viernes, 24 de enero de 2025

Establecimiento Balneario de San Adrián en 1887

El Balneario Caldas de San Adrián se encuentra en la pequeña localidad de La Losilla y San Adrián, en el municipio de Vegaquemada, junto a un riachuelo que vierte sus aguas al río Porma. Su descubrimiento se remonta al menos a la Edad Media, vinculado a la construcción del Monasterio de San Adrián, aunque una poesía de tradición oral habla de los romanos, una Reina Urraca y su paso a manos de la abadía de Eslonza, hasta que alcanzó su esplendor ya en el siglo XX. 

Sus aguas son bicarbonatadas-cálcicas, oligometálicas termales, manan de tres manantiales a una temperatura de unos 31 o 32 grados, y fueron declaradas de utilidad pública en 1917. Por su composición son apropiadas para las dolencias reumáticas y, de igual manera, tienen efectos beneficiosos sobre el aparato urinario. Asimismo, son de un gran valor digestivo, abriendo el apetito y atenuando los sufrimientos nerviosos gástricos y ulcerosos.

A pesar de que, quizás, estas aguas minero-medicinales sí pudieron ser utilizadas por los romanos, al igual que otras muchas en la Provincia de León, no existen evidencias. Por el contrario, sí son constantes las referencias documentales de estas Caldas durante la Edad Media, en muchos casos vinculadas al Monasterio de San Adrián, fundado en el año 920 por el Conde Guisvado de Boñar, del que fue dueña doña Urraca, infanta de Zamora.

En el año 1099, doña Urraca donó los 'baños de San Adrián' al Monasterio de Eslonza, que los mantuvo hasta la época de la desamortización de Mendizábal (1834-1854), en la que pasó "a otros dueños y otras manos". En esos últimos años, al parecer, los benedictinos habían abandonado a su suerte las instalaciones y a a mediados del siglo XIX, con el auge de las caldas y balnearios en León, compró la finca Santiago López, vecino de la capital leonesa, que aprovechó para remodelarlos.

Construyó "cuartos con bañeras de mármol", y "una hospedería con habitaciones amuebladas", un auténtico oasis en el que proveía a los bañistas "de todo lo necesario para su alimentación", y que se encargó de promocionar insertando anuncios en la prensa local y nacional. 

ESTABLECIMIENTO BALNEARIO DE SAN ADRIÁN

AGUAS MINERALES BICARBONATADAS MIXTAS 

DON CALISTO DE RATO Y ROCES 

Doctor en Medicina y Cirugía, Socio premiado de la Hidrológica Española, Médico Director interino que fue de San Adrián, Subdelegado de Medicina del Partido judicial de Gijón, Médico en los Caminos de Hierro del Norte, Médico Honorario de visita de naves del Puerto de Gijón, etc.

LEON  — 1887.

Imprenta de la Diputación provincial

DESCRIPCION DEL ESTABLECIMIENTO  

Concretándonos ahora a la fuente, ó mejor, fuentes llamadas de San Adrián, procuraré exponer a grandes rasgos la forma en que se ofrecen al público, que acude en busca de la salud a sus aguas termales. El Balneario consta de patio, que mide próximamente diez y seis metros de largo y algo menos de ancho; y edificio, casi cuadrado, cuyos lados tienen una longitud como de unos diez y seis metros también, compuesto de planta baja y piso principal con balcón corrido sobre el patio. Una huerta, para solaz de los bañistas, completa el Balneario, cuyas dependencias referidas están cercadas por un alto muro. 

En la planta baja ó plan terreno hay tres bañadoras, dos surtidas por el principal manantial y otra que lo estaba por distinta fuente, pero que hoy no recibe agua por estar rotas sus cañerías. En la huerta surge el tercer manantial, dentro de su depósito cúbico construido de piedra, y su agua se emplea solo para bebida, si bien pudiera muy bien utilizarse además para otros usos. En los tres distintos manantiales que acabo de enumerar, tiene el agua la misma temperatura de 32° C. y probablemente las mismas condiciones é igual composición; y aun más, quizá exista solamente un solo manantial, siendo las demás- fuentes filtraciones suyas, supuesto que todas ellas distan pocos metros entre si. 

En cuanto a la distribución del Establecimiento, el adjunto croquis facilitará en algo la comprensión y nos evitará el entrar en minuciosidades enojosas y detalles de poca monta que nos ocuparían largo espacio. 

Debo decir ahora en honor a las verdad, que las pilas ó bañeras de piedra caliza en donde se sumergen los infelices enfermos están en un completo estado de abandono, sin válvulas ni condiciones higiénicas. Son como unos sepulcros; en el lado en que hace de cabecera una piedra rectangular se abre paso al agua por un agujero colocado a la mitad de la altura; en el lado opuesto y al mismo nivel hay unas rejillas destinadas a permitir la salida al agua cuando alcanza hasta ellas, pero otra parte refluye al manantial por el conducto que viniera. En el mismo lado de la rejilla y en suelo hay un orificio que tiene por objeto dejar que se escape el agua al depósito (número 11 del croquis), cuyo orificio se obtura con trapos cuando se desea llenar la pila. 

Los aposentos donde están establecidas estas pilas (números 1, 2 y 3) son reducidos y carecen de toda comodidad. Una mala tarima y un viejo perchero con una tosca banqueta, todo ello de madera, constituyen el ajuar de los cuartos de baños. Por supuesto que los bañeros están suprimidos por articulo de lujo. 

Añádase a esto que los citados cuartos tienen unas ventanas sin cristales ó con cristales rotos, por las que se entabla una corriente de aire desde ellas hasta la puerta de entrada, situada en frente, y se comprenderá por qué y cómo en muchos casos pueden encontrar los bañistas la enfermedad que no tenían donde iban a buscar remedio para la que les molestaba. 

En medio del húmedo pasillo (como puede verse señalada en el croquis con el número 4) se ve en el suelo una especie de trampa ó tablón que cubre el principal manantial. De este se ve todo lo que deja libre, al levantarse, la pesada puerta, que es una arca como de vara cuadrada, pero el depósito se prolonga algo más por debajo del suelo. El agua es trasparente, clara y ofrece abundantes burbujas.







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