oficios e Industriales y de Artes y Oficios.

Subsecretaría. — Clasificando de beneficencia particular docente la fundación instituida en Vegacervera (León) por D. Félix Getino y Acebedo. 

Diario de León, 14 de octubre de 1918, página 2

En Matallana unos 35 casos, En Vegacervera 50 atacados, algunos graves. En Santa Colomba de Curueño, 250 casos algunos graves. En Gradefes 800 atacados, En Sahagún 40 casos. En Calzada sigue en aumento, muchos.

PARES (Portal de archivos españoles)

Vegacervera

Vegacervera (I)




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